jueves, 30 de junio de 2011

El brillo del rostro de Dios


"Dios...haga resplandecer su rostro sobre nosotros...para que sea conocido en la tierra su camino. " Salmo 67. 1-2
Un artesano pulía una obra de bronce que se hallaba en sus manos. Alguien le pregunta entonces: "¿Cómo sabe usted cuando su trabajo está en el punto justo en que puede darse por terminado?"-"Cuando al mirarlo - contestó el artesano - veo mi rostro reflejado en él". Nuestra vida en la Tierra tiene un objetivo, ese objetivo es prepararnos para una eternidad en el cielo. Todo lo que hace Dios mientras estamos en este mundo es trabajar en nosotros como el artesano trabaja su material, con el objetivo de que estemos a punto justo para irnos con Él. ¿Cuándo estará su trabajo terminado? Cuando al mirarnos el Señor encuentre su rostro reflejado en nosotros. Nada menos que eso espera Dios, y las pruebas y dificultades que debemos pasar en nuestro transitar por el mundo tienen como función solamente dos objetivos: que le conozcamos y experimentemos su amor, y que luego reflejemos su carácter en nuestros hechos cotidianos.

miércoles, 29 de junio de 2011

Tesoros de David: Salmo 22 Charles Spurgeon


Titulo: Ajelet Sahar. El título del Salmo 22 es «Ajelet Sahar»: el ciervo matutino. Todo el Salmo se refiere a Cristo, y contiene muchas cosas que no pueden ser aplicadas a otro: partir los vestidos, echar suertes sobre ellos, etc.
Es descrito como un ciervo hermoso, tierno, manso, asustado por los cazadores en el alba del día.
Herodes empezó cazándole tan pronto como apareció. La pobreza, el aborrecimiento de los hombres y la tentación de Satanás se añadieron al acoso. Siempre hubo algún «perro» o «toro» o «unicornio» dispuesto a atacarle. Después de su primer sermón los cazadores se juntaron a su alrededor, pero El fue más ligero y se escapó.
Cristo halló el Calvario, que era una colina peñascosa, rasgada y terrible, «una montaña de división». De ahí fue acosado por los cazadores hacia el borde de los espantosos precipicios de inminente destrucción, en tanto que le rodeaban y le azuzaban las bestias de presa y los monstruos de la selva infernal. El «unicornio» y «los toros de Basán» le hirieron con sus cuernos; el gran «león» rugió, y el «perro» hincó sobre El sus dientes.
Pero El se libró de ellos. A su tiempo inclinó la cabeza y entrego su espíritu. Fue enterrado en una tumba y sus atacantes consideraron que su victoria era completa. No habían considerado que era un «ciervo matutino». Sin duda alguna, a su debido tiempo escapó de la red del cazador y puso sus plantas sobre los montes de Israel, vivo, para no morir más.
Ahora está con María Magdalena en el jardín, dando evidencia de su propia resurrección; en un momento se halla en Emaús, animando a los discípulos, desconcertados y tímidos. No le cuesta nada ir desde allí a Galilea, a sus amigos, y de nuevo al monte de los Olivos, «a los montes de las especias», llevando consigo el alba matutina, vestida de vida y hermosura para siempre. Christmas Evans
Tema: Este es, mucho más que todos los demás, «El Salmo de la Cruz». Es posible que lo repitiera realmente, palabra por palabra, nuestro Señor cuando colgaba de la cruz; sería demasiado atrevido afirmar que esto tuvo lugar, pero incluso el lector casual no puede por menos que preguntarse si no fue así. Empieza con «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?», y termina, según algunos, en el original, con «Consumado es». Para hallar expresiones de gemidos que se elevan desde las profundidades inexpresables del sufrimiento, podemos decir que no hay ningún Salmo como éste.
Es la fotografía de las horas más tristes de la vida de nuestro Señor, el testimonio de sus palabras al morir, el vaso que recoge sus últimas lágrimas, el recordatorio de sus gozos al expirar. David y sus aflicciones pueden hallarse aquí en un sentido muy modificado, pero así como la estrella desaparece ante la luz del sol, el que ve a Jesús, probablemente ni tan sólo pensará en buscar a David.
Ante nosotros tenemos una descripción de las tinieblas y la gloria de la cruz, los sufrimientos de Cristo y la gloria que siguió después de ellos. ¡Oh, si tuviéramos gracia para poder acercamos y contemplar esta gran visión! Leeríamos con reverencia, quitándonos el calzado como Moisés ante la zarza ardiente, porque si hay un lugar santo en algún punto de la Escritura es en este Salmo. C. H. S.
Vers. 1. Dios mío, Dios mío. Demos una mirada con santo asombro y notemos los destellos de luz entre las horribles tinieblas de este mediodía-medianoche. Primero, la fe de nuestro Señor requiere nuestra reverente imitación; El sigue agarrado a su Dios con ambas manos y grita dos veces: ¡Dios mío, Dios mío! El espíritu de adopción era fuerte dentro del Hijo del Hombre que sufría, y no tenía duda de su interés en su Dios. ¡Oh, si nosotros pudiéramos imitarlo en este adherirse a un Dios que nos aflige! Y el que sufre no desconfía del poder de Dios para sostenerle, porque el título que usa -«El»-, significa fuerza y es el nombre del Dios omnipotente.
¿Por qué me has desamparado? Hemos de poner énfasis en cada una de las palabras de esta la más triste de todas las expresiones.
¿Por qué? ¿Cuál es la gran causa de este extraño hecho, que Dios abandone a su propio Hijo en un momento de aflicción tan intensa? No hay causa en El; ¿por qué, pues, le ha desamparado?
Has. Es algo que ha tenido lugar, y el Salvador está sintiendo su efecto cuando hace la pregunta; ¡sin duda es cierta, por más que sea tan misteriosa! No era una «amenaza,» de ser desamparado lo que le hace clamar hacia la gran Seguridad; El está sufriendo este desamparo en la realidad pura.
Tú. Puedo entender por qué el traidor Judas y el tímido Pedro no se hallaban allí, pero ¡que Tú, mi Dios, mi fiel Amigo, me hayas abandonado! Esto es lo peor de todo, sí, peor que todo lo demás junto. El infierno mismo tiene como su peor llama la separación del alma de Dios.
Desamparado. Si Tú me hubieras afligido podría sufrirlo, porque tu faz resplandecería; pero el abandonarme del todo, ¡ah!, ¿por qué?
Me. Tu Hijo inocente, obediente, sufrido, ¿por qué abandonarme cuando estoy pereciendo? La idea de uno mismo sometido a penitencia, y la vista de Jesús en la cruz, vistas por la fe, pueden explicarnos mejor esta pregunta. Jesús es desamparado porque nuestros pecados se han interpuesto entre nosotros y nuestro Dios. C. H. S.
¿Por qué? No el porqué de la impaciencia o la desesperación, no el preguntar pecaminoso de uno cuyo corazón se rebela contra su disciplina, sino más bien el de un hijo perdido que no entiende por qué su padre le ha dejado, y que anhela ver el rostro de su padre de nuevo. J. J. Stewart Perowne
¡Oh!, cómo se funden de amor nuestros propios corazones cuando recordamos cómo nos hemos afligido nosotros por nuestros pecados contra Él; ¡cuánto mayores, eran sus agonías por nosotros! Hemos sufrido hiel y ajenjo, pero El ha gustado una, copa más amarga. La ira de Dios ha secado nuestros espíritus, pero El fue abrasado con ira flameante.
Estuvo sometido a un dolor violento en el huerto y en la cruz; la pena que sintió fue inexpresable al ser abandonado por su Padre, dejado por sus discípulos, ultrajado y reprochado por sus enemigos, y hecho maldición por nosotros. Este Sol se hallaba bajo un eclipse, este Señor vivo estaba muriendo, y su muerte ocurrió bajo el ceño de un Dios airado. Timothy Rogers
Vers. 2. Dios mío, clamo de día, y no respondes. El que nuestras oraciones parezca que no son contestadas no es una tribulación nueva. Jesús sintió lo mismo delante de nosotros, y se puede observar que a pesar de ello siguió firme en su confianza en Dios, y clamó: ¡Dios mío! Por otra parte, su fe no le hizo menos insistente, porque en medio del horror de aquel día espantoso no cesó en su clamor, tal como en Getsemaní había sufrido agonías durante la noche.
Nuestro Señor siguió orando aunque no llegó a ninguna respuesta, y en esto nos da un ejemplo a la obediencia con sus propias palabras: «Los hombres han de orar siempre, y no desmayar.» Ni la luz del día es demasiado deslumbrante, ni la noche es demasiado oscura para orar; y ninguna dilación o negativa aparente, por dolorosa que sea, debería tentarnos a abstenernos de nuestro insistente ruego. C. H. S.
Vers. 2, 3. Aquellos que tienen cañerías de agua que van a sus casas, si no les llega el agua, llegan a la conclusión de que los caños se han obturado o roto, pero no la fuente. Si la oración no da resultado, hemos de estar seguros que la falta no está en Dios, sino en nos otros; si estuviéramos nosotros maduros para la misericordia, El estaría dispuesto a hacérnosla llegar, y aun está esperando con este propósito. John Trapp
Vers. 3. Pero Tú eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel. Si no podemos ver ningún motivo para la dilación en la respuesta a la oración, hemos de dejar el enigma sin resolver, pero no hemos de huir del rostro de Dios a fin de inventar otra respuesta. El argumento es: Tú eres santo; ¡oh!, ¿por qué desamparas a tu santo en esta hora de suprema angustia? No podemos poner en duda la santidad de Dios, sino que hemos de considerarla y usarla como una base en nuestras peticiones. C. H. S.
Aquí tenemos el triunfo de la fe: el Salvador se mantuvo como una roca en el ancho océano de la tentación. Por más que las olas se levantaran, lo mismo se levantó su fe, como una roca de coral, que crece y se hace fuerte, hasta que pasó a ser una isla de salvación para nuestras almas en naufragio. Es como si hubiera dicho: «No importa lo que he de sufrir. Las tempestades pueden rugir sobre mi, los hombres pueden despreciarme, los demonios tentarme, las circunstancias arrollarme, y Dios desampararme; con todo, Dios es santo, no hay injusticia en El.» John Stevenson
¿Parece extraño que el corazón en las tinieblas y la pena halle consuelo en este atributo de Dios?
No, porque la santidad de Dios no es sino otro aspecto de su fidelidad y misericordia. Y en este nombre notable, «el Santo de Israel», se nos enseña que el que es el santo Dios es también el Dios que ha hecho pacto con sus escogidos. J. J. Stewart Perowne
Aunque las tentaciones fueran más negras, la fe no hará el menor caso de una mala palabra dicha contra Dios, sino que justificará a Dios siempre. David Dickson
Vers. 4. En Ti esperaron nuestros padres; esperaron, y Tú los libraste. Esta es la regla de la vida para con toda la familia escogida. Es mencionada tres veces, confiaron, confiaron y confiaron, y nunca dejaron de confiar, porque era su modo de vida; y las cosas les fueron bien también, porque Tú los libraste.
La experiencia de otros santos puede ser una gran consolación para nosotros cuando estamos en las aguas profundas; sí, la fe puede estar segura de que vamos a recibir liberación; pero cuando sentimos que nos hundimos, es un consuelo muy pobre ver que otros están nadando.
El uso del pronombre plural nosotros muestra lo unido que se hallaba con su pueblo Jesús incluso en la cruz. Decimos: «Padre nuestro que estás en los cielos», y El llama «nuestros padres» a aquellos por los que llegamos al mundo, aunque El no tenía padre en la carne.
Vers. 6. Mas yo soy gusano, y no hombre. Este versículo es un milagro del lenguaje. ¿Cómo podía el Señor de la gloria llegar a una sumisión tan grande como para no sólo ser inferior a los ángeles sino también inferior a los hombres? ¡Qué contraste entre «YO SOY» y «Soy un gusano»!; con todo, esta doble naturaleza fue hallada en la persona de nuestro Señor Jesús cuando sangraba en el madero.
El se sintió comparable a un gusano, inerme, impotente, pisado por todos, pasivo, cuando era aplastado y despreciado por los que le hollaban. Selecciona la más humilde de las criaturas, que es todo carne, y que cuando es aplastada es una masa que se retuerce, privada de todo poder excepto fuerza para sufrir.
Esta era la verdadera semejanza suya cuando su cuerpo y su alma hubieron pasado a ser una masa de miseria -la misma esencia de la agonía- en los dolores agónicos de la crucifixión. El hombre, por naturaleza, no es más que un gusano; pero nuestro Señor se puso por debajo de los hombres, a causa del desprecio que se amontonó sobre El y la debilidad que sintió, y por tanto añade: y no hombre. C. H. S.
Él que, vino para realizar la gran obra de nuestra redención, cubrió y escondió su divinidad dentro del gusano de su naturaleza humana. La gran serpiente de agua, Leviatán, el diablo, pensando engullir al gusano de su humanidad, quedó prendido del anzuelo de su divinidad. Este anzuelo se quedó clavado en sus fauces, y las desgarró. Pensando destruir a Cristo, destruyó su propio reinado y perdió su propio poder para siempre. Lancelot Andrewes
Así, hollado, maltrecho, abofeteado y escupido, mofado y atormentado, parece más bien un gusano que un hombre. Fue tan grande el desprecio que sufrió el Señor de la Majestad, que ¡su confusión puede ser nuestra gloria; su castigo, nuestra bienaventuranza celestial! ¡Sin cesar hemos de imprimir este espectáculo en nuestra alma! Dionisio, citado por Isaac Williams
Vers. 7. Todos los que me ven me escarnecen; tuercen 105 labios, menean la cabeza. Los sacerdotes y el pueblo, los judíos y los gentiles, los soldados y los civiles, todos se unieron en su mofa general, y esto en el momento en que se hallaba postrado en la debilidad y a punto de morir. ¿De qué hemos de maravillarnos más, de la crueldad del hombre o del amor del Salvador sangrante? ¿Cómo podemos quejar-nos nunca de ser ridiculizados, después de esto?
Los hombres le hacen muecas a Aquel delante del cual los ángeles cubren su rostro y adoran. Las formas más bajas de desdén le fueron aplicadas maliciosamente. C. H. S.
Imaginémonos la espantosa escena. ¡Contemplemos esta abigarrada multitud de ricos y pobres, de judíos y gentiles! Algunos se unen en grupos y miran. Algunos se reclinan sobre el suelo para mirar con calma. Otros se mueven alrededor con palpable satisfacción ante el suceso. Hay una mirada de satisfacción en todos los rostros. Ninguno está silencioso. La rapidez de su charla les parece lenta. El tema es demasiado importante. Todos hablan a la vez.
Los soldados rudos también están ocupados a su manera. La obra de sangre ha terminado. Ahora es la hora de los refrescos. Y algunos, satisfechos, se acercan a la cruz y ofrecen al Salvador algo de vinagre y agua, y le dicen que beba, pero la retiran (Lucas 23:36). Saben que ha de sufrir una sed intensa, y que con ello agravan la burla del refrigerio.
¡Crueles romanos!, ¡regicidas judíos! ¿No basta con la muerte? ¿Es necesario añadir la burla y el escarnio? En este triste día Cristo os congregó. Una unidad horrible, ¡constituida por burladores y asesinos del Señor de la gloria! John Stevenson
Vers. 8. Se encomendó a Jehová; líbrele Él; sálvele, puesto que en El se complacía. Aquí hay la increpación dirigida cruelmente a la fe en Dios del que sufre, que es el punto más tierno del alma de un hombre bueno, la misma niña de su ojo. Tienen que haber aprendido este arte diabólico de Satanás mismo, al mostrar este raro aprovechamiento en él.
Vers. 9. Pero Tú eres el que me sacó del vientre. El estado humilde de José y María, lejos de sus amigos y hogar; les llevó a ver la mano de Dios en el parto feliz de la madre y el nacimiento del niño; este Hijo está ahora luchando la gran batalla de su vida, usando la misericordia de su natividad como un argumento ante Dios. La fe halla armas por todas partes; el que quiere creer, nunca carecerá de razones para hacerlo. C. H. S.
Tú el que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre. ¿Era nuestro Señor tan pronto un creyente? ¿Fue El uno de estos niños de cuyas bocas es ordenada fuerza? Así lo parece; y si es así, ¡qué base para nuestra ayuda! La piedad temprana da un consuelo peculiar después de las pruebas, porque sin duda Aquel que nos amó cuando éramos niños es demasiado fiel para echarnos en nuestros años maduros. C. H. S.
Vers. 10. Sobre Ti fui echado desde el seno; desde el vientre de mi madre Tú eres mi Dios.
Nuestro nacimiento es el momento más débil y peligroso de la existencia; si entonces estábamos seguros en la ternura del Omnipotente, sin duda no tenemos motivo ahora para sospechar que la bondad divina nos va a fallar. El que era nuestro Dios cuando dejamos a nuestra madre, estará con nosotros hasta que volvamos a la madre tierra, y nos guardará de perecer en el infierno.
Vers. 12. Me han rodeado muchos toros; fuertes toros de Basán me han cercado. Los poderosos en la multitud son marcados aquí, notados por el ojo lleno de lágrimas de su víctima. Los sacerdotes, los ancianos, los fariseos, los escribas, los capitanes, rugían alrededor de la cruz como animales salvajes, alimentados en los pastos solitarios de Basán, llenos de fuerza y vigor; todos pisotean, espumando con su boca, al inocente, y desean herirle de muerte con sus crueldades. Hemos de concebir al Señor Jesús como un hombre inerme, desnudo, echado en medio de un hato de toros salvajes furiosos. C. H. S.
Vers. 12, 13. Basán es un territorio fértil (Números 32:4), y el ganado que pace en estos prados es gordo y fuerte (Deuteronomio 32:14). Como ellos, los judíos en aquella tierra «se engordaron y cocearon», volviéndose orgullosos y rebeldes; olvidando a Dios «que los hizo, y estimando en poco la roca de su salvación». George Horne
Vers. 14. Estoy derramado como agua; esto es, en las ideas de mis enemigos, estoy
completamente destruido. «Porque hemos de morir, y somos como agua derramada en el sueño, que no puede volver a ser recogida» (2º Samuel 14:14). «¡Qué maravilla», dice san Bernardo, «que el nombre del Esposo sea como ungüento derramado, cuando El mismo, por la grandeza de su amor, fue derramado como agua!» J. M. Neale
Todos mis huesos se descoyuntaron. El potro funcionaba como un aparato de tortura horrible. Y la cruz era un potro en el que El fue distendido, dice el Salmo, hasta que sus huesos fueron descoyuntados. Pero incluso el estar colgando durante tres horas largas, con los brazos extendidos, tiene que haber sido un dolor increíble.
Las manos y los pies estaban clavados (una parte del cuerpo en extremo sensible, a causa de los tendones que hay en ellas), por lo que su dolor tenía que ser imposible de medir. Lancelot Andrewes
Mi corazón se torna como cera; derritiéndose en medio de mis entrañas. El Dr. Gill observa: «si el corazón de Cristo, el León de la tribu de Judá, se fundía, ¿qué corazón puede resistir o qué manos pueden soportar cuando Dios las trata en su ira?»
Vers. 16. Porque perros me han rodeado. Los cazadores con frecuencia rodean a su presa en un círculo y gradualmente lo van estrechando, acercándose a ella perros y hombres. Este es el cuadro que tenemos delante. En el centro se halla, no el ciervo jadeante, sino un hombre sangrante, que se desmaya, y a su alrededor los malvados que están ejecutando su sentencia.
Aquí tenemos el «ciervo de la mañana», de quien el Salmo canta tan quejumbrosamente, cazado por los sabuesos, todos sedientos de devorarle.
Me ha cercado una banda de malhechores. Así el pueblo judío, que se llamaba a sí mismo una asamblea de justos, queda marcado en su frente como una asamblea de malvados. Esta no es la única ocasión en que las iglesias que profesan ser de Dios se han vuelto sinagogas de Satanás y han perseguido al Santo y al Justo. C. H. S.
Horadaron mis manos y mis pies. Para el Hijo de Dios fue terrible el ser atado; más el ser azotado; más aún el que le dieran muerte; pero ¿qué diremos del ser crucificado? Esta es la muerte más vil e ignominiosa; fue una muerte cruel y maldita, que Él no se negó a aceptar; y aquí tenemos un claro testimonio en favor de su cruz. John Trapp
La separación de las fibras de las manos y los pies, la laceración de los nervios, el estallido de muchos vasos sanguíneos, tiene que haber producido una agonía intensa. Los nervios de las manos y los pies están unidos, mediante el brazo y la pierna, con los nervios de todo el cuerpo; la laceración tiene que haber sido sentida por todo el cuerpo. Pensemos en el dolor que nos produce el pinchazo de una aguja en un nervio remoto. O un espasmo de los músculos de la cara, que unen las mandíbulas inseparablemente.
Cuando, por tanto, las manos y los pies de nuestro Señor fueron horadados con clavos, tuvo que haber sentido agudísimos dolores en todo su cuerpo. Apoyado sólo en sus miembros, lacerado y suspendido por las manos horadadas, nuestro Señor estuvo sufriendo casi seis horas de tormento. John Stevenson
Vers. 17. Contar puedo todos mis huesos. ¡ Ah, si nos preocupáramos menos del disfrute y solaz de nuestro cuerpo y más de los negocios de nuestro Padre! Sería mejor que contáramos los huesos de un cuerpo extenuado, que ser causa de que nuestras almas sean enjutas.
Entretanto, ellos me miran y me observan. Sonrojémonos por la naturaleza humana, y sintamos simpatía ante la vergüenza de nuestro Redentor. El primer Adán nos hizo a todos desnudos, y por tanto el segundo Adán se desnudó para poder vestir nuestras almas desnudas.C. H. S.
¡Oh, qué diferente es esta mirada del pecador despertado dirigida al Calvario cuando la fe hace elevar el ojo hacia el agonizante que sangra por el culpable! Y qué gratitud deberían sentir los hombres que perecen por el hecho de que del que pende del madero maldito proceden las palabras de invitación: «Miradme, y sed salvos todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.» John Morison
Vers. 18. Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi túnica echaron suertes. Puede notarse que el hábito del juego es de todos el más inveterado, porque los hombres podían practicarlo incluso al pie de la cruz, manchados por la sangre del crucificado. No hay cristiano que pueda resistir el ruido de los dados cuando piensa en esto. C. H. S.
Por trivial que pueda parecer este acto de echar suertes sobre la túnica del Señor, es muy significativo. Tiene una doble lección. Nos enseña el valor que se daba a una túnica sin costura; lo poco en que se tenía a Aquel a quien pertenecía. Parece decir: el vestido es más valioso que su dueño. Como se dijo de las treinta piezas de plata: «Un buen precio en que le evaluaron»; así podemos ver, por el hecho de las suertes, en qué poco valor tenían a Cristo. John Stevenson
Vers. 21. Sálvame de las fauces del león. Satanás es llamado león, y es apropiado; porque tiene los rasgos del león: es atrevido, fuerte, furioso, terrible como un león rugiente. Sí, pero hay más: el león carece de sutileza y suspicacia; aquí el demonio está más allá del león. El león desdeña atacar al postrado; el diablo se aprovecha de ello.
El león, cuando está harto, no caza; el diablo está harto y devora. Lo busca todo; que el simple no diga: «No se fijará en mi»; ni el astuto: «No me podrá cazar»; ni el noble: «No se atreverá conmigo»; ni el rico: «;No querrá habérselas conmigo»; porque él busca y devora a todos. El es nuestro adversario común; por tanto, dejemos de tener altercados entre nosotros y luchemos contra él. Thomas Adams
Vers. 21, 22. La transición es muy marcada; una horrible tempestad ha cambiado en calma. La oscuridad del Calvario al fin ha pasado del rostro de la naturaleza y del alma del Redentor y, contemplando la luz de su triunfo y sus resultados futuros, el Salvador sonríe.
Vers. 22. Anunciaré tu nombre a mis hermanos. Entre las primeras palabras después de su resurrección hay: «íd a mis hermanos». En el versículo que tenemos delante, Jesús ve por adelantado la felicidad al comunicarse con su pueblo; se propone ser su maestro y ministro, y piensa en el tema de su discurso. Podemos aprender de esta resolución de nuestro Señor que uno de los métodos más excelentes de mostrar nuestro agradecimiento por la liberación es contar a nuestros hermanos lo que el Señor ha hecho por nosotros. Mencionamos nuestras aflicciones con mucha frecuencia; ¿por qué somos tan lentos en declarar nuestras liberaciones? C. H. S.
Mis hermanos. Esto nos da evidencia de la condescendencia del Hijo de Dios, y también de la gran exaltación de los hijos de los hombres; que el Hijo de Dios sea hermano de los hijos de los hombres es una gran humillación, y que los hijos de los hombres sean hechos hermanos del Hijo de Dios es un alto grado de exaltación; porque los hermanos de Cristo son en este sentido hijos de Dios, herederos de la salvación, o sea reyes, no terrenales, pero sí celestiales; no temporales, sino reyes eternos... Este respeto de Cristo a sus hermanos es un gran aliento y consuelo para los que son despreciados y escarnecidos por los hombres de este mundo a causa de profesar a Cristo en él. William Gouge
Vers. 24. Porque no menospreció ni desdeñó la aflicción del afligido. Es cierto que la justicia exigía que Cristo llevara la carga que, como sustituto, se ofreció para llevar, pero Jehová siempre le amó y en amor puso esta carga sobre El con miras a su gloria ulterior y al cumplimiento del deseo más querido de su corazón.
Pero cuando clamó, Él le escuchó.
Ninguno que se acerca a su trono Va a hallar a Dios infiel o desdeñoso.
Vers. 25. De d procede mi alabanza en la gran congregación. La palabra indica claramente que la verdadera alabanza es de origen celestial. Las armonías más delicadas en la música no son nada a menos que sean sinceramente consagradas a Dios por corazones santificados por el Espíritu.
Vers. 26. Comerán los humildes, y serán saciados. ¡Nota cómo el Amigo amante de nuestras almas se solaza con el resultado de su muerte! Los, pobres espirituales hallan un banquete en Jesús; se alimentan de El para la satisfacción de sus corazones; estaban hambrientos hasta que El se les dio a sí mismo; pero ahora están saciados con los manjares exquisitos. C. H. S.
Alabarán a Jehová los que le buscan; vivirá su corazón para siempre. Ahora quisiera saber quién es el hombre que habría podido dictar tales leyes que unieran los corazones de los hombres o prepararan recompensas que llegaran a las almas y conciencias de los hombres.
Verdaderamente, si algún mortal promulgara alguna ley ordenando que sus súbditos le amaran con todo su corazón y toda su alma, y no se atrevieran, bajo el peligro de su gran indignación, a tener el más pequeño pensamiento traicionero hacia su persona real, y que si fuera así, que se lo confesaran inmediatamente, o de lo contrario tendrían que pagar cara su osadía, se le consideraría por su locura y orgullo que está mal de la cabeza, como Jerjes, por echar cadenas en el Helesponto para encadenar las aguas a su obediencia; o como Calígula, que amenazó al aire si se atrevía a dejar caer lluvia durante sus diversiones, pues él ni se atrevía a mirar al aire cuando
tronaba.
Ciertamente, un hombre así no tendría bien la cabeza y no sería apto para un trono, ya que no es posible pensar que los pensamientos y corazones de los hombres pudieran hallarse bajo su jurisdicción. William Gurnall
Vers. 27. Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de Ti. La naturaleza de la verdadera conversión: Recordar, volverse al Señor, y adorar delante de El. Este es un proceso sencillo y simple. Quizá el primer ejercicio religioso para la mente, de que somos conscientes, es la reflexión. Un estado de no ser regenerado es un estado de olvido. Dios es olvidado. Los pecadores han perdido todo sentido justo de su gloria, autoridad, misericordia y juicio; viven como si no hubiera Dios, o como si
pensaran que no lo hay.
Pero si somos llevados a la verdadera conversión, se nos hace recordar todas estas cosas. Este cambio divino es expresado debidamente por el caso del prodigio, el cual se dice que volvió en sí, o sea, a su mente sana.
Pero, además, la verdadera conversión no consiste sólo en recordar, sino en volverse al Señor.
Esta parte del pasaje expresa el renunciar a nuestros ídolos del corazón, sean los que sean, y una sumisión al camino del evangelio para la salvación por Cristo solamente. Aún más, la verdadera conversión a Cristo va acompañada de adoración a El. Condensado de Andrew Fuller
Y todos los confines de la tierra recordarán. Esta es una expresión notable. Implica que el hombre ha olvidado a Dios. Representa a todas las generaciones sucesivas del mundo como si fuera una sola, y luego muestra a esta generación como si hubiera estado un tiempo en el paraíso recordando súbitamente al Señor a quien habían conocido pero luego olvidado. Las naciones convertidas, sabemos por este versículo, no sólo obtendrán el recuerdo de su pasado, sino que serán llenas del conocimiento de su deber presente. John Stevenson
Vers. 29. Nadie puede conservar la vida a su propia alma. Esta es la solemne contrapartida del mensaje del evangelio de «mira y vivirás». No hay salvación fuera de Cristo. Hemos de conservar la vida, y tener la vida de Cristo como un don, o pereceremos eternamente. Esta es una doctrina evangélica muy sólida, y debería ser proclamada en cada rincón de la tierra, para que, como un gran martillo, pueda desmenuzar la confianza propia en todos. C. H. S.