domingo, 10 de julio de 2011

Estudio Génesis 2, Comentario Bíblico de Matthew Henry


CAPÍTULO II
Versículos 1—3. El primer día de reposo.
4—7. Detalles de la creación.
8—14. Plantación del huerto del Edén.
15. El hombre puesto en el Edén.
16, 17. El mandamiento de Dios.
18—25. Dar nombre a los animales. —La hechura de la mujer—La institución divina del matrimonio.
Vv. 1—3. Después de seis días Dios cesó todas las obras de creación. En los milagros ha usado leyes superiores de la naturaleza, pero nunca ha cambiado su curso establecido, ni le ha agregado. Dios no descansó como si estuviera cansado sino como alguien que está muy complacido. Nótese al comienzo mismo del reino de gracia, la santificación o la observancia sagrada del día de reposo. La observancia solemne de un día de cada siete como día de sagrado reposo y de santo trabajo, para la honra de Dios, es deber de toda persona a quien Dios ha dado a conocer sus santos días de reposo. En este momento, nadie de la raza humana tenía ser sino nuestros primeros padres. Para ellos fue instituido el día de reposo y, es claro, también para todas las generaciones sucesivas. El reposo cristiano que observamos es un día séptimo y en él celebramos el reposo del Dios Hijo y la consumación de la obra de nuestra redención.
Vv. 4—7. Aquí se da un nombre al Creador: “Jehová”. Jehová es el nombre de Dios que denota que sólo Él tiene su ser de sí mismo, y que Él da el ser a todas las criaturas y cosas.
Además se destacan las plantas y las hierbas porque fueron hechas y señaladas como alimento para el hombre. La tierra no produjo sus frutos por su propio poder: esto fue hecho por el poder del Omnipotente. De la misma manera, la gracia del alma no crece por sí misma en el terreno de la naturaleza; es la obra de Dios. La lluvia es también dádiva de Dios; no llovió sino hasta que Dios hizo llover. Aunque Dios obra usando medios, cuando le agrada puede, no obstante, hacer su obra sin medios; y aunque nosotros no hemos de tentar a Dios descuidando los medios, debemos confiar en Él tanto en el uso como en la falta de medios. De una u otra manera Dios regará las plantas de su plantío. La gracia divina desciende como el rocío y silenciosamente riega la iglesia sin hacer ruido. El hombre fue hecho de polvo menudo, como el que hay en la superficie de la tierra. El alma no fue hecha de la tierra como el cuerpo: lástima entonces que deba apegarse a la tierra y preocuparse por las cosas terrenales. En breve daremos cuenta a Dios por la forma en que hemos empleado estas almas; y si se encuentra que las hemos perdido, aunque fuera para ganar el mundo, ¡estamos perdidos para siempre! Los necios desprecian sus propias almas al preocuparse de sus cuerpos antes que de sus almas.
Vv. 8—14. El lugar fijado para que Adán habitara no era un palacio sino un huerto. Mientras mejor nos arreglemos con cosas sencillas y menos busquemos las cosas que complacen el orgullo y la lujuria, más cerca estaremos de la inocencia. La naturaleza se contenta con un poco y aquello que es más natural; la gracia con menos; pero la lujuria lo desea todo y se contenta con nada. Ningún placer puede satisfacer el alma sino aquello que Dios mismo ha provisto y señalado para ello. Edén significa deleite y placer. No importa cuál haya sido su localización, tenía todas las comodidades deseables, sin ninguna desventaja, como nunca jamás haya sido otra casa o huerto en la tierra. Estaba adornado con todo árbol agradable a la vista y enriquecido con todo árbol que diera fruto agradable al paladar y bueno para comer. Como Padre tierno, Dios deseaba no sólo el provecho de Adán, sino su placer; porque hay placer con inocencia, mejor aun, hay verdadero placer sólo en la inocencia. Cuando la Providencia nos pone en un lugar de abundancia y placer, debiéramos servir a Dios con alegría de corazón por las cosas buenas que nos da. Edén tenía dos árboles exclusivos. —1. En el medio del huerto estaba el árbol de la vida. El hombre podría comer de este y vivir. Cristo es ahora el Árbol de la vida para nosotros, Apocalipsis ii. 7; xxii. 2; y el Pan de vida, Juan vi. 48, 51. —2. Estaba el árbol de la ciencia del bien y el mal, llamado así porque había una revelación positiva de la voluntad de Dios acerca de este árbol, de manera que por él el hombre podía llegar a conocer el bien y el mal moral. ¿Qué es bueno? Bueno es no comer de este árbol. ¿Qué es malo? Malo es comer de este árbol. En estos dos árboles Dios puso ante Adán el bien y el mal, la bendición y la maldición.
V. 15. Después que Dios hubo formado a Adán, lo puso en el huerto. Así toda jactancia quedó excluida. Solamente el que nos hizo puede hacernos felices; el que es el Formador de nuestros cuerpos, y el Padre de nuestros espíritus, y nadie sino Él, puede proveer plenamente para la felicidad de cuerpo y alma. Aún en el mismo paraíso el hombre tenía que trabajar. Ninguno de nosotros fue enviado al mundo para estar ocioso. El que hizo nuestras almas y cuerpos, nos ha dado algo con qué trabajar; y el que nos dio esta tierra por habitación, nos ha dado algo sobre qué trabajar. Los hijos y herederos del cielo, mientras están en el mundo, tienen algo que hacer por esta tierra, la cual debe tener su cuota de tiempo y preocupación de parte de ellos; y si lo hacen mirando a Dios, y le sirven tan verdaderamente en ello como cuando están de rodillas. Observe que el llamamiento del agricultor es un llamado antiguo y honorable; era necesario hasta en el paraíso. Además, hay verdadero placer en las tareas a las que Dios nos llama y en las que nos emplea. Adán no hubiera podido ser feliz si hubiera estado ocioso: sigue siendo la ley de Dios que aquel que no trabaja no tiene derecho a comer, 2 Tesalonicenses iii. 10.
Vv. 16, 17. No pongamos nunca nuestra propia voluntad contra la santa voluntad de Dios. No sólo se otorgó libertad al hombre para tomar los frutos del paraíso, sino se le aseguró la vida eterna por su obediencia. Se había establecido una prueba para su obediencia. Por la transgresión él perdería el favor de su Hacedor y se haría merecedor de su desagrado, con todos sus espantosos efectos; de esta manera él quedaría propenso al dolor, la enfermedad y la muerte. Peor que eso, él iba a perder la santa imagen de Dios y todo el consuelo de su aprobación; y sintiendo el tormento de las pasiones pecaminosas y el terror de la venganza de su Hacedor, la cual tendría que soportar para siempre con su alma que nunca muere. La prohibición de comer el fruto de un árbol en particular era sabiamente adecuada para el estado de nuestros primeros padres. En su estado de inocencia y apartados de los demás, ¿qué ocasión o qué tentación tenían para romper alguno de los diez mandamientos? El desarrollo de los acontecimientos prueba que toda la raza humana estaba comprometida en la prueba y caída de nuestros primeros padres. Argumentar contra estas cosas es luchar contra hechos irrebatibles, y contra la revelación divina; porque el hombre es pecador y muestra por sus primeros actos y por su conducta posterior, que está siempre dispuesto para hacer el mal. Está sometido al desagrado divino, expuesto a los sufrimientos y a la muerte. Las Escrituras siempre hablan del hombre como que tiene un carácter pecador y está en este estado de miseria; y estas cosas valen para los hombres de todas las épocas y de todas las naciones.
Vv. 18—25. El hombre recibió el poder sobre las criaturas y, como prueba de esto, les puso nombre a todas. Este hecho muestra además su discernimiento en cuanto a las obras de Dios. Aunque era señor de las criaturas, nada de este mundo era una ayuda idónea para el hombre. De Dios son todas nuestras ayudas. Si descansamos en Dios Él obrará todo para bien. Dios hizo que un sueño profundo cayera sobre Adán; por cuanto no conoce el pecado, Dios cuida que el hombre no sienta dolor. Dios, como Padre de ella, trajo la mujer al hombre, como su segundo ser y como su ayuda idónea. Esa esposa, hechura de Dios por gracia especial, y producto de Dios por providencia especial, probablemente demuestre ser la ayuda idónea para el hombre. Véase qué necesidad hay, tanto de prudencia como de oración, al elegir esta relación que es tan cercana y tan duradera. Había necesidad de hacer bien esto que se hace para toda la vida. —Nuestros primeros padres no necesitaban ropa para cubrirse del frío o el calor pues no podían dañarlos: tampoco la necesitaban para ataviarse. Así de desahogada, así de feliz era la vida del hombre en su estado de inocencia. ¡Cuán bueno era Dios para él! ¡Con cuántos favores Él le cargó! ¡Cuán ligeras eran las leyes que le fueron dadas! Sin embargo, el hombre, en medio de toda esta honra, no entendió su propio interés sino que pronto se volvió como las bestias que perecen.

"EL DÍA EN QUE JESÚS GUARDÓ SILENCIO"


Aún no llego a comprender cómo ocurrió, si fue real o un sueño. Solo recuerdo que ya era tarde y estabá en mi sofá preferido con un buen libro en la mano. El cansancio me fue venciendo y empecé a cabecear...

En algún lugar entre la semi-inconsciencia y los sueños, me encontré en aquel inmenso salón, no tenía nada en especial salvo una pared llena de tarjeteros, como los que tienen las grandes bibliotecas. Los ficheros iban del suelo al techo y parecía interminable en ambas direcciones. Tenían diferentes rótulos. Al acercarme, me llamó la atención un cajón titulado: "Muchachas que me han gustado". Lo abrí descuidadamente y empece a pasar las fichas. Tuve que detenerme por el impresión, había reconocido el nombre de cada una de ellas: ¡se trataba de las muchachas que a MÍ me habían gustado!

Sin que nadie me lo dijera, empecé a sospechar de donde me encontraba. Este inmenso salón, con sus interminables ficheros, era un crudo catálogo de toda mi existencia. Estaban escritas las acciones de cada momento de mi vida, pequeños y grandes detalles, momentos que mi memoria había ya olvidado.

Un sentimiento de expectación y curiosidad, acompañado de intriga, empezó a recorrerme mientras abría los ficheros al azar para explorar su contenido.
Algunos me trajeron alegría y momentos dulces; otros, por el contrario, un sentimiento de vergüenza y culpa tan intensos que tuve que volverme para ver si alguien me observaba.

El archivo "Amigos" estaba al lado de "Amigos que traicioné" y "Amigos que abandoné cuando más me necesitaban". Los títulos iban de lo mundano a lo ridículo. "Libros que he leído", "Mentiras que he dicho", "Consuelo que he dado", "Chistes que conté", otros títulos eran: "Asuntos por los que he peleado con mis hermanos", "Cosas hechas cuando estaba molesto", "Murmuraciones cuando mamá me reprendía de niño", "Videos que he visto"...

No dejaba de sorprenderme de los títulos. En algunos ficheros habían muchas mas tarjetas de las que esperaba y otras veces menos de lo que yo pensaba.
Estaba atónito del volumen de información de mi vida que había acumulado.
¿Sería posible que hubiera tenido el tiempo de escribir cada una de esas millones de tarjetas? Pero cada tarjeta confirmaba la verdad. Cada una escrita con mi letra, cada una llevaba mi firma.

Cuando vi el archivo "Canciones que he escuchado" quedé atónito al descubrir que tenía más de tres cuadras de profundidad y, ni aun así, vi su fin. Me sentí avergonzado, no por la calidad de la música, sino por la gran cantidad de tiempo que demostraba haber perdido.

Cuando llegué al archivo: "Pensamientos lujuriosos" un escalofrío recorrió mi cuerpo. Solo abrí el cajón unos centímetros.. Me avergonzaría conocer su tamaño. Saqué una ficha al azar y me conmoví por su contenido. Me sentí asqueado al constatar que "ese" momento, escondido en la oscuridad, había quedado registrado... No necesitaba ver más...

Un instinto animal afloró en mí. Un pensamiento dominaba mi mente: Nadie debe de ver estas tarjetas jamás. Nadie debe entrar jamás a este salón..
¡Tengo que destruirlo!. En un frenesí insano arranqué un cajón, tenía que vaciar y quemar su contenido. Pero descubrí que no podía siquiera desglosar una sola del cajón. Me desesperé y trate de tirar con mas fuerza, sólo para descubrir que eran mas duras que el acero cuando intentaba arrancarlas.

Vencido y completamente indefenso, devolví el cajón a su lugar. Apoyando mi cabeza al interminable archivo, testigo invensible de mis miserias, y empecé a llorar. En eso, el título de un cajón pareció aliviar en algo mi situación:
"Personas a las que les he compartido el Evangelio". La manija brillaba, al abrirlo encontré menos de 10 tarjetas. Las lagrimas volvieron a brotar de mis ojos. Lloraba tan profundo que no podía respirar. Caí de rodillas al suelo llorando amargamente de vergüenza. Un nuevo pensamiento cruzaba mi mente: nadie deberá entrar a este salón, necesito encontrar la llave y cerrarlo para siempre.

Y mientras me limpiaba las lagrimas, lo vi. ¡Oh no!, ¡por favor no!, ¡El no!, ¡cualquiera menos Jesús!. Impotente vi como Jesús abría los cajones y leía cada una de mis fichas. No soportaría ver su reacción. En ese momento no deseaba encontrarme con su mirada. Intuitivamente Jesús se acercó a los peores archivos. ¿Por qué tiene que leerlos todos? Con tristeza en sus ojos, buscó mi mirada y yo bajé la cabeza de vergüenza, me llevé las manos al rostro y empecé a llorar de nuevo. El, se acerco, puso sus manos en mis hombros. Pudo haber dicho muchas cosas. Pero el no dijo una sola palabra. Allí estaba junto a mí, en silencio. Era el día en que Jesús guardó silencio... y lloró conmigo.

Volvió a los archivadores y, desde un lado del salón, empezó a abrirlos, uno por uno, y en cada tarjeta firmaba su nombre sobre el mío. ¡No!, le grité corriendo hacia El. Lo único que atiné a decir fue solo ¡no!, ¡no!, ¡no! cuando le arrebaté la ficha de su mano. Su nombre no tenía por que estar en esas fichas. No eran sus culpas, ¡eran las mías! Pero allí estaban, escritas en un rojo vivo. Su nombre cubró el mío, escrito con su propia sangre. Tomó la ficha de mi mano, me miró con una sonrisa triste y siguió firmando las tarjetas.

No entiendo como lo hizo tan rápido. Al siguiente instante lo vi cerrar el último archivo y venir a mi lado. Me miró con ternura a los ojos y me dijo:

Consumado es, está terminado, yo he cargado con tu vergüenza y culpa.

En eso salimos juntos del Salón... Salón que aún permanece abierto.... Porque todavía faltán más tarjetas que escribir...

Aún no se si fue un sueño, una visión, o una realidad... Pero, de lo que si estoy convencido, es que la próxima vez que Jesús vuelva a ese salón, encontrará más fichas de que alegrarse, menos tiempo perdido y menos fichas vanas y vergonzosas.

Tesoros de David "Salmo 24" Charles Spungeon


Título: «Un salmo de David». Por el título sólo conocemos quién fue el autor, pero esto, en si, ya es interesante y nos lleva a observar las maravillosas operaciones del Espíritu sobre la mente del dulce cantor de Israel, capacitándole para tocar la cuerda dolorida del Salmo 22, derramar las notas suaves de paz del Salmo 23 y, aquí, emitir acordes majestuosos y triunfantes. Podemos cantar y hacer todas las cosas cuando el Señor nos fortalece.
Este himno sagrado fue probablemente escrito para ser cantado cuando el arca del pacto fue trasladada desde la casa de Obed-edom para permanecer tras las cortinas del monte de Sión. Lo llamaremos «El Canto del Ascenso». Este Salmo va emparejado con el Salmo 50. C. H. S.
No sé lo que otros piensan sobre este punto, ni pretendo describirlo, pero por mi parte no creo que nadie haya oído ni visto algo tan grande, tan solemne y tan celestial a este lado de las puertas del cielo. Patrick Delany
Vers. 1. De Jehová es la tierra y cuanto hay en ella; el mundo y los que en él habitan. ¡Qué diferente es esto de las burdas nociones que tenían de Dios los judíos en los tiempos de nuestro Salvador! Los judíos decían: «La tierra santa es de Dios, y la simiente de Abraham es su único pueblo»; pero su gran Monarca hacía mucho tiempo que les había enseñado: «La tierra es de Jehová, y cuanto hay en ella.» Todo el ancho mundo es reclamado por Jehová, «y los que habitan en él» son declarados sus súbditos.
Cuando consideramos el fanatismo del pueblo judío al tiempo de Cristo y su indignación contra nuestro Señor porque dijo que había muchas viudas en Israel, pero a ninguna de ellas fue enviado el profeta excepto a la viuda de Sarepta, y que había muchos leprosos en Israel, pero ninguno de ellos fue curado excepto Naamán el sirio...
Cuando recordamos también que se airaron al mencionar Pablo que había sido enviado a los gentiles, nos asombramos que hubieran permanecido en esta ceguera y, con todo, cantaran este Salmo, que muestra claramente que Dios no es el Dios de los judíos solamente, sino también el de los gentiles.
¡Qué reprensión es también para los que hablan de los negros y otras razas como si fueran inferiores y el Dios del cielo no se preocupa de ellas! Si un hombre es un hombre, el Señor lo reclama, y el que se atreva a considerarlo como una mercancía, ¡ay de él! El más humilde de los hombres es un habitante del mundo, y por tanto pertenece a Jehová. Jesucristo ha puesto fin al exclusivismo nacionalista. Ya no hay bárbaros, escitas, siervos ni libres, sino que todos somos uno en Cristo Jesús.
El hombre vive sobre «la tierra» y divide su suelo entre sus reyes y autócratas; pero la tierra no es del hombre; él no es sino un ocupante, uno que la arrienda en forma precaria y que puede ser desahuciado en cualquier momento. El gran terrateniente y verdadero propietario tiene su asiento por encima de las nubes y se ríe de las escrituras y títulos de venta de los gusanos, del polvo.
La tierra está llena de Dios; El la llenó y la mantiene llena a pesar de los requerimientos y abusos de las criaturas vivas sobre sus reservas. El mar está lleno a pesar de las nubes que se levantan sobre él; el aire está lleno a pesar de todas las vidas que respiran en él; el suelo está lleno aunque millares de plantas deriven su nutrición de él. C. H. S.
La tierra es de Jehová, esto es, de Cristo, que es el Señor de señores (Apocalipsis 19:16); porque todo el mundo y todas las cosas en él son suyas por un título doble.
Primero, por donación de Dios su Padre: «todo poder le es dado en el cielo y en la tierra» (Mateo 28:18), incluso todas las cosas del Padre son suyas (Juan 16:15); y en consecuencia es «hecho heredero de todas las cosas» (Hebreos 1:2).
Segundo, la tierra es de Cristo, y todo lo que hay en ella, por derecho de creación, porque «Él la fundó», dice el profeta -y esto en una forma maravillosa-, «sobre los mares y las aguas»... Todas las cosas, pues, son de Cristo, con respecto a la creación, «por quien todas las cosas fueron creadas» (Juan 1:3); con respecto a la sustentación, porque sostiene todas las cosas con su palabra poderosa (Hebreos 1:3); con respecto a la administración, pues va de un confín al otro, y ordena todas las cosas dulcemente (Proverbios 8:1); en una palabra, «de El, y por El, y para El,
son todas las cosas» (Romanos 11:36). John Boys
San Crisóstomo, que sufrió bajo la emperatriz Eudoxia, dice a su amigo Ciriaco en qué forma se había armado de antemano: «Pensé, ¿te van a desterrar? "La tierra es del Señor y su plenitud."
¿Van a quitarme los bienes? "Desnudo nací al mundo y desnudo he de salir de él." ¿Van a apedrearme? Recuerdo a Esteban. ¿Decapitarme? Recuerdo a Juan el Bautista», etc.
Así debe ser con todos los que intentan vivir y morir consolados; han de guardar algo, como decimos, para el día lluvioso; han de almacenar gracias, promesas, proveerse de experiencias de la bondad de Dios hacia otros y a ellos mismos, de modo que cuando venga el día malo puedan restaurarse con el acopio hecho. John Spencer
«La luz es el semblante del Eterno», cantó el sol poniente. «Yo soy el borde de su manto», respondió el rubor del alba. Las nubes se reunieron y dijeron: «Nosotras somos su tienda nocturna.» Y las aguas en las nubes, y las roncas voces de los truenos se unieron al gran coro:
«La voz del Eterno está sobre las aguas, el Dios de gloria tronó en los cielos, el Señor está sobre las muchas aguas.»
«El vuela sobre mis alas», susurró el viento; y la suave brisa añadió: «Yo soy el aliento de Dios, las aspiraciones de su presencia benigna.» «Nosotros oímos los cánticos de alabanza», dijo la tierra re seca; «todo alrededor es alabanza; yo sola estoy triste y silenciosa». Entonces el rocío, al descender, replicó: «No. Yo te nutro, para que seas renovada y te regocijes, y tus hijos puedan florecer como la rosa.» «Brotamos gozosamente», cantaron los prados refrescados; las espigas de
trigo se menearon y dijeron: «Nosotras somos la bendición de Dios, los ejércitos de Dios contra el hambre.»
«Yo te bendigo desde las alturas», dijo la delicada voz de la luna; «Nosotras también te bendecimos», respondieron las estrellas; y el s4tamontes ágil añadió: «Yo también, El bendice en la gota de rocío.» «El apaga mi sed», dijo la gacela; «y me renueva», añadió el ciervo; «y concede nuestro alimento», dijeron los animales de la selva; «y viste a mis corderos», dijo agradecida la oveja.
«Él me escucha», graznó el cuervo, «cuando me siento abandonado y solo»; «El me escucha», dijo la cabra salvaje de las rocas, «cuando llega mi tiempo y vienen mis crías». Y la tórtola y la golondrina y los demás pájaros se unieron al canto: «Nosotras hacemos nuestros nidos, y nuestras casas, y habitamos sobre el altar del Señor, y dormimos bajo la sombra dé sus alas en tranquilidad y paz.»
«Y paz», replicó la noche, y un eco prolongó el sonido cuando el anunciador de la mañana cantó con gozo: «¡Abrid los portales, ensanchad los portales del mundo! El Rey de gloria se acerca.
¡Despertad! ¡Despertad, hijos de los hombres; dad alabanza y gracias al Señor, porque el Rey de gloria se acerca! »
El sol se levantó y David despertó de su trance melódico. Pero, en tanto vivió, los acordes de la armonía de la Creación permanecieron en su alma, y diariamente los recordó desde las cuerdas de su arpa. De «Leyenda de los cánticos de la noche», en el Talmud, citado en Antigüedades Bíblicas por F. A. Cox
Vers. 2. Porque Él la fundó sobre los mares. El mundo es de Jehová, porque de generación en generación lo preserva y sostiene, habiendo puesto sus fundamentos. La Providencia y la Creación son los dos sellos legales sobre el título de posesión del gran Autor de todas las cosas.
El que edificó la casa y sostiene su fundamento sin duda tiene derecho a llamarla suya. Notemos, sin embargo, sobre qué fundamentos tan inseguros están fundadas todas las cosas. Fundadas sobre los mares.
Bendito sea Dios que el cristiano tiene otro mundo al que mirar, y repone sus esperanzas sobre un fundamento más estable que el que ofrece este pobre mundo. Los que confían en las cosas del mundo edifican sobre el mar; pero nosotros hemos puesto nuestras esperanzas, por la gracia de Dios, sobre la Roca de los siglos; estamos reposando sobre la promesa de un Dios inmutable; dependemos de la constancia de un Redentor fiel.
Vers. 3. ¿Quién subirá al monte de Jehová? Es cuesta arriba para la criatura el alcanzar al Creador. ¿Dónde está el poderoso escalador de estas ingentes alturas? No es altura sólo; es gloria también. ¿Qué ojo verá al Rey en su hermosura y residirá en su palacio? C. H. S.
El ser del número de los siervos fieles y verdaderos de Cristo no es trabajo leve; es una lucha, una carrera, es una campaña de guerra continua; ayunos y velas, frío y desnudez, hambre y sed, cadenas, cárceles, peligros y aflicciones, ignominia y reproche, persecuciones, el odio del mundo y el descuido de los amigos; todo lo que llamamos duro y difícil se halla en el camino que hemos de seguir.
Un hombre no puede abandonar un deseo carnal, desprenderse de una mala compañía, abandonar el curso del pecado, entrar en una vida de virtud, vivir su religión o mantenerse firme en ella; no puede ascender la cuesta espiritual a menos que haga frente a una u otra de estas dificultades y las venza. Pero no sólo el ascender, sino permanecer donde está, como dice la palabra; continuar en su estado, ser constante en la verdad y la piedad, esto será muy difícil, y traerá más dificultades con qué luchar. Mark Frank
Vers. 4. El limpio de manos y puro de corazón. Por fuera, la santidad práctica es una marca preciosa de gracia. El lavarse con agua, como Pilato, no cuesta nada, pero el lavarse en inocencia es lo importante. Es de temer que muchos que profesan religión han pervertido la doctrina de la justificación por la fe de tal forma que tratan las buenas obras con desprecio; si es así, van a recibir eterno desprecio en aquel gran día. Es en vano hablar de experiencias internas a menos que la vida diaria esté libre de impureza, deshonestidad, violencia y opresión.
Pero «las manos limpias» no será suficiente a menos que estén unidas con «un corazón puro». La verdadera religión es una obra del corazón. Podemos lavar por fuera la copa y el plato tanto como queramos, pero si su interior es sucio, estamos sucios por completo a la vista de Dios, porque nuestros corazones son más verdaderamente nosotros mismos que nuestras manos.
Podemos perder las manos y seguir viviendo, pero no podemos perder nuestro corazón y seguir viviendo; la misma vida de nuestro ser se halla en la naturaleza interna, y de ahí la necesidad imperiosa de pureza por dentro. La suciedad en el corazón echa polvo a los ojos. C. H. S.
¿Os diré, pues, quién es un hombre moral a la vista de Dios? Es el que se inclina ante la luz divina de la regla suprema de derecho; el que es influido por la consideración rectora de Dios en todas sus acciones; el que obedece otros mandamientos espontáneamente porque ha obedecido el primero y mayor de los mandamientos: «Dame tu corazón». Su conducta no se conforma a la costumbre y la conveniencia, sino a una norma de derecho consecuente e inmutable.
Llevad a este hombre a un tribunal de justicia para que testifique y no dará falso testimonio.
Dadle un tesoro ingente para que lo guarde y no hurtará nada. Confiadle los intereses más queridos de vuestra familia o propios; estáis sobre seguro, porque tiene un principio de verdad e integridad en su seno. Es tan digno de confianza a medianoche como al mediodía; porque es un hombre moral, no porque su reputación o interés lo exige; no porque el ojo de la pública observación está fijo en él, sino porque el amor y el temor de Dios tienen un ascendente en su corazón. Ebenezer Porter
El que no ha llevado su alma a cosas vanas. Si mamamos nuestro consuelo de los pechos del mundo, se demostrará que somos hijos del mismo. ¿Satisface el mundo a éstos? Entonces tú tienes la recompensa y tu porción en esta vida; aprovéchate cuanto puedas, porque no conocerás otro gozo. C. H. S.
El que no ha llevado su alma a cosas vanas lo traduce Ario Montano «El que no ha recibido su alma en vano». ¡Oh! Cuántos hay que reciben sus almas en vano, no haciendo más uso de ellas que los cerdos, de quien el filósofo observa que sus almas son sólo para salarios a fin de que sus cuerpos no hiedan. ¿A quién no apena el pensar que algo tan escogido pueda ser empleado para un uso tan vano? George Swinnock
Ahora llegamos a las cuatro condiciones requeridas para hacer posible un ascenso: 1)
Abstinencia de obrar mal: «El que tenga las manos limpias.» 2) Abstinencia de pensar mal: «y un corazón puro». 3) El que hace el deber por el cual ha sido enviado al mundo: «El que no ha llevado su alma a cosas vanas.» Y 4) Recuerda los votos por los que está obligado a Dios: «No ha jurado con engaño.»
Y en el sentido más pleno sólo hay Uno en el cual se cumplieron estas cosas; de modo que la respuesta a la pregunta « ¿Quién subirá al monte de Jehová?» es: «Nadie ascendió a los cielos, sino el que descendió de los cielos, a saber, el Hijo del hombre, que está en el cielo» (Juan 3:13).
«Por tanto, está bien escrito» dice san Bernardo «que este Sumo Sacerdote nos conviene, porque conoce la dificultad de este ascenso al monte celestial, conoce la debilidad de los que hemos de ascender.» Lorino Y Bernarno, citado por J. M. Neale
El cielo no se gana con buenas obras y con una profesión de religión. El cristiano que obra es el hombre que permanece cuando el que simplemente se jacta de su fe cae. Los que hablan mucho de religión son con frecuencia los que menos hacen. Es en vano la profesión del que no trae cartas que testifican una vida santa. William Gurnall
Vers. 5. Él recibirá bendición... y justicia. En cuanto a nuestra propia justicia que tenemos sin El, Isaías nos dice: «Son trapos sucios»; y san Pablo, que no es sino «estiércol». Las dos son comparaciones ordinarias, pero son hechas por el mismo Espíritu Santo; con todo, aún son más ordinarias en el original, en que son tan odiosas en cuanto a la manera del trapo sucio o la clase de estiércol mencionado, que no nos atrevemos a traducirlo. La nuestra, pues, no siendo aprovechable, es mejor que la busquemos en otra parte.
El recibirá ¡a justicia, dice el profeta; y «el don de justicia», dice el apóstol (Filipenses 3:8, 9; Romanos 5:17). Es, pues, otra que nos es dada, y que recibimos, y que hemos de procurarnos.
¿Y adónde iremos en su búsqueda? Job se basta para aclarar este punto (cap. 15:15; 4:18; 25:5).
No a los cielos o las estrellas; son impuras a su vista. No a los santos, porque en ellos halla locura. No a los ángeles, porque ni en ellos halla firmeza. Ahora bien, si ninguno de éstos sirve, vemos una razón necesaria por la que Jehová ha de ser parte de este nombre: «Jehová nuestra justicia» (Jeremías 23:6). Lancelot Andrewes
Vers. 6. Tal es la generación de los que le buscan, de los que van tras tu rostro, oh Dios de Jacob.
Éstas son la regeneración; éstas están en la línea de la gracia; éstas son la simiente legítima. Con todo, sólo están buscando; de ahí que sepamos que los verdaderos buscadores son tenidos en gran estima por Dios y El anota su nombre en su registro.
Incluso el buscar tiene una influencia santificadora; ¡qué poder de consagración ha de haber en hallar y gozar el rostro y el favor del Señor! El desear la comunión con Dios es una cosa que purifica. Oh el tener hambre y sed más y más de la visión de Dios; esto va a llevarnos a purificarnos de toda inmundicia y a andar con circunspección celestial. C. H. S.
Los cristianos han de ser buscadores. Ésta es la generación de los buscadores. Toda la humanidad, si es que ha de llegar al cielo, ha de ser una generación de buscadores. El cielo es una generación de buscadores, posesores, halladores y gozadores de Dios. Pero aquí somos una generación de buscadores. Richard Sibbes
Con la palabra «tal» el Salmista borra del catálogo de los siervos de Dios a todos los israelitas falsos, que confían sólo en su circuncisión y el sacrificio de animales no tienen interés en ofrecerse ellos mismos a Dios; y, pese a ello, al 'mismo tiempo se lanzan precipitadamente dentro de la iglesia. Juan Calvino
Vers. 7. Estos últimos versículos nos revelan al gran Hombre representativo, que respondió al pleno carácter establecido, y, por tanto, por su derecho propio ascendió al monte santo de Sión.
Nuestro Señor Jesucristo pudo ascender al monte del Señor porque sus manos eran limpias, y su corazón era puro, y si nosotros por fe somos hechos conforme a su imagen, también entraremos allí. C. H. S.
Alzad, oh puertas, vuestras cabezas; y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de la gloria. En la historia del evangelio hallamos que Cristo tenía una triple morada entre los hombres. Algunos le recibían en la casa, no en el corazón, como Simón el fariseo (Lucas 7:44), el cual no le dio beso ni agua para los pies; algunos en el corazón, pero no en su casa, como el fiel centurión (Mateo 8:34); algunos en su casa y en el corazón, como Lázaro, María, Marta (Juan 3:15; Lucas 10:38). John Boys
Debido a que la puerta del corazón del hombre está cerrada a piedra y lodo, y el hombre está dormido profundamente, no oye los aldabonazos que resuenan en ella, aunque sean ruidosos, aunque sea un rey; por ello, David vuelve a llamar: «Alzad, oh puertas, vuestras cabezas. Y alzaos vosotras, puertas eternas.» «¿Por qué?, ¿a qué viene esta prisa?», dice el pecador. «¿Qué prisa?» Porque aquí hay el Rey a tus puertas; y éste no es un rey ordinario tampoco; es un Rey glorioso, que te va a honrar si le abres rápidamente para alojarle dentro, si Él toma residencia en
tu casa para vivir contigo.
Pero el alma, con todo esto, no abre, sino que se queda de pie, indecisa, como si se tratara de un enemigo en vez de un amigo que estuviera allí, y pregunta: «¿Quién es el Rey de gloria?»
¿Quién? La respuesta es: Jehová de los ejércitos; Aquel que, si no abres rápidamente y agradecido además, puede derribar tu casa sobre tu cabeza; es Jehová de los ejércitos, el Rey que tiene un poderoso ejército siempre a sus órdenes, que está dispuesto a sus mandatos. Y deberías saber quién es, para que le tengas como amigo. «Levantad, por tanto, vuestras cabezas, oh puertas.»
Abrid inmediatamente los que queráis tener a Dios como amigo y no como enemigo. Oh, ¿por qué no ha de exclamar el alma de cada pecador: «Señor, la puerta está cerrada, y Tú tienes la llave; he hecho todo lo posible, pero los muelles están herrumbrosos y no puedo dar la vuelta a la llave?»
Pero, Señor, arranca la puerta con sus goznes, lo que sea, con tal de que puedas entrar y residir aquí. Ven, oh Dios poderoso, pasa por puertas de hierro, barras de bronce, y ábrete paso con tu amor y poder. Ven, Señor, y sé bienvenido; todo lo que tengo está a tu servicio; ¡oh, haz mi alma digna de recibirte! James Janeway
Él nos ha dejado las arras del Espíritu y se ha llevado las arras de nuestra carne al cielo como garantía de todo lo que va a seguir. Tertuliano
Cristo ha ido al cielo como vencedor, atando al pecado, a Satanás, la muerte, el infierno y a todos sus enemigos a las ruedas de su carro de triunfo. No sólo ha vencido Él a sus enemigos para sí mismo, sino para todos los suyos, a quienes ha hecho más vencedores, sí, «más que vencedores,». Así como Él ha vencido, también venceremos nosotros; y como El ha ido al cielo de modo victorioso, seguiremos en triunfo. Henry Pendlebury
Esta arca, que ha salvado al mundo de la destrucción después de flotar en un diluvio de sangre, reposa en la altura del monte. Este inocente José, cuya virtud fue oprimida por la sinagoga, ha salido del calabozo para recibir una corona. Este invencible Sansón se ha llevado las puertas del infierno a cuestas y va en triunfo a las colinas eternas.
Este victorioso Josué ha pasado por el Jordán con el arca del pacto y toma posesión de la tierra de los vivos. Este Sol de justicia, que ha ido diez grados adelante, vuelve al punto del que había partido. El que fue «un gusano» cuando nació, un Cordero en su pasión y un león en su resurrección, ahora asciende como águila a los cielos, y nos anima a seguirle allí. De la Vida de Jesucristo en la gloria de James Nouet Vers.
7, 8. ¡Oh alma mía, cómo debería aumentar tu gozo y ampliar tus consuelos el que Cristo se halle ahora en la gloria! Cada visión de Cristo es gloriosa, y en cada visión debes esperar en el Señor Jesucristo para recibir algunas manifestaciones gloriosas suyas. Ven, vive a la altura de este gran misterio; mira a Cristo cuando entra en la gloria, y hallarás el mismo resplandor de la gloria en tu corazón. ¡Oh, esta visión es una visión transformadora!: «Y todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, vamos siendo transformados de gloria en gloria a la misma imagen, como por la acción del Señor, del Espíritu» (2! Corintios 3:18). Isaac
Ambrose
Vers. 7, 8. Y sabed todos los fieles y obedientes, para vuestro ánimo y consuelo, Quién es y qué calidad es la del Rey glorioso, el Señor Jesús, a quien el mundo desprecia pero vosotros honráis.
Porque El es el Dios todopoderoso, cuyo poder omnipotente preserva y defiende a su pueblo y a la iglesia, que confiando en El le ama y le sirve, contra toda la fuerza y el poder de los hombres y los demonios que dañan o intentan hacerlo o se oponen a ellos; y para derrotarlos, y frustrarlos, según nosotros su Israel, hemos hallado por experiencia, para vuestra instrucción y corroboración, que sois su pueblo en espíritu. George Abbot en Breves notas sobre el Libro de los Salmos
Vers. 7-10. Ciertamente, si cuando Dios envió al mundo a su Hijo unigénito dijo: «Adórenle todos los ángeles», mucho más ahora que «ascendió a lo alto y llevó cautiva la cautividad, le exaltó hasta lo sumo, y le otorgó el nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla». Y silos santos ángeles cantaron con júbilo su nacimiento, esto es, su entrada a un estado de humillación y fragilidad, ¡con cuánto más triunfo no le recibirían ahora, que regresaba de cumplir y perfeccionar la redención del hombre! Joseph Hall
Vers. 7-10. Cuando Jesús entró en Jerusalén tuvo lugar un triunfo aparente. Toda la ciudad estaba conmovida y preguntaba «¿Quién es éste?» Y la multitud respondía: «Es Jesús, el profeta de Nazaret»; y los mismos niños cantaban: «¡Hosanna al Hijo de David; bendito el que viene en el nombre del Señor; Hosanna en las alturas! »
¡Cuánto mayor ha de ser el triunfo de su entrada en la Jerusalén celestial! ¿No va a estar conmovida en este caso diciendo: «¿Quién es éste?» Ved a millares de ángeles en su cortejo, y millares y millares de ellos acuden para recibirle. La entrada del arca en la ciudad de David fue sólo una sombra de esto, y los acordes con que se celebró en aquella ocasión serían mucho más aplicables a ésta. Andrew Fuller
Vers. 7-10 Él solo se levantó de los muertos; solo, hasta donde puede ver el hombre, subió a los cielos. Así El demostró que es «el Señor poderoso en batalla», tan poderoso que en un solo combate, El, como nuestro campeón, nuestro David, victoriosamente arrolló a nuestro gran enemigo. Pero cuando El venga otra vez, va a mostrar que es «el Señor de los ejércitos». En vez de venir solo en silencio misterioso, como en su encarnación maravillosa, vendrá seguido de todos los ejércitos del cielo. «El Señor mi Dios vendrá, y con El todos los ejércitos del cielo.» El
Señor viene con diez mil de sus santos.» «El Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, y todos sus santos ángeles con El.» «Mil millares estarán con El, y diez mil veces diez mil van a ministrarle.»
En vez del silencio de la quieta habitación de Nazaret y el santo seno de la virgen, habrán la voz del arcángel y la trompeta de Dios que le acompañará. John Keble
Vers. 8. Los centinelas a la puerta, oyendo el cántico, miran por los pretiles y almenas y preguntan: ¿Quién es este Rey de la gloria? Una pregunta llena de significado y digna de ser meditada por toda la eternidad. ¿Quién es como persona, naturaleza, carácter, oficio y misión?
¿Cuál es su linaje? ¿ Cuál es su rango y raza?
La respuesta dada es: «Jehová el fuerte y valiente, el poderoso en batalla». Conocemos el poder de Jesús por las batallas que peleó, las victorias que ganó sobre el pecado, la muerte y el infierno, y aplaudimos al ver que lleva cautiva la cautividad en la majestad de su fuerza. ¡Oh, quién tuviera un corazón capaz de alabarle! ¡Héroe poderoso, sé coronado para siempre Rey de reyes y Señor de señores!
Vers. 9. Querido lector, es posible que digas: «Yo no podré entrar nunca en los cielos, ¡porque no tengo las manos limpias ni el corazón puro!» Mira, pues, a Cristo, el que ya ha subido al monte santo. El ha entrado como precursor de todos los que confían en El. Sigue sus pisadas y esposa en su mérito. Él cabalga triunfante al cielo, y tú también irás allí si confías en Él.
«Pero» dices- «¿cómo puedo conseguir ser lo que expresas?» El Espíritu de Dios te dará este carácter. El va a crear en ti un corazón nuevo y un espíritu recto. La fe en Jesús es la obra del Espíritu Santo, y tiene todas las virtudes envueltas en sí. La fe se halla junto a la fuente llena de sangre, y el que se lava en ella, recibe manos limpias, un corazón puro, un alma santa y una lengua veraz. C. H. S.

domingo, 3 de julio de 2011

Estudio Génesis 1, Comentario Bíblico de Matthew Henry


GÉNESIS
Génesis es un nombre tomado del griego; significa “el libro de la generación o los orígenes”; se llama así apropiadamente pues contiene el relato del origen de todas las cosas. No hay otra historia tan antigua. Nada hay dentro del libro más antiguo que existe que lo contradiga; por el contrario, muchas cosas narradas por los escritores paganos más antiguos, o que se pueden descubrir en las costumbres de naciones diferentes, confirman lo relatado en el libro del Génesis.
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CAPÍTULO I
Versículos 1, 2. Dios crea los cielos y la tierra.
3—5. La creación de la luz.
6—13. Dios separa la tierra de las aguas; la tierra la hace fructífera.
14—19. Dios forma el sol, la luna y las estrellas.
20—25. Dios crea los animales.
26—28. El hombre, creado a imagen de Dios.
29, 30. .Designación de los alimentos.
31. Finalización y aprobación de la obra de creación.

Vv. 1, 2. El primer versículo de la Biblia nos da un relato satisfactorio y útil del origen de la tierra y de los cielos. La fe del cristiano humilde entiende esto mejor que la fantasía de los hombres más doctos. De lo que vemos del cielo y la tierra aprendemos el poder del gran Creador. Que el hecho de ser creados y nuestro lugar como hombres, nos recuerden nuestro deber cristiano de mantener siempre el cielo a la vista y la tierra bajo nuestros pies.
El Hijo de Dios, uno con el Padre, estaba con Él cuando éste hizo el mundo; mejor dicho, a menudo se nos dice que el mundo fue hecho por Él y que sin Él nada fue hecho. ¡Oh, qué elevados pensamientos debiera haber en nuestra mente hacia el gran Dios que adoramos, y hacia ese gran Mediador en cuyo nombre oramos! Aquí, en el principio mismo del texto sagrado, leemos de ese Espíritu Divino cuya obra en el corazón del hombre se menciona tan a menudo en otras partes de la Biblia.
Observe que, al principio nada deseable había para ver, pues el mundo estaba informe y vacío; era confusión y desolación. En manera similar, la obra de la gracia en el alma es una nueva creación: y en un alma sin gracia, que no ha nacido de nuevo, hay desorden, confusión y toda mala obra: está vacía de todo bien porque está sin Dios; es oscura, es las tinieblas mismas: este es nuestro estado por naturaleza, hasta que la gracia del Todopoderoso efectúa en nosotros un cambio.

Vv. 3—5. Dijo Dios: Sea la luz; Él la quiso, e inmediatamente hubo luz. ¡Qué poder el de la palabra de Dios! En la nueva creación, lo primero que se lleva al alma es la luz: el bendito Espíritu obra en la voluntad y en los afectos iluminando el entendimiento. Quienes por el pecado eran tinieblas, por gracia se convierten en luz en el Señor. Las tinieblas hubieran estado siempre sobre el hombre caído si el Hijo de Dios no hubiera venido para darnos entendimiento, 1 Juan v. 20. La luz que Dios quiso, la aprobó. Dios separó la luz de las tinieblas, pues, ¿qué comunión tiene la luz con las tinieblas? En los cielos hay perfecta luz y ningunas tinieblas; en el infierno, la oscuridad es absoluta y no hay un rayo de luz. El día y la noche son del Señor; usemos ambos para su honra: cada día en el trabajo para Él y descansando en Él cada noche. Meditando día y noche en su ley.

Vv. 6—13. La tierra estaba desolada, pero por una palabra se llenó de las riquezas de Dios, que todavía son suyas. Aunque se permite al hombre su uso, son de Dios y para su servicio y honor deben usarse. La tierra, a su mandato, produce pasto, hierbas y frutos. Dios debe tener la gloria de todo el provecho que recibimos del producto de la tierra. Si tenemos interés en Él, que es la Fuente, por la gracia, nos regocijaríamos en Él cuando se secan los arroyos temporales de la misericordia.

Vv. 14—19. El cuarto día de trabajo da cuenta de la creación del sol, la luna y las estrellas. Todo es obra de Dios. Se habla de las estrellas tal como aparecen antes nuestros ojos, sin decir su cantidad, naturaleza, lugar, tamaño o movimientos; las Escrituras no fueron hechas para satisfacer la curiosidad ni para hacernos astrónomos, sino para conducirnos a Dios y hacernos santos. Las luces del cielo fueron hechas para servirle a Él; lo hacen fielmente y brillan a su tiempo sin faltar. Nosotros estamos como luces en este mundo para servir a Dios; pero, ¿respondemos en manera similar a la finalidad para la que fuimos creados? No: nuestra luz no resplandece ante Dios como sus luces brillan ante nosotros. Hacemos uso de la creación de nuestro Amo, pero nos importa poco la obra de nuestro Amo.

Vv. 20—25. Dios mandó que se hicieran los peces y las aves. Él mismo ejecutó esta orden. Los insectos, que son más numerosos que las aves y las bestias, y tan curiosos, parecen haber sido parte de la obra de este día. La sabiduría y el poder del Creador son admirables tanto en una hormiga como en un elefante. —El poder de la providencia de Dios preserva todas las cosas y la feracidad es el efecto de su bendición.

Vv. 26—28. El hombre fue hecho después de todas las criaturas: esto era tanto un honor como un favor para él. Sin embargo, el hombre fue hecho el mismo día que las bestias; su cuerpo fue hecho de la misma tierra que el de ellas; y mientras él está en el cuerpo, habita en la misma tierra con ellas. ¡No permita Dios que dándole gusto al cuerpo y a sus deseos, nos hagamos como las bestias que perecen! El hombre fue hecho para ser una criatura diferente de todas las que habían sido hechas hasta entonces. En él tenían que unirse la carne y el espíritu, el cielo y la tierra. Dios dijo: “Hagamos al hombre”. El hombre, cuando fue hecho, fue creado para glorificar al Padre, Hijo y Espíritu Santo. En ese gran nombre somos bautizados pues a ese gran nombre debemos nuestro ser. Es el alma del hombre la que lleva especialmente la imagen de Dios. —El hombre fue hecho recto, Eclesiastés vii. 29. Su entendimiento veía clara y verdaderamente las cosas divinas; no había yerros ni equivocaciones en su conocimiento; su voluntad consentía de inmediato a la voluntad de Dios en todas las cosas. Sus afectos eran normales y no tenía malos deseos ni pasiones desordenadas. Sus pensamientos eran fácilmente llevados a temas sublimes y quedaban fijos en ellos. Así de santos, así de felices, eran nuestros primeros padres cuando tenían la imagen de Dios en ellos. ¡Pero cuán desfigurada está la imagen de Dios en el hombre! ¡Quiera el Señor renovarla en nuestra alma por su gracia!

Vv. 29, 30. Las hierbas y las frutas deben ser la comida del hombre, incluido el maíz y todos los productos de la tierra. Que el pueblo de Dios ponga sobre Él su carga y no se afane por qué comerán ni qué beberán. El que alimenta las aves del cielo no permitirá que sus hijitos pasen hambre.

V. 31. Cuando nos ponemos a pensar en nuestras obras hallamos, para vergüenza nuestra, que en gran parte han sido muy malas; pero cuando Dios vio su obra, todo era muy bueno. Bueno pues todo era cabalmente como el Creador quería que fuera. Todas sus obras, en todos los lugares de su señorío le bendicen y, por tanto, bendice, alma mía, al Señor. Bendigamos a Dios por el evangelio de Cristo y, al considerar su omnipotencia, huyamos nosotros, los pecadores, de la ira venidera. Si somos creados de nuevo conforme a la imagen de Dios en santidad, finalmente entraremos en los “cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”.

TESOROS DE DAVID "SALMO 23" Charles Spurgeon


No hay titulo inspirado para este Salmo, y no se necesita ninguno, porque no registra ningún suceso especial, y no necesita otra clave que la que todo cristiano puede hallar en su propio pecho. Es la «Pastoral celestial» de David; una oda magnífica, que ninguna de las hermanas de la música puede superar. El clarín de guerra aquí cede a la flauta de la paz, y el que ha estado gimiendo últimamente los males del Pastor, de modo afinado practica y canta los goces del rebaño.
Esta es la perla de los Salmos, cuyo fulgor puro y suave deleita los ojos; una perla de la que el Helicón no tiene de qué avergonzarse, aunque el Jordán la reclama. Se puede afirmar de este canto deleitoso que si su piedad y su poesía son iguales, su dulzor y su espiritualidad son insuperables.
La posición de este Salmo es digna de que se note. Sigue al veintidós, que es de modo peculiar el Salmo de la cruz. No hay verdes prados ni aguas tranquilas antes del Salmo veintidós. Es sólo después de que hemos leído «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» que llegamos a «El Señor es mi pastor». Hemos de conocer por experiencia el valor de la sangre derramada, y ver la espada desenvainada contra el Pastor, antes de que podamos conocer verdaderamente la dulzura de los cuidados del Pastor.
Se ha dicho que lo que es el ruiseñor entre los pájaros lo es esta oda entre los Salmos, porque ha sonado dulcemente en el oído de muchos afligidos en la noche de su llanto y les ha traído esperanza de una mañana de gozo. Me atreveré a compararlo también a una alondra, que canta al remontarse, y se remonta cantando, hasta que se pierde de vista, y aun entonces oímos sus gorjeos. C. H. S.
Agustín ha dicho que vio en un sueño el Salmo ciento diecinueve que se elevaba delante de él como un árbol de vida en medio del paraíso de Dios. Este Salmo veintitrés puede ser comparado a las flores más hermosas que crecen a su alrededor. El primero ha sido comparado al sol entre las estrellas; sin duda, ¡ése es como la más rica de las constelaciones, incluidas las Pléyades! John Stoughton en Los cánticos del rebaño de Cristo Algunas almas piadosas se sienten turbadas porque no pueden usar en todos los tiempos, o incluso con cierta frecuencia, el lenguaje de este Salmo, en su sentido gozoso. Estas deben recordar que David, aunque vivió muchos años, nunca escribió más que un Salmo veintitrés. William S. Plumer
Vers. 1. El Señor es mi pastor. Es bueno saber, de modo tan cierto como sabía David, que pertenecemos al Señor. Hay una noble nota de confianza en esta frase. No hay un «si» ni un «pero», ni tampoco un «espero»; sino que dice: «El Señor es mi pastor.» Hemos de cultivar el espíritu de dependencia confiada en nuestro Padre Celestial.
La palabra más dulce de todas ellas es el monosílabo «mi». No dice: «El Señor es el pastor del mundo en general, y guía a la multitud de su rebaño», sino: «Jehová es mi pastor»; aunque no fuera el pastor de nadie más, es, con todo, mi pastor; me cuida, me vigila y me guarda. Las palabras están en tiempo presente. Sea cual sea la posición del creyente, ahora está bajo el cuidado pastoral de Jehová. C. H. S.
Satanás te trata, al parecer, suavemente, para poder atraerte al pecado, pero al fin se portará de modo amargo. Cristo, verdaderamente, parece áspero, para mantenerte alejado del pecado, poniendo setos de espinos a la vera de tu camino. Pero El será realmente dulce si entras en su rebaño, incluso a pesar de tus pecados. Es posible que ahora Satanás te sonría de modo placentero mientras estás en pecado; pero tú sabes que será duro contigo al final. El que canta como una sirena ahora va a devorar como un león al final. Él te atormentará y te afligirá y será amargo para ti.
Ven, pues, a Jesucristo; deja que Él sea ahora el pastor de tu alma. Y sabe que El será dulce al procurar guardarte del pecado antes que lo cometas. Oh, que este pensamiento —que Jesucristo es dulce en su trato con todos sus miembros, con su rebaño, especialmente con los que pecan— persuada los corazones de algunos pecadores a que entren en su aprisco. John Durant
Noto que algunas ovejas del rebaño se mantienen cerca del pastor y le siguen adondequiera que vaya, sin la menor vacilación, mientras que otras van por su cuenta, de un lado a otro, o se detienen detrás; y él con frecuencia se vuelve y las regaña con un grito áspero y agudo, o les echa una o dos piedras. Vi que un pastor dejó a una coja. No es ésta la forma en que se comporta el buen pastor.
Y cuando vienen el salteador y el ladrón (y vienen de veras) el pastor fiel con frecuencia pone su vida en defensa de su rebaño. He visto más de un caso en que el pastor ha dejado literalmente la vida en un conflicto. Un pobre pastor fiel, la última primavera, entre Tiberias y Tabor, en vez de huir, hizo frente a tres beduinos que fueron a robarle y le descuartizaron y le dejaron muerto entre las ovejas que defendía.
Algunas ovejas se mantienen cerca del pastor y son sus predilectas. Cada una de ellas tiene un nombre al cual responde alegremente, y el bondadoso pastor les distribuye porciones escogidas que recoge con este propósito. Hay las contentas y satisfechas. No corren el peligro de perderse o verse en dificultades, sea por animales salvajes o ladrones que se lancen sobre ellas.
El gran cuerpo del rebaño, sin embargo, o sea los que son meramente «mundanos», intentan solamente conseguir sus placeres o intereses egoístas. Corren de arbusto en arbusto, buscando variedad en sus pastos, y sólo de vez en cuando levantan la cabeza para ver dónde está el pastor, o bien dónde está el rebaño en general, a menos que se descarríen por alejarse demasiado, de modo que se procuran una reprensión de su cuidador por haberse hecho notar de esta manera.
Otras, también, están inquietas y descontentas, y saltan a los campos cercanos, se encaraman en los arbustos y aun en los árboles inclinados, de donde caen y se rompen una pata. Estas dan al pastor incesantes preocupaciones. W. M. Thomson en La tierra y el libro Las palabras siguientes son una especie de inferencia de la primera afirmación, son una sentencia positiva: nada me faltará. Es posible que sufra en otras circunstancias, pero cuando Jehová es mi pastor, El puede suplir todas mis necesidades, y El ciertamente está dispuesto a hacerlo, porque su corazón está lleno de amor, y por tanto, nada me faltará. No me faltarán cosas temporales.
¿No alimenta El a los cuervos y hace que crezcan los lirios? ¿Cómo, pues, puede dejar a sus hijos que perezcan de hambre? No me faltarán cosas espirituales; sé que su gracia será suficiente para mi. C. H. S.
«Nada me falta»; puede también traducirse así, pero en nuestra versión se halla en tiempo futuro. J. R. Macduff en El Pastor y su rebaño El hombre piadoso no carece de nada. Porque aunque con referencia a las cosas innecesarias él «no tiene nada», con referencia a las otras es como si las poseyera todas. No carece de nada que
sea necesario para glorificar a Dios (pudiendo hacerlo del mejor modo posible por medio de sus aflicciones), o para que Dios le glorifique a él, y le haga feliz, teniendo a Dios mismo como su porción, y supliendo todas sus necesidades, el cual es suficiente en abundancia en todos los tiempos, para todas las personas y en todas las condiciones. Zachary Bogan
¿Cómo, pues, podemos carecer de algo? Cuando estamos unidos a El, tenemos derecho a usar de todas sus riquezas. Nuestra riqueza es su riqueza y su gloria. Con El nada nos puede ser negado.
La vida eterna es nuestra, con la promesa de que todo nos será añadido; todo lo que El sabe que necesitamos. Theodosia A. Howard, vizcondesa Powerscourt, en Cartas, etc., editado por Robert Daly
En el capítulo diez del Evangelio de Juan hallaremos las seis marcas de la oveja de Cristo: 1)Conoce a su pastor; 2) conoce su voz; 3) le oye cuando llama por su nombre; 4) le ama; 5) confía en El; 6) le sigue. Mrs. Rogers
Vers. 2. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me
pastoreará. La vida del cristiano tiene dos elementos, el contemplativo y el activo, y los dos son provistos ricamente. Primero, el contemplativo: En lugares de delicados pastos me hará descansar. ¿Cuáles son estos verdes pastos sino las Escrituras de la verdad, siempre jugosos, siempre frescos, nunca agotados? No hay temor de morder el duro suelo cuando las hojas de hierba son bastante largas para que el rebaño se eche en el prado. Dulces y llenas son las doctrinas del evangelio; aptas como comida para las almas, su hierba tierna y nutrición natural para las ovejas.
La segunda parte de una vida cristiana vigorosa consiste en una actividad de gracia. No sólo pensamos, sino que obramos. No siempre estamos echados para alimentarnos y descansar, sino que estamos avanzando hacia la perfección; de ahí que leemos: Junto a aguas de reposo me pastoreará. ¿Cuáles son estas aguas de reposo sino las influencias y gracias de su bendito Espíritu? Su Espíritu nos ayuda en varias actividades, como aguas en plural para limpiarnos, refrescarnos, fertilizar, querer. C. H. S.
Descansar, pastorear. María sentada a los pies de Jesús, y la ajetreada Marta, son emblemas de la contemplación y la acción, y las dos residen en la misma casa, y lo mismo ha de ser en nuestro corazón. Nathanael ARDÍ
Este corto y conmovedor epitafio se ve con frecuencia en las catacumbas de Roma: «In Christo, in pace» («En Cristo, en paz»). Date cuenta de la presencia constante del Pastor de paz. J. R. Macduff
Delicados pastos. Aquí hay muchos pastos, y cada pasto lozano y jugoso, de modo que no es posible agotar la hierba, dejando el suelo desnudo; aquí hay muchas corrientes, y las corrientes son profundas y anchas, de modo que no pueden secarse. Las ovejas han venido comiendo en estos pastos desde que Cristo fundó su iglesia en la tierra, y, con todo, están llenos aún de hierba, como siempre. Las ovejas han venido bebiendo en estas corrientes desde Adán y, con todo, están llenas a rebosar hasta el día de hoy, y seguirán estándolo hasta que las ovejas ya no tengan que
usarlas, ¡por estar en el cielo! Ralph Robinson
Vers. 3. Confortará mi alma. Cuando el alma está afligida, Él la restaura; cuando peca, la santifica; cuando es débil, la corrobora. El lo hace. Sus ministros no podrían hacerlo si no lo hiciera El. Su Palabra no bastaría por sí sola. «El conforta mi alma.» ¿Hay algunos en que la gracia haya sufrido un descenso? ¿Sentimos que nuestra espiritualidad se halla en su nadir? El que puede transformar este bajo nivel en una inundación, puede también restaurar nuestra alma. Pídele, pues, su bendición: «¡Restáurame, Pastor de mi alma!» C. H. S.
El restaura el alma a su pureza original, que había pasado a ser negra y hedionda por el pecado; porque ¿qué bien habría en pastos delicados con un alma apestosa? El la restaura al estado natural en los afectos, que había sido deformado por la violencia de las pasiones; porque, ¡ay! ¿qué bien habría en «aguas de reposo» para espíritus turbulentos? El la restaura realmente a la vida, que había pasado a ser muerte; y ¿quién puede «restaurar mi alma» a la vida sino aquel que es el Buen Pastor y que da su vida por sus ovejas? SIR Richard Baker
Caminos de justicia. ¡Ay, Señor!, estos «caminos de justicia» han sido desde hace tiempo tan poco frecuentados que las huellas en ellos apenas son visibles; ahora resulta difícil hallar dónde se encuentran los caminos de justicia, y si se pueden hallar son tan estrechos y llenos de rodadas que es imposible evitar el caer o perderse. Sir Richard Baker
Vers. 4. Aunque pase por valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno. Este versículo delicioso ha sido cantado por muchos en su lecho de muerte y les ha ayudado a transformar el oscuro valle en claro día en su mente. Cada palabra del mismo tiene una riqueza de significado.
«Si, aunque ande», en que vemos que el creyente no aviva su paso cuando llega la hora de morir, sino que con calma va andando con Dios. Andar indica el avance firme y seguro del alma que conoce la ruta, su fin, y decide seguir el camino, se siente segura, y por tanto está perfectamente sosegada y calmada. El santo que muere no se apresura, no corre como si estuviera alarmado, no se queda quieto como si se negara a seguir adelante; no está confuso ni avergonzado, y por tanto sigue a su antiguo paso.
Observa que no es andando en el valle, sino por el valle. Nosotros vamos a lo largo del oscuro túnel de la muerte y salimos a la luz de la inmortalidad. No morimos, sino que dormimos para despertar en la gloria. La muerte no es la casa, sino el pórtico; no es el objetivo ni la meta, sino el pasaje a la misma. El paso de la muerte es llamado un valle. Y entonces no es «el valle de muerte», sino «el valle de la sombra de muerte», porque la muerte en su sustancia ha sido eliminada y sólo queda de ella su sombra. Alguien ha dicho que cuando hay una sombra tiene que haber luz en alguna parte, y la hay. La muerte se halla junto al camino por el que hemos de
transitar, y la luz del cielo brillando sobre el caminante proyecta una sombra a nuestro paso; alegrémonos de que haya luz más allá.
Nadie tiene miedo de una sombra, porque una sombra no puede detener a un hombre en su
camino ni aun un instante. La sombra de un perro no muerde; la sombra de una espada no mata; la sombra de la muerte no puede destruirnos. Por tanto, no hay motivo para temer.
No temeré mal alguno. No dice que no haya de haber mal alguno; había ido más allá incluso de esta garantía, y sabía que Jesús había eliminado todo mal; si no «no temeré mal alguno»; como si incluso sus temores, estas sombras de mal, hubieran desaparecido para siempre.
Los peores males de la vida son los que no existen excepto en nuestra imaginación. Si no tuviéramos más que tribulaciones reales, éstas no serían más que una décima parte de nuestras aflicciones presentes. Sentimos mil muertes al temer una; pero el Salmista estaba curado de la enfermedad del temor. C. H. S.
Así esta muerte corporal es una puerta para entrar en la vida, y por tanto no es de temer silo consideramos debidamente, puesto que es confortable; no un daño o agravio, sino el remedio para el mismo; no un enemigo, sino un amigo; no un cruel tirano, sino un guía considerado que nos lleva, no a la mortalidad, sino a la inmortalidad; no a la aflicción y al dolor, sino al gozo y al placer, y esto para durar para siempre. Homilía contra el temor y la muerte Aunque fuera llamado para contemplar una visión como la de Ezequiel, un valle lleno de huesos de muertos; aunque el rey de los terrores cabalgara en gran pompa por las calles, cortando
cabezas, y cayeran a millares a mi lado, y diez mil a mi derecha, no temería mal alguno.
Aunque la muerte dirigiera sus flechas fatales al pequeño circulo de mis amados y arrastrara deudos y amigos lejos de mí, hacia las tinieblas, no temeré mal alguno. Si, aunque yo mismo sienta la flecha que se clava en mi y el veneno es absorbido por mi espíritu; aunque como resultado me sintiera enfermar y languidecer y tuviera los síntomas de la disolución inminente, todavía no temeré mal alguno.
Mi naturaleza puede temblar, pero yo confío que Aquel que sabe que la carne es débil, tendrá compasión y perdonará estas luchas. Por mucho que tema las agonías de la muerte, no temeré mal alguno en la muerte. El veneno de su aguijón ha sido quitado. La punta de su flecha es roma y no puede penetrar profundo en el cuerpo. Mi alma es invulnerable. Puedo sonreír ante la lanza que se agita mirar inmóvil los destrozos causados por el inexorable destructor en mi tabernáculo, y anhelar el momento feliz en que tendré un respiro para que mi espíritu, que anhela el cielo,
pueda volar a su descanso. Samuel Lavington
«Quiero hablarte sobre el cielo» dijo un padre que se moría a un miembro de su familia-. «Es posible que no tengamos otra oportunidad. ¡Deseo que nos podamos reunir alrededor del trono de gloria como una familia, en el cielo!»
Abrumada por la idea, la amada hija exclamó: «¿Sin duda no crees que haya tanto peligro?» Con calma y sosiego el padre replicó: «¿Peligro, querida? No uses esta palabra. No puede haber peligro para el cristiano, espere lo que espere. ¡Todo está bien! ¡Todo está bien! ¡Dios es amor! ¡Todo está bien! ¡Bien para siempre!» John Stevenson
Cuando el corazón de un hombre carnal está preparado para morar dentro de él y se vuelve como una piedra, ¡con qué alegría pueden esperar los que tienen a Dios como amigo! ¿Cuál de los valientes del mundo puede mirar cara a cara a la muerte y dirigir luego su mirada con alegría a la eternidad? ¿Cuál de ellos puede abrazarse a un haz de leña y entrar animoso en las llamas? Esto lo puede hacer un santo, y más aún; porque puede mirar a la justicia infinita a la cara con el corazón animoso; puede oír hablar del infierno con gozo y agradecimiento; puede pensar en el día del juicio con deleite y consuelo.
Desafío al mundo a sacar uno de entre sus alegres compañías que pueda hacer todo esto. ¡Venid, jóvenes alocados en vuestro jolgorio; traed vuestras arpas y violas; añadid lo que queráis para hacer completo el concierto; escanciad vinos ricos; juntad las cabezas y esforcé-monos en agregar lo que contribuya al placer! Bien, ¿ya está hecho? Ahora recuerda, pecador, que esta noche tu alma ha de aparecer delante de Dios.
Bien, ¿qué dices ahora, joven? Te falta el ánimo. Llamas a tus alegres compañeros para que animen tu corazón. Alargas la mano ahora para alcanzar una copa, una cortesana; no temas, no temas. Ten buen ánimo. ¿Puede temblar un hombre tan valeroso, que se burlaba y amenazaba al Dios todopoderoso? Antes tan jovial y dicharachero, pero ahora tu boca está cerrada. ¡Vaya cambio!
¿Y dónde están tus alegres compañeros, digo? Todos han huido. ¿Dónde están tus placeres?
Todos te han abandonado. ¿Por qué has de estar abatido? Te ves privado de todo consuelo. ¿Qué pasa? ¿Qué pasa? Hay una pregunta que con todo mi corazón he de hacer a un hombre que ha de aparecer ante Dios mañana por la mañana. Bien, pues, parece que tu corazón desfallece. ¿Qué significaban todos aquellos goces y placeres? ¿A esto han venido a parar? Allí tenemos a uno 4ue ahora tiene el corazón tan lleno de consuelo y fortaleza que no puede contenerlos, y los mismos pensamientos sobre la eternidad que abaten tu alma levantan la suya.
¿Quieres saber la razón? El conoce que va a su Amigo; es más, su amigo le acompaña por la calleja oscura. Mira qué bueno y agradable es que Dios y el alma moren juntamente en uno. Esto es tener a Dios por amigo. «Bienaventurada es el alma que así se encuentra; sí, bienaventurada el alma cuyo Dios es Jehová.» James Janeway
Según un antiguo proverbio, cuando uno había realizado una gran hazaña, se decía de él que «había tirado de la barba del león»; cuando un león ha muerto, hasta los niños pequeños pueden hacerlo.
Incluso un niño, cuando ve un oso, un león o un lobo muerto por la calle, puede tirarle del pelo, insultarle y hacerle lo que quiera; pisotearle y todo lo que ni por asomo se atrevería a intentar si estuviera vivo.
Una cosa así es la muerte: una fiera rabiosa, un león rugiente, un lobo devorador; con todo, Cristo ha dado muerte a la muerte, para que los hijos de Dios puedan triunfar sobre ella, como los mártires de los tiempos primitivos, que alegremente se ofrecían al fuego, a la espada, a la violencia de las fieras hambrientas; y por la fe que había en la vida de Cristo se burlaban de la muerte que la había sometido a si mismo (1ª Corintios 15). Martín Day
El Salmista confía incluso ante lo desconocido. Aquí, sin duda, hay confianza completa.
Tenemos lo desconocido por encima de lo que podemos ver; un pequeño ruido en la oscuridad nos aterroriza, cuando incluso los graves peligros a la luz del día no nos asustan; lo desconocido, con su misterio, y la incertidumbre, con frecuencia llenan el corazón de ansiedad, si no de presentimientos y angustia.
Aquí el Salmista hace frente a la forma extrema de lo desconocido, su aspecto más terrible para el hombre, y dice que aun en medio de esto va a confiar. ¿Qué es lo que puede haber tan distante del alcance de la experiencia y la especulación humanas, incluso de la imaginación, como «el valle de sombra de muerte», con todo lo que hace referencia al mismo?; pero el Salmista no hace reserva de su caso; él va a confiar allí donde no puede ver.
¡Con qué frecuencia estamos aterrorizados ante lo desconocido, como los discípulos lo estaban «al entrar en la nube»! ¡Con qué frecuencia es la incertidumbre del futuro una prueba más difícil para nuestra fe que la presión de algún mal presente! Muchos hijos queridos de Dios pueden confiar en El en todos los males conocidos; pero ¿por que estos temores y presentimientos, este decaimiento del corazón, si pueden confiar igualmente en Él para lo desconocido? Philip B. Power
Tú estarás conmigo. ¿Conoces la dulzura, la seguridad, la fuerza del «Tú estás conmigo? Cuando vemos venir la hora solemne de la muerte, cuando el alma está dispuesta a detenerse y preguntar: ¿Qué será?, podemos volvernos en el afecto de nuestra alma hacia Dios y decir: «No hay nada en la muerte que pueda dañarme en tanto que tu amor no me deje». Puedes decir: «¡Oh muerte!, ¿dónde está tu aguijón?»
Se dice que cuando una abeja ha dejado su aguijón en alguno ya no tiene más poder para dañar.
La muerte ha dejado su aguijón en la humanidad de Cristo y ya no tiene poder para dañar al hijo de Dios. La victoria de Cristo sobre la tumba es la victoria de su pueblo. «En este momento estoy contigo» -susurra Cristo, «el mismo brazo que se ha mostrado fuerte y fiel a lo largo del camino por el desierto, que nunca ha fallado cada vez que tú te has apoyado en él en tu debilidad.» Viscount Powerscourt
Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Muchas personas dicen recibir mucho consuelo de la esperanza de que no habrán de morar. Ciertamente habrá algunos que estarán «vivos y habrán permanecido» hasta la venida del Señor, pero ¿hay tanta ventaja en este escapar de la muerte como para hacer de ello el objeto del deseo del cristiano?
Un sabio puede preferir, entre los dos, el morir, porque los que no hayan de morir, sino que sean «arrebatados con el Señor en el aire», van a perder más bien que ganar. Van a perder la comunión real con Cristo en la tumba en que mueren los santos aquí, y se nos dice de modo expreso que no habrá preferencia con respecto a los que estén dormidos.
Seamos de la opinión de Pablo y digamos que «el morir es ganancia», y pensemos que «partir con Cristo es mucho mejor». Este Salmo veintitrés no está gastado, y es tan dulce al oído del cristiano ahora como lo era en tiempos de David; que digan lo que quieran los amantes de la novedad. C. H. S.
No mucho antes de morir bendijo a Dios por la seguridad de su amor, y dijo que ahora podía morir tan fácilmente como cerrar los ojos; y añadió: «Aquí estoy anhelando el silencio del polvo y gozar de Cristo en la gloria. Deseo estar en los brazos de Jesús. No vale la pena que lloréis por mí» Luego, recordando lo ocupado que había estado el diablo con él, estaba en gran manera agradecido a Dios por su bondad al reprenderle. Memorias de James Janeway
Cuando Mrs. Hervey, la esposa de un misionero en Bombay, estaba muriendo, un amigo le dijo que él confiaba que el Salvador estaría con ella cuando anduviera por el oscuro valle de la sombra de muerte.
«Si esto» contestó Mrs. Harvey- «es el valle oscuro, no tiene sombras en él; todo es luz».
Durante la mayor parte de su enfermedad había tenido visiones hermosas de las perfecciones de Dios. «Su gran santidad» -dio- «parece como el más hermoso de todos sus atributos». A un tiempo ella dijo que carecía de palabras para expresar sus visiones de la gloria y majestad de Cristo. «Parece» -dijo- «que si toda otra gloria queda aniquilada y no queda nada sino El solo, será bastante; ¡sería un universo de gloria!»
Vers. 5. Aderezarás mesa delante de mí en presencia de mis adversarios. El buen hombre tiene enemigos. No puede ser como su Señor y no tenerlos. Si no tuviéramos enemigos podríamos temer que no somos amigos de Dios, porque la amistad del mundo es enemistad contra Dios.
Con todo, ved el sosiego del hombre piadoso a pesar de sus enemigos y a la vista de los mismos.
¡Qué consoladora es su calma valerosa! «Aderezarás mesa delante de mí en presencia de mis adversarios.» Cuando un soldado se halla en la presencia de sus enemigos, se apresura a comer algo rápidamente y se dirige a la batalla.
Pero observa: «Aderezarás mesa», tal como el siervo pone el mantel y los adornos para un banquete, en una festividad de paz. No hay prisas, ni confusión, ni desorden. El enemigo está a la puerta, y, con todo, Dios prepara la mesa, y el cristiano se sienta como si todo estuviera en perfecta paz. ¡Oh la paz que Jehová da a su pueblo, aun en medio de las peores circunstancias y tribulaciones! C. H. S.
Para que una cosa pueda impedir a otra de modo efectivo, no sólo ha de ser de tipo contrario, sino también superior: una gota de agua no puede apagar un incendio, porque aunque tiene una naturaleza contraria, no tiene suficiente poder. Ahora bien, la malicia y las añagazas de los inicuos son cortas y débiles para la intención divina de bendición, que se acompaña de su poderoso brazo. Los hombres malos no dejan de ser hombres, y Dios es Dios; y siendo sólo hombres, no pueden hacer más que los hombres. Condensado de Obadiah Sedgwick
Tú ungiste mi cabeza con aceite. Un sacerdote sin aceite carece del calificativo principal para su oficio, y el sacerdote cristiano carece de su principal aptitud para el servicio si está desprovisto de nueva gracia de lo alto.
Mi copa está rebosando. No bastaba con que tuviera una copa llena, sino que tenía más: una copa que rebosaba. El pobre puede decir esto, así como los que están en situaciones prósperas. «Qué, ¿todo esto, y Jesucristo también?», dijo un pobre que vivía en una choza cuando partió un pan y llenó un vaso de agua fría. Un hombre puede ser muy rico, pero si está descontento, su copa no puede rebosar; está rajada y se sale. El contento es la piedra filosofal que transforma en oro todo lo que toca; feliz el que la ha encontrado. El contento es más que un reino, es otra palabra para la felicidad. C. H. S.
Este hombre no tiene sólo plenitud de abundancia, sino sobreabundancia. Los que tienen esta felicidad deben llevar su copa derecha y procurar que rebose en los vasos vacíos de sus hermanos pobres. John Trapp
Para este fin hace el Señor que tu copa rebose, para que los labios de otros puedan probar el licor. Las lluvias que caen sobre las montañas más altas han de ir resbalando hacia los valles más humildes. «Dad, y se os dará» (Lucas 6:38) es una máxima poco puesta en práctica William Secker
O como dice en la Vulgata: «Y mi cáliz rebosante, ¡qué excelente es! » De esta copa los mártires se saciaron cuando, saliendo para su martirio, ni aun reconocían a sus deudos; ni a su esposa que lloraba, ni a sus hijos, ni a sus familiares; dando gracias, decían: «¡Beberé la copa de mi salvación!» Agustín
Vers. 6. En la casa de Jehová moraré por largos días. Es posible que un infiel se deje caer en la casa de Dios y diga una oración, etc., pero el profeta (y así debe ser con todos los hombres piadosos) vive en ella perpetuamente; su alma se halla siempre ante el trono de la gracia, pidiendo más gracia.
Un infiel ora tal como el gallo canta; el gallo canta y cesa, y canta de nuevo y cesa otra vez, y no piensa en cantar otra vez hasta que lo está haciendo; así un hombre inicuo ora y cesa, ora y cesa de nuevo; su mente nunca está ocupada en pensar si sus oraciones son escuchadas o no; cree que es una buena práctica para él el orar y, por tanto, da por sentado que sus oraciones son escuchadas, aunque en realidad Dios nunca escucha sus oraciones, y las respeta como si se tratara de los mugidos de un buey. William Fenner en El sacrificio de los fieles

TÚ PUEDES SER


¿Soy yo, Señor? " Mateo 26.22

El apóstol Pablo aconsejó con sobrada razón "el que piensa estar firme, mire que no caiga" (1Co 10.12) ¿Por qué? Porque en algún momento cualquiera de nosotros puede llegar a ocupar el lugar del mismo Judas y traicionar a Jesús. En momentos de extrema presión, en momentos de tentación, todos debiéramos preguntarnos ¿soy yo capaz de hacerlo? Si la sinceridad es nuestra virtud, deberemos contestarnos sin lugar a dudas: sí, soy capaz, porque tengo una naturaleza pecaminosa, y estoy expuesto a la tentación. Cuando Jesús advirtió a los 12 que uno de ellos le entregaría, todos se compungieron de corazón pensando que podrían ser capaces de hacer algo tan lamentable, y le preguntaron "¿soy yo, Señor?". Recuerda que también puedes ser tú, si no tienes una firme y estrecha relación con Él, es probable que en algún momento te encuentres ante la triste realidad de una respuesta que no quieres oír: "tú lo has dicho".