jueves, 5 de julio de 2012

Salmos 42; Tesoros de David Charles Spungeor

Título: Siempre edifica el escuchar la experiencia de un santo muy afligido y dotado de gracia.

Aunque no se menciona a David como el autor, este Salmo tiene que ser de su pluma; es tan davídico que huele a él; lleva las marcas de su estilo y sus experiencias en cada letra. Podríamos, más bien, poner dudas sobre la paternidad de la segunda parte de El Peregrino que poner en duda el nombre de David como autor de este Salmo. C. H. S.
Hijos de Coré. Los escritores medievales hacen notar que aquí, como ocurre con frecuencia, la voluntad de Dios era levantar santos allí donde menos podía haberse esperado. ¿Quién podría haberse imaginado que de la posteridad de uno que dijo: «Os quedáis demasiado, vosotros hijos de Aarón» podrían haber surgido descendientes cuyos dulces salmos serían la herencia de la iglesia de Dios hasta el fin de los tiempos? J. M. Neale

Tema: Es el grito de un hombre apartado de las ordenanzas y culto externo de Dios, suspirando por la casa de su Dios, tan amada; y al mismo tiempo es la voz de un creyente espiritual deprimido, que anhela la renovación de la presencia divina, luchando con dudas y temores, pero, con todo, manteniéndose firme en su fe en el Dios vivo.

Vers. 1. Como el ciervo busca jadeante las corrientes de las aguas, así te anhela a Ti, oh Dios, el alma mía. Excluido del culto público, David sentía su corazón enfermo. No buscaba comodidades; no suspiraba por honores; pero el disfrute de la comunión con Dios era una necesidad vital para su alma. La consideraba no meramente como el más dulce de todos los privilegios, sino como una necesidad absoluta, como el agua para el ciervo.

Dadle su Dios, y está contento, como el ciervo que al fin apaga su sed y está perfectamente satisfecho; pero negadle su Señor, y su corazón jadea, su pecho palpita, todo él se estremece como uno a quien le falta el aire después de una carrera.

Querido lector, ¿sabes tú lo que es esto por haberlo sentido personalmente? Es una dulce amargura. Después de haber vivido a la luz del amor del Señor, lo mejor es ser desgraciado hasta que lo poseemos, y jadear en su busca. La sed es una necesidad perpetua y no hay que olvidarla, y lo mismo es continuo el anhelo del corazón hacia Dios.

Cuando es tan natural para nosotros anhelar a Dios como para un animal estar sediento, las cosas van bien en nuestra alma, por penosos que sean nuestros sentimientos. Aprendemos en este versículo que la intensidad de nuestro deseo puede hacerse valer ante Dios, y más aún porque hay promesas especiales para el que es importuno y ferviente. C. H. S.

Vers. 2. Mi alma tiene sed de Dios. Procura que tu corazón no repose en cualquiera de tus deberes, salvo que sea en Cristo. Deja todo deber, a menos que puedas hallar algo de Cristo en él; y no un puñado, sino una brazada (con el anciano Simeón, Lucas 2:28). En realidad, debes tener relación con el cielo y comunión con Cristo, lo cual es llamado la presencia de Dios, o sea, el presentarte delante de El.

Agustín decía que ya no le gustaban las elegantes frases y discursos de Tulio (al revés de antes) porque no podía hallar a Cristo en ellas; ni el alma con la gracia tiene interés en deberes vacíos.

Las flores y adornos retóricos, expresiones sin impresiones al orar o predicar, no son pan verdadero, sino címbalos que retiñen. Christpher Ness

Del Dios vivo. Un Dios muerto es una farsa; odiamos una deidad monstruosa; pero el Dios vivo, la fuente perenne de vida y de luz y amor, es el deseo de nuestra alma.

¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? «El ver el rostro de Dios» es una traducción más exacta del hebreo; pero las dos ideas pueden combinarse: quiere ver a su Dios y ser visto por El; ¡esto es digno de ser buscado! C. H. S.

Un hombre inicuo nunca puede decir con sinceridad: «¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?», porque tendrá que hacerlo demasiado pronto, y antes de lo que quisiera, como los diablos que dijeron a Cristo «que los atormentaba antes de su tiempo». Pregúntale a un ladrón si quiere aparecer ante el juez. La respuesta es segura: preferiría que no hubiera jueces en absoluto.

Y así es con los hombres del mundo con respecto a Dios, más bien desean esconderse de El. Thomas Horton

Si quieres que un niñito se contente con sus juguetes, no estará muy satisfecho y llorará pidiendo el pecho de su madre. Así, si un hombre sube al púlpito con frases adornadas y anécdotas preciosas, éstas no contentarán al alma hambrienta. Necesita la leche sincera de la Palabra con que alimentarse. Oliver Heywood

Vers. 3. Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche. El poder llorar, y hacerlo con franqueza, es una prueba de sinceridad. Quizá es bueno para el corazón de este hombre, como una válvula de seguridad; hay una pena seca que es mucho más terrible que las penas con lágrimas.

Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios? El malvado sabe que la desgracia peor para nosotros sería perder el favor de Dios; por ello su malicia diabólica les lleva a decir estas palabras. C. H. S.

¿Qué ha pasado a tu Dios del que tanto blasonabas y te creías feliz en El aunque no hubiera sido el Dios de nadie más excepto el tuyo? De ello podemos aprender la disposición del malvado. Es venenosa, y su interés es herir a un hombre con su religión.

¿Dónde está tu Dios? Así trató el diablo a la Cabeza de la iglesia, nuestro bendito Salvador, cuando fue a tentarle. «Si eres e] Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en pan» (Mateo 4:3). Viene con un «si»; lo elabora para hacerle vacilar en su Filiación. El diablo, como está apartado de Dios externamente, se ha vuelto un espíritu de división; trabaja para dividir incluso a Dios el Padre de su propio Hijo: «Si eres el Hijo de Dios».

Así procura separar a los cristianos de su Cabeza, Cristo. «¿Dónde está tu Dios?» Este es su objetivo, poner división, si puede, entre su corazón y Dios, hacerle sentir celos de Dios como si El no le hubiera considerado; tú has, pasado por muchas cosas para servir a tu Dios; mira cómo te trata El ahora a ti. «¿Dónde está tu Dios?» Richard Sibbes

Vers. 4. Derramo mi alma dentro de mí. La misma alma de oración se halla en el derramar el alma delante de Dios. Thomas Brooks

De cómo yo iba con la multitud, y la conducía hasta la casa de Dios, entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta. ¡Qué degradación el suplantar el canto inteligente de toda la congregación por refinamientos insulsos y teatrales, cuartetos, coros y viento de fuelles y tubos!

Lo mismo podríamos orar con maquinaria que alabarle con ella. C. H. S.

El Dios de gracia se ha complacido en estimar como su gloria el que haya muchos mendigos pululando por la Puerta Hermosa de su templo, pidiendo limosna espiritual y corporal. ¡Qué honor para nuestro Señor y Propietario que estas multitudes de ocupantes acudan a su casa a pagar su arriendo de gracias y adoración por todo lo que están usando en esta vida! George Swinnock

Vers. 5. ¿Por qué te abates, oh alma mía? El averiguar la causa de nuestra pena es con frecuencia la mejor cirugía para la misma. La ignorancia no es felicidad; en este caso es miseria. La niebla de la ignorancia aumenta nuestros motivos de alarma; una visión clara hará ver que los monstruos son bagatelas. C. H. S.

Pensad en esto los que sentís la pesadez de vuestra alma; pensad en ello los que no la sentís, para que podáis sentirla. Sabed que hay una pena que «obra arrepentimiento del que no hay que arrepentirse». Sabed que hay una pena que «consume hasta la muerte».

Recuerda que las lágrimas acompañaron a María Magdalena al cielo; recuerda también que hubo lágrimas que no hicieron nada por Esaú lleno de pecado. Porque, como en el martirio, no es la espada, el fuego ni lo que sufrimos lo que nos justifica, sino aquello por lo que sufrimos. Brian Duppa, sermón.

Los inicuos oprimen a David, y el diablo le tienta; con todo, él reprende a su propio corazón y nada más. David no reprende a Saúl ni a Absalón, sino que reprende y mira su propio corazón.

¿Por qué te abates, oh alma mía? Aunque el diablo tienta y los malvados oprimen como instrumentos de castigo por el pecado, pese a todo, nosotros, con David, hemos de reprender a nuestro propio corazón. Christopher Love en Cura del alma abatida ¿Por qué... te turbas dentro de ml? «Estás en tumulto», una expresión aplicada al rugir el mar entumecido. Ver Isaías 17:12; Jeremías 5:22; 6:23; 51:55. Henry March

Espera en Dios. La esperanza nunca produce más gozo que en la aflicción. Es en la nube que lleva agua que el sol pinta los curiosos colores del arco iris... Hay dos gracias que Cristo usa especialmente para llenar el alma de gozo: la fe y la esperanza, porque estas dos aportan el vino sin escatimarlo. La fe dice al alma lo que Cristo ha hecho por ella, y así la consuela y conforta; la esperanza aviva al alma con la noticia de lo que Cristo hará; las dos sacan sus recursos de un
origen común: Cristo y su promesa. Condensado de William Gurnall

Espera en Dios; porque aún he de alabarle. Cuando se puede decir: «Aquel a quien Dios ama está enfermo», puede decirse también: «Esta enfermedad no es para muerte»; y aunque sea la primera muerte, no será la segunda.

¿Quién habría pensado cuando Jonás se hallaba en el mar (ver Jonás 3) que predicaría en Nínive?

¿Quién habría pensado cuando Nabucodonosor se hallaba en el bosque (ver Daniel 4) que volvería a reinar en Babilonia? ¿Quién habría pensado cuando José fue vendido por sus hermanos que éstos le buscarían como siervos suyos? ¿Quién hubiera pensado cuando Job se rascaba sus llagas sentado sobre las cenizas de la basura, sus casas consumidas por el fuego, sus ganados robados y sus hijos muertos que volvería a ser mucho más rico de lo que nunca fue? Así son las acciones de la misericordia divina, que hacen a los rectos exclamar cantando: «El Señor ha triunfado gloriosamente» (Exodo 15:21). Henry Smith

No creas que baste acallar tu corazón para que no alterque con Dios, sino que no debes cesar hasta que le hayas colocado donde repose dulcemente en El. El santo David llegó hasta aquí; no sólo reprendió a su alma por su desasosiego, sino que le encargó que confiara en Dios. William Gurnall

Vers, 5, 11. Lo que molesta a la pobre bestia no es el peso de la carga, sino las ataduras en sus lomos; así, no es el peso de los males externos, sino el escozor interno de una conciencia amargada, no purificada ni curada por la fe, lo que aflige y turba a la pobre criatura. Mathew Laurence en El uso y la práctica de la fe

El pájaro insensato, hallándose en una estancia con la puerta cerrada y los postigos cerrados, arremete contra la pared y las ventanas, magullándose y haciendo saltar sus plumas, en tanto que si esperara a que le abrieran la ventana podría partir sin herirse; lo mismo nos ocurre a nosotros.

Cuando el Señor nos encierra y limita nuestra libertad durante un tiempo, queremos abrirnos paso por nuestra cuenta, usando todos los recursos de nuestro corazón para pasar por las paredes de su providencia; mientras que si esperáramos confiando en su promesa y nos sometiéramos a su disposición, podríamos soportar más fácilmente el encierro y, sin heridas, acabaríamos
recobrando la libertad. Porque Dios toma su decisión, y ¿quién puede cambiarla? Él hará que suceda lo que ha decretado sobre nosotros. John Barlow sermón

Si quieres estar más seguro, pasa más tiempo reforzando tus evidencias del cielo que poniéndolas en duda. La gran falta de muchos cristianos es que pasan más tiempo haciendo preguntas que tratando de afianzar sus consuelos. A base de razonamientos acaban en la incredulidad, y dicen:
«Señor, ¿por qué debo creer?» Christopher Love

Vers. 6. Dios mio. ¡Asombrosa expresión! ¿Quién puede atrever-se a decir al Creador de la tierra, la Majestad de los cielos: «Dios mío»? Un desterrado, un paria, un descarriado; un hombre abandonado, despreciado, un alma abatida y desasosegada, ¿cómo se atreve? ¿Con qué derecho? Por el pacto. HenryMarch

Me acordaré, por tanto, de Ti. Es sabio el almacenar en la memoria nuestras ocasiones especiales de conversación con el cielo; podemos necesitarlas otro día cuando el Señor sea lento en devolvernos de entre los expulsados y nuestra alma se duela y tiemble. ¡Oh valle de Acor no olvidado, tú eres una puerta de esperanza! Días hermosos, ahora desaparecidos, habéis dejado una luz detrás que alegra nuestras tinieblas presentes. C. H. S.

Vers. 7. Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas. Aquí ha unido dos fenómenos naturales terribles. Es un hecho bien conocido por la evidencia de viajeros que los chubascos en forma de tromba marina no son raros en la costa de Judea. Parece que son ocasionados por la acumulación de grandes masas de nubes, cuyas aguas se concentran en un punto para descender luego en una columna ingente, acompañada de un ruido ensordecedor.

Ahora bien, la imagen concebida en la mente del Salmista parece ser la de un inmenso torbellino que se precipita en el mar, ya agitado, y aumenta el remolino y turbulencia de las olas. ¡Qué cuadro tan terrible! Especialmente si añadimos a él las ideas de un cielo nublado, tempestuoso, y el rugido del trueno sumado al tumulto. ¿Cuál sería la situación de un buque en medio de una tempestad así, un diluvio cayendo desde arriba y alrededor el mar furioso, levantándose en
tremendas oleadas, como un barco sin control, inerme, hundiéndose, a menos que escape por una intervención milagrosa?

Pues bien, a una situación así compara David el estado de su alma cuando, sumergido bajo un mar de aflicciones, dice: «Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí. » ¡Qué vivo había de ser su sentimiento de angustia en aquella ocasión para hacer uso de una comparación así que expresa el terror más extremo! Henry March

Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí. Las olas del Atlántico sucediéndose incesantemente, trombas marinas que se acercan, y todo el océano en tumulto alrededor del nadador; la mayoría de los herederos del cielo pueden comprender la descripción, pues muchos han experimentado cosas semejantes.
Esta es una experiencia profunda desconocida para los recién nacidos en la gracia, pero bastante común para los que viajan por las aguas profundas de la aflicción; para éstos sirve de consuelo el recordar que las olas y ondas son del Señor. «Tus olas y tus ondas» dice David-, «todas han sido enviadas y dirigidas por El y realizan sus designios, y el Hijo de Dios, sabiéndolo, está resignado.»

Vers. 8. Pero de día mandará Jehová su misericordia. No amanecerá ningún día sobre el heredero de la gracia, hallándole abandonado por completo por el Señor; el Señor reina, y es un soberano que con autoridad ordena que la misericordia sea reservada para sus escogidos. C. H. S.

Su expresión es notable; no dice simplemente que el Señor concederá, sino que ordenará su misericordia. Como el don concedido es gracia -favor gratuito al que no es digno de él-, así la manera de concederlo es soberana. Es dada por decreto; es un donativo regio. Y si Él manda la bendición, ¿quién impedirá su recepción? Henry March

Y de noche. Para decir la verdad, creo que la noche es el momento más dichoso para el hombre piadoso, y el más triste para el inicuo; éste, aunque hace uso de la noche para esconder su pecado, pese a todo teme a causa de aquello mismo en que consiste su seguridad. Zachary Bogan

Y mi oración al Dios de mi vida. Aquí podemos ver que la religión de David era una religión de oración tanto después de la liberación, como antes. El egoísta que dama en la tribulación habrá terminado con sus oraciones cuando haya terminado la tribulación.

Con David era al revés. La liberación de la tribulación fortalecía su confianza en Dios, enardecía sus peticiones y le proporcionaba nuevos argumentos... Hay una gran necesidad de oración después de la liberación, porque el momento de la liberación es con frecuencia el de la tentación; el alma está jubilosa y afloja su vigilancia. Henry March

Vers. 9. ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo? Es lamentable que haya que amputar un miembro a un hombre, pero cuando sabemos que la operación es necesaria para salvar su vida, estamos contentos de saber que ha sido realizada con éxito; incluso así, cuando está en marcha la prueba, el designio del Señor al enviarla se hace más fácil de llevar.

Vers. 10. Diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios? Tal era la malicia de los enemigos de David que, habiendo pensado en esta cruel pregunta, se la repiten constantemente, sin duda para enloquecerle, y quizá lo habrían conseguido de no haber él recurrido a la oración y hacer de las persecuciones de sus enemigos un motivo de ruego a su Señor. C. H. S.

David podía haberles dicho: «Dónde están vuestros ojos? ¿Dónde está vuestra vista? Porque Dios no sólo está en el cielo, sino en mí.» Aunque David no podía presentarse en el santuario, el alma de David era un santuario para Dios; porque Dios no está atado a un santuario hecho de manos. Dios tiene dos santuarios; tiene dos cielos: el cielo de los cielos y el espíritu quebrantado. Richard Sibbes

Las moscas en el campo, aunque sean pequeñas, pueden atormentar y enloquecer a un caballo de guerra; por ello, David dice: «Hasta romperme los huesos, mis enemigos me afrentan, diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios?» Frederick William Robertson

Vers. 11. Esperanza. La esperanza es como el sol, que cuando nos dirigimos hacia él proyecta la sombra de nuestra carga detrás. Samuel Smiles

Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío. La salud y la vida de tu gracia se hallan las dos, no en tu gracia, dice la fe, sino en Dios, el cual es tu Dios; por tanto, viviré y alabaré a Dios. No es de extrañar que el cristiano débil esté abatido y triste cuando ve su rostro enfermo en algún otro espejo distinto de éste. William Gurnall

¿Has visto brillar el sol en el mes de febrero, con el cielo azul, los setos a punto de brotar, las primaveras asomando la cabeza por la ribera del arroyo, y los pájaros jugueteando y cantando por entre los arbustos? ¿Has pensado que la primavera ya está aquí con su hermosura y sus fragancias suaves? Pero pasan unos 'días, vuelven las nubes, el aire es helado, los pájaros enmudecen y la nieve cubre el suelo, y dices que la primavera no va a venir nunca.

Y así, algunas veces, el joven convertido ve que sus temores son quitados y los consuelos del evangelio vertidos en su corazón, y la alabanza, la acción de gracias y un cántico nuevo brotan de su boca. Y cree, erróneamente, que sus tribulaciones son cosa del pasado. Pero pronto sus dudas reaparecen, sus consuelos menguan, le es quitada la luz y su espíritu está abrumado, y llega a la conclusión de que la salvación y todas sus bendiciones no son para él. Pero la  primavera, aunque llegue tarde, por fin extenderá su manto de belleza y de luz. H. G. Salter