miércoles, 31 de agosto de 2016

Nuestro Ayudador en la oración

Nuestro Ayudador en la oración

Leer | ROMANOS 8.26, 27

Mientras Jesús se acercaba al día de su muerte, se refería con frecuencia al Ayudador que enviaría a sus discípulos —y, finalmente, a todos los creyentes. El Espíritu Santo fue prometido, para que morara en los seguidores del Señor, y para que les diera poder e instrucción. Llamado por lo general el Consolador o Parakletos en griego, Él es quien viene a estar a nuestro lado para ayudarnos en todo lo que Dios nos llame a hacer.

Una de las responsabilidades del Espíritu Santo es ser nuestro Ayudador en la oración. La necesidad de orar que sentimos viene de Él. El Espíritu sabe de las tentaciones que nos acechan más adelante, o de las duras experiencias que pueden sucedernos; por tanto, Él nos impulsa a hablar con nuestro Padre celestial. Cuando usted sienta la necesidad de orar, lo último que debe hacer es ignorarla. En 1 Tesalonicenses 1.59 se nos dice: “No apaguéis el Espíritu”; en otras palabras, ignorar ese impulso divino es, en realidad, un pecado.

Al darnos la carga de orar por alguien, el Espíritu Santo nos ofrece la oportunidad de participar en la obra de Dios.

Esta carga en nuestros corazones de orar por nosotros mismos o por otros, es una demostración especial del amor de Dios. Al llamarnos a orar, Él comienza el delicado trabajo de hacernos sensibles a las circunstancias que nos rodean, o de prepararnos para una batalla que vendrá. Escuchar los impulsos del Espíritu Santo y permitirnos estar preparados, es la manera como nosotros le mostramos nuestro amor.

martes, 30 de agosto de 2016

Cómo aprender a perdonar

Cómo aprender a perdonar

Leer | MATEO 6.9-15

¿Le resulta difícil perdonar a quienes le han herido? Si es así, puede que las siguientes cuatro pautas le sean de mucha ayuda:

1. Reconozca y confiese delante de Dios que tiene un espíritu rencoroso. Aunque no siempre resulte fácil perdonar, a veces, somos el blanco de ofensas extremadamente dañinas. Sin embargo, no somos responsables por la conducta de otras personas, sino solo de la nuestra. Dios nos ha ordenado que seamos comprensivos y perdonadores. Si guardamos rencor, ese es nuestro problema, no de la otra persona; debemos arrepentirnos de este pecado y pedirle a Dios que nos ayude a superar nuestra falta de perdón.

2. Deje de estar pensando en la otra persona. Tome la decisión consciente, de dejar de pensar en el ofensor. Si se encuentra reviviendo constantemente los detalles de la conducta de la otra persona que le produjo la molestia, oblíguese a no hacerlo más.

3. Perdone al ofensor, y olvide el agravio. Mantener detalles frescos en la mente, le atrapa en un ciclo de dolor que solamente le afecta a usted. Decida más bien separar a la persona del recuerdo doloroso.

4. Perdone con carácter definitivo. El perdón genuino es completo. Esto significa que usted no puede “perdonar” a alguien, y después seguir hablando del tema. Perdone a esa persona, y después siga adelante.

Si usted se ha mantenido empecinado en la amargura, pida a Dios las fuerzas para perdonar. Y hágalo después, sin demora.

lunes, 29 de agosto de 2016

La dificultad de perdonar

La dificultad de perdonar

Leer | EFESIOS 4.30-32

Todos hemos sido heridos en algún momento u otro, y el ofensor puede muy bien haber sido alguien que amamos. A menudo tratamos de disimular el dolor con comentarios como: “Está bien”, o “No te preocupes por eso”. Sin embargo, pareciera que no podemos vernos libres de ese penetrante aguijón. ¿Por qué no somos capaces de olvidar?

Por el simple orgullo, y como resultado, la ofensa se convierte en mucho más de lo que deberíamos permitir. Se convierte en una cuestión de tipo personal, en vez de un error involuntario o de insensibilidad momentánea.

Otro factor por el que no perdonamos, es por la amargura. Nos volvemos resentidos cuando nos negamos a enfrentar nuestros sentimientos heridos, y dejamos que el asunto se vuelva una úlcera en nuestro corazón. Un sentimiento creciente de irritación se extiende por nuestro espíritu como una infección. Se ha dicho con razón que la amargura es como un veneno que uno prepara para otra persona, y luego se lo bebe uno mismo. Mientras la amargura destruye silenciosamente nuestra vida, la persona que nos hirió puede permanecer completamente ignorante de nuestros sentimientos.

A veces, nuestra lucha implica un malentendido en cuanto al perdón. O, podemos quedarnos sentados esperando una disculpa que nunca llega.

Si usted ha sido herido recientemente, pídale dirección a Dios. A veces, es conveniente acercarse al ofensor y decirle: “Hiciste esto, y eso me hirió. Pero te perdono, y me niego a dejar que esto destruya nuestra relación”.

viernes, 26 de agosto de 2016

El pecado después de la salvación

El pecado después de la salvación

Leer | 1 JUAN 2.1, 2

¿Cuántas veces ha pecado usted después de que recibió al Señor Jesús como su Salvador personal? Esta es una pregunta imposible de responder. La dura realidad es que toda persona peca —sí, incluso los cristianos.

Toda transgresión, antes o después de la salvación, surge del deseo de satisfacer nuestras necesidades prescindiendo de Dios. Siempre que tomamos los asuntos en nuestras manos y actuamos fuera de su voluntad, descendemos a un camino de tristeza y pecaminosidad.

La fe en Cristo trae una nueva relación con Dios, un nuevo espíritu, una nueva perspectiva de la vida, pero no desarraiga todo lo que queda de nuestra vieja vida. Seguimos teniendo el mismo cuerpo y la misma mente, que pueden llevarnos a las mismas dificultades.

¿Por qué pecamos aun después de la salvación? Porque se ha desatado una guerra interna entre nuestra “carne” y la vida producida por Cristo. Si no tomamos la determinación de reentrenar nuestras mentes, podemos esperar toda una vida de problemas.

La Biblia ofrece el remedio para este conflicto constante: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente” (Ro 12.2 NVI). Es decir, debemos llenar nuestra mente con las cosas de Dios, dejando que Él reoriente nuestros pensamientos.

¿Adónde le están llevando hoy sus pensamientos? ¿Están anclados en la Sagrada Escritura, o su forma de pensar simplemente lo conduce sin rumbo por la vida? Ese camino lleva al pecado. Comience ahora mismo a enfocar su mente en el Señor.

Seguros de la conversión

Seguros de la conversión

Leer | COLOSENSES 2.5-14

Si usted quiere mantenerse firme contra las asechanzas de Satanás, es necesario que aclare cualquier confusión que pueda tener en cuanto a su venida por fe al Salvador. Por tanto, consideremos tres pasos fundamentales que caracterizan el proceso de conversión:

1. Usted debe saber algo. Nunca podrá apreciar plenamente el significado de su conversión, hasta que entienda cómo era su condición sin el Salvador. Efesios 2.1 deja perfectamente claro que, abandonados a nuestra suerte, estábamos espiritualmente muertos. Si el Padre no hubiera provisto nuestra salvación por medio de su Hijo, no habría vida eterna para ninguno de nosotros.

2. Usted debe creer algo. La buena noticia es que el Señor no dejó que nos valiéramos por nosotros mismos. Proporcionó un medio de salvación que es accesible a todas las personas. Efesios 2.4-9 explica que nuestro amoroso Padre celestial, por su propia iniciativa, proveyó el medio por el cual podemos ser libres de nuestra deuda de pecado, y vivir con Él para siempre.

3. Usted debe recibir algo. Para tener cualquier regalo, usted debe primero abrir sus manos y recibirlo. El Padre está extendiendo la mano a la humanidad, ofreciendo su regalo de la salvación. Después que usted ha recibido lo que Él ofrece, es para que sea suyo para siempre (Ro 10.9-13).

¿Es usted un creyente investido de poder por el Espíritu de Dios, que se ocupa de la tarea que el Señor le ha asignado y que está completamente seguro de su salvación? Entonces, usted es una persona privilegiada. Si usted ha conocido, creído y recibido el regalo de Dios de la salvación puede vivir con un corazón confiado.

miércoles, 24 de agosto de 2016

Amados, pero Perdidos

Amados, pero Perdidos

Leer | JUAN 3.15-17

Muchas personas asumen que, puesto que Dios es amor, Él dará un lugar a todo el mundo en el cielo, pues no entienden las verdades básicas en cuanto a “perdidos” y “salvos”.

1. Todas las personas comienzan su vida como seres “perdidos”. Cuando Adán pecó (Gn 3), su espíritu se volvió malo y rebelde (Ro 5.12) al igual que los de todos los que hemos nacido después de él. Esa “naturaleza de pecado” que se transmitió de una generación a otra, hace que estemos “perdidos”.

2. La humanidad está muerta en delitos y pecados (Ef 2.1). Cuando Adán pecó, su relación íntima con Dios murió. Nosotros, sus descendientes, hemos nacido en ese estado de muerte. Aunque físicamente estamos vivos al nacer, nuestro espíritu —la única parte de nosotros que puede relacionarse con Dios— está muerto.

3. Somos seres eternos. Porque estamos hechos a imagen de Dios, nuestra alma es eterna. Pero la Biblia nos dice que quienes rechazan a Cristo como Salvador perecerán (Jn 3.16). Esto no significa que serán aniquilados, sino que estarán separados de Dios eternamente.

4. Es necesario el nuevo nacimiento (1 P 1.3). Para tener una relación con el Padre celestial, es necesario que la parte de nosotros que ha estado muerta para Dios sea ahora vivificada. Cuando ponemos nuestra fe en Cristo, la vida misma de Dios nace en nosotros, y pasamos de estar espiritualmente muertos y perdidos, a estar vivos y salvos.

Nuestro Padre celestial, por amor a nosotros, proveyó lo que necesitábamos —un Salvador. ¡Comience a predicar esta verdad!

martes, 23 de agosto de 2016

La prioridad número uno

La prioridad número uno

Leer | LUCAS 10.38-42

Cuando se dirigía a Jerusalén, Jesús se detuvo en Betania para pasar un tiempo con unos amigos a los que amaba —Lázaro y sus dos hermanas. Mientras Marta corría de un sitio para otro ocupándose de la comida, María estaba sentada escuchando al Señor.

En aquella época, la cultura dictaba que una mujer sirviera a los hombres en la casa. Al descansar a los pies de Jesús, María estaba desafiando las normas de su sociedad. Pero ésta era una mujer a la que le interesaba más su Señor, que hacer lo que era culturalmente apropiado. Cuando Marta se quejó, Jesús le dijo gentilmente que su hermana había tomado la decisión correcta. La prioridad número uno era pasar tiempo con Él.

Lo que era cierto para María y Marta, también lo es para nosotros hoy. Todo creyente necesita apartar tiempo para pasarlo diariamente con Dios. Hacerlo demuestra lo mucho que valoramos nuestra relación con Él, ya que las personas con las que pasamos más tiempo son las que más amamos.

Muchas veces, los creyentes se disculpan diciendo que están demasiado ocupados. Nos decimos a nosotros mismos: Solo necesito terminar unas pocas cosas, y después oraré y leeré la Biblia, pero siempre parece haber una nueva tarea que reemplaza a la ya terminada. Tenemos que decidir apartar tiempo para el Señor.

Puede ser difícil alterar nuestra agenda para dar a Dios el lugar que le corresponde. Pero ninguna otra relación en la vida se iguala a lo que tenemos en el Señor cuando hacemos de Él nuestra prioridad absoluta.

lunes, 22 de agosto de 2016

La senda de la paz

La senda de la paz

Leer | FILIPENSES 4.6,7

Todos tenemos responsabilidades, ya sean con el trabajo, la familia, la comunidad o la iglesia, y con razón podemos sentir algo de preocupación acerca de cómo cumplir con estos compromisos. Pero cuando a nuestra preocupación natural le falta equilibrio, el resultado es la ansiedad.

Aunque Pablo enfrentó pruebas extremas (2 Co 11.23-28), podía decir: “Por nada estéis afanosos”. Entendía que la ansiedad revela falta de fe —no es posible estar ansioso y al mismo tiempo confiar en Dios. El desasosiego también agota las energías, divide la mente y entorpece el servicio efectivo al Señor, porque mantenemos nuestro enfoque en nosotros mismos, en vez de en Dios.

Para mantener el equilibrio en cuanto a las preocupaciones, debemos presentar nuestras peticiones a Dios (Fil 4.6), quien está listo y dispuesto para encargarse de cualquier preocupación que le traigamos. Hacemos esto por medio de...

• La oración. La palabra griega implica adoración a Dios y el reconocimiento de sus atributos, no expresión de pensamientos llenos de pánico.

• El ruego. Nuestro clamor humilde comunica nuestra total dependencia del Dios todopoderoso.

• La acción de gracias. Debemos acercarnos a Dios, no con reproches o quejas, sino con gratitud porque Él usará finalmente la dificultad para nuestro bien, como lo ha prometido (Ro 8.28).

Filipenses 4.7 dice que si traemos nuestras peticiones a Dios, el resultado será su paz maravillosa e inefable. Siendo así, debemos aprender a ir a Él primero, y no dejarlo como el último recurso.

sábado, 20 de agosto de 2016

La defensa de nuestros principios

La defensa de nuestros principios

Leer | APOCALIPSIS 2.12-17

Todos admiramos a hombres y mujeres dispuestos a pagar un alto precio por lo que creen. Al mismo tiempo, hacemos bien en no confiar en todas las personas de convicciones firmes, pues como vemos muy a menudo en las noticias, es posible tener creencias erróneas sin base en la Palabra de Dios.

Aun como cristianos debemos ser cuidadosos, o podemos fácilmente confundir las preferencias personales con las convicciones. No debemos construir el fundamento de nuestra vida con creencias que no sean totalmente bíblicas. El apóstol Pablo nos dice que la calidad del trabajo de cada persona será probada por el fuego (1 Co 3.13), y eso incluye lo que creemos.

Tal prueba la experimentó una iglesia de una pequeña ciudad llamada Pérgamo, en Asia Menor. Era un lugar al que el Señor Jesús llegó a decir que el trono de Satanás estaba allí. Hombres impíos estaban difundiendo las enseñanzas de Balaam y de los nicolaítas en la iglesia local. Pero, un hombre llamado Antipas, estaba firmemente convencido de que esos hombres debían ser confrontados. Por tanto, dio un paso al frente para enfrentarlos, pagando con su vida.

Sí, Antipas fue asesinado, pero escuchemos el honor que el Señor mismo le hizo: Se refirió a este santo como “mi testigo fiel”. Y elogió a la iglesia en Pérgamo con estas palabras: “Retienes mi nombre, no has negado mi fe, ni aun en los días [de] Antipas” (Ap 2.13).

Gracias a Dios que la prueba de nuestra fe, aunque probada por fuego, “[será] hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 P 1.7).

viernes, 19 de agosto de 2016

Nuestras convicciones

Nuestras convicciones

Leer | GÉNESIS 39.1, 4, 6-9

La única manera que usted tiene para protegerse de la mentira, es saturar su mente con la verdad. Por tanto, debe pasar tiempo con la Biblia fortaleciendo sus convicciones con la realidad de Dios, para poder reconocer la falsedad.

Esto se parece a la manera como un cocinero crea su propia versión de una receta. Mientras cambia los ingredientes, hace pruebas repetidas de sabor; solo mediante la comparación de su creación con la receta original puede determinar la autenticidad de su propia receta.

La Palabra de Dios es nuestra norma. Revise sus convicciones. ¿Qué cree usted en cuanto al matrimonio? ¿Es de por vida? ¿O cree que está bien divorciarse cuando se vuelva inconveniente o entorpezca su estilo de vida? ¿Y qué de los hijos? ¿De los amigos? ¿Del dinero? ¿De la moralidad? ¿De la iglesia? ¿Qué de esos temas de los que tanto se habla en la actualidad?

Si usted no está seguro de su posición en algunos de estos temas, es imperativo entonces que se siente con una Biblia y comience a investigar, hasta que escuche las respuestas de Dios. Encuentre los pasajes de la Escritura que tengan que ver con cada área, y pregunte al Espíritu Santo: “¿Qué significa, en realidad, este pasaje?”

No basta con preguntarse: “¿Cómo puedo interpretar este pasaje de una manera que me convenga?” El mundo funciona con esa filosofía, que se conoce como relativismo moral. En vez de ello, pídale al Señor que Él moldee sus convicciones por medio de su Palabra. Es maravilloso cómo le preparará y fortalecerá el Espíritu Santo para defender lo que cree.

jueves, 18 de agosto de 2016

No más condenación

No más condenación

Leer | ROMANOS 8.33-39

Toda persona nace bajo condenación. Por la decisión de Adán y Eva en el huerto del Edén, cada persona nacida desde entonces ha venido al mundo con una naturaleza pecaminosa. En consecuencia, todo el mundo necesita un Salvador, y Dios, por su amor y su misericordia, ha provisto uno en su Hijo Jesucristo. Quienes lo rechazan permanecen bajo condenación. Su veredicto de culpables no ha sido anulado, y por eso deben pagar el castigo por violar las leyes de Dios.

Tal vez esto parezca injusto, pero es importante recordar que Dios siempre ha hecho posible nuestra comunión con Él, a pesar de que solo Él es perfectamente santo y justo. La razón por la que creó a Adán y Eva con libre albedrío, es para que no fuéramos unos robots; Él quería disfrutar de un amor real y de una comunión verdadera con sus hijos.

Pero esos primeros seres humanos cayeron porque tomaron malas decisiones, como cualquiera de nosotros lo hubiera hecho. ¡Qué maravilloso que Dios nos haya dado la oportunidad de restaurar nuestra relación con Él mediante el sacrificio expiatorio de Cristo por nuestros pecados! Él es el Creador, y por eso no tenemos derecho a cuestionar su plan. No merecemos nada, pero Dios nos ha dado todo, incluyendo el acceso a Él en cualquier momento.

En vez de condenación, lo que tenemos es la salvación eterna una vez que ponemos nuestra fe en el Señor Jesús como Salvador. ¡Alabado sea Dios! Hemos sido liberados del castigo por nuestro pecado, y hechos libres para vivir eternamente en la gracia de Cristo.

miércoles, 17 de agosto de 2016

Convicción de pecado o condenación

Convicción de pecado o condenación

Leer | ROMANOS 8.1, 2

A veces, es fácil aun para los creyentes ser confundidos, porque las emociones pueden ser engañosas. Por esta razón, no es prudente confiar en los sentimientos o basar nuestras decisiones en ellos.

Pero ¿qué de los momentos cuando usted se siente inseguro? Probablemente puede recordar períodos cuando estuvo sintiendo la convicción del Espíritu Santo, pero se preguntaba si eso podía ser más bien una condenación proveniente del enemigo.

Hay una diferencia entre la emoción y la verdadera convicción o conciencia de haber pecado (Jn 16.7, 8). El Espíritu Santo provoca la convicción de pecado como una expresión de su amor, porque Él quiere mantenerle a usted en el camino correcto. Una manera segura de saber si se trata de una convicción del Espíritu Santo, es que Él siempre identificará algo específico (Sal 51.3, 4; Lc 22.60-62). Dios no dudará en poner su dedo en cualquier cosa que esté fuera de su voluntad.

Por el contrario, Satanás tratará de inspirar sentimientos de culpa y condenación, susurrándole: “¿Y te llamas cristiano? ”. El enemigo quiere agobiarlo de tal manera, que se vuelva inútil para el Señor. Cuando los creyentes deciden escuchar esa voz engañosa, pueden llegar a sentirse incapaces por las falsedades del padre de mentiras.

El Espíritu Santo utiliza la convicción de una manera positiva, para prevenir contra el peligro al creyente que se ha descarriado, para hacerlo volver al camino que el Señor ha dispuesto para él. Afortunadamente, este es uno de los incesantes actos de amor de Dios.

Jesucristo vino a darnos libertad

Jesucristo vino a darnos libertad

Leer | LUCAS 4.14-19

Al volver a su ciudad, Jesús entró en la sinagoga y, para asombro de todos los que estaban allí, leyó su descripción de trabajo, del libro de Isaías. Tal vez algunas personas en la congregación estaban confundidas por su afirmación de que fue enviado para pregonar libertad a los cautivos y poner en libertad a los oprimidos (Lc 4.18). ¿Quiénes eran esos cautivos? ¿Iba Él a tomar por asalto las prisiones?

Jesús estaba hablando de cadenas espirituales, no físicas. Todos nacemos con una naturaleza pecaminosa, y todos estamos esclavizados al pecado hasta que las cadenas son rotas por la fe en el Salvador. Pero incluso después de la salvación, Cristo está librándonos de cosas que nos atrapan y que obstaculizan nuestra relación con Él. El Señor nos hace libres…

• Del error: La Palabra de Dios nos protege de los errores y las mentiras que Satanás utiliza para bombardearnos.

• De las malas acciones: El Espíritu Santo nos da poder para resistir la tentación y vivir correctamente.

• De la esclavitud emocional. El Señor no quiere que nos controle el temor, la culpa, la envidia, los celos, la amargura, el resentimiento o la baja autoestima. Sí aprendemos a confiar en Él en cada situación, Él nos hará libres de estos sentimientos negativos.

Muchos cristianos viven en esclavitud sin darse cuenta. Saben que algo está mal, pero no pueden enderezar sus vidas. A pesar de todos sus esfuerzos por “mejorar”, siguen fracasando. Ningún prisionero tiene la llave para abrir la puerta de la celda; sin embargo, Jesucristo está parado fuera, llamando: “¡Confía en mí, y yo te haré libre!”

lunes, 15 de agosto de 2016

El sentimiento de la insatisfacción

El sentimiento de la insatisfacción

Leer | ISAÍAS 55.1, 2

¿Alguna vez se ha parado frente al refrigerador, tratando de encontrar algo para satisfacer una vaga sensación de vacío? No está buscando nada específico, pero sabe que necesita algo. Probablemente, nada de lo que haga servirá, porque el espacio vacío no está en su estómago sino en su alma.

Ya sea que busque comida, prestigio, posesiones o compañía, nuestras almas están tratando de encontrar satisfacción continuamente. Pero nada en este mundo va a llenar ese vacío, ya que fuimos creados para relacionarnos con Dios, Él puso en lo más profundo de nosotros el anhelo de buscarlo. Aunque es posible que no identifiquemos ese vacío como tal, todos conocemos el sentimiento de insatisfacción que a veces se filtra en nuestras almas. Cada vez que buscamos satisfacción en cosas del mundo, terminamos con desengaño y desilusión.

Hay dos posibles menús de donde podemos elegir para llenar nuestro vacío. El menú de Satanás es grande y lleno de cosas atractivas que parecen prometer satisfacción y placer: dinero, amistades, notoriedad, aceptación o reconocimiento. Todo lo que Satanás ofrece parece la clase de vida que traerá satisfacción, pero es un engaño. En cambio, el menú de Dios es bastante pequeño. De hecho, solo tiene un “plato”: Jesús. Él es el único capaz de llenar el vacío.

¿Ha encontrado usted la satisfacción que busca, o tiene una vaga sensación de descontento en su alma? Haga del Señor Jesús su máxima prioridad, y dedique tiempo para pasarlo tranquilo y enfocado en Él. El Señor le va a satisfacer como nada más puede hacerlo.

sábado, 13 de agosto de 2016

El poder divino del creyente

El poder divino del creyente

Leer | JUAN 16.5-15

En Mateo 13.11, el Señor Jesús dijo a sus discípulos: “A vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado”. Como seguidores de Cristo, nosotros, también, tenemos el privilegio de conocer todas las verdades que Dios ha querido revelar en las Sagradas Escrituras.

Pero ¿siente algunas veces que otros creyentes han logrado resolver el misterio de cómo regocijarse en medio del sufrimiento, vencer el pecado, perdonar lo imperdonable o vivir una vida de amor de maneras que usted todavía no ha descubierto?

Si esa es su situación, entonces le tengo buenas noticias: el secreto para vivir la vida cristiana es llegar a ser un buen amigo del Espíritu Santo. Él tiene todas las cualidades para ese rol, y no le defraudará. La Biblia nos enseña que el Espíritu Santo es alguien en quien podemos apoyarnos, quien nos ayuda a tomar las decisiones correctas, y con quien podemos compartir nuestros sentimientos más profundos (Jn 14.17; 16.13; 2 Co 13.14).

Pero el Espíritu Santo ofrece a los creyentes mucho más. Él nos ama, nos protege y nos ayuda cuando oramos. También actúa en y a través de nosotros con poder divino, y nos ayuda a ser como Jesús.

El Espíritu de Dios es una persona con quien podemos tener una relación personal, y que desea lo mejor para nosotros. Pídale que se haga evidente en su vida por medio de las Sagradas Escrituras, y esté preparado para tener a un amigo como ningún otro en la Tierra —uno que está con usted todo el tiempo, susurrándole la misericordia del Padre celestial y el amor del Salvador para con usted.

viernes, 12 de agosto de 2016

¿Quién es el Espíritu Santo?

¿Quién es el Espíritu Santo?

Leer | JUAN 14.16-18

Si le preguntaran a usted quién es el Espíritu Santo, ¿diría que es una energía o una persona? La Biblia enseña claramente que el Espíritu de Dios es una persona, y Él...

• Es un miembro de la Deidad. La Trinidad está formada por Dios Padre, Dios Hijo, y Dios Espíritu Santo.

• Actúa como una persona. Él vive, da testimonio, enseña, convence, guía y habla.

• Tiene una personalidad, que se manifiesta por medio de conocimiento, pensamientos, voluntad y palabras.

• Tiene varios nombres, entre ellos: Espíritu de Santidad, Espíritu de Cristo y Espíritu de Dios, todos los cuales indican su naturaleza divina.

• Puede ser tratado —o maltratado— como cualquier persona: Se le puede mentir, resistir, obedecer y llamar.

Sin embargo, muchos creyentes no creen que el Espíritu de Dios sea alguien a quien pueden conocer. Quizás estos cristianos han interpretado mal los versículos que hablan del “Espíritu Santo”, o han recibido una enseñanza incompleta acerca de Él. O, tal vez, cuando leen acerca de su poder, asumen que “poder” es todo lo que Él es. Incluso, pudiera ser que su iglesia se ha concentrado en el Padre y/o en el Hijo, dejando fuera al Espíritu Santo.

Si creemos cualquier cosa que no sea lo que la Biblia enseña sobre el Espíritu Santo, entonces no experimentaremos la vida que Dios quiso que tuviéramos.

La solución es fácil: pida al Espíritu Santo que le indique mediante la Biblia quién es Él, para que pueda conocerlo en toda su plenitud. Él es quien le ayudará a encontrar en Cristo una vida radiante, poderosa, placentera y victoriosa.

jueves, 11 de agosto de 2016

Los deseos y las necesidades

Los deseos y las necesidades

Leer | FILIPENSES 4.19

A veces, las personas consideran que un deseo es una necesidad. El corazón puede estar tan consumido por un deseo, que satisfacerlo parece ser crucial.

Los creyentes que se preguntan por qué no han recibido lo que deseaban, deben responder a esta pregunta: ¿Es tal necesidad esencial para cumplir el propósito de Dios, o solo para mi disfrute personal? Si no podemos realizar el plan de Dios sin algo, entonces es una necesidad, y Él responderá cuando le presentemos el asunto en oración (Fil 4.19).

A Dios también le agrada satisfacer nuestros deseos que estén dentro de los límites de su propósito y su voluntad. Las cosas que anhelamos producen placer, diversión o una sensación de alegría. Muchas son buenas y dignas de tenerse, pero pueden convertirse en problemáticas cuando las consideramos esenciales para nuestros planes. Dios no está obligado a concedernos nuestros deseos o satisfacer nuestros planes, sino los suyos. Sin embargo, Él dice que quienes le busquen no tendrán falta de ningún bien (Sal 34.10). Mateo 6.33 nos dice que debemos buscar al Señor por encima de todo. Eso significa hacer que nuestros deseos estén sujetos a su voluntad. Y si nos deleitamos en el Señor (Sal 37.4), Él también dará forma a nuestros deseos para que sean más beneficiosos.

El Padre celestial quiere ser la mayor delicia para sus hijos —el Único en quien se encuentran la plenitud y la satisfacción. Cuando esto es cierto en la vida del creyente, éste no necesitará muchas “cosas”, diversiones u otras personas para ser feliz. El gozo genuino lo encontrará en el Señor.

Cuando se ignora a la conciencia

Cuando se ignora a la conciencia

Leer | 1 TIMOTEO 1.18, 19; 4.1, 2

¿Está usted tomando ciertas decisiones hoy que su conciencia no habría aceptado en el pasado? Si es así, usted se ha insensibilizado con el paso del tiempo.

Dios usa nuestra “brújula moral” interna, junto con la guía del Espíritu Santo, para dirigir nuestras decisiones. La conciencia sirve como un “sistema de alarma” que protege al cristiano cuando está a punto de caer en pecado. Sin embargo, la práctica constante del pecado puede hacer que perdamos la capacidad de percibirla.

El perverso proceso comienza si decidimos desobedecer, y luego negarnos a encarar nuestra rebeldía. La conciencia nos alerta una y otra vez, pero al final se cerrará y se volverá inoperante si persistimos en ignorar la señal de alarma. Cuando eso sucede, ya no hay mas señales del corazón que nos señalen el camino de vuelta a Dios.

Una manera de ver esto es imaginar que todas las señales de tránsito han sido eliminadas: es una receta para el desastre. No hacer caso a las “luces rojas” en nuestra vida, puede hacernos pensar equivocadamente que podemos avanzar, cuando lo que debemos es aplicar los frenos.

Hágase un autoanálisis para comprobar si sus señales internas están en buenas condiciones. Si no están funcionando bien, arrepiéntase delante del Señor, y busque la compañía de otros creyentes para rendirles cuentas. Una sana conciencia bien vale el esfuerzo.

No tarde. La Biblia nos advierte que tenemos un enemigo real que desea apartarnos de la santidad y llevarnos a la perdición. Dios utiliza una conciencia limpia para guiarnos, protegernos y conducirnos a su luz y a su paz.

lunes, 8 de agosto de 2016

El peligro del dinero

El peligro del dinero

Leer | 1 TIMOTEO 6.6-19

El dinero no es bueno ni malo. No obstante, el afán por él puede ser muy peligroso para nuestras almas.

Dios creó a la humanidad para que le amara, pero desde la tentación en el huerto del Edén, la gente entregó su corazón a deseos inferiores. El amor al dinero no solo le roba a Dios su debido lugar; también roba el contentamiento, lleva a diversas tentaciones, y puede hacer que nos apartemos de nuestro Creador.

Pero la cantidad de dinero que tengamos no es la fuente del problema. La raíz tiene su origen en los deseos del corazón. Nunca nos parece que tenemos suficiente, no importa cuál sea nuestra situación económica. El atractivo del dinero promete placeres y seguridad, pero si nos consagramos a la búsqueda de las riquezas, descubriremos que solo conduce a la perdición y al sufrimiento.

Marcos 4.19 habla del “engaño de las riquezas”. Haga memoria del día cuando compró algo que realmente necesitaba. ¿Recuerda la satisfacción que le producía ese artículo cuando estaba nuevo? ¿Qué me dice de ahora? ¿Se siente de la misma manera? La satisfacción que dan las cosas materiales es pasajera y, por tanto, se hace necesaria la búsqueda de más para recuperar la misma sensación de gratificación.

El placer duradero y la seguridad se encuentran únicamente en Dios. Él “nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1 Ti 6.17). Pero si dejamos que los bienes se conviertan en nuestro deseo principal, perderemos nuestro contentamiento. Busque al Señor por medio de su Palabra y la oración; al aprender a deleitarse en Él, usted descubrirá la satisfacción verdadera para su alma.

sábado, 6 de agosto de 2016

El éxito y el dinero

El éxito y el dinero

Leer | LUCAS 12.13-21

La creencia de que tener dinero equivale a tener éxito, es un error generalizado. Éxito verdadero significa llegar a ser lo que Dios quiere que uno sea, y hacer el trabajo que Él nos ha encomendado. Jesús dijo que el hombre de Lucas 12 fue un necio, porque pasó su vida procurando tener riquezas, pero no fue rico para con el Señor.

La actitud de idolatría por el dinero se revela por el deseo insaciable de tener más. Así pues, siempre que la preocupación por el dinero ocupa el primer lugar en nuestros pensamientos y comienza a dictar nuestras metas y nuestros deseos, podemos saber que hemos sucumbido al pecado de la avaricia. Angustiarse por el dinero es, en realidad, una señal de advertencia de que no solo hemos puesto mal nuestras prioridades, sino también una falta de confianza en Dios.

El dinero es muy importante para la vida, pero nunca debe tomar un lugar más alto de lo que el Señor quiere. Todo le pertenece a Dios. Nosotros somos simplemente mayordomos de todo lo que Él nos confía, y un día daremos cuenta de cómo usamos lo que nos dio para administrar. Nuestra meta no debe ser volvernos ricos, sino ser hallados fieles.

En su gran sabiduría, el Señor ha dispuesto un remedio para nuestra tendencia a estimar demasiado al dinero. Darlo rompe las ataduras de la codicia, nos enseña a confiar en el Señor y obedecerle, y es una oportunidad por medio de la cual podemos acumular tesoros en el cielo.

Si su hambre por las riquezas de este mundo es más grande que las riquezas de conocer a Dios, está subiendo por la escalera equivocada del éxito.

viernes, 5 de agosto de 2016

Cuando nos invada la soledad

Cuando nos invada la soledad

Leer | SALMO 25.18

Como creyentes, tenemos un Padre que nos ama y desea lo mejor para nosotros. Somos parte de una familia espiritual con muchos hermanos. Pero entonces, ¿por qué, a veces, nos sentimos solos, incluso cuando no atravesemos ninguna crisis?

La mayor soledad que puede experimentar una persona se debe a su separación del Padre celestial. Es un problema espiritual cuya fuente es el pecado. Experimentamos una ruptura de nuestra comunión con el Señor cuando lo desobedecemos y hacemos lo que nos place. El remedio es la confesión a Dios (1 Jn 1.9), lo cual lleva a restaurar nuestra comunión con Él. Si nos negamos a reconocer nuestro pecado, la separación se vuelve peor.

El afán y las preocupaciones por las cosas de este mundo causan también soledad. A veces, hacemos a un lado el tiempo con Dios para ocuparnos de nuestras obligaciones. Para vencer la soledad, dedique tiempo para reconectarse con Dios por medio de su Palabra; nútrase con el conocimiento de su amor, y medite en sus grandes promesas (Ef 3.16-18).

Estar en armonía con el Señor renueva nuestro propósito y nuestras fuerzas. Hace posible que la sensación de soledad disminuya, la esperanza reemplace al desánimo y nuestro enfoque cambie. Es importante que busquemos oportunidades para practicar la reciprocidad —alentando, sirviendo, amando y ayudando a las personas que nos rodean.

Cuando David se sentía solo y aislado, se volvía al Señor y buscaba su ayuda. El tiempo con Dios es tanto el antídoto contra la soledad como la protección contra ella.

jueves, 4 de agosto de 2016

Los momentos de tentación

Los momentos de tentación

Leer | 1 CORINTIOS 10.6-13

La Biblia enseña que todos seremos tentados a actuar en contra de los mandamientos de Dios. Ayer vimos que debemos resistir la tentación cuando tengamos demasiada hambre, enojo, soledad o cansancio. Es decir, somos sabios cuando nos alimentamos regularmente, experimentamos la paz que Dios ofrece, nos mantenemos en contacto con otras personas y descansamos lo suficiente.

Pero ¿de dónde proviene el deseo de pecar? Las fuentes de la tentación pueden ser el mundo donde vivimos, el diablo o algo dentro de nosotros. El mundo quiere que nos unamos a él en su interés egoísta por los placeres. Satanás quiere que nos alejemos de Dios. Y nuestra naturaleza carnal quiere que tengamos el control, no Dios.

¿Nos tienta Dios? No, conforme a Santiago 1.13. Nuestro Padre celestial no quiere que hagamos lo malo; sin embargo, nos probará para revelarnos nuestras motivaciones y actitudes. También utiliza los momentos de pruebas para transformarnos a la semejanza de Cristo. Lo que Él hace es siempre para nuestro bien.

Recuerde que no peca por el hecho de ser tentado. Jesús mismo fue tentado por el diablo en un momento de mucho cansancio y necesidad física, después de pasar cuarenta días en el desierto sin comida. Por tanto, no se juzgue a sí mismo con dureza cuando se sienta tentado a hacer algo malo. Solo cuando cedemos a la tentación, cruzamos la línea, y pecamos.

El Señor sabe exactamente cómo librar a cada uno de nosotros de las tentaciones que encontramos. La pregunta es: ¿Qué tan bueno es usted respondiendo a su dirección?

miércoles, 3 de agosto de 2016

Momentos de debilidad

Momentos de debilidad

Leer | 2 SAMUEL 11.1-5

La Biblia está llena de ejemplos de hombres y mujeres que pecaron contra el Señor en momentos de debilidad. Estas historias verdaderas, que comenzaron con el relato sobre Adán y Eva, nos han sido dadas para nuestra enseñanza (1 Co 10.11). El Padre celestial quiere que aprendamos de los errores de otros.

La ociosidad dejó que la mente del rey David pensara en el adulterio con Betsabé.
El agotamiento llevó a Elías a considerar que la muerte era preferible a la vida (1 R 19.4). El orgullo pudo llevar a pecar a Saul (1 Samuel 15) La lujuria pudo haber estimulado a Salomón a desear muchas esposas, incluyendo a algunas incrédulas (1 R 11.1-3). Añadamos a esto una sensación de vacío espiritual o emocional, y tenemos al menos cuatro situaciones que son terreno fértil para la tentación. Estoy seguro de que cada uno de nosotros puede identificarse con uno u otro de estos casos.

Aunque hay muchas clases de tentaciones, todas siguen un patrón semejante. El ojo ve, la mente desea y la voluntad actúa. El rey David miró a la esposa de Urías, averiguó quién era, y después actuó. Otro israelita, Acán, que ayudó en la conquista de Jericó, observó todas las riquezas materiales, codició en su mente, y tomó lo que apeteció (Jos 7.20-21).

No importa cuál sea su debilidad, toda persona es responsable en última instancia de sus acciones. Por eso, en momentos de debilidad tenga cuidado si tiene mucha hambre, enojo, soledad o cansancio. Fije su atención en el Señor, saque fuerzas de Él, y experimente la victoria sobre la tentación.

martes, 2 de agosto de 2016

El Señor Jesús: La puerta al Padre

El Señor Jesús: La puerta al Padre

Leer | JUAN 14.6-11

Millones de personas dicen conocer a Dios, y por eso se identifican como cristianos. Pero muchos de ellos no creen que Jesús es el Hijo de Dios. El hecho es que una persona no puede llegar al Padre celestial, a menos que haya recibido a Cristo como su Salvador y establecido una relación personal con Él.

Jesús es la puerta a la salvación. No basta con decir que uno “conoce a Dios”. Sin fe en Jesús, es imposible venir al Padre (Jn 14.6). Puesto que Dios es santo, no puede tolerar al pecado en su presencia. Pero todas las personas son pecadoras (Sal 53.3; Is 53.6). Jesús murió en nuestro lugar para pagar nuestra deuda, y de esa manera cerrar la brecha entre el hombre impuro y el Dios santo. Cualquier persona que reciba su sacrificio por el pecado es perdonada, declarada justa, y recibida con agrado al compañerismo con Dios.

Jesús es la puerta a la revelación. Él fue la representación en la Tierra de su Padre en el cielo. La vida de Cristo entre los hombres nos ofrece la imagen más completa que tenemos del Padre. Las acciones, las decisiones y las enseñanzas de Jesús revelan cómo piensa y qué desea de nosotros el Todopoderoso.

Jesús dijo que Él y su Padre son uno (Jn 10.30). Excluir a Cristo de las creencias o las prácticas religiosas, deja a las personas con un concepto inexacto del Creador. No somos salvos por obras, sino por la fe, a través de la gracia (Ef 2.8, 9). Y la fe que Dios valora es la creencia de que “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras, y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Co 15.3, 4)

lunes, 1 de agosto de 2016

Guiados por el Buen Pastor

Guiados por el Buen Pastor

Leer | SALMO 34.9, 10

Como nuestro Buen Pastor, el Señor cumple muchos roles. El sábado lo vimos como un pastor perdonador. Él es también un pastor proveedor: conoce nuestras necesidades aun antes de que le pidamos ayuda, y se deleita en suplir esas carencias (Mt 7.9-11). Eso significa, en términos prácticos, que Él sabe lo que necesitamos física, emocional y espiritualmente.

Pero Dios no solamente nos da su provisión; Él es también un pastor protector, que nos defiende de los ataques. Notemos en el Salmo 23.4 qué es lo que alienta al escritor: la vara y el cayado del Señor. Los pastores de la antigüedad usaban estos dos implementos para defender a sus ovejas de animales feroces. Dios va delante de nosotros, quitando de nuestro camino las trampas del enemigo.

Pero es importante notar lo que no dice el salmo 23. Por mucho que queramos evitar los tiempos difíciles, este pasaje no nos dice que Dios nos conducirá alrededor del “valle de sombra de muerte” (v. 4). Por el contrario, nos conduce a través de él. Esto significa que el plan de Dios exige, por lo general, que pasemos por circunstancias dolorosas, enfrentando esas sombras y esos lugares oscuros en nuestras vidas. Sin embargo, en medio de nuestro difícil viaje, podemos mantenernos confiados si seguimos con nuestra mirada puesta en el Pastor, quien nos conduce a salvo al hogar celestial.

¿Ha experimentado usted la provisión del Señor, para luego caer en la duda y en temor por alguna pérdida o adversidad? Él no le ha abandonado. Dios sigue siendo el Buen Pastor, y le está conduciendo en medio de la oscuridad a luz donde Él está.