jueves, 24 de agosto de 2017

Cómo mantener el rumbo


Cómo mantener el rumbo
Leer | 1 Corintios 9.24-27
La vida cristiana se puede comparar con una carrera que tiene un rumbo predeterminado y una línea de llegada en la eternidad. Cada hijo de Dios tiene una ruta diseñada especialmente por el Señor. Nuestra meta es permanecer en el buen camino, y correr con la mirada puesta en Jesús. Gracias a que Él corrió y terminó la carrera perfectamente, tiene la capacidad de mostrarnos el camino.
Al igual que sucede con cualquier carrera, el camino está lleno de obstáculos que amenazan con hacernos tropezar o desviar. Las tentaciones nos atraen a los que pensamos que son exuberantes pastos verdes, mientras que las ocupaciones pueden llevarnos por caminos que terminan agotándonos. La ansiedad y el temor se apoderan de nuestras mentes, y las emociones nos llevan a situaciones en las que el Señor nunca quiso que estuviéramos.
Aunque los pecados presentan los impedimentos más evidentes, otros obstáculos son más sutiles. Todo lo que tiene prioridad sobre nuestra relación con el Señor puede hacernos tomar el camino equivocado. Debido a que la participación en las actividades cotidianas son necesarias, podemos dejar fácilmente que la familia, el trabajo y los placeres nos desenfoquen. Curiosamente, inclusive las bendiciones de Dios pueden convertirse en obstáculos en la carrera cuando comenzamos a buscarlas más que al Señor mismo.
Tenemos que recordar que la meta no es mantenernos enfocados en el camino, ni tratar de encontrar el que más nos convenga. Lo que tenemos que hacer es fijar nuestra mirada en el Señor Jesús. Él no solamente es nuestra guía, sino también nuestro destino.

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