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lunes, 31 de octubre de 2016

Las características de la chismografía

Las características de la chismografía

Leer | Santiago 3.5-8

La chismografía no es un tema popular, pero sin duda una actividad popular. Muchas personas malgastan el tiempo en habladurías acerca de otros, por lo general con la intención de criticar y juzgar. Por desgracia, los creyentes muchas veces son tan culpables de chismear, como los no creyentes. Pero nuestro Padre celestial quiere que veamos esta práctica del chisme tal y como es.

El apóstol Pablo coloca la chismografía en medio de pecados como el engaño, la malicia, la calumnia y la arrogancia (Ro 1.29, 30 NVI). El chisme es embaucador y difamatorio, y está acompañado por la vileza y la soberbia. Todas estas son características de los “aborrecedores de Dios”, según el apóstol. En otro pasaje que describe las prácticas impías, Pablo coloca al chisme en el centro de ellas. Y, por supuesto, todo el mundo sabe que el último decreto de los Diez Mandamientos es: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” (Ex 20.16).

La chismografía no concuerda con quienes somos hijos de Dios. Así como no se puede tener veneno y agua pura saliendo de la misma corriente, el cristiano no puede tener una conversación que honre a Dios y al mismo tiempo chismear de otros. Cuando de nuestros labios salen palabras dañinas, demostramos lo que albergamos en nuestro corazón. Sin embargo, Dios se ocupa de limpiar los corazones. Si permitimos que el chisme, el engaño y la malicia se introduzcan en nuestra vida— debemos orar como lo hizo David: “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío” (Sal 19.14).

sábado, 29 de octubre de 2016

El Espíritu Santo prometido

El Espíritu Santo prometido

Leer | Juan 14.23-26

Jesús aseguró a sus seguidores que les convenía que Él se marchara de la Tierra. Así podría enviar su Espíritu, que juega un papel esencial en la vida de cada creyente (Jn 16.7).

El Espíritu Santo que habita en nosotros nos sirve como:

• Seguridad. En el momento de la salvación, somos sellados en Cristo por la tercera persona de la Trinidad. La presencia del Espíritu de Dios nos marca como hijos del Padre, y garantiza que perteneceremos a Él para siempre (Ef 1.13, 14).

• Ayudador. El Espíritu Santo provee sabiduría, conocimiento y entendimiento (1 Co 2.12). Por ser divino, conoce maneras de ayudarnos que ningún simple mortal puede siquiera imaginar. Él nos fortalece cuando estamos debilitados, y ora por nosotros cuando no sabemos cómo hacerlo (Ro 8.26).

• Guía. El Espíritu Santo puede dirigirnos apropiadamente pues conoce la verdad de cada situación, los corazones de las personas que nos rodean, y nuestros motivos y actitudes. Su guía será siempre correcta porque Él conoce la voluntad del Señor para nosotros (1 Co 2.9-11). Podemos confiar en lo que Él dice, pues no habla por su propia iniciativa, sino comunica lo que escucha del Padre (Jn 16.13, 14).

• Fuente de poder espiritual. El Espíritu libera su poder en nuestras vidas con el fin de que realicemos un servicio fructífero y vivamos en santidad (Ef 3.16). Esta autoridad divina está siempre a nuestra disposición si nos rendimos a su control.

El Espíritu santo es plenamente Dios, y vive dentro de nosotros para que llevemos a cabo los propósitos divinos del Dios trino. ¿Está usted siguiendo su dirección?

viernes, 28 de octubre de 2016

La promesa del Padre

La promesa del Padre

Leer | Hechos 1.1-8

La Biblia es un libro de promesas, cada una de las cuales está garantizada por la naturaleza inmutable del Señor (2 Co 1.20). Una promesa preciosa es que los que ponen su fe en el Señor Jesús como Salvador, no estarán solos jamás. Nuestro Padre celestial ha prometido enviar su Santo Espíritu para que habite dentro de cada creyente. La Biblia enseña que el Espíritu Santo es un miembro de la Trinidad, junto con Dios el Padre y Dios el Hijo.

La naturaleza trina de Dios es clara en varios pasajes de la Biblia. Por ejemplo, Génesis 1.1, 2 identifica al Padre y al Espíritu como participantes de la creación. Más tarde, el Nuevo Testamento afirma que Jesucristo también estuvo presente cuando el mundo fue creado (Col 1.16).

Encontramos otro ejemplo en el Evangelio de Juan. La noche antes de su crucifixión, Jesús dijo a los discípulos que se iría pero que iba a pedir al Padre que enviara “otro Consolador” (14.16). El Cristo resucitado comisionó después a sus seguidores a hacer discípulos y bautizarlos en el nombre de los tres miembros de la Trinidad (Mt 28.19).

Basándonos en la verdad bíblica, podemos saber a ciencia cierta que el Espíritu Santo es totalmente Dios, al igual que el Padre y el Hijo. La Biblia enseña que podemos conocer al Padre y a Jesús, y lo mismo puede decirse de la tercera persona de la Trinidad. Por la importancia del Espíritu Santo, el Señor Jesús pasó mucho tiempo hablando de Él con los discípulos.

¿Conoce usted al Espíritu Santo tan bien como conoce al Padre y al Hijo? Si no es así, pase tiempo leyendo la Biblia para comprender el lugar que Él tiene en su vida.

jueves, 27 de octubre de 2016

No más culpabilidad

No más culpabilidad

Leer | Romanos 5.8, 9

¿Por qué podemos decir que el Señor nos ha declarado “inocentes” de nuestro pecado? Lo primero que tenemos que entender es que este acto fue totalmente obra de Dios. Nosotros no podemos hacer absolutamente nada para eliminar la mancha de nuestro pecado. Es por esta razón que el Padre celestial envió a su Hijo al mundo.

El único pago satisfactorio por el pecado es la muerte (Ro 6.23), y porque Dios quiso salvarnos de ese castigo, proveyó la única salida. Dio el sacrificio perfecto: Su Hijo, Jesucristo (Ro 5.8).

¿Qué logró este acto misericordioso? Nos permitió acercarnos a Dios como hombres y mujeres puros, limpios y santos. Nuestra pureza no tiene nada que ver con algo que hayamos hecho; se debe exclusivamente al hecho de que hemos sido purificados por la sangre de Jesús. Es por eso que podemos decir que hemos sido “lavados en la sangre” —la única manera de quitar la mancha del pecado.

Cuando comenzamos una relación personal con el Señor Jesús, lo primero que sucede es que somos justificados; en otras palabras, Dios nos declara “inocentes”. Esto significa que, como creyentes, podemos estar en la presencia del Dios santo y perfecto, porque Él nos ve ahora como sus hijos. Cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo como Salvador, la pena por todos nuestros pecados —pasados, presentes y futuros— ha sido pagada, y nunca enfrentaremos la condenación de Dios (Ro 8.1).

Dé gracias a su Padre celestial hoy, no solamente porque ha perdonado su pecado, sino además por haberle liberado de la carga de culpabilidad.

miércoles, 26 de octubre de 2016

Los sentimientos de culpa

Los sentimientos de culpa

Leer | Santiago 2.10

Piense en cómo se siente usted cuando hace algo incorrecto. Lo más probable es que el aguijón de su conciencia le haga sentirse culpable.

¿Qué es el sentimiento de culpa? Quizás piense que es una molesta sensación de que el Señor le va castigar, o un sentimiento de aislamiento por una oscura nube de remordimiento. Obviamente, hay diferentes maneras de enfrentar la culpa; determinar exactamente lo que es, nos permitirá avanzar en el camino hacia la madurez espiritual.

Cuando nuestra conducta contradice la guía del Espíritu de Dios que habita en nosotros, sentimos culpa. Dicho de otra manera, esta respuesta emocional revela que nos hacemos responsables por haber hecho algo malo, ya sea con un pensamiento, una acción, una palabra imprudente, o algo más.

Aunque es bueno tener esta alarma interior, tenemos que evitar la tendencia a sumergirnos en la vergüenza.

A veces, nos portamos tan mal que somos vencidos del todo por el remordimiento, y nos negamos a dejar que las olas del pesar pasen de largo. Podemos autocastigarnos caminando en esas agitadas aguas durante un tiempo.

Cuando lleguen esos momentos, debemos recordar que Jesucristo pagó la deuda por todos nuestros pecados. Esto significa que Él ya pagó el precio de nuestras faltas, y que hemos sido declarados “inocentes”. Nuestro pecado yace muerto en la cruz, lo mismo que nuestra culpa. Aunque debemos siempre asumir la responsabilidad de nuestras acciones, tenemos la libertad de hacerlo sin la carga de sentimientos de culpa.

Cómo superar una fe vacilante

Cómo superar una fe vacilante

Leer | Mateo 21.18-22

Dejar que nuestra fe vacile nos cierra a las bendiciones de Dios. Él no puede violar su propio principio dando respuesta a la oración de un escéptico. Por el contrario, los creyentes que han elegido tener fe, pueden tener la confianza de que el Señor les dará lo que pidan —o algo aun mejor.

Superar una fe vacilante requiere dos acciones: Primero, decidir creer que el Señor es digno de confianza. Los sentimientos de inseguridad están atados a nuestras circunstancias, pero nuestra mente y nuestro corazón pueden ser atados al Señor. “Me niego a seguir dudando de mi Dios” debe convertirse en el grito de batalla de los cristianos. Cuando Satanás nos susurre palabras de desaliento, podemos responder diciéndole que sabemos quién es nuestro Dios, y que Él hará lo que promete.

Segundo, sumérjase en la Palabra de Dios y medite en sus promesas. Cuando meditamos en las promesas del Señor, nuestra mente y nuestro espíritu se llenan de los pensamientos del Padre celestial y comenzamos a pensar como Él. Cada vez que nos alimentemos de la Palabra de Dios, debemos escribir notas y apartar tiempo para meditar en el pasaje. Luego, cuando enfrentemos circunstancias difíciles y nuestra fe comience a vacilar, podremos recordar las promesas de Dios y mantenernos firmes en nuestra decisión de confiar en Él.

Los creyentes que fortalecen su fe oran por cosas específicas, de acuerdo con las promesas de Dios. Y desde el momento en que la oración va al cielo podemos vivir a la expectativa de la respuesta del Señor. ¡La fe es una aventura grandiosa!

La fe vacilante

La fe vacilante

Leer | Santiago 1.2-8

El primer capítulo de Santiago enseña como responder adecuadamente ante las pruebas. En las circunstancias difíciles, el corazón se purifica y la fe se fortalece. Sin embargo, para responder de manera correcta, debemos pedir sabiduría a Dios. Santiago señala entonces un principio: “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento” (v. 6). En otras palabras, no debemos dudar de que Dios responderá de la manera en que lo ha prometido. La fe vacilante pone trabas al plan de Dios.

El pecado no reconocido es, por lo general, una de las causas de la fe vacilante, que nos hace enfocarnos en las circunstancias antes que en Cristo. Pero la incertidumbre puede con frecuencia remontarse a nuestra débil vida de oración. Muchos creyentes hacen peticiones poco detalladas: “Señor, Tú sabes lo que está pasando conmigo, y lo que necesito”. Si un creyente no está seguro de lo que está pidiendo, simplemente no puede tener la confianza de que el Señor responderá.

Algunas veces nuestra necesidad es obvia, y podemos pedir a Dios por ella de inmediato. En otras circunstancias, debemos buscar su voluntad antes de que podamos saber cómo pedirle: “Padre, tú has prometido que si confío en ti y no me apoyo en mi propia prudencia, enderezarás mis veredas. Por tanto, estoy esperando instrucciones claras de ti”.

Puesto que Dios anhela que sus hijos tomen decisiones correctas, Él se ha comprometido a mostrarnos su voluntad cuando se la pidamos. Sea lo que sea que Él ponga en su corazón, comience a orar de manera específica y a obedecer fielmente.

El riesgo de obedecer a Dios

El riesgo de obedecer a Dios

Leer | Lucas 5.1-11

Como cristianos, podemos desperdiciar nuestras vidas junto a las orillas de la fe, sin aventurarnos jamás a entrar a aguas más profundas. Allí tenemos poca necesidad del Señor. Después de todo, estamos a salvo en la playa, lejos del peligro de las grandes olas y las tormentas. Pero los creyentes que se introducen en las aguas de la obediencia, llegan a necesitar a Dios desesperadamente.

Al lanzarse a alta mar, el cristiano renuncia a tener el control de su vida. Deja de tratar de controlar su propio destino, ya sea en lo profesional y financiero, o en su participación en la iglesia. Dios es el Capitán del barco, mientras que el creyente es el obediente marinero. ¿Vendrán tormentas? Sí. ¿Hará el capitán peticiones difíciles algunas veces? Sí. ¿Se sentirá asustado algunas veces el marinero? Sí. Pero el cristiano obediente tiene una experiencia de Cristo mucho más estrecha que la que podrá tener el cristiano que se quedó en la playa.

El creyente dice: “He entregado mi vida a Cristo”. Pero vivir de verdad esas palabras es más difícil, pues humanamente queremos conservar cierto control en caso de que Dios no se ocupe de nuestros asuntos de la manera en que nos agrada. Muchos cristianos se contentan con solo sumergirse superficialmente en la fe, pues tienen miedo de que la vida no les resulte de acuerdo a sus planes. Dios puede hacer mucho más con una vida obediente que con una vida protegida de riesgos.

La vida cristiana se vuelve emocionante cuando nos metemos en aguas tan profundas, que nuestros pies ya no tocan el fondo. Entonces debemos mantenernos firmes agarrados de las promesas de Dios.

¿Cuánto esta arriesgado?  ¿Cuánto esta obedeciendo?

martes, 25 de octubre de 2016

Nuestras necesidades básicas

Nuestras necesidades básicas

Leer | Salmo 107.9

Toda persona es una creación hermosa y especial, junto con necesidades y deseos particulares. Hay, no obstante, algunas necesidades que podemos llamar universales. Son cosas que todas las personas necesitan en sus vidas:

1. Sentido de pertenencia. Todo el mundo anhela formar parte de algo. El regocijo que usted siente cuando está rodeado de familiares y amigos, es una evidencia de esta verdad. El malestar asociado con mudarse a un trabajo o una casa donde nadie le conoce, revela cuán poderosa es esta necesidad en nuestras vidas.

2. Sentido de valía. Para todos nosotros es muy importante poder decir: “Yo soy valorado”. Sin embargo, muchas personas no están convencidas de que esto sea verdad, pues una baja autoestima les ha robado el gozo del Señor en sus vidas.

3. Sentido de competencia personal. Necesitamos saber con certeza que podemos realizar las tareas que Dios pone delante de nosotros. La falta de confianza en su poder y su provisión en nuestras vidas, puede ser desastrosa.

Cristo respondió a cada una de estas necesidades en la cruz, y por tanto, hoy formamos parte de la familia de nuestro Padre celestial. Tenemos valor porque Jesús pagó un gran precio por nuestra salvación. Y somos competentes porque Dios ha enviado a su Santo Espíritu para habitar en nosotros y darnos poder.

La carencia de alguna de estas áreas tendrá un impacto negativo en el crecimiento espiritual del creyente. ¿Está usted luchando con alguna de ellas? Exponga sus necesidades delante del Señor hoy, y confíe en que Él le hará la persona que quiere que usted sea.

Cómo impactar a otros para Cristo

Cómo impactar a otros para Cristo

Leer | Colosenses 4.6

Por nuestro deseo de impactar a quienes nos rodean, a menudo nos inspiramos en el ejemplo de personas que han influenciado nuestras vidas. Muchos hemos conocido a hombres o mujeres que crearon en nuestras almas el hambre de conocer más a Dios. Al ver la diferencia que marcaron en nuestra vida, podemos preguntarnos si podremos alguna día tener esa clase de influencia en los demás.

La respuesta es sí, porque Dios mora en cada creyente, haciendo posible que cualquiera de nosotros sea útil. Puede ser tan fácil como decir palabras amables. Si usted nota que alguien está deprimido o atribulado por las circunstancias que se están dando en su vida, tiene la oportunidad de decirle: “Quiero que sepas que aunque las cosas lucen sombrías en este momento, estoy orando por ti. Vas a salir bien de esto”. Puede que esto no suene elocuente o profundo, pero imagínese a usted mismo recibiendo ese aliento en un momento de necesidad. Entonces tendrá una idea de cuán importantes pueden ser esas palabras.

Otra manera de lograrlo, es por medio de la iglesia a la cual asiste. Cada semana, cuando da su contribución en esa congregación para el ministerio de Jesucristo, el Señor utiliza su ofrenda de maneras que usted nunca podría medir. Él sabe cómo multiplicar lo que usted da, para que vaya mucho más lejos de lo que ve.

Puesto que Dios quiere que todos los creyentes tengamos un impacto para su reino, Él espera que usted use las habilidades y oportunidades que le ha dado. ¿Por dónde comenzar? Allí mismo donde está ahora —empiece a hacerlo iluminando el lugar donde vive.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Nuestro círculo de influencia

Nuestro círculo de influencia

Leer | Mateo 5.14-16

Es lamentable darse cuenta de que hay muchas personas cuyas vidas carecen de un propósito verdadero. Cabría esperar eso de quienes no conocen a Dios, pero como creyentes debemos dar testimonio con nuestras vidas de que Dios tiene un propósito específico para cada persona. Al pensar en lo que Él ha invertido en nosotros, no debería sorprendernos el que podamos impactar de una manera poderosa a quienes están en nuestro círculo de influencia.

En el pasaje de hoy, el Señor Jesús describe a los creyentes como luz, y nos llama a ser un reflejo de Él en una cultura oscurecida por el pecado. Así como la luna refleja la luz del sol, somos llamados a dejar que la verdad y la hermosura del Cristo que vive en nosotros, brille a través de nuestra conducta, conversación y carácter. Al hacerlo, tenemos que repudiar el pecado porque éste debilita nuestra luz, de la misma forma en que sucede con la suciedad sobre el cristal de una linterna.

Nuestra influencia sobre los demás debe ser intencional. Debemos preguntarnos a nosotros mismos a qué personas estamos impactando. ¿Estamos, en realidad, marcando una diferencia en la vida de alguien? El hecho es que podemos influenciar de muchas maneras. Por ejemplo, piense en el impacto de la oración. Las posibilidades que nos brinda son inmensas —los frutos de la oración pueden extenderse hasta los lugares más remotos de la Tierra cuando estamos de rodillas delante del Señor.

Nunca subestime su alcance y su círculo de influencia cuando es obediente a Dios. Si se somete a Él, experimentará lo que significa ser “la luz del mundo”.

lunes, 17 de octubre de 2016

El impacto duradero del creyente

El impacto duradero del creyente

Leer | Mateo 5.13

A todos nos gustaría ser recordados como personas que dejaron una huella buena y duradera en las vidas de los demás. El problema es que tendemos a ser tan egocéntricos, que pocas veces impactamos positivamente a quienes están más cerca de nosotros.

Nuestro éxito en influenciar las vidas de los demás, dependerá de nuestra condición espiritual. Pues lo que le interesa a nuestro Padre celestial, es el impacto espiritual que tengamos sobre otros.

Para ilustrar la influencia que debemos tener en los demás, el Señor Jesús utilizó el ejemplo de la sal, un producto casero familiar que altera a todo lo que toca. El Señor enseñó que la sal debe mantener su pureza e integridad para tener un efecto duradero. De la misma manera, nosotros debemos conservar nuestra pureza amando las cosas de Dios, en vez de amar las cosas de este mundo (1 Jn 2.15). Para que así, cuando las personas vean nuestras vidas transformadas, sean influenciadas poderosamente.

La sal da gusto a la comida y la preserva. Cuando la rociamos sobre algo sin sabor, la comida se vuelve mucho más agradable. De la misma manera, estamos llamados a dar sabor a las vidas de las personas que nos rodean, utilizando nuestras acciones y nuestras palabras para dirigir su atención a Cristo. La sal no se transforma a sí misma. Ella mejora solo lo desabrido o carente de sabor verdadero.

Nunca olvide que usted tiene la capacidad de influenciar a los demás, ya sea para bien o para mal. Puesto que somos seguidores de Cristo, nuestra tarea es dar sabor al mundo, de modo que sea impactado de maneras positivas que honren a Dios.

sábado, 15 de octubre de 2016

Dios revela su presencia

Dios revela su presencia

Leer | Salmo 42.1-5

¿Cómo da Dios a conocer su presencia en las vidas de sus hijos? Aunque esta pregunta no tiene la misma respuesta para todo el mundo, Dios tiene varias maneras de hacerlo.

Por ejemplo, puede interrumpir un sueño profundo en medio de la noche. Muchas veces, yo me he despertado con la plena seguridad de que el Señor Jesús estaba allí conmigo, dándome respuestas a algunas inquietudes del día. ¿Lo vi o escuché una voz? No. Pero ¿sabía que estaba allí? ¡Claro que sí!

Dios también da a conocer su presencia por medio de la dirección instantánea. En cada paso del camino, y decisión tras decisión, Él nos guía adonde Él quiera que vayamos. Y, muy a menudo, el Señor se nos revela dándonos una palabra tan clara que sabemos, sin ninguna duda, que vino de Él. ¿Cuántas veces hemos estado leyendo un pasaje de la Biblia cuando, de repente, parece encenderse una luz en nuestra mente? El Espíritu Santo de Dios puede darnos una compresión repentina de una nueva verdad, o revelarnos claramente la solución en cuanto a una decisión difícil.

Otra manera en que Dios se manifiesta, es por medio de las tragedias de la vida. ¿Puede usted pensar en alguna oportunidad en que haya estado tan afligido que ni siquiera podía moverse, pero de alguna manera encontró las fuerzas y la valentía para seguir adelante, a pesar del sufrimiento? Es posible que se haya maravillado al descubrir esa fortaleza, y preguntado de dónde procedió. Vino de Aquel que está siempre dentro de nosotros, fortaleciéndonos. Lo único que tenemos que hacer, es decir: “Señor, te necesito en este momento”. Él está allí —siempre.

jueves, 13 de octubre de 2016

La presencia poderosa de Dios

 
La presencia poderosa de Dios

Leer | Jeremías 1.6-10


¿Cuándo fue la última vez que usted sintió la presencia de Dios? ¿Cuándo fue la última vez que tuvo la convicción real, y no solamente intelectual, de que Dios estaba morando en usted de una manera personal?

Si usted es como muchos creyentes hoy, es posible que haya pasado mucho tiempo desde que realmente sintió su presencia. Muchas personas viven cada día sin tener una verdadera percepción de la cercanía de Dios.

Vemos en la Biblia, que cuando Dios llamaba a alguien a su servicio, lo primero que Él hacía era recordar a esa persona su presencia permanente. Vemos ejemplos de esto en las historias de Moisés (Ex 3.11, 12), Josué (Jos 1.1-9), Gedeón (Jue 6.12) y Jeremías (Jer 1.6-8), para nombrar apenas a unos pocos. Todas las veces que Dios llamó a la acción a uno de sus siervos, su mensaje fue: “Puedes ser fuerte y valiente porque yo estoy contigo. Tendrás la victoria, no por tus habilidades, tu fuerza, tu destreza, tu armadura, tus dones o tu dedicación; será absolutamente por mi presencia. Puedes ser fuerte porque yo seré fuerte en y a través de ti”.

El Señor aseguraba su presencia una y otra vez a sus seguidores, para que pudieran recordar la razón por la que podían tener confianza. Y Él quiere hacer lo mismo con usted.

El Señor sabe lo difícil que puede ser la vida, y está consciente de los detalles de todas las luchas que usted enfrentará. Como creyentes en Jesucristo podemos tener la confianza de que nuestro Padre celestial cumplirá su Palabra. Él está ahora mismo con nosotros, y lo estará siempre (He 13.5, 6).

miércoles, 12 de octubre de 2016

Cómo buscar al Señor

Cómo buscar al Señor

Leer | COLOSENSES 3.1, 2

La mayoría de la gente tiene la idea de que el cristianismo consiste en orar, dar, compartir la fe y ser buenos. Pero la fe genuina es también el anhelo diario de tener más conocimiento de Dios y pasar tiempo con Él. El espíritu del creyente puede estar satisfecho con la presencia de Jesucristo viviendo en su interior, y aun así tener sed de una comunión más profunda con Él. Uno de los principios básicos del cristianismo es que, cuanto más sabemos del Señor, más queremos conocerlo. Si queremos buscar a Dios en vez de las riquezas terrenales, entonces nuestro deseo de Él debe ser más fuerte que cualquier otro anhelo que tengamos.

Ayer vimos que recibimos las “cosas buenas” de la vida —lo que Dios desea para nosotros— cuando le buscamos. Una mente puesta en la búsqueda del éxito material desaprovechará la senda espiritual plena. No obstante, buscar al Señor no implica abandonar los planes y los sueños; significa que sujetamos nuestras esperanzas a su voluntad.

Cuando nos esforzamos por conocer a Dios, nuestros deseos cambian para reflejar los de Él. Nuestro Padre, a cambio, se responsabiliza por sus hijos y pone las metas que tenemos a nuestro alcance. Nos da todas cosas que nuestro corazón, moldeado por Dios, anhela.

¿Cómo puede el cristiano ocuparse del Dios que suplirá todas sus necesidades? Estudiando su Palabra y esperando su dirección.

Cuando recibimos un nuevo conocimiento de Él, nuestro deseo del Señor se encenderá como las ramas secas tocadas por una llama. Y cuanto más busquemos saber de Él, más desearemos saber.

martes, 11 de octubre de 2016

Las consecuencias del pecado

Las consecuencias del pecado

Leer | GÁLATAS 5.19-25

Si usted plantara varias semillas de manzana, ¿qué cosecharía? ¡Manzanas, por supuesto! Es absurdo plantar semillas de manzana y esperar tener una cosecha de naranjas, ¿no es así?

Ahora bien, si usted plantara semillas de pecado en su vida, ¿qué cosecharía? Por desgracia, el resultado es tan lógico como la consecuencia de sembrar semillas de manzana.

¿Por qué, entonces, es tan obvia la respuesta cuando hablamos de frutas, pero tan evasiva cuando se trata del pecado en nuestras vidas? Muchas personas que se involucran sin restricciones en actividades pecaminosas, se sienten sorprendidas y consternadas cuando descubren las consecuencias desastrosas.

¿Por qué se sorprenden? Probablemente porque nunca piensan que están sembrando semillas de pecado; en vez de eso, se ven a sí mismas simplemente como “pasando un buen rato”.

Esta es una maniobra característica de Satanás. Con la tentación, el diablo ofrece siempre una cosa, pero después da algo totalmente diferente. Lo bueno que creemos que estamos recibiendo se vuelve amargo antes de que podamos disfrutarlo totalmente. Es así porque el diablo no puede dar gozo duradero; lo único que sirve son mentiras y destrucción.

Lea el pasaje de hoy y pregúntese a sí mismo: ¿Estoy plantando semillas de la carne o semillas del Espíritu? ¿Quiero cosechar las consecuencias del pecado, o quiero una cosecha de fruto espiritual?

Simplemente, no hay comparación entre las dos opciones. En realidad, podría decir que es la misma diferencia que hay entre manzanas y naranjas.

sábado, 8 de octubre de 2016

Cuando las puertas se cierran

Cuando las puertas se cierran

Leer | HECHOS 16.6-10

Dios tiene el poder de abrir cualquier puerta. Sin embargo, Él puede decidir que aquellas que nos parecen importantes sigan cerradas. ¿Por qué permite el Señor que sea así?

• Por nuestra protección. Él podría estar evitando que cometamos un error. Cuando actuamos por nuestra propia cuenta, es posible que no tengamos el conocimiento suficiente para tomar decisiones correctas.

• Por redirección. Dios pudiera estar enviándonos por un camino nuevo. Su plan podría incluir mayores oportunidades, una satisfacción más grande, más productividad, un período de sufrimiento, o una oportunidad para glorificar su nombre. El Señor cerró las puertas en Asia para que el apóstol Pablo ministrara en el continente de Europa. Su obediencia llevó al establecimiento de iglesias en Filipos, Tesalónica y Corinto. Aunque Pablo experimentó muchos sufrimientos, también conoció el gozo de participar en la obra de Dios.

• Para probarnos. Cuando Dios dice “No”, nuestra fe es probada, y descubrimos lo que creemos de Él y sus planes.

• La perseverancia. Cuando las puertas se cierran, tenemos la oportunidad de desarrollar tenacidad. Romanos 5.3-5 nos dice que debemos “gloriarnos en las tribulaciones”, por los resultados positivos que el Señor producirá por medio de ellos.

• El tiempo correcto. A veces, nuestro Padre celestial pone señales de alto en nuestro camino para hacer su voluntad en el tiempo perfecto.

• La desobediencia. La rebeldía en el pasado puede afectar las experiencias y las bendiciones futuras.

Cuando una puerta se cierre, espere en el Señor y pregúntele cuál es su propósito.

viernes, 7 de octubre de 2016

Obstáculos de la gracia divina

Obstáculos de la gracia divina

Leer | Santiago 4.1-6

Sabemos por medio de las Sagradas Escrituras que Dios derrama continuamente bendiciones sobre sus hijos. Pero la mayoría de los creyentes no siempre siente que sea así. ¿Qué podría estar impidiendo el flujo de la gracia divina?

Proverbios 6.16-19 ofrece una lista de siete cosas que Dios aborrece. Ciertas actitudes y conductas son consideradas detestables para Él, y la primera que se menciona es la soberbia.

Nada obstaculiza tanto el crecimiento espiritual como un espíritu soberbio. Por eso Dios lo considera una abominación. La soberbia desordena las prioridades, de tal manera que nos convertimos a nosotros mismos en la prioridad, en vez del Señor.

En toda la Biblia encontramos muchos ejemplos de este pecado. Por ejemplo, la serpiente convenció a la primera mujer de que si comía del fruto prohibido, sería como Dios (cp. Gn 3.5). Eso le sonó bien a Eva, quien evidentemente pensó que merecería ese alto honor. Por tanto, ella y Adán comieron el fruto, y con ello trajeron toda suerte de destrucción y sufrimiento al mundo.

Si usted ha estado sufriendo a la espera de la bendición de Dios para su vida, un buen primer paso es pedir al Señor que le muestre cualquier aspecto de su vida que esté contaminado por la soberbia. Los brazos de Dios están llenos de bendiciones que desea darle. Como dijo el predicador D. L. Moody: “Dios no envía a nadie vacío, excepto a quienes están llenos de sí mismos”. Usted puede comenzar dejando su orgullo al pie de la cruz. Entonces su vida podrá rebosar de bendiciones.

jueves, 6 de octubre de 2016

Un ejemplo de servicio

Un ejemplo de servicio

Leer | FILIPENSES 2.1-7

El Señor Jesús desafió las expectativas que tenía el mundo en cuanto al Mesías. Muchos judíos de aquel tiempo aguardaban la llegada de un rey poderoso que los liberaría de los romanos -—estaban listo para servir y adorar esa clase de mesías. En cambio, el Salvador era un hombre humilde que no lo pensó dos veces para lavar unos pies sucios.

Aunque Jesucristo pudo haber borrado la presencia romana de la región, y luego ser glorificado como un gobernante terrenal, Él fue muy claro en cuanto a su razón para estar aquí: vino a servir, no a ser servido (Mt 20.28).

De hecho, Pablo se refiere al Señor Jesús como un trabajador de la clase más baja —un esclavo. Este tipo de trabajador era responsable de las tareas más humildes de la casa, incluyendo el lavado de los pies. Cristo vino al mundo preparado para hacer el trabajo que fuera necesario, para llevar a los hombres a conocerle como Salvador. El Señor valora cada alma.

Zaqueo, un despreciado cobrador de impuestos, recibió su atención y su amor, como también el fariseo Nicodemo y el joven rico (Lc 19.1-10; 18.18-25; Jn 3.1-8). El Señor Jesús también pasaba tiempo con la gente del peldaño más bajo de la escala social, sanando a los enfermos y afligidos, y hablando con los niños.

La vida de un siervo no está enfocada en sí mismo, sino en Dios y su obra. La Biblia nos llama a servir al Padre, siguiendo las pisadas del Hijo. Los creyentes nunca deben referirse a Jesús como débil; pero los que van tras la definición de éxito que tiene el mundo, probablemente sí lo harían. ¿Está usted preparado para aceptar la humilde posición de un siervo?

Poner la otra mejilla

Poner la otra mejilla

Leer | LUCAS 6.27, 28

Inmediatamente después de su arresto, Jesús fue interrogado por el sumo sacerdote. Cuando dio una respuesta “no satisfactoria”, uno de los oficiales lo golpeó en el rostro. En vez de ofrecer literalmente la otra mejilla para que se la abofeteara, el Salvador cuestionó serenamente la injusta acción del hombre. El Señor no se defendió ni respondió de manera agresiva, pero se negó a aceptar el abuso, a pesar de que iba a recibir más (Jn 18.21-23).

El pasaje de la Biblia que nos dice que pongamos la otra mejilla perturba a muchos cristianos. ¿Debemos quedarnos quietos mientras alguien nos golpea física o emocionalmente? No. Pero no debemos responder con la misma moneda. Sin duda, el orgullo provocará el deseo de que nos venguemos del colega que nos avergonzó en una reunión, o del miembro de nuestra familia que nos dijo palabras hirientes. Pero no debemos devolver mal por mal o insulto por insulto, sino más bien bendecir (cp. 1 P 3.9).

En la práctica, la situación determinará la forma que tomará nuestra respuesta. Puede ser que necesitemos ignorar las acciones de la otra persona, alejarnos de la situación, o confrontar a nuestro enemigo —la confrontación destinada a lograr entendimiento y reconciliación está bien. De hecho, el Señor Jesús nos enseña que convirtamos a los antagonistas en amigos por medio de la conversación respetuosa (Mt 18.15). Preguntarle: “¿Por qué tienes ese sentimiento contra mí?”, puede revelar el poder del amor incondicional para ayudar a un alma que sufre, a pesar del potencial que tiene para herirnos.

¿Pudiera Dios estarle llamando a mostrar este amor agape?

Bendecir a nuestros enemigos

Bendecir a nuestros enemigos

Leer | LUCAS 6.27, 28

Cuando nos llegan noticias de la iglesia perseguida, sabemos de cristianos que, a pesar de ser golpeados, acosados y encarcelados, responden con una gracia y una dignidad inimaginables. Estos creyentes han aprendido a aplicar el mandamiento de Cristo de “amar a los enemigos”, aun en las circunstancias más difíciles.

Puede ser que nosotros nunca enfrentaremos una golpiza por nuestra fe, pero nos encontraremos con personas que nos odien y nos traten mal. La respuesta fácil y natural es que los detestemos como contrapartida, pero albergar mala voluntad hace que el resentimiento sofoque nuestro testimonio. En vez de eso, el Señor Jesús nos manda que amemos a nuestros enemigos y que los tratemos bien. La palabra griega es agape —que significa “amor incondicional”. El amor agape requiere de nuestra voluntad y esfuerzo. Cuando decidimos amar, nuestros sentimientos obedecen la decisión de nuestra mente.

Responder de una manera positiva a un enemigo será beneficioso para esa persona. Dios tiene en mente un plan redentor para esa vida, y nosotros tenemos la oportunidad de mostrarle el camino al Señor. Una respuesta agria o airada de nuestra parte, solo servirá para aumentar el deseo de nuestro enemigo de causarnos daño.

El impulso natural de devolver mal por mal, solo puede ser dominado por medio de la oración, el arma más poderosa de nuestro arsenal. En vez de rogarle al Padre que derrote a nuestro enemigo, podemos pedirle la oportunidad de expresar un amor genuino a la manera de Cristo ante la oposición. Esa es la clase de oración que Él se deleita en contestar.

martes, 4 de octubre de 2016

Bendecir a nuestros enemigos

 
Bendecir a nuestros enemigos

Leer | LUCAS 6.27, 28

Cuando nos llegan noticias de la iglesia perseguida, sabemos de cristianos que, a pesar de ser golpeados, acosados y encarcelados, responden con una gracia y una dignidad inimaginables. Estos creyentes han aprendido a aplicar el mandamiento de Cristo de “amar a los enemigos”, aun en las circunstancias más difíciles.

Puede ser que nosotros nunca enfrentaremos una golpiza por nuestra fe, pero nos encontraremos con personas que nos odien y nos traten mal. La respuesta fácil y natural es que los detestemos como contrapartida, pero albergar mala voluntad hace que el resentimiento sofoque nuestro testimonio. En vez de eso, el Señor Jesús nos manda que amemos a nuestros enemigos y que los tratemos bien. La palabra griega es agape —que significa “amor incondicional”. El amor agape requiere de nuestra voluntad y esfuerzo. Cuando decidimos amar, nuestros sentimientos obedecen la decisión de nuestra mente.

Responder de una manera positiva a un enemigo será beneficioso para esa persona. Dios tiene en mente un plan redentor para esa vida, y nosotros tenemos la oportunidad de mostrarle el camino al Señor. Una respuesta agria o airada de nuestra parte, solo servirá para aumentar el deseo de nuestro enemigo de causarnos daño.

El impulso natural de devolver mal por mal, solo puede ser dominado por medio de la oración, el arma más poderosa de nuestro arsenal. En vez de rogarle al Padre que derrote a nuestro enemigo, podemos pedirle la oportunidad de expresar un amor genuino a la manera de Cristo ante la oposición. Esa es la clase de oración que Él se deleita en contestar.

lunes, 3 de octubre de 2016

Obstáculos del éxito

Obstáculos del éxito

Leer | GÁLATAS 6.9, 10

No importa lo cuidadosamente que planifiquemos nuestro tiempo, encontraremos obstáculos de vez en cuando. Pueden ser interrupciones, errores de comunicación, cancelaciones o demoras. No tenemos ningún control sobre muchas de estas situaciones, pero podemos resolver ciertas clases de escollos.

Por ejemplo, podemos ajustar las prioridades. Pensemos en la frecuencia con que dejamos que los demás determinen cómo usar nuestro tiempo. En vez de mantener una agenda centrada en Dios, podemos estar respondiendo a las exigencias de otras personas al permitirles que decidan nuestras actividades, sin tener en cuenta la intención del Señor para nosotros.

Las circunstancias pueden también determinar nuestra agenda, si lo permitimos. Pero no podemos tener éxito en la vida si nos permitimos alejarnos de lo que Dios quiere. Invertir tiempo en la Palabra de Dios y aprender cómo obra el Señor, deben ser parte integral de nuestro día.

Otro obstáculo para alcanzar nuestra meta es el aplazamiento de nuestras responsabilidades. Todos experimentamos esto en algunas ocasiones, pero para algunos de nosotros, posponer las cosas se ha convertido en un hábito. Cuando ese es el caso, el éxito nos evadirá mientras perdamos el tiempo.

Un tercer obstáculo que podemos vencer es la falta de concentración. Para tener éxito, debemos concentrar nuestra mente en una tarea específica y no dejarla hasta terminarla. Tener una motivación fuerte para cumplir el plan del Señor es útil, ya que así nos esforzamos por terminar lo que valoramos y deseamos.

domingo, 2 de octubre de 2016

El uso del tiempo para el éxito

El uso del tiempo para el éxito

Leer | EFESIOS 5.15-17

Como seguidores de Cristo, tener éxito a los ojos de Dios es el único logro que importa. A veces, sin embargo, el éxito parece evadirnos. Cuando eso sucede, examinar lo que pensamos y cómo estamos usando nuestro tiempo, puede ayudarnos a avanzar. Hay una relación entre el éxito espiritual y la manera en que utilizamos el tiempo. Para llegar a ser la persona que Dios quiere que seamos, y para cumplir con las tareas que Él quiere que hagamos, debemos manejar nuestro tiempo con cuidado.

El tiempo es un regalo que Dios nos ha dado, y somos responsables ante Él por nuestra manera de usarlo. Necesitamos reconocer que es una provisión del Señor para que lo utilicemos de maneras que cumplan con su plan. Revisar de manera regular nuestra agenda, nos ayudará a asegurarnos de que estamos invirtiendo este precioso recurso como Él desea.

Tome un momento para revisar sus planes para el resto de la semana, y hágase las siguientes preguntas:

1. ¿Revelan mis planes un uso sabio de mi tiempo, acorde con los requisitos de Dios?

2. ¿Dónde voy a terminar si continúo usando mi tiempo en las mismas actividades en que estoy involucrado ahora? ¿Será eso lo que Dios quiere que yo sea?

3. ¿Qué estaré logrando para el reino de Dios si sigo usando mi tiempo de esta manera?

4. ¿La manera como uso mi tiempo me ayuda a acercarme más al cumplimiento del propósito de Dios para mí, es decir, mi transformación a la semejanza de Cristo?

Responda a lo que el Espíritu Santo le revele en cuanto a su agenda, para que pueda hacer un uso sabio de su tiempo.