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miércoles, 30 de noviembre de 2016

Cuando las cosas parezcan imposibles






Cuando las cosas parezcan imposibles
Leer | Juan 6.1-14

Hasta los discípulos de Cristo tuvieron luchas con la duda y el temor en momentos de dificultad o incertidumbre. Aunque caminaban estrechamente con el Salvador, todavía eran propensos a dirigir su enfoque en la dirección incorrecta.
Justo antes de realizar el milagro de la alimentación de los 5.000, Jesús probó a Felipe preguntándole dónde podrían comprar pan para la multitud. La respuesta del discípulo reveló que estaba pensando en resolver el dilema con ideas y medios humanos. Al mismo tiempo, Andrés estaba ocupado sondeando la multitud para determinar cómo iba a abordar la situación. Después de encontrar a un niño que tenía cinco panes y dos peces, Andrés demostró su limitada manera de pensar, preguntando: “¿Qué es esto para tantos?” (Jn 6.9 )
Una vez más, el Señor realizó un asombroso milagro para demostrar quién era Él y lo que será siempre. El mismo Cristo que alimentó a 5.000 personas con cinco panes y dos peces, actuará a favor de nosotros cuando las circunstancias parezcan imposibles de resolver.
En tiempos de dificultad, cuando parezca que se ha perdido toda esperanza, no se pregunte: “¿Qué voy a hacer?” Por el contrario, diga simplemente: “Señor, ¿qué vas a hacer?” Recuerde que Jesucristo nos dice que echemos toda nuestra ansiedad sobre Él, porque el Señor tiene cuidado de nosotros (cf. 1 P 5.7).
Evite la tentación de manipular sus circunstancias. Las virtudes de la fe y la paciencia le ayudarán a conocer la gracia de Dios y a experimentar su amor y mano milagrosa.


Cuando Dios está silencioso




Cuando Dios está silencioso
Leer | Juan 11.1-6

Cuando Lázaro se estaba muriendo, sus hermanas le pidieron a Jesús que viniera con urgencia. Imaginemos cómo debió haberse agravado el dolor de ellas cuando Él no respondió de inmediato a su petición. El silencio de Dios es difícil de aceptar. Pero, dado que el Señor promete suplir nuestras necesidades, podemos estar seguros de que su silencio tiene un propósito.
• El silencio capta nuestra atención. Los discípulos sabían que Jesús podía sanar, y por eso deben haberse preguntado por qué se demoró en vez de correr a socorrer a su amigo. Pero el Señor quería que fueran testigos de algo aun más grande: de su poder sobre la muerte. Ellos estaban confundidos por las afirmaciones de Jesús en cuanto a la derrota de la muerte, y necesitaban entender que Él podía cumplir con las profecías en cuanto a su propia resurrección (Mr 9.31, 32).
• El silencio nos enseña a confiar. María y Marta avisaron de la enfermedad de Lázaro, porque esperaban que el Señor vendría a sanarlo. Pero si esa expectativa no se cumplía, ¿vacilaría la fe de ellas? Marta respondió la pregunta diciendo que creía que Jesús era “el Cristo, el Hijo de Dios” (Jn 11.21-27). La fe de las mujeres fue recompensada con un milagro impresionante: la resurrección de su hermano.
A veces, lo único que podemos oír cuando oramos, es nuestra propia respiración. Esto puede ser frustrante y aterrador. Pero la Biblia dice que Dios está siempre con nosotros, y que su silencio no durará para siempre (Sal 38.15; He 13.5). Aférrese a esas promesas mientras busca el propósito que hay detrás del silencio del Señor.

sábado, 19 de noviembre de 2016

¿Un hombre bueno o Dios?

¿Un hombre bueno o Dios?

Leer | Juan 5.16-29

Jesús ha sido un tema de controversia a lo largo de la historia humana. Aun hoy, las opiniones sobre Él varían mucho. No obstante, una creencia común acerca de Él, es que fue un hombre bueno —pero no Dios. Quienes sostienen este punto de vista aprecian, por lo general, algunas de sus enseñanzas, pero obviamente no están familiarizados con sus aseveraciones.
Los líderes religiosos que se enfrentaron con Cristo jamás lo habrían calificado de hombre bueno. A sus ojos, cualquiera que aseverara ser Dios, era un mentiroso e impostor.
Veamos alguna de sus asombrosas afirmaciones del Señor Jesús en Juan 5:
  • Se refirió a Dios como su Padre, haciéndose igual a Dios (v. 18).
  • Declaró que Él hacía las mismas obras que el Padre (v. 19).
  • Dijo que resucitaría a los muertos con solamente su voz (vv. 28, 29).
  • Aseveró que el Padre le había dado toda autoridad para juzgar (v. 22).
  • Exigió la misma honra que Dios (v. 23)
  • Prometió dar vida eterna a los que creen en Él (v. 24).
Un hombre “bueno” no haría estas aseveraciones, de no ser ciertas. Si Jesús fue un simple hombre, su muerte en la cruz no habría sido de provecho para nadie. Pero si sus afirmaciones son ciertas, la salvación de usted depende de su fe en Él.
Cualquier persona que desee saber quién es Jesús, debe tener en cuenta sus aseveraciones. Es un asunto de vida eterna o muerte eterna. Nadie que niegue la divinidad de Cristo entrará al cielo, porque Él es el único camino al Padre (14.6). Este es el momento para creer —no cuando esté frente a Él en el juicio final.


¿Se puede ganar la vida eterna?

¿Se puede ganar la vida eterna?


Algunas veces, los adolescentes deciden primero actuar, y después piden que se les diga cómo hacerlo. Y luego, si la respuesta no es la que quieren escuchar, reaccionan de manera negativa. Los creyentes podemos actuar de la misma manera para con Dios.
Un día, un hombre rico vino a Jesús y le preguntó: “¿Qué haré para heredar la vida eterna?” (Mr 10.17). Después de haber vivido guardando los mandamientos, quería saber qué más necesitaba hacer para estar seguro de su lugar en el cielo. Este hombre creía equivocadamente que la vida eterna podía ganarse.
Satanás, el gran engañador, promueve la falsa idea de que el hombre puede ganarse un lugar en el cielo por sí mismo. Muchos de nosotros hemos sido víctimas de las mentiras del diablo, tratando de acercarnos a Dios basándonos en nuestros méritos y una buena conducta. Al igual que el hombre rico, podemos haber pensado que nuestras buenas obras pesan más que cualquier cosa mala que hayamos hecho.
Sin embargo, el Señor dice que todos tenemos una naturaleza carnal que nos separa de Él, y nada de lo que hagamos podrá pagar nuestra deuda por el pecado. Solo la fe en Jesús, quien murió en nuestro lugar, nos hace aceptables delante de Dios. Por medio del Salvador, somos perdonados de nuestros pecados y recibimos la vida eterna. Sin Cristo, enfrentamos el castigo eterno.
El joven rico eligió alejarse de Jesús. ¿Cuál es su respuesta cuando la verdad de la Biblia está en contra de lo que usted cree? ¿Acepta lo que Dios dice, o se aleja para hacer su propia voluntad?


jueves, 17 de noviembre de 2016

El amor de Dios para los que sufren

El amor de Dios para los que sufren

Leer | Juan 4.7-27
Jesús dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14.9). Su vida reveló claramente el carácter y la compasión de Dios para con las personas. Analicemos la conversación que tuvo el Salvador con la mujer samaritana y aprendamos acerca del amor de Dios y de su interés por nosotros.

• Jesús dio el primer paso. Para gran consternación de sus discípulos, Jesús conversó con la mujer samaritana. En ese tiempo, los judíos no tenían trato con los samaritanos; de hecho, evitaban viajar a través de su región. Pero Dios no se rige por las reglas o los prejuicios de los hombres. Él trae un mensaje de esperanza y vida nueva a todos los que escuchen y crean.

• Jesús conocía su sufrimiento y su angustia. La mujer debió haberse sentido inútil, abandonada y despreciada después de que cinco esposos se divorciaran de ella. Todos tenemos una carga emocional que nos agobia y nos causa sufrimiento. Pero nuestro Padre celestial conoce tanto nuestro dolor como nuestra vergüenza.

• Jesús le brindó perdón y amor. Sacó fuera los detalles de su situación sin condenarla, para que ella fuera receptiva a su oferta de perdón y de una relación con Dios. Él entendía lo que ella necesitaba —sentirse amada, valorada y aceptada— y sabía que la respuesta era una relación con Él.

Dios nos ve hoy tan claramente como vio a la mujer samaritana. Conoce nuestras heridas, y quiere sanarnos y restaurarnos. ¿No quisiera usted aceptar su amor? Sométase a la obra transformadora del Espíritu Santo, para que pueda experimentar su restauración.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Los que sufren

Los que sufren

Leer | Marcos 10.46-52

En medio del dolor, podemos llegar a preguntarnos si a Dios le importa, o si incluso sabe lo que estamos viviendo. Lo cual puede darnos un concepto equivocado de quién es Él.
La Biblia enseña que Dios trino es omnisciente. En otras palabras, Él lo sabe todo. Ninguna acción, persona o situación —pasada, presente o futura— le es desconocida (Sal 33.13-15; He 4.13). El Señor “escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos” (1 Cr 28.9). Por su conocimiento perfecto, Él nos conoce y sabe lo que necesitamos (Mt 10.29, 30). El amor de Dios y su preocupación por nosotros no cambian, incluso cuando nuestro sufrimiento sea resultado de nuestra propia conducta.

Jesús demostró una y otra vez el cuidado del Padre celestial por su pueblo. Se reunió con Nicodemo, y sin condenarlo o acusarlo le mostró el camino al Padre (Jn 3.3). En otra ocasión, el Señor visitó a Zaqueo, un hombre cuya falta de honradez había perjudicado a muchos económicamente. Y el Señor Jesús inició incluso una conversación con la mujer samaritana, una marginada por la sociedad. También demoró su viaje en respuesta al clamor de un mendigo ciego —le demostró compasión a Bartimeo e inspiró fe en él. Gracias a Jesucristo, podemos estar seguros de que nuestro Padre celestial se preocupa por nosotros.

El amor de Dios se extiende sobre nosotros, y por tanto quiere que vengamos a Él con nuestras preguntas y sufrimientos. No permita que las pruebas le nublen la mente en cuanto al gran amor que Dios le tiene. Acepte la invitación del Señor, y traiga sus cargas a Él (Mt 11.28).

martes, 15 de noviembre de 2016

Todo es importante para Dios

Todo es importante para Dios

Leer | Colosenses 4.7-18

Los últimos versículos de Colosenses parecen tener poca importancia teológica. La mayoría de los nombres de la lista, con excepción de los de Lucas y Marcos, son poco conocidos. Pudiéramos fácilmente saltar estos versículos y pasar a 1 Tesalonicenses. Pero las palabras finales de Pablo a los colosenses contienen el sutil mensaje de que ningún servicio es poco importante.

No es difícil reconocer el maravilloso aporte de Pablo —gran parte del Nuevo Testamento está constituido por sus epístolas inspiradas divinamente. Las personas mencionadas en su misiva a los colosenses parecen insignificantes en comparación, pero el apóstol las consideraba importantes a todas para incluirlas. Por ejemplo, Tíquico, el primer mencionado, tuvo un gran papel —dondequiera que aparece en la Biblia, está haciendo alguna diligencia para Pablo (Hch 20.4; Ef 6.21; 2 Ti 4.12).

Gracias a este hombre, la epístola a los Colosenses viajó casi 1.300 km a su destino, y luego pasó de iglesia a iglesia para ser leída una y otra vez, y copiada. El trabajo de Tíquico fue importante para la difusión del evangelio; sin su ayuda no habría sido posible que los creyentes de hoy tuviéramos esta valiosa carta.

Tendemos a juzgar los tipos de servicios como importantes o poco importantes, y muy a menudo el orgullo nos impide reconocerlo. Queremos un trabajo grande, impresionante, para demostrar a todos lo mucho que amamos al Señor. Pero Dios quiere que nuestro amor al Señor nos motive a hacer cualquier cosa que Él nos pida, no importa cuán insignificante o poco notorio pueda parecer.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Un regalo del Padre celestial

Un regalo del Padre celestial

Leer | Juan 3.16
Piense en todos los regalos que ha recibido en su vida. Algunos pueden haberle parecido maravillosos, sin embargo, Jesucristo es el único regalo que cualquiera de nosotros recibiremos que vino directamente del cielo. Sin un creador, sin principio ni fin, Él es diferente a cualquier otro regalo dado a la humanidad. Y aunque el Señor Jesús vino al mundo como un pequeño bebé, Él es precisamente lo que toda la humanidad necesita.

Cuando usted puso su fe en el Señor Jesús como su Señor y Salvador, no pudo haber recibido un regalo que fuera más práctico o necesario. El pecado había arruinado tanto a la humanidad, que todos estábamos bajo la ira de Dios, necesitando con desesperación el perdón y la liberación de nuestra culpabilidad, vergüenza y conductas carnales. Teníamos necesidades emocionales, materiales, y espirituales.

Por tanto, Dios Padre nos envió a su Hijo unigénito. Él sabía que ningún otro regalo podría jamás satisfacer nuestras necesidades o colmar nuestros anhelos, como Jesucristo.

Él vino en carne humana. En esto consiste la encarnación. Dios vino a este mundo con un cuerpo como el nuestro, para que pudiéramos verlo, tocarlo y comprenderlo. Pero la tragedia es que la mayoría de las personas nunca “desenvuelven” este regalo. Lo mantienen como un niño en el pesebre o lo consideran un simple maestro o un predicador. Si usted no desenvuelve el regalo, nunca sabrá lo que hay dentro. Para abrir el regalo, abra la Biblia. Cuanto más conozca usted al Señor Jesús, más entenderá lo perfecto que es este regalo para usted.

sábado, 12 de noviembre de 2016

Cómo fortalecer la iglesia del Señor

Cómo fortalecer la iglesia del Señor

Leer | 1 Corintios 16.13, 14

Todos queremos que la iglesia sea fuerte, pero la falsa doctrina, la apatía y la falta de disciplina se combinan para debilitarla. Pablo habló de tres maneras de ayudarla a que sea más fuerte.

• Estar alerta a las falsas doctrinas. Nada debilita más la efectividad de una congregación, que las creencias anti-bíblicas. El mundo aprueba en gran medida la inmoralidad y las filosofías que mezclan la verdad con un poco de engaño. A menos que estén arraigados firmemente en la Palabra de Dios, los creyentes son susceptibles a esas mentiras. Mantenerse firmes requiere que la Sagrada Escritura sea predicada desde el púlpito y estudiada por la congregación.

• Respetar a los siervos de Dios. Con frecuencia, los miembros de la iglesia critican a sus líderes en vez de animarlos. Todas las personas en posición de autoridad pueden, sin duda, cometer errores o caer en pecado —porque son humanos. Pero ellas se han dedicado a ayudar a las personas a escuchar y entender la Palabra de Dios. La congregación tiene la responsabilidad de mostrarles apoyo y amor. Quienes conozcan profundamente a Dios estimarán a sus siervos escogidos. De manera que, preocuparse por el pastor, prepara el corazón del creyente para conocer mejor al Señor.

• Aceptarse unos a otros. Como una comunidad de creyentes, debemos cultivar un espíritu de unidad y recordar que Dios nos ha dado un rol particular a cada uno de sus hijos.

Cada iglesia local tiene un gran potencial a causa de los creyentes y los dones que Él ha reunido.

viernes, 11 de noviembre de 2016

Factores que influyen en la madurez espiritual

 

 

Factores que influyen en la madurez espiritual



El devocional de ayer habló de tres pasos para el crecimiento espiritual: renovar la mente mediante la lectura de la Biblia, confesar el pecado, y arrepentirse. Hoy veremos tres factores más que nos ayudarán a madurar espiritualmente.

A cualquier creyente, ya sea maduro o joven en la fe, le conviene recibir orientación espiritual. He visto a hombres y mujeres apartarse de Dios por haber sido demasiado orgullosos para reconocer su debilidad. El Señor nos ve como somos en realidad; carecemos de la capacidad de vernos a nosotros mismos objetivamente, por lo cual es importante tener alguien que sea sincero en cuanto a nuestras faltas y errores. Un confidente temeroso de Dios no será condenatorio, sino amable y compasivo.

También crecemos espiritualmente cuando servimos a Dios mediante el servicio a los demás. A veces, esto puede significar ministrar a alguien que tiende a resaltar nuestras peores características. Pero involucrarse en la vida de alguien así puede ayudarnos a aprender a tener paciencia, tolerancia y amor.

Un paso más es responder adecuadamente al dolor y a las dificultades. Todos deseamos que nuestro mayor crecimiento se produzca durante períodos tranquilos de nuestra vida. Pero la verdad es que crecemos cuando enfrentamos adversidades. Enfocarnos en el Señor, no en la fuente de nuestro dolor, es la respuesta adecuada.

Por tanto, ¿quiere usted en verdad crecer espiritualmente? Para ello se requiere tiempo, atención y dedicación. Pero si se decide a transitar el camino de Dios para el crecimiento espiritual, puede esperar llegar a ser más como Cristo cada día.

jueves, 10 de noviembre de 2016

Pasos para crecer espiritualmente

Pasos para crecer espiritualmente

Leer | 2 Pedro 3.18

No son muchas las personas que pueden decir que el día que aceptaron a Cristo, alguien les explicó cómo crecer espiritualmente. De hecho, algunos creyentes jamás son discipulados. Dios quiere que sus hijos exhiban la imagen de Cristo, pero no creceremos en nuestra fe a menos que tomemos algunas medidas.

Primero, tenemos la responsabilidad de renovar nuestra mente (Ro 12.2). Aunque Dios nos salva y nos da un nuevo espíritu, no nos da un nuevo cerebro. Nuestras mentes tienen muchas zanjas que han sido cavadas por la rebeldía, el egoísmo, y los malos hábitos. Por eso es importante meditar en la Biblia, que expresa los pensamientos de Dios. Meditar es más que leer, ya que involucra pensar en lo que significan las palabras y después poner en práctica la verdad. No hay forma de crecer espiritualmente sin guardar las Sagradas Escrituras en nuestra mente.

Un segundo paso hacia la madurez espiritual es estar dispuestos a reconocer y asumir la responsabilidad por las fallas. Cuando negamos nuestros pecados, detenemos el crecimiento, pero cuando confesamos nuestras faltas al Señor, sucede lo contrario —el crecimiento es inevitable.

El tercer paso sigue naturalmente al segundo: después de la confesión debe venir el arrepentimiento. Esto es más que el reconocimiento de haber pecado o la promesa de no hacerlo de nuevo. El arrepentimiento significa que nos comprometemos a dar media vuelta y dirigirnos en dirección opuesta a nuestro pecado.

El propósito de nuestro Padre celestial es que todos los creyentes avancen hacia su semejanza a Cristo y que su relación con Él crezca cada vez más.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

El poder divino

El poder divino

Leer | Hechos 1.6-9

La presión siempre está presente. A veces, parece como si los problemas de nuestra vida se multiplicaran, y nos sintiéramos tentados a elegir una solución que no agrada a Dios. Si queremos tomar buenas decisiones, necesitamos la sabiduría y el poder de Dios. La manera de obtenerlos, según Santiago 1.5, es pedirlos a Dios, quien anhela derramarlos sobre todos los que se han rendido a su plan.

Haga una pausa para pensar en el potencial que está a disposición de todo creyente. El poder del Espíritu Santo —que ayudó a Jesucristo a resistir las tentaciones del diablo, levantar a Lázaro de los muertos, y seguir la voluntad de Dios antes que la suya (Lc 22.42) —produce un carácter como el de Cristo en nosotros. No es algo que podemos manipular o activar y desactivar a discreción. El Espíritu de Dios sabe exactamente cuándo y cómo utilizarlo en nuestra vida.

Uno de los propósitos primordiales de este poder, es cultivar el fruto espiritual en los que siguen a Dios (Gá 5.22, 23). Los no creyentes son atraídos a la luz de Cristo que hay en nosotros, cuando manifestamos paz interior y calma en nuestros rostros a pesar de la dificultad. Reconocen que el modo de actuar que da la llenura del Espíritu, no es la reacción humana típica. Cuando el fruto espiritual se manifiesta en nuestras vidas, es como si pregonáramos: “¡Jesús es real!”

El poder divino nos da la fortaleza espiritual para cumplir el plan de Dios. El Espíritu Santo libera su poder para que nuestras vidas glorifiquen al Padre celestial y demuestren que el Señor salva y transforma por medio de su Hijo.

martes, 8 de noviembre de 2016

Cuando el Espíritu de Dios tiene el control

Cuando el Espíritu de Dios tiene el control

Leer | 1 Santiago 1.2-4

Una persona llena del Espíritu no está libre de problemas. Los que están bajo el control del Espíritu Santo seguirán cometiendo errores, teniendo dificultades y pecando. Pero hay dos características que distinguen a los seguidores de Cristo de los no creyentes.

Primero, no son controlados por sus circunstancias; segundo, recobran el enfoque después de haber pecado.

Cuando el Espíritu Santo tiene el control, nuestra actitud no dependerá de lo que ocurra a nuestro alrededor. En otras palabras, la vida no tiene que estar libre de preocupaciones para que tengamos paz; nuestro gozo espiritual no disminuirá aunque enfrentemos reveses.

Cualquier persona puede ser cariñosa, amable y estar serena en tiempos de bendición. Pero ¿qué sucede con nuestra actitud en momentos de dificultad? Quiénes somos se evidencia, no cuando las cosas salen como queremos, sino en los momentos difíciles. Si el Espíritu Santo tiene el control, aprenderemos a amar cuando quisiéramos odiar; a ser bondadosos cuando seamos acusados; a responder con gentileza cuando los demás sean crueles; y a tener dominio propio cuando seamos tentados.

Ninguno de nosotros hará todo esto a la perfección porque todavía vivimos con el ego interior. Pero cuando pequemos, responderemos con rapidez a las indicaciones del Espíritu. Él no tendrá que esforzarse para captar nuestra atención, pues estaremos bajo su autoridad. Reconoceremos el mal que hicimos, lo confesaremos, y nos reenfocaremos en lo que Dios dice.

Si usted es un seguidor de Cristo, ¿quién tiene el control de su vida?

lunes, 7 de noviembre de 2016

La recuperación de las caídas

La recuperación de las caídas

Leer | 1 Juan 1.5-9

Ya sea que hayamos conocido a Cristo hace poco, o que lo hayamos seguido durante años, el diablo busca atacar nuestra fe para hacer que volvamos a caer en la desobediencia. La Palabra nos advierte que debemos estar alerta, porque nuestro enemigo es como un león rugiente que busca hacernos daños (1 P 5.8.)

Su intención es esclavizarnos al pecado. Cuando sucumbimos a la tentación, Satanás nos presiona para que nos apartemos de nuestro Padre celestial, y creamos que no podemos volver a Dios. Algunos se sienten tan mal, que escuchan sus mentiras y vuelven a los caminos del mundo.

Puesto que nuestro Padre conoce tanto las tácticas del diablo como nuestras debilidades, ha concebido una vía de escape para nosotros. Se llama confesión. La confesión genuina significa decirle al Señor lo que hemos hecho, y admitir el pecado que hemos cometido. Implica además, expresar dolor por ello, reconociendo la imposibilidad de redimirnos a nosotros mismos, y declarar el deseo sincero de apartarnos de nuestro pecado y vivir de nuevo para Dios. El Señor promete limpiarnos para que nuestra comunión con Él sea restaurada (1 Jn 1.9).

El enemigo es astuto, pero la Biblia ofrece una buena estrategia para evitar la trampa: “Que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional. Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios” (Ro 12.1, 2 LBLA). Recuerde que la victoria comienza en su mente. Cuanto más aplique usted este principio, mayor será su éxito.

sábado, 5 de noviembre de 2016

La paciencia de Dios

La paciencia de Dios

Leer | 2 Pedro 3.3-9

Lo más probable es que usted haya escuchado el mensaje del evangelio varias veces antes de haber puesto su fe en Cristo como Salvador personal. Pero, a veces, aunque conocemos la verdad, decidimos seguir con la vida que llevamos. ¿Por qué tolera el Señor este pecado?

Porque la paciencia es uno de los atributos de Dios; esto es evidente en su misericordia al refrenar el castigo de quienes están implicados en el pecado a largo plazo. La paciencia del Señor tiene un motivo y un propósito. Dios nos ama y espera pacientemente que cada uno de nosotros llegue a conocer como Salvador a su Hijo Jesucristo.

La segunda razón de la paciencia de Dios tiene que ver con nosotros, como creyentes. Él entiende nuestra carnalidad innata y las tendencias pecaminosas que resultan de ella. Por tanto, sabe que tenemos mucho que aprender después de llegar a la fe.

Sin embargo, podemos abusar de la paciencia de Dios cuando lo malinterpretamos (Sal 50.21). ¿Alguna vez hizo usted algo que sabía que estaba mal y se sorprendió al salir bien librado de la situación? Hay ocasiones cuando no sucede nada como resultado de un pecado particular, y pensamos que Dios lo ha pasado por alto. Sin embargo, Dios es muy claro al decirnos que no podremos vivir en desobediencia sin sufrir las consecuencias.

¿Ha estado Dios trayendo convicción de algún pecado que está queriendo ignorar? Confiéselo y reconozca delante del Señor que eso está mal; arrepiéntase y apártese del pecado; y dele gracias por tener paciencia con usted.

viernes, 4 de noviembre de 2016

El desarrollo de la paciencia

El desarrollo de la paciencia

Leer | Gálatas 5.22-25

Tenemos toda clase de excusas para ser impacientes: el estrés, la mala salud, los errores de otras personas, estar retrasados, o simplemente haber tenido un mal día. Pero la impaciencia puede llevarnos a tomar malas decisiones, herir a otros o destruir relaciones.

Dios quiere algo mejor para nosotros. Él sabe que la paciencia nos ayuda a permanecer en su voluntad —y eso hace que su favor descanse sobre nosotros. Logramos mantener relaciones sólidas y duraderas cuando estamos dispuestos a esperar que otros cambien.

Pero, ¿cómo podemos desarrollar esta cualidad? Primero, debemos ver nuestras vidas como Dios las ve, y aceptar las dificultades como oportunidades para aprender a ser pacientes. Debemos dejar atrás la creencia equivocada de que en la vida cristiana no se tienen problemas. El propósito de Dios no es darnos comodidad y placeres, sino más bien que crezcamos a la semejanza de Cristo. La paciencia es una de esas cualidades del “crecimiento” que debemos tener.

Segundo, tenemos la responsabilidad de procurar la cualidad de la paciencia, y ejercitarnos en ella. Tenemos que aprender a rechazar nuestros malos hábitos y las ideas equivocadas del pasado. Acostúmbrese a responder con gentileza y cordialidad, aunque la otra persona le esté acusando injustamente.

Se necesita tiempo, energía y esfuerzo para cambiar nuestra forma de pensar y nuestras respuestas. Pero gracias a Dios, no hacemos esto solos: el Espíritu Santo está comprometido a producir este fruto en nuestras vidas, con nuestra cooperación y buena disposición.

jueves, 3 de noviembre de 2016

La demostración de paciencia

La demostración de paciencia

Leer | Efesios 4.1-3
Como hijos de Dios estamos llamados a demostrar paciencia en momentos de conflicto, pues Dios sabe que hay poder en la demostración de control. Nuestra tendencia natural es molestarnos cuando somos acusados injustamente, pero para reflejar a Cristo debemos:

• Guardar silencio cuando somos atacados verbalmente. La ira de una persona puede alimentar la nuestra, y conducir a una discusión. En vez de eso, debemos dejar que esa persona diga lo que siente.

• Escuchar sin responder. Con nuestro silencio, puede que hagamos caso omiso al ataque verbal, pero debemos escuchar el malestar de la otra persona.

• Orar por quien nos ataca. Aunque no tengamos ganas de orar, debemos hacer lo que Dios quisiera que hagamos.

• Controlar nuestros pensamientos. Debemos enfocarnos en Dios y en lo que Él piense de nosotros, no el conflicto.

• Controlar nuestras emociones. Debemos confiar en que el Espíritu Santo nos indicará la respuesta adecuada.

• Estar listos para perdonar. Debemos ser pacientes cuando seamos tratados injustamente, y estar dispuestos a dejar ir nuestro dolor (2 Ti 2.24).

• Decir palabras de estímulo. Es bueno expresar aprecio cuando alguien trae una preocupación a nuestra atención —y pedir perdón si hemos cometido un error.

A nuestra naturaleza humana, estas cosas pueden parecer absurdas e inútiles, pero en realidad, es todo lo contrario. Hay un gran poder en la paciencia, pero son muy pocos quienes la practican bien.

Responder correctamente deja una huella en los no creyentes, quienes notarán algo en usted que ellos también necesitan.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Para enfrentar las montañas de la vida

Para enfrentar las montañas de la vida

Leer | Zacarías 4.1-14
En la visión que Dios le dio a Zacarías, la montaña es una ilustración de barrera u obstáculo. Podríamos preguntarnos qué puede enseñarnos hoy la extraña visión del profeta.

Zorobabel, líder de Judá, y un grupo de 50.000 cautivos habían sido liberados por los babilonios para que volvieran a Jerusalén. Allí, comenzaron a reconstruir los muros del templo, pero fueron atacados por vecinos hostiles. Como resultado, el pueblo de Dios se desanimó y estuvo a punto de darse por vencido.

En el v. 6, Dios le recordó a Zorobabel por medio de Zacarías, que el avance no era “con ejército, ni con fuerza, sino con [su] Espíritu”. En otras palabras, cuando Dios nos llama a una tarea, Él mismo asume la responsabilidad de quitar los obstáculos. El Señor pregunta después: “¿Quién eres tú, oh gran monte?” Nada más que una llanura quedaría después que Él actuara por medio de Zorobabel.

Dios nunca ha querido que emprendamos tareas insuperables. Por eso debemos confiar en el poder del Espíritu Santo que habita en nosotros. Somos como el candelabro (v. 2) que debía mantenerse ardiendo en el templo todo el tiempo. En la visión de Zacarías, los olivos a cada lado del candelabro estaban derramando aceite directamente en su depósito, sin ninguna ayuda de los sacerdotes (v. 12). Al igual que esos olivos, el Espíritu Santo era la promesa de ayuda continua de Dios al pueblo desalentado. Nosotros, también, podemos tener la confianza de que el Señor derrama su Espíritu en nuestras vidas para que nos ayude cuando estemos frente a las “montañas” de la vida.

martes, 1 de noviembre de 2016

La confianza en el poder de Dios

La confianza en el poder de Dios

Leer | Filipenses 4.10-13
Humanamente hablando, el apóstol Pablo tenía mucho de qué jactarse —sus credenciales se encuentran en Filipenses 3.4-6. No obstante, él sabía que esos logros no eran lo que realmente importaba. Pablo entendía acertadamente que conocer a Cristo y confiar en Él eran la fuente del verdadero valor en la vida.

Al escribir con tal modestia, el apóstol es un buen ejemplo de cómo debemos vernos a nosotros mismos —o sea, como el Padre nos ve. La mejor manera de hacerlo es reconocer a Dios como la fuente de nuestro poder: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (4.13).

Muchos de nosotros conocemos este versículo de memoria, pero ¿hemos aceptado la verdad que contiene? El énfasis no está en “lo puedo”, sino en el hecho de que lo puedo en Cristo —Él nos da todo lo que necesitamos para llevar a cabo su plan para nuestras vidas.

Este versículo es la confesión de que no podemos hacer la voluntad de Dios con nuestras propias fuerzas. Pero eso no significa que debemos simplemente cruzarnos de brazos y convertirnos en simples espectadores. Como cristianos, tenemos la responsabilidad de obedecer la dirección del Señor en todo, pues, son nuestras manos, pies, cuerpo, voz, compasión y deseos, los que el Señor usará para llevar a cabo sus grandes propósitos para nuestras vidas.

Obedecer por fe puede parecer atemorizante, pero mantenerse a salvo cómodamente no es lo que el pueblo de Dios elige. Hacer todo por medio de Cristo implica tomar riesgos, pero usted descubrirá que las recompensas por la obediencia son profundamente gratificantes.