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miércoles, 25 de enero de 2017

Los falsos maestros que nos rodean


Los falsos maestros que nos rodean

Leer | Judas 1.17-19

Todos sabemos lo peligroso que puede ser la enseñanza falsa para nuestra vida espiritual. Hoy veremos las maneras de identificar a los falsos maestros.
Primero, los falsos maestros ridiculizan la fe. Es decir, atacan o tratan de desacreditar la Palabra de Dios o la iglesia. Cuando su mensaje es presentado con pasión y de manera elocuente, incluso los verdaderos creyentes pueden ser confundidos para que duden de la verdad de la Biblia.
Segundo, los falsos maestros se dejan llevar por sus propios deseos. Para estas personas, la interpretación de la Palabra de Dios se convierte en una cuestión de creencias selectivas. Crean su propia teología para justificar sus hábitos y sus deseos pecaminosos.
Tercero, los falsos maestros causan divisiones. Tratan de verse como superiores a quienes los escuchan, diciendo haber tenido una experiencia que los ha elevado a un “nivel más alto”, o manifestando que tienen una espiritualidad más desarrollada que los demás jamás podrán tener la esperanza de alcanzar.
Cuarto, los falsos maestros tienen una mentalidad mundana. No están interesados en la enseñanza verdadera de la Palabra de Dios, sino que están concentrados en lo que pueden lograr, en cuántas personas les seguirán, o en cuánto pueden ganar por medio de sus enseñanzas.
Los maestros guiados verdaderamente por el Espíritu Santo evitan estas trampas, y reconocen que la humildad y la unidad con el oyente (Fil 2.1-4) son fundamentales. El sabio le pide discernimiento al Espíritu Santo para distinguir la verdad del error (1.9, 10).



Ídolos en la vida del creyente




Ídolos en la vida del creyente

Leer | Éxodo 20.1-6

¿Ha notado usted que ahora la palabra “ídolo” ha sido disociada totalmente de la palabra “idolatría”? En la iglesia, nos disgustamos ante la mención de la idolatría, ya que nos trae a la mente imágenes de becerros de oro y de otras cosas que adoraban los paganos. Sabemos que estas cosas son malas, porque nuestra adoración debe estar dirigida solamente a Dios. ¿Pero sentimos lo mismo en cuanto a los “ídolos”?
La cultura de hoy se deleita con sus ídolos. Tenemos estrellas de la música, reinas de belleza, íconos de la cultura pop y héroes de los deportes, y todos luchan por captar nuestro interés. A cambio de su ardua labor, les damos justamente lo que quieren: nuestra atención.
Nos sentamos durante horas frente al televisor, seguimos las noticias de las celebridades y leemos, vemos o escuchamos cualquier cosa que tenga que ver con lo que nos gusta.
Es necesario que se nos recuerde que un ídolo es cualquier cosa que tenga más valor para nosotros que el Señor. Esto pudieran ser las estrellas de cine, nuestras pertenencias, o incluso nuestros seres queridos.
La naturaleza de la idolatría es su táctica de distracción. Cuando algo aleja nuestra mirada de Dios, nuestra vida comienza a volverse un caos. Traiga sus distracciones al Señor, pídale perdón por las veces que permitió que otras personas o cosas fueran más importantes para usted que Él en su vida. Y pídale que le dé sabiduría para disfrutar sus bendiciones, sin ser cegado por las tentaciones que le alejan de su comunión con Él.


sábado, 14 de enero de 2017

La oración efectiva




La oración efectiva

Leer | Marcos 11.24, 25

Juan 14.14 dice: “Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”. A veces, las personas interpretan esto como que cualquier petición que termine con las palabras “en el nombre de Jesús, amén”, será concedida automáticamente.
Sin embargo, basar nuestro concepto sobre la oración en un versículo aislado, puede llevar a un modo de pensar equivocado. También es importante tener presentes…

Nuestra comunión con Dios. Para que el Señor escuche y responda nuestras oraciones, tenemos primero que ser salvos de nuestro pecado por medio de la sangre de Jesucristo. Una vez que hayamos puesto nuestra fe en Él como Salvador, Dios nos escuchará solo si andamos en rectitud delante de Él. Como vimos ayer, Él entiende nuestra debilidad, y no espera perfección de nosotros. Pero si seguimos en el pecado, Él no nos oirá.

Nuestra petición. Algunas personas piensan que las palabras “en el nombre de Jesús” son mágicas, pero nada puede forzar la mano del Señor. Aunque estas palabras tuvieron su origen en un buen motivo, hay que pedir solamente lo que sea consistente con el carácter del Señor Jesús. Debemos orar con fe, creyendo que Dios puede hacer y hará todo lo que sea mejor para nosotros dentro de su voluntad.

Nuestra motivación. El Señor no responderá afirmativamente a una oración que nos perjudicará o que saboteará su propósito. Cuando traigamos peticiones a Él, debemos considerar nuestra motivación. ¿Nuestro objetivo es glorificar a Dios y dejar que otros lo vean a Él en nosotros? ¿Es nuestra motivación egoísta, por codicia, o impura?

viernes, 13 de enero de 2017

La oración contestada




La oración contestada

Leer | Mateo 7.7-11

Nuestro Padre celestial nos manda a orar siempre (1 Ts 5.17). Y promete que si pedimos, recibiremos (Lc 11.9). Sin embargo, ¿cuántas veces la respuesta a nuestras peticiones ha sido el silencio?
El Señor no nos diría que oremos si no va a responder nuestras oraciones. De hecho, Él dice que cualquier padre que ama a sus hijos les da lo que necesitan y lo que es bueno (vv. 11-13). Y Él, como nuestro Padre celestial, nos dará mucho más. Pero si queremos que Dios nos responda, tenemos que cumplir con tres condiciones importantes.
Primero, debemos tener una relación correcta con Jesucristo, poniendo nuestra fe en Él como Salvador. Pero algunas personas eligen vivir haciendo cosas malas aun después de la salvación. La Biblia dice: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Sal 66.18). Esto no significa que nunca podemos cometer un error —Dios entiende nuestra fragilidad. Pero sí que debemos arrepentirnos de todo pecado conocido, y evitar seguir en él.
Segundo, debemos pedir lo que es correcto. La Sagrada Escritura nos recuerda que debemos pedir conforme a la voluntad de Dios (1 Jn 5.14). Eso significa que podemos expresarle nuestras esperanzas y deseos, pero sometiéndonos a lo que Él considere mejor. Con el tiempo, nuestros anhelos pueden perder su atractivo o poner a prueba lo que hay en nuestro espíritu.
Tercero, debemos orar por cosas específicas y con confianza. Cuando hacemos peticiones que armonizan con la voluntad de Dios, podemos tener la seguridad de que Él responderá.

jueves, 12 de enero de 2017

Esperanza para un mundo en proceso de cambio




Esperanza para un mundo en proceso de cambio

Leer | Romanos 5.1-5

Los rápidos cambios en nuestro mundo pueden robarnos la paz. Podemos ser afligidos por el sufrimiento que vemos a nuestro alrededor, los conflictos políticos, las epidemias, y las crisis económicas.
A medida que los problemas se acumulan, podemos desanimarnos y darnos por vencidos. Pero, basar toda nuestra esperanza en la capacidad del hombre para resolver los problemas o modificar una situación, no es la respuesta. Podemos tener solamente paz temporal cuando modificamos nuestras circunstancias o ajustamos nuestra conducta externa.
La raíz del problema en nuestra cultura es espiritual —es decir, el hombre tiene una naturaleza pecaminosa que está en enemistad contra Dios. El pecado nos lleva a pensar solamente en nuestro propio interés y en buscar lo que queremos. Ni nuestra inteligencia ni nuestro talento pueden darnos paz con Dios. Pero los que ponen su fe en Jesucristo como Salvador, reciben una nueva naturaleza y son reconciliados con el Señor. Como sus hijos adoptados, no solo estamos en paz con Él, sino que también hemos recibido el poder para vivir en armonía unos con otros. No importa cuánto cambie la vida, podemos tener esperanza, porque estamos anclados a un fundamento firme que nunca será conmovido (Is 28.16).
La esperanza del creyente descansa en el Dios Trino —Padre, Hijo y Espíritu Santo. Nuestro Padre celestial nos conoce a cada uno por nombre (Is 43.1). Nuestro Salvador cumple cada promesa divina (2 Co 1.20). Y el Espíritu Santo nos garantiza que estamos seguros en Cristo, tanto en esta vida como en la venidera.

miércoles, 11 de enero de 2017

Un ejercicio para liberarse de la ansiedad




Un ejercicio para liberarse de la ansiedad

Leer | Salmo 55.16-22

Los hombros de Dios son lo suficientemente grandes para llevar nuestras cargas. Él es soberano sobre el universo, y puede resolver cada problema y suplir cada necesidad. Hoy, quiero ofrecerle un ejercicio que le ayudará a liberarse de la ansiedad.
Primero, escriba en una hoja de papel las cosas que le roban la paz.
Después, ponga cada problema en las manos de Dios. Recuerde el Salmo 18.35, que promete que Él sostiene al creyente y le da la victoria.
Finalmente, cuando ore, visualice la situación en las manos omnipotentes de Dios. Por ejemplo, una mujer puede imaginar que le da al Señor lo que le debe, mientras dice: “Padre, te doy mi ansiedad económica. Sé que me mostrarás cómo salir de las deudas. Tú eres más que suficiente para manejar esto, y confío en que me ayudarás”.
Algunas personas pueden estar en desacuerdo con esta sugerencia, porque hay movimientos humanistas y seudoespirituales que también utilizan un método al que llaman “visualización”. Pero no deje que nadie le robe lo que le pertenece a usted legítimamente. Dios crea imágenes verbales a lo largo de toda la Biblia. Este ejercicio simplemente crea una imagen instantánea del Señor haciendo exactamente lo que Él dice que hará (Sal 55.22; Mt 6.25, 26).
Cuando usted haya puesto todas sus ansiedades en las manos de Dios, tome esa hoja y destrúyala, como símbolo de la transacción que acaba de tener lugar. Sus ansiedades ya no son suyas. Cada una de ellas pertenece ahora al Señor. Entonces, siga adelante con perfecta paz.

martes, 10 de enero de 2017

Nuestro amigo fiel



Nuestro amigo fiel

Leer | 2 Timoteo 4.16-18

Muchos hemos experimentado algún tipo de abandono. Pudo haber sido un cónyuge que se alejó, un compañero de trabajo que nos ignoró, o un amigo cercano que estaba demasiado ocupado para ayudarnos. La vida del apóstol Pablo nos enseña cómo evitar el desánimo en tales situaciones.
Recuerde que el Señor está siempre con nosotros. Cuando ponemos nuestra fe en Jesús como Salvador, comenzamos a relacionarnos de manera personal con Él, y su Espíritu viene a vivir en nosotros. Por medio del Espíritu Santo, el Señor Jesús está con nosotros en todo momento, no importa la circunstancia. Él es nuestro amigo —uno que nunca nos dejará. Su amistad es la relación más importante que tenemos, y leer nuestra Biblia nos ayudará a jamas olvidarlo.
Encuentre fuerzas en Dios. Por medio del Espíritu Santo, tenemos acceso al poder divino cada minuto del día. Si renunciamos a tener el control, y dependemos del Señor, seremos capaces de encontrar la fortaleza que solo Él puede dar. Entonces, si nuestros familiares o nuestros amigos nos hieren, su presencia nos dará consuelo y ayuda para perdonarles.
Busque con anhelo su liberación. Pablo testificó que el Señor lo había rescatado y que lo seguiría liberando de toda situación mala. El apóstol sabía que podía confiar en Dios siempre.
Pablo enfrentó muchas situaciones dolorosas sin la ayuda de sus amigos. Hacia el fin de su vida, quienes se interesaban por él estaban muy dispersos. Pero su actitud se mantuvo esperanzada porque Cristo era su Amigo fiel.

lunes, 9 de enero de 2017

Una razón para tener confianza




Una razón para tener confianza

Leer | Filipenses 4.5

La negatividad nos afecta tanto espiritual como físicamente. Basta con pasar tiempo con una persona pesimista para resultar afectados. Por otra parte, las emociones positivas pueden darnos poder para tener una vida abundante, como el Señor quiere.
Enfrentar cada día sabiendo que nuestra fortaleza viene del Señor Jesús, echará fuera la duda y la ansiedad. Sin embargo, escuchar malos consejos, tener actitudes negativas, vivir en pecado o con sentimientos de culpa, impedirán que nuestro corazón encuentre confianza plena en Dios.
Por el contrario, podemos desarrollar intencionalmente confianza en Dios todopoderoso madurando en la fe. Meditar en la lectura de la Palabra, acercarse al Señor en oración, y decidir creer en Él, son maneras de fortalecer nuestra relación con el Padre celestial. Cuanto más profunda sea nuestra relación con Él, más sólida llegará a ser nuestra confianza.
Como cristianos, tenemos todas las razones del mundo para sentir confianza porque tenemos la presencia misma de Dios viviendo dentro de nosotros (Jn 14.17), y además gozamos de su paz, su poder y su ayuda (Fil 4.7, 13, 19).
Nuestro mundo está lleno de desconfianza, temor e incertidumbre. Pero no se deje llevar por mensajes negativos, que pueden hacerle perder la confianza que Dios da a sus hijos. Por el contrario, enfóquese en la verdad de las Sagradas Escrituras, como también en la gloria y la victoria del Señor Jesús. Deje que el amor perfecto de Él eche fuera su temor (1 Jn 4.18).

jueves, 5 de enero de 2017

Nuestro Dios de gracia




Nuestro Dios de gracia

Leer | Efesios 2.4, 5
Gracia es el favor y el amor de Dios demostrados a la humanidad. No podemos ganarlos o llegar jamás a ser buenos para merecerlos. Para apreciar realmente su gracia, necesitamos comprender ciertas verdades acerca de Dios y de nosotros mismos.
Primero, Dios es absolutamente santo, y el pecado no puede coexistir con la perfección sagrada de su presencia. Cuando Adán y Eva decidieron comer del árbol prohibido, su relación con Dios se fracturó. Puesto que todas las generaciones posteriores heredaron la naturaleza pecaminosa de ellos, toda persona nace con una naturaleza inclinada a mantenerse apartada del Señor.
Segundo, el carácter de Dios es justo. Como resultado, el Señor exige un pago por el pecado. El castigo que exige es la muerte (Ro 6.23), no solamente física sino también espiritual mediante la separación eterna de Él.
Por último, tenemos un Dios misericordioso que nos extiende su gracia. Él creó un plan que confirmaría su naturaleza santa, cumpliría con los requisitos de su justicia, y nos haría miembros de su familia: envió a su Hijo para salvarnos. Tras haber nacido como un ser humano, el Señor Jesús vivió una vida perfecta, y cumplió la Ley. Solo Él estaba calificado para satisfacer la justicia divina. Cristo tomó nuestro lugar, llevó nuestros pecados y experimentó la ira de Dios por nuestra rebelión —todo ello para que pudiéramos ser reconciliados con el Padre.
¿Ha reconocido usted que es un pecador y recibido el perdón del Señor por medio de la fe en Cristo? Si es así, ¿está usted agradecido por su gracia?

miércoles, 4 de enero de 2017

Una vida fructífera



Una vida fructífera

Leer | Proverbios 3.5-12
Dios nos creó con la necesidad de saber que nuestra presencia en este mundo cuenta; y tal necesidad solo la podemos satisfacer por medio de su Hijo Jesucristo.
Por lo tanto, debemos confiar en Él y darle el control sobre nuestras familias, finanzas, empleos y todo lo demás. El pasaje de hoy enfatiza lo esencial que es la confianza para una vida fructífera y nos advierte que no seamos sabios en nuestra propia opinión, ni nos apoyemos en nuestra propia prudencia (3.5, 7).
Es normal que a la hora de tomar una decisión tengamos el impulso de recaudar información y elegir la respuesta que parece correcta. Sin embargo, a diferencia de nosotros, Dios conoce cada uno de los detalles, “ve” los corazones y detecta cada pensamiento; ningún aspecto de nuestra vida le es inadvertido (1 Cr 28.9; Sal 11.4). Es por eso que solamente Él conoce cuál es la mejor decisión que debemos tomar para cada situación.
La vida abundante implica también reconocer al Señor en todo lo que hagamos. Hablar de Él es apenas una parte de lo que significa darle reconocimiento. Como hijos suyos, debemos tener un gran parecido con nuestro Padre celestial —en pensamientos, actitudes y acciones. Nuestras prioridades deben reflejar las de Él, y nuestros planes corresponder con sus propósitos.
La vida se vuelve fructífera cuando nos rendimos al Señor y hacemos su voluntad. Al permitir que su Espíritu viva en nosotros (Gá 2.20), descubriremos que nuestra vida es importante y nos sentiremos satisfechos en cuanto a ella.

martes, 3 de enero de 2017

Una lección de alfarería espiritual




Una lección de alfarería espiritual

Leer | Isaías 64.8
Decidí seguir el ejemplo del profeta Jeremías, quien visitó el taller de un alfarero por petición del Señor (Jer 18.1-6). Así que me detuve en una escuela de cerámica para observar una clase.
Allí aprendí que el alfarero tiene poder sobre el barro. Puede hacer con él lo que le plazca. Nosotros, los seres humanos, tenemos un libre albedrío limitado, ya que la voluntad de Dios es más grande. Por eso, aunque intentemos resistir su mano escultora, Él sigue trabajando hacia su objetivo. El gran Alfarero se ha propuesto lograr un diseño particular en nosotros, y tiene un plan para que el mismo tome forma.
El Alfarero trabaja la arcilla con paciencia. Puesto que Dios sabe que la madurez espiritual no puede ser precipitada, Él forma nuestro carácter cristocéntrico lentamente, con una experiencia a la vez. Lo que significa que Él es perseverante, ya que la arcilla humana a veces sale del centro del torno y pierde la forma. De la misma manera que solo se puede dar forma a la arcilla cuando ella está centrada en el torno, nosotros debemos mantenernos dentro de la voluntad del Padre para crecer espiritualmente. El Alfarero maniobra para traer otra vez a su posición, al creyente que se desliza. Él nunca desecha sus vasos, sino que trabaja incansablemente para hacerlos perfectos.
Nuestro Dios es un Alfarero personal. Sus creaciones reflejan su personalidad y su carácter. Y su Espíritu se derrama en cada vaso humano, para que Él pueda ser parte de nuestra vida. El resultado es una obra de verdadera belleza —un santo dedicado totalmente a Él.

lunes, 2 de enero de 2017

Cómo encaminar nuestra vida



Cómo encaminar nuestra vida

Leer | Hebreos 12.1-3
¿Ha sentido usted alguna vez como si hubiera perdido el rumbo? Quizás iba muy bien, pero de repente, no estuvo seguro de qué camino tomar. De vez en cuando, todos enfrentamos circunstancias en las que nuestro sentido de dirección espiritual parece confuso. Pero, afortunadamente, Hebreos 12.1-3 ofrece un plan claro para que encaminemos nuestra vida después de que hayamos dado pasos en falso.
Primero, “despojémonos de todo peso”. En otras palabras, debemos quitar cualquier cosa de nuestra vida cuyo peso nos esté agobiando como el estrés, la culpa, el temor, la vergüenza y el remordimiento.
Segundo, “despojémonos… del pecado que nos asedia”. ¿Se ha sentido alguna vez totalmente impotente a causa de su pecado? Cuando no se le presta atención al pecado, éste crece como una enredadera silvestre. El pecado puede empezar siendo pequeño, pero podrá apoderarse de usted si no extirpa su raíz temprano.
Tercero, “corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”. Eso significa que debemos mantenernos enfocados, y si caemos, levantarnos otra vez, y avanzar. Con la determinación de un atleta olímpico, seguimos adelante con nuestra mirada en la meta, a pesar de los obstáculos y las distracciones.
Pero, aun cuando nos sintamos perdidos, podemos estar seguros de que Dios tiene un plan específico para nuestra vida. Él sabe dónde hemos estado, dónde estamos ahora, y hacia dónde nos dirigimos. La ruta ha sido puesta delante de nosotros, y el Señor Jesús se encuentra esperando en la línea de llegada.