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martes, 12 de abril de 2011

TESOROS DE DAVID "SALMO 16" Charles Spurgeon


Titulo: Mictam de David. Esto se entiende generalmente que significa el Salmo de oro.
Ainsworth lo llama «Joya de David o cántico notable», el Salmo del secreto precioso.
No nos vemos limitados a intérpretes humanos para hallar la clave de este misterio de oro, porque hablando por el Espíritu Santo, Pedro nos dice: «David habla con respecto a El» (Hechos 2:25). El apóstol Pablo, guiado por la misma inspiración infalible, cita este Salmo y testifica que David escribió del hombre a través del cual nos es predicado el perdón de los pecados (Hechos 13:35-38). El plan de los comentaristas ha sido, en general, aplicar el Salmo a David a los san-tos y al Señor Jesús, pero nos atrevemos a creer que en él «Cristo es todo», puesto que en los
versículos noveno y décimo podemos ver «a Jesús solo», como los apóstoles en el monte. C.H.S.
Vers. 1. Guárdame, presérvame, como un cuerpo de guardias que rodean a su monarca, o como los pastores protegen sus rebaños. Uno de los grandes nombres de Dios es el de «Preservador de los hombres» (Job 7:20), y este oficio de gracia del Padre se ejerce hacia nuestro Mediador y Representante. Había sido prometido al Señor Jesús en palabras expresas que sería preservado (Isaías 49:7, 8). C. H. S.
Vers. 2. Oh alma mía, dijiste a Jehová; Tú eres mi Señor. En lo más íntimo de su corazón, el Señor Jesús mismo se inclinó para rendir servicio a su Padre celestial, y ante el trono de Jehová su alma ofreció lealtad al Señor en favor nuestro. C. H. S.
No hay, para mí bien fuera de Ti. Antigua traducción usada aquí: Mi bondad no se extiende a Ti.
Aunque la obra de la vida y la agonía de la muerte del Hijo reflejaron resplandor sobre cada uno de los atributos de Dios, con todo, el Dios bienaventurado infinitamente no tenía necesidad de la obediencia y muerte de su Hijo; fue por nuestra causa que la obra de redención fue emprendida, y no por falta o necesidad en el Altísimo. ¡Con qué modestia estima aquí su propia bondad!
Creo que las palabras deberían entenderse respecto a lo que el Mesías hacía por los hombres. Mi bondad, tobhathi, «mi bien», no añade nada a tu Divinidad; Tú no provees este sacrificio asombroso para derivar excelencia de él; pero esta bondad se extiende a los santos -a todos los espíritus de los justos hechos perfectos, cuyos cuerpos están todavía en la tierra-; y a los excelentes, addirey, «los nobles o supereminentes», los que por la fe y paciencia heredan las promesas. Adam Clarke
¡Oh!, ¿qué puedo entregarte a Ti, mi Dios, por todos tus beneficios hacia mí? ¿Cómo te pagaré?
¡Ay!, no puedo hacer bien alguno porque mi bondad imperfecta no puede complacerte, pues eres perfecto y bueno esencialmente; el bien que haga no puede añadir a tu bien; mi maldad no puede perjudicarte. Yo recibo todo el bien de Ti, pero no puedo devolverte ninguno; por lo que te reconozco como muy rico, y yo como muy pobre; tú estás muy lejos de tener necesidad de mí. Richard Greenham
Vers. 2, 3. Mi bondad se extiende no a Ti, sino a los santos que están en la tierra. Algunos hijos no sacan nada de sus padres terrenales, como el hijo de Cicerón, que no se parecía en nada a su padre, excepto en el nombre; pero los hijos de Dios participan todos de la naturaleza de su Padre celestial. William Gurnall
Vers. 3. Para los santos que están en la tierra, y para los íntegros, es toda mi complacencia. Estos santificados, aunque están todavía sobre la tierra, participan de los resultados de la obra mediadora, y por su bondad son hechos lo que son. El pueblo peculiar, celoso para buenas obras, y santificado para el servicio sagrado, está revestido de la justicia del Salvador y ha sido lavado en su sangre, y por ello recibe de la bondad atesorada en El; éstas son las personas que se benefician de la obra del Hombre Jesucristo; pero esta obra no añade nada a la naturaleza, atributos o felicidad de Dios, que es bienaventurado para siempre jamás.

Los creyentes pobres son receptores de Dios y tienen la garantía de la corona para recibir el producto de nuestra ofrenda en el nombre del Rey. Los santos que han partido, nosotros no los podemos bendecir; incluso la oración en favor de ellos no tiene valor alguno; pero, en tanto que están aquí, hemos de probar de modo práctico nuestro amor a ellos, como hizo nuestro Maestro, porqué ellos son los buenos y óptimos de la tierra. C. H. S.
Sabemos que el Nuevo Testamento brilla más que el Antiguo, tal como el sol brilla más que la luna. Si, pues, vivimos en una dispensación más gloriosa, debemos observar una conducta más gloriosa... excelente. Si el sol no diera más luz que una de las estrellas, no podríamos creer que fuera el regente del día; si no transmitiera más luz que una luciérnaga, pondrías en duda que fuera la fuente del calor elemental. Si Dios no hiciera más que la criatura, ¿dónde se hallaría su
Divinidad? Si el hombre no hiciera más que el bruto, ¿dónde se hallaría su condición humana? Si un santo no fuera superior al pecador, ¿dónde se hallaría su santidad? William Secker
Ingo, un antiguo rey de los dravos, en una fiesta oficial relegó a sus nobles, que en aquel tiempo eran paganos, a que se sentaran en una sala inferior, y mandó que ciertos pobres cristianos fueran traídos a la cámara de presencia, para que se sentaran a su mesa, comieran y bebieran y se alegraran con él, por lo que muchos se asombraron, y él dijo que consideraba a los cristianos, aunque pobres, como el mayor ornamento de su mesa, y una compañía más digna que la de los mayores nobles no convertidos a la fe cristiana; porque éstos es posible que fueran echados al infierno, en tanto que los pobres serían su consuelo y compañeros príncipes en el cielo. Aunque vemos las estrellas algunas veces reflejadas en un charco, en el fondo de un pozo o en una charca hedionda, con todo, las estrellas están situadas en el cielo. Igualmente, aunque vemos a un hombre piadoso en condición pobre, miserable, baja, despreciada, considerando las cosas de este mundo, sin embargo está fijo en el cielo, en la región del cielo. «El cual nos ha levantado» -dice el apóstol- «y nos ha hecho sentar en lugares celestiales en Cristo Jesús». Charles Bradbury, Cofre de joyas
Vers. 4. Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otros dioses. Los creyentes de mera profesión con frecuencia son lentos en servir al verdadero Señor, pero los pecadores sirven diligentes a otros dioses. Corren como locos en tanto que no50tr05 nos arrastramos como caracoles. Que su celo sea un reproche para nuestra tardanza. Con todo, cuanto más corren, peor, porque sus aflicciones serán multiplicadas por su diligencia en multiplicar sus pecados. Matthew Henry dijo: «El que multiplica los dioses multiplica sus propias aflicciones;
porque el que cree que un Dios es demasiado poco, hallará que dos son demasiados, y, con todo, centenares no le bastarán. »
Las crueldades y dificultades que sufren los hombres por causa de los falsos dioses son asombrosas; nuestros misioneros informan en abundancia sobre este punto; pero quizá nuestra propia experiencia es igualmente vívida en lo que nos dice; porque cuando hemos dado nuestro corazón a los ídolos, más tarde o más temprano hemos tenido que sufrir por ello.
Moisés desmenuzó el becerro de oro, y molió el polvo y lo echó en el agua de la cual bebía Israel, y lo mismo nuestros ídolos queridos pasarán a ser porciones amargas para nosotros, a menos que los abandonemos.

No hay comunión posible entre el pecado y el Salvador. Él vino para destruir las obras del diablo, no para aliarse con ellas o favorecerlas. De ahí que rehusara el testimonio de los espíritus impuros en cuanto a su divinidad, porque no quería tener contacto alguno con las tinieblas.
Deberíamos tener cuidado extremo en no relacionarnos en el menor grado con la falsedad en la religión.
No ofreceré yo sus libaciones de sangre. El viejo proverbio dice: «No es seguro comer en la mesa del diablo, por larga que sea la cuchara. »
El mero mencionar las palabras zafias es algo que hemos de evitar: ni en mis labios tomaré sus nombres. Si permitimos que el veneno se ponga en contacto con los labios, es posible que antes de poco penetre en el interior, y es bueno mantener fuera de la boca lo que no queremos que entre en el corazón. Si la iglesia quiere gozar de su unión con Cristo, debe romper todos los lazos de impiedad y mantenerse pura de todas las contaminaciones del culto de la voluntad carnal, que ahora contamina el servicio de Dios. C. H. S.
Un pecado que se esconde bajo la lengua se vuelve blando y movible, y la garganta es tan corta y su paso tan resbaladizo que insensiblemente puede deslizarse de la boca al estómago; y el desparpajo en la consideración rápidamente se transforma en impureza práctica. Thomas Fuller
Vers. 5. Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa. ¡Con qué confianza y gozo se vuelve Jesús a Jehová, a quien posee su alma y en quien se deleita! Contento sin medida con su porción en el Señor su Dios, no tiene el menor deseo de ir en busca de otros dioses.
Vers. 6. Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado. Jesús halló que el camino de la obediencia guía a lugares deleitosos. A pesar de todas las aflicciones que marcan su rostro, exclama: «He aquí he venido; en el rollo del libro está escrito de mí, y me deleito en hacer tu voluntad, Dios mío; sí, tu ley está en mi corazón.» Puede parecer extraño, pero aunque ningún otro hombre llegó a conocer la aflicción tan a fondo, creemos que ningún otro hombre experimentó jamás tanto gozo y deleite en el servicio, porque ninguno sirvió tan fielmente y con tales resultados a la vista de su recompensa.
Todos los santos pueden usar el lenguaje de este versículo, y cuanto más completamente puedan entrar en su espíritu de contento, agradecimiento y gozo, mejor para ellos y más gloria para su Dios. Los espíritus descontentos no son como Jesús, sino tan disimilares a El como el ronco cuervo de la paloma arrulladora. Los mártires eran felices en sus calabozos.
Mr. Greenham osó decir: «Nunca han sentido el amor de Dios o probado el perdón de sus
pecados los que están descontentos.» Algunos teólogos creen que el descontento fue el primero de los pecados, la roca que echó a perder a nuestra raza en el paraíso; ciertamente, no hay paraíso allí donde este espíritu malo tiene poder. Su baba emponzoñará todas las flores del jardín. C.H.S.
Las hierbas amargas pueden tragarse bien cuando el hombre dispone de estas «viandas deliciosas que el mundo no conoce». El sentimiento del amor de nuestro Padre es como la miel al final de la vara; hace volver la piedra en pan, el agua en vino y el valle de tribulación en una puerta de esperanza; hace que los mayores males parezca que no lo son o que son mejores de lo que son en realidad; porque hace que nuestros desiertos se vuelvan jardines del Señor, y cuando estamos sobre la cruz, por Cristo, es como si estuviéramos en el paraíso con Cristo. Timothy Cruso

Vers. 7. Mi conciencia me enseña en la noche. Los grandes generales pelean sus batallas en su mente mucho antes de que suene la trompeta, y lo mismo hizo nuestro Señor para ganar nuestra batalla de rodillas antes de ganarla en la cruz. El que aprende de Dios se procura la simiente y pronto hallará sabiduría dentro de si, que crece en el huerto de su alma: «Tus oídos oirán una voz detrás de ti que dirá: Este es el camino, anda por él, y te diré cuándo has de volver a la derecha o a la izquierda.» La noche es la hora que el pecador escoge para sus pecados; y es la hora quieta cuando los creyentes escuchan las voces sosegadas del cielo y de la vida celestial dentro de sí.
Vers. 8-11. El temor de la muerte durante un tiempo proyectó su sombra oscura sobre el alma del Redentor, pero se le apareció un ángel confortándole; entonces la esperanza brilló plenamente sobre el alma del Señor y, como nos dicen estos versículos, contempló el futuro con santa confianza porque había estado con los ojos fijos en Jehová y gozado su presencia perpetua.
Sintió que, sostenido así, nunca podía ser apartado del gran plan de su vida; ni lo fue, porque no se detuvo nunca su mano hasta que pudo decir: «Consumado es.» ¡Qué misericordia tan infinita fue la suya para nosotros!
El reconocer la presencia del Señor es el deber de todo creyente: «He puesto al Señor siempre delante de mí.» Y el confiar en el Señor como nuestro campeón y guarda es el privilegio de todo santo: «porque El está a mi derecha, y no seré zarandeado». C. H. S.
Vers. 8. Un cristiano fiel, tanto si abunda en la riqueza como si lo atenaza la pobreza, tanto si su posición en el mundo es elevada como si es humilde, debe tener continuamente su fe y esperanza edificadas y basadas con firmeza, en Cristo, y tener su corazón y su mente fijos y establecidos en El, y seguir por las buenas y las malas, por el fuego y el agua, en guerra y paz, en hambre y frío, entre amigos y enemigos, a través de mil peligros y riesgos, ante las embestidas de la envidia, la
malicia, el odio, las calumnias, las amenazas, los insultos, el desprecio del mundo, la carne y el diablo, y aun en la misma muerte, por cruel, amarga y tiránica que sea, sin perder nunca de vista a Cristo, sin ceder la fe, la esperanza y la confianza en El. Robert Cawdray
La nube cargada pronto deja caer lluvia; el mortero cargado pronto se dispara cuando se le aplica el fuego. Un alma que medita está en potencia próxima a la oración. William Gurnall
Enoc anduvo tanto con Dios que andaba como Dios; no «andaba como los hombres», algo que el apóstol reprueba (lª Corintios 3:3). Andaba tan poco como el mundo, que permaneció poco en el mundo. Joseph Caryl
Vers. 9. Por tanto, se alegró mi corazón y se gozó mi alma. Su gozo interior era incontenible.
Nosotros damos testimonio de nuestro placer en cosas comunes, incluso por la gratificación de nuestros sentidos; cuando nuestro oído recoge una melodía suave, cuando nuestro ojo contempla objetos hermosos, cuando nuestro olfato se recrea en olores agradables, cuando nuestro sentido del gusto se deleita en provisiones exquisitas; y mucho más se deleitará nuestra alma cuando sus facultades, que son de una constitución más delicada, encuentren cosas que son en todos los aspectos agradables y placenteras para ellas; y en Dios las encontrarán; con su luz nuestro
entendimiento será renovado, y nuestra voluntad con su bondad y su amor. Timothy Rogers

Vers. 10. No dejarás mi alma en el Seol. Cristo, en su alma, descendió al infierno cuando, como nuestra garantía, se sometió a sufrir las penas infernales (o su equivalente) que nosotros merecíamos sufrir, por causa de nuestros pecados, para siempre. Así Cristo descendió al infierno cuando estaba vivo, no cuando estaba muerto. Así su alma estuvo en el infierno cuando en el jardín sudó gotas de sangre, y en la cruz cuando exclamó tan afligido: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mateo 26:38). Nicholas Byfield, Exposición del Credo Ni permitirás que tu santo vea corrupción. En la prisión externa de la gracia su cuerpo pudo
entrar, pero en la prisión interna de la corrupción Él no podía entrar. Esto es un noble aliento para todos los santos; todos ellos han de morir, pero se levantarán, y aunque en su caso ellos verán corrupción, con todo, resucitarán para vida eterna. La resurrección de Cristo es la causa, las arras, la garantía y el emblema de la resurrección de todos los suyos. C.H.S
Vers. 11. Me mostrarás la senda de la vida. En este versículo se pueden observar cuatro cosas:
1) Un Guía -Tú;
2) un viajero -yo;
3) un camino -la senda;
4) el fin -la vida descrita después.
Porque lo que sigue no es otra cosa que la descripción de esta vida.
El Guía lo hallamos mencionado en el primer versículo: Jehová. Aquí podemos empezar, como debemos en todos los ejercicios santos, con adoración. El viajero. Habiendo hallado al Guía, no buscaremos ya a uno que carezca de Él; porque si es así, aquí hay un hombre fuera de su senda.
Así como hay un solo Guía, así también habla en la persona de un solo viajero. Es para mostrar su confianza.
Pero veamos ahora lo que El nos mostrará: «la senda». Hemos de saber que así como los
hombres tienen muchos caminos fuera de la senda en el mundo, pero todos ellos terminan en la destrucción, así Dios tiene muchas sendas en el camino general de su Palabra, y todos ellos terminan en la salvación. William Austin
En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre. La nota de Trapp sobre el versículo celestial que termina el Salmo es un bocado deleitoso, que puede servir para una meditación y proveernos de un anticipo de nuestra herencia. Escribe: «Aquí se dice cuanto se puede decir, pero las palabras son demasiado débiles para expresarlo. Como calidad hay los placeres y gozo del cielo; como cantidad hay plenitud, una corriente en la que beber sin cese o saciedad; como constancia está a la diestra de Dios, el cual es más fuerte que todos, y nadie
puede arrebatarnos de su mano; es una felicidad constante, sin interrupción; y como perpetuidad, es para siempre. Los goces del cielo son sin medida, mezcla o término.» C. H. S.
Todos los que estamos aquí presentes ahora somos meros extraños en medio del peligro, estamos perdiéndonos a nosotros mismos y perdiendo nuestras vidas en la tierra de los muertos. Pero antes de poco hallaremos nuestras vidas, y nosotros mismos otra vez en el cielo con el Señor de la vida, y seremos hallados en El en la tierra de los vivos. Si cuando morimos, morimos en el Señor de la vida, nuestras almas con toda seguridad serán unidas al haz de la vida, de modo que, cuando vivamos otra vez, podamos estar seguros de hallarlas en la vida del Señor.
una onza, una libra, una tonelada de pesadez; ahora tenemos sólo una gota de gozo para un océano de penas, un momento de sosiego para un siglo de dolor; pero entonces tendremos un solaz interminable sin dolor, la verdadera felicidad sin pesadez, la mayor medida de felicidad sin la menor miseria, la medida más plena de gozo que pueda haber, sin mezcla alguna de aflicción.
Aquí, pues (como nos advierte san Gregorio el teólogo), hemos de soltar nuestras pesadas cargas de sufrimientos, y endulzar nuestras copas amargas de penas en la meditación continua y en la expectativa constante de la plenitud del goce de la presencia de Dios, y el placer a su diestra para siempre.
En tu presencia hay -no habrá, ni tampoco puede que haya, sino que hay-; hay plenitud de gozo sin cese ni interrupción, está siempre y ha estado y tiene que estar. Porque ¿qué es lo que el hombre aquí en el presente desea más que el gozo? ¿Y qué medida de gozo puede desear hombre alguno más que la plenitud del gozo? La consumación de la felicidad, por Edward Willan
En el cielo están libres de necesidades; no les falta nada, a menos que sea el mismo faltarles.
Pueden hallar la falta de mal, pero nunca sienten el mal de carencia. El mal no es sino la carencia de bien, y la carencia de mal no es sino la ausencia de carencia. Aquí algunos comen sin hambre, mientras que otros tienen hambre sin comida, y algunos beben en exceso sin tener sed, mientras que otros, sedientos, no tienen nada que beber. Pero en la presencia gloriosa de Dios ninguno será mimado en exceso ni ninguno languidecerá deseando algo. Edward Willan
En esta vida nuestro gozo está mezclado con aflicción como las espinas con la rosa. Jacob tuvo gozo cuando sus hijos regresaron de Egipto con los sacos llenos de trigo, pero mucha aflicción cuando se dio cuenta de la plata en la boca de los sacos. David tuvo mucho gozo al subir el arca de Dios, pero al mismo tiempo mucha pena cuando Uzá cometió su infracción. Ésta es la gran sabiduría del Señor, templar y moderar nuestro gozo.
Como el hombre de constitución débil ha de beber el vino diluido con agua por temor de sufrir del estómago, así también en esta vida (debido a nuestra debilidad) tenemos nuestro gozo mezclado con aflicción, para que no nos volvamos altaneros e insolentes. Aquí nuestro gozo está mezclado con temor (Salmo 2). «Gózate temblando». Las mujeres partieron del sepulcro de nuestro Señor «con temor y gran gozo» (Mateo 28:8).
Como nuestro gozo aquí está mezclado con temores, también ocurre lo mismo con nuestras aflicciones. Los creyentes sanos miran al Cristo crucificado y se regocijan en su incomparable amor, de que una persona así haya muerto de una muerte semejante por los que eran enemigos de Dios a causa de sus inclinaciones pecaminosas y sus malas obras; se miran a sí mismos en sus propios pecados que hirieron y crucificaron al Señor de la gloria, y esto les parte el corazón.
William Colvill, Corrientes refrescantes Nota que como calidad hay placeres; como cantidad, plenitud; como dignidad, a la diestra de Dios; como eternidad, para siempre. Y millones de años multiplicados por millones, no hacen ni un minuto de esta eternidad de gozo que los santos tendrán en el cielo. En el cielo no habrá
pecado que pueda echar a perder nuestro gozo, ni el diablo para quitárnoslo; ni hombre alguno para usurpárnoslo. «Vuestro gozo nadie puede quitároslo» (Juan 16:22). Los goces del cielo nunca declinan, nunca se marchitan, nunca mueren, ni nada puede interrumpirlos ni disminuirlos.
El gozo de los santos en el cielo es un gozo constante, eterno, en la raíz y en la causa, y en la materia del mismo, y en sus objetos. «Su gozo permanece para siempre si su objeto permanece para siempre». Así es Cristo (Hebreos 13:8). Thomas Brooks

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