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viernes, 1 de febrero de 2013

ENCICLOPEDIA EXPLICATIVA DE DIFICULTADES BÍBLICAS de Samuel Vila: LA MUERTE DE ADÁN Y LA NUESTRA




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LA MUERTE DE ADÁN Y LA NUESTRA

P. En Génesis 2:17 leemos que Dios dijo a Adán: «El día que de él comieres morirás», pero en el cap. 5:5 dice: «Y fueron todos los días que vivió Adán 930 años y murió.»

¿No hay contradicción entre ambos textos? Pues Adán no murió el día que desobedeció a Dios, sino mucho después.

R. En lugar de haber contradicción tenemos aquí una prueba de la inspiración de la Biblia, pues el hebreo dice textualmente: «El día que de él comieres muriendo morirás.» Pero como esta traducción literal del hebreo sería un mal castellano, los últimos revisores de la Biblia de Valera han traducido:
«Ciertamente morirás.» Nacar y Colunga (traductor católico) traduce: «infaliblemente morirás». Es decir, Dios advirtió a Adán que si pecaba empezaría a morir desde el mismo día que cometiera la desobediencia hasta el final en que la sentencia quedaría plenamente cumplida. Y esto es lo que nos está sucediendo a todos; que estamos muriendo desde el mismo día en que nacemos, porque nuestra vida se encamina a la vejez y a la muerte. Adán murió legalmente el día que se separó de Dios, que es la fuente de la vida, y engendró una sucesión de seres mortales, o sea condenados a morir.

Afortunadamente esta condición, que nos asemeja a los irracionales, que no se dan cuenta de que el tiempo pasa, produciendo el rechazo a la muerte que todos sentimos, por poseer un alma hecha para la eternidad, queda remediada, cuando por la fe nos unimos de nuevo a Dios por Jesucristo, Dios-Hombre, quien dijo: «Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en Mí aunque muerto vivirá, y el que vive y cree en Mí no morirá eternamente.» Es decir, pasa de la condición de hijo natural de Adán después de su pecado, a la de hijo de Dios a través de la persona de Jesucristo, quien vino a redimirnos, no sólo del pecado del primer Adán, sino también de nuestro propio pecado, al cual tenemos tendencia por nuestra condición pecadora.

Por eso Pablo llama a Jesucristo: «el nuevo Adán». (Véase Romanos 5:12-21.)

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