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viernes, 8 de febrero de 2013

Génesis 29; Comentario de Matthey Henry




Versículos 1—8. Jacob llega al pozo de Harán. 
9—14. Su encuentro con Raquel—Labán lo atiende. 
15—30. El contrato de Jacob por Raquel—El engaño de Labán. 
31—35. Los hijos de Lea.

Vv. 1—8. Jacob prosiguió alegre su viaje después de la dulce comunión que tuvo con Dios en Betel. La providencia lo llevó al campo donde tenían que abrevar los rebaños de su tío. Lo que se dice del cuidado de los pastores por sus ovejas puede recordarnos la tierna preocupación que nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, tiene por su rebaño, la iglesia; pues Él es el buen Pastor que conoce a sus ovejas y a quien ellas conocen. La piedra de la boca del pozo era para cerrarlo; el agua era escasa, no estaba ahí para que cualquiera la usara: pero los intereses particulares no nos deben impedir que nos ayudemos unos a otros. Cuando se juntaban todos los pastores con sus rebaños, entonces, juntos, como buenos vecinos, abrevaban a sus rebaños. La ley de clemencia al hablar tiene un poder obligatorio, Proverbios 31. 26. Jacob fue bien educado con estos extranjeros y halló que ellos eran bien educados con él.

Vv. 9—14. Vea aquí la humildad y laboriosidad de Raquel. Nadie tiene que avergonzarse del trabajo honesto y útil, ni debe impedírselo la preferencia de alguien. Cuando Jacob comprendió que ésta era su parienta, estuvo muy dispuesto a servirla. 
—Labán, aunque no del mejor humor, le dio la bienvenida y se dio por satisfecho con el relato que Jacob le hizo de sí mismo. Aunque evitemos estar neciamente dispuestos a creer todo lo se nos diga, debemos tener cuidado de ser suspicaces en forma poco caritativa.

Vv. 15—30. En el mes que Jacob se pasó como huésped, no estuvo ocioso. Dondequiera estemos es bueno ocuparnos en algo útil. Labán estaba deseoso de que Jacob siguiera con él. No se debe sacar ventaja de las relaciones con los subordinados; es nuestro deber recompensarlos. 
—Jacob hizo saber a Labán el afecto que tenía por su hija Raquel. Careciendo de bienes mundanos con los cuales dotarla, promete siete años de servicio. El amor hace cortos y fáciles los servicios largos y difíciles; de ahí que leemos del trabajo del amor, Hebreos vi, 10. Si sabemos valorar la felicidad del cielo, los sufrimientos de este tiempo presente serán como nada para nosotros. Una era de trabajo no será sino unos pocos días para los que aman a Dios y anhelan la venida de Cristo. 
—Jacob, que se había aprovechado de su padre, ahora es utilizado por Labán, su suegro, con un engaño parecido. De aquí, que por injusto que haya sido Labán, el Señor fue justo: ver Jueces i, 7. Aun los justos, si dan un paso en falso, así les paga Dios en la tierra. Muchos que como Jacob no son desengañados por la persona, en sus matrimonios, pronto se hallan, para su gran dolor, desencantados por el carácter. La elección de esta relación debe hacerse con buen consejo y pensamiento por ambas partes. Hay razones para creer que la excusa de Labán no era cierta. Su modo de zanjar la cuestión empeoró lo malo. Jacob se vio llevado al problema de las muchas esposas. Él no podía rechazar a Raquel porque la había desposado; mucho menos podía rechazar a Lea. Todavía no había un mandamiento expreso contra casarse con más de una esposa. Era pecado de ignorancia en los patriarcas, pero no justifica la misma costumbre actual cuando la voluntad de Dios está claramente dada a conocer por la ley divina, Levítico 18. 18, y más plenamente desde que, por nuestro Salvador, pueden unirse solamente un hombre y una mujer, 1 Corintios 7. 2.

Vv. 31—35. Los nombres que Lea da a sus hijos expresaban su respeto y consideración tanto hacia Dios y hacia su esposo. Rubén, o Mira un hijo, con este pensamiento, Ahora mi marido me amará; Leví, o unido con la expectativa de que Esta vez mi marido se unirá conmigo. El afecto mutuo es a la vez el deber y el consuelo de la relación conyugal; y los compañeros de yugo deben considerar el agradarse uno a otro, 1 Corintios 7. 33-34. Ella reconoce, agradecida, la bondadosa providencia de Dios al escucharla. En todo lo que nos sostenga y consuele en las aflicciones o se ocupe de nuestra liberación de ellas, es Dios quien debe ser reconocido en eso. Llamó Judá a su cuarto hijo, o alabanza diciendo, Esta vez alabaré a Jehová. De este, según la carne, es que vino Cristo. Cualquiera sea la razón de nuestro regocijo debe ser el tema de nuestra acción de gracias. Los favores frescos deben apresurarnos a alabar a Dios por los favores anteriores. Esta vez alabaré a Jehová más y mejor de lo que lo he hecho. Todas nuestras alabanzas deben centrarse en Cristo, como objeto de ellas y como Mediador de ellas. Él descendió, según la carne, de aquel cuyo nombre era “Alabanza”, y Él es nuestra alabanza. ¿Está Cristo formado en mi corazón? Esta vez alabaré a Jehová.

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