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jueves, 16 de junio de 2016

Decir las cosas como son

Decir las cosas como son

Leer | JUAN 9.13-25

El ciego estuvo dispuesto a responder las preguntas acerca de su sanidad, sin importar quién se lo estuviera preguntando. Las reacciones en cuanto a su testimonio variaban. Quienes lo conocían discutían en cuanto a la autenticidad de su historia, y exigían saber cómo había llegado a ver. El hombre les dijo lo que había pasado: había conocido a un hombre llamado Jesús, quien le dio ciertas instrucciones. Cuando obedeció, fue sanado. Aunque esas personas no podían negar lo que había sucedido, tuvieron problemas para aceptar el relato, porque no podían entenderlo. Las personas en el mundo siguen haciendo lo mismo todavía, tratan de negar lo que no son capaces de explicarse.

Los fariseos también le preguntaron cómo había recibido la vista. El hombre dijo otra vez: “Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo” (Jn 9.15). Estos líderes se negaron a creerle, porque no querían aceptar a Aquel que había sido responsable del milagro. Cuando le preguntaron por segunda vez, el hombre se limitó a repetir su testimonio. “Habiendo yo sido ciego, ahora veo” (v. 25). Rechazaron otra vez sus palabras, porque se negaron a cambiar sus creencias. Muchas personas rechazan la verdad de Dios, y se aferran a su propia interpretación de los hechos.

Una tercera respuesta se ve en los padres del hombre, a quien los fariseos interrogaron para confirmar el testimonio. Pero se negaron a hacerlo porque tenían temor a las autoridades. El miedo a la reacción de alguien puede impedirnos hablar de nuestra vida transformada.

La próxima vez que tenga la oportunidad de hablar del Señor, comparta algo que ha cambiado en usted desde que lo conoció. Diga. “Yo era ___, y ahora soy ___, gracias a Jesús”.

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