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martes, 27 de septiembre de 2016

Consecuencias de toda debilidad incontrolable

Consecuencias de toda debilidad incontrolable

Leer | ROMANOS 6.17-23

Es normal que los niños, en algún momento, tomen conciencia de que se están volviendo más fuertes. Los padres, por lo general, animan a sus hijos a aumentar sus fuerzas y a vencer cualquier debilidad. Algunos jóvenes lo hacen, pero otros actúan con indiferencia o se sienten derrotados aun antes de comenzar.

Todos tenemos debilidades. ¿Cómo respondemos a ellas? ¿Elaboramos un plan para vencerlas? ¿Fingimos que no son importantes, o nos rendimos a ellas fácilmente? Ninguna de estas respuestas es la que Dios desea de nosotros. Él quiere que nuestras debilidades nos recuerden que dependemos totalmente de su fuerza, y también la gran necesidad que tenemos de Él. Su plan para nosotros es que nuestras debilidades nos motiven a relacionarnos más con Él.

Si no manejamos adecuadamente las áreas en las que no somos fuertes, podemos herirnos a nosotros mismos y a quienes nos rodean. Debemos volver a Dios para pedirle que se ocupe de nuestras debilidades, de manera que no dominen nuestras vidas.

Sansón fue un hombre apartado y equipado por Dios para propósitos divinos. Pero tenía una debilidad sin control; vivió desenfrenadamente hasta que eso destruyó su trabajo para el Señor (Jue 13−16). Nosotros, como seguidores de Cristo, también hemos sido separados para la obra de Dios, y equipados por Él. Debemos prestar atención a la advertencia sobre la vida de Sansón, y volvernos rápidamente a Dios cada vez que aflore nuestra debilidad. Demorar en hacerlo podría significar el desastre.

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