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jueves, 6 de julio de 2017

Un amor imposible hecho posible

Un amor imposible hecho posible
Leer | Gálatas 5.22, 23

Cuando un doctor de la ley preguntó a Jesús cuál de los mandamientos era el más grande, su respuesta fue: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”. Citó también el segundo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22.37, 39). ¡Qué tarea tan grande!
Con nuestras propias fuerzas, ninguno de nosotros podría cumplir con esta obligación, pero Dios ha proporcionado una manera para que los cristianos hagan lo imposible. El Espíritu Santo que habita en nosotros, obra para producir su fruto en nosotros, y el primero de la lista es el amor (Gá 5.22). De hecho, las otras ocho cualidades son, realmente, descripciones de la expresión del amor.
Cada vez que demostramos bondad, paciencia, o mansedumbre, vemos el amor del Señor en acción por medio de nosotros, sobre todo cuando la otra persona ha sido poco amable y no merece ese trato afable. Este fruto no se produce por esforzarnos en llenarnos de buena voluntad para con alguien con quien es difícil llevarse bien. En vez de eso, piense en el proceso más como la savia que corre a través de una rama en una vid. La rama no produce uvas; la savia sí. De la misma manera, el Espíritu fluye a través nuestro, produciendo el amor de Dios, para que nosotros, a su vez, podemos darlo a otros.
El amor ágape es la razón por la que somos capaces de amar a alguien que nos trate mal -—es obra de Dios, no nuestra. Incluso la adoración que ofrecemos al Señor no es algo que podemos producir en nuestro corazón sin su ayuda. Aunque el mandamiento de amar es tremendo y pesado, la gracia de Dios es suficiente.


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