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jueves, 4 de junio de 2020

Manual de Guerra Espiritual - Dr Ed Murphy (Quinta Parte)

La realidad de la demonización: Relación escrituras experiencia (+ ...

Quinta Parte
Consideraciones prácticas
Sección I
Sobre la demonización de los cristianos
53
La realidad, la causa, la cura
La Realidad
La posible demonización de los cristianos verdaderos es el aspecto más polémico de la guerra espiritual hoy en día, y también una de las que reclaman con mayor urgencia estudios más objetivos y un ministerio práctico hacia los creyentes demasiado endemoniados.
La Escritura, la historia de la iglesia y la experiencia contemporánea demuestran que, en condiciones inusuales de pecado, ya sea propio o de otros en contra de ellos, algunos cristianos llegan a estar demonizados.
La mayoría de los creyentes rechazarían de manera categórica que exista la posibilidad de demonización de cristianos verdaderos. Esa fue también mi posición durante el período más largo de mis años en el ministerio cristiano. En realidad la mayor parte de los que hemos cambiado nuestra posición en este asunto fuimos educados con esa opinión tradicional de la no demonización de los creyentes.1 La cambiamos, más que nada, a causa de la experiencia acumulada aconsejando a los demonizados. Esto nos ha llevado a estudiar de nuevo la Escritura y a examinar otra vez la posición de los padres postapostólicos sobre este tema.
Como hemos visto, los padres de la iglesia comprendían que los creyentes demonizados antes de convertirse a Cristo no quedaban automáticamente liberados de los demonios que vivían en ellos cuando el Espíritu Santo entraba en sus vidas en el momento de la conversión. También sabían que la liberación completa sería más bien un proceso que una crisis. Los nuevos creyentes eran edificados como catecúmenos en la verdad de Cristo y luego, para asegurarse finalmente de su plena liberación de los espíritus malos, los trataba el orden de los exorcistas, a los cuales nombraba la iglesia para realizar este ministerio. Según J. Warwick Montgomery,2 todo ello se concluía antes de bautizar a los convertidos.
Por fin, cientos de líderes cristianos que aconsejan a creyentes traumatizados han descubierto que hay personalidades demoníacas asociadas a la vida de algunos creyentes, a menudo viviendo dentro de ellos y en conflicto con el Espíritu Santo que los habita. Debemos aceptar esta realidad y ayudar a dichos creyentes a encontrar la liberación, sin desgarrar su fe cristiana diciéndoles que puesto que tienen demonios no son creyentes verdaderos y van camino del infierno. ¿Cómo se atreve nadie a causarles mayor sufrimiento para defender una presuposición teológica?
En The Word for Today [La Palabra para hoy]3 apareció un artículo que refleja las convicciones de la mayor parte de aquellos que se oponen al ministerio de liberación dirigido a creyentes. Declaraba en resumen que un cristiano no puede estar habitado por un demonio y decía que admitir la presencia de demonios en la vida de un creyente es declarar que Dios y Satanás moran juntos. Si el cristiano está sentado con Cristo en los lugares celestiales (Efesios 2.6), lo está por encima de esos principados y potestades (Efesios 1.21, 22), y si se encuentra en Cristo y Satanás no tiene nada en el Señor (Juan 14.30), ¿cómo puede tener algo en el creyente?
El escritor del artículo señala que algunos de los nombres que se atribuyen esos demonios, tales como lujuria, odio, celos, etcétera, son en realidad obras de la carne que el creyente debe dejar (Colosenses 3.8) o hacer morir (Romanos 8.13), no echar fuera. La idea de un cristiano demonizado es, por tanto, para ellos un escapismo de la propia naturaleza carnal. Además, ni Jesús ni sus apóstoles, ni la iglesia primitiva, echaron jamás demonios de ningún creyente. Los que ejercen un ministerio de liberación están, supuestamente, haciendo más hincapié en Satanás y los demonios que en Cristo y el Espíritu Santo.
Esta es la clase de controversia que suscita el tema del que nos estamos ocupando. Los críticos declarados de este ministerio de compasión utilizan versículos tales como los citados en el artículo anterior y distorsionan su significado. Dichos versículos reflejan el ideal para el pueblo de Dios, pero los críticos en cuestión prefieren ignorar el hecho obvio de que la mayoría de los cristianos no viven aún de acuerdo con ese ideal divino.
Todos los cristianos saben que los creyentes pueden llenarse de ira, rabia, lujuria, envidia y celos. Que son capaces de mentir, robar, ser rudos con los demás e incluso abusar de sus hijos. Aceptamos esta realidad y ministramos dentro de este mundo real del fracaso cristiano, siempre dirigiendo a nuestros, a veces maltrechos y pecaminosos, hermanos hacia el ideal que es su herencia en Cristo.
Sin embargo, aparecen los demonios en la vida de un creyente y, dicho con toda reverencia, ¡que Dios le asista! No recibirá comprensión de parte de sus hermanos, quienes a menudo lo maltratarán sin cesar llegando incluso a acusarle de querer estar poseído por los demonios para así poder seguir llevando una vida pecaminosa. ¡Extraña manera de ministrar a los que sufren!
Mi posición es que los creyentes verdaderos pueden estar endemoniados y que esa demonización es susceptible de ir desde un grado leve hasta grave. No afirmo que los cristianos auténticos puedan estar poseídos por demonios. Esto no es posible, ya que Satanás no posee nada aparte de su propio reino de espíritus caídos.
Lo que sí afirmo es que en circunstancias poco comunes de pecado, ya sea del individuo o de otros contra él, algunos creyentes llegan a estar demonizados. Ciertas áreas de sus vidas pueden quedar, aunque ello no suceda necesariamente, bajo la influencia directa de Satanás a través de los demonios que operan desde fuera y desde dentro de la vida del creyente.4
Aquellos que rechazan la posible demonización de los cristianos afirman que el Espíritu Santo no puede morar en el mismo cuerpo que los demonios.5 Esta es una presuposición teológica, no una certidumbre bíblica basada en la exégesis. No hay ni siquiera un versículo de la Biblia que afirme que el Espíritu Santo no pueda morar o more en un cuerpo humano o en cualquier otra área donde estén presentes los demonios.6 Ese argumento se basa más en un silogismo de la lógica que en una interpretación bíblica:
Premisa mayor:
Todo cristiano esta habitado por el Espíritu Santo.
Premisa menor:
El Espíritu Santo no puede morar con los demonios.
Conclusión:
Los cristianos no pueden tener demonios.
En todo silogismo, si una de las premisas es incorrecta la conclusión también lo será.7 La premisa mayor del citado silogismo es correcta (Romanos 8.9; Gálatas 4.6), pero ¿dónde está el respaldo directo, claro y enfático de la Escritura para la premisa menor? Si falta dicho respaldo, entonces resulta posible que la premisa en cuestión sea incorrecta y por ende, falsa la conclusión.
Hay varios argumentos que sugieren que la presuposición teológica tradicional referente a la imposibilidad de que los verdaderos creyentes tengan demonios puede ser incorrecta.
1.     El argumento lógico presenta silogismos paralelos que sugieren la posible incorrección del tradicional. Uno de ellos sería:
Premisa mayor:
Todo cristiano está habitado por el Espíritu Santo.
Premisa menor:
El Espíritu Santo no puede morar con el pecado.
Conclusión:
Los cristianos no pueden pecar.
2.     El argumento negativo dice que es imposible encontrar un solo versículo de la Escritura que afirme que los verdaderos creyentes no pueden tener demonios. A menudo se sugieren 2 Corintios 6.14–18 y Santiago 3.11–13, pero cuando estos pasajes se leen en el contexto del resto de la Biblia su significado se hace claro.8 Ninguno de dichos versículos afirma que el Espíritu Santo no pueda habitar o vaya a hacerlo en el mismo lugar que un demonio. Extraer de los mismos u otros semejantes tal conclusión no es exégesis, «la cual consiste en aclarar el significado de la Escritura», sino eiségesis, «introducir un significado en la Escritura».9
3.     El argumento positivo presenta ejemplos de creyentes muy demonizados, así como principios bíblicos o enseñanzas.10
4.     El argumento histórico aduce experiencias pasadas que demuestran que el pueblo de Dios, en circunstancias poco habituales, puede llegar a estar demonizado.11 Como hemos repetido en varias ocasiones, la iglesia patrística reconocía que los verdaderos creyentes que habían participado o participaban aún en la idolatría, el ocultismo, el culto a los espíritus y la magia podían hallarse demonizados incluso después de recibir a Cristo como Salvador.
Una lista de posibles ejemplos
1.     Primero tenemos el caso del rey Saúl (1 Samuel 9–31). Saúl era un creyente verdadero del Antiguo Testamento que, como ya hemos visto, fue lleno del Espíritu Santo en más de una ocasión (véase el capítulo 35); sin embargo tres veces un espíritu malo entró en su vida, produciéndole al manifestarse dramáticos cambios de personalidad.
2.     Luego está el ejemplo de la rebelde nación de Israel. Es absolutamente posible que la mayoría de los judíos adultos que se habían entregado a una adoración desenfrenada de los ídolos y los espíritus estuvieran demonizados cuando Dios los envió al cautiverio. Los profetas describen con chocante detalle su rendición completa al mundo espiritual.
El pueblo de Israel unió el culto a Baal con la adoración a Jehová (Oseas 2.13, 17) y el resultado de ello fue un deplorable sincretismo que pronto los condujo a desechar la ley de su Dios, siendo la nación desechada a su vez por el Señor (Oseas 4.1–10). Israel quedó así atrapada por el diablo, llegando a estar tan demonizada como los adoradores de Baal a quienes se habían juntado (Oseas 9.1, 7–10, 15–10.2 con 1 Corintios 5.12; 1 Timoteo 3.6, 7; 2 Timoteo 2.26).
3.     En el Nuevo Testamento tenemos ejemplos gráficos de judíos, asistentes habituales a la sinagoga, que estaban gravemente demonizados (Marcos 1.21–28; 39).
4.     Luego está el caso de la hija de Abraham (Lucas 13.10–17; véanse Juan 8.33–35; Gálatas 3.29). Esta era una verdadera creyente judía (v.16), pero su enfermedad estaba causada por un espíritu malo (v. 11) del que Jesús la liberó (v. 12).
5.     El caso de la familia demonizada de la iglesia, Ananías y Safira (Hechos 5.1–10), que examinamos con anterioridad. Eran creyentes, sin embargo, Satanás había llenado el corazón de Ananías (v. 3). «Llenar» es controlar, la misma expresión que se utiliza para la plenitud del Espíritu Santo, ¡ciertamente un lenguaje muy fuerte!
¿Cómo se aplica en estos casos la promesa de 1 Juan 5.18, según la cual el maligno no toca a los creyentes? El significado evidente de las palabras de Juan aquí, dice William Vine, es que Satanás no puede «atacar [al creyente] para cortar la unión vital entre Cristo y el creyente».12 Sin embargo, interpretar el verbo «tocar» en el sentido de que Satanás no puede afligir a un creyente es contradecir toda la Escritura. Si los creyentes dan lugar al diablo (Efesios 4.27), enseña el Nuevo Testamento (1 Timoteo 3.6, 7; 5.15; 2 Timoteo 2.26), puede esclavizarlos a sí mismo e incluso destruir su vida física (1 Corintios 5.5; 11.30, 31; 1 Timoteo 1.20).
Dios puede utilizar el toque de Satanás contra los creyentes que pecan para humillarlos, e incluso en ciertos casos el Señor permite que el diablo quite la vida a cristianos piadosos, obedientes y fieles (Apocalipsis 2.10; 12.17; 13.7).
Las advertencias del Nuevo Testamento en cuanto a que los cristianos pueden llegar a estar atados o controlados (en forma parcial) por Satanás son muy claras. Pablo previene contra la potencial demonización de obispos, ancianos y pastores (1 Timoteo 3.6, 7), maestros de la Biblia, predicadores y profetas (2 Corintios 11.3, 4, 13–15; 1 Timoteo 1.19, 20 con 2 Timoteo 2.14–26; 1 Timoteo 4.1s; 1 Juan 4.1–4). Está también el enigma de las «diaconisas» influidas por demonios (1 Timoteo 5.9–15) y el peligro de los dirigentes cristianos con talento y de los hacedores de milagros <%1>demonizado<%1>s (1 Juan 4.1–4 con Mateo 7.13–29; 2 Tesalonicenses 2.1–17; Apocalipsis 13).
En Santiago 3.9–15 se habla de creyentes demonizados resentidos, envidiosos, egoístas, ambiciosos, altivos, mentirosos y maldicientes. También se nos previene contra las posibilidades de que los cristianos reciban otro espíritu (2 Corintios 11.3, 4).
Por último tenemos advertencias acerca de que los creyentes pueden entregar un área de sus vidas a la ocupación de Satanás a conciencia o por descuido (Efesios 4.27) «Ni deis lugar al diablo», dice Pablo. La palabra «lugar», tópos, es de la que se deriva topografía. Vine dice que «se utiliza para indicar una región o localidad[ … ] de un lugar que ocupa alguien o algo».13 «De las ochenta y cuatro veces que aparece en la Escritura jamás significa ocasión[ … ] indica un área de ocupación».14
Dos Explicaciones Para El Terrible Enigma De Los Creyentes DemonizadoS
Este enigma puede explicarse de dos maneras.
La primera de ellas es que dichos cristianos quedaron bajo la influencia de los demonios antes de su conversión y que no todos los espíritus malos abandonan de inmediato el cuerpo de los inconversos demonizados cuando se entregan a Cristo. Aunque a muchos nos han enseñado que los demonios se van en ese momento, el Nuevo Testamento no expone en ningún lugar tal doctrina. Esto es especialmente cierto cuando los demonizados son ganados para Cristo mediante el método lógico-analítico tradicional de Occidente. Para estar seguros de que los inconversos demonizados quedarán libres de sus demonios, es posible que tenga que realizarse una<|>evangelización de choque de poder.
Ya he dado ejemplos en los que así sucedió. En algunos casos los individuos tenían dificultad para creer en Cristo si no era mediante el choque de poder. Los demonios se manifestaron a plenitud mientras intentábamos llevarlos al Señor.15 Esto ocurrirá por lo general con inconversos gravemente demonizados. Aunque el choque de poder inicial fue decisivo, no resultó completo. Todos tuvieron que pasar por una liberación progresiva después de su conversión. También sucederá así casi siempre con la demonización grave, al menos durante un período de tiempo, hasta que se pueda enseñar al recién convertido a autoliberarse mediante el choque de verdad. Para todos aquellos que toman parte en la evangelizaciónde poder continuada persona a persona, estos casos no son tan raros como algunos quisieran hacernos creer. Y lo mismo ocurre con la evangelización en grupo (Hechos 8).
La segunda explicación es que los creyentes llegan a estar demonizados después de su conversión debido a pecados graves que cometen o son cometidos contra ellos. Satanás y sus malos espíritus, como el pecado personificado, son los peores enemigos del creyente y viven para extender el pecado entre el pueblo de Dios. Se asocian con áreas de pecado en la vida de los cristianos y se esfuerzan de continuo por aumentar su control sobre ellas (Efesios 4.7). No obstante ese control es siempre parcial, por lo tanto los creyentes demonizados son capaces y responsables de rebelarse contra los espíritus malos ligados a sus vidas. Uno de los propósitos del consejo previo a la liberación es guiar a los creyentes a que confiesen y rechacen los pecados que hay en sus vidas, así como que renuncien a Satanás y a todos sus poderes demoníacos.
En general la afección demoníaca de los creyentes demonizados es leve y la mayoría son capaces de llevar una vida normal. Casi siempre se dan cuenta de que algo les pasa, aunque pocas veces sospechan que pueda tratarse de una demonización. Muchos son cristianos sinceros y llenos del Espíritu Santo que están atados por inexplicables temores, confusión, emociones incontrolables y demás fenómenos iperturbadores.
Con frecuencia hay ciertos pecados que dominan sus vidas, ya sea mediante una manifestación abierta de actividad pecaminosa o en el terreno de los pensamientos. Están atados por sueños perversos e impías fantasías. Aunque todos los creyentes tienen este problema de vez en cuando, para los cristianos a quienes nos referimos supone una pesadilla viviente. Luchan con lo que llamo el continuo pecado. Sus mentes son un campo de batalla contra los malos pensamientos que, como cristianos piadosos, aborrecen.
Siguiendo este continuo pecado (véase la Fig. 17.1) vemos que los malos pensamientos pueden venir de cualquiera de las tres fuentes de energía pecaminosa o de todas ellas a la vez. Los creyentes afligidos muchas veces fluctúan entre el rechazo de esos pensamientos, practicando Filipenses 4.8, y la subyugación por parte de los mismos. De cualquier forma tienen que elegir entre aceptar o rechazar esos pensamientos pecaminosos.
Si tales creyentes no aprenden a obtener la victoria en la guerra por su vida mental, comenzarán a formarse malos hábitos de imaginación y fantasía, los cuales, a su vez, conducirán a una pérdida del control sobre dicha vida mental. Después de cierto tiempo, la pérdida del control sobre el pensamiento conduce inevitablemente a la esclavitud de las malas fantasías y éstas, a corto plazo, a las malas acciones. El fin puede ser un control casi total por parte de ciertas formas compulsivas de pecado. ¡Sólo Dios sabe cuántos creyentes son esclavos de malos hábitos!
Casi la totalidad de los creyentes afligidos por demonios pelean en cuatro áreas primarias de pecado. Aunque estas áreas pueden existir sin que haya demonización, siempre implican cierto grado de actividad demoníaca: hostigamiento o asociación. Ellas son:
1.     Prácticas o fantasías sexuales ilícitas fuera de control.
2.     Ira, amargura, odio, rabia y rebelión muy arraigadas, que a menudo dan como resultado impulsos destructivos, autodestructivos o ambos.
3.     Una sensación de rechazo, culpabilidad, falta de autoestima, indignidad y vergüenza.
4.     Una extraña atracción por el ocultismo y el mundo de los espíritus, con frecuencia, pero no siempre, acompañada de un deseo de poder ilícito sobre las circunstancias o las demás personas.
Por fortuna, la mayoría de los creyentes demonizados no precisan dramáticas, espectaculares, individuales ni prolongadas sesiones de liberación con choque de poder. Por lo general sólo tienen necesidad de que se les haga pasar por lo que Neil Anderson llama correctamente un «choque de verdad» y que esboza en sus «Siete pasos para la libertad en Cristo».16 Este choque de verdad puede ser ministrado por cualquier creyente lleno del Espíritu Santo y no se necesita por lo general ministros o consejeros profesionales de liberación. Es algo que forma parte de la autoridad del cristiano por su unión con Cristo.
La figura 53.1, «Los tres niveles de protección que nos rodean», ilustra cómo consiguen entrar a veces los demonios en la vida de un creyente después de su conversión por medio del pecado personal.
Este esquema sigue la visión tricótoma de la persona, que la considera compuesta por cuerpo, alma y espíritu. Si uno sustenta la visión dicótoma de la misma, el hombre constaría sólo de dos dimensiones esenciales de la realidad: su naturaleza material y su naturaleza inmaterial. La realidad es la misma.
Figura 53.1
Los tres niveles de protección que nos rodean
El cerco de Dios (Job 1–2), los ángeles de Dios (Salmos 34.7; 91.11–13; Hebreos 1.14), y el escudo de la fe (Efesios 6.16) son los tres principales niveles de protección representados por la línea ondulada.
Los creyentes tenemos al menos tres niveles de protección que nos rodean: el misterioso cerco divino del cual se queja el diablo en Job^<1034,Times New Roman>Job 1 y 2; los maravillosos ángeles de Dios que ministran de continuo a nuestras necesidades (Salmo 34.7; 91.11–13; Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 1.14); y el escudo de la fe de Efesios 6.16. Si se utiliza de manera adecuada, este último nos protegerá de «todos los dardos de fuego del maligno».
Los dardos de fuego en cuestión, que aquí limitaré a la estimulación directa o tentación al pecado, se nos lanzan continuamente y cada vez con más fuerza. Si somos creyentes saludables, en lo emocional y lo espiritual, desviaremos esas flechas. Al mismo tiempo debemos admitir que, sometidos a algunos ataques severos, casi somos derribados, especialmente si tenemos un «mal día». Por la gracia de nuestro amante Señor podemos volver a ponernos en pie y seguir luchando. Para ello esgrimimos la espada del Espíritu, practicamos «toda oración», somos restaurados y el enemigo se retira. Sin embargo, volverá más tarde y todo el proceso se repetirá.
Cuando nos atacan esas tentaciones y somos provocados por los pecados en cuestión, podemos correr peligro. Aunque al principio no haya por lo general un cambio inmediato, si seguimos comprometiéndonos no tardaremos en tener dificultades. Cuando forcejeamos con relaciones interpersonales somos arrastrados hacia unos pecados específicos; sin embargo, en un primer momento el mundo espiritual parece estar inactivo. Al principio no sentimos ninguna actividad demoníaca en nuestra vida, sino sólo contra nuestra vida y eso supone una enorme diferencia.
Si se persiste en el pecado, el muro de protección que rodea al creyente se debilitará y luego se agrietará. Cuando esto sucede, según Pablo, podemos dar al diablo una base de operaciones en nuestra vida (Efesios 4.27). A los demonios no les resulta fácil entrar en la vida de un creyente, pero a menudo consiguen acceder a ella en algún momento.
El primer demonio que logre introducirse en la vida de un cristiano trabajará para abrir la puerta a otros. Desde dentro tienen acceso a la mente, a las emociones e incluso a la voluntad de los creyentes. Su propósito es dañarlos lo suficiente como para marginarlos en cuanto a su vida y ministerio cristianos, lo cual se consigue mejor desde dentro de la persona.
Si el cristiano se arrepiente y se enfrenta a los demonios, muchos, quizás todos, serán expulsados (Santiago 4.7, 8). En caso contrario se quedarán allí, a veces escondidos durante años. Poco a poco empezarán a afectar determinadas áreas sensibles de la vida del creyente, penetrando cada vez más, hasta llegar al mismo centro de la personalidad de éste, sin que se sospeche siquiera su presencia. El cristiano necesitará ayuda para emprender el camino hacia la liberación del poder de los demonios. Esta es la clase de creyentes a los que dedico tanto tiempo.
Puesto que estas cuestiones no se tratan en detalle en la Escritura, la descripción anterior procede de la experiencia acumulada por aquellos que están dispuestos a ministrar a los creyentes afligidos por demonios, incluyendo la mía.
Ha llegado el momento de examinar las puertas de pecado más corrientes por las cuales los demonios consiguen entrar en las vidas humanas.

1 1.     Gran número de las fuentes principales que utilizo en este libro en cuanto a la guerra espiritual son de hombres y mujeres que han experimentado este cambio de opinión.
2 2.     J. Warwick Montgomery, «Exorcism: Is it for real?», Christianity Today (July 26, 1974).
3 3.     «Can Christians Be Demon Possessed?», The Word for Today 6, 5 y 6.
4 4.     Charles R. Swindoll, Demonism: How to Win Against the Devil , Multnomah, Portland, OR, 1981. Esta es también la posición de Swindoll, pp. 10 y 11, 15–19.
5 5.     Véanse C. Fred Dickason, Demon Possession and the Christian , Crossway, Westchester, IL, 1989, pp. 33–45, 73–348.
6 6.     Dickason, pp. 81–127.
7 7.     Véanse los silogismos semejantes de Dickason, pp. 131–133.
8 8.     Dickason, pp. 81–100.
9 9.     Bernard Ramm, Protestant Biblical Interpretation , Baker, Grand Rapids, MI, 1977, pp. 110 y 111.
10 10.     Dickason, pp. 101–127.
11 11.     Véanse Dickason, pp. 149–213; Montgomery; Jeffrey Burton Russell, Satan: The Early Christian Tradition , Cornell University Press, Ithaca, NY, 1987b, pp. 30s; Swindoll, pp. 13–22; Merrill F. Unger, Demons in the World Today , Tyndale, Wheaton, IL, 1971, pp. 116 y 117, y What Demons Can Do to Saints , Moody, Chicago, 1977, pp. 28s; James G. Friesen, Uncovering the Mystery of MPD , Here’s Life Publishers, San Bernardino, CA, 1991; Timothy M. Warner, Spiritual Warfare , Crossway, Wheaton IL, 1991; Thomas White, The Believer’s Guide to Spiritual Warfare, Servant, Ann Arbor, MI, 1990. Véanse todos los libros de Peter Wagner, Neil Anderson, Kurt Koch, Michael Green y Charles Kraft.
12 12.     William E. Vine, Expository Dictionary of New Testament Words , Oliphants, Londres, 1953 3:145.
13 13.     Vine, 3:185 y 186.
14 14.     Conrad Murrell, Practical Demonology: Tactics for Demon Warfare , Saber Publications, 71407, Bentley, PA, 1974, p. 63.
15 15.     Aunque esta clase de choque de poder ocurrirá a menudo con inconversos gravemente demonizados, por lo general puede interrumpirse. Este es el procedimiento que sigo en la actualidad. Se hace callar a los demonios; se les prohíbe manifestarse e incluso obstaculizar el proceso de pensamiento de la persona no salva. Es nuestra autoridad en Cristo la que los pone bajo control; aunque estamos de acuerdo en que con algunos individuos este procedimiento no funciona o lo hace sólo a duras penas. Sin embargo, el objetivo inmediato es siempre el mismo, tanto en el caso de no creyentes como de creyentes: mantener siempre que sea posible a la persona a quien aconsejamos completamente lúcida y con el dominio de su mente. (Véase el excelente bosquejo que hace Neil Anderson de este procedimiento en Released from Bondage [ Here’s Life Publishers, San Bernardino, CA, 1991b], pp. 183–247.) Así el choque de poder se convierte en un «choque de verdad», término que aprendí de Neil Anderson. Incluso los choques de poder son realmente choques de verdad, ya que es en el poder de la verdad de Dios obrando a través de nuestra vida (y en el caso de los creyentes demonizados también a través de la suya) en lo que confiamos para someter a los poderes demoníacos.
16 16.     Anderson, pp. 229s. Los que deseen ejemplares separados de «Steps to Freedom in Christ» (Pasos para la libertad en Cristo) pueden obtenerlos escribiendo al Dr. Neil Anderson, Freedom in Christ Ministries, 491 E. Lambert Road, La Habra, CA 90631, Estados Unidos.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

54
Seis áreas de pecado y la demonización de los creyentes
Bajo condiciones poco habituales de pecado, los verdaderos creyentes pueden llegar a estar demonizados. ¿Cuáles son las áreas principales e identificables de pecado que en ocasiones producen esta situación? Menciono seis con cierto sentido del orden en el que suceden, comenzando incluso antes de la cuna y continuando hasta la edad adulta. Esas áreas son: el pecado generacional; el abuso infantil; los pecados sociales tales como la ira, el resentimiento, la rabia, el rechazo y la rebeldía; el pecado sexual; las maldiciones procedentes del mundo espiritual; y las prácticas ocultas.
Estas áreas de pecado no conducen automáticamente a la demonización y cuando lo hacen puede variar desde leve hasta grave. De igual manera, la liberación varía desde que es instantánea, por ejemplo, cuando uno queda libre por completo en el momento de la conversión, hasta otra que se prolonga. En este último caso, la víctima puede precisar de la práctica de la autoliberación (guerra espiritual enfocada a derribar las fortalezas demoníacas en la propia vida) durante cierto período de tiempo o tal vez tenga que buscar ayuda de otros creyentes para llevar a cabo una liberación completa.
El Pecado Generacional
Pecado generacional es aquel que pasa de padres a hijos. Se conoce por otros nombres tales como pecado trasmitido, hereditario o familiar. En algunos casos los demonios parecen identificarse con el linaje, lo cual produce su trasmisión de padres a hijos, su carácter hereditario y la demonización generacional en potencia.
Que sepa, la Escritura no da ninguna enseñanza ni ejemplos claros ni definidos acerca de la trasmisión demoníaca. Lo que sí ofrece es advertencias divinas en cuanto a las consecuencias desastrosas que pueden tener los pecados de los padres sobre sus hijos. El contexto en que se dan dichas advertencias es muy claro: ciertos cabezas de familia, por lo general varones, se han rebelado contra Dios y Él dice que le aborrecen (Éxodo 20.5). Esto implica un abandono deliberado del Señor y, por lo general, si no siempre, el servir a otros dioses; negando a Yahvé el amor y la obediencia que su señorío único y absoluto exige (Éxodo 20.5, 6; Deuteronomio 5.9b, 10; 18.9–14). El ministerio a personas afligidas por demonios que han sido trasmitidos a través del linaje familiar siempre corrobora este punto.
En la mencionada rebelión, la figura de autoridad se aparta de Dios para servir a otros dioses, a Satanás o a los espíritus, y para cometer grandes perversidades. Con frecuencia tales personas consagran a los dioses, al diablo o al mal su familia y las futuras generaciones.
Los jefes de familia judíos sabían que lo que hacían afectaba a sus descendientes durante generaciones enteras. Dios se lo había dicho; y en momentos de crisis se pusieron delante del Señor y confesaron los pecados de sus familias, e incluso de su nación. Hay ejemplos excelentes de esto en Nehemías 1.4–9; Jeremías 14.20 y Daniel 9.1–19.1 Los israelitas comprendían que los pecados de los padres podían afectar a las generaciones futuras. El principio implicado es que el pecado familiar, o el juicio por ese pecado, corre a través del linaje, influyendo en generaciones posteriores que no tuvieron nada que ver con el mismo.
Esta maldición generacional puede ser rota por miembros de la familia que se identifiquen con los pecados de sus padres o por dirigentes nacionales que hagan lo propio con los de su país, tanto antes como después de la cuarta generación. Eso fue lo que hicieron Nehemías (Nehemías 1.4–9), Jeremías (Jeremías 14.20) y Daniel (Daniel 9.1–21).
Los judíos ya interpretaban así esta advertencia en la época del reino dividido (Jeremías 31.27–30; Lamentaciones 5.7; Ezequiel 18.1–20). El enfoque negativo de los profetas en cuanto a esta «ley del mal hereditario»2 no iba dirigido a impugnar tal realidad sino a corregir sus abusos. Uno de ellos, dice Plumtre, era que «los hombres encontraban en ella una explicación para sus sufrimientos que les aliviaba la conciencia. Estaban sufriendo, según ellos, por los pecados de sus padres y no por los suyos propios».3
William H. Brownlee arroja más luz sobre el asunto con las siguientes palabras:4
Ezequiel objeta[ … ] al uso perverso mediante el cual uno deducía que si las generaciones pasadas habían sido tan malvadas como afirmaba el profeta (Ezequiel 2.3, capítulos 16, 20 y 23), de nada valdría arrepentirse para evitar el juicio que anunciaba. En efecto, están diciendo: «¿Para qué sirve el arrepentimiento si nuestra suerte ha sido ya sellada por los pecados de nuestros padres?» Contra esto dirige Ezequiel una larga diatriba.
Plumtre declara el respaldo de la Escritura a «la ley de las tendencias y los castigos hereditarios que recaen, no sobre los culpables originales, sino sobre sus hijos, y de la responsabilidad individual».5
En vista de este principio bíblico de la ley del mal hereditario, no parece improbable la trasmisión o herencia de demonios. La posibilidad más obvia de ello sería la de los padres implicados en el ocultismo que se rebelan contra Dios y se unen a los «no dioses» del mundo espiritual. Por lo general, tales personas no se consagran sólo ellas mismas a los espíritus, sino que hacen lo propio con su progenie. Los estudios sobre las religiones no cristianas y el ocultismo revelan que esta trasmisión es cierta.6
Por último, la experiencia de la mayoría de los creyentes que están comprometidos en un ministerio de liberación, si no de todos, demostraría que este aspecto de la demonización es una clara realidad. De modo que resulta prudente confesar los pecados de nuestro linaje (Nehemías 1.4–9; Jeremías 14.20) y destruir así cualquier trasmisión demoníaca potencial en las vidas de todos aquellos nuevos convertidos que proceden de familias no cristianas. Esto se aplicaría en especial a la vida de cualquier creyente cuya familia haya practicado alguna forma de ocultismo, pertenecido a una religión no cristiana o estado involucrada en formas extremas de pecado moral.
Aconsejo incluso a los padres adoptivos, sin asustarlos, que hagan pasar a sus hijos por una sesión de liberación. En algunos casos de demonización grave desde la cuna, los demonios han declarado su presencia en el linaje familiar a veces durante siglos. No hay razón alguna para dudar de sus afirmaciones. Esto da a los espíritus malos un sentido de propiedad sobre el linaje en cuestión. Aunque para los occidentales sea algo difícil de aceptar, se trata de una realidad que hay que tener en cuenta. Una vez roto ese derecho de propiedad por algún miembro arrepentido de la familia, la maldición del pecado generacional acaba.7
El Abuso Infantil
La víctima del abuso infantil se convierte en víctima del pecado de otros, por lo general figuras de autoridad en las que confiaba, bien en la infancia o en la adolescencia. A causa de lo extendida que está esta dimensión del mal en nuestros días, necesita una consideración especial.
El abuso infantil es una de las peores perversidades que se están perpetuando hoy en día en los Estados Unidos a través de poderosos principados y potestades malignos. Tiene que ver con esa parte de la raza humana tan querida por Dios que son los niños. Las palabras que habló Jesús sobre la relación entre el Padre celestial y los pequeños no se dijeron de ninguna otra unidad social humana (Mateo 18.1–10; 19.13–15). Y ya que Satanás aborrece a Dios, se concentra sobre todo en aquellos a quienes Él más ama: nuestros hijos. Es tan simple como eso.
Los niños son los seres humanos más vulnerables e indefensos de todos; no pueden protegerse a sí mismos de la maldad humana y sobrenatural como los adultos. Nosotros, los mayores, somos su principal protección. Como consecuencia de esto los pequeños están muy expuestos a la demonización (Mateo 15; Marcos 9; Hechos 16).
Luego esos niños se hacen adultos y se convierten en padres y abuelos; los adultos lastimados y demonizados tienden a criar hijos y nietos semejantes a ellos. La manera más estratégica para destruir a la humanidad es destruyendo a sus hijos; y el mayor bien que puede hacerse a la raza humana es el de proteger y sanar a sus pequeños heridos.
Los abusos que sufren los niños hoy en día pertenecen por lo general a cuatro categorías amplias pero interrelacionadas.
Cuatro clases de abuso
Cuatro reacciones negativas comunes
Abuso sexual
Vergüenza extrema y problemas sexuales. También se dan el miedo y la ira.
Abuso físico
Rabia excesiva y problemas en las relaciones interpersonales.
Abuso sicológico
Autoimagen muy negativa y espíritu de rechazo. Siempre produce ira.
Abuso religioso
Confusión extrema en cuanto a Dios y la fe cristiana; incapacidad de confiar en Él y en su Hijo.
Las reacciones negativas enumeradas no son exhaustivas. La ira, el resentimiento, la rabia y los problemas en las relaciones interpersonales acompañan casi siempre a cada una de estas cuatro clases de abuso.
El peor tipo posible de abuso infantil que existe hoy en día es el abuso ritual satánico (ARS), una combinación de las cuatro formas antes mencionadas. Se trata de un abuso religioso ejecutado en el niño para causarle un dolor indecible. Es un abuso físico relacionado con el abuso sexual, a menudo constituido por violaciones o perversiones de todo tipo imaginable e inimaginable. Su resultado es un daño sicológico de la peor clase. El niño en desarrollo queda reprogramado mediante esta perversidad extrema para comportarse de manera disfuncional como joven y como adulto. Con frecuencia este abuso escinde la personalidad del niño, produciendo su disociación y dando como resultado los desórdenes múltiples de personalidad (DMP). La investigación revela que el setenta y cinco por ciento o más de los casos de DMP han sido consecuencia del ARS y de otras formas extremas de abuso sexual infantil.
Jay, un estudiante de la Universidad Cristiana de San José, estaba consagrado a Cristo y quería ser pastor. Al mismo tiempo era un hombre con problemas obvios: ruidoso, alborotador, discutidor y colérico. Tenía fama de perturbador entre los profesores.
Mientras enseñaba de las misiones en el libro de Hechos, Jay cobró vida en la clase. Le emocionaban las misiones, el Señor y la gente. Pronto estuvimos hablando de Satanás y de sus ataques contra el pueblo de Dios en los Hechos de los Apóstoles y también tratamos de los demonios. Cierto día, Jay vino a verme después de la clase y me dijo:
«Doctor Murphy, amo al Señor, pero soy una persona difícil de tratar. Tengo dificultad para congeniar conmigo mismo. ¿Qué me pasa? ¿Podría estar demonizado?»
Jay había sido abandonado por su padre y su madre, y recogido cuando tenía tres años por unos tíos que eran borrachos y que peleaban a menudo. Cuando esto sucedía rompían los muebles y destrozaban la casa. Siendo un niñito, Jay tenía que esconderse para evitar que también le pegasen a él, pero no siempre lograba escapar a su rabia y a sus riñas de borrachos.
Su tía era la peor: le pegaba tan a menudo que el niño tenía todo el cuerpo lleno de moretones. Un día le apaleó sin piedad y Jay se encontró sin sitio donde esconderse, adonde ir ni quien le protegiera.
«Salí corriendo a la calle, doctor Murphy», me dijo. «Lloraba y gritaba, lleno de odio hacia mi tía, mi tío y hacia todo el mundo, en especial hacia Dios. ¿Dónde estaba Él? Se suponía que era el protector de los niños, pero a mí no me había protegido. Me había dado una mala madre y un mal padre, y también una tía y un tío malos. De modo que era un Dios malo, si es que existía.
»Levanté mis puños al cielo —siguió diciendo Jay— y grité mi odio contra Dios; enseguida clamé al diablo, si es que era real. Le pedí que castigara a mis tíos, que tomara mi vida. Yo era suyo, puesto que Dios me había abandonado.
»Algo terrible sucedió de repente, doctor Murphy. Una nube negra me rodeó. Podía casi verla y sentirla. Me cubrió por completo y desde entonces jamás se ha disipado. He vivido hasta hoy en esa nube oscura. Aunque se fue en parte cuando acepté a Jesús como Salvador y Señor, no desapareció del todo. Todavía me envuelve. ¿Podría tratarse de demonios?»
Tuve que suponer que así era, pero decidí no perseguir esa «nube». Ayudé a Jay a hacerlo y con el tiempo quedó totalmente libre por medio de la autoliberación.
Ira, Resentimiento, Rabia, Rechazo y Rebeldía
Estos pecados son en general el resultado del daño o del supuesto daño causado en la niñez o la adolescencia y se extienden hasta la edad adulta. Aunque el pecado reaccionario (véase la Fig. 24.1) surge debido al mal, o supuesto mal, infligido a un individuo, puede por sí mismo abrir la puerta a los espíritus malos. La mayoría de los demonios de ira, resentimiento, rabia, rechazo y rebeldía entran después de que el abuso contra la víctima deja paso a la ira o la rabia por lo que sucede.
Antes conté la historia de la joven que estaba llena de resentimiento contra sus abuelos y padres. Presenté su amargura y sus problemas sexuales sólo desde la perspectiva de la carne. No mencioné que también estaba muy demonizada. Me había llamado debido a los problemas que tenía con su pequeño de alrededor de un año de edad. Estaba segura de que las dificultades de su hijo eran de origen demoníaco. El niño sufría de terrores nocturnos y aunque éstos, como es natural, no son necesariamente causados por espíritus malos, en el caso de su hijo la mujer estaba convencida de que había demonios implicados; ya que los juguetes del pequeño eran lanzados de modo misterioso por toda la habitación cada vez que sufría los mencionados terrores, más de una vez por semana.
Siempre indago con cuidado la vida de los padres cristianos que tienen posibles problemas demoníacos con sus hijos. Una cantidad bastante grande de las dificultades de los creyentes con demonios tienen que vez con sus familias. La trasmisión demoníaca, el abuso infantil y una vida de hogar disfuncional se cuentan entre las causas más frecuentes de la vinculación de los demonios a la vida de los niños.
En este caso no tuve que hacer ninguna indagación. En cierto momento de la charla, después de contarme el prolongado abuso sexual a que había sido sometida por su abuelo, la mujer comenzó a hablar de sus fantasías eróticas personales.
«Doctor Murphy», expresó, «quiero mucho a mi marido. Tenemos una buena relación sexual, pero sobre mí vienen a menudo extraños impulsos eróticos. Siento que me gustaría salir a la calle y escoger a algún hombre guapo y sexy con el cual irme a un motel y mantener relaciones sexuales. ¿De dónde vienen esas fantasías? Las odio, pero sigo experimentándolas una y otra vez».
A medida que continuaba la sesión empecé a sospechar que aquella encantadora y joven madre era atormentada tanto por demonios sexuales como por espíritus de resentimiento e ira. Sin embargo no le dije nada al respecto. Tengo por método jamás inferir que el problema de una persona es demoníaco hasta que entro en contacto con los demonios en su vida; no obstante, la sospecha sí que afecta a mi manera de orar con ella.
Al dirigirla en la oración hice lo que a veces se llama una afirmación de fe y plegaria doctrinal (véase el Apéndice A), y seguí orando de esta manera con los ojos abiertos después de pedir a Mary Ann que los cerrara. De repente dio muestras de inquietud y comenzó a mecerse de un lado de la silla para otro mientras respiraba de manera anormal. Sus manos se movían y retorcían, la cara se le deformó y se hizo repugnante. Empecé a prepararme para una posible interrupción demoníaca; sin embargo no estaba del todo listo para el grito desgarrador que surgió de lo profundo de aquella pequeña mujer, ni para la voz áspera que protestó contra mí.
«¡T-t-te … ooodio … !»
De inmediato silencié al indignado demonio.
Mary Ann se quedó sobrecogida por lo que acababa de salir de su boca.
No se imaginaba que pudiera tener un problema de demonios. Durante el transcurso de unas pocas sesiones de consejo, tanto ella como su hijo fueron liberados.
El pastor a quien había invitado para que la ministrara conmigo siguió haciéndolo durante cierto tiempo. Más tarde descubrió que su marido, un sicólogo, estaba igualmente demonizado. Este también quedó libre y en la actualidad ambos forman parte del equipo de liberación de la iglesia del citado pastor.
Mary Ann estaba gravemente demonizada por muchos demonios sexuales asociados con el abuso de que había sido víctima en su infancia por parte de su abuelo. Un grupo aun mayor de demonios sociales (ira, rabia, rebeldía, rechazo y resentimiento) eran los más importantes, con el resentimiento a la cabeza.
Los Pecados Sexuales
La cuarta puerta habitual de pecado para una participación de los demonios en la vida de los creyentes es el pecado sexual, así como las disfunciones de todo tipo en ese terreno. En una amplia mayoría de casos de demonización grave en cristianos adultos hay presentes demonios sexuales. Para ello quiero sugerir algunas razones:
1.     La sexualidad ocupa un lugar importante en la vida humana y refleja de manera singular la imagen de Dios en el hombre. Dios, como ser perfecto posee todas las cualidades sublimes de la masculinidad y la feminidad en su misma persona. Aunque el Señor no es sexual, ha creado esas cualidades únicas del hombre y de la mujer; por tanto ninguno de elloss es plenamente humano sin el otro. La perturbación de la sexualidad trastorna a la persona completa; los demonios reconocen este hecho y lo explotan para el mal.
2.     Cuando las personas quedan sexualmente incapacitadas, todo su ser es dañado. Puede causarse más daño a la humanidad envileciendo su sexualidad que mediante ningún otro factor, a excepción del espiritual. Por tanto, la forma más destructiva de abuso infantil no es el físico, sino el físico-sexual. Si a éste último se le añade una dimensión religiosa (ARS), el abuso sexual se hace todavía más destructivo.
3.     El sexo es uno de los instintos más poderosos en la vida. Los hombres y las mujeres tienen en este punto algunas de sus luchas más feroces. La sexualidad desbocada conduce a algunos de los problemas personales y sociales más graves a los que se enfrenta la humanidad. El SIDA y el aborto son causados más que todo por el abuso de la sexualidad; como también la prostitución, la violación, el incesto, la homosexualidad y una gama inimaginable de perversiones sexuales que practica la raza humana.
4.     Los demonios del abuso y la perversión sexual flotan en el aire, por así decirlo, en todas partes, y se cuentan entre los más activos, sutiles y depravados de todos los espíritus malos.
Un indio amigo mío, el Hermano Silas, trabaja eficazmente fundando iglesias en los pueblos del norte de la India, y en cierta ocasión el joven pastor de una de ellas, situada en determinada aldea hindú, le invitó a visitarla. El hombre estaba también ansioso porque Silas hablara con su joven esposa, la cual se había estado comportando de un modo extraño en los últimos tiempos. La mujer ni siquiera quería ir a la iglesia con su marido.
Después de predicar en la iglesia un domingo por la mañana, Silas fue a la pequeña casa de barro con techumbre de paja del pastor. La esposa de éste no había asistido al culto aquella mañana y cuando Silas se acercó a la casa, ella se encontraba dentro. Incluso antes de que mi amigo estuviera a la vista, la joven esposa profirió: «El Hermano Silas ha venido a verme; tengo que salir a encontrarlo».
Llegó afuera en el momento en que Silas entraba en la propiedad y mientras corría hacia él fue despojándose de sus ropas. Cuando estuvo frente a mi amigo se hallaba desnuda. Silas supo con exactitud lo que sucedía y en seguida ató a los demonios poniéndolos bajo su control. Al volver en sí, la joven se quedó horrorizada de verse desnuda. No se había dado cuenta de lo que acababa de hacer.
Aconsejándola, Silas descubrió que pocas semanas antes, un domingo por la mañana cuando se había quedado sola en casa en vez de ir a la iglesia, cierto joven sacerdote hindú se presentó a su puerta, la sedujo y en el acto los demonios sexuales entraron en su cuerpo. Aunque más tarde la mujer se había arrepentido, todavía se veía turbada por fantasías eróticas. Con la ayuda del Hermano Silas, fue liberada.
Las Maldiciones En El Mundo Espiritual
Las maldiciones son un rompecabezas para la mente occidental. Pensamos en una maldición como en la expresión de ira o disgusto sin poder inherente para infligir daño. ¿Son sólo eso las maldiciones?
La Biblia empieza y termina con maldiciones. Dios pronuncia la primera serie contra Satanás y la tierra (Génesis 3.14, 15, 17–19), y la última referencia a la maldición proclama el fin de ésta (Apocalipsis 22.3). En otras palabras: para la humanidad no existe escapatoria de la maldición y las maldiciones hasta que hallan llegado los nuevos cielos y la nueva tierra, y los santos sean glorificados con nuestro Señor en el reino eterno.
Las maldiciones vienen de cuatro fuentes posible: Dios, los siervos de Dios, el mundo espiritual y los servidores humanos de Satanás. Estas cuatro fuentes liberan energía espiritual hacia la persona o el objeto maldito.
La maldición es de manera fundamental un concepto veterotestamentario que obtiene su significado de la cosmovisión del Antiguo Testamento. Las maldiciones no se utilizan allí con la idea occidental de proferir juramentos o decir palabras soeces. En el Antiguo Testamento maldecir es un concepto de poder destinado a liberar una fuerza espiritual negativa contra el objeto, la persona o el lugar maldito. Esto es cierto incluso cuando Dios maldice. En realidad, la mayor ía de las maldiciones de la Escritura se atribuyen a Dios o a sus siervos actuando conforme a la voluntad divina. Es el Señor quien libera su poder de juicio. Por eso lo llamo fuerza espiritual negativa aun cuando sea Dios quien la activa.
Tan prominente es esta actividad de Dios de pronunciar maldiciones que resulta difícil exagerarla. De los 202 contextos de maldición que hay en la Biblia, son Dios o sus siervos quienes la emiten 143 veces. Se dedican capítulos enteros a enumerar las maldiciones que el pecado trae sobre el pueblo del Señor (Deuteronomio 27–31); y uno de los temas más destacados es el de las maldiciones frente a las bendiciones, el cual también ocupa capítulos completos (Deuteronomio 28–30; Números 22–24).
Tan precioso es para Dios su pueblo que tres veces declara que maldecirá al que lo maldiga. Y también expresa: «Benditos los que te bendijeren, y malditos los que te maldijeren» (Números 24.9).
Es peligroso maldecir a otra persona. Sólo un profeta guiado por Dios de manera directa puede hacerlo debidamente. Dos veces, dice el Señor, debería ser maldito el que maldice a otro. Treinta y una veces se advierte contra tales maldiciones. En su excelente libro Possessing the Gates of the Enemy [Posea las puertas del enemigo], Cindy Jacobs critica la práctica de los creyentes que pronuncian maldiciones sobre los inconversos; especialmente sobre aquellos que resisten a la verdad. (Su sección sobre lo que ella llama las oraciones del «caigan ellos muertos» es magnífica.) Jacobs dice sabiamente: «Lo que quiero destacar, sin embargo, es que mientras no reprendamos a Satanás por controlar a las personas no debemos maldecirlas. Tenemos que clamar al Señor y dejar que decida cuál ha de ser el juicio».8
También Satanás comprende el concepto de poder de las maldiciones. Dos veces le dijo a Dios que en realidad Job no le amaba sin algún motivo particular: «Quita tu mano de su vida», expresó el diablo. «Déjamelo a mí y te maldecirá en la cara» (Job 1.11; 2.5). No pasó mucho tiempo antes de que la orden de maldecir a Dios llegara a los oídos del santo. Y, tristemente, fue su mujer quien se convirtió en la voz acusadora de Satanás para ese fin: «Maldice a Dios», le dijo, «y muérete» (Job 2.9).
Bajo la Ley, que se dio más tarde, una persona que maldecía a Dios debía ser ejecutada. El Antiguo Testamento también nos advierte contra el maldecir a los príncipes y registra algunas ocasiones en las que dichos príncipes fueron maldecidos por hombres airados. Simei maldijo a David y aunque éste lo permitió entonces, durante el momento de su humillación, después ordenaría que fuese ejecutado (1 Reyes 2.8s).
T. Lewis y R. K. Harris nos informan que:
Cuando se pronuncia una maldición contra alguien no debemos entenderla como un mero deseo, aunque sea violento, de que el desastre alcance a la persona en cuestión; como tampoco hemos de interpretar que la «bendición» correspondiente trasmita sólo un deseo de que el individuo a quien se refiere obtenga la prosperidad. Se consideraba que las maldiciones poseían un poder inherente para ejecutarse ellas mismas[ … ] Tales maldiciones [y bendiciones] poseían el poder para su autorrealización.9
G. B. Funderburk dice: «En verdad la confirmación de la bendición pronunciada y la antítesis de la maldición en la historia bíblica temprana es asombrosa».10 Y luego cita los siguientes ejemplos:
1.     Noé pronunció una maldición sobre Canaán y una bendición sobre Sem y Jafet (Génesis 9.25–27).
2.     Isaac bendijo a sus hijos mellizos y pronunció una maldición sobre cualquiera que maldijese a Jacob (Génesis 27.27, 28).
3.     Jacob bendijo a sus doce hijos, la serie de bendiciones paternas más detallada de toda la Escritura (Génesis 49.28).
4.     El poder liberado tanto en la bendición como en la maldición era real. La maldición debía ser temida y la bendición codiciada.
La historia de Jacob y Esaú es buen ejemplo de esto. La búsqueda por parte de ambos de la bendición de su padre enfermo, Isaac, gira en torno a ese concepto de poder que es la bendición (Génesis 27.1s). También la trama engañosa de Rebeca para que Jacob robase a Esaú dicha bendición destinada al primogénito supone una maniobra relacionada con la cosmovisión.
Una maldición pronunciada o escrita en nombre de Dios por sus figuras de autoridad era considerada eficaz para traer el juicio divino sobre la persona, el lugar o la cosa maldita. Moisés puso delante de Israel «la bendición y la maldición» (Deuteronomio 30.1). Jeremías habló de la maldición sobre el desobediente Israel que había hecho que la tierra estuviese desierta (Jeremías 23.10).
¿Era válida esta cosmovisión o estaba Dios sólo acomodándose a la visión supersticiosa de las cosas que Israel tenía en común con sus vecinos paganos? Si aquí Dios se adapta a una peculiar pero incorrecta, ¿dónde deja de hacerlo? Todo el Antiguo Testamento se basa en esta cosmovisión en cuanto a su teología de la maldición y la bendición. Y también sucede lo mismo con el Nuevo Testamento.
Como dicen Lewis y Harrison, la realidad del concepto:
[ … ] desempeña un papel importante en la interpretación que hace Pablo de la maldición. A la luz de la Ley todos los hombres son culpables[ … ] El transgresor de la Ley está bajo maldición; su juicio ha sido pronunciado; escapar resulta imposible. Pero en la cruz Jesucristo acabó con esa maldición, «porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero» (Gálatas 3.10, 13); ya que una maldición que ha triunfado sobre su víctima es una fuerza gastada.11
Jesús mismo maldijo a la higuera que no daba fruto (Marcos 11.12–14) como símbolo del juicio sobre su infructuoso pueblo.12 Y nos exhorta: «Bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian» (Lucas 6.28). Pablo responde llevando esto todavía más lejos, y diciendo: «Bendecid a los que os persiguen, bendecid, y no maldigáis» (Romanos 12.14).
Esto es justo lo que Jesús hizo desde la cruz (Lucas 23.34). ¿Deberíamos nosotros hacer menos? De ahí el asombro de Santiago de que con la boca «bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. «Hermanos míos», dice, «esto no debe ser así» (Santiago 3.9, 10).
Muchos creyentes han sido víctimas de las maldiciones del enemigo pronunciadas por los obradores de milagros satánicos.
Tales maldiciones no son siempre eficaces, pero a veces sí lo son.
Por lo general, no implican demonización, pero en ocasiones sí.
No son siempre permitidas por Dios, pero a menudo las autoriza.
No tienen por lo general que ser identificadas como individuales, ni es necesario buscar protección contra ellas, pero con frecuencia sí hay que hacerlo.
Prosperan con la ignorancia y la altivez, pero son anuladas por el conocimiento y la humildad.
Son «elaboradas» con invocaciones a los espíritus y magia satánica para hacerlas más poderosas. Sólo pueden ser vencidas por el poder superior de Dios. Sin embargo, algunas veces no las vence automáticamente por nosotros. Hemos de entender el mundo de las maldiciones con poder espiritual y romperlas nosotros mismos. De ahí la importancia que tiene la oración de guerra espiritual en grupo.
Cierta misionera en África contrajo una extraña enfermedad y comenzó a perder peso a un ritmo alarmante. Los doctores estaban perplejos. La mujer aumentó su dieta, pero su cuerpo no asimilaba los nutrientes de la comida que ingería. Por último hubo de ser enviada de vuelta al Canadá para recibir tratamiento médico; pero dicho tratamiento no surtió efecto y la misionera siguió empeorando.
Entonces empezó a asistir a la iglesia que pastoreaban John White y Ron Blue, y con el tiempo Dios reveló que el origen de su problema no era físico sino espiritual. Durante un período de oración se descubrió que la mujer había sido objeto de una maldición. Cuando se rompió la misma, su cuerpo pudo funcionar con normalidad. Había sido sanada.13
La Historia Del Avión
Hace poco leí un artículo que amonestaba a los creyentes a no dar crédito ni difundir relatos injustificados de ocultismo y satanismo. Su autor mencionaba la acusación de que el logotipo utilizado en los productos de Procter and Gamble estaba relacionado con el satanismo. Por supuesto, esto no es cierto. Por desgracia, sin embargo, quien escribía dicho artículo hacía también referencia a la historia del avión como si se tratase de otra fábula difundida por cristianos engañados.
La historia del avión es cierta. Pat, una mujer que se cuenta entre mis compañeros de oración del área de San José (California) fue su protagonista. Mi amiga salía de San José en avión y tenía un asiento de pasillo. La plaza adyacente estaba vacía, pero la que correspondía a la ventanilla se encontraba ocupada por un joven. Cuando llegó el momento de que la azafata sirviese la comida, Pat aceptó la suya, pero el mencionado joven la rechazó diciendo que estaba ayunando.
«He oído por casualidad cómo le decía a la azafata que está usted ayunando», le dijo mi amiga. «Debe ser cristiano, ¿no es así?»
«No, soy satanista», respondió el otro.
El comentario la desconcertó. ¡No supo si debía buscar otro asiento o qué hacer! Sin embargo, decidió permanecer sentada donde estaba y entablar conversación con aquel joven, si él quería. En realidad estaba bastante dispuesto a hablar de su fe y testificar del poder de Satanás.
En el transcurso de la conversación, Pat le preguntó acerca de los objetivos específicos de su ayuno y oración. (Esa forma de ayunar y orar representa un intento de maldición, no una súplica humilde.) El joven le explicó que los objetivos en cuestión eran los principales pastores e iglesias del área de San José, así como dos importantes misiones cristianas. Cuando Pat le preguntó de qué misiones se trataba, respondió sin vacilar que Partners International y OC International.
Aquello dio en lo vivo, ya que el padre de Pat era uno de los fundadores de la primera y ella misma apoyaba a OC International, la misión a la que pertenezco.
Durante los pocos años siguientes media docena de pastores claves del área de San José cayeron en la inmoralidad y fueron apartados de sus iglesias. ¿Mera coincidencia? Esto jamás había ocurrido con anterioridad. ¿Y qué les sucedió a Partners y a OC International? Pregunte a sus líderes lo que experimentaron a finales de la década de los 80 y el principio de los años 90.
La historia del avión se ha convertido en la historia del restaurante. En ciertos restaurantes, algunos cristianos han visto grupos de personas reunidas a la mesa en evidente actitud de oración y al acercarse a ellas pensando que eran creyentes han descubierto que se trataba de satanistas «orando» al diablo y echando maldiciones sobre pastores y obreros cristianos destacados.
También ha llegado a ser la historia del supermercado. La misionera Beverly Lewis, de la World Gospel Mission [Misión Mundial Evangélica], informó de una experiencia que tuvo en Argentina. Cierto satanista que esperaba en la cola del supermercado para pagar, anunció de repente a todos que él y su grupo estaban ayunando y orando a Satanás por «la destrucción de los hogares de los líderes cristianos». Luego, Beverly sigue contando los tristes resultados que tuvieron en su ciudad aquel ayuno y aquella oración maldiciente dirigida al diablo. Se trata de un relato grave y horrible.14
Esto nos llama de nuevo a reconocer que estamos en guerra. Tenemos que aprender a movilizar a los creyentes para la oración de combate a fin de romper esas maldiciones demoníacas. No debemos permitir que la verdad bíblica de la derrota de los principados y potestades satánicos nos adormezca en una complacencia altiva e indiferente diciéndonos que no nos puede suceder. Esto sería ingenuidad bíblica e histórica.
Las Prácticas Ocultistas
Hay dos grandes clases de ocultismo con las que estamos en guerra: el ocultismo no cristiano y el cristiano. Un amplio sumario del ocultismo no cristiano demandaría muchas páginas de material, no obstante sólo mencionaré determinadas áreas que constituyen los puntos focales para la batalla de los creyentes, en particular en el mundo occidental:
1.     El horóscopo y demás prácticas astrológicas.
2.     El uso del tablero ouija y otros métodos semejantes para entrar en contacto directo con el mundo espiritual y utilizar su poder.
3.     Los juegos de roles fantásticos que implican al mundo espiritual, tales como «Mazmorras y Dragones».
4.     La aceptación y el uso de cualquier poder síquico obtenido antes de la conversión.
5.     Cualquier intento de conseguir sanidades síquicas o espirituales.
6.     Toda práctica de percepción extrasensorial, clarividencia, levitación, telequinesia, proyección astral, escritura automática y cosas similares. Aunque algunas de ellas pueden ser puro fraude, muchas inducen la actuación de espíritus malos.
7.     Cualquier participación en sectas, sesiones de espiritismo, creencia en la reencarnación o intentos de comunicarse con los muertos.
8.     Todas las religiones orientales y místicas, además de cualquier otra que no sea cristiana.
9.     La música o los grupos de rock duro, ácido, punk u otras clases inmorales y destructivas. Muchos de estos grupos y estilos musicales son demoníacos y ocultistas.15
10.     El movimiento de la Nueva Era. Dedico un capítulo posterior del presente libro a este avivamiento moderno del paganismo y las religiones orientales.
A continuación está lo que llamo la actividad ocultista «cristiana», que comprende la búsqueda o la aceptación de experiencias espirituales en un contexto «cristiano» sin examinar, desde la perspectiva de la Escritura (1 Juan 4.1), su verdadero origen y los motivos que inducen a buscarlas.
En un principio mencionaremos la base triple mínima para examinar las experiencias espirituales. Primero, el contenido doctrinal implicado, especialmente en lo relativo a la persona del Señor Jesucristo, debe soportar el escrutinio de la Palabra de Dios (1 Juan 4.1–11; 1 Corintios 12.3; Romanos 10.9). En segundo lugar, las verdaderas experiencias con el Espíritu Santo producen humildad en vez de orgullo. El creyente se ve atraído más cerca del Señor, aumentando la santidad de su vida y desarrollando obediencia a la Palabra (Gálatas 5.22, 23) así como amor y tolerancia hacia todos los cristianos (1 Juan 2–5). En tercer lugar, el cuerpo de Cristo es edificado (1 Corintios 12–14). Uno no busca «arrastrar tras sí a los discípulos» (Hechos 20.30), sino hacer discípulos del Señor Jesús.
A este respecto son útiles algunos ejemplos de creyentes engañados espiritualmente y de espíritus engañadores (2 Corintios 11.3, 4; 12–15; Gálatas 1.8; 1 Timoteo 4.1; 2 Timoteo 3.13; 1 Juan 4.1–6). A continuación relato un ejemplo de mi propia experiencia.
En cierta ocasión me telefoneó una airada mujer llamada Audrey. Se había criado en un hogar piadoso y ahora estaba vinculada a una poderosa secta cristiana, que la había ganado mediante experiencias de poder con el mundo espiritual. Su piadosa tía le había rogado que me llamara y para complacerla así lo hizo. Habló sin interrupción durante media hora, sin darme ocasión de decir nada. Hasta que por fin expresé: «Por favor, Audrey, cállese. La he escuchado durante media hora y ahora quiero que me escuche usted. Le voy a dar algunos pasajes de la Escritura para que los lea. Prométame que los estudiará cada día y orará. Pídale al Espíritu Santo que le ayude a abrirse a la verdad que contienen. Luego llámeme de nuevo y volveremos a hablar».
Ella estuvo de acuerdo y pocos días después volvió a llamarme. La Palabra de Dios había sacudido su confianza en cuanto a la fuente de su experiencia espiritual y estaba intentando romper con la secta, pero le costaba mucho hacerlo. Unas voces interiores la amenazaban. La mujer tenía miedo y pedía ayuda.
Puesto que Audrey vivía en otra ciudad a cierta distancia, un amigo mío y yo pensamos que era mejor aconsejarla en su propia casa. Aquélla estaba llena de objetos y libros de ocultismo. Había tantas pinturas hindúes y de otras religiones orientales revistiendo las paredes de su piso que llenaron por completo la parte trasera de mi furgoneta cuando las transportamos hasta el basurero. Audrey, una mujer soltera de cuarenta y tantos años de edad había quedado atrapada en la filosofía de la Nueva Era y estaba ligada a una secta poderosa y extraña de personalidad religiosa.
Lo primero que hicimos fue explicarle el plan bíblico de salvación. Siendo creyente, Audrey se mostró muy dispuesta a colaborar y confirmó su fe en Jesús como Señor y Salvador, aunque estaba sufriendo mucho a manos de los espíritus que la atormentaban. Éstos la violaban casi a diario (se trataba de los terribles íncubos ya mencionados), mientras que otros perturbaban su sueño, la ponían nerviosa y la llenaban de miedo y ansiedad. De algunos de ellos temía que la mataran.
Comenzamos a ministrarle liberación y tuvimos bastante éxito. Sin embargo su caso era tan grave y complicado que sabíamos que habría de necesitar más consejo, por lo tanto le enseñamos acerca de la autoliberación.
Debido a mi ministerio itinerante pronto perdí el contacto personal con Audrey, aunque ella me escribía de vez en cuando. Casi un año después empecé a sentir de nuevo una profunda preocupación por ella. Me inquietaban sus últimas cartas y las cintas de casete que me había enviado. Se mostraba todavía confusa en cuanto a su caminar con Dios y me temía que su misticismo estuviera atrayendo otra vez a su vida a espíritus mentirosos.
Cuando OC International programó una conferencia misionera en el norte de California, decidí llevarme todas las cartas y cintas recientes de Audrey para poder discernir lo que estaba sucediendo en su vida. Cierta noche, en la conferencia, una señora pidió hablar conmigo y la coincidencia me asombró: ¡Era la tía de Audrey!
—He estado tanto tiempo fuera durante los meses pasado —le expliqué —que he perdido el contacto con Audrey. Aunque ella me ha escrito sin fallar, no he podido contestarla. Voy a volver a leer sus cartas, escuchar de nuevo las cintas y contestarla esta misma semana. Estoy convencido de que todavía hay algunos espíritus engañadores obrando en su vida».
—No tiene necesidad de hacerlo — dijo tristemente —Audrey ha muerto».
Aquello me dejó sin habla.
—¿Y como ha sucedido? —le pregunté.
—Ayunó hasta la muerte. Tiene usted razón, Audrey todavía estaba luchando por liberarse del todo de los demonios. Hace algunos meses me telefoneó y me dijo que el Señor le había mostrado que si ayunaba durante cuarenta días quedaría libre por completo de ellos.
»Le dije que no creía que aquello fuera de Dios y al fin abandonó la idea.
»No volví a saber de Audrey durante varias semanas. La llamaba pero no obtenía respuesta. La telefoneé al trabajo y me dijeron que no había ido por allí desde hacía algún tiempo. De manera que llamé a la policía y cuando forzaron la entrada de su apartamento la encontraron muerta. Había dejado una nota explicando que se trataba de una muerte autoinfligida mediante el ayuno. Deseaba morir para poder estar con el Señor y ser libre de sus sufrimientos».
¡Qué experiencia tan triste!
Para terminar este capítulo debo dar una palabra de advertencia sobre la participación en cualquier forma de actividad relacionada con el mundo espiritual que implique el uso de amuletos, e incluso la posesión de objetos físicos asociados con el mundo de los espíritus. Puesto que tales objetos fueron dedicados a ese mundo cuando se hicieron, a menudo hay espíritus malos asociados con ellos del mismo modo que los hay también vinculados con lugares y edificios que se dedicaron a su uso. Esto incluye pinturas, objetos de «arte», esculturas, imágenes, amuletos, fetiches, libros e incluso ciertas formas extremas de rock u otro tipo de música asociada con el mundo de los espíritus.
Un ejemplo de esto será suficiente. Se llama el «Regalo especial de Ding».16
Los blaanes son por tradición animistas y adoran a los espíritus que viven en los árboles, los ríos y las montañas. Su sistema de creencias incluye el uso de amuletos para protegerse de dichos espíritus. Simplemente uno de esos pequeños objetos escondido entre sus ropas o en sus hogares puede alcanzar el precio de un carabao o un revólver. El llegar a conocer a Cristo no libera necesariamente a los nuevos creyentes blaanes de su creencia tan arraigada en dichos amuletos, sino que más bien tratan de combinar ambas cosas produciéndose una lucha continua entre los dos mundos espirituales en vez de una victoriosa vida cristiana.
Hace dos años, Ding Rogue comprendió este problema y comenzó a confrontar a los creyentes que todavía se aferraban a su antigua forma de vida. Rogue, a veces, detiene un culto para decir: «Hay un mal espíritu aquí, hacia este lado. No tenéis derecho a traer amuletos a esta iglesia. Deberíais deshaceros de ellos». En otras ocasiones, puede señalar a la persona misma. «Es como si el Espíritu Santo me estuviese susurrando al oído: “Ese es”», expresa.
Como consecuencia de esto, los creyentes a menudo entregan sus amuletos para que sean quemados. Este gran acto de sacrificio y fe abre el camino para que el Espíritu de Dios obre en formas aun mayores en las vidas de los blaanes.
Lo mismo sucede en el mundo occidental. No podemos servir a dos señores y puesto que sólo el Señor es Dios, sigámoslo a Él. No necesitamos objetos de buena suerte, mágicos o espirituales para nuestra protección o provisión. Teniendo a Dios por Padre no precisamos de dioses ajenos.
1 1.     Hoy en día estamos asistiendo a una comprensión renovada del pecado nacional que necesita ser confesado, del que hay que arrepentirse y por el cual es preciso pedir perdón. Véase John Dawson, Taking Our Cities for God , Creation House, Lake Mary, FL, 1989, y Cindy Jacobs, Possessing the Gates of the Enemy , Chosen Books, Fleming H. Revell, Tarrytown, NY, 1991.
2 2.     Rev. E. H. Plumtre, Jeremiah, en Charles John Ellicott, A Bible Commentary for English Readers , Cassell and Company, Nueva York, 5:107 y 108.
3 3.     Plumtre, pp. 107 y 108.
4 4.     William H. Brownlee, Ezequiel 1–19, WBC, Word, Waco, Texas, 1986, pp. 282, 283.
5 5.     Plumtre, pp. 107 y 108.
6 6.     Véase Merrill F. Unger, Demons in the World Today , Tyndale, Wheaton, IL, 1971, pp. 82 y 83, 177 y 178, 192; Merrill F. Unger, What Demons Can Do to Saints , Moody, Chicago, 1977, pp. 135–139, 142–144, 155, 165, 178 y 179.
7 7.     Véase el Apéndice C sobre oración en grupo por los pecados generacionales (además de otros agarraderos del pecado).
8 8.     Jacobs, pp. 131–133.
9 9.     Véase T. Lewis y R. K. Harrison, «Curse» en G. W. Bromiley, ed., ISBE , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1989–1991, 1:837 y 838.
10 10.     G. B. Funderburk, «Curse» en Merrill C. Tenney, ed., ZPEB , Zondervan, Grand Rapids, MI, 1977) 1:1045 y 1046.
11 11.     Lewis y Harrison, p. 838.
12 12.     Ibid. p. 839.
13 13.     John White y Ron Blue, serie de cassetes sobre la guerra espiritual. No se cuenta con el título exacto ni las fechas.
14 14.     Beverly Lewis, Missionary Prayer Report, World Gospel Magazine, Noviembre, 1985.
15 15.     Véase Bob Larson, Rock , Tyndale, Wheaton, IL, 1980; Bob MacKenzie, Bands, Boppers and Believers Printpack Books, Ciudad del Cabo, Sudáfrica, 1986.
16 16.     «Ding’s Special Gift», In Other Words (Diciembre de 1987).
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

Sección II
Demonización y abuso infantil
55
El abuso infantil
De las seis puertas principales por las que los demonios se vinculan a las vidas de los seres humanos, tal vez la más corriente, horrible y destructiva sea el abuso infantil. Todo el mundo reconoce que esta clase de abuso es de lo más terrible y que si se prolonga durante un largo período de tiempo dañará al niño para el resto de su vida.1 Los demonios se aprovechan de este daño para sus fines perversos.
El mundo espiritual conoce la historia del hombre como ningún historiador llegará jamás a conocerla y la naturaleza humana mejor que pueda hacerlo nunca ningún sicólogo o siquiatra. Tienen mayor conocimiento que todos los teólogos de la propensión del hombre hacia el mal, y saben más acerca de los efectos duraderos de ciertas heridas sobre la personalidad humana, tanto en el nivel individual como en el colectivo, que cualquier sociólogo.
Con este conocimiento los poderes demoníacos se han concentrado en la parte más baja de la naturaleza humana.2 Saben que el hombre tiene una insaciable inclinación a ejercer poder sobre los demás; en especial sobre los débiles, los desvalidos y los menos dotados. Con el poder viene la posición, las posesiones y el placer, meta final de la humanidad desenfrenada. El mundo espiritual sabe que los niños de hoy son los adultos del futuro y que si logran explotar la tendencia que tiene el hombre a abusar de sus propios hijos habrán causado el daño casi definitivo a la raza humana. Los espíritus malos, por tanto, están siempre directa o indirectamente implicados en el abuso infantil.
Una perspectiva histórica
La afirmación que hago sobre la tendencia del hombre a abusar de sus propios hijos puede parecer demasiado fuerte a primera vista. Después de todo, si la humanidad no cuidara de sus hijos los más de nosotros no estaríamos vivos hoy en día para leer este capítulo. Sin embargo, ciertos estudios históricos y contemporáneos llevados a cabo revelan que los niños son el grupo humano más oprimido de la historia de la humanidad. John Boswell, historiador de Yale, ha escrito un libro perturbador titulado The Kindness of Strangers [La bondad de los extranjeros] (1985) que estudia el abandono de los niños por sus padres a lo largo de la historia.
Boswell no pretendía escribir dicho libro, tuvo la idea mientras investigaba las costumbres sexuales de los primeros cristianos. Haciendo esto se topó con el razonamiento esgrimido por varios teólogos destacados de la iglesia primitiva en cuanto a que los hombres no debían visitar burdeles porque corrían el riesgo de cometer incesto sin saberlo con una hija suya a la que hubieran abandonado siendo niña.3
Boswell se quedó pasmado con aquellos escritos y al seguir investigando descubrió que el abandono de niños había sido una práctica corriente a lo largo de la historia. Durante el siglo dieciocho, por ejemplo, en las ciudades europeas un tercio de todos los niños que sobrevivían al nacimiento eran abandonados por sus padres. Según Boswell, el pensamiento moderno de que los padres están a toda costa obligados a cuidar de cada niño que permiten que nazca, de ahí la práctica de apaciguar la conciencia matándolos mediante el aborto, está basado en una estructura económica de clase media.
En el mundo antiguo, y hasta la edad moderna, esa conciencia no existía; especialmente en los tiempos en que no se contaba con ninguna forma de control de la natalidad. La sociedad esperaba que cada uno criase con responsabilidad a los hijos que decidía mantener, pero no tenía porque mantenerlos todos.
En nuestro estudio del capítulo 34 sobre los sacrificios antiguos de niños utilicé un artículo de la revista Biblical Archeology Review. La última parte de dicho artículo trata también del infanticidio y del abandono de niños como formas de control de la población a lo largo de los siglos. El autor expresa:4
Desde una óptica cultural comparativa, el sacrificio de niños o infanticidio ritual, es una forma especial de infanticidio. La manera no institucionalizada ha aparecido en la sociedad grecorromana y en el Occidente cristiano con más regularidad de lo que con frecuencia nos gusta admitir. Los niños no deseados o desamparados han sido expuestos a la intemperie, ahogados, abandonados a la muerte por hambre, estrangulados, asfixiados y envenenados; pero la manera más corriente y letal de deshacerse de los hijos que no se querían era sencillamente la negligencia.
Según la UNICEF, el abandono de niños sigue existiendo en muchas partes del mundo en desarrollo.
El artículo en portada de la revista Newsweek del 24 de enero de 1983, «Child Labor: The Plight of the World’s Youngest Workers» (El trabajo infantil: La difícil situación de los obreros más jóvenes del mundo), cuenta que «los trabajadores de menor edad que hay en el mundo (75 millones de niños) sacrifican su infancia en días interminables de un trabajo agotador».
Charisma, por su parte, publicaba en su número de diciembre de 1983 un escalofriante artículo titulado: «Throwaway Kids» (Niños desechables). El subtítulo era una afirmación en forma de pregunta: «En los últimos dos años miles de americanos han rechazado a sus pequeños. ¿Por qué? Las respuestas son evasivas». Los autores de dicho artículo, Mark Kellner y Rob Kerby, llaman a los «desechables» buenos chicos no deseados por sus familias, y dicen: «Se trata de un problema que América tiene desde hace años, pero que según las autoridades en los dos últimos ha empeorado de repente. Forma parte de la decadente estructura de aquella en otro tiempo sólida familia americana».
En vista del representativo material citado, no creo que mi acusación en cuanto a «la tendencia que tiene el hombre a abusar de sus propios hijos» esté muy lejos de la verdad.
Sólo soy una niñita
En cierta ocasión vi por televisión una película sobre la verdadera historia de una niña que fue abandonada por sus abusivos padres y llevada a una casa de crianza donde había de sufrir todavía más abusos. A mi modo de ver, la parte más conmovedora de ese filme era su comienzo, cuando una asistente social lleva a la pequeña a la citada institución.
Sentada a un lado del asiento trasero del automóvil, casi como si estuviera sola (aunque no lo está, ya que la asistente social se encuentra con ella) va una encantadora niñita de a lo sumo cuatro años de edad. Tiene un bonito pelo recogido en graciosas coletas y lleva un lindo vestido infantil. Viste asimismo un ligero abrigo gris. Más tarde, cuando la pequeña salió del coche, pude ver que en sus piececitos llevaba zapatos negros y pequeños calcetines blancos.
Ahí está sentada, en su propio mundo, y su cara revela que se encuentra sola emocionalmente. Tiene ojos inexpresivos, fijos en el vacío. No mira a su alrededor observando todas aquellas nuevas vistas como harían la mayoría de las niñas.
Cuando el automóvil se detiene, la asistente social le pide que le dé la mano para poderla conducir a su nuevo «hogar». Sin protesta alguna la niña se la da. Mis ojos quedaron fijos en aquella manita diminuta y solitaria.
Tras apearse del coche ambas empiezan a caminar hacia la casa de crianza y, de repente, esa terrible tristeza de soledad sólo conocida por una niñita de cuatro años que ha sufrido abusos y abandono, rompe mis defensas y penetra en mi mente y en mis emociones. Empiezo a llorar.
¡Eso no está bien! ¡No debería ser así!, grito en mi interior. Mis instintos paternales se despiertan y quiero extender la mano y rescatarla. Pero no se me permite hacerlo.
¡Es mi niñita!, exclaman mis sentimientos en lo profundo de mi ser. Es cierto, su aspecto coincide con el de mis dos hijas cuando tenían cuatro años de edad: sus coletas, su vestido, su abrigo, sus zapatos y calcetines. Todavía puedo verlas a ambas caminando así conmigo, de la mano, tanto tiempo atrás.
Mientras anda en dirección a la casa con su manita en la mano de la asistente social, se vuelve y mira hacia la cámara: me está mirando a mí.
¡Sus ojos!, ¡son sus ojos lo que me traspasa hasta lo más hondo! ¿Qué están diciendo?
«Sólo soy una niñita», dicen a cualquiera que tenga ojos para ver y emociones para responder. «Se me debe amar y proteger, no rechazar y maltratar.
»Sólo soy una niñita. No puedo en absoluto cuidar de mí misma. Sin adultos que me alimenten y me vistan moriré. Pero aquí estoy, sola. Nadie se preocupa de lo que me está sucediendo, en especial mamá y papá. ¿Por qué?
»Sólo soy una niñita. No puedo defenderme, ni huir a un lugar seguro. No hay ningún sitio seguro para una pequeña como yo. Voy adonde otros me llevan.
»Sólo soy una niñita», son las palabras finales de aquellos ojos antes de apartarse de mí para ir adonde la están llevando otros y no adonde ella quiere ir.
La niña no tiene ninguna elección en el asunto. No es una persona con poder. Otros lo son y ella no puede sino someterse al poder que éstos tienen sobre su vida.
Esa mirada final de sus ojos antes de apartarse de mí expresa: «Soy demasiado pequeña, y estoy demasiado herida y demasiado sola para saber lo que me está sucediendo.
»¿Qué pasa con mi futuro? No sé lo que esa palabra significa. No tengo futuro alguno, sólo el ahora, que significa que debo sobrevivir.
»¿Y qué de mi pasado? Tampoco lo conozco. ¿Es ese pasado en verdad algo pasado o forma parte todavía de mi ahora? Debo sobrevivir al ahora, que es lo único que conozco, y ese ahora está cargado de sufrimiento.
»Tengo demasiado miedo para estar atemorizada. Estoy demasiado confusa para pensar, demasiado sola para hablar … Sólo soy una niñita».
Dicho esto, la pequeña vuelve su espalda a la cámara y también a mí. Se ha ido. Sólo era una niñita.
Traté de reprimir las lágrimas, pero no pude. Lloré por ella y seguí haciéndolo por los millones de pequeñas maltratadas, rechazadas y solas que existen. Ellas tampoco son más que niñitas.
Todavía puedo ver como me miran aquellos ojos tristes cuando mi mente me trae continuas imágenes retrospectivas de la pequeña. Sus ojos no suplican, están demasiado muertos para seguir haciéndolo. Simplemente se fijan en mí, vacíos, sin mostrar emoción alguna y tan solitarios. Todavía tengo que reprimir las lágrimas cada vez que mi memoria decide traerme otra imagen de aquella encantadora niñita de ojos inexpresivos: los ojos de una pequeña desamparada.
¡Oh Señor! ¡Si hubiera podido rescatarla! ¡Si pudiese librar a los millones de otras niñitas que en este mundo perverso sufren abusos de parte de aquellos que deberían ser sus protectores! Si pudiese … ¡Pero no puedo! Son demasiadas. ¿Dónde estás tú, oh Padre, cuando las niñitas son maltratadas y están solas?
También sufro con la existencia de esta clase de maldad en el mundo de mi Padre. En realidad, aunque Él creó dicho mundo, no es su dios en la actualidad. Ese dios es Satanás (2 Corintios 4.3, 4). Aun así, sólo el Señor es Dios.
Uno se pregunta acerca de las ataduras espirituales de esos niños maltratados. ¿Cuántos de ellos llegarán a estar demonizados? ¿Cuál será el resultado de sus vidas a medida que avancen hacia la edad adulta?
El ministerio a los adultos supervivientes de un abuso infantil grave revela que muchos de ellos llegan a estar demonizados, aunque con otros no sucede así.
Estos resultados se deben a muchos factores desconocidos. Una de las razones es la intervención soberana de Dios. El Señor no interviene contra todo el mal que existe, de otro modo dejaría de haber maldad. El mal debe seguir su curso hasta el final. Sin embargo, si se permitiese a Satanás y sus secuaces hacer todas las perversidades que ansían hacer, la vida humana resultaría imposible; sería el infierno sobre la tierra.
No obstante hay millones de niños maltratados que quedan afectados por demonios, especialmente si el contexto de su abuso ha sido el ARS. Cuando aconsejamos a supervivientes de un abuso premeditado con alteración de personalidad, deberíamos estar siempre vigilantes en cuanto a la posible presencia de demonios. También tendríamos que sospechar dicha presencia al ministrar a los que han sufrido un abuso infantil grave, prolongado y que no ha sido tratado, ya sean éstos personas adultas o niños. Si dicho abuso se ha tratado eficazmente (en un sentido relativo), a menudo los espíritus malos no se encontrarán ya en el individuo o no tendrán un control tan fuerte sobre él como antes del tratamiento.
A menudo un tratamiento efectivo, ya sea de parte de consejeros cristianos o no cristianos, quitarán algunos de los asideros de pecado a los que se vinculan los demonios en una vida humana. Aunque los creyentes reconocen tanto el éxito de dicho tratamiento cuando lo realizan consejeros cristianos, a menudo se niega la eficacia del mismo si procede de profesionales no cristianos.5 Esto es poco realista. Toda verdad es, en última instancia, verdad de Dios. Si los no cristianos han fundado sus prácticas de consejo sobre la verdad divina, Dios las honrará. En realidad, si se actúa en función de dicha verdad, ésta en sí ayudará a sanar a los seres humanos.
Por tanto hay poca base para las fuertes actitudes negativas que existen en muchos círculos cristianos hacia los consejeros no creyentes. Si los procedimientos de curación están establecidos sobre la verdad de Dios, aunque el «curador» niegue la existencia del Creador todavía es posible ayudar a las personas heridas a llevar una vida menos traumática. Como la estrategia de Satanás está siempre basada en mentiras, el diablo pierde su control cuando esas mentiras se ven desplazadas por la verdad. Este es un importante principio bíblico llamado choque de verdad.
Como es natural, el ideal es un consejero que no sólo sea muy entendido y hábil en orientar a las personas que han sufrido abusos, sino que enfoque también su consejo desde una perspectiva bíblica.
Un Ejemplo De Demonización Debida Al Abuso Infantil
Al había sido uno de mis estudiantes en el seminario, el tipo de joven al que todo profesor le encanta tener en clase: inteligente, entusiasta y siempre con una buena actitud hacia el tema que se estaba enseñando, aunque desafiara algunas de sus cómodas presuposiciones teológicas.
Cierta día recibí una llamada telefónica suya. Estaba pastoreando una pequeña congregación en una de las ciudades más resistentes a Dios de los EE.UU.6 Quería que las iglesias de su ciudad comprendieran algunas de las dimensiones de guerra espiritual que tienen la maldad y la resistencia al evangelio. Me invitaba a dirigir una guerra espiritual de la iglesia unida en la ciudad.
Seis semanas aproximadamente después de aquel seminario recibí una llamada telefónica urgente de Claire, la esposa de Al.
—Doctor Murphy —me dijo —Al está demonizado. Se encuentra tendido en el suelo de la otra habitación y no sabemos qué hacer. ¿Quiere ayudarnos?
—Si está en mi mano, claro que sí —contesté — Dime lo que pasa.
—Desde que se marchó usted Al ha estado teniendo problemas. (¡Qué gran estímulo para mis seminarios!) Comenzó a dar más enseñanza a los nuestros sobre la guerra espiritual basándose en Efesios 6. Al principio le iba bien, pero luego sus mensajes empezaron a hacerse cada vez más cortos. Parecía sentirse confuso mientras predicaba y no podía seguir el bosquejo de su mensaje. Por último, terminaba su sermón y despedía a los hermanos.
»Al siempre ha sido un marido y un padre cariñoso y paciente, pero desde entonces empezó a cambiar. Se volvió impaciente con nosotros y con la gente en general, y comenzó a decir cosas extrañas. Llegó a estar oprimido.
»Ayer, por último, se derrumbó y empezó a desbarrar. Entonces, asustada, llamé a Phil, nuestro pastor adjunto y a otro miembro de la iglesia. Vinieron a casa e intentaron ayudarle.
»Mientras le aconsejaban, de repente se volvió loco. Comenzó a lanzar cosas por la habitación. Chillaba y gritaba como un demente; no podíamos controlarlo. Por último tuvimos que llamar al servicio de emergencias para que nos ayudasen. Lo llevaron al pabellón siquiátrico del hospital y pasó la noche allí.
»Lo hemos traído a casa hace algunas horas. El médico ha dicho que sufrió un ataque grave de ansiedad de algún tipo, pero cree que se solucionará con la medicina que le ha mandado.
»Hace poco empezó a desvariar de nuevo y a decir cosas perversas. Me di cuenta de que no era Al. Está endemoniado. Phil se encuentra con él ahora. Está tendido en el suelo en un trance. Por favor, díganos lo que debemos hacer».
Para ser sincero no sabía qué hacer. Se trata de otra de esas difíciles situaciones de ministerio en las que deben tomarse decisiones inmediatas pero no se cuenta con toda la información para realizar un diagnóstico preciso. La decisión tenía que ser instantánea y actuarse en función de ella.
¿Estaba Al de veras demonizado? ¿Cómo saberlo? No podía hacer un diagnóstico preciso basándome sólo en el breve relato de una esposa aturdida.7 Sin embargo, actué suponiendo que lo estaba. Si uno tiene cuidado con lo que hace, aunque el primer diagnóstico sea erróneo, no dañará a la víctima ni a los que están a su alrededor.
—Por favor— respondí, —dile a Phil que se ponga al teléfono.
—Phil —gritó Claire —el doctor Murphy está al teléfono y quiere hablarte.
Pude escuchar el ruido de una terrible conmoción. Oí cómo Al le gritaba a su pastor adjunto y éste intentaba dominarlo.
Los demonios vinculados con la vida de Al habían escuchado las palabras que Claire dirigiera a Phil en cuanto a mi presencia. Ellos me conocían, por lo general así sucede, y no querían nada conmigo, como suele pasar. De repente la comunicación se cortó. Claire me dijo después que Al había desenchufado el aparato.
Lo único que pude hacer fue colgar el teléfono y ponerme a orar. Reconozco que estaba asustado. Si Al se encontraba demonizado debía tratarse de demonios demasiado feroces: podía hacerse daño a sí mismo, a su esposa, a sus hijos y a Phil. Pedí a Dios que interviniera y que Claire pudiera encontrar la forma de ponerse otra vez en contacto conmigo. Pronto el teléfono sonó de nuevo.
—Al ha desenchufado el teléfono —me explicó Claire—. Estoy utilizando el de la cocina y tengo miedo.
—Dile a Phil que ordene a los demonios que se callen —la instruí —y que vayan a la boca del estómago de Al y se sujeten. Explícale que lo haga hasta que le obedezcan.
Un minuto después Claire volvió al teléfono y expresó:
—Phil ha hecho lo que usted dijo y ha resultado. Al está consciente y los demonios se han ido.
Dudaba que se hubiesen marchado, pero sentí alivio al saber que el ataque había pasado.
—Dile a Phil que anuncie discretamente que sólo quiere hablar con Al —le indiqué —no con los demonios. Que siga haciéndolo hasta que tu marido sea capaz de responderle y luego le diga a Al que venga él mismo al teléfono para que pueda hablar con él.
Transcurrieron algunos minutos de silencio que me parecieron horas. Después pude escuchar la voz apaciguada y sorprendida de Al.
—Hola, doctor Murphy, ¿qué hace usted al teléfono? — Al no recordaba nada de lo que acababa de ocurrir.
Aquel fue el comienzo de una de las sesiones de consejo más largas que he sostenido por teléfono. Duró varias horas. Ya que parecía tratarse de demonios muy destructivos,.8 Tuve que prolongarla lo suficiente hasta sentirme confiado de que Al, su esposa y Phil podían manejar cualquier cosa que ocurriera en el futuro inmediato.
Al estaba muy demonizado,9 aunque no sabía desde cuándo se encontraba en esa situación, ni tampoco las causas de la misma. Como no podía verle, decidí ordenar al demonio jefe que se manifestara.10 Sin embargo, antes de hacerlo, lo até bajo mi autoridad en el nombre del Señor Jesús (Lucas 10.17–19). Le prohibí que volviera a ponerse violento para dañar a Al o a cualquier otra persona, así como que desenchufase de nuevo el teléfono de la pared. El demonio protestó pero obedeció.
—Me llamo Ira — dijo el espíritu malo —y soy el jefe. Apártate de mí. Déjanos en paz, no me gustas.
—Cállate —le ordené. Habla sólo cuando te pida que lo hagas. Responderás a mis preguntas cuando esté dispuesto a escucharte. ¿Cuándo entraste en Al?
—Cuando tenía dos años.
—¿Qué es lo que te dio pie para entrar en su vida?
—Su padre le estaba pegando.
Ordené a Ira que bajase otra vez al estómago de Al y permaneciera allí callado hasta que le dijese lo que debía hacer.
—Al — pregunté —¿has oído quién era ese demonio y lo que ha dicho?
—Sólo algo acerca de la ira —respondió Al —pero no se ninguna otra cosa de lo que se ha expresado.
—Al —inquirí —cuéntame algo de tu vida familiar cuando eras pequeño. ¿Era el tuyo un hogar feliz? ¿Cristiano?
—Siempre he creído que era un hogar feliz, pero últimamente me lo he estado preguntando. Mi familia era cristiana ymuy estricta. Papá y mamá son líderes de la iglesia. Ibamos a ella cada vez que abría sus puertas.
—¿Cómo te llevabas con tu padre?
—Le tenía miedo. Cuando se enfadaba se ponía furioso y a menudo me pegaba tan fuerte que sentía terror de él. En cierta ocasión, siendo pequeño, me castigó tan duro que manché mis pantalones. No me dejó cambiármelos; me hizo ir a la escuela manchado y todo.
»Siempre me comparaba con mi hermano mayor. Le agradaba más que yo. Me decía que era tonto, que jamás llegaría a ninguna parte. Siempre trataba de complacerle, pero no lo lograba: era para él la oveja negra de la familia».
Durante la hora siguiente intenté que Al me contase lo más posible sobre su temprana vida de familia. Era el consejo previo a la liberación.
La madre de Al era una mujer bondadosa pero completamente dominada por su marido. Pocas veces dormían juntos en la misma habitación.
Siendo Al todavía un niño, su madre le invitaba con frecuencia a acostarse con ella y pronto empezó a prodigarle caricias sexuales. El niño no sabía cómo reaccionar. Si su madre hacía aquello, se dijo, debía estar bien; sin embargo, con el tiempo llegó a sentirse confuso y culpable. Al alcanzar la adolescencia comenzó a ver pornografía y a practicar la autosexualidad, no tardando mucho en obsesionarse con el sexo.
Aunque su relación sexual con su madre se fue desvaneciendo al hacerse adolescente, tuvo lugar al menos en otra ocasión, y quizás en más de una. Esta vez, y por iniciativa de la mujer, realizaron un coito completo.11
Sin embargo aquella no era toda la historia. Siendo pequeño Al había sufrido también frecuentes abusos sexuales de parte del hermano de su padre durante cierto tiempo. En una ocasión recuerda que su tío lo puso sobre sí estando sentado en el salón y lo acarició sexualmente mientras hablaba con su padre.
—Miré a mi padre sentado al otro lado de la habitación —recordaba Al—. Tenía que saber lo que estaba pasando. Con los ojos le rogaba que impidiese que su hermano siguiera haciendo aquello. Pero no intervino. Sólo se rió. Sentí odio hacia ambos.
Fue en ese momento de mi charla con Al cuando éste me confió que había intentado suicidarse para herir a su padre.
—Entonces comprendería el daño tan grave que me había hecho —expresó Al, y se entristecería por ello. Quería vengarme de él.
Le guié a través del proceso de perdonar a su padre, a su madre y a su tío. Aunque resentido contra ellos, por fin pudo hacerlo.12 Sin embargo, también quería que éstos reconociesen sus pecados contra él. Hasta el momento de escribirse este libro sus familiares aún habían pasado por alto el asunto. También esto es típico de esta clase de abuso.
Al era sincero en su deseo de vivir una vida santa y de servicio al Señor y a su pueblo. Este estilo de vida cristiana destruye la base de los demonios para permanecer indefinidamente asociados a la vida de alguien una vez que se ha reconocido por fin su presencia y se les ha hecho frente.13
Mientras los demonios huían, algunos lo hacían quejándose, otros trataban de gritar. Los silencié y pronto salieron todos. Estoy en contacto continuo con Al y todo le va muy bien. A esto se le llama consejo postliberación.
He contado la historia de Al, principalmente, para demostrar una de las áreas más difíciles y chocantes de la guerra espiritual: la posible demonización de los hijos mediante el abuso por parte de sus padres.14 Muchos creyentes tienen grandes dificultades para aceptar la demonización de los niños inocentes. «¿Cómo puede permitir Dios tal cosa?», se dicen. De nuevo se nos presenta el problema del mal en un universo creado y sostenido por un Dios todopoderoso y todo bondad.
Siempre que nos encontremos en el contexto del «¿Por qué Dios permite que tal y tal cosa suceda?», lucharemos con este enigmático problema. Sin embargo, una vez que aceptamos lo que las Escrituras nos enseñan de la horrible realidad del mal producido por la caída de Lucifer y de una parte de los ángeles, y seguida del pecado del hombre, podemos admitir, aunque no nos guste, todo el mal natural y sobrenatural que existe.
En realidad, es la raza humana quien ha perpetrado casi todo el mal que experimentan los niños. Los adultos abusan, atormentan, torturan y matan a niños inocentes. Son los adultos quienes exterminan a los pequeños en las guerras y los campos de concentración. Son ellos quienes permiten que millones de niños pasen hambre y mueran de inanición. Son los mayores quienes gastan su dinero en placeres y vicios descuidando y perjudicando a sus propios hijos y a los de sus prójimos. Por tanto, los adultos cometen la mayor parte de los males que sufren los niños.
Mucho se está escribiendo acerca del abuso infantil en nuestros días. Los consejeros, los pastores, los investigadores, los eruditos, las autoridades gubernativas, los médicos, los guardianes de la ley, los escritores y otros grupos, tanto seculares como cristianos, están advirtiendo a la sociedad y a la iglesia de este mal que existe entre nosotros. Tal vez no haya habido ninguna generación tan bien informada del poder destructivo que representa el abuso de nuestros hijos como la presente.15
Lo que se precisa es un entendimiento más completo de cómo este abuso, inspirado por los demonios, abre la puerta de la vida de los niños a una posible demonización. Es probable que haya millones de personas como Al en nuestras iglesias. Algunas, igual que él, ocupan nuestros púlpitos; otras se sientan en los bancos; y otras están en el campo misionero. He guiado a docenas de misioneros a la liberación de demonios que entraron en sus vidas durante la infancia y que no se fueron en el momento de la conversión o la ordenación, sino sólo cuando se pusieron en práctica los procedimientos de liberación de la Palabra de Dios. Los creyentes demonizados saben que tienen problemas, pero no adónde deben acudir para obtener la ayuda que tan desesperadamente necesitan. Consideraremos con más detenimiento esta cuestión en los capítulos siguientes.
1 1.     Una sola ocasión de abuso infantil puede ser suficiente. Para el niño se trata de una violación absolutamente terrible de su sentido de relación con los demás; especialmente con aquellos adultos que constituyen figuras de autoridad y protección para él. Es algo casi demasiado doloroso de soportar y puede dejar marcado a un niño durante el resto de sus días. Sin embargo, por lo general, el abuso infantil se prolonga durante cierto tiempo, lo cual tiene efectos de lo más destructivos en el desarrollo del pequeño como ser humano, haciendo necesaria la sanidad del Señor para que éste se convierta en una persona cabal.
2 2.     No estoy afirmando que Satanás no se concentre en los aspectos más delicados de la naturaleza humana (es decir, en sus habilidades intelectuales, creativas, estéticas, artísticas, compasivas, religiosas y otras también nobles y dadas por Dios). A la larga, el mal sobrenatural induce más eficazmente a los hombres a apartarse de una vida de obediencia a Dios por estos conductos que a través de su capacidad para formas más groseras de maldad.
3 3.     John Boswell, «The Unwanted Children of Times Past», U.S. News & World Report 1 de mayo, 1989, p. 62.
4 4.     Lawrence E. Stager y Samuel R. Wolff, «Child Sacrifice at Carthage—Religious Rite or Population Control?» Biblical Archeology Review , Enero-Febrero, 1984 , p. 51.
5 5.     No estoy afirmando que el tratamiento de parte de consejeros no cristianos sea tan efectivo en cuanto a romper la asociación demoníaca como el que llevan a cabo sus homólogos cristianos dotados de habilidad y que conocen la realidad del mundo espiritual. No lo es. Sin embargo, ¿cuántos consejeros cristianos hay que conozcan ese mundo espiritual? El ideal sería un consejero bien preparado que fuera al mismo tiempo cristiano devoto y piadoso y que conociera el mundo sobrenatural maligno. Esto es lo que busco cuando refiero a otros a niños maltratados y adultos supervivientes del abuso infantil. Por desgracia, tales consejeros cristianos son difíciles de encontrar.
6 6.     En misiología a menudo trabajamos con lo que hemos denominado una escala o un eje de resistencia-receptividad. Dicho eje va desde el -10 hasta el +10. En el lado de la resistencia de dicho eje colocamos los pueblos, las comunidades, las ciudades e incluso las naciones que muestran oposición al evangelio. Estas pueden variar desde las sumamente resistentes (-10 a -7), pasando por las de resistencia moderada (-6 a -4), hasta las ligeramente contrarias(-3 a -1). En el lado positivo del eje están aquellas ligeramente receptivas (+1 a +3), moderadamente receptivas (+4 a +6) y sumamente receptivas (+7 a +10). Este eje es simplemente una herramienta práctica de trabajo para comprender la actitud presente de un determinado pueblo al evangelio. La ciudad de Al era sumamente resistente, tal vez estaba situada en el -8 de la escala. Las comunidades sumamente resistentes están controladas por espíritus cósmicos de alto rango muy poderosos. (Véase bibliografía, Silvoso, 1987, 1989, sin fecha; Wagner, 1991a, 1991b, 1991c, 1992).
7 7.     Las desvergonzadas acciones de Al podían deberse a un buen número de problemas físicos o sicológicos. Yo había tenido casos similares en los que no estaban directamente implicados los demonios. Los problemas tenían sus raíces en otras áreas que requerían la intervención de médicos y psiquiatras; de ahí la importancia de una diagnosis correcta. (Véase Roger K. Bufford, Counseling and the Demonic [ Word, Dallas, Texas, 1988], pp. 48–50).
8 8.     Digo «parecía» porque hasta entonces no se había demostrado satisfactoriamente para mí que el problema de Al fuera demoníaco. Al no estar presente, no podía observar ningún «lenguaje corporal» que a menudo dan pistas en cuanto a una posible presencia de demonios.
9 9.     No todos estarán de acuerdo con mi diagnóstico, ya que Al era cristiano y pastor. Es su derecho. No me siento obligado a discutir acerca de teorías de realidad e irrealidad. Tengo demasiado interés en la «verdadera» realidad y en la gente que sufre por vivir con su «irreal» realidad de dolor y sufrimiento. Cuando me enfrento a demonios asociados con la vida de un creyente verdadero (tanto interna como externamente), acepto su presencia y trabajo por liberar a la persona. Tampoco discuto con la sufriente víctima mis presuposiciones teológicas egoístas. En esto me niego a ceder ningún terreno. Los que existe, existe de veras —encaje o no con nuestras presuposiciones teológicas—, y los demonios hacen lo que hacen.
10 10.     Algunos no creen siquiera que sea prudente ordenar o permitir a los demonios que se manifiesten o hablen mediante las cuerdas vocales de sus víctimas. Nuevamente estamos ante una cuestión de opiniones. Jesús y Pablo trataron claramente con demonios que se manifestaban (Marcos 1; Hechos 16:16–18) y es probable que con otros que no lo hacían. Yo procedo de igual manera. Por lo general no hago que los espíritus malos se manifiesten, aunque a veces sí; cuando ese parece ser el procedimiento más prudente. Puesto que hay apoyo bíblico para ambos planteamientos, que cada uno haga como Dios le guíe y le enseñe.
11 11.     Más tarde, cuando traté con otros de los demonios que había en la vida de Al, uno de sus jefes dijo que se llamaba «Sexo». Había entrado durante el incesto con su madre. Esto concuerda con muchos casos similares. No es que siempre ocurra con las relaciones incestuosas con niños, pero a menudo así es. Creo que es algo que siempre debería sospecharse. A los niños y los adultos supervivientes de tal abuso debería enseñárseles acerca de la guerra espiritual como cosa común de una manera no alarmante o amenazadora. (Véase Neil Anderson, Release from Bondage [ Here’s Life Publishers, San Bernardino, CA, 1991b], pp. 229s.)
12 12.     Para muchos se trata con frecuencia del momento más difícil. Han vivido odiando en secreto a los abusivos miembros de su familia durante toda su vida. En el caso del ARS y del abuso equivalente a la tortura pura y simple que conduce al desdoblamiento de la personalidad, el perdón se hace casi imposible en el comienzo de las sesiones de consejo, aunque con el tiempo suele lograrse.
13 13.     Probablemente la mayoría de los demonios abandonan la vida del creyente sin que éste sepa siquiera que han estado ahí. Esto ocurre con frecuencia en momentos de una búsqueda intensa de Dios. Los demonios se sienten entonces tan infelices que comienzan a marcharse. En realidad están siendo expulsados por el Espíritu de Dios que mora en el cristiano. Algunos se las arreglan para permanecer durante años, como en el caso de Al; se trata del «misterio de iniquidad» en acción.
14 14.     En el último capítulo consideramos la demonización de los hijos mediante el pecado generacional. A menudo ambas cosas van juntas, pero no siempre. La demonización generacional puede darse en el mejor de los hogares cristianos, donde no se ha producido ningún abuso del hijo.
15 15.     Una publicación de resumen muy completa, editada por una organización cristiana, acerca de la actual epidemia de abuso sexual infantil en los Estados Unidos —incluyendo el incesto y el ARS— es «America’s Best Kept Secret», Special Report, Passport Magazine, 1986, Calvary Chapel de West Covina, 1432 Wets Puente, West Covina, California. También todos los libros utilizados en los capítulos siguientes tienen bibliografías excelentes acerca del abuso infantil.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

56
Cristianos demonizados por el abuso infantil
Los horrores casi increíbles del extenso abuso infantil en los Estados Unidos han caído sobre la sociedad causando un impacto tremendo. Las mujeres que están recibiendo consejo profesional tienen vívidas imágenes retrospectivas de tales abusos. Por todas partes del país aparecen relatos de abuso sexual de niños en las guarderías y el ARS infantil ha estallado en la conciencia pública.
El abuso sexual de los pequeños no es algo nuevo, ha ocurrido desde que el hombre cayó. La literatura histórica se refiere al mismo, aunque por lo general de manera indirecta. En ella se habla de la esclavitud, sobre todo femenina, y los matrimonios de niños, de la prostitución infantil, ritual y no ritual, … 1
La dominación de los niños y de las mujeres por parte de los hombres en el pasado hacía de dicho abuso algo fácil, respetable y previsto. También eliminaba casi por completo la posibilidad de que la víctima encontrara protección o libertad de su esclavitud. Sin embargo, ese abuso sexual infantil que ha existido siempre en el mundo occidental, ha aumentado muy rápido en los últimos años. Las causas principales de ello parecen ser el derrumbamiento de las normas éticas judeocristianas, la desintegración de la familia y la disolución general en materia de sexo que impregna nuestra cultura.
Los materiales obscenos, la pornografía infantil y la influencia de una sexualidad explícita en los medios de comunicación han contribuido a la «demencia sexual» de nuestra sociedad.2 El rápido crecimiento del satanismo, la brujería y otros grupos ocultistas semejantes han añadido una dimensión nueva y horrible al abuso sexual infantil, algo inimaginable en el pasado.
Alguien ha dicho que los niños constituyen los mayores dones de Dios para la humanidad. Jesús pronunció una bendición especial sobre ellos y sobre la infancia en Mateo 18.1–10 enseñando que:
1.     Los niños son el ejemplo para todos los que desean entrar en el reino de Dios. Constituyen el modelo para los adultos y no al contrario (vv. 1–3).
2.     La persona humilde como un niño «es el mayor en el reino de los cielos» (v. 4).
3.     Cuando alguien recibe a un niño en nombre de Jesús, lo recibe a Él (v .5).
4.     El pecado de herir a un niño es tan terrible que justifica la pena capital (v .6).
5.     Los tropiezos son inevitables, pero ¡ay de aquel que hace tropezar a un niño! (vv. 7–9).
6.     Jamás debemos despreciar o tener en menos a uno de los pequeños de Dios (v. 10a).
7.     «Sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos» (v. 10b). El sitio de mayor intimidad familiar es estar siempre en la presencia de Dios el Padre.
Se atribuye a los dirigentes de la Iglesia Católica el haber dicho hace mucho tiempo: «Dadme un niño hasta que tenga siete años de edad; después de eso puede tenerlo quienquiera». Los primeros siete años de la vida del niño son los más formativos. Si puede ser instruido para hacer la voluntad de Dios en esos años tempranos, raramente se apartará de modo definitivo de seguir al Señor. (Hay, sin embargo tristes excepciones a esto [1 Samuel 8.1–5]).
También existen muchas probabilidades de que si se le forma mal en los primeros años de su vida, el pequeño quede marcado para el resto de sus días. Qué terrible es por tanto cualquier trato dado a los niños que los haga tropezar, es decir, que los dañe, para toda la vida.
Si esto se aplica al abuso de los niños en general, el caso infantil en el terreno del sexo debe constituir una categoría en sí mismo. Obligar a un niño a someterse a cualquier actividad sexual es violar su infancia. El sexo no tiene nada que ver con el amor infantil. El único objeto de la explotación sexual de los pequeños es el placer de aquel que la lleva a cabo. Se utiliza a los niños de una manera antinatural para satisfacer las pasiones pervertidas y egoístas de los explotadores; no es extraño que resulte algo tan destructivo para los pequeños.
Datos Sobre El Abuso Sexual De Los Niños
El 25 de agosto de 1985, el periódico Los Angeles Times publicó los resultados de una encuesta telefónica, realizada entre americanos escogidos al azar, sobre el tema del abuso sexual infantil.3 Dicha encuesta reveló que el 27 por ciento4 de las mujeres y el 16 por ciento de los hombres encuestados habían sufrido abusos sexuales siendo niños. El margen de error de la encuesta era del 3 por ciento.
Según la encuesta dos tercios de las víctimas eran niñas y el 93 por ciento de los que habían abusado de ellas hombres con una edad de veinte años por encima de las suyas. La edad más vulnerable son los diez años. El 41 por ciento de los incidentes habían corrido a cargo de amigos y conocidos, el 27 por ciento de extraños y el 23 por ciento de familiares. Aproximadamente la mitad de los que perpetraron tales abusos fueron descritos como personas en autoridad[ … ] Más o menos el 95 por ciento de las víctimas y las no víctimas concordaron en que el abuso sexual tiene un efecto duradero sobre los niños.
La encuesta reveló además que sólo el 3 por ciento pusieron el abuso en conocimiento de la policía u otras autoridades. Menos del 50 por ciento de los que lo hicieron informaron en el plazo de un año después del suceso. En el 70 por ciento de los casos en que se informó del abuso, no se tomó ninguna medida efectiva acerca del mismo.
Se empleó la fuerza física en el 18 por ciento de los casos, mientras que en el resto las pequeñas víctimas se sometieron a la vejación por varias razones. Las investigaciones demuestran que algunas de dichas razones fueron: desamparo («tenía miedo»); inversión de papeles, según la cual la responsable de las consecuencias sería la víctima, no el que abusó de ella («no quería que él tuviese problemas»); no tener salida y acomodación («sentí que no había nadie a quien pudiese pedir ayuda»). Las víctimas infantiles no tienen más opción que someterse al abuso hasta que pueden lograr un poder superior al de sus explotadores.
Este último punto es importante. Se trata de una cuestión de poder. Los lastimados perpetradores de abusos, todos ellos son personas heridas, encuentran satisfacción sexual y apoyo para su ego sólo en una situación que dominan por completo; y paralograrlo necesitan encontrar una víctima que no pueda resistirse a sus perversiones sexuales.
Las víctimas, por su parte, tratan de buscar una fuente de poder superior al de sus explotadores. Esta es la consecuencia natural de cualquier impotencia y perjudica aún más a las víctimas, ya que les hace ver inconscientemente la vida como un juego de poder. Hacen votos en ese sentido: «Jamás me dejaré controlar por el poder de otros». «Espera a que me encuentre en una posición de poder y verás». «Debo buscar la forma de conseguir poder sobre el que abusa de mí». Cuando las víctimas se convierten en personas con poder, son propensas, a su vez, a ejercer dicho poder sobre otros individuos más desvalidos que ellos. Así se crea un círculo vicioso.
Las víctimas se convierten en personas rencorosas y reservadas, cuya negativa a revelar sus verdaderos pensamientos a los demás es una forma de ejercer poder sobre ellos y al mismo tiempo de protegerse de su poder. Pero lo peor de todo es que esas víctimas pueden llegar a su vez a ser explotadores de sus propios hijos o los de otros. Este abuso es resultado de su resentimiento y su necesidad de poder. También puede proceder de espíritus demoníacos.
La expresión definitiva de poder para vengarse o subyugar la fuerza de quien perpetró el abuso es la muerte: bien aquella de la víctima mediante el suicidio, bien la del que abusó de ella por medio del asesinato.5 Por fortuna, en la mayor ía de los casos la necesidad de vencer el poder de la persona que abusa no conduce a esta drástica competencia definitiva, pero algunas veces sí.
Los Cristianos Y El Abuso Sexual De Los Niños
La suposición casi universal de que los verdaderos creyentes no abusan de los niños es falsa. Un investigador cristiano amigo me dijo que hay un número desproporcionado de creyentes culpables de abuso infantil, incluso de sus propios hijos. Dicho abuso abarca lo sicológico, lo físico y lo sexual.6
La historia de Al narrada en el capítulo anterior es un buen ejemplo de ello. Sus padres eran creyentes durante todos aquellos años en que el niño sufrió abusos físicos, emocionales y sexuales a manos de los miembros de la familia. Steve, ejecutivo de una misión, me contó de un caso destacado de abuso infantil entre cristianos en el cual había tenido que intervenir siendo director de una de las escuelas misioneras más grandes de África.
Una niña había intentado suicidarse sin éxito y como consejero experimentado Steve llegó a tener ciertas sospechas al investigar algunos de los acontecimientos que habían rodeado el caso. Comprendió que de aquella manera la adolescente había lanzado un confuso grito de socorro. Una vez lograda su confianza, Steve empezó a indagar sobre su vida familiar.
Evasiva en un primer momento, la chica terminó por fin con lo que ocultaba y dijo sollozando: «Me odio. No merezco vivir. Estoy sucia. Tengo que aceptar ser utilizada sexualmente por mi padre cada vez que me desea».
Su padre había abusado de ella desde la niñez. La chica no recordaba haber estado nunca libre de esa utilización sexual. Sin embargo, lo peor había ocurrido durante los años más recientes: tenía que ofrecerse voluntariamente para evitar que el hombre abusara de sus hermanas más pequeñas. El odio que sentía por su padre sólo era superado por el que se prodigaba a sí misma por el hecho de entregarse a él como si fuera su amante.
«¡Lo odio! ¡Me odio!», dijo de súbito, «¡Quiero morir! ¡No puedo soportar más este infierno emocional!»
Steve dispuso un encuentro con el padre de la chica, un misionero evangélico y al confrontarlo con las acusaciones de su hija las negó rotundamente. Steve hizo caso omiso de su negación y siguió insistiendo hasta que el padre, al fin, lo admitió todo. ¿Y qué explicación dio de su inmoralidad sexual?
«Tengo la responsabilidad de enseñar a mis hijas acerca del sexo», dijo, «y en vez de dejar que lo aprendan de otros prefiero instruirlas yo. ¿Qué mejor manera que ser amadas sexualmente por su padre?»
Steve tuvo la desagradable responsabilidad de informar de aquel abuso tanto a la misión como a la policía. Las tres chicas fueron separadas de su familia . Al hombre y a su esposa los enviaron de vuelta a los Estados Unidos deshonrados. Aquel hombre no sólo cometió incesto,7 sino que quizás fuera también un adicto sexual,8 ya que al parecer quería sexo en todo momento.
Tales personas necesitan la intervención de consejeros preparados; con su anormal apetito en el terreno del sexo indican que son personas dañadas.
Los que abusan de los niños y los pedófilos9 pertenecen a dos grandes grupos: <%1>aquellos que saben que hacen mal<%1> y quieren ser libres y los que justifican su apetito sexual por los pequeños, incluso por sus propios hijos. En ocasiones, éstos últimos pueden sentirse arrepentidos si dañan a personas inocentes o son descubiertos, pero desean continuar igual. El primer grupo necesita ayuda; y aunque la batalla quizá sea larga y difícil, pueden cambiar y en efecto así ocurre. El segundo grupo necesita confinamiento en instituciones que les impidan ser una amenaza para los niños en el futuro.
He aconsejado a creyentes pedófilos que necesitaban un tratamiento a largo plazo. Su pecado tenía que ver tanto con el incesto como con el abuso sexual de otros niños. Todos los pedófilos graves que he tratado estaban demonizados. Es una dimensión crucial del trabajo de consejero que con frecuencia se descuida, incluso por parte de los consejeros cristianos. No estoy diciendo que todos los pedófilos estén demonizados. No sé si lo están. Sólo digo que todos aquellos que he tratado lo estaban. No se puede decir dogmáticamente que todos los que practican un determinado pecado estén afectados por demonios.
Rich Buhler ha escrito un importante libro sobre el abuso de los niños titulado Pain and Pretending [Dolor y pretexto].10 En el mismo, después de dar una visión panorámica del abuso sexual de los pequeños que, en sus propias palabras, «ha alcanzado proporciones de epidemia» en los Estados Unidos, pregunta: «¿Y qué <%-1>pasa con la comunidad cristiana? Resulta trágico que la incidencia de dicho abuso<%-1> no <%-1>parezca en absoluto diferente entre los cristianos. He entrevistado a profesionales que piensan que el abuso puede ser en realidad más alto en ciertas clases de hogares religiosos».
Buhler menciona el trabajo de mi amigo David Peters, un consejero privado profesional que ha trabajado también con agencias públicas seculares. Peters ha escrito un magnífico libro que lleva por título A Betrayal of Innocence [Traición a la inocencia],11 en el que revela los resultados de ciertos estudios sobre el abuso sexual de los niños en hogares cristianos. Uno de dichos estudios fue realizado por estudiantes graduados de una facultad evangélica de sicología. Los mencionados estudiantes encuestaron a 150 pastores y consejeros cristianos acreditados, los cuales les informaron que habían tratado más de mil casos de abuso sexual cometido por creyentes.
Buhler cita el trabajo de un investigador que entrevistó al personal de algunos centros de internamiento de agresores sexuales, así como a consejeros, terapeutas y sociólogos de una parte de los EE.UU., los cuales, según dice, estaban unánimes en su conclusión de que la «tasa de abuso sexual no es menor en los hogares religiosos o cristianos que en la sociedad en general».12
¿Puede ser esto verdad? David Peters dice: «Los rasgos generales descritos por los pastores y consejeros parecían ajustarse básicamente al perfil del estudio descubierto en los hallazgos seculares. El noventa por ciento de las víctimas referidas pertenecían al sexo femenino. Los agresores más corrientes eran los padres y los padrastros, los primeros con más frecuencia que los segundos».
Peters afirma que en el 64 por ciento de dichos casos, el incesto comenzó cuando el niño tenía entre siete y trece años de edad. Los incestos referidos pocas veces constituían incidentes aislados de abuso deshonesto. En la mayoría de los casos, entre el 60 y el 65 por ciento eran sucesos repetidos a lo largo de un período de un año o más.
En casi la mitad de los casos referidos por consejeros cristianos más de un hijo de la familia había sufrido abusos. El sesenta y dos por ciento de las familias incestuosas eran de la clase media o alta. Peters llega a la conclusión de que «tales cifras hacen difícil para nosotros el seguir nuestra inclinación natural a negar que el abuso infantil afecte a los cristianos en este tiempo».13
En su libro Healing Victims of Sexual Abuse [Sanando víctimas del abuso sexual], Paula Sanford dice: «Los cristianos anhelan creer que el problema del abuso sexual no puede darse entre ellos; que alguien nacido de nuevo sería incapaz de cometer tal abominación». Sanford expresa que su experiencia como consejera demuestra lo contrario: muchos de los culpables de abusos han aceptado a Jesús como Señor y Salvador muchos años antes de pecar en esta área. Algunos incluso han ejercido como ministros del evangelio. Según sus palabras: «Es gente que ama al Señor y muchos de ellos se declaran llenos del Espíritu. Ocupan los bancos de las iglesias, cantan en el coro o enseñan en la Escuela Dominical. Algunos incluso predican desde el púlpito».14
En cierta ocasión, mientras llevaba a cabo unas conferencias de adiestramiento en la guerra espiritual para misioneros en América Latina, hablé del trauma emocional que sufren los niños como resultado de un abuso sexual incluso de corta duración. Al terminar la charla, uno de los misioneros me pidió tener una sesión de consulta conmigo.
«Ed», me dijo, «tengo tres hijas. Una de ellas vive con nosotros y las otras dos están en Estados Unidos estudiando en la universidad. Las tres sufrieron abusos sexuales siendo niñas.
»Cuando vivíamos en los EE.UU., nos encantaba abrir nuestra casa a los misioneros de otras organizaciones. En una ocasión, uno de ellos visitó nuestra iglesia durante una semana y estuvo alojándose en casa. Meses después una de mis hijas me contó que mientras se encontraba con nosotros dicho misionero había abusado sexualmente de ella y de sus dos hermanas.
»Ese abuso ha tenido un efecto terrible en las tres chicas. Queremos saber qué podemos hacer para ayudarlas a recuperarse. ¿Estarías dispuesto a aconsejar a la que todavía se encuentra con nosotros?» Accedí a ello.
Se trataba de una niña encantadora y Dios comenzó el proceso de sanar aquel trauma demoníaco relacionado con el incidente en cuestión. Suplico a todos los que se ocupan de aconsejar a creyentes con problemas sexuales que consideren los posibles visos demoníacos implicados. Las personas que han sido víctimas de abusos a menudo atrapan sus demonios de aquellos que han abusado de ellas. A otras les vienen del aire, como los demonios mismos confiesan, durante el trauma del abuso e incluso después. Cuando más grave es dicho trauma, tanto más susceptible es la víctima de contraer ataduras demoníacas e incluso demonización.
En cierta ocasión se puso en contacto conmigo un obrero cristiano que ha dedicado su vida a trabajar con adolescentes que tienen problemas. Estaba experimentando dificultades sexuales y llamaba para pedir ayuda. Es alguien que ama mucho a su mujer. El matrimonio tiene hijos, entre ellos dos niñas. Me confesó que había abusado de sus hijas cuando eran pequeñas y al comienzo de su adolescencia, hasta que fueron capaces de hacerle desistir.
June, su esposa, es una mujer encantadora y ama a Will. Durante sus primeros años de matrimonio no sabía que su marido fuera pedófilo, aunque sí se dio cuenta de que le atraían las jovencitas. Cuando al fin sus hijas le contaron el abuso de que habían sido objeto por parte de su padre, la mujer se sintió llena de remordimiento al no haberlas protegido.
June confrontó a Will con el relato de las chicas. Él lo admitió, se sintió muy arrepentido y pidió perdón a cada una de ellas. Con el tiempo ambas le perdonaron. El hombre fue incluso a ver a sus hijos casados y les contó lo que había hecho a sus hermanas. También éstos acabaron perdonándolo.
Will y June dejaron su ministerio y se retiraron de toda participación activa en la iglesia hasta que él fuese sanado. Tenían miedo de que pudiera ser descubierto o volviera a caer al sentirse las jovencitas atraídas por él. Will tiene una personalidad muy atractiva y a los niños les encanta.
Aquella fue una decisión sabia. Will necesitaba someterse a una intervención espiritual y sicológica, y por fin la encontró en una iglesia local que tenía un «programa dedoce pasos» sólo para cristianos pedófilos o adictos sexuales.15 Allí progresó bastante hacia su recuperación, aunque todavía le faltaba algo.
Fue entonces cuando recurrió a mí. Después de aconsejarle, le animé a que comprara mi serie de cintas sobre la guerra espiritual y comenzara un estudio y una práctica serios sobre esta cuestión. Un día Will me telefoneó. Él y June había estado escuchando la serie de cintas, estudiando el manual de guerra espiritual que la acompañaba y haciendo las oraciones de guerra. Hasta ese día no había tenido ninguna prueba inequívoca de demonización. Aunque a menudo se preguntaba si estaría demonizado, no había nada que lo convenciera de que pudiese tener un problema de demonios.
Aquel día, sin embargo, las cosas cambiaron. Mientras Will conducía su automóvil y oraba, los demonios se manifestaron desde su interior tratando de tomar control del coche. Intentaron obligarle a salirse de la calzada o a colisionar con otro automóvil. Entonces Will empezó a declarar su autoridad en Cristo sobre los espíritus malos para evitar matarse a sí mismo. Cuando me llamó estaba emocionalmente sacudido, casi llorando.
Comencé a orar con él por teléfono y de repente los demonios se manifestaron. Querían matar a Will. Ambos les hicimos frente en el nombre de Jesús y ellos resistieron. Will luchaba contra ellos con su autoridad en Cristo y yo lo apoyaba. Pronto quedó libre mientras aún se encontraba al teléfono. Aquel fue el momento decisivo en la vida de Will. Todavía sigue escuchando de vez en cuando mi serie de cintas para aprender mejor la manera de salir victorioso en su lucha continua con los espíritus sexuales. Y aún se reúne cada semana con su grupo de apoyo; esto es absolutamente necesario. La liberación de los demonios pocas veces cura por sí sola las adicciones y perversiones sexuales; lo único que hace es liberar la victoria para que uno sea sanado.16
Durante todos esos años en los que Will abusó sexualmente de los niños, era cristiano. Aunque no resulte fácil de comprender en vista de algunos pasajes bíblicos, sí es concebible a la luz de otros.
1 1.     Véase Mary Ellen Keith y Deborah Elder Champagne, The Scarlet Cord: The Dramatic Life of Rahab Nelson, Nashville, 1985, un relato novelado de abuso sexual infantil en los tiempos bíblicos relacionado con la adoración de Baal. Esta novela está basada en una precisa investigación histórica.
2 2.     Véase el importante libro del Dr. Earl D. Wilson titulado Sexual Sanity , InterVarsity, Downers Grove, IL, 1984; así como Christians in the Wake of the Sexual Revolution , Multnomah, Portland, OR, 1985, de Randy Alcorn; y Eros Defiled:The Christian and Sexual Sin , InterVarsity, Downers Grove, IL, 1977, del Dr. John White.
3 3.     La encuesta de The Los Angeles Times definía el abuso sexual como «coito, cópula oral, sodomía, masturbación, fotografías de desnudos y exhibicionismo». Obviamente no se suscitaron los temas del ARS ni de la longevidad del abuso.
4 4.     Algunas cifras suben hasta un tercio de las chicas con dieciocho años de edad o menores actualmente. Cuando uno considera la vergüenza personal a menudo asociada con el reconocimiento del abuso y el factor de disociación (James G. Friesen, Uncovering the Mistery of MPD [Here’s Life Publishers, San Bernardino, CA, 1991], pp. 41s, este cálculo no parece lejos de la realidad.
5 5.     En su número correspondiente al 29 de abril de 1989, el San José Mercury News publicó un artículo de Pamela Kramer titulado «Kids Who Kill Leave Behind a Dearth of Answers» (Los niños que matan dejan tras de sí muy pocas respuestas), y cuyo subtítulo decía: «En 1988, cuarenta y cuatro padres fueron muertos por sus hijos en el estado». El artículo en cuestión expresaba: «Los niños no deben ser asesinos [ … ] especialmente[ … ] de sus padres.» El Dr. Luis J. West, catedrático y jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de California en Los Ángeles, dice: «Los niños que matan a sus padres pertenecen casi siempre a una de tres categorías fundamentales[ … ] La primera es la enfermedad mental[ … ] La segunda, una reacción al grave abuso o la grave negligencia de parte de sus padres[ … ] Los expertos dicen que el niño puede no ver ninguna otra salida para acabar con una terrible situación que la de matar al padre que lo maltrata. La tercera categoría está compuesta por niños que se han convertido en delincuentes o criminales, o a veces por aquellos con problemas de comportamiento. El primer tipo de parricida, por lo general, comete el crimen solo. El segundo [ … ] implica a uno o varios amigos. Y el tercero puede comprometer o no a camaradas suyos.»
6 6.     Referimos a aquellos que tengan dificultad para aceptar esto a los siguientes autores: Paula Sanford, Healing Victims of Sexual Abuse , Victory House, Inc., Tulsa, OK, 1988; John L. Sanford, Why Some Christians Commit Adultery , Victory House, Inc., Tulsa, OK, 1989; Charles Mylander, Running the Red Lights: Putting the Brakes on Sexual Temptations , Regal, Ventura, CA, 1986; John E. White, Eros Defiled.
7 7.     El incesto es otro de los secretos mejor guardados de América, «America’s Best Kept Secrets», Passport Magazine (1986). Uno de los libros claves que contribuyeron a sacudir tanto a la sociedad como a los psicólogos para que afrontaran el hecho del incesto generalizado en los Estados Unidos fue Betrayal of Innocence: Incest and Its Devastation , Penguin Books, Nueva York, NY, 1978, de la Dra. Susan Forward y Craig Buck. La Dra. Forward es una de las primeras autoridades mundiales en el tema del incesto y el abuso sexual.
8 8.     Para la mayoría de la gente adicción sexual es un término relativamente nuevo. Su premisa consiste en que aquellos cuya vida está controlada por el sexo son adictos sexuales, de igual manera que sucede en el caso del alcohol o las drogas. El libro del Dr. Patrick Carne titulado Out of the Shadows: Understanding Sexual Adiction,CompCare Publishers, Minneapolis, MN, 1983, supone una excelente introducción a este complicado tema.
9 9.     Pedófilo es el adulto que se siente sexualmente atraído por los niños. Algunos experimentan esa atracción sólo por las niñas, otros por los chicos y otros aun por ambos sexos. Aunque son capaces de mantener relaciones sexuales normales con personas adultas, prefieren los niños.
10 10.     Rich Buhler, Pain and Pretending , Nelson, Nashville, 1988, pp. 32 y 33.
11 11.     David Peters, A Betrayal of Innocence , Word, Waco, Texas, 1986.
12 12.     Buhler, p. 34.
13 13.     Peters, pp. 19 y 20.
14 14.     Paula Sanford, Healing Victims of Sexual Abuse , Victory House, Inc. Tulsa, OK, 1988, pp. iv, viii.
15 15.     El «Programa de los Doce Pasos» tuvo su origen en Alcohólicos Anónimos y ha demostrado ser eficaz para todo tipo de adicciones. Muchas iglesias están organizando grupos de apoyo para creyentes basados en una versión más cristianizada de dicho programa. El «poder superior» a que hace referencia el mismo, se reconoce como Dios o Jesucristo, y no un dios de la propia imaginación. El programa cristiano es principalmente para creyentes; si hay un no creyente que quiere participar en él, primero se le guía a una fe personal en Cristo. De esta manera el ministerio se convierte en evangelístico y de edificación de los creyentes en la fe.
16 16.     Para más información véase mi serie de cintas que aparece en la bibliografía, Spiritual Warfare.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

57
La negación de los hechos, una crisis nacional
Este capítulo tiene varios objetivos:
1.     Informarle del problema del abuso sexual infantil tal y como lo ve un líder nacional que ha llegado a ser un vigoroso defensor de los niños que sufren esta clase de abuso.
2.     Abrir sus ojos a las fuerzas siniestras que se oponen a todo esfuerzo por concientizar a la gente acerca del problema de los niños víctimas del abuso sexual.
3.     Hacer notar los efectos que producen las personas malvadas infiltradas en las guarderías con el objeto de captar tantas de éstas como sea posible para un abuso sexual general de los niños así como para el abuso ritual satánico (ARS).
4.     Estimular nuestro entendimiento utilizando los recursos que tenemos a nuestro alcance para ayudar a salvar a nuestros niños.
5.     Desafiar a los pastores para que enseñen a los miembros de sus iglesias sobre el abuso sexual infantil, el cual existe incluso entre los cristianos; cooperen con aquellas agencias dignas que actúan en esta área; utilicen sus derechos como ciudadanos para influir en las instituciones encargadas de hacer cumplir las leyes, incluyendo nuestro sistema judicial, a fin de que crean a los niños y enjuicien de manera consecuente a aquellos que tratan de abusar sexualmente de ellos; y ministren tanto a las víctimas como a los autores del abuso sexual que buscan la ayuda de la iglesia.
Después del odio que Satanás siente por Dios está su odio a la humanidad, creada según la imagen divina. Cada golpe que lanza el diablo contra la raza humana es un golpe contra el Señor y contra su reino. La parte más débil y vulnerable de la humanidad son los niños, y puede hacerse más daño al hombre lastimando a sus hijos que golpeándolo a él. Cuando Satanás es capaz de causar un dolor indecible a los niños por medio de los adultos en quienes confían sin titubear, ha logrado el mal definitivo.
Desde esta perspectiva el abuso de los niños se convierte en un asunto de guerra espiritual. Hay poderosos principados demoníacos en el nivel cósmico que gobiernan esa locura del abuso infantil, la cual ha alcanzado proporciones epidémicas hoy en día en el mundo occidental. En particular me siento muy agradecido por aquellos cristianos y no cristianos heroicos que luchan para que nuestros niños sean protegidos de los perpetradores de abusos contra ellos, tanto dentro como fuera de nuestras casas. Los más depravados oponentes aestos esfuerzos, por encima de los mismos abusadores, son aquellos que obtienen beneficios personales o corporativos con el continuo abuso infantil.
Los que cometen tales abusos se encuentran en nuestros propios hogares: por lo general son miembros de nuestra familia con más edad y autoridad, u otros familiares y amigos que obtienen satisfacción o una sensación de poder causando un dolor sexual, físico, emocional e incluso espiritual a los niños indefensos. Los abusadores también se encuentran en las casas de nuestros vecinos, sobre todo en aquellas de personas de la clase media, con estudios y que son a menudo responsables cívicos, educativos, agentes de la ley, médicos e incluso líderes religiosos.
Los individuos que sacan provecho del dolor de los niños son casi siempre de dos clases: los productores de pornografía infantil y las sectas satánicas. La pornografía infantil debería ser un crimen punible con la pena capital. Tales personas lastiman y causan la muerte a más niños que todas esas pandillas callejeras que han sido objeto de tanta atención por parte de los medios informativos. Algunas de ellas anuncian artilugios especiales utilizados en todo tipo de abuso sexual ritual. Otras editan manuales sobre cómo engañar y seducir sexualmente a niños inocentes.
La tortura sexual, física, sicológica y espiritual de los pequeños forma parte esencial de esa demonización sedienta de poder que caracteriza a las sectas satánicas y a sus miembros voluntariosos. Esas personas están tratando de obtener el control de guarderías a lo largo y ancho del mundo, con el propósito expreso de tener un acopio abundante de niños indefensos para su deleite demoníaco. Por desgracia los adversarios declarados y perversos de los valientes defensores de los niños que dirigen la batalla legal contra el abuso infantil, están acompañados de otro grupo todavía más amplio y peligroso.
Este está representado por el apático, ingenuo y a menudo incrédulo público adulto en general, entre el que se cuentan muchos cristianos. Este grupo se ve incrementado por ciertas ramas indiferentes y a veces hostiles de la policía, la judicatura, las agencias protectoras de la infancia, los asistentes sociales y los llamados profesionales (sicólogos, siquiatras, consejeros) que no están dispuestos a admitir la magnitud de este mal ni a creer el testimonio de los niños víctimas de tales abusos.
Esta crítica situación no se ha mitigado desde que la revelación del abuso sexual infantil existente cayera con verdadera fuerza sobre la conciencia de la sociedad en los años 70 y 80. Tampoco ha alcanzado aún la conciencia de la iglesia, porque, según se alega, el abuso sexual de los niños no constituye sólo una cuestión espiritual sino social, y por tanto se la considera fuera del área de responsabilidad de los líderes cristianos y de los creyentes en general. También se nos dice que es un problema que afecta sobre todo a los inconversos: los cristianos que asisten a la iglesia no se verían envueltos en el abuso sexual de ningún niño y menos aún de sus propios hijos.
El Dr. Roland Summit, destacado dirigente médico y fiel defensor de los niños que han sido víctimas de abusos sexuales, ejerce como jefe del Servicio Consultivo Comunitario y profesor clínico adjunto de Psiquiatría en el Centro Médico Harbor-UCLA de Torrance, California. Está realizando una intensa, y a menudo decepcionante, campaña para hacer entender esta compleja perversidad a la sociedad en general y más particularmente al liderazgo del país, que es quien ostenta el poder y podría si lo quisiera ayudar de veras en la presente crisis.
En 1983, el Dr. Summit escribió un artículo titulado «The Child Sexual Abuse Accommodation Syndrome» (El síndrome de adaptación al abuso sexual de los niños)1 en el que resume tanto el interés presente por el problema del abuso infantil, que «estalló saltando a la luz pública» con la publicación de más de 30 libros sobre el tema y muchas crónicas en la prensa y la televisión, como el resultado de los cada vez más numerosos estudios sobre el asunto. El Dr. Summit afirma que este estallido de información indica que el abuso sexual de los niños es algo «mucho más corriente y dañino para los individuos y la sociedad de lo que jamás han reconocido los investigadores clínicos o los sociólogos. Estas afirmaciones, expresa, tienen el respaldo de los relatos personales y los descubrimientos preliminares de programas especializados en el tratamiento del abuso sexual».
A continuación, el Dr. Summit revela la incredulidad general con que han sido recibidos los resultados de esta investigación por parte de los profesionales del bienestar de la infancia, y dice que existe entre los sociólogos un escepticismo irracional así como una renuencia a aceptar «tales afirmaciones sin precedentes». Una contraafirmación que podía preverse es que aunque tales abusos sexuales de niños pueden ser más comunes de lo que en un principio se pensó, el hecho de que haya pocas denuncias sobre el tema revela que «la experiencia para el niño no es uniformemente dañina». En realidad, algunos afirman que el resultado puede ser neutral e incluso beneficioso para el pequeño. El Dr. Summit comenta entonces que «cualquier niño que intenta encarar una relación sexualizada con un adulto puede enfrentarse a una respuesta incierta y muy variable de parte de cualquier fuente personal o profesional a la que se acuda en busca de ayuda».
En seguida el autor revela el impacto negativo que tiene sobre el niño víctima del abuso la incredulidad con que su denuncia es recibida. Esta incredulidad a menudo resulta tan perjudicial como el abuso en sí. El interés en el abuso infantil crea nuevos problemas para el niño, ya que aumenta la probabilidad de que salga a la luz pero no protege al pequeño de los efectos dañinos de la incredulidad general en cuanto a sus alegaciones de abuso. El sistema de intervención establecido no cree las afirmaciones del niño.
El Dr. Summit dice que «la víctima infantil identificada tropieza con un mundo que reconoce de mala gana el concepto abstracto de abuso sexual de los niños, pero que desafía y reprime al pequeño que presenta una denuncia específica como víctima». ¡Qué triste situación para el niño que ha sufrido abusos! Primero, expresa el Dr. Summit, «las creencias de los adultos están dominadas por una mitología arraigada y autoprotectora que pasa por sentido común. “Todo el mundo sabe” que los adultos deben protegerse de las acusaciones infundadas hechas por jovencitos seductores o vengativos». Todavía persiste la imagen de unos niños involucrados en fantasías sexuales que llevan a la práctica las mismas acusando luego a los adultos de participar con ellos en el juego sexual.
El Dr. Summit defiende enérgicamente a las jóvenes víctimas, afirmando que la mayoría de los críticos se niegan a reconocer que las más de esas acusaciones han resultado ser verdad. El niño no se muestra hábil o calculador, sino la mayor parte de las veces temeroso, vacilante y confuso en cuanto a la naturaleza de esa experiencia sexual continuada y del resultado de su revelación. «Si un inseguro y emocionalmente aturdido niño acusa a un adulto respetable y razonable de una conducta perversa y agresiva», expresa, «gran parte de las personas mayores que escuchen dicha acusación culparán al pequeño».
Esta incredulidad por parte de los responsables de su cuidado causa un efecto terrible en la víctima infantil y «aumenta el desamparo, la desesperanza, el aislamiento y la autoculpabilidad que constituyen los aspectos más dañinos del abuso sexual del niño». Cuando ningún adulto interviene a su favor, el pequeño se traumatiza todavía más y su «tendencia a resolver ese trauma como un suceso intrapsíquico e incorporar un monstruoso fantasma de culpa, autoculpabilidad, dolor y rabia» se ve reforzada.
La aceptación y confirmación del testimonio del niño son cruciales para su supervivencia sicológica. «Un pequeño que sufre abusos sexuales de parte de su padre o de algún otro varón que desempeña ese papel», afirma el Dr. Summit, «y que es rechazado por su madre, está sicológicamente huérfano y casi indefenso por completo contra una diversidad de consecuencias dañinas». Sin embargo, la madre que se convierte en defensora de su hijo y lo protege contra el abuso repetido, parece conferir al niño el poder de reconstruir su autoimagen y recuperarse con unas consecuencias mínimas.
Lo que hace tan difíciles la mayoría de los abusos sexuales de niños es que aquellos proceden de personas implicadas en lo que el Dr. Summit llama la «confianza de parentesco». De modo que se recrimina al pequeño por atreverse a atacar a una figura de autoridad que goza de confianza. Esto produce una difícil crisis de lealtades tanto en el niño como en el progenitor que lo protege. El Dr. Summit afirma: «Cuando el niño más necesita amor y respaldo, el progenitor desprevenido reacciona horrorizado, con rechazo y acusación». Y luego escribe sobre el papel decisivo que desempeñan los profesionales de la salud mental en todo el proceso; si éstos fallan, el niño puede sufrir un daño personal todavía mayor. En fin, el Dr. Summit se refiere a lo que él llama el síndrome de la adaptación2
El proceso de adaptación intrínseco al mundo del abuso sexual infantil inspira prejuicio y rechazo en cualquier adulto que elige permanecer al margen de la impotencia y el dolor del dilema del niño o que espera que un pequeño se comporte según los conceptos de autodeterminación y toma de decisiones autónomas y racionales propios de las personas mayores. Sin una comprensión clara del síndrome de la adaptación, los especialistas clínicos tienden a reforzar esa creencia tranquilizadora de que los niños son sólo raras veces víctimas de un abuso sexual unilateral, y que de las pocas denuncias que salen a la luz gran parte pueden ser descartadas como fantasías o ser debidas a la confusión o a un desplazamiento del propio deseo de poder y conquista seductora del niño.
¡Qué resumen tan convincente de la difícil situación a la que se enfrentan los niños víctimas del abuso sexual! ¡Qué triste comentario sobre las reacciones de los adultos a las denuncias de abuso de nuestros pequeños! ¡Qué experiencia tan quebrantadora para el niño traumatizado la de sufrir más trauma todavía a causa de la incredulidad de un mundo adulto! Nosotros, los cristianos, debemos creer a los niños.
El Dr. Summit respaldó con sus aportes el excelente trabajo realizado por la Comisión del Fiscal General sobre pornografía, cuando era Fiscal General Edwin Meese y presentó a dicha Comisión una desoladora denuncia del liderazgo de la nación, responsables de defender a los niños explotados sexualmente y de procesar o ayudar a curarse a los que abusan de ellos. El documento se titula «Too Terrible to Hear! Barriers to Perception of Child Abuse»3 (¡Demasiado espantoso de escuchar! Obstáculos para la percepción del abuso infantil) y es casi «demasiado espantoso de leer». Su introducción castiga a los responsables de proteger y apoyar a nuestros niños en general, incluyendo la propia iglesia, y a aquellos que son víctimas del abuso sexual en particular; y lo hace de la siguiente manera:4
Creo que como pueblo, como nación y como conjunto de instituciones para el cuidado de la infancia hemos mantenido, como los tres monos, una postura autoprotectora de no ver, no oír y no decir ningún mal.
El abuso sexual de los niños y la pornografía infantil, con sus vicios acompañantes de la prostitución y los abusos deshonestos a los pequeños, se justifican, trivializan o simplemente se niegan siempre que existe un riesgo de confrontación. Aunque la mayor motivación para negar esas cosas esté en cada uno de nosotros como individuos adultos, nuestra necesidad de rechazarlos se ve reforzada por la implacable ineficacia de las instituciones protectoras y la paralizante y calculada confusión sembrada por un número desconocido de ciudadanos influyentes cuyas vidas privadas está dedicadas a la subyugación sexual de los niños.
Las instituciones protectoras, tales como la familia, la iglesia, los colegios, las agencias médicas y de servicios sociales, la policía, los tribunales, el Gobierno y los medios públicos de comunicación no son entes ajenos a la mayoría de las necesidades infantiles, sin embargo, todos esos recursos siguen consagrados a creencias, políticas y prioridades que no sólo pasan por alto, sino que también oscurecen, el efecto que tiene el interés sexual de los adultos por los niños.
Si existe un tráfico entusiasta de sexo con niños y se consume a los pequeños para elaborar sus productos, ¿cómo puede tal imperio permanecer oculto? Quisiera reflexionar sobre siete dimensiones de la negación de los hechos que sirve de camuflaje protector.
A continuación aparecen las siete dimensiones mencionadas:
1.     Autoprotección. Los adultos tienden a asociarse para confirmar «el mito incontestado de que el abuso sexual infantil sólo lo practican extraños obviamente degenerados con los hijos de otros … » Una continua tradición de siglos culpa a la víctima y difama al padre denunciante cada vez que se acusa a un adulto respetable. Cualquier profesional que levanta la voz a favor del niño será también blanco de las críticas.
2.     Supresión de la víctima. Muchos niños víctimas del abuso no informan jamás del mismo y si llegan a hacerlo es años después de que haya comenzado. El sentido común indica que si uno es víctima de algún crimen debe denunciarlo en seguida; pero puesto que no se ha hecho ninguna denuncia inmediata, no ha habido crimen.
De esta manera se aplica al niño una sicología propia de los adultos. El Dr. Summit revela más adelante que los pequeños, por naturaleza, no denuncian los abusos cometidos por aquellas autoridades adultas a quienes se les ha enseñado a someterse. Si son miembros de la familia todavía resulta más difícil hacerlo. Y expresa: «En vez de definir el crimen y forjar nuevas herramientas con objeto de combatirlo, utilizamos nuestra desconfianza en los niños para evitar reconocerlo y resistirnos a intervenir». El resultado de ello es que muchos de los crímenes sexuales relacionados con pequeños jamás se denuncian y, lo que es peor aún, los más de dichos crímenes, una vez denunciados, nunca se traducen en cargos.
3.     Investigación y valoración inadecuadas.
4.     Inhibición por falta de pruebas. Este argumento se centra en la posición legal tradicional de que la condena de un delito exige una firme evidencia objetiva; evidencia que no está disponible en la mayor parte de los casos de abuso sexual infantil. No hay testigos adultos; por lo general la única persona que puede atestiguar es la víctima.
Según Summit, la técnica de la defensa en tales crímenes es «dejar que el caso madure» y «dudar de la víctima». Si dicho caso llega a juicio, los jueces y jurados, todos los cuales son adultos, se ponen del lado del acusado contra su víctima infantil.
El Dr. Summit presta singular atención al proceso descrito cuando se trata de casos de ARS y otras clases de abuso sexual religioso de niños. Habla de mutilación de pequeños, e incluso de sacrificios infantiles según el testimonio de docenas de niños. Entonces se afirma que el testimonio del pequeño es «demasiado increíble para ser creído» y en la mayor parte de los casos queda empantanado en una desesperada confusión y se descarta antes de pasar por un juicio completo.
5.     Matar al mensajero. Esta inaudita sección del documento ofrece una panorámica de la intensa persecución a que se ven sometidos los valientes que han intentado sacar a la luz el abuso sexual infantil, los círculos eróticos de niños y otras formas de explotación sexual organizada de los pequeños. Summit dice que «el especialista infantil que obtiene las primeras revelaciones de abuso será un mensajero muy poco grato».5
El rápido surgimiento de especialistas en el diagnóstico del abuso sexual infantil y la refutación que cabía esperar de parte de los abogados defensores han producido una batalla legal muy reñida. Las personas a las que se aclamaba hace algunos años por sus contribuciones al descubrimiento de esta clase de abusos son ahora censuradas como inventores en beneficio propio y maliciosos cazadores de brujas. Las herramientas que dieron comienzo a aquel conocimiento explosivo del abuso sexual hace cinco años, las muñecas anatómicas, el dibujo de figuras, los exámenes físicos perfeccionados, las listas de comprobación de síntomas y las pautas de conducta previstas tanto en la víctima como en el perpetrador del abuso, se denuncian ahora como instrumentos abusivos. Estos métodos son atacados para invalidar los hallazgos y se destruye a los mensajeros para refutar el mensaje.
6.     Engaño deliberado. El archivo de los casos y el fallo del sistema legal en cuanto a proteger a los niños se deben, por un lado, a la negación involuntaria y la anulación pública reiterada, y por otra a la influencia de los que toman decisiones y porteros falaces. El Dr. Summit los describe como «doctores, jueces, abogados, policías, editores, escritores, administradores de colegios, profesores y padres que son pedófilos, pornófilos u ocultistas invisibles». Y añade: «Los niños que describen abusos con perpetradores múltiples implican típicamente a instituciones y líderes comunitarios de confianza entre los actores periféricos[ … ] La inseguridad en cuanto a separar amigos de enemigos debilita la confianza emocional de las víctimas y de sus defensores.6
7.     Caos conceptual. Las últimas palabras del Dr. Summit son un llamamiento a «escuchar a las vocecitas y superar el inmenso dolor». Dice así:7
Hasta que se desarrolle una base más madura de conocimiento, las especulaciones de los investigadores serán aventajadas sobremanera por la astucia de los abogados. Sea cual fuere la evolución de conceptos que los últimos diez años de avance hayan iniciado, dichos conceptos están todavía demasiado inmaduros para sobrevivir a otra era glacial de negación reactiva.
El continuo progreso en la definición de las motivaciones, el ámbito y la importancia del abuso sexual infantil en los Estados Unidos requerirá un nuevo compromiso para considerar una amplia gama de temas relacionados con la explotación de los niños por los adultos. Cada uno de dichos temas resulta repulsivo para la comodidad de los mayores y tenderá a fragmentar las alianzas constructivas. Sólo un esfuerzo extraordinario y un vigoroso sentido de coalición puede capacitarnos para escuchar las vocecitas y superar el inmenso dolor.
Hay que decir algo acerca de ciertos pasos positivos que se han dado dentro del gobierno americano para contener la oleada de abuso sexual infantil. Del trabajo de la Administración Reagan8 dirigido por el entonces fiscal general Edwin Meese, ha salido la legislación de mayor alcance en toda la historia de los Estados Unidos en cuanto a combatir la obscenidad y el abuso sexual infantil.
En 1984 se determinó la pornografía infantil como crimen específico y a consecuencia directa del plan en siete puntos para combatir la obscenidad nacional, redactado por el fiscal Meese, se promulgó la ley de 1987 sobre la protección de la infancia y la obscenidad, algo que llevó luego a la creación de la Unidad de Aplicación de la Ley Nacional de Obscenidad dentro de la División Criminal del Departamento de Justicia de los Estados Unidos.
Los americanos preocupados en general y los cristianos en particular cuentan ya con muchas de las herramientas necesarias a nivel nacional para ayudar a sacar a la luz y frenar tanto la obscenidad como el abuso sexual de niños. Lo que se necesita ahora es una acción eficaz, unida a un nuevo entendimiento de las cuestiones como ha resaltado el Dr. Summit en sus dos excelentes documentos.
Tal vez los sucesos de abuso sexual más desgarradores se hayan producido en diferentes guarderías a lo largo y ancho de los EE.UU.9 Algunas de ellas patrocinadas por el Ejército americano, particularmente el U.S. Army Presidio Day Care Center en San Francisco y West Point.10 Pero lo más triste de todo es que algunas de esas guarderías infantiles donde se abusó sexualmente de niños, estaban regentadas por cristianos.
Los casos de la McMartin Preschool en Manhattan Beach, California y del Presidio Day Care Center en San Francisco tuvieron que ver con cientos de niños, 300 en McMartin y 60 en Presidio. Lo que resulta más inquietante es que ambos casos fueron abandonados por el ministerio público por «falta de pruebas». Se afirmó que «los cargos eran demasiado vagos». Los acusados están hoy en día en libertad para seguir cometiendo sus agresiones sexuales contra niños dondequiera que los encuentren.
El 28 de marzo de 1988, Linda Goldston, redactora del San Jose Mercury News, publicó los hallazgos del Laboratorio de Investigación Familiar de la Universidad de New Hampshire, entidad realizadora del primer proyecto de investigación a nivel nacional sobre guarderías infantiles centrado en el abuso sexual de los pequeños. El artículo se titulaba «Day Care Sex Abusers: 40 Percent Women» [Perpetradores de abusos sexuales en las guarderías: 40 por ciento mujeres] y he extraído del mismo los siguientes puntos:11
1.     Los responsables de casi el 40 por ciento de los abusos sexuales de niños en las guarderías infantiles de los Estados Unidos son mujeres y se muestran más proclives al uso de la fuerza y a la intimidación que los hombres.
2.     Veinticinco por ciento de los abusos sexuales fueron cometidos por el propietario o director de la guardería, lo que sugiere que éstos establecieron sus centros con el fin de abusar de los niños.
3.     Los niños están todavía más expuestos a sufrir abusos sexuales en el hogar que en las guarderías. La tasa estimada de abuso sexual es de 5, 5 casos por cada 10.000 pequeños inscritos en guarderías contra 8, 9 casos por cada 10.000 niños menores de seis años de edad que suceden en los hogares.
4.     Los abusos más violentos se producen en las 229.000 guarderías del país, que atienden a siete millones de niños.
5.     Casi la mitad de las víctimas eran más inteligentes y con más atractivo físico que el promedio, y caían mejor al personal de la guardería y eran más afectuosos con ellos que los demás. Dos tercios de los casos se produjeron en los cuartos de baño, y las víctimas fueron niños y niñas en más o menos la misma proporción.
6.     Las mujeres que forman el grueso del personal de las guarderías tendían más a abusar de los niños junto con otras mujeres, mientras que los hombres acostumbraban actuar solos. También las mujeres eran «más dadas a cometer actos múltiples de abuso sexual y aquellos que suponen penetración, que los hombres».
7.     La reputación sin tacha de una guardería y la buena preparación de su personal influía poco en el riesgo de abusos. Los niños tenían «las mismas posibilidades» de ser víctimas del abuso sexual en centros prestigiosos tales como la McMartin Preschool de Manhattan Beach.
8.     La inmensa mayoría de los casos comprendían un único culpable, sin embargo aquellos con perpetradores múltiples eran, por supuesto, los más serios: afectaban a más niños, a los más pequeños e implicaban las actividades sexuales más graves y las probabilidades más altas de pornografía y abuso ritual.
9.     Las amenazas utilizadas por los perpetradores del abuso incluían el decir a los niños que si contaban a alguien lo que había sucedido matarían a sus padres o a sus animales domésticos.
10.     El hecho de poseer licencia tampoco tenía efecto en la reducción de los abusos. Los inspectores de las juntas estatales que concedían dichas licencias tendían a examinar los centros una vez al año, y a concentrarse en cosas tales como la seguridad contra incendios.
Mucho más podría decirse del asunto, pero la información que hemos presentado aquí y en el capítulo anterior constituye el trasfondo necesario para lo que examinaremos a continuación sobre la dimensión más horrorosa del abuso sexual infantil: el abuso ritual satánico (ARS). Mis amigos, los doctores James Friesen y James Wilder se refieren al mismo como «El abuso imaginativo: una perversidad calculada».
El propósito de dicho abuso no es que los voluntariosos compañeros sexuales de los niños los exploten para satisfacer sus propias perversiones, sino dañar a los pequeños y controlar su «alma, mente y espíritu». Esto «requiere que el niño experimente tipos de sufrimiento mucho más frecuentes e intensos».12 Aunque en el abuso sexual corriente de los niños puede haber demonios implicados, en el ARS y otras formas emparentadas de abuso sexual degradante, que tienen como propósito destruir la personalidad del pequeño y conseguir control sobre él para metas perversas a largo plazo, éstos siempre están presentes.
1 1.     La dirección del Dr. Summit es Harbor-UCLA Medical Center, 1000 West Carson Street, Torrance, California, 90509, Estados Unidos. El Dr. Summit es también miembro fundador de la organización Parents Anonymous.
2 2.     Dr. Roland Summit, «The Child Sexual Abuse Accommodation Syndrome», Child Abuse and Neglect 1983, p. 180.
3 3.     Presentado a la Comisión del Fiscal General sobre Pornografía, Miami, Florida, EE.UU., 20 de noviembre de 1985. También disponible escribiendo al despacho del Dr. Summit en Torrance, California, EE.UU.
4 4.     Summit, 1985, 1.
5 5.     Ibid. p. 5.
6 6.     Ibid. p. 8.
7 7.     Ibid. p. 9.
8 8.     No se trata de ninguna declaración particular de aprobación a la presidencia de Reagan, sino sólo de dar la honra a lo que la merece. La política del antiguo presidente hacia los enfermos mentales, tanto como gobernador de California como cuando estaba en la Casa Blanca, fue tan destructiva para la gente lastimada como beneficiosa su posición sobre la pornografía infantil para los niños víctimas de esta última.
9 9.     Véase Jan Hollinsworth, Unespeakable Acts , Congdon and Weed, Nueva York, 1986, un ejemplo práctico con garra y meticulosamente documentado de cierta guardería cuyos directores fueron hallados culpables de terribles abusos sexuales a los niños: el Country Walk Baby Sitting Service.
10 10.     Linda Goldston, «Day Care Sex Abusers: 40 Women», San Jose Mercury News , 22 de marzo, 1988; «Armyof the Night: Child Abuse at the Presidio», West Magazine of San Jose Mercury News (24 de julio, 1988, pp. 14–23; Joanna Michaels, «’The Teacher Hurt Me, Mommy’: The Sex Abuse Scandal at West Point», Redbook, Enero de 1986, pp. 106–108, 142.
11 11.     Goldston.
12 12.     James Wilder y James Friesen, «Restoration of Those Exposed to Extreme Evil as Children», The Shepherd’s, House, Van Nuys, CA, 1989, pp. 2, 5.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

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El abuso sicológico: Una perversidad calculada
Escribiendo sobre la relación que hay entre dolor, poder y abuso, los doctores Wilder y Friesen hacen varias observaciones decisivas para nuestro estudio sobre la guerra espiritual.1 Wilder dice que «el abuso es la aplicación de un poder excesivo».
Este concepto aplicado contra un indefenso niño es importante para nuestro estudio sobre el abuso infantil en general y sobre la explotación sexual en particular. El uso de tal poder, expresa Wilder, produce dolor y a fin de cuentas desamparo en la víctima, así como «también, en última instancia, en el que abusa de ella».
«Paradójicamente», afirma Wilder, «el abuso más corriente tiene lugar cuando la persona con poder se siente impotente». ¡Qué profundo discernimiento! Wilder acompaña la afirmación con un ejemplo de la vida real en el que un padre, la persona con poder, intenta conseguir más dominio sobre su hijo que llora, aplicando una fuerza excesiva y sofocándolo con una almohada hasta casi matarlo. El llanto termina. Aquí tenemos la aplicación de un poder excesivo para conseguir poder sobre la vida del niño en ese momento. Se trata también del abuso físico de un pequeño, lo cual constituye un delito.
Los padres detienen el abuso, al menos por ese momento, cuando se ven con el poder suficiente para controlar al niño. Luego se instalarán en un círculo vicioso de momentos de arrepentimiento y nuevos abusos. Wilder dice que «la mayoría de los padres sólo han sido seducidos de modo parcial por el mal, de modo que creen sólo en parte que deberían controlar a sus hijos. Como resultado de ello abusan de los pequeños sólo de un modo parcial». Este no es el caso de aquellos que están tan entregados al mal que desean controlar plenamente a su progenie, dominando sus mentes, cuerpos, voluntades y espíritus. Tal es la naturaleza de la maldad extrema.
«La única forma de conseguir ese control mental», dice Wilder, «es aplicando tanto poder que el dolor, el miedo al mismo y el deseo de poder para evitar dicho dolor se alinien con el poder. Aquí entra el uso de poder calculado para producir impotencia y dolor a fin de quebrantar el alma del niño».2
El quebrantamiento del alma
Wilder destaca la abundancia de pruebas que existen en cuanto a que los propósitos de Dios en la creación se ven a menudo frustrados en este mundo pecaminoso. A pesar de ello, algunos cristianos tienen dificultad para creer que el alma pueda ser quebrantada. «Sin embargo», expresa Wilder, «la evidencia apunta a que las personas somos quebrantables» (Salmo 34.18; 69.20; Proverbios 15.13; 17.22).
«En la única referencia a los “quebrantados de corazón” que se hace en el Nuevo Testamento, Cristo afirma que ha venido a sanar los. No dice que vino para buscar la pieza que creó y tirar lo demás».3
La entrada de los demonios por el quebrantamiento
Muchos casos de demonización pueden atribuirse a momentos de trauma, en particular a aquellos relacionados con la agresión, ya sea sexual o física, por otra persona. Parece demasiado injusto que un individuo llegue a estar demonizado además de sufrir un trauma, pero ¿quién ha dicho que vivimos en un mundo justo? Satanás es el príncipe de este mundo y cualquier sitio que gobierne será injusto. «Los demonios se sienten atraídos por el sufrimiento», observa Wilder, «porque: 1) les “gusta” el padecimiento y el dolor; 2) el dolor produce impotencia, lo cual hace más atractivos sus ofrecimientos de poder».4 Cuando Jesús hubo ayunado tuvo hambre y ¿quién cree usted que se le presentó?
La actitud de Wilder y Friesen difiere de la adoptada a menudo por los consejeros, sicólogos y siquiatras cristianos, quienes con frecuencia afirman que pocas veces o nunca han encontrado demonios en la vida de pacientes que hayan sufrido un abuso grave. Para bien de las víctimas de tales abusos esa actitud está empezando a cambiar. Cuando repaso las muchas sesiones de consejo que he tenido con creyentes desde que el Señor me obligó a entrar en este ministerio a mediados de los años 70, no puedo sino sacar la conclusión de que, al menos en los Estados Unidos, el abuso sexual después de participar en el ocultismo es la causa número uno de demonización en la vida de los cristianos.
El sentimiento de impotencia
Wilder dice que el dolor produce impotencia. La víctima del abuso quiere que ese dolor cese y cuando no sucede así se siente impotente. «El dolor de los sentimientos de impotencia», expresa Wilder, «puede hacer que uno anhele con desesperación el poder. Muchas personas han tenido esta experiencia al contemplar la muerte de un ser querido. La solución a ese sentimiento de impotencia parece ser un aumento del poder propio». Sin embargo, Wilder sigue diciendo que esa no es la solución, sino una trampa: «Una buena definición del mal», explica, «sería: Corregir la impotencia aumentando el poder que tenemos». Algunas formas corrientes de conseguir poder son «planeando la venganza, guardando rencor, alimentando la amargura, tomando represalias pasivas o agresivas, intentando controlar a otros o a uno mismo, y estallando en ira».5
El primer ofrecimiento de poder
Dios constituye la fuente esencial de todo poder, afirma Wilder, ya sea demoníaco o de otro tipo. Sin embargo, Él no es sólo poder. Por consiguiente «ofrecer poder como solución a nuestros problemas es un insulto a su naturaleza. El primer ofrecimiento de poder casi siempre procede de los demonios: ya se trate de poder para sanar, liberar o vengarse … Los demonios son seres con poder y siempre se lo ofrecerán a uno: 1) poder como forma de arreglar las cosas; 2) bastante poder para devolver más de lo que se ha recibido; 3) poder suficiente como para que se lastime uno al utilizarlo; 4) poder si se entrega algo a cambio». Luego Wilder hace una declaración polémica que,sin embargo, merece ser considerada con sumo cuidado: «La gente que busca poder, incluso para sanar, por lo general lo encuentra en los demonios».6
Basándose en lo que ha escrito en el apartado referente al daño que sufren los niños mediante el abuso, Wilder sigue diciendo: «Ahora que tenemos cierta comprensión del poder, el dolor y el abuso nos es posible considerar de qué manera puede la gente malvada utilizar imaginativamente este último para obtener los resultados que desean». Y luego da el ejemplo de un niño desobediente de dos años de edad sobre el cual sus padres quieren conseguir un control absoluto. El pequeño debe aprender a obedecer una orden de inmediato, por lo cual lo meten en una lavadora con la ropa sucia calculando el tiempo que puede permanecer en ella sin morir. Después de aplicarle ese tratamiento varias veces consiguen el poder que deseaban sobre él. Si el niño empieza a desobedecer de nuevo comentan: «¿Te apetece un buen lavado?»
Formas leves de tortura como esta «son suficientes para conseguir el control sobre la mente y el cuerpo del niño, pero para controlar en verdad su alma, su mente y su espíritu se requieren tipos de sufrimiento mucho más prolongados e intensos. Antes de considerar este problema veamos cómo afecta al alma y la mente de un niño una tortura entre leve y moderada».7
Alex y Betty, una atractiva pareja de treinta y tantos años de edad habían trabajado durante un término con una de las misiones evangélicas interdenominacionales más grandes y antiguas del mundo. El hogar de Alex era religioso, pero no cristiano; mientras que Betty procedía de una familia disfuncional no creyente.
Betty sufrió mucho durante su primer término de servicio misionero. Ocupada con sus niños pequeños no pudo participar en el ministerio con Alex. Sin embargo, su verdadera frustración con el trabajo de las misiones era mucho más honda: se sentía espiritual y emocionalmente muerta. Había sido así toda su vida, antes y después de conocer a Cristo.
Sabía que era creyente. El haber aceptado a Cristo por la fe y no por sentimientos cuando era adolescente la había salvado del suicidio. Su fe en Dios como creador y redentor, en Cristo como salvador y Señor, y en el Espíritu Santo que moraba en ella era más importante que la vida misma. Sin Dios la existencia le resultaba un infierno. Prefería la muerte a una vida impía.
En Dios había encontrado esperanza para una sanidad emocional definitiva; podía seguir creyendo, aunque no sintiera su presencia. Conocía mejor al Espíritu Santo. Aunque tampoco era capaz de sentir su presencia, oía su voz dentro de sí8 más fuerte que las demás voces.
Betty estaba segura de que debía cambiar o no podría seguir siendo misionera. Para sanar a otros tenía que ser sanada ella misma. Así que convenció a Alex de que necesitaba consejo cristiano y el matrimonio recibió un permiso de enfermedad y se trasladó a Arizona a fin de que pudiera someterse a un tratamiento a fondo y a largo plazo en determinado centro evangélico de ayuda sicológica. Llevaban allí un año cuando Loretta y yo los conocimos a petición suya.9
A medida que Betty compartía con nosotros lo que recordaba de su niñez, se hacía cada vez más patente que había sido víctima de algún tipo perverso de abuso ritual satánico (ARS) calculado, y ya que esta clase de abuso implica siempre actividad demoníaca (si hay excepciones, jamás he oído de ellas), Loretta y yo cambiamos algunos aspectos de nuestro procedimiento habitual de consejo. Teniendo en cuenta el poco tiempo de que disponíamos quisimos hacer al menos seis cosas:
1.     Asegurarnos lo más posible de que Betty conocía en realidad a Cristo como Salvador y Señor. Sí lo conocía.
2.     Obtener una descripción lo más completa posible de su infancia y su adolescencia en el hogar.
3.     Proporcionarle la clase de ambiente de consejo apropiado para que se abriera a nosotros a pesar de ser para ella casi unos extraños.
Digo «casi unos extraños» porque Betty había adquirido un ejemplar de mi serie de cintas y conocía mi voz y mi estilo de enseñanza. Escucharlas había despertado en ella la esperanza de ser sanada y el deseo de conocerme. Se dijo a sí misma que si sus problemas tenían que ver con demonios y podía ser liberada de su influencia, su sanidad iría más aprisa. Y eso fue exactamente lo que sucedió.
4.     Descubrir si su problema tenía o no visos de implicación demoníaca directa.10
5.     Comenzar el proceso de liberación si fuese necesario.
6.     Armonizar nuestro ministerio hacia ella con el de su sicóloga cristiana. Puesto que esta última había solicitado que la aconsejásemos, estábamos muy animados en ese aspecto.
La historia de Betty es larga y compleja. Tengo más de cien páginas de notas procedentes de nuestras sesiones con ella y su sicóloga cuenta con un número superior. En el momento de escribir este libro Betty está todavía recibiendo consejo cada semana. Resumo su caso de la siguiente manera:
1.     La suya es una historia de demonización generacional que se remonta hasta por lo menos su padre, su abuelo y su bisabuelo. También le ha sido trasmitida a uno de los hijos de ella.
2.     Su padre, que era satanista, la consagró al diablo antes de que naciera. Los espíritus le habían dicho que iba a tener una hija con labio leporino y palatósquisis, lo cual sería señal de que estaba especialmente escogida por Satanás. Debía iniciarla en el satanismo desde la cuna.
3.     La odiaba ya antes de nacer. Como su padre lo había odiado a él, así hacía con su hija; el satanismo es un sistema de creencias basado en el odio.
4.     Antes de nacer, la niña ya estaba gravemente demonizada. El demonio que se llamaba a sí mismo «Inclinado al Infierno» entró en ella procedente de su padre cuando su madre la tenía aún en el vientre. Y lo mismo hicieron «Padre del Odio», uno de los espíritus malos principales en su vida, Dolor, Tortura, Labio Leporino y Palatósquisis.11 Destructor, en cambio, entró poco más o menos cuando nació la pequeña.
5.     Betty sufrió repetidos abusos rituales de carácter sexual por parte de su padre desde que tuvo casi tres años de edad los que continuaron hasta la adolescencia, cuando su madre, sospechando que se estaban produciendo, no permitió nunca más que se quedara a solas con su padre.
6.     Cuando experimentó aquel primer abuso sexual ritual a la edad de tres años, varios demonios entraron en su cuerpo: Sacrificio, Espíritu de su padre, Matar y Perversión.
7.     Otros se introdujeron en ella a lo largo del abuso continuado: Lujuria y Autoridad falsa. Este último dijo a la chica que lo que su padre hacía con ella era bueno y que tenía que obedecerle ya que él representaba la autoridad en su vida.
8.     Los demonios siguieron entrando en la vida de Betty en momentos precisos de gran trauma. En primer lugar, un grupo lo hizo cuando ella se encontraba en el hospital esperando a ser operada de su palatósquisis y su labio leporino a los tres meses de edad. El jefe de ellos era Incredulidad, que resultó ser el príncipe de todos aquellos demonios, unos 1065 en total. No ha habido más evidencia de demonización desde que fueron expulsados.
Otro demonio jefe de menor rango que Incredulidad era Fortaleza del Miedo, el cual tenía a sus órdenes cinco demonios: Terror, Espanto, Pánico, Ansiedad y Preocupación.12 Incredulidad controlaba a otros demonios jefes además de Fortaleza del Miedo, que se llamaban Orgullo, Dolor, Simulación, Ignorancia, Solo, Separado e Intocable. Después estaba otro demonio que se autodenominaba Engañar, y que declaró: «Entré cuando ella trabajaba en la parte vieja de la ciudad, entre los marginados, bajo la dirección del Rvdo. Smith, líder espiritual de ese ministerio. El Rvdo. Smith tiene espíritus de control que operan a través de él y está estropeando a todos los jóvenes que le prestan su colaboración. Le dijo que no valía nada, que era mala hasta la médula, que no había nada bueno en ella y que merecía ser tratada como un gusano y pisoteada.
»Le indicó que debía ser desgraciada. Que si uno no era infeliz no estaba haciendo lo correcto. Ella ha creído todas esas mentiras, pero ahora se está volviendo contra nosotros».
¿No es interesante que aquellas cosas negativas que el Rvdo. Smith le dijo a Betty fueran las mismas que ella había estado escuchando desde su infancia de parte de los demonios? Esto es en parte lo que quería decir el apóstol Pablo cuando advirtió que algunos maestros cristianos de los «postreros tiempos» escucharían «a espíritus engañadores» y enseñarían «doctrinas de demonios» (1 Timoteo 4.1; véase Mateo 16.21–23).
Por último, había un demonio llamado Confusión que dijo: «Entré en ella la noche que fue bautizada». Y al preguntarle cómo pudo ocurrir aquello en su bautismo, contestó: «Porque estaba confusa en cuanto a ese acto. Le estaban diciendo que si se bautizaba sería salva, sin embargo ella sabía que la salvación viene por medio de la fe en Jesucristo. Así entré en su vida».
9.     Betty experimentaba de continuo lo que describía como un «dolor flotante» en lo profundo de su ser. No podía deshacerse del mismo. Aunque intentaba ser una esposa, madre y misionera feliz, jamás estaba contenta. En lo íntimo de su persona sufría siempre.
10.     Se le dijo a su padre que la ofreciera en sacrificio de sangre a Satanás y el hombre intentó hacerlo en aquella ocasión cuando abusó por primera vez, en forma ritual, de ella sexualmente, a los tres años de edad, en el sótano de su casa. Betty empezó a sospechar que tal vez era una víctima del ASR pocos meses antes de que la conociéramos. Estaba viendo un documental sobre la vida del pintor Goya, en algunas de cuyas pinturas se hacía referencia al ocultismo mezclado con el catolicismo de su época. Aquellas actividades incluían el sacrificio de niños.
Mientras miraba el documental, Betty tuvo su primera visión retrospectiva que indicaba un posible ARS por parte de su padre. Se vio atada con cuerdas y amordazada mientras su progenitor se entregaba al bestialismo y abusaba sexualmente de ella. Tenía en su mano una extraña daga con la que le hacía cortes en el cuerpo. La sangre manaba de sus heridas, hasta que por fin un familiar lo detuvo .
Algún tiempo después de experimentar aquella visión retrospectiva, asistió sin ninguna malicia a una Feria del Renacimiento (a menudo esas ferias están controladas por grupos ocultistas) y allí vio exhibidas dos complicadas dagas dedicadas a las prácticas ocultas. Se trataba de cuchillos sacrificiales, del mismo tipo que había contemplado en su visión retrospectiva. Ahora sabía que su padre había tratado de sacrificarla en ritos a Satanás. Por último, vio un programa televisivo que presentaba a adultos supervivientes del ARS y comprendió que aquellas historias eran la suya propia. Todo empezó a encajar.
11.     Los demonios confirmaron aquellas escenas retrospectivas en cada detalle. Dijeron que Betty había sido escogida por el diablo a través de su padre, tanto para servir a éste como para ser sacrificada por él a Satanás, pero Dios intervino.
12.     Los principales propósitos del ARS y de los demonios eran quebrantar la voluntad de Betty, ponerla bajo el control de su padre y de Satanás, y producirle un desdoblamiento de personalidad. La conversión de la niña cuando tenía once años de edad fue el momento decisivo de su vida. Ahora que conocía a Dios personalmente llegó a sentir una gran hambre de Él y comenzó a crecer como cristiana a pesar de su dolor interno.
13.     Betty había tenido un desdoblamiento de personalidad siendo pequeña y como resultado de ello el ARS que sufrió se había borrado por completo de su memoria. Aunque no podía explicar aquel dolor flotante ni su muerte emocional, no sabía nada acerca de sus torturas infantiles. James G. Friesen define el desdoblamiento de la siguiente manera:13
(Ese) es el acto de defenderse contra el dolor. Puede tratarse de la defensa más eficaz que tenga la gente, ya que resulta cien por ciento eficaz. Al desdoblarse, una persona se separa del recuerdo de un acontecimiento doloroso.
Es tan simple como esto: Un niño pasa por cierto trauma y luego simula ser una persona distinta, u otro yo (alter), a quien no le han sucedido esas cosas malas. Se trata de una separación de la memoria y el asunto queda inmediata y completamente olvidado. La personalidad alternativa recién creada «recuerda» sólo un período en blanco allí donde se produjo el trauma, y no hay ni siquiera indicio de que aquel suceso traumático pudiese haber ocurrido. Cuando el desdoblamiento es completo, la amnesia alcanza la plenitud. Si uno menciona algo de lo que sucedió durante aquel período en blanco, aparece una mirada perpleja en el rostro de la persona desdoblada que expresa: «No tengo ni la menor idea de lo que está usted hablando».
Esto es lo que sucedía en el caso de Betty. No recordaba nada de su trauma. Sabía que su padre era perverso y esclavo de la pornografía. Tenía la casa llena de esa clase de material. También sabía que él y su madre no constituían un matrimonio unido ni amoroso, así como que ésta la guardaba para que no se quedase jamás a solas con su padre desde que llegó a la adolescencia; pero no conocía la razón de ello ni se había preocupado por averiguarla.
Por último, Betty sabía que su amor por Dios carecía de emociones. No podía conocerlo como Padre; cosa que resultaba inexplicable. Tampoco era capaz de concebir a Cristo como un Salvador compasivo. Le parecía demasiado perfecto para ella. Conocía, sin embargo, que el Espíritu Santo moraba en su interior. Aunque no sentía su amor, le hablaba y le decía cómo seguir a Cristo. En fe, Betty obedecía. Los demonios estaban furiosos con el Espíritu Santo pero le temían, así me lo dijeron repetidas veces.
Durante la primera sesión de consejo, Betty dibujó el siguiente diagrama de su relación con Dios:
Cada uno de los demonios a los que exigí que respondieran a mis preguntas acerca de su propósito en la vida de Betty me dijo que su objetivo principal era impedir que conociese la presencia real de Dios en ella. Todos afirmaban que se trataba de una cristiana y que se había convertido en su infancia.
Inclinado al Infierno: «Mi propósito era arrastrarla al infierno. Después de su conversión lo cambió por el de hacer de su vida un infierno en la tierra».
Incredulidad: «Nos pertenece a nosotros. Su padre nos la ofreció en sacrificio. Ella no recuerda lo que hizo su padre».
Sacrificio: «Él [Jesús] la ha redimido por su sacrificio perfecto. Tiene un plan para su vida y nosotros queríamos destruirla para que no se cumpliese. Por último adquirió sabiduría. Se ha estado rebelando contra nosotros y Jesús la está sanando».
Espíritu de su padre: «Procedo de su padre, quien le decía mentiras y yo estaba allí trabajando con él diciéndole aquellos embustes. Ha creído esas mentiras hasta hace poco».
Dolor y Tortura: «Nuestro propósito era torturar su mente, cortarla de la vida de Dios. Nos hemos estado escondiendo de ella. No sabía que estuviéramos aquí».
Labio Leporino y Palatósquisis: «Entré en su vida porque no quería que conociese a Dios. La odiamos, por eso la atormentábamos».
Destructor: «Mi propósito era destruir su espíritu. Entré en ella cuando nació».
Autoridad Falsa: «Le dije que tenía que ser una huraña y no obedecer a ninguna autoridad. No necesita a nadie. Debería ir sola por la vida».
Incredulidad, el príncipe: «Poseo un lugar en ella: la sede de sus emociones. La tengo confundida por completo. No queremos que conozca a Dios en su alma».
Separación: «e impido que sienta el amor de Dios».
Orgullo: «Yo le impido conocer a Dios como Padre e identificarse con Jesús».14
Hacia el final de la segunda sesión de liberación con Betty, descubrimos su primera personalidad alternativa. Tenía la certeza de que habría formado algunas de éstas las cuales hicieron posible que sobreviviera al ARS y funcionase de un modo tan eficaz como lo hacía.
1.     Había sufrido un abuso infantil grave y continuado de carácter sexual, físico, sicológico y religioso como víctima del ARS. Friesen dice a este respecto: «Una cosa que sabemos del desdoblamiento de la personalidad es que el individuo sólo recurre a él cuando el dolor ha sido extremo y por lo general comienza en la época preescolar».
«El noventa y siete por ciento ha sufrido un abuso infantil grave siendo niños. Otro estudio descubrió que el 88 por ciento había sido víctimas de abusos sexuales y el 83 por ciento experimentado la penetración sexual. ¡Qué forma tan horrible de empezar la vida! Aunque siempre que conozco a alguien con personalidad desdoblada tengo la esperanza de que se trate de uno de esos individuos que no sufrieron abusos sexuales, por lo general no es así».15
2.     Ese abuso se prolongó en el contexto de una falta de cuidado solícito en el hogar. Friesen describe así este caso: «Las circunstancias de la vida han sido peligrosas y los niños siguen sufriendo abusos durante un largo período de tiempo».16
3.     Existe el factor biológico natural. Los niños que desdoblan su personalidad son muy inteligentes y tienen una capacidad innata de trasladarse del contexto doloroso a un mundo imaginario. Son maestros de la fantasía. Según Friesen, el promedio de niños que poseen esta capacidad es casi de un 25 por ciento.
4.     El niño que desdobla su personalidad está dotado sicológicamente de una imaginación muy vívida y creativa.17 Esto es semejante al punto 3.
Betty había experimentado todo aquello y más. Es una de las personas más inteligentes, creativas y fuertes que haya jamás conocido. Al final de la segunda sesión de consejo con Loretta y conmigo, expresó: «No he sabido cómo comunicarme con el Espíritu Santo, ni con este niño interior, sección interior. Las últimas semanas se ha ido lejos, muy lejos; e incluso el Espíritu Santo, es como si dijera: “Estoy aquí y estoy protegiendo esto … ” Es como si tuviese un cuerpo dentro de mí. Parece absurdo, pero … está indefenso y no puede luchar por sí mismo y los demonios quieren destruirlo. Mientras orábamos esta mañana, había una voz que me decía: “No puedes tener el bebé; no puedes tener el bebé; no puedes tener el bebé”».18 No tardamos mucho en entrar en contacto con ese niño interior, el bebé. Betty no podía hablar, pero es obvio que otro «yo» estaba hablando por ella. Así que nos hallábamos en contacto con al menos dos personalidades alternativas además de Betty, la personalidad anfitriona. Durante mi última conversación con su sicóloga, ésta manifestó que habían sido identificadas más de cien de esas personalidades alternativas las cuales vivían en el cuerpo de Betty. El proceso de integrarlas a todas en una personalidad anfitriona se está produciendo todavía. Betty ganará la batalla.
Hace algún tiempo me dijo: «Las tres cosas que han dañado tanto mi vida han sido la actividad demoníaca, el abuso sexual (ASR) y las personalidades múltiples. Esas que existen dentro de mí y que me han impedido alcanzar la sanidad completa que necesitaba. Ahora comprendo por qué he tenido dificultad en aplicar la verdad de Dios a mi vida. ¿Cómo puede aplicarse la verdad a una personalidad dividida hasta que no están juntas todas sus piezas? Esta personalidad está siendo ahora reparada y las piezas en cuestión empiezan a encajar».
Con esto como trasfondo estamos listos para considerar ahora la complicada cuestión de los DMP y la posible dimensión demoníaca de esta afección humana

1
1.     James Wilder y James Friesen, «Restoration of Those Exposed to Extreme Evil as Children» , The Shepherd’s House, Van Nuys, CA, 1989.
El importante libro de Friesen sobre los DMP, Uncovering the Mystery of MPD (1991), es el primer tratado en profundidad de carácter erudito y bien documentado sobre los Desarreglos Múltiples de la Personalidad escritos por un psicólogo cristiano con preparación y experiencia. El Dr. Wilder ha escrito también un libro sobre la suma maldad del satanismo, A Redemptive Responde to Satanism, InterVarsity, Downers Grove, IL, 1992.
2 2.     Wilder, pp. 2 y 3.
3 3.     Ibid. p. 3.
4 4.     Ibid. pp. 3 y 4.
5 5.     Ibid. p. 4.
6 6.     Ibid. p. 4.
7 7.     Ibid. pp. 4 y 5.
8
8.     Hay una tendencia inquietante y poco bíblica en algunos círculos evangélicos conservadores hacia una forma sutil de bibliolatría y en contra del misticismo y el revivalismo cristianos. Es como si Dios ya no hablase directamente a su pueblo, sino sólo de una manera indirecta a través de la Biblia, y ello, primordialmente, desde el púlpito. Cuando leemos la Escritura, Dios nos habla, se nos dice, y cuando oramos hablamos con Dios.
Aunque esto es cierto, ¿es acaso toda la verdad? Está limitado el Señor en su forma de hablar a las citas directas de la Biblia? ¿No tiene ya (como en el pasado) comunión con su pueblo? ¿No dirige sus vidas, suple sus necesidades y contesta a sus preguntas personales si esperan en Él? Aunque todo lo que Dios diga estará en armonía con su infalible revelación en la Biblia, a Él también le gusta hablar personalmente a sus hijos.
Terry Muck escribe bajo el título «Dios y Oral» (durante el tiempo de la cuestión de Oral Roberts y su recaudación de 4, 5 millones de dólares en contribuciones): «Sería en verdad un día triste si pensásemos que Dios había terminado de hablar. De modo que a pesar de nuestro escepticismo en cuanto a la comprensión que tuvo Roberts de este mensaje en especial, no neguemos el hecho de que Dios nos habla clara y frecuentemente. En realidad, las pruebas de que el Señor desea comunicarse con nosotros son tan abrumadoras que parece obvio que la única cosa que podría silenciar su voz sería nuestra propia renuencia a escucharle». Muck admite que «puede ser difícil distinguir la voz de Dios del resto de las voces. Satanás es conocido por disfrazar su patrocinio zalamero para que el oidor accidental lo confunda con una señal de parte de Dios. Nos resulta posible incluso caer víctimas de nuestros propios deseos fervientes de ministrar tan fiel y completamente como podamos. Confiamos en que este fue el caso de Roberts».
Sin embargo, los hechos son claros: «A lo largo de la historia Dios ha hablado a innumerables seres humanos —dice Muck—. Incluso según las locuaces normas actuales, el Señor ha sido un verdadero parlanchín.» Y pasa a dar una panorámica histórica condensada de la comunicación individual que ha tenido Dios con el hombre. «Esta ha sido la posición de la Iglesia durante dos mil años y la del Antiguo Testamento desde cientos de años antes de Cristo.» (Terry Muck, «God and Oral», Christianity Today [20 de marzo de 1987]; véase también John White, When the Spirit Comes with Power [ InterVarsity, Downers Grove, IL 1988]).
9 9.     Por lo común, los misioneros experimentados se cuentan entre mis partidarios más fervientes respecto al tipo de enseñanza sobre la guerra espiritual que presento en este libro; a pesar de que generalmente sus misiones, y en particular los directivos de las mismas, se resistan a los aspectos más polémicos de dicha enseñanza. Este apoyo existe por muchas razones. Primeramente, en la evangelización y el discipulado de los nacionales los misioneros se topan a menudo con problemas que parecen entrañar una actividad demoníaca directa. En segundo lugar, por lo general, los misioneros se cuentan entre la gente más valiente y sincera del mundo. De no ser así, jamás sobrevivirían en el campo misionero. Y en tercer lugar, se trata por lo común de gente consagrada a la gente; aquello que ayuda de veras a las personas y es coherente con los principios bíblicos generales (todo lo que supone una ayuda real para la gente está siempre de acuerdo con dichos principios), lo aceptan. Ellos buscan esa ayuda. Supongo que fueron los misioneros, muchos de ellos graduados del Seminario Teológico Dallas, quienes corrigieron la opinión del fallecido Dr. Merrill F. Unger en cuanto a la posible demonización de ciertos creyentes (véase Unger, Demons in the World Today [Tyndale, Wheaton, IL, 1971, pp. 116 y 117).
10 10.     Por «visos de implicación demoníaca directa» entiendo demonización. Todos los problemas humanos tienen visos demoníacos indirectos a causa de la naturaleza del mal personal que existe en el universo.
11 11.     No estoy afirmando que el labio leporino y la palatosquisis sean necesariamente demoníacos. Por lo general, como todos los otros males físicos que han resultado de la Caída, no tienen que ver directamente con demonios. En este caso, sin embargo, sí procedían de ellos. No sé si la presencia de los espíritus Labio Leporino y Palatosquisis en la niña antes de nacer produjo esa malformación física, si éstos entraron después de que dicha malformación empezase a producirse en la matriz, o si se trató de una mera coincidencia. Caben las tres posibilidades.
12 12.     Naturalmente esos estados psicológicos no son por necesidad directamente demoníacos, como sucede en la mayor parte de los casos. Los demonios que se «especializan» (quizá sea la mejor manera de decirlo), bien permanentemente bien durante algún tiempo, en producir o reforzar tales estados negativos, adoptan por lo general nombres funcionales como estos. Aunque a algunas personas les resulte muy incómodo admitir esta posibilidad, sólo puedo contestar: «Lo que es, es. Prefiero mi forma de encontrarlos a la manera de otras personas de no hacerlo.»
13 13.     Friesen, pp. 62 y 63.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
14.15.16.
17 17.     Ibid. p. 42.
18 18.     Tomado directamente de la cinta de casete grabada durante la sesión de consejo.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

Sección III
Temas de demonización y salud mental
59
Los desarreglos múltiples de la personalidad y la demonización
El reverendo Ernest Rockstad ha sido uno de los principales pioneros evangélicos conservadores en Estados Unidos, durante el siglo XX, en cuanto al ministerio y la enseñanza de la guerra espiritual. Ernie, como le llamábamos muchos de nosotros, al igual que otros que estamos activos hoy en día en este ministerio, fue introducido a las terribles realidades de la demonización de creyentes y su necesidad de liberación a través de problemas demoníacos en su familia. En su caso, se debió a la asociación de demonios con su propia vida.
Durante más de cuarenta años Ernest Rockstad trabajó con cientos de cristianos gravemente demonizados llevando incluso a algunos de ellos a su propia casa. Compartió su vida, su familia y todos sus recursos terrenales con hombres, mujeres y jóvenes heridos y maltrechos.
Ernie era bautista independiente, no se puede ser más conservador, sin embargo, nunca permitió que sus presuposiciones teológicas le cegaran a la realidad de la angustia humana. Ajustó su teología a los hechos que estaba experimentando. Por esta causa, como el resto de nosotros, tenía dificultades constantes con muchos hermanos.
Cuando Ernie descubrió lo que dio en llamar las «personalidades fragmentadas» y «personalidades segmentadas», que ahora se denominan «múltiples» o «alternativas»,1 forzó sobre el mundo cristiano toda esa realidad polémica y compleja mediante una serie de artículos, cintas de cassette y conferencias sobre el tema. En este capítulo quisiera citar parte de una de esas conferencias, en la que cuenta cómo tropezó con este asombroso descubrimiento de las personalidades fragmentadas a principios de los años 70. El siguiente relato, tomado de su cinta «Healing the Shattered Personality» (Sanidad para la personalidad fragmentada), ha sido sólo poco editado.
Ha parecido bien al Señor que descubriéramos que es posible para un individuo tener fragmentada su personalidad y que algunas partes de sí mismo[ … ] luchen en realidad contra [otras partes de] su persona[ … ]
Llevamos años viviendo esta tragedia en la persona de Carmen Cherry, hija de un evangelista de los bautistas del Sur consagrado a la salvación de las almas. Dicho evangelista tuvo once hijos, de los que Carmen es la quinta. Ciertos demonios que había en ella declararon: «Llevamos un libro de cuentas: su padre habló demasiado acerca de Cristo y ella tiene que pagarlo. Ahora estamos cobrando ese precio de su vida».
La chica había sufrido mucho y llegó a ser una bebedora empedernida y a intentar suicidarse muchas veces. Trabajé con ella durante más de un año sin lograr entrar en contacto con ningún demonio. Mientras la aconsejaba, empecé a darme cuenta de que había vida de Dios en ella, aunque otros han dicho que nadie en tal condición podría ser cristiano.
Comencé a animarla y con el tiempo Carmen fue capaz de leer War On the Saints [Guerra con los santos], y de empezar a librar batalla, rompiendo una dieta impuesta por los demonios que había estado siguiendo durante trece años.
A los doce años de edad había dejado de comer y hubiera muerto de hambre de no haber sido hospitalizada y obligada a alimentarse. Desde aquella época guardaba una dieta estricta. Unas voces interiores le indicaban lo que podía y no podía comer. Si violaba esas órdenes de alguna manera era castigada con crueldad. El Señor la ayudó a romper con aquello; no obstante, sus problemas en cuanto a escaparse de casa y emborracharse no terminaron.
El último otoño descubrimos en ella a un ser dominante que dice poseerla. No lo entiendo. Hemos tenido la experiencia de cientos de personas, tratado con miles de demonios. Sin embargo, en Carmen hemos descubierto algo que no se parece a nada con lo que nos hayamos enfrentado con anterioridad.
No se trata de un demonio normal. No hemos sido capaces de desalojarlo. Dice que la posee. «Es mía», expresa dicho ser. Cuando declaro que Jesucristo es el Señor, me responde: «No, yo soy su señor. La poseo. Ella me pertenece».
Durante algún tiempo parecía que Carmen se hubiese vuelto loca por completo. Suplicaba ser devuelta a un hospital siquiátrico, pero me negué a ceder. Ahora hemos visto producirse una sanidad y ella está de nuevo cuerda.
Lo que hemos descubierto en Carmen es una personalidad fragmentada, dividida. Trabajé con ella durante más de un año intentando en vano entrar en contacto con demonios, hasta que un día hice mis demandas un poco más amplias y expresé: «Te ordeno, quienquiera que seas tú que estás causando a Carmen este problema, en el nombre del Señor Jesucristo presta atención, quiero hablar contigo».
Repetí la orden varias veces, hasta que de repente la cabeza de Carmen se levantó, mostrando una gran sonrisa irónica en el rostro, mientras sus hombros se echaban para atrás. Luego se puso en pie y empezó a pavonearse de un lado para otro de mi consultorio, convertida en una persona totalmente distinta: presumida, segura de sí misma y confiada. La miré perplejo y expresé:
—Bueno, veamos, ¿quién eres?
—Soy Carmen — me contestó —la verdadera Carmen, y no ese ratoncito que usted conoce. Soy la Carmen real, más fuerte que ella. Estoy perdida. Ella es salva sólo en parte. Míreme a mí, lo fuerte que soy.
No entendía aquello.
—Eres un demonio — le dije.
—No, no lo soy — me contestó ella.
Intenté de veras echar fuera aquella cosa; hacerle saber que era un demonio. Había ocasiones en las que los miembros de nuestra iglesia venían y nos ayudaban a orar y a trabajar. Luchamos durante los meses de mayo, junio, julio, agosto, septiembre; y todavía estaba ahí. Era algo terrible. Podíamos hacer que se manifestara. Era una asesina y nos hizo pasar experiencias atroces.
Rockstad hablaba de ataques físicos, tanto contra él como contra su esposa Ilene y de destrucción de bienes personales. Por último, a petición de Carmen, la ataban con correas mientras trabajaban con «La Cosa», como llegó a llamarla Ernie.
Siempre estábamos ordenándole que se manifestase, e intentando echarla fuera, sin ninguna clase de éxito. Protestaba de que se la atara.
«No estoy loca», decía. «No me aten. Es ella quien está trastornada. ¡Es a ella a quien deberían internarla en un hospital siquiátrico, no a mí!»
Luego, un día, estaba hablando con ella como si se tratase de un ser humano y percibí que prestaba atención. Hice alguna mención de que la Biblia era la Palabra de Dios y me respondió: «¡Vamos, eso no es la Palabra de Dios! ¡Usted sabe bien que ese libro lo han escrito los hombres!»
Se trataba de una respuesta inteligente. Hablé un poco más como si estuviera tratando con una persona. Recibí contestaciones que aunque incrédulas eran racionales. Por último, una mañana, hacia las nueve y media, ordené a aquella cosa que se manifestara y comencé a hablar de Dios y del libro de Génesis, con la Creación y la Caída, siguiendo luego con el resto de la Biblia. Estuve enseñándole todo el día mientras ella me escuchaba interesada.
—Caramba, no he oído antes nada de eso— expresó. —No tenía noticia de ello.
Hablé de que Jesucristo es el Señor. Antes, cuando ordenábamos a aquella cosa que se manifestase y la tratábamos como a un demonio, solía exclamar sobre Jesús:
—Es un hombre muerto. Es un hombre muerto y maldigo su sangre.
Decía cosas terribles, tremendas blasfemias. Para asombro mío, cuando terminó aquel día, y después de que pusiera un énfasis especial en el señorío de Jesucristo, aquella cosa violenta expresó:
—Quisiera orar a él … si puedo. ¿Me permite que lo haga?
Luego hizo una oración sometiéndose a Jesucristo como Señor y toda su violencia desapareció. Hubo un cambio completo en ella. Enseguida dijo:
—No me haga volver abajo, permita que me quede despierta.
—No puedo hacer eso — le respondí, —piensa en todas tus amenazas. Has dicho que la matarías y dejarías su cuerpo mutilado y ensangrentado.
—Ahora todo es diferente — expresó. —Le prometo que no lo haré. Además me gustaría ir esta noche a la reunión de oración. ¿Me lo permitirá?
No tenía la menor idea de lo que debía hacer. Por fin le desaté las correas y vino con nosotros al culto de oración, aunque se sentía un poco extraña y asustada. Esa chica nos acompañó desde el miércoles hasta el sábado, día en que se acercó y me dijo:
—Me siento cansada de estar despierta, ¿me permitiría volver abajo ahora?
Le dije que no sabía qué hacer. Y luego añadí:
—¡Oremos y pongámoslo delante del Señor!
Hicimos una oración y pedimos a Dios que se hiciera su voluntad en el nombre del Señor Jesucristo. Mientras oraba, ella cambió de nuevo y apareció una persona completamente distinta: una chica encantadora, demasiado encantadora. Me quedé allí sentado hablando con ella y al mencionar algo de Jesucristo, la chica preguntó:
—¿Quién es? Nunca he oído hablar de Él.
Aquello me dejó perplejo. No podía creerlo. Habíamos pasado el día entero instruyendo [a la otra Carmen] acerca de Cristo y ésta no sabía nada sobre Él, ni sobre Dios. Se trataba de una persona totalmente distinta. Cuando comencé a hablarle de Jesucristo, me dijo:
—¡Cuénteme más, por favor! Eso parece estupendo. Jamás he oído nada parecido.
Enseñé a aquella chica mientras lo absorbía todo, hasta que por fin me dijo:
—¿Puedo orar a Él? Me gustaría conocerlo … tenerlo.
Casi no podía cree aquello.
Ya hemos perdido la cuenta del número de Cármenes con las que hemos trabajado. Dejé de contar cuando íbamos por la 175. He orado con chicas retrasadas mentales, inteligentes, de doce años de edad, adultas, así como con otros segmentos de la personalidad totalmente depravados.
Cada Carmen sucesiva no había oído nunca de Cristo. Pero cuando hablábamos con ellas y les contábamos la verdad sobre el Señor Jesús descubríamos que podíamos orar en su compañía y que se sometían a Jesucristo como Señor.
Quiero decirles que no lo comprendo. No puedo explicármelo. O estamos siendo engañados hasta el extremo o Dios nos está guiando a algo que es demasiado importante.
Luego Rockstad hablaba de su preocupación por el hecho de que haya personas en la actualidad que estén aprendiendo la manera de dañar voluntariamente a otros seres humanos, sobre todo a los niños, hasta el punto de poder desdoblar sus personalidades. Aquella percepción era notable para el comienzo de los años 70, antes de que los horrores del abuso sexual infantil y del ARS fueran más reconocidos por los cristianos. En el caso del ARS el abuso es calculado con sumo cuidado a fin de producir el trauma, la tortura y el dolor suficientes para que la personalidad del niño se desdoble. El abuso se continúa hasta que dicho desdoblamiento queda bien establecido y se conjura a los demonios para que se asocien con esos diferentes segmentos de la personalidad, programándolos con anterioridad (a falta de una palabra mejor) a fin de que más adelante tomen control de la persona anfitriona en beneficio de Satanás y del mal. Eso es justo lo que previó Ernest Rockstad.
La narración de Rockstad continúa diciendo:
Pienso que esto es algo que va a ser necesario conocer en nuestros días. Seis semanas después de haber descubierto aquello en Carmen, Jan Smith vino a pedirnos ayuda. Habían intentado ayudarla echando fuera de ella demonios, pero se habían topado con un muro infranqueable.
En la primera sesión con Jan me sentí guiado a orar y luego a dar la orden: —Si hay alguna Jan que no conoce al Señor Jesús, te ordeno que prestes atención. Llamo a una Jan o una Janet que no conozca a Jesús.
De repente Jan se puso a llorar, llorar y llorar. Se trataba de una Janet rechazada.
—Nadie me ama —dijo. No le importo a nadie.
—El Señor Jesús te ama —le contesté.
—¿Quién es? — preguntó. Nunca he oído acerca de Él.
Ahora bien, se trataba de la misma Janet que era hija de una pareja de médicos misioneros. La Jan que hacía algunos años había recibido al Señor Jesucristo como Salvador. Una parte de ella estaba aún bajo el dominio de las tinieblas.
Hay personas que nos han criticado por esto, terriblemente. Algunos han dejado la iglesia. Un hombre expresó: «Es ridículo que una parte de mí pudiera ser salva e ir al cielo y otra ser condenada y terminar en el infierno».
Como es natural, tampoco creo tal cosa. No se trata de eso. Esto no tiene que ver con nada eterno. Cuando una persona es salva, va al cielo y allí estará completa. Sin embargo, este es un trabajo que Satanás puede hacer en lo que se refiere al tiempo.2 Él es capaz de separar partes de una persona y mantenerlas en suspenso para que no pueda estar completamente con el Señor Jesucristo. Esa persona tendrá graves problemas.
Cuando se descubrió la personalidad segmentada (en la década de los 70), Rockstad llevaba ya más de veinticinco años sufriendo ataques de los hermanos por sus ideas sobre la demonización de algunos creyentes y su método de echar fuera demonios. Había sido capaz de soportar todo aquello, pero la avalancha de críticas que ahora se le vino encima por este descubrimiento fue demasiado. Por lo tanto decidió dejar de trabajar con personalidades segmentadas. Seguiría con su labor pastoral, recortando incluso su ministerio hacia los creyentes atormentados por demonios.
De nuevo debo destacar el mal que se les hace a los piadosos guerreros cristianos que demuestran valor para investigar nuevos campos en el ministerio de consejería. ¿Por qué tenemos tanta tendencia a destruir a hombres cuyos ministerios desafían nuestras zonas de comodidad teológica? Todos somos más orgullosos y crueles de lo que estamos dispuestos a admitir.
La tarde en que Rockstad tomó aquella decisión recibió una llamada telefónica inesperada.
«Hola, soy Jan. Sólo quería llamarle para darle ánimos y decirle que me va bien. También quería pedirle que, por favor, siga con lo que está haciendo. Si no, ¿qué será de personas como yo?»
Rockstad anuló su decisión:
He continuado con ello. No cancelé mis citas, sino que seguí adelante. Desde entonces hemos descubierto esto mismo en otra gente. Permítame tratar de identificar el problema, aunque no digo que lo comprendamos.
En una experiencia traumática sufrida en la niñez o en algún otro momento de la vida, una parte de la persona se separa y se queda atrás. De alguna manera queda encerrada por Satanás. La personalidad que se ha separado permanece en ese lugar y esa época. Por lo general dicho segmento se mantiene en tinieblas acerca de Cristo o es dominado por algún problema.
En el caso de una de las personas con quienes hemos trabajado todos sus segmentos han sido salvos. Cada uno tiene la seguridad de la salvación. Todos ellos guardan relación con algún problema en la vida de la víctima. En cierta ocasión estaba instruyendo a uno de los segmentos, una niña de doce años de edad en un cuerpo de 28, en cuanto a su unión con Cristo, cuando lo entendió y se apropió de aquello. Habiendo aceptado su posición como muerta al pecado en Cristo y viva en Él,3 se volvió a fundir de inmediato y la personalidad original apareció nítida y robusta.
Estos segmentos que se separan tienen una influencia sobre la vida de la persona. En ocasiones uno se topa con un segmento que odia con intensidad a la persona real; de modo que esta última arrastra consigo esa lucha. No es de extrañar que en el caso de Carmen ella descubriese el vodka.
En nuestro ministerio de consejería, hablamos de cristianos, le hacemos a la persona decir: «Renuncio a Satanás y confieso a Jesucristo como mi Señor».
Luego, hago una afirmación y oro algo semejante a esto:
«Declaro que rechazamos experimentar en este rato cualquier cosa que no sea la obra de Dios; del Dios verdadero y amante, por medio del Señor Jesucristo. Escogemos actuar sólo por el Espíritu Santo y en el nombre del Señor Jesucristo. Rechazamos y repudiamos toda actividad síquica y demoníaca. Queremos sólo aquello que venga por medio de la cruz del Señor Jesucristo. Padre celestial bloquéanos si hacemos algo que no es agradable a tus ojos o no quieres que hagamos».
Luego, continúo y empiezo a ordenar: «En el nombre del Señor Jesús llamo al “John Doe” que no ha renunciado a Satanás ni aceptado a Jesucristo como Señor. ¿Hay algún “John Doe” que no conozca al Señor Jesús? ¡Que preste atención!»
Tengo que mencionar de pasada que no se trata en absoluto de hipnotismo, ya que uno no tiene control sobre la persona que se manifiesta. En ocasiones surgen algunas terribles, incluso en Jan. Una de ellas nos dijo: «Quiero de veras agradecerle que me haya sacado a la luz. Deseo estar bien. Esa Jan es tan religiosa que no quiere divertirse en absoluto. Yo, en cambio, voy a poner la ciudad patas arriba esta noche».
Tuvimos grandes dificultades con ella y con otra más. Esta última se inclinaba por la siquiatría. Jan había estado durante diez años bajo observación siquiátrica, lo cual quedó almacenado en uno de aquellos segmentos; y cuando hicimos que se manifestara, de lo único que hablaba era que estaba absolutamente en contra de la Biblia y de la oración. Nos dijo: «La forma de cuidar de las propias emociones consiste en dejarlas estallar. Si te enojas, pues enójate. No hagas daño a ninguna persona, pero si tienes que matar a algún animal, hazlo. Tienes que sacar esas cosas de ti».
Esa fue la que llamó a la policía. La gente con la que se hospedaba no supo nada de ello hasta que vieron las luces del coche patrulla relampagueando delante de su casa. Los agentes llegaron a la puerta y dijeron: «Hemos venido a recoger a la señora que nos llamó para que la llevásemos al hospital».
«No hay nadie aquí que deba ser llevada al hospital», respondió la familia.
Justo en ese momento Jan se acercó a la policía y dijo: «Soy yo quien tiene que ir al hospital. ¿Se imaginan ustedes? ¡Esta gente está tratando de sacarme demonios! ¿No les parece ridículo?»
Dio la casualidad de que la mujer de la casa era enfermera acreditada, y dijo: «Soy enfermera. Esta señora está enferma de la mente y se aloja con nosotros mientras recibe consejo de nuestro pastor».
«¡Ah», respondió la policía, «por eso habla de demonios!»
Pasaron un mal rato con ella. Aquella Jan orientada hacia la siquiatría era otra cosa, y estuvo activa durante unos cuantos días. Agarró el frasco de aspirinas y se tomó más de dos docenas de ellas, poniéndose gravemente enferma. Su marido estaba allí y por último la mujer se sintió tan mal que le dijo: «Llévame a ver a Rockstad. él conoce la respuesta a esto».
Cuando llegaron, ella pidió que le explicara el plan de salvación. Quería oír del Señor Jesús. Antes lo había rechazado y rehusado de forma absoluta, pero ahora pude examinar con ella la Palabra de Dios y luego oró. Aquella personalidad alternativa se fue y de nuevo apareció la verdadera Jan.
Cuando se requiere a un segmento, el cambio puede ser inmediato o gradual … aparece una mueca en la cara; está claro que se trata de alguien distinto. Sin embargo, a veces sucede gradualmente y he sido engañado por esto.
Por ello compruebo una y otra vez [cuando no estoy seguro si el segmento ha cambiado]: «¿Confiesas a Jesucristo como Señor?» Si se trata de un personaje nuevo, se muestra muy perplejo: «Bueno, no sé … No entiendo de qué está hablando».
La diferencia entre un segmento de la personalidad y un demonio es que el demonio jamás renunciará ni repudiará a Satanás. Sin embargo, cuando se le habla al segmento sobre el diablo, todavía no he visto a ninguno que no dijera: «Bueno, desde luego no quiero tener nada que ver con él».
Y cuando se le presenta la verdad sobre Cristo, a la larga hay una disposición por su parte de someterse al Señor.
¿Es esto cierto en todos los casos de personalidad fragmentada? Lo dudo. Sin embargo, Rockstad dice que esa fue su experiencia reiterada.
Al tratar con un segmento, resulta muy interesante el hecho de que éste comience a hablar de la personalidad real en tercera persona, «Ella hace esto y lo otro», y muchas veces con aversión. Si lo hace ello indicará que se encuentra en tinieblas en cuanto a Cristo o tiene algún problema.
Cuando enseñamos la verdad de la Palabra de Dios y hacemos que ese segmento renuncie a Satanás y se someta a Cristo, tiene lugar una fusión. Al confesar a Jesucristo como Señor, esa cosa desaparece y la persona real vuelve. Jamás hemos visto que regresara el mismo segmento, el cual queda acoplado en el lugar que le corresponde.
En casi todos los casos hay demonios asociados con ese segmento en particular. De hecho, los espíritus malos pueden esconderse en el segmento de la persona. Por esa razón hay que sacar a los demonios del segmento concreto antes de que éste se someta al Señor Jesucristo. Los segmentos se convierten en fortalezas para los poderes de las tinieblas. Es uno de los motivos por los cuales la gente tarda más en obtener la liberación. O lleva mucho tiempo el hacerlo o uno no consigue nada porque hay segmentos habitados por espíritus malignos, los cuales impiden la sumisión a Cristo. Dichos segmentos se convierten en escondrijos para los demonios.
Sabemos de demonios que han fingido ser segmentos y otros que adoptan el mismo nombre que la persona. Para saber si esto está sucediendo se necesitan algunas comprobaciones y cierto grado de discernimiento.
Creo que cuando aquello que se manifiesta pretende ser la persona, debe comprobarse con sumo cuidado exigiéndole su confesión respecto a si Jesucristo ha venido o no en carne y acerca de su señorío. Todavía estamos investigando este fenómeno de la personalidad fragmentada y de los segmentos de la persona no salvos o de algún modo separados y cautivos del enemigo. En el caso de algunas personas no han podido ser ayudadas de ninguna otra forma.4
He citado detalladamente las experiencias del fallecido reverendo Ernest Rockstad en cuanto al descubrimiento de personalidades segmentadas o fragmentadas en adultos supervivientes del abuso o el trauma5 infantil por varias razones:
1.     La afección fue descubierta por un consejero no profesional y no por un sicólogo adiestrado.
2.     Rockstad no manifestó ningún conocimiento previo de lo que ahora se llama DMP, sino que descubrió la enfermedad en el contexto del ministerio a personas en extremo lastimadas.
3.     Ernie entró en su ministerio con segmentos demonizados en contra de su propia voluntad y teología. Al principio trató tercamente con aquellos segmentos como si fueran demonios difíciles que no respondían a los procedimientos de liberación demostrados.
4.     Rockstad cometió muchos errores al comienzo de su ministerio con las personalidades segmentadas, de igual manera que en sus primeros tiempos de trato con demonizados. Esto nos ha sucedido a todos.
5.     En su informe hay una sencillez, una sinceridad y una humildad refrescantes sin complicaciones.
6.     Su narración revela la dimensión personal e histórica del ministerio con personalidades fragmentadas en la vida de un piadoso pastor. El considerar un ministerio en desarrollo desde una perspectiva histórica es bastante útil.
7.     El planteamiento que Rockstad hace de la multiplicidad parece ser en general compatible con el amplio enfoque global de los consejeros profesionales cristianos que se especializan en el tratamiento de lo que se llama comúnmente DMP. Bien es cierto que Ernie no comprendía las complejas dimensiones sicológicas de este fenómeno humano en la misma medida que los consejeros profesionales adiestrados. Aunque dichos profesionales cuestionarán algunas de sus conclusiones, la mayoría no harán lo mismo con la realidad básica que él descubrió.
8.     El fuerte énfasis de Rockstad sobre la dimensión demoníaca de la segmentación de la personalidad es muy necesario hoy en día.
Todas las personalidades múltiples de carácter grave con las que he tratado tenían problemas demoníacos asociados con su multiplicidad. Pero ya que mi experiencia continuada y práctica de tales casos es limitada, no puedo afirmar que la multiplicidad implique siempre demonización. Sin embargo, conociendo la naturaleza de los demonios, me resultaría difícil creer que no trataran de mezclarse en dichos casos.
En el ejemplo práctico de Betty (capítulo 58), las múltiples personalidades ni siquiera aparecieron hasta que fueron expulsados los demonios. Los espíritus malos, en efecto, escondieron los segmentos hasta que se los echó fuera del cuerpo de Betty. Bien eso o bien los segmentos tenían miedo de los demonios y no querían salir a la luz, ni siquiera en la terapia, hasta que aquellos se marcharan.
En los casos mencionados por Rockstad, los fragmentos, incluso aquellos demonizados, parecen haberse manifestado los primeros. En el caso de algunos de ellos, Ernie dijo que dichos segmentos no podían venir a Cristo hasta que los demonios asociados con ellos fueran quitados. Sea cual fuere el caso, la interrelación entre los segmentos y los demonios vinculados a ellos es crucial. Debemos aprender a reconocer cuándo impiden los demonios que los segmentos renuncien a Satanás y reciban a Jesús como Salvador y Señor.6
9.     Rockstad destaca la necesidad de considerar a los segmentos como capaces de aceptar a Cristo uno por uno. Esto es esencial y, según Ernie, siempre eficaz cuando se lleva a cabo de una manera correcta, amorosa y persistente con personas que ya son cristianas.
10.     La fusión o integración de los segmentos mediante la reconstrucción de la personalidad entera constituye la meta una vez que dichos segmentos han sido guiados a Cristo. Esto podría suscitar serias dudas en cuanto a ciertos casos en los que los consejeros se contentan con la cooperación de los segmentos pero en estado de separación. No se busca ni se realiza dicha fusión, con lo cual la personalidad jamás vuelve a estar completa; una situación inaceptable tanto desde la perspectiva cristiana como desde la no cristiana. Pudiera ser que sólo los consejeros que reconocen y dependen del poder creador de Dios fueran capaces de contribuir a dicha integración.
11.     Como la mayoría de mis lectores no son consejeros profesionales muy adiestrados, se pueden identificar con el relato del reverendo Rockstad. No sucedería lo mismo si este capítulo introductorio sobre la multiplicidad se apoyara de manera especial en los escritos de profesionales de gran preparación.
12.     Por último, el informe de Rockstad revela ciertos errores en el trato con las personalidades segmentadas que los profesionales cristianos adiestrados evitarían. Esto es de esperar.
Primero, está el aparente fracaso de Ernie en descubrir (o informar sobre) el abuso o trauma particular que produjo las personalidades múltiples de Carmen y Jan. Los segmentos más jóvenes y tempranos son los primeros que se desdoblan. Si hubo un abuso grave de tipo físico, sexual, sicológico o religioso a una corta edad, y siempre lo hay, esos segmentos guardarían la memoria de tal abuso. Si son guiados a Cristo y fundidos sin que se saquen a la luz los recuerdos y se haga que la persona traumatizada los enfrente, tal persona tendrá dificultades futuras innecesarias en la vida y quizá jamás se sane del todo.
En segundo lugar, Rockstad no mencionó el ARS. Tal vez lo conocía, pero no se refiere al mismo; a menos que lo hiciese al final de su vida cuando empezó a saberse lo extendido que estaba. La mayor parte de los abusos infantiles que producen un grave desdoblamiento de la personalidad están asociados con el abuso sexual de los niños. El abuso sexual infantil que con más frecuencia da como resultado un desdoblamiento grave es el ARS.7
En tercer lugar, Ernie tampoco hace alusión a la amnesia que a menudo se da entre las personalidades segmentadas mismas y entre la personalidad y los segmentos. Esta última está quizás implícita en sus estudios, pero no así la primera.No menciona además las lagunas de tiempo en la vida de la persona: ese tiempo perdido del que no se puede dar razón en la vida diaria y aquellos años de la primera infancia acerca de los cuales la víctima tiene poca o ninguna memoria.8
1
1.     El uso que hacía Ernie del término personalidad fragmentada o segmentada para referirse a los casos extremos de desdoblamiento, es más preciso que los vocablos utilizados más corrientemente de personalidades múltiples o alternativas. Dios creó a cada ser humano con una única personalidad. Dicha personalidad, sin embargo, puede verse fragmentada, segmentada, rota y deshecha en pedazos; es decir, dividida en diferentes partes, con cada fragmento disociado de los demás y de la personalidad completa original. Cada parte no es una personalidad distinta, sino únicamente una parte de esa personalidad original creada por Dios. El proceso de sanidad, demasiado intrincado para describirlo aquí, tiene por objetivo ayudar a cada segmento a «crecer» por propia elección y por el poder de Dios, de manera progresiva, comenzando con el fragmento más joven, de modo que se integre en la completa personalidad original tal y como fue creada por el Señor; hasta que todas lleguen a ser una en la edad biológica de la persona traumatizada.
Durante ese proceso, como revela la historia de Ernie, muchos (todos en el caso del ARS y otros abusos emparentados) precisarán ser liberados de demonios que se han asociado a sus vidas. Cada segmento necesitará asimismo ser guiado a Cristo; lo cual no da como resultado la mezcla de muchas personalidades diferentes en una, sino la restauración y la sanidad de la única personalidad original. Nuevamente, escojo utilizar la descripción de Ernie frente a aquella de muchos consejeros cristianos actuales porque revela la mayoría de estos elementos. Ernie, sin embargo, llamó en ocasiones «personalidades múltiples» a las personalidades segmentadas. He sustituido segmento o fragmento (sus palabras favoritas) en el texto.
2 2.     Algunos adoptan la posición contraria y creen que el DMP es un don de Dios, el cual capacita a niños que han sufrido abusos terribles para resistir el dolor que de otro modo los volverían locos o los mataría. Satanás se aprovecha de las personalidades múltiples y trata de demonizarlas del mismo modo que hace con las que no lo son.
3 3.     Rockstad era un maestro/predicador excelente acerca de la unión del creyente con Cristo. Practicaba un tipo de consejo previo a la liberación y posterior a ella largo y profundo. Fue uno de los primeros consejeros de liberación que se concentraron en la victoria que obtiene el creyente al aprender a ocupar su posición en Cristo como muerto al pecado, vivo en y para Jesús, y reinando con Él.
4 4.     Rockstad, «Healing the Shattered Personality», cinta de casete, Faith and Life Publications, Andover, Kansas, 1970.
5 5.     No he declarado el tipo de abuso al que fue sometida Carmen Cherry (ni los demás) porque Rockstad no lo revela ni en sus casetes ni en su cinta.
6 6.     Véase James G. Friesen, Uncovering the Mystery of MPD, Here’s Life Publishers,San Bernardino, CA, 1991.
7 7.     Véase Friesen, pp. 69s, y Neil T. Anderson, Released from Bondage , Here’s Life Publishers,San Bernardino, CA, 1991b, pp. 207–228.
8 8.     Para más ayuda en esta área tan compleja, véase Friesen, y Rodger K. Bufford, Counseling and the Demonic , Word, Dallas, Texas, 1988.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

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La realidad no demoníaca de la enfermedad mental
Patrick O’Brien era un conocido evangelista misionero en México. A mí me gustaba todo lo que leía acerca de él. Además, desde el punto de vista de un Murphy, los O’Brien tenían que ser buenas personas.
A finales de los años 70, el hijo mayor de Pat, Tom, enfermó de una manera extraña mientras se encontraba en los Estados Unidos estudiando en la universidad. Tuvo que ser enviado de nuevo a México con su familia. La dolencia de Tom encaja en lo que por lo general se califica como «enfermedad mental».1
El término enfermedad mental es inadecuado, ya que da la impresión de que uno está loco o es emocionalmente débil, o demasiado cobarde para enfrentarse a la vida. A menudo oímos decir que ningún creyente verdadero nacido de nuevo puede llegar a tener una enfermedad mental. Si posee la mente de Cristo, ¿cómo puede enfermar su mente? Cuando un cristiano contrae esa clase de enfermedad es que hay pecado en su vida. La culpa es suya. Si rompiera con las pautas de pecado, dejara de preocuparse y confiara en Dios, se pondría bien.
Por tanto, con demasiada frecuencia las víctimas de la enfermedad mental no reciben mucho consuelo, compasión o ayuda de parte de los cristianos o las iglesias. Cualquier órgano del cuerpo del creyente puede enfermar o fallar, pero no su mente o su cerebro. Por alguna razón, eso no es posible que le suceda a un cristiano verdadero. Sin embargo, fue exactamente lo que le ocurrió a Tom O’Brien.
Antes de caer enfermo Tom era un joven cristiano encantador, muy amable y compasivo. A raíz de su enfermedad, su personalidad cambió en forma radical y se hizo iracundo, en ocasiones casi violento. Puesto que estaba confinado en casa, su familia se vio obligada a retirarse del trabajo misionero en México y a volver a Los Ángeles para que Tom pudiera recibir tratamiento médico, toda la violencia sucedía en el hogar. En sus repentinos arrebatos de ira, el joven hacía pedazos las ventanas y los muebles.
También tenía la tendencia a andar desnudo, se cortaba el pelo y la ropa, hablaba de manera confusa y a menudo con palabras obscenas. Parecía obsesionado con el sexo y decía querer mantener relaciones sexuales con extraños. Su familia estaba horrorizada. Lo llevaron a varios médicos y su diagnóstico fue de todas clases, desde maníaco depresivo hasta esquizofrénico paranoico.2 Cuando tomaba la medicina, volvía gradualmente a su estado seminormal y recuperaba su estilo de vida alegre y piadoso; cuando dejaba de tomarla sufría serias recaídas.
Pat y su familia habían vuelto hacía casi un año cuando oí hablar de la dolencia de Tom. El joven se encontraba bajo una vigilancia siquiátrica constante, a menudo hospitalizado durante semanas enteras. Mejoraba lo bastante como para volver a casa, pero una vez allí su situación empeoraba y tenía que ser recluido de nuevo.
Al escuchar los informes sobre Tom, me pregunté si el joven podría tener problemas de demonios. En aquel entonces era nuevo en el ministerio de liberación y tenía la tendencia natural de los principiantes a hacer diagnósticos instantáneos de demonización. Me puse en contacto con Pat y le pregunté si me permitiría orar con su hijo Tom. Por supuesto accedió a ello.
Me sobresaltó el aspecto del joven: no tenía más que piel y huesos, ya que se negaba a comer y se había cortado el pelo casi al ras del cráneo. Era imposible mantener una conversación normal con él, puesto que cambiaba constantemente de tema. Le pedí que me leyera las Escrituras y lo hizo, pero de un modo irregular y no comprendiendo la mayor parte de lo que leía.
Comencé a orar y a reprender a cualquier demonio que pudiera estar vinculado a su vida, y seguí hablando y orando con él durante casi dos horas. Me pareció que estaba consiguiendo algo. Hice que Tom repitiera algunas oraciones de guerra y doctrinales mientras afirmaba su posición en Cristo. De repente el joven dejó de leer y estalló en un arrebato de ira. Una voz furiosa habló por su boca diciendo: «¡Soy Satanás! ¡Soy Lucifer! ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Vete al infierno!» Todavía gritándome, me golpeó en la cara y me tiró de espaldas, luego salió corriendo de la habitación.
Me quedé sobrecogido. Había intentado controlar a «los demonios» pero sin resultado alguno. Aquello nunca antes me había sucedido. Pasé las dos horas siguientes hablando y orando con Pat y su esposa, Judie. Intenté recoger información de ellos en cuanto a cuál había sido el diagnóstico del siquiatra sobre la dolencia de Tom. Se mostraban renuentes a decírmelo; hasta que por fin admitieron que el diagnóstico en cuestión había sido esquizofrenia.3 El matrimonio negaba de forma categórica que dicho diagnóstico pudiera ser correcto. Tom era un cristiano vigoroso y, decían ellos, los cristianos firmes no pueden contraer esquizofrenia.
Por desgracia había leído hacía poco un libro sobre el consejo a cristianos demonizados que afirma que la esquizofrenia está causada directamente por espíritus malos. El autor del mismo es un piadoso y experimentado consejero en liberación. Como la mayor parte de lo que escribe es excelente y bíblicamente sano, me sentí inclinado a pensar que el problema de Tom era demoníaco; después de todo, ¿no fue un demonio aquello que habló contra mí, me golpeó y pretendió que era Satanás y Lucifer?
Cuando volví a reunirme con Tom tampoco hubo «manifestaciones», pero su estado había empeorado: estaba catatónico.
Pasaron los meses y entre tanto Tom fue ministrado por otros consejeros de liberación. Todos pretendían haber echado fuera del joven cientos de demonios (yo no pude expulsar ni siquiera uno), sin embargo, no había cambio alguno en su estado.
Dispuse una cita más con Tom. Aunque turbado por mi fracaso en ayudarle, quería intentarlo una vez más. Además, mi conocimiento tanto del reino demoníaco como del área de la enfermedad mental y cerebral se había incrementado desde aquella larga primera sesión con él. Leí cuanto pude sobre la esquizofrenia y de otras disfunciones del cerebro relacionadas con ella. En Tom se daban casi todos los síntomas descritos en aquellos libros y artículos.
Pude comprender con inquietante claridad que los problemas mentales del joven eran sobre todo de orden biológico; aunque aquella idea no suponía ninguna novedad en mi planteamiento de la situación de Tom. Hacía mucho que había empezado a creer que éste sufría de alguna clase de sicosis o funcionamiento defectuoso del cerebro, aunque no podía negar la posibilidad de que estuviera también afectado de algún tipo de demonización. Tal vez, como había descubierto en otros casos, ambas se daban juntas.4
Esta vez, cuando me reuní con Tom, estaba en uno de sus infrecuentes períodos de lucidez. Lo pasamos muy bien leyendo la Biblia, orando y hablando. De nuevo intenté ministrarle liberación y se mostró totalmente colaborador. Nada sucedió. Aparte de unas constantes voces entremetidas no tuvo ninguna reacción demoníaca.
Visito a Tom con frecuencia cuando estoy en Los Ángeles. Todavía se encuentra igual. ¿Y sus padres? Siguen aún negando el diagnóstico. Insisten en que el problema de Tom tiene que ser demoníaco, que él no es un enfermo mental. De modo que a menudo interrumpen la medicación de su hijo y oran y creen a Dios por su sanidad.
Mi corazón se conmueve por Pat, Judie y sobre todo por Tom. Pat sabe que su hijo no es responsable de sus acciones y a la vez se enoja con él por el efecto destructivo que su excéntrico comportamiento tiene sobre la familia.
La capacidad disminuida no es un concepto muy popular entre los predicadores y maestros cristianos. Vemos cómo la clara nota de la responsabilidad personal corre a lo largo de toda la Escritura, así que cuando se nos obliga a enfrentarnos al mundo real de la demencia o la demonización grave, que reduce en gran manera y a veces hasta anula casi por completo la capacidad de la víctima de pensar y actuar con responsabilidad, nos enojamos y nos ponemos impacientes.5 Cuando un miembro de la familia que actúa de manera antisocial convierte nuestra casa en un campo de batalla, la vergüenza y las frustraciones que nos embargan no tienen límite, y pronto se transforman en ira que, aunque escondida, está ahí de todas maneras.
La experiencia de Tom y la verdadera angustia de su familia, a causa de la pesadilla que dura ya una década de tener en casa a un hijo querido pero con una grave enfermedad mental, me constriñe a tratar brevemente la naturaleza de las disfunciones de la mente y el cerebro. No soy siquiatra, sin embargo, ya que a menudo me enfrento al dilema de tener que diagnosticar, he necesitado aprender algo de los trastornos cerebrales, mentales y emocionales.
La mejor ayuda reciente la he recibido de dos libros: uno escrito por un siquiatra cristiano muy respetado, el Dr. John White, que se titula The Masks of Melancholy [Las caras de la melancolía] y el otro, Counseling the Demonic [Consejería contra demonios] obra de un reconocido profesor de Psicología del Western Conservative Seminary en Portland, Oregón: el Dr. Rodger K. Bufford.6
En la introducción a su análisis de la enfermedad depresiva y de las graves disfunciones del cerebro como la esquizofrenia, White reconoce los fallos de la siquiatría y cita a un colega suyo que dice: «La siquiatría es un conjunto ordenado de ignorancia». White comenta al respecto: «Su opinión resulta un poco extrema. Preferiría decir que la siquiatría, como otras ciencias humanas, constituye una masa desordenada de verdades, medias verdades e ideas estrafalarias».7
White contrasta la depresión con la enfermedad depresiva. Todos nos sentimos deprimidos de vez en cuando, sin embargo la depresión patológica y las disfunciones del cerebro tales como la esquizofrenia son mucho más serias. Al igual que el paro de riñón o los trastornos cardíacos, estas cosas requieren un tratamiento especial. White comenta que:
[ … ] nuestro problema surge[ … ] porque utilizamos el término depresión para referirnos a cosas distintas [tales como] la pena por la muerte de un ser querido[ … ] la humillación que nos trae el fracaso y la derrota[, … ] la petulante reacción de alguien cuyas expectativas de los demás jamás se ven satisfechas[ … ] [o] los problemas emocionales sin resolver.
Me ocupo más de esa depresión (del tipo que sea) que ha alcanzado proporciones más serias y quizás amenaza incluso a la vida. La diferencia entre las «depresiones» anteriores y lo que quisiera llamar enfermedad depresiva no siempre está clara, pero poco a poco se empiezan a descubrir ciertas pautas que tienen más sentido.8
White escribe acerca de la lucha por encontrar definiciones y clasificaciones aceptables de toda la gama de enfermedades depresivas, y dice que, en general, tanto las depresiones sencillas como las serias disfunciones cerebrales, por ejemplo, la esquizofrenia, son tratadas por muchos tipos de consejeros. Las enfermedades depresivas deberían ser cosa de los siquiatras y los sicólogos clínicos. White expresa que los médicos de salud síquica de todo el mundo están empezando a colaborar con la Organización Mundial de la Salud Mental para adoptar «un lenguaje común y una definición más rigurosa de los términos».
Tal vez el esfuerzo más eficaz hasta la fecha se haya llevado a cabo enEstados Unidos.
Una de las búsquedas más rigurosas de definiciones claras es un reciente esfuerzo de parte de la Asociación Americana de Psiquiatría, que ha publicado un manual conocido como el Diagnostic and Statistical Manual III (DSM III)[ … ] Dos equipos de investigadores situados en lados opuestos del mundo pueden estar razonablemente seguros de que se entienden el uno al otro si ambos utilizan términos comunes como los que propone el DSM III.9
White está de acuerdo con una versión simplificada de algunas clasificaciones recientes de las enfermedades depresivas:10
White dice que las depresiones primarias surgen por sí solas; las secundarias, por su parte, son consecuencia de otros problemas, que abarcan incluso a las enfermedades mentales o físicas. Nos concentraremos únicamente en la primera clase de depresiones.
Las depresiones primarias se deben muchas veces a disfunciones del cuerpo11 y son de dos tipos. Primero la enfermedad depresiva bipolar, que se caracteriza por cambios de humor que van desde la total desesperación hasta una excitación maníaca casi incontrolable. Se la ha llamado tradicionalmente sicosis maníaco-depresiva.
Las depresiones unipolares no combinan altos y bajos. Todo es abatimiento, desesperación y tinieblas sin ni siquiera un día soleado.12
Para merecer el nombre de enfermedad depresiva, todas esas condiciones deben prolongarse (durante algún tiempo) … Todas ellas tienen una tendencia a remitir de manera espontánea sin ningún tratamiento después de cierto tiempo, que va desde algunos meses hasta incluso varios años. Algunas veces, una depresión unipolar puede durar toda la vida o remitir de manera espontánea durante sólo uno o dos meses … Las formas graves de enfermedad bipolar son aquellas con fluctuaciones continuas entre la manía y el estado melancólico.
White hace un importante comentario que se ajusta al caso de Tom y a la reacción de sus padres, Pat y Judie, ante su enfermedad mental: «Por desgracia», expresa, «los cristianos suelen considerar sus depresiones [y otros trastornos de la mente incluso más graves] sólo en términos espirituales. Sienten que han decepcionado a Dios». Luego presenta el ejemplo práctico de un consejero y una profesional de la música cristiana, el cual le dijo a ésta que si alababa a Dios con su música desaparecería la depresión. La mujer lo intentó, pero su estado no hizo sino empeorar. White comenta sobre ello: «Se estaban tratando sus síntomas y dejando que su enfermedad avanzara».
Luego John White comenta que a menudo los médicos le refieren a él los casos de cristianos deprimidos, algo que pocas veces hacen los consejeros pastorales. «Tal vez éstos tengan menos conciencia de que puede tratarse de una enfermedad depresiva», dice. «Algunos pacientes que llevan años recibiendo consejo han empezado a ir bien en un par de meses después de haberse identificado el verdadero problema».
White sigue hablando de las dificultades que tienen los cristianos para aceptar el hecho de que un creyente puede sufrir enfermedades depresivas, y dice: «Aunado al sentimiento deprimido, los pacientes religiosos se ven atormentados por la culpabilidad[ … ] Llegan a la conclusión de que nunca han sido cristianos o han cometido el pecado imperdonable».13
No caigamos en el tópico de que «todas las cosas son espirituales». Algunos desarreglos del temperamento y disfunciones mentales, tanto fisiológicas como sicológicas, entre los creyentes no se deben a problemas espirituales sino a factores de carácter natural. El mal natural es tan real y destructivo para los seres humanos como el moral, incluso para los creyentes. Por tanto, los cristianos pueden sufrir enfermedades depresivas e incluso trastornos mentales más graves, como la esquizofrenia. Rodger Bufford nos cuenta de una creyente llamada Leila y de su lucha con cierto desarreglo de obsesión compulsiva. Leila creía en la liberación y había tratado de que echaran fuera de ella al «demonio» que le causaba el problema.
Además nos explica que los trastornos de obsesión compulsiva son «pensamientos, ideas, imágenes e impulsos recurrentes que la persona afirma no desear y encuentra repulsivos, y que sin embargo dice no poder controlar». Se trata de «rituales de conducta repetitivos que se ejecutan para producir o impedir algún acontecimiento o situación. La persona reconoce que tal actividad no guarda relación alguna con el suceso o es claramente excesiva», pero no puede dejar de realizarla.14
La mujer fue a ver a Bufford para que éste le ayudase con su patrón obsesivo de lavado. La primera cita con él era a las seis de la tarde y a fin de poder estar lista para esa hora, Leila se levantó a las cinco y media de la mañana con el objeto de ducharse y vestirse. Pasó todo el día lavando y aclarando su cuerpo, milímetro a milímetro, y llegó tarde a la entrevista. La mujer luchaba con la creencia de que su problema era demoníaco, resultante del pecado. Oraba por liberación y asistía a reuniones de sanidad, donde otros pedían por ella, sin experimentar ningún cambio.
Bufford le diagnosticó una obsesión compulsiva. Según cuenta, el problema de Leila tenía también dimensiones espirituales, las cuales fueron tratadas en su totalidad. El tratamiento se centró asimismo en ciertos cambios del comportamiento práctico. Rodger Bufford dice que a Leila le resultó difícil aceptar la idea de que su problema era en parte sicológico y no sólo espiritual. Mientras contemplaba el problema como algo del espíritu, «pensaba que lo único que podía hacer era orar y creer que Dios la sanaría. Esto hacía fácil para ella el justificar su pasividad». Bufford la animó «a orar y creer, pero también a actuar según Dios la capacitara para adelantar el proceso de sanidad con sus esfuerzos diligentes. A medida que la mujer lo fue haciendo, experimentó un progreso gradual».
Cierta noche recibí la llamada desesperada de una mujer de otra ciudad.
—¡Dr. Murphy—, me dijo—, estoy poseída por demonios! Por favor, ayúdeme; si no lo hace moriré. He hablado con el Rvdo.___________________, pero no ha podido socorrerme. ¿Quiere hacerlo usted?
Mi primera tarea consistió en hacerla calmar. La animé y traté de ayudarla a salir de aquel frenesí de emociones en que se encontraba. Pasado un rato se calmó. Mientras escuchaba su historia por espacio de dos horas, comencé a sospechar que el problema de la mujer no era demoníaco. Más bien parecía sufrir de algún tipo de trastorno maníacodepresivo.
Enseguida oré con ella, algo que siempre hago, ya que si hay demonios de por medio reaccionan de algún modo y dan a conocer su presencia. También, por medio de lo que llamo la «afirmación de fe», las oraciones traen fe y consuelo a la víctima.
Hay mucha gente que pide ayuda a los consejeros espirituales porque creen que somos personas de poder en el Espíritu Santo. De modo que cuando hacemos con ellos una oración tranquila y al mismo tiempo con autoridad, se sienten ayudados de inmediato; esto abre la puerta a un tipo de consejo más eficaz. No ceso en mi perplejidad al saber de consejeros cristianos que no oran con aquellos a quienes aconsejan ni piden por ellos. Los que no lo hacen, tampoco utilizan con ellos las Escrituras. ¿Por qué?
—Elizabeth—le dije—. No percibo demonios en su vida. No quiero decir con ello que no la estén atacando, pero no tiene nada que temer. ¡No pueden dañarla! Mientras oraba por usted até la actividad demoníaca contra su vida y le voy a enseñar la manera de hacerlo usted misma. No tiene que seguir temiéndolos por más tiempo. Están todos derrotados por el Espíritu Santo que mora en usted.
—¡Oh, gracias! ¡Muchas gracias!, —contestó—. Ya me siento mejor, aunque todavía estoy asustada y deprimida. Haré lo que me diga».
—¿Conoce usted a un siquiatra o sicólogo cristiano en su área? —pregunté.
—No. Pero tengo contratado un buen seguro médico con cierto hospital cercano donde cuentan con siquiatras competentes. En realidad mi marido ya había llamado y fijado una cita para mí antes de que nos dieran su teléfono. No sé si ese siquiatra es o no creyente. ¿Cree usted que podría tratar de quitarme la fe?, —preguntó.
—No, no lo creo. Sin embargo, puede decirle con franqueza que es usted cristiana y no quiere que hable en contra de su fe. La mayoría de los siquiatras no intentan socavar de manera intencional las creencias religiosas de sus pacientes.
»Puede, no obstante, que le diga que es usted demasiado religiosa y que la esclavitud a su estilo de vida extremo resulta dañina para su estabilidad emocional. Y es cierto, Elizabeth, que usted es demasiado religiosa. La frenética actividad cristiana que realiza resulta exagerada. Ha descuidado a su esposo, sus hijos y sus propias necesidades físicas y emocionales. Debe romper con ese estilo de vida extremo. ¿Está usted dispuesta a seguir mis sugerencias?»
Resumiendo: Elizabeth fue al siquiatra, quien le diagnosticó un problema de trastorno maníaco-depresivo y la hospitalizó de inmediato. Pocas semanas después la mujer volvió a su casa. Ahora, siempre que toma su medicación, Elizabeth se encuentra bien. Es una mujer, esposa y madre normal y encantadora. Todavía va a la iglesia, pero lleva una vida cristiana equilibrada. Su siquiatra inconverso, que es una persona solícita, le ha sido de gran ayuda.15 Lo que ahora necesita es que Dios la sane de su enfermedad maníaco-depresiva; algo por lo que ella misma y otros están orando.

1 1.     Este es un relato compuesto basado en experiencias con gente que tiene problemas similares.
2
2.     Véase Ed Clendaniel, «Crying Out for Help: The Horror of Schizophrenia», San Jose Mercury News (18 de marzo de 1990); y «Brain Changes Found in Schizophrenics», San Jose Mercury News (22 de marzo, 1990).
El destacado psiquiatra cristiano John White dice: «Estamos descubriendo que la esquizofrenia es un compuesto de varias entidades físicas, algunas de las cuales ya se han aislado y comprendido, mientras que otras permanecen oscuras. Sabiendo que en la esquizofrenia se perturba la bioquímica cerebral, confiamos que algún día se encontrará el remedio para la curación de todos los esquizofrénicos.» «Demonization and Mental Health», serie de tres cintas de casete, cinta 2a.
3 3.     Que yo sepa, el mejor libro práctico a la venta sobre la esquizofrenia es Surviving Schizophrenia: A Family Manual , Harper, Nueva York, por el Dr. E. Fuller Torrey, un psiquiatra clínico y de investigación especializado en el trabajo con esquizofrénicos. Todo consejero debería comprar y leer este libro, y toda familia que tiene un miembro perturbado cuyo diagnóstico haya sido esquizofrenia debería poseerlo.
4 4.     Véase Rodger K. Bufford, Counseling and the Demonic , Word, Dallas, Texas, 1988, pp. 116s; Marion H. Nelson, Why Christians Crack Up , Moody, Chicago, 1976, pp. 135–148; John White, The Masks of Melancholy , InterVarsity, Downers Grove, IL, 1982, pp. 27–39.
5 5.     Bufford, pp. 73–77, 110 y 111.
6 6.     White; Bufford.
7 7.     White, p. 60.
8 8.     Ibid. pp. 60 y 61.
9 9.     Ibid. p. 63.
10 10.     Ibid. p. 63.
11 11.     Véase Bufford, pp. 68–72, 78s, 199.
12 12.     White, pp. 63 y 64.
13 13.     White, pp. 77 y 78; véase Bufford, pp. 51s.
14 14.     Bufford, pp. 88 y 89.
15 15.     No me siento a gusto con las palabras siquiatra o sicólogo, especialmente cuando se refieren a consejeros cristianos. Ambos términos provienen de la palabra griega psyché, alma. La psicología es por tanto la ciencia de las almas humanas. Los siquiatras y los sicólogos se consideran por lo general médicos o sanadores del alma; pero sólo Dios puede realmente curar a las almas quebrantadas y enfermas. Es cierto que la sicología y la siquiatría utilizan verdades basadas en una observación y reflexión cuidadosa del hombre, pero también incorporan enseñanzas y prácticas que tienen sus raíces en errores espirituales básicos e incluso en el engaño. Esta mezcla de verdad y error se da especialmente en la sicoterapia, la mayor parte de la cual no tiene base bíblica. Ya que Dios es el sanador de las almas humanas, su Palabra constituye la fuente de verdad sanadora. Por tanto, los consejeros cristianos preparados (un término mejor que siquiatra o sicólogo) que saben aplicar la verdad de Dios a aquellos que sufren, conocen el mundo espiritual y no tienen miedo de participar en el ministerio de liberación cuando es necesario, y han trabajado con todo tipo de casos de desdoblamiento de la personalidad, son las personas ideales para ministrar al individuo con problemas, ya sea éste cristiano o inconverso.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

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El consejo con sabiduría
Qué sabios tenemos que ser los consejeros! Jamás deberíamos diagnostica a quienes aconsejamos más alla de nuestra experiencia y conocimiento. Los consejeros sin discernimiento son guías peligrosos, pero lo mismo ocurre con los ignorantes. Si hay conocimiento disponible, Dios espera que lo busquemos.
Los consejeros cristianos han de ser ávidos lectores. Deberían leer a los expertos, tanto cristianos como no cristianos. Aunque resulta ventajoso seleccionar a siquiatras y sicólogos cristianos con buena preparación y bien dotados, que sepan diagnosticar y tratar las enfermedades depresivas, no hemos de excluir a los especialistas en enfermedades mentales inconversos.
Hay entre ellos quienes poseen una gran habilidad para diagnosticar y tratar dichas enfermedades, y muchos son personas compasivas e infatigables en su esfuerzo por refinar el conocimiento y tratamiento de las causas biológicas y emocionales de las dolencias depresivas. Estos médicos han ayudado a crear herramientas de diagnóstico que pueden ser utilizadas por los consejeros para entender mejor lo que les sucede en realidad a las personas a quienes estamos ministrando.1
Dos clases de depresión
Quisiera volver a un área de la enfermedad depresiva: aquella de las depresiones primarias. Estas depresiones son principalmente de dos clases: bipolares y unipolares.
En la depresión bipolar, la persona experimenta un temperamento inconstante que abarca desde el entusiasmo maníaco hasta el abatimiento depresivo. Los momentos de excitación maníaca pueden dar la impresión tanto de cordura como de demonización. Cuando se encuentra en uno de esos momentos, la persona afligida puede mostrarse fuera de control: gritar, desenfrenarse y destruir bienes personales; o simplemente hablar de un modo incesante sobre sus ilusiones.
Cierta señora estaba segura que iba a producirse la segunda venida del Señor; y se puso tan excitada que agarró el atizador de la chimenea y empezó a agitarlo sin control, mientras gritaba: «¡Jesús viene! ¡Jesús viene!» Antes de que pudiera ser dominada había destruido el árbol de Navidad y otros objetos. Tras ponérsele una dosis más fuerte de medicación, volvió a la normalidad. En aquel éxtasis incontrolable parecía demonizada, pero no lo estaba.
Sin embargo, en el caso de las depresiones clínicas unipolares no se dan esos momentos de excitación maníaca, sino sólo el abatimiento y la desesperación. Tales personas pueden convertirse en suicidas. Es preferible la muerte, piensan, a una vida que ha llegado a ser un dolor constante y siempre en aumento.
Los especialistas están ahora convencidos de que tanto las depresiones bipolares como unipolares son, de manera especial, biológicas. El Dr. John White dice que ahora se cree que unas y otras se deben a una «escasez» de neurotransmisores en el cerebro. Empleando el término del Dr. White, estos neurotransmisores son «mensajeros» electroquímicos diminutos que deben llevar de una a otra de las células nerviosas del cerebro los mensajes contenidos en ellas.
Por alguna razón quedan encerrados en áreas de almacenamiento de las células nerviosas. El tratamiento va dirigido bien a liberarlos o a alargar su tiempo de actividad[ … ] en realidad no llevamos los mensajes cerebrales de una parte a otra del cerebro, ni siquiera de una célula nerviosa a la siguiente. En dos células nerviosas de la red de comunicaciones hay un espacio diminuto lleno de un fluido llamado sinapsis. Los transmisores de área recogen los mensajes a un lado de la sinapsis y los entregan en el otro. Su campo de acción es más bien limitado.2
Si los neurotransmisores escasean, es decir, si no son liberados de una célula nerviosa a otra, el cerebro sufre disfunciones. Y cuando faltan, la parte del cerebro que controla nuestros estados de ánimo, poder de concentración, energía, sueño, impulso sexual, apetito; se ve afectada. Nos volvemos melancólicos y perdemos la energía. Como lo expresa cierto siquiatra, el «centro del gozo» que tenemos en el cerebro es saboteado y perdemos la alegría de vivir: nuestro deseo normal de amar, mantener relaciones sexuales, comer, disfrutar de la belleza o del humor. Bien queremos dormir todo el tiempo o somos por completo incapaces de hacerlo. Comemos con desenfreno, no disfrutando de la comida sino ingiriéndola de manera compulsiva o somos incapaces de comer porque dicha comida ha perdido su atractivo para nosotros.
Es importante que nos demos cuenta de que el comportamiento causado por las funciones defectuosas del cerebro a menudo imitan patrones de conducta similares a los de la demonización; de ahí la necesidad de una diagnosis correcta. ¡No podemos echar fuera demonios que no existen!
Mis experiencias personales con la depresión
Me resulta difícil contar el siguiente relato de mí mismo, pero también sufrí una depresión unipolar que muchos de mis amigos consideraron demoníaca. La angustia por la que pasé fue infernal, pero se ha convertido en una de las experiencias más valiosas de mi vida.
Hablando en lenguaje no técnico, he sido, por lo menos hasta hace poco, un adicto al trabajo, perfeccionista, obsesivo, compulsivo y compasivo. Ninguno de esos términos es elogioso salvo el de «compasivo». En 1983, mi estilo de vida indisciplinado y de adicción al trabajo culminó en un colapso nervioso total. Los diez años anteriores al mismo fueron años completos faltos de disciplina. Mientras estudiaba durante tres de ellos a tiempo completo para sacar el doctorado en la Escuela de Misión Mundial de Fuller, estaba también enseñando en la Universidad Biola y el Seminario Teológico Talbot. Asimismo hacía las veces de pastor interino o ministro de púlpito en iglesias que no tenían pastor. Una de ellas era la numerosa Iglesia de la Puerta Abierta en el centro de Los Ángeles.
Cada verano enseñaba en la escuela estival y luego viajaba al extranjero. Me ausentaba tanto como dos meses seguidos, recorriendo a menudo muchas zonas horarias y pasando desde Asia a África y luego a Europa. Durante ese mismo período fui lanzado a mi ministerio de guerra espiritual en las áreas de la consejería, la liberación y el adiestramiento. No podía librarme de las llamadas pidiéndome consejo espiritual a menos que me fuera de casa. El teléfono sonaba continuamente.
Siendo una persona compasiva, realicé lo que más tarde llamaría «liberaciones a petición». Me convertí en el dirigente de un Equipo SWAT, liberando rehenes mediante choques de poder día y noche. Solía comentarle a Loretta: «¿Por qué estarán siempre tan activos los demonios por la noche cuando tengo que dormir?»
¿Cuáles eran mis motivos para ministrar de esa manera a las víctimas de la demonización? ¿Lo hacía para la gloria de Dios? Sí. ¿Para derribar las fortalezas satánicas? Sí. ¿Y por qué otra causa? Por el amor al trabajo; por mi naturaleza obsesiva, compulsiva de adicto al trabajo perfeccionista. Ganaba autoestima trabajando. Esa era una parte de mi pecado. Llevaba una vida desequilibrada.
Mi esposa y mis hijos me advertían una y otra vez, pero era demasiado «espiritual» para escucharlos. Dios y la gente me necesitaban; y también yo los necesitaba a ellos, como más tarde descubriría, para mantener mi autoestima.
Dios me había llamado a ser misionero, de modo que cuando terminó mi período de siete años en Biola, volví a OC como uno de sus vicepresidentes y como tal viajaba de modo constante al extranjero. Al llegar el año 1983 me encontraba agotado, sin embargo, tenía un programa continuo de viajes afuera del país intercalados con conferencias misioneras en los Estados Unidos.
Las peores experiencias sucedieron durante la Navidad de 1982 en Nigeria. Estábamos ministrando en una iglesia autóctona entre los ibos del norte del país y nuestros anfitriones no nos atendían muy bien. Teníamos que dormir en un salón de baile-burdel-bar de cierta localidad próxima, único sitio donde había habitaciones para alquilar, y el dormitorio de la encargada del prostíbulo estaba en el pasillo justo en frente del mío.
La época de Navidad es un tiempo de fiestas en Nigeria. La gente parecía estar de juerga día y noche, y la única forma de dormir era sedándome con fuertes píldoras tranquilizantes. Teníamos poca comida y menos agua. Había botellas de whisky tiradas por toda la mugrienta habitación. La gente religiosa del lugar, algunos con hostilidad hacia nosotros, encabezaban constantes manifestaciones. Todos sabían que estábamos allí. La atmósfera era difícil, agobiante. Hacíamos una predicación evangelística por la noche y enseñábamos sobre guerra espiritual durante el día.
En una de las sesiones de la mañana, se produjo una conmoción en la parte de atrás del auditorio. Una joven saltó de repente, chillando y sacudiendo la cabeza hacia mí. No podía comprender lo que decía, pero sabía que estaba demonizada. Comenzó a lanzarme maldición tras maldición y en vano trataron de dominarla. De repente vino corriendo por el pasillo, gritando, maldiciéndome y quitándose la ropa. No pudieron controlarla hasta que estuvo medio desnuda justo debajo del estrado. Los demonios gritaban a través de su boca.
Casi siempre puedo manejar esa clase de revuelos, pero en aquella ocasión no pude. Estaba demasiado agotado y débil para pensar como es debido. No tuve la suficiente presencia de ánimo para preguntarle a mi intérprete lo que decía la mujer.
Luchamos durante toda la semana. Mi compañero y yo nos sentimos contentos una vez que aquella hubo terminado. Sin embargo, cuando partimos hacia el aeropuerto más cercano para tomar el avión de regreso a casa descubrimos que todos los vuelos habían sido cancelados debido a un golpe militar ocurrido aquella misma mañana. Nos volvieron a conducir al burdel.
Después de usar de mucha persuasión, dos hombres de negocios accedieron a llevarnos en coche los 800 kilómetros que nos separaban de Lagos, prometiendo dejarnos en el consulado americano. Entonces comenzó otra semana de terrible tensión. Para empezar, no pudimos encontrar en la ciudad ningún sitio donde alojarnos; el consulado americano había cerrado; y la guardia no nos prestó ninguna ayuda. Sabíamos que la Misión en el Interior del Sudán (SIM) tenía su sede en Lagos. Nos dirigimos allí y ellos accedieron a hospedarnos. ¡Qué gran bendición fueron para nosotros los misioneros de SIM!
Como colofón de todo, durante nuestra estancia en Lagos se produjo el fenómeno llamado Harmattan: una lluvia de toneladas de partículas microscópicas de tierra que cae sobre grandes porciones del África Central. La arena procede del imponente desierto del Sahara, a miles de kilómetros de distancia, y oscurece el sol como una niebla negra y pesada. Dicha arena se filtra en los motores y la demás maquinaria dañando su funcionamiento interno. Es peligroso para los aviones atravesar el Harmattan. Así que cuando se levantó el bloqueo del país y se permitieron de nuevo los viajes aéreos, el Aeropuerto Internacional de Lagos permaneció cerrado debido al Harmattan. La compañía internacional para la que habíamos comprado billetes canceló todos sus vuelos a Lagos y los aviones que debían aterrizar allí sobrevolaron el aeropuerto debido a que los pilotos se negaban a aterrizar con la lluvia de arena.
Cada día teníamos que ir al aeropuerto para tratar de conseguir billetes en cualquier vuelo que saliese del país. Centenares de personas atestaban el lugar y había familias enteras acampadas allí durante días. Todos los retretes estaban atascados y rebosando. La comida y la bebida eran escasas. Parecía que no había esperanza.
Por fin logramos una plaza en Alitalia, la línea aérea italiana, mediante una suerte tan extraña que sería muy largo de explicar. En mi diario registré más de una docena de «milagros» que Dios hizo durante aquellas dos semanas.
Cuando llegamos a casa estaba tan débil y con tal cansancio mental que no podía pensar con claridad; sin embargo, aún tenía por delante todo el mes de enero de conferencias misioneras y compromisos para predicar en diferentes partes de los Estados Unidos. Febrero también estaba completo con encuentros de vida y guerra espiritual en Colombia. Y en marzo debía ser el orador principal en diferentes conferencias de pastores a lo largo y ancho de Argentina.
Conseguí pasar febrero, durmiendo poco por la noche y sólo con la ayuda de píldoras tranquilizantes. Casi estaba aterrado ante la pérdida de mi capacidad para dormir, incluso cuando me encontraba exhausto. Al volver de Colombia, luche por prepararme para el fuerte ministerio en Argentina.
El aspecto más terrible de mi problema era la confusión mental. Aunque hablo bien el castellano, no podía organizar mis estudios en ese idioma. Pasé horas enteras preparándolos. Sentía oleadas de ansiedad recorriendo mi cuerpo y me encontraba aterrorizado, aunque no sabía por qué. Supuse que se trataba del enemigo; de manera que aumenté mis períodos diarios de oración y guerra espiritual. Reflexionando sobre las maldiciones que me había lanzado aquella hechicera nigeriana, estaba convencido de que las mismas eran un factor principal en mi problema. Quizás antes de aquello me habían maldecido otras veces y esas maldiciones eran fáciles de romper: sólo tenía que orar y resistir al diablo. Pero mi estado no hizo sino empeorar.
Lo peor de todo era que estaba perdiendo poco a poco la presencia de Dios. El Señor me daba la espalda. Me desechaba y no sabía por qué. Me volví abstraído, deprimido, melancólico, condescendiente y lúgubre. Odiaba al hombre en el que me estaba convirtiendo, pero no sabía cómo volver a ser el de antes. Todo aquello en lo que me había apoyado en mi vida se me estaba quitando, incluso a Dios mismo.
En dos meses perdí el apetito y catorce kilos de peso. No podía dormir. Aunque nunca había dedicado muchas horas al sueño durante la noche, siempre había sido capaz de dormir en cualquier parte. Ahora no podía hacerlo ni siquiera con dobles dosis de tranquilizantes. Uno de los médicos me dijo que las píldoras que estaba tomando eran suficientes para dormir a un caballo. Sin embargo, en mi caso resultaban ineficaces. Recuerdo un período de tres semanas en el que no dormí en absoluto, ni de noche ni de día.
También perdí todo interés romántico en mi esposa. Loretta es una mujer muy hermosa y tierna, y siempre habíamos disfrutado de nuestro amor el uno por el otro. Ahora era incapaz de cualquier clase de amor romántico. Pero lo peor de todo era el sentimiento de culpabilidad que me abrumaba. Pensaba que debía haber pecado de alguna manera contra Dios y que me lo estaba reclamando. Examiné mi vida una y otra vez. Confesé cada pecado que pude recordar e incluso inventé otros que no había cometido jamás y los reconocí esperando que Dios volviese a mí como prometía (Mateo 7.7–11, Lucas 11.1–11). Hice mi parte, pero el Señor se negó a hacer la suya. Pronto me sentí enojado con Dios por incumplir sus promesas.
El sentimiento de culpa aumentaba al comprender que a menos que Dios me sanara tendría que cancelar mi viaje a Argentina. Hasta que por fin llamé a aquel país diciendo que me sería imposible ministrar allí debido a una grave enfermedad. Uno de los líderes argentinos me devolvió la llamada insistiendo en que fuera, mientras Loretta me rogaba que no lo hiciese. Ella podía ver la horrible transformación que había convertido a su marido en un hombre totalmente distinto.
El cancelar mi billete sólo me produjo un sentimiento mayor de culpabilidad, de modo que renové mi reservación a escondidas de Loretta esperando que aquello aliviaría dicho sentimiento. No fue así.
Por último di un paso más. Tenía una conferencia de fin de semana sobre misiones en una de las iglesias que apoyaban mi ministerio, a doscientos kilómetros de casa. En vez de cancelarla, decidí utilizar aquel encuentro como prueba para mi capacidad de enseñar. Si todo marchaba bien, iría a Argentina; en caso contrario, volvería a anular mi billete.
Hablé el sábado por la noche con mucha libertad y por primera vez en varios meses dormí profundamente. ¡Qué extraña sensación! Sin embargo, cuando me desperté de madrugada para ir a los montes cercanos y tener allí un período de oración<%-1> con la familia que me hospedaba, estaba desesperado. El miedo<%-1> y la ansiedad<%-1> me abrumaban, y sobre mí pasaban tales oleadas de pánico<%-1> que apenas podía hablar.
Mientras predicaba en los cultos de la iglesia me sentí de nuevo confuso. La boca y la lengua se me entumecían y tenía que hacer un esfuerzo para pronunciar cada palabra. Apenas podía predicar un mensaje de treinta minutos, los cuales se me hacían como treinta horas. Sin embargo, mientras conducía de camino a casa todavía quería ir a la Argentina.
Intenté hacer que mi voz respondiera dictando cartas durante todo el viaje de vuelta. Luego, cuando se transcribieron aquellas cartas, no pude enviarlas: estaban todas desorganizadas.
Cancelé mi viaje a Argentina, creyendo que el sentimiento de culpabilidad acabaría por destruirme. Durante el mes siguiente fui de un doctor a otro tratando de conseguir ayuda. Los médicos, todos ellos amigos míos, me diagnosticaron fatiga y agotamiento. Por último, uno que había sido misionero me dijo: «Ed, tienes una depresión grave y necesitas que te vea un siquiatra».
Por desgracia, acababa de leer un libro sobre la depresión escrito por un famoso maestro de la Palabra americano. Su principal mensaje consistía en que la depresión era resultado del pecado. ¡De la incredulidad! ¡De la preocupación! ¡De la falta de confianza en Dios! Ningún cristiano piadoso y lleno del Espíritu debería estar jamás deprimido, repetía. Era muy crítico con los medicamentos antidepresivos. La terapia electroconvulsiva, el electrochoque, era anatema: dañaba el cerebro y borraba la memoria de la persona.
Interpretando todavía mi enfermedad desde una perspectiva espiritual, probé su programa para vencer la depresión. En realidad era el mismo que había estado siguiendo durante meses y no hice sino ponerme peor. El libro de aquel maestro sólo me condujo a una mayor desesperación. Cuando lo leyó Loretta, se indignó tanto que lo tiró a la basura.
Deseaba morirme y sólo el amor por mi familia me impedía planear con seriedad mi propia muerte. Aunque no podía sentir amor por ellos, sabía que los amaba. Mi muerte egoísta les habría acarreado sufrimientos horribles. A menudo me pregunto cuántos creyentes con una enfermedad depresiva grave se habrán suicidado después de leer ese libro u otros semejantes. ¡Sólo Dios sabe la cantidad de suicidios que estarán indirectamente causados por las palabras y los escritos de escritores fundamentalistas que ignoran los mecanismos biosicológicos de las enfermedades depresivas graves!
Desde mi recuperación he tenido una constante palabra de advertencia para todos los predicadores y maestros de la Palabra que escriben: «No te atrevas jamás a escribir cosas que van más allá de tu experiencia. Recuerda que eres un maestro de la Palabra y no un siquiatra».
Seguía diciéndome a mí mismo: «¿Ir al siquiatra? ¿Yo? Ningún cristiano lleno del Espíritu necesita un siquiatra. ¡No precisamos de siquiatras! ¡Tenemos a Cristo!» Eso era lo que me habían enseñado y lo que yo, a la vez, había enseñado a otros.
Cierta noche por fin, sintiendo que moriría a menos que encontrase alivio, me vino a la mente de manera súbita el nombre de un siquiatra cristiano: el Dr. Basil Jackson, un irlandés como yo, director del Centro Psiquiátrico Jackson en Milwakee, Wisconsin. Varios años antes habíamos ministrado juntos en Ghana, África Occidental. ¿Me recordaría? ¿Podría ayudarme? Tan pronto como empecé a contarle a Basil mis síntomas, él, con su estilo característico, me cortó y dijo:
—Ed, ya sé lo que te pasa. He tratado a más de mil líderes cristianos con el mismo problema. Puedo ayudarte. ¿Cuándo te es posible tomar un avión y venir a verme? Eres un siervo de Dios y Él quiere que te pongas bien. Yo seré su instrumento para ayudar a que te recuperes.
—Basil —le contesté—. Tú conoces mi enseñanza y ministerio en el terreno de la guerra espiritual. Creo que todo esto es demoníaco.
—No, no lo es; se trata de una disfunción biológica del cerebro llamada depresión unipolar endógena o clínica. Los demonios no tienen nada que ver con ello. Saca tu billete y ven a verme esta semana.
Pocos días después Loretta y yo estábamos de camino a Wisconsin, pero no sin antes haber dicho a dos conocidos predicadores de poder que vinieran a verme. Ambos son hombres buenos y amigos míos. Estaban convencidos de que mi problema era demoníaco y decían que Dios quería sanarme de inmediato. Pusieron juntos sus manos sobre mí y oraron. Luego, uno de ellos dijo: «Estás sano. Los poderes demoníacos han sido rotos».
Me puse peor.
Llegado el momento de partir hacia Milwakee, tuvieron que sedarme parcialmente para que pudiera soportar el viaje en avión. No recuerdo nada en cuanto al vuelo, sólo que cuando llegamos a casa de los Jackson temblaba tanto que no podía mantenerme en pie. El doctor me dio un tranquilizante muy fuerte y dormí por primera vez en dos meses.
La depresión endógena unipolar o depresión biológica clínica es una disfunción de los neurotransmisores del cerebro producida por factores desconocidos. Se sabe, sin embargo, que el estrés desempeña un papel decisivo en la enfermedad y yo había tenido bastante de dicho estrés como para llenar dos vidas.3
El principal tratamiento para este tipo de depresión son los antidepresivos, los medicamentos verdaderamente milagrosos de nuestra generación, del mismo modo que los fármacos sulfa y la penicilina lo fueron de las generaciones anteriores.4 En casos extremos, cuando los antidepresivos por sí solos no son capaces de poner otra vez en marcha al instante la fábrica electroquímica del cerebro, puede necesitarse la terapia electroconvulsiva (TEC).
Por desgracia la TEC ha sido gravemente calumniada al aplicársele de manera injusta el término «electrochoque», cuando se trata sobre todo de la liberación cuidadosa y controlada de una corriente eléctrica de poco voltaje en el cerebro, a fin de ayudar al arranque instantáneo del propio mecanismo de descarga de éste.
Recibí ambos tratamientos y doy gracias a Dios por ellos. Me sometieron a la TEC porque mi situación era tan grave que el cerebro no respondía a los antidepresivos. Y funcionó casi de milagro, cambiando por completo mi estado. Pocas semanas después había empezado a recuperarme. Entonces los antidepresivos comenzaron a hacer su trabajo. La TEC había vuelto a poner en marcha la fábrica electroquímica de mi cerebro. Contrario a la desinformación que popularizó el desafortunado filme Alguien voló sobre el nido del cuco, la TEC no es en absoluto dolorosa; en realidad estuve durmiendo apaciblemente durante las seis sesiones que me dieron. Para mí fue una experiencia de lo más agradable.5
¿Y qué acerca de la pérdida de memoria? Si la TEC se realiza como es debido y corre a cargo de un especialista, dicha pérdida de memoria se reduce al mínimo. Lo único que se me olvidó a mí fueron casi todos los sufrimientos por los que había pasado desde que abandoné California para volver tres meses más tarde. Sólo a veces me vienen imágenes retrospectivas de aquellos días, por lo cual me siento agradecido.
Las sesiones de consejo con Basil6 expusieron e hicieron pedazos mi incredulidad legalista, orientada hacia el rendimiento en el trabajo y el agotamiento en el servicio a Dios. En primer lugar, Basil me dijo que era una persona irascible. Aquello me enojó. Nunca hasta entonces me había considerado a mí mismo como alguien con propensión a la ira y pocas veces la manifestaba, ya que en mi infancia había aprendido a interiorizarla.
También mi teología me decía que la ira es pecado. El intentar cambiar mi ambiente inmediato equivale a resistir a la voluntad de Dios. Pensaba que tenía que someterme a cualquier cosa que me hiciera la gente, o que ésta dijera o solicitara de mí, para agradar a Dios. Pero al fin me di cuenta de que estaba airado. Lo estaba con la gente, a causa de las exigencias que me hacían, y con Dios, ya que había sido mi servicio a Él lo que me había sumido en aquella angustia que ahora estaba atravesando; además, cuando lo necesitaba, me había abandonado.
Estaba airado con Basil, porque me había prohibido leer la Biblia hasta que mi cerebro se curase. También lo estaba por el dolor constante que me veía obligado a soportar. Mientras Loretta contemplaba con horror mi lucha por resistir el dolor interno y conservar mi cordura, Basil le confesó: «Loretta, no hay dolor como el dolor mental. Si tienes un tumor, puedo quitártelo; si padeces jaquecas, me es posible darte un tratamiento para ellas. Pero cuando sufres una enfermedad depresiva crónica, lo único que puedo hacer es tratar de encontrar los antidepresivos correctos, esperar hasta ver si funcionan y orar. Acompañamos a la víctima en su dolor, pero tenemos pocas posibilidades de aliviárselo. No hay palabra alegre que pueda alegrar al enfermo, ni funciona ninguna exhortación a que piense en cosas positivas. Se trata de un dolor como pocos otros que el hombre conozca». Es la razón por la cual muchas personas gravemente deprimidas se suicidan. No ven propósito en su vida y lo único que desean es escapar de su dolor anímico.
El consejo de Basil se concentró en el verdadero significado de la gracia. «Has traído contigo a la vida cristiana tu legalismo catolicorromano y tu orientación hacia el rendimiento», me dijo. «Mides tu autoestima personal por cuánto estás haciendo para agradar a Dios: cuánto puedes servirle a Él, a los perdidos y a la iglesia. En vez de trabajar por un reposado amor en su gracia, lo haces para tenerle contento. Eso es no entender la gracia incondicional».
Por último me dijo que mi adicción al trabajo era pecado. Ya lo sabía, pero estaba secretamente orgulloso de ella. Todos los adictos al trabajo del reino, afirmó Basil, han violado por completo el concepto bíblico del hombre: se ven como si fueran seres espirituales y pasan por alto el hecho de que están formados por espíritu, cuerpo y emociones. En la actualidad se encuentran unidos a una naturaleza física y emocional que necesita descanso, juego, diversión y relajamiento, tanto como trabajo, para sobrevivir. Me creía demasiado espiritual para aquellas cosas tan mundanas.
También dijo que era demasiado serio. Debía volverme más alegre y comprender que tengo este tesoro en un vaso de barro y no en uno glorificado. Había quebrantado la ley del Señor en cuanto al «Día de reposo» durante más de veinticinco años y ahora se me pasaba la cuenta. Dios había intervenido para preservar mi vida, permitiendo que la naturaleza misma detuviera repentinamente mi ritmo de actividad.
¿Cuál fue la actitud de mis colegas en el ministerio respecto a mi dolencia? Aunque algunos respaldaron mi decisión de ir a un psiquiatra, muchos otros no estuvieron de acuerdo con ella. Un amigo muy íntimo y líder misionero llamó a Loretta y le dijo que me sacara del hospital. Debíamos volver a California y seguir adelante con el ministerio. Expresó que los cristianos piadosos no pueden sufrir depresión. Los verdaderos problemas en mi vida eran el pecado y la incredulidad. Otro hermano más llamó y dijo que se había recibido una palabra de conocimiento según la cual cada una de las píldoras que estaba tomando tenía demonios. Debía dejar de tomarlas al instante y sería sanado. (¡Menos mal que no sabía nada del tratamiento de TEC!)7
Diferencia entre las fuerzas demoníacas y biológicas en la depresión
¿Cuál es la relación entre las enfermedades emocionales biológicas y el mundo espiritual? ¿Cómo podemos distinguir entre una cosa y otra? ¿Cuáles son los síntomas de una implicación directa de demonios?
Los espíritus malos siempre están de una manera indirecta relacionados con las aflicciones del pueblo de Dios y a menudo tienen la autorización del Señor para provocarlas con un objeto que tal vez no lleguemos a comprender plenamente hasta que estemos con Él. Este fue mi caso.
Confío en que la experiencia de Tom O’Brien y la mía propia ayuden a equilibrar nuestras tendencias a simplificar exageradamente la cuestión de las disfunciones de la personalidad humana. Son muchas las fuerzas que actúan contra cada vida individual y pocas veces el problema de una persona tiene una sola dimensión. Cada individuo es producto de la herencia, el entorno, la experiencia y las propias decisiones.
Cada uno de los síntomas mencionados como evidencia de demonización puede ser causado por factores no demoníacos (incluidas la resistencia al señorío de Cristo y las voces extrañas que por lo general aparecen en la demonización grave).8 Algunos estados siquiátricos, incluyendo las disfunciones cerebrales, pueden producir y producen fenómenos semejantes. Esta es la razón por la cual cada caso es único para el consejero. No debemos formular juicios precipitados, sino actuar con cautela. Cuando el asunto supera nuestra capacidad, no lastimemos aún más al que busca consejo. Enviémoslo a otros que tengan más experiencia.
Sin embargo, la oración de guerra no perjudicará a los cristianos no demonizados si se hace con precaución. Ya que los demonios siempre tienen parte en la dolencia, esto les sirve para saber que no deben interferir en el procedimiento de la consejería. Si hay demonios ocultos, dicha oración los barrerá sin hacer daño a la persona a quien se aconseja.
Con la experiencia, el consejero de liberación aprende tanto a discernir como a detectar la presencia de malos espíritus y también a reconocer los síntomas de las disfunciones no demoníacas de la personalidad.
Por último, aunque nadie sea preciso al cien por ciento, ni siquiera el siquiatra más experto o el mejor dotado de los ministros de liberación, nuestra precisión va aumentando con el tiempo, la experiencia, la oración y el estudio. Siendo mortales no podemos esperar más de nosotros mismos, pero tampoco puede esperarse menos de unos hábiles consejeros.
1 1.     Véase la nota final número 15 del capítulo 60; especialmente mi enérgica advertencia en cuanto a la psicoterapia. De habérmelo permitido el tiempo, habría vuelto a escribir algunas partes de este capítulo para que fuesen más coherentes con los temas suscitados en dicha nota.
2 2.     Dr. John White, carta personal al autor.
3 3.     John White, The Masks of Melancholy , InterVarsity, Downers Grove, IL, 1982, pp. 127–135. La explicación de White en cuanto a cómo actúan estos neurotransmisores respecto a lo que él describe como todo el «sistema de fábrica electroquímica más micrordenador más comunicador» de las células del cerebro es fascinante y fácil de entender, pero demasiado larga para citarla aquí.
4 4.     Los medicamentos antidepresivos ayudan a restaurar la actividad de los neurotransmisores retirados o que funcionan deficientemente.
5 5.     White hace un análisis minucioso de los pros y los contras de la TEC, el cual debería ser de obligada lectura para aquellos que aconsejan a personas con depresión clínica, pp. 210–221.
6 6.     El Dr. Jackson no utilizaba la psicoterapia, sino que me aconsejaba con la Escritura, como revela este capítulo. Aunque él negó que los demonios fueran mi principal problema, no quiso decir que no tuviesen nada que ver con el mismo. Sin embargo, mis dificultades eran primordialmente físicas. Los demonios implicados de forma indirecta habrían partido una vez que su punto de contacto con mi debilitada vida espiritual y emocional recibió atención. Las observaciones de Basil y mis comentarios deben interpretarse en ese sentido.
7
7.     Muchos creyentes tienen un prejuicio anticientífico, especialmente en contra de las ciencias sociales. Necesitamos reconocer tanto el valor como las limitaciones de la ciencia.
«Los cristianos no tienen por qué temer a la ciencia siempre que recuerden tres cosas, dice John White: la primera es que los científicos están simplemente investigando las leyes de nuestro Creador. Algunas veces cometen graves equivocaciones al investigar y llegan a conclusiones erróneas; pero si siguen buscando durante el tiempo suficiente sólo pueden encontrar verdad, ya que eso es lo único que hay para encontrar. Sin embargo, puesto que los científicos cometen errores, todas sus conclusiones deben ser consideradas provisionales. Tarde o temprano las ideas más inconmovibles y mejor fundadas se desmoronan y caen.
«Por consiguiente, poco importa si la ciencia apoya o no a la Escritura. Si la ciencia actual se opone a ella no hemos de temer, ya que las teorías de hoy serán mañana sustituidas por otras. Por la misma razón es imprudente regocijarse en el apoyo que la ciencia puede prestarle a la Biblia. ¿Quiénes son los científicos para que se atrevan a »confirmar" la Palabra del Dios vivo? «Por último, la ciencia es sólo una de las muchas formas que hay de descubrir la verdad, y cuenta con serias limitaciones. Unicamente se hace peligrosa si la adoramos; es decir, si suponemos que representa el camino elevado a todo el conocimiento. La ciencia no puede ayudarnos en absoluto con las preguntas más profundas de la existencia (¿Por qué existo? ¿Por qué hay un universo? ¿Tiene la vida algún sentido? ¿Cómo puedo determinar lo que es importante en la vida?» (60).
8 8.     El libro de Rodger K. Bufford Counseling and the Demonic ,Word, Dallas, Texas, 1988, es muy bueno al respecto.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

Seccion IV
62
El movimiento de la Nueva Era
Nuestro mundo se enfrenta colectivamente a una guerra espiritual del mismo modo que lo hacemos cada uno de nosotros como individuos. Por lo general esa guerra es en el nivel de las cosmovisiones. En nuestra cultura, la cosmovisión materialista o naturalista se revela en el racionalismo humanista occidental; mientras que la cosmovisión espiritualista ha sido representada de través de los siglos por el cristianismo.
En el mundo occidental, el cristianismo combate hoy a las filosofías religiosas competitivas, entre las cuales se encuentran el satanismo y el movimiento de la Nueva Era. En el sentido más estrecho, el satanismo es un sistema religioso, aunque muchos de sus practicantes afirman no creer en la existencia de un Satán personal, que rinde homenaje a un espíritu malo llamado Satanás, diablo o Lucifer.
El satanismo es una religión de poder. La gente adora a Satanás porque él promete poder a sus adoradores. Con el poder viene la posición y con la posición la posesión. A la posición y la posesión les acompaña el placer. Los satanistas buscan el placer personal. Algunos de ellos lo encuentran manteniendo relaciones sexuales con niños, animales e incluso cadáveres; otros torturando a animales, niños, jóvenes o adultos … y aun matándolos.
El satanismo se convierte para cada devoto en un sistema de poder para conseguir placer. Lo único que les importa a los satanistas es eso, tanto en esta vida como en la venidera. Su actitud es la de «que se vayan al infierno» todos los demás.1
En el sentido más amplio de la palabra, el satanismo significa contacto con seres espirituales distintos al verdadero Dios; la adoración y el homenaje a dichos seres espirituales; e incluso su utilización. Esto abarca todo el paganismo, la brujería positiva y negativa, el ocultismo y aun las religiones no cristianas. Si bien es cierto que el judaísmo y el Islam son sistemas teístas muy relacionados con el cristianismo, ambos rechazan de plano a Jesús como Cristo, Hijo de Dios y Señor. El Nuevo Testamento nos enseña que aparte de un conocimiento personal de Cristo no se puede conocer a Dios (Juan 14.6; Hechos 4.12; 1 Corintios 8.5–7; 1 Juan 2.22, 23).
Los judíos y los musulmanes, aunque afirman reconocer como Padre al mismo Dios que los cristianos, no lo conocen. Si lo conociesen, también conocerían a su Hijo. Por tanto, las experiencias piadosas de esos grupos son debidas a espíritus engañadores religiosos procedentes de Satanás. Cuando elevan sus manos en oración a Dios, dichas oraciones son dirigidas hacia el diablo por los espíritus satánicos. De modo que, aunque desconociendo por completo este hecho, son satanistas secretos.
En el Areópago (Hechos 17), Pablo se enfrentó a algunos de los primeros humanistas: los epicúreos; y a los panteístas de su tiempo: los estoicos. Estos eran los seguidores primitivos de la Nueva Era.
El cristianismo lucha contra todos estos sistemas contrarios de cosmovisión y religión. Aunque el satanismo sea el más horrendo y destructivo de ellos, quizás no represente el más peligroso para el mayor número de personas a nivel mundial, ya que su perversidad resulta demasiado obvia para la gente en general. Ha prosperado y seguirá haciéndolo entre individuos perturbados y malos, que desean una religión que defienda su total egoísmo, sus perversiones sexuales, su naturaleza sádica, su falta de autodisciplina y su desdén por los demás. Esta religión egocéntrica glorifica la clase más perversa de pecado y dolor infligida a otros.
El movimiento de la Nueva Era es muy peligroso por la apariencia tan grande de corrección que tiene para el hombre moderno. Niega la realidad objetiva del mal centrado en un ser perverso llamado Satanás y se inclina por las cosas «buenas». Trata de estimular el pleno desarrollo del potencial humano. Aboga por la naturaleza, la paz mundial y un nuevo orden internacional. Parece cristiano en su enfoque de Dios, Cristo, el bien, el orden mundial y la felicidad humana y terrena.2
No sería arriesgado afirmar que la mayor amenaza contra el cristianismo que hay en la actualidad en el mundo es el movimiento de la Nueva Era; no el satanismo, ni el avivamiento de las religiones tradicionales como el Islam, ni siquiera el humanismo secular. La Nueva Era tiene todo el atractivo de la religión mundial única del anticristo. Aunque no introduzca necesariamente a éste, es la clase de religión global a nivel del mundo entero con la que el anticristo se sentiría muy a gusto.
En otro tiempo, el humanismo secular constituyó el mayor adversario para el cristianismo. Procedente de la Europa Occidental, esta filosofía barrió los Estados Unidos partiendo de la costa Este. En pocas décadas tomó el control de América y se hizo ley en los EE.UU. a través de importantes decisiones de la Corte Suprema que tuvieron lugar entre la década de los 60 y los años 80. El humanismo secular contradice de forma frontal la Declaración de Independencia americana, un documento que declara: «Sostenemos que estas verdades son manifiestas: que todos los hombres han sido creados iguales y dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, entre los cuales están el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad».
La Corte Suprema dio un vuelco en principio, si no de hecho, a esta parte de la Declaración de Independencia: proscribiendo la enseñanza bíblica de la creación en nuestras escuelas, de modo que no hay Creador; prohibiendo la oración en las mismas y declarando ilegal en las aulas la lectura bíblica; diciendo que los Diez Mandamientos no podían ser enseñados en los colegios estatales, ni siquiera expuestos en un aula dentro del sistema público de enseñanza en los Estados Unidos.
De todo esto resultó un gigantesco vacío espiritual en el país. Los Estados Unidos es una de las naciones más religiosas del mundo y no podemos vivir sin Dios o sin religión. El humanismo secular nos dejó insatisfechos. Nos convertimos en un país de técnicos sin paz interior. Llegamos a ser cómodos consumidores de la clase media sin verdadero propósito en la vida; gigantes seculares, pero al mismo tiempo bebés en el terreno de la ética. Para ser de veras humanos debíamos tener un dios.
Paralelo a esta victoria del humanismo secular en América vino el nacimiento y el desarrollo de la Era de Acuario, comenzando con jóvenes insatisfechos pero creciendo en ímpetu hasta llegar a convertirse en una de las mayores fuerzas espirituales que operan en América. Aunque se trata de un sincretismo de diversos grupos, sostiene fundamentalmente una cosmovisión del Lejano Oriente.
Cuando se le pide al Dr. Norman Geisler que explique qué es el movimiento de la Nueva Era, señala a una singular caricatura como respuesta. En el dibujo hay un hombre, «un occidental, sentado con traje de negocios a la moda occidental, en la postura oriental del loto y meditando sobre su Macintosh».3
Es Shirley MacLaine quien, en palabras sacadas de su propio libro Out On a Limb [subida en una rama] donde se encontraba cuando lo escribió), dice: «Si uno declara “Soy dios”, las vibraciones sonoras alinean literalmente las energías del cuerpo con un nivel superior. Puede usted emplear la frase “Soy dios” o “Yo soy el que soy”, como hizo Cristo a menudo. O también ampliar tales afirmaciones para que se adapten a sus propias necesidades».
El movimiento de la Nueva Era no es nuevo; constituye el antiguo silbido que se oyó en el huerto del Edén cuando la serpiente le dijo a la mujer: «Seréis como Dios». John Denver expresó en cierta ocasión: «Uno de estos días estaré tan completo que no seré humano, sino un dios».4
Geisler menciona treinta conceptos principales de la realidad que identifican al movimiento de la Nueva Era.
1.     Comienza con el panteísmo. Dios es todo y todas las cosas son dios. La Biblia enseña el teísmo, que declara que Dios es «al mundo lo que un pintor a su cuadro o un dramaturgo a su obra de teatro».
Geisler expresa: «El panteísmo dice que Dios es al mundo lo que una charca a cada una de sus gotas. Todos somos gotitas en un punto infinito. Todos somos un goteo grande y magnífico, una magnífica y grande gota».
Por tanto Dios es un «algo»; no un padre, sino una fuerza. La frase «Que la fuerza sea contigo» es panteísmo, el concepto de Dios de la Nueva Era.
2.     La Nueva Era es monismo filosófico. El monismo dice que sólo hay una esencia en el universo. El ateísmo es monismo ya que afirma que la única realidad es la materia. La Nueva Era también lo es, puesto que dice que esa única realidad es Dios.
Dios es la naturaleza y la naturaleza es Dios. Dios es el agua, el aire, la ballena, los árboles. «Esta es la razón por la cual los adeptos de la Nueva Era demuestran una pasión irreal por el agua, el aire, las ballenas y los árboles», dice Geisler. «Aunque todos deberíamos interesarnos por el medio ambiente, la preocupación de los seguidores de la Nueva Era es religiosa: para ellos esas cosas son Dios».
3.     La Nueva Era es holismo. Si la naturaleza es Dios y Dios es la naturaleza, todo es Dios. De manera que la Nueva Era defiende el holismo.
4.     La Nueva Era es autodeificación. Si Dios es todo, panteísmo; si lo único que existe es Dios, monismo; si todo es Dios, holismo; entonces el hombre es Dios, deificación humana o autodeificación.
5.     Esto conduce a la inmanencia desequilibrada. ¿En dónde buscamos a Dios? No miramos arriba a los cielos, ni abajo a la tierra. Miramos dentro de nosotros y allí lo encontramos.
6.     La Nueva Era es misticismo extremo. Se trata del misticismo definitivo. La deidad puede ser alcanzada. Si miras adentro, si te centras en ti mismo, si comprendes que eres dios, si te despiertas de tu amnesia, descubrirás a Dios. Shirley MacLaine dijo que el secreto mejor guardado del siglo XX es que «todos somos dios, pero lo hemos olvidado. Hemos caído en la amnesia y necesitamos despertarnos de ella por medio de la meditación trascendental. La divinidad puede alcanzarse mediante la experiencia mística».5
7.     La Nueva Era es reencarnación. Nosotros, los dioses, tenemos que aprender a ser Dios, pero si no lo logramos en esta vida todavía podremos conseguirlo en la siguiente. ¡O en la otra! ¡O en la otra! ¡O en la otra! … Geisler llega a decir que la reencarnación es, en este sentido, «el corazón del movimiento de la Nueva Era». Y expresa:
La vida es cíclica. El cristianismo enseña que uno tiene que nacer de nuevo. ¡El movimiento de la Nueva Era también lo dice! ¡Y una vez más, y otra, y otra! El cristianismo afirma que se vive una vez y se muere una vez. El movimiento de la Nueva Era dice que hay diversas vidas. ¡Vives y mueres, vives y mueres, vives y mueres!
Los hindúes han sido los grandes defensores de la reencarnación. Su sistema social básico, el infame sistema de las castas, está fundado en dicha creencia y en la del karma o destino. Aunque el modo de reencarnación de la Nueva Era no abogue por un sistema de castas, todavía posee una visión semifatalista de la vida humana. De ahí la necesidad de nacer vez tras vez, hasta que por fin se consigue enmendar las cosas.
Esto ayuda también a explicar el concepto positivo que tienen los adeptos de la Nueva Era del aborto. El hecho de que 4.300 mujeres aborten cada día a un niño no nacido en los Estados Unidos les parece aceptable. Según muchos seguidores del movimiento, eso sucede porque dichos niños pecaron en una vida anterior y son «castigados» con el aborto, aunque tendrán una nueva oportunidad de nacer en el futuro.
La reencarnación lleva también a otros extremos. Geisler expresa por ejemplo: «¿Sabe usted lo que dicen los homosexuales de la Nueva Era? “¿Que por qué soy homosexual? Porque tengo un alma de hembra procedente de una vida anterior atrapada en un cuerpo de varón y no puedo hacer nada por evitarlo”».
8.     La Nueva Era sostiene una ilusión. El bien y el mal son para ellos una misma cosa; concepto difícil de entender hasta que se tiene en cuenta su panteísmo, monismo, holismo y autodeificación. Si Dios es todo y todo es Dios, entonces cada cosa que existe es divina. Por tanto, lo que llamamos bien y lo que llamamos mal son sólo dos caras distintas de esa misma moneda que conocemos como Dios; y ya que todo es Dios, tanto el bien como el mal constituyen meras ilusiones. Dios es bueno y malo al mismo tiempo. Geisler comenta que Isaías 6 dice que Dios es tan santo que los ángeles cantan: «Santo, santo, santo». Si los adeptos de la Nueva Era están en lo cierto, debería haber «en el cielo un coro antifonal. Una parte estaría cantando “santo” y otros “impío”. Algunos de los cantores entonarían “Tú eres bueno” y los otros “Tú eres malo”».
9.     La Nueva Era es animista. Según ellos, el universo está vivo, todo él es espíritu. Geisler señala al respecto que:
[ … ] a muchos de nuestros jóvenes se les está enseñando el principio de Gaia o que hay una fuerza viva detrás de cada cosa[ … ] Eso es animismo, paganismo[ … ] Esa fue la razón por la que enviamos misioneros al[ … ] mundo porque creían en la idea pagana de que toda cosa está viva. Y ahora eso se enseña en nuestras universidades y escuelas americanas en nombre de la ciencia.
10.     La Nueva Era es evolucionista. El mundo, esto es, la sociedad humana, está evolucionando. Geisler comenta que los seguidores de la Nueva Era no creen en la evolución darwiniana; lo que a ellos les interesa es la evolución espiritual. No les preocupa que el hombre proceda de los animales, sino el hecho de que pueda evolucionar convirtiéndose en Dios.
Se trata de una evolución panteísta. «Parece contradictorio y lo es», dice Geisler. «¿Cómo puede dios evolucionar hacia Dios? … La Nueva Era es un complejo sistema de ideas contradictorias».
11.     La Nueva Era es optimista. «Los adeptos del movimiento de la Nueva Era son unos optimistas incurables», dice Geisler. Esto resulta irresistible y atractivo para un mundo pesimista como el nuestro. Los seguidores de dicho movimiento creen que el mundo se está haciendo cada día mejor, que estamos en el amanecer de la era de Acuario. El milenio se acerca y ellos son los que van a introducirlo. Los adeptos de la Nueva Era piensan que un día todo el mundo será ganado y los líderes mundiales trabajarán juntos. Se aproxima un tiempo nuevo.
En la actualidad consideran a las Naciones Unidas, por así decirlo, como su cuartel general. La ONU no lo sabe, pero sí los adeptos de la Nueva Era, y eso es lo único que importa. Ya han dado pasos para guiar y modelar a las Naciones Unidas de tal manera que cumplan su labor misionera. En la ONU existe, hoy en día, un centro de meditación de la Nueva Era y tanto el organismo internacional como este movimiento tienen entre sus divisas un «nuevo orden mundial».
Esto no quiere decir que todo el que utilice dicha expresión sea un adepto de la Nueva Era. El presidente George Bush fue un ejemplo de ello. Tenía fama de ser creyente «nacido de nuevo» y no un seguidor del movimiento en cuestión, sin embargo utilizaba a menudo ese lema, tal vez de un modo inconsciente.
El «nuevo orden mundial» es el orden del día en las Naciones Unidas y ya que la Nueva Era no se considera una religión, sino más bien un movimiento de gente de cualquier religión o fe no religiosa, muchos dirigentes de la ONU ven sus enseñanzas como una filosofía mundial deseable.6 En realidad, algunos hombres destacados del organismo internacional son seguidores de la Nueva Era. Por último, el concepto que tiene la ONU de que el planeta es una «aldea mundial» necesitada de alguna cosmovisión ecléctica que una de manera perfecta entre sí a toda la gente, prepara el escenario para la entrada de la Nueva Era.
Debemos recordar que el movimiento de la Nueva Era es ante todo teología oriental asociada con tecnología occidental. No tiene la gran visibilidad de otros movimientos religiosos, con sus sedes mundiales. No tiene Ciudad del Vaticano, domicilio oficial del Consejo Mundial de Iglesias, Templo Mormón o sede de los Bautistas del Sur. No cuenta con centro internacional alguno, pero se trata de una gran coalición de organizaciones variadas y divergentes, dirigidas por personas distintas que comparten una cosmovisión amplia y unificada hacia una meta común.
La estrategia del movimiento consiste en ir desarrollando gradualmente su proyecto de nuevo orden mundial mediante la creación de una nueva conciencia planetaria. Este proceso de conversión será realizado por un nuevo campo de energía espiritual en el mundo: la fuerza divina que hay en cada ser humano. El movimiento de la Nueva Era utiliza a cada persona, organización, concepto o cualquier otra cosa susceptible de ser aprovechada para producir el nuevo orden mundial.
Este movimiento amplio y sin organización, que algunos han dado en llamar «la Conspiración de Acuario», admite a todos y cada uno de los grupos cuya meta sea un nuevo orden mundial. Algunos de dichos grupos no son ni siquiera religiosos, pero eso no importa. Una vez que se consiga el objetivo final, todos lo serán, puesto que cada uno reconocerá que es dios. Todos tienen esto en común: desean un nuevo orden internacional y una hermandad mundial de paz entre los hombres.
Geisler llama a esto «humanismo cósmico» y «potencial humano».
12.     La Nueva Era es mundialista. El mundialismo surge del evolucionismo social y de un optimismo casi determinista: toda la raza humana será una. Es la visión del planeta entero como una aldea mundial.
13.     La Nueva Era es sincretista. En nuestro estudio ya hemos tratado varias veces del azote del sincretismo. El diccionario de la Real Academia define el sincretismo como el «sistema filosófico que trata de conciliar doctrinas diferentes». Esta es una buena definición de lo que la Nueva Era tiene que hacer para producir ese nuevo orden mundial. Todas las religiones y filosofías deben combinarse, mezclarse en una misma sopa; no meterse en una misma cazuela conservando cada una sus propias características mientras se mantiene unida con el resto. Las religiones en su totalidad serán combinadas para formar una ecléctica religión mundial.
Geisler habla de la «meditación mundial del movimiento de la Nueva Era», que empieza bien con Génesis 1.1 y 3:
En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.
Es en el versículo 2 del Génesis de la Nueva Era donde nos separamos para siempre de la teología de dicho movimiento:7
Ha llegado el momento del nuevo comienzo. Soy creador junto con Dios y lo que está por venir es un nuevo cielo. La buena voluntad de Dios se expresa sobre la tierra a través de mí. El reino de la luz, el amor, la paz y el entendimiento vienen por medio de mi persona. Estoy haciendo mi parte para revelar sus realidades.
Comienzo por mí mismo. Soy un alma viviente y el Espíritu de Dios mora en mí, como yo mismo. Yo y el Padre somos uno. Todo lo que el Padre tiene es mío. Yo soy verdad; soy el Cristo de Dios.
Este sincretismo de la Nueva Era rechaza por completo la exclusividad de Jesucristo. El movimiento religioso que está creciendo más rápido en América es un sistema de creencias falso y demoníaco. Geisler dice al respecto que:
[ … ] a pesar de un informe aparecido recientemente en su periódico, según el cual sólo 25.000 personas pretendían identificarse como adeptos de la Nueva Era, casi dos terceras partes de la sociedad americana ha sido bastante influida por ese movimiento. ¿En qué me baso para afirmarlo?
Primero, como indicara la encuesta Gallup de 1982, un tercio de todos los americanos creen en la reencarnación. En segundo lugar, según la misma encuesta, dos tercios de los estadounidenses leen los horóscopos y la mitad de ese número creen en ellos. Dos tercios también pretenden tener algún tipo de percepción extrasensorial. Y cuatro de cada diez han mantenido contacto con los muertos. Estas son creencias principales de la Nueva Era.
Esto no significa que toda esa gente sean seguidores de la Nueva Era. La mayoría no lo son. Simplemente quiere decir que varias de las enseñanzas principales de la teología de ese movimiento son ya creídas por casi las dos terceras partes de los americanos.
Lo más peligroso quizá sea que, durante dos generaciones, los medios de comunicación han condicionado al público estadounidense para que acepte la cosmovisión de la Nueva Era. Ese condicionamiento de los medios de comunicación se encuentra en su momento más alto hoy en día. Comenzando con el cine y la televisión, la película 2001: Odisea del espacio tuvo un efecto impresionante. El clímax de la misma se centraba en la vida humana en forma de embrión, considerada como la fuerza vital básica del universo. Esto no es otra cosa que teología de la Nueva Era.
Luego vinieron los programas de televisión que divulgaban también conceptos teológicos de la Nueva Era. Las dos series claves que comenzaron a preparar el terreno para la aceptación del ocultismo fueron: «I Dream with Jeannie» y «Embrujada». Y ahora tenemos otras como «Kung Fu» y dibujos animados como los de «He Man», «Masters del Universo», «Capitán Planeta» y «Los planetarios». Todos estos dibujos animados de la Nueva Era.
Acto seguido se hicieron películas y más programas de televisión todos ellos defendiendo la filosofía de la Nueva Era: E.T., «Los pitufos», Poltergeist, «Los fraggles», Side Kick, Beetle Juice, Teenage Mutant [Las tortugas ninja], «Meditation Scene» y The Dark Crystal, una alegoría panteísta.
«Películas influyentes como El exorcista, la serie de filmes de Indiana Jones, The Mystical Force y la serie de La guerra de las galaxias hacen aceptables las enseñanzas de la Nueva Era», expresa Geisler. «Pero las ganadoras son La guerra de las galaxias, El Imperio contraataca, El retorno del Jedi y Willow. Willow es un hechicero. Después vienen Solar Babies, Close Encounters [Encuentros cercanos] y Los cazafantasmas».
Todos estos filmes tienen una cosa en común: un campo de energía espiritual, un campo de fuerza vital que impregna todas las cosas. Se trata de una fuerza mística, cósmica. George Lucas la denominó «La Fuerza».
Norman Geisler relata la siguiente historia de George Lucas. Durante años, Lucas asistió a una iglesia metodista liberal que le decepcionó. Cuando contaba seis años de edad tuvo una experiencia mística y más tarde, siendo adolescente, otra. Era un lector voraz de las novelas de Carlos Casteneda. Lucas convirtió la fuerza vital en «La Fuerza», cuyo poder aprendieron a utilizar Obewan Canobe, Yoda y Lucas Sky Walker, el héroe. Tres veces en la primera película, Lucas llama a esa fuerza vital «la religión del Jedi».
Dale Pollock escribió una biografía de Lucas titulada Skywalking. En ella el autor, aquí citado por Geisler, identifica la fuente de la fuerza:
«La fuerza abarca las filosofías orientales pasivas y la ética judeocristiana de la responsabilidad y la abnegación. La filosofía de Yoda, es decir, el hombrecillo verde de la charca [comenta Geisler], es budista. Este le dice a Lucas que la fuerza requiere que esté tranquilo, en paz y pasivo. Debería utilizarse la misma para obtener conocimiento y defenderse, no para seguir la codicia y la agresión». Él [Pollock] admite que la fuente es budista: «El concepto de la fuerza de Lucas se vio muy influido por los cuentos de poder de Carlos Casteneda, una narración de cierto hechicero indio mejicano». En realidad [sigue diciendo Geisler], en Willow, éste es un hechicero, Don Juan, quien utiliza la expresión «fuerza vital» y a quien Lucas convirtió en Ben Canobe, el conocido sabio que ayuda al héroe en su difícil misión».7
Quizá todavía más eficaz desde el punto de vista de la estrategia de la Nueva Era sea su éxito en infiltrar el sistema educativo americano. La Nueva Era ha comprendido a cabalidad que el sistema de escuelas públicas es su campo misionero. ¿Dónde podría conseguirse un auditorio más cautivo o más estratégico para influir en el control mundial del próximo siglo? Geisler dice que:
[ … ] todo comenzó en 1954, con la publicación del libro de Alice Baily Education in the New Age. Baily es discípula de Helen P. Blavatsky, una mística rusa cofundadora de la Sociedad Teosófica. La obra está publicada por Lucas Publishing Company, en principio Lucifer Publishing Company. Otros han seguido su filosofía, muchos de ellos sin darse cuenta siquiera de que detrás de sus sugerencias está la cosmovisión de la Nueva Era.
Cada vez se están utilizando más en las aulas, a lo largo y ancho de los Estados Unidos, libros de texto publicados con el dinero de los contribuyentes que contienen una filosofía de la Nueva Era sutil e incluso más abiertamente ocultista. Algunos están llenos de palabras que suenan a Nueva Era, tales como «conciencia nueva», «campos de energía», «centrado», «holístico», «trascendental», «interdependiente», «aldea mundial», «visión planetaria», «meditación», «conciencia superior», «humanismo», «pleno potencial interior», «poder trascendente», «utilizar la fuerza», «nuevo nacimiento», «la energía sin aprovechar del universo», etcétera. Todas esas palabras en sí mismas son neutrales, pero hábilmente utilizadas condicionan a los niños y jóvenes, ya encaminados por el cine y la televisión, para que adopten la cosmovisión de la Nueva Era.
Norman Geisler cita de un libro de texto utilizado en los colegios públicos de Arkansas y dice que un capítulo subtitulado «Energía futura», «explora la energía de la vida y luego cita las palabras de uno de los grandes expertos mundiales en energía, Yoda: “Mi aliado es la fuerza y un poderoso aliado en verdad. La vida lo crea, lo hace crecer; su energía nos rodea y nos une, somos seres luminosos. Tienes que sentir la fuerza a tu alrededor; oír al árbol, la roca, por todas partes"».
Luego, Geisler comenta: «Yo creía que no podía enseñarse religión en los colegios públicos. Pues bien, no puede enseñarse religión cristiana, pero sí de la Nueva Era». Y sigue diciendo que ese mismo libro de texto tiene una sección sobre fotografía en la que presenta «fotos de espíritus», como las llaman, que enseñan a los jóvenes que existe una fuerza espiritual la cual todavía no estamos aprovechando.
También menciona Geisler una serie de quince libros incluida en el currículum, para las etapas que van desde preescolar hasta sexto de primaria, y titulada Impressions, que contiene relatos tanto de terror como de ocultismo. El manual de enseñanza para tercer curso de primaria, sugiere: «Escriba y cante un conjuro mágico para hacer flotar los objetos que hay en la habitación».
Luego Geisler habla de programas educativos con títulos neutrales que son primordialmente de la Nueva Era. Uno de ellos es el New Age Accelerated Learning (Aprendizaje Acelerado de la Nueva Era), que utiliza libros del movimiento. Dicho programa se emplea en algunas partes de San Diego, California. Geisler comenta que los autores del mismo obtienen sus técnicas del yoga mental, la música, el sonambulismo, la fisiología, la hipnosis, la autosugestión, la parapsicología y el teatro.
Luego Norman Geisler menciona una página de cierto libro autorizado para la enseñanza secundaria, en el que se cita a Albert Einstein, que era panteísta y quien al preguntársele si creía en Dios, contestó: «Sí, creo en el dios de Spinoza». Spinoza era panteísta. Albert Einstein expresó: «La imaginación es más importante que el conocimiento. En nuestra imaginación tenemos el poder de hacer o ser cualquier cosa que deseemos.
Algunos colegios están destacando la educación confluyente. La Dra. Beverly Galean, anterior directora de proyecto de tres programas realizados con fondos federales en Los Ángeles, dijo: «Una vez que entendemos que todos somos dios, creo que el único propósito de la vida humana es volver a poseer la imagen de Dios en nosotros».
En algunos centros de enseñanza para maestros de escuela se enseña el yoga y se pagan las clases con dinero de los contribuyentes. Se aboga por el control mental, se cantan salmodias, se enseñan técnicas de meditación y relajación adoptando la famosa postura hindú del loto, se estimula la proyección astral, se utilizan juegos de roles ocultistas tales como «Mazmorras y Dragones». A los niños se les dice que hay dos regiones misteriosas que necesitan ser más exploradas: el espacio exterior y el espacio interior. Se explora el espacio exterior con la ayuda del telescopio y los viajes espaciales y el espacio interior adoptando la postura del loto y meditando sobre la fuerza interior que tenemos.
Geisler habla de otro programa educativo llamado QR (Quieting Reflex) [Reflejo tranquilizador] utilizado en los colegios públicos de los Estados Unidos. Uno de los libros que se emplean en el mismo es el titulado Meditating With Children: The Art of Concentrating and Centering (La meditación con los niños: El arte de concentrarse y centrarse), de Debra Rosemond. Dicho libro se cataloga como un manual sobre métodos educativos de la Nueva Era. La revista Nueva Era dice que el libro en cuestión integra de modo satisfactorio el yoga, la concentración, la meditación, la fantasía creativa, la psicología y, con toda seguridad, el amor, de una forma que muestra claramente a los adultos interesados una senda para satisfacer las necesidades espirituales de sus hijos.
Luego Geisler trata del libro de John Danfey A Religion for the New Age. El autor dice:
Estoy convencido de que la batalla por el futuro de la humanidad debe ser librada y ganada en las aulas de la escuela pública por profesores que perciben con exactitud su papel como proselitistas de la nueva fe: una religión de humanidad que reconoce y respeta la chispa de lo que los teólogos llaman divinidad en cada ser humano.
Estos profesores deben personificar la misma dedicación desinteresada que los predicadores fundamentalistas más rabiosos, ya que serán ministros de otro tipo que utilizarán un aula en lugar de un púlpito para trasmitir los valores humanistas en cualquier asignatura que enseñen, sin distinción del nivel educativo, desde el preescolar o la guardería hasta los estudios en las grandes universidades estatales.
La Nueva Era ha cautivado a muchas organizaciones de negocios. Algunos de sus programas de formación para empleados participan de la filosofía de la Nueva Era. Luego está la cautividad de algunas ramas de la industria sanitaria o musical. La música para meditación y relajación New Age, muy distinta al rock, ayuda a la persona a «conversar con la naturaleza, ser uno con el universo».
Por último tenemos la influencia de la teología de la Nueva Era en la iglesia, donde se están enseñando sutiles ideas panteístas. La teología falsa se convierte en un sustituto de la doctrina bíblica. Las teologías del dominio y la prosperidad son verdaderos conceptos de la Nueva Era. Muchos líderes cristianos sinceros no reconocen esto. Los extremos en la teología de señales y prodigios, del reclamar por fe, de la visualización y meditación mística se acercan a las pretensiones y prácticas de la Ciencia de la Mente. Aquello que seas capaz de visualizar puedes reclamarlo, se dice. Pero eso de que puedes obtener y ser cualquier cosa que tu imaginación logre crear no es bíblico sino demoníaco.
Con frecuencia, cuando escucho a algunos televangelistas y telepredicadores me escandaliza su falta de exposición bíblica. Sus espacios son poco más que actuaciones y cultos a la personalidad, llenos de emocionalismo y tendentes a un peligroso misticismo. Enseñan poca doctrina bíblica verdadera y hacen poco uso hábil de la razón y de la verdad objetiva. Me temo que su poder sobre la gente y su capacidad para recaudar dinero sean demoníacos, aunque ellos mismos puedan ser cristianos sinceros.
Para terminar, he extraído del material del Dr. Geisler los contrastes principales entre el cristianismo y la Nueva Era en lo referente a Dios y al hombre (véase la Fig. 62.1).
Geisler llega a la conclusión de que: «Sólo hay dos religiones. Una se escribe HAZ y serás acepto. La otra dice HECHO, está consumado: “He acabado la obra que me diste que hiciese”. Está hecho. Esto es el cristianismo, un don gratuito».
La Nueva Era es un movimiento satánico de autodeificación diametralmente opuesto al cristianismo. Su terrible peligro reside en la forma en que se presenta. Ha infiltrado incluso a la iglesia cristiana y necesitamos traer a la mente aquellas palabras de 1 Juan 4.1: «Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo».

1 1.     Para una excelente comprensión del satanismo y las sectas satánicas véase James Wilder, A Redemptive Response to Satanism, InterVarsity, Downers Grove, IL, 1992; Bob Larson, Satanism: The Seduction of America’s Youth, Nelson, Nashville, 1989; Mark Bubeck, The Satanic Revival ,Here’s Life Publishers Inc., San Bernardino, CA, 1991; Phil Phillips, Halloween and Satanism , Starburst Publishers, Lancaster, PA, 1987; Jerry Johnson, The Edge of Evil , Word, Dallas, Texas, 1989; James G. Friesen, Uncovering the Mystery of MPD , Here’s Life Publishers, San Bernardino, CA, 1991.
2 2.     Norman L. Geisler y Yutaka J. Amano, The Reincarnation Sensation , Tyndale, Wheaton, IL, 1986; Neil T. Anderson, Walking Through the Darkness , Here’s Life Publishers, San Bernardino, CA, 1991a; Douglas Groothuis, Unmasking the New Age , InterVarsity, Downers Grove, IL, 1986; Confronting the New Age , InterVarsity, Downers Grove, IL, 1988, Revealing the New Age Jesus , InterVarsity, Downers Grove, IL, 1990.
3 3.     Todas las citas del Dr. Norman Geisler proceden de una serie de conferencias que dio en la Iglesia Cristiana de Los Gatos, Los Gatos, California, en 1990. Las cintas de dichas conferencias pueden obtenerse escribiendo a Los Gatos Christian Church, 16845 Hicks Road, Los Gatos, California 95030. Teléfono 408–268-1411. Pregunte por el Departamento de Ministerio de Cintas. Después de terminar este capítulo, descubrí el libro The Reincarnation Sensation, de Norman L. Geisler y Yutaka J. Amano, Tyndale, Wheaton, IL, 1986. Muchos de los elementos de las tres conferencias del Dr. Geisler aparecen en dicho libro.
4 4.     «The Wiz of Show Biz», Newsweek (20 de diciembre de 1976), p. 68.
5 5.     Según Geisler, 1990, cintas de casete.
6 6.     Robert Muller, New Genesis: Shaping a Global Spirituality, Doubleday, Nueva York, 1982.
7 7.     Dale Pollock, Skywalking: The Life and Films of George Lucas, Harmony Books, Nueva York: 1983, p. 140.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

63
Hacia la victoria personal
Santiago 4.1–8
Los asuntos de guerra espiritual en la vida del creyente pueden ser la asociación de espíritus malos (demonización) o la aflicción demoníaca. Dios permite que todos experimentemos esta última, ya que, aunque dolorosa, es buena para nosotros. Como dijera el apóstol Pedro en un contexto diferente:
Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado (1 Pedro 4.1, 2).
Mi enfoque principal de este capítulo consistirá en inclinar la enseñanza general que da Santiago sobre la guerra hacia la ayuda a los cristianos demonizados para que alcancen la libertad en Cristo.1 Creo que esto resultará útil en vista del fuerte énfasis que hemos puesto sobre la posible demonización de los cristianos mediante el pecado a lo largo de todo nuestro estudio.
No estoy afirmando que Santiago tuviera esto en mente cuando escribió tales palabras. Es probable que no fuera así, sino que estuviese asentando principios que se aplican a la guerra espiritual en su conjunto. Sin embargo, como maestro, puedo legítimamente inclinar las palabras de Jacobo hacia esta forma más seria de ataque demoníaco contra los creyentes, la que he denominado asociación demoníaca o demonización. Los principios que presento, no obstante, son aplicables a todas las formas de ataque satánico.
Santiago 4.1–8
Nuestro estudio se basa en uno de los pasajes más completos que haya en la Escritura sobre la guerra espiritual. Aunque existen varias porciones destacadas en la Biblia acerca de este tema, Santiago 4 se ha convertido en el pasaje clave para mi ministerio de consejo.
Se trata del único pasaje que habla de las tres dimensiones del problema multidimensional del creyente con el pecado: la carne, el mundo y lo sobrenatural maligno. Y es la sola porción de la Biblia que nos hace recorrer de manera sucesiva las diferentes etapas hacia la victoria completa. Aunque el enfoque principal de este pasaje sea la guerra espiritual a la que se enfrentan los cristianos, con una ligera adaptación puede utilizarse asimismo para personas inconversas. Por último, es susceptible de ser empleado también en el caso de cualquier creyente, no sólo de aquellos que están demonizados, ya que contiene los principios fundamentales de consejo que se aplican a todos los cristianos que luchan en su vida espiritual.
El planteamiento «45-10-45» de liberación
Empezaremos examinando Santiago 4.1–8a desde la perspectiva de lo que llamo un procedimiento de consejería para liberación «45-10-45». Para que la liberación sea eficaz necesitamos pasar al menos el 45 por ciento del tiempo en consejo previo; otro 45 por ciento en consejo postliberación; y sólo un 10 por ciento en la liberación real. Este amplio procedimiento ha demostrado ser correcto y efectivo en la mayoría de los casos de consejería para liberación.
Utilizando el pasaje de Santiago 4, el 45 por ciento inicial, o consejo previo a la liberación, aparece en los versículos 1–6. El 10 por ciento, o proceso real de liberación, en el versículo 7. Y por último, el segundo 45 por ciento, o consejo postliberación, se aprecia en el versículo 8.
En cierto sentido, el consejo postliberación es la fase más importante de todo el proceso y a menudo supondrá una liberación continuada por varias razones:
1.     A veces, en la liberación inicial y decisiva algunos demonios se las arreglan para permanecer enterrados en la personalidad de la víctima.
2.     Otros espíritus malos pueden entrar por las puertas todavía entreabiertas de la vida de la víctima o aprovecharse de la debilidad de su personalidad aún sin fortalecer.
3.     El creyente recién liberado está empezando a aprender la manera de andar en victoria y en obediencia al Espíritu Santo.
4.     La sanidad del alma, el espíritu y los recuerdos lastimados es un proceso.2
5.     El individuo se verá atacado con fuerza por el enemigo, quien intentará volver a controlar esa vida que acaba de perder a favor del Espíritu Santo.
6.     Puede que el creyente tenga que volver a vivir en un ambiente hostil donde las fuerzas demoníacas se encuentran muy activas.
Todo lo anterior es normal en el caso de aquellos que han sido liberados de la demonización. No hay nada que temer: el creyente sincero, comprometido, que busca una vida santa en el poder del Espíritu, con el tiempo saldrá triunfante (1 Juan 4.4). Los ataques sólo sirven para fortalecer, y no debilitar, al cansado guerrero espiritual.
La lucha contra los pecados de la carne (vv. 1–3)
Las palabras de Santiago aquí constituirán un buen repaso de todo lo que hemos estudiado hasta ahora sobre la multidimensional guerra del creyente y no sólo de la que libra con el mundo espiritual. Santiago empieza por donde lo hace, en general, el pecado, por la carne. Dos veces se refiere Jacobo, de manera explícita o implícita, a las «pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros» (vv. 1b, 3b). Tanto nosotros como la persona que recibe el consejo debemos examinar nuestra vida y tratar de identificar aquellas actividades de la carne en las tres áreas de conflicto. Hemos de confesar y rechazar dichas actividades, reclamar la limpieza de la sangre de Cristo y encomendarnos al señorío de Jesús y a su presencia en nosotros para una vida de santidad.
Santiago 4, sin embargo enfoca específicamente los pecados sociales relacionados con la ruptura de las relaciones interpersonales (vv. 1–3), cuyo contexto de fondo está formado por las dos clases de sabiduría mencionadas en los versículos 13 al 18 del capítulo 3: la «sabiduría» perversa frente a «la sabiduría que es de lo alto». La sabiduría perversa se manifiesta en el área de las relaciones personales destructivas (vv. 14–16). Primero, Santiago menciona la amargura (v. 14) contra otros, amargura que puede ir dirigida también contra las circunstancias, nosotros mismos o Dios (Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 12.15).
Luego se refiere dos veces a los celos (vv. 14, 16), que implican egoísmo y luego a la contención causada por la ambición egocéntrica (vv. 14, 16), a la jactancia (v. 14) y al autoengaño o el mentir contra la verdad (v. 14). Tal vez la principal puerta para la derrota de aquellos cristianos que luchan con conflictos interpersonales sea la falta de perdón, la cual lleva a la amargura, los celos, el egoísmo, la contención, la jactancia y el autoengaño de los que habla Santiago en este pasaje. Cuando estamos resentidos contra otros y nos negamos a perdonarlos, abrimos las puertas a todo tipo de conflictos interpersonales y pecado.
Por tanto, si estoy aconsejando a creyentes, les hago repasar el diagrama de pecado reaccionario que ya estudiamos con anterioridad (Cap. 24) y que constituye una herramienta clave en mi ministerio. Si no deciden responder en ese punto, no experimentarán una victoria completa.
El fruto doble de estas emociones amargas, orgullosas y negativas se nos revela en Santiago 3.16. En primer lugar hay «perturbación»: se viola el orden de Dios y hay confusión y falta de paz interior, tensiones, relaciones rotas y sentimientos heridos con los demás. En segundo lugar, se produce lo que Santiago llama «toda obra perversa». Estas actitudes orgullosas y negativas son una puerta abierta para toda clase de mal posible (Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 12.15). La energía pecaminosa atrae a Satanás y sus demonios como un potente imán espiritual negativo. Allí donde hay profundos conflictos interpersonales entre creyentes, está el maligno. No debemos de ninguna manera aceptar tales conflictos con otros en nuestros hogares, iglesias e incluso comunidades. Es mejor ser lastimados nosotros mismos que hacer daño a otros; en especial a aquellos que forman parte del cuerpo de Cristo.
Una de las enseñanzas más prominentes del Nuevo Testamento respecto a los creyentes es el llamamiento que nos hace Dios a esforzarnos por «guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz» (Efesios 4.3). Si estoy consciente de que mi relación con algún miembro del cuerpo de Cristo se ha roto, no debo descansar hasta que haya hecho todo lo posible para que dicha relación sea restaurada (Mateo 5.21–25; 6.12–15; 18.21–35; Marcos 11.22–26).
Donde hay relaciones rotas, allí está el maligno. Si no lo queremos en nuestro medio, debemos andar en paz con todos los que creen (Colosenses 3.8–17) e incluso con los incrédulos, siempre que esto sea posible. El apóstol Pablo nos exhorta: «Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor» (Romanos 12.18, 19).
Pablo también nos recuerda que «el reino de Dios no es comida ni bebida, agradarme a mí mismo a expensas de los sentimientos de los demás», véase el contexto (vv. 1–16), «sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación» (Romanos 14.17, 19).
La sabiduría perversa tiene su origen en el espectro completo del pecado, según explica Santiago en el capítulo 3. Procede de las tres fuentes del pecado multidimensional (v. 15). Y el hecho de que dicha sabiduría está activada por los demonios se afirma de la manera más clara. Santiago no está diciendo que las personas que manifiestan esta sabiduría negativa en su vida estén necesariamente demonizadas. Lo que sí dice es que todas ellas, sin excepción, han permitido a los poderes demoníacos que actúen contra sus vidas en ese punto. Lo que sale de sus bocas proviene de corazones que han dado lugar al diablo (Hechos 5.3; Efesios 4.27). El espíritu que está detrás de esos celos amargos, ambición egoísta, disputas, contiendas, envidia, ira, resentimiento y rabia es un espíritu demoníaco.
Por lo general esto no implicará una necesidad de liberación, pero sí, en todas las ocasiones, de obediencia. Soy un hombre de Dios y debo juzgarme en ese punto; dejar de buscar excusas para encubrir mis pecados; enfrentar el hecho de que tales actitudes negativas son pecado y proceden de la carne ofendida del mundo, que cuando me hieren dice que debo defenderme y herir a los que lo han hecho.
Sobre todo, tales actitudes proceden del diablo. Al alimentar mis rencores y permitir que la raíz de amargura permanezca en mi vida, he dado a Satanás un agarradero de pecado al que se aferra con furia. A partir del mismo, el diablo intentará penetrar más hondo en mi ser para perturbar aún más mi caminar con Dios y con mis hermanos. Debo quitar ese agarradero de pecado que es la falta de perdón arrepintiéndome del mismo, confesándolo, a fin de poder andar de nuevo con un Espíritu Santo que no esté contristado.
En algunos casos, no obstante, y más a menudo de lo que quisiéramos admitir, los demonios han logrado entrar en una vida cristiana mediante la puerta abierta de la falta de perdón y el resentimiento persistentes. Los demonios de ira, rabia, amargura, odio y otras clases vinculadas con las relaciones interpersonales se cuentan entre los más corrientes descubiertos en las vidas de cristianos demonizados. Sea cual fuere el caso, si obedecemos en esto la enseñanza apostólica, quedaremos libres de tal influencia.
Para añadir impacto sobre impacto, en el capítulo 4, versículos 1 y 2, Santiago lleva este tema de los conflictos interpersonales hasta sus últimas consecuencias y dice que tales conflictos son evidencia segura de una vida en la carne. La carne se manifiesta en guerras (vv. 1, 2), pleitos (v. 1), odios, «matáis» (v. 2 con Mateo 5.21–24; Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 12.15) y envidia (v. 2).
Luego Santiago recoge una nueva evidencia de la vida en la carne: el área de la oración personal ineficaz (vv. 2b, 3). El ideal bíblico de una vida constante de oración es el de una plegaria intensa pero reposada que brota de una vida sosegada de comunión con Dios, sumisión a su señorío y aceptación del gozo y el sufrimiento como elementos propios de una vida y un ministerio cristianos normales. Esa clase de oración surge también de una vida tranquila de comunión con los hermanos y siempre que sea posible, en lo que dependa de nosotros, de paz con todos los hombres. La actividad carnal de los conflictos interpersonales obstaculiza este tipo de vida de oración y produce la confusión en la práctica de la plegaria personal (vv. 2b, 3a).
A continuación, Santiago se refiere a «la carne» con otras dos breves expresiones. Primero habla de «vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros» (v. 1b); y luego de «para gastar en vuestros deleites» (3b), una mala motivación. ¿Por qué queremos aquello por lo cual oramos? ¿Cuáles son los motivos que nos impulsan a pedirlo? ¿Es el placer personal o la gloria de Dios?
La lucha contra los impíos valores del mundo (vv. 4, 5)
Santiago dice a continuación que tenemos que romper con los valores impíos establecidos por el mundo y que han logrado cierto control, a menudo firme, sobre nuestra vida (vv. 4, 5). Como vimos, el mundo representa la socialización colectiva de las actividades de la carne bajo el sutil control general de lo sobrenatural perverso. (Efesios 2.2; Juan 12.31; 14.30; 16.11; 2 Corintios 4.3, 4; 1 Juan 5.19; Efesios 6.10–12).
Santiago resume el sistema de valores del mundo que intenta arrastrarnos de una manera sutil a su órbita con dos males muy gráficos. El primero de ellos es el orgullo o la ambición egoísta (3.14–16; 4.1, 2a). El segundo es la codicia (4.2a; 1 Juan 2.15–17). Santiago afirma que el hecho de seguir los valores de codicia y orgullo del mundo produce una enemistad entre nosotros y Dios (v. 4). Y por último, declara Jacobo que el amor que Dios nos tiene, como sucede con todo verdadero amor «conyugal», es celoso (v. 5). El amar al mundo y amar a Dios al mismo tiempo constituye adulterio espiritual (v. 4) y contrista al Espíritu Santo que mora en nosotros (v. 5).
La gran afirmación divina de la gracia (v. 6a)
La gracia es un área decisiva en el consejo de liberación. Muchos creyentes están tan vapuleados por las emociones heridas, los fracasos personales y los demonios que han perdido la esperanza. Para cuando encuentran un consejero de liberación, a menudo llevan mucho tiempo recibiendo consejo sin resultados. Aunque tal vez hayan sido ayudados en parte, su principal problema sigue todavía sin resolver. No habiéndose descubierto ni remediado el pecado, ni muchas veces los malos espíritus, estas cosas atormentan sus vidas. Tales cristianos creen que Dios se ha desentendido de ellos. ¿Les ayudará de veras el consejo de liberación para recuperarse? Muchos han perdido toda esperanza de poder realmente cambiar.
Santiago sabe esto y por ello interrumpe el flujo normal de su enseñanza con esta promesa sin restricciones: «Él [Dios] da mayor gracia». Mayor que todos nuestros pecados, por grandes que sean. Tengamos el problema que tengamos, está diciendo Santiago, la gracia de Dios es superior; y luego nos promete que esa gracia está a disposición de todo creyente que lucha y con el tiempo dará a éste la victoria.
¿Qué es la gracia? Vine presenta dos páginas de explicaciones,3 pero en este caso prefiero la definición del diccionario de Webster, el cual dice que gracia procede «del latín gratia, favor, de gratus, agradable; de una raíz observada en el griego, chaíro, regocijarse[ … ] amor[ … ] favor, buena voluntad o bondad, disposición de agradar a otro; el amor y el favor de Dios; la influencia divina que renueva el corazón y restaura del pecado; un estado de reconciliación con Dios[ … ] misericordia; perdón; favor otorgado».
Dios no sólo da este tipo de gracia, sino que lo hace de un modo tan abundante que Santiago no encuentra palabras para describirlo, y dice: «Él da mayor gracia». La gracia de Dios es más grande que todos nuestros pecados y que todas las heridas que hayamos podido sufrir cuando éramos niños y jóvenes. Su gracia es mayor que todos los demonios y que todo el poder del diablo para hacernos daño. Dios nos concederá su gracia ahora y comenzará, también ahora, nuestra completa liberación. Eso es lo que dice Santiago en el versículo 6a.
Uno de nuestros principales problemas es la reacción negativa que tenemos ante todos los sufrimientos que entraña la guerra espiritual. A menudo nos quejamos: «¿Por qué a mí, Señor? Merezco cosas mejores de las que estoy recibiendo». Si recibiésemos lo que nos merecemos estaríamos en un grave aprieto; en realidad iríamos camino del infierno. No debemos concentrarnos en nuestros méritos personales, sino en la gracia de Dios que suple nuestras necesidades a pesar de nuestra falta de tales méritos.
Esta verdad sólo se nos hace patente cuando estamos a solas con Dios. En momentos como esos, la grandeza de su gracia para con nosotros en Cristo nos abruma, y llenos de gratitud comenzamos a entender que desde el principio hasta su consumación en el reino de Dios toda nuestra vida cristiana debe su existencia únicamente a la asombrosa gracia divina (Efesios 1.3–7; 2.4–10).
Lo único que Dios requiere (v. 6b)
«Dios resiste a los soberbios» (Santiago 4.6b). Esta cita de Proverbios 3.34 en la Septuaginta es tan decisiva al aconsejar a los guerreros y demás creyentes que Pedro también se refiere a la misma en su magnífica enseñanza sobre la guerra espiritual (1 Pedro 5.5). El escritor de Proverbios tiene mucho que decir en cuanto al orgullo; por ejemplo: «Abominación es a Jehová todo altivo de corazón» (Proverbios 16.5); o «Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu» (Proverbios 16.18).
«Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes», dice Santiago (v. 6b), y continúa aplicando esa verdad en el versículo 10: «Humillaos delante del Señor, y Él os exaltará». El orgullo fue la causa principal de la caída de Satanás y sus ángeles, así como la base de la incredulidad humana en el plan de Dios y en su Palabra, y sigue siendo el lazo con el que el diablo atrapa a los creyentes (1 Timoteo 3.6; 5.9 con vv. 14 y 15; 2 Timoteo 2.14 con 26; 1 Pedro 5.5–11). El orgullo es una de las primeras cosas que detendrán la liberación.
En cierta ocasión, estaba ministrando a una creyente demonizada que había hecho algunos progresos. Muchos demonios habían sido identificados y echados fuera de su vida. Sin embargo, aún quedaban cosas por solucionar: se trataba de una mujer orgullosa que creía haber sido dotada por Dios de una sabiduría singular, dones de oratoria y otros más exóticos y espectaculares. Sabía que todavía teníamos que enfrentarnos con el principal demonio asociado a su vida y sospechaba cómo podía llamarse aunque no estaba seguro de ello.
Por último, durante una de las sesiones surgió cierto demonio del interior de la mujer y ésta empezó a alardear de sus poderes en el Espíritu Santo y de sus dones de oratoria y persuasión.
La miré directo a los ojos y pregunté:
—¿Quién eres?
—Soy Orgullso —contestó el arrogante espíritu.
Se trataba de la fortaleza satánica en la vida de la mujer.
Hice callar a Orgullo y hablé a la mujer sobre sus problemas con la altivez. Se sintió ofendida, aunque sabía que el demonio del orgullo estaba en ella, y quería que saliese, no estaba dispuesta a humillarse por ello.
Nos atascamos en ese punto y la liberación cesó por completo. Ella salió de aquella sesión con la cabeza erguida y un aire de pavo real. Jamás volvió a la consulta.
Después de aquello me la encontré por casualidad en dos ocasiones, con un año de intervalo entre una y otra. Cada una de las veces la vi desde lejos, al acercarse a mí, y mirarla de frente a los ojos, apareció Orgullo para recibirme sin entrar en una manifestación demoníaca. ¡Era toda una experiencia verla y hablar con ella!
No volvió a pedir consejo nunca más. Que sepa todavía vive una vida cristiana orgullosa, ejercitando sus «dones» espirituales dominantes entre el pueblo de Dios. Es probable que pocos creyentes sospechan la mezcla espiritual que hay en su vida.
Santiago 4.6b también nos explica cómo podemos experimentar la gracia de Dios auténtica en la medida que la necesitamos: él «da gracia a los humildes». Hallamos la gracia humillándonos. Otra vez hay que decir que según parece sólo el orgullo puede obstaculizar el flujo de la gracia. Es a esto a lo que dedico mucho tiempo durante el consejo previo a la liberación: quiero ayudar al creyente a descubrir la base del pecado que permite a los espíritus que le afligen obstaculizar su vida cristiana. Si el orgullo y el egoísmo le llevan a esconderme voluntariamente algunas áreas de pecado (a Dios no puede ocultárselas, Salmo 130.1s), la victoria en su lucha se hará muy difícil.
Nuestro trabajo consiste en ayudar al creyente a conocer su identidad en Cristo, ocupar su posición como heredero de Dios y coheredero con Jesús, e identificar cualquier área de pecado que haya aún en su vida, a fin de confesar dicho pecado, romper con él, arrepentirse y recibir la limpieza y el perdón de Dios. Por último, también es tarea nuestra ayudar a dicho creyente a liberarse del dominio de cualesquiera demonios que todavía queden en su vida. Esto es más bien un choque de verdad que un choque de poder.
Algunas veces el creyente no tiene conciencia de todo el mal que se le hizo en el pasado; ni siquiera la tiene plenamente de algunas dimensiones de su vida personal que proporcionan agarraderos de pecado o de heridas en el alma a los cuales los demonios se asocian con frecuencia. Cuando esta situación existe, pedimos al Espíritu Santo que revele cualquier cosa que ofrezca entrada a los espíritus opresores para seguir afligiendo al creyente. En ese proceso de oración ocurren cosas asombrosas.
Una vez, el Rvdo. Tom White y yo estábamos ministrando a un joven temeroso de Dios procedente de una familia disfuncional en exceso. él mismo, sus hermanos y sus hermanas habían sido abandonados de niños por sus padres. Su madre no podía ocuparse de ellos y los colocó en diferentes casas de crianza durante tres años. Una vez que volvió a casarse, llevó de nuevo a los niños al hogar.
Pasados algunos años, el padrastro también los abandonó y los niños fueron otra vez a parar a distintas casas de acogida.
Ahora todos ellos son adultos jóvenes con problemas. Jerry, el hombre al que estábamos ministrando, conoció al Señor poco después de los veinte y llevó a Cristo a dos de sus hermanos y una de sus hermanas. Aunque era un cristiano firme, Jerry se sentía sin embargo demasiado inseguro y era arrastrado a incontrolables altibajos emocionales. También estaba demonizado: no gravemente, pero sí lo bastante como para lastimar su vida y poner en peligro su capacidad de conservar un trabajo.
Había tenido con él una satisfactoria sesión de liberación y ya que Tom se encontraba de visita en casa accedió a acompañarme en mi siguiente entrevista con Jerry. La mayor parte de los recuerdos de la infancia temprana del joven habían desaparecido de su memoria y yo sabía que tenía que haber habido algún suceso o serie de sucesos insoportables en su vida pasada que guardaban en parte el secreto de su turbado presente. Aquellos acontecimientos habían dañado seriamente su ego de hombre y nosotros estábamos convencidos que sería de ayuda poder sacarlos a luz y curarlos a fin de que Jerry continuara adelante con su vida.
Al guiarnos Tom en oración, pidió al Espíritu Santo que hiciera retroceder a Jerry en su recuerdo hasta cualesquiera sucesos críticos que hubieran mantenido su vida cautiva desde entonces. Y después de orar, el joven empezó a ver los acontecimientos tales y como habían ocurrido en el pasado. De repente vino a su memoria uno de aquellos momentos críticos. Su madre le estaba llevando de nuevo a la casa de crianza y era abandonado una segunda vez por ella, no por su padre ni por su padrastro.
Comenzó a llorar, mientras su cuerpo temblaba de miedo. De pronto, Jerry rogó con una voz de niño: «¡Madre, no me dejes! ¡No me dejes otra vez!» Y siguió llorando sin cesar. Cuando se recuperó, el joven se puso a orar perdonando a su madre, a su padre y a su padrastro. También perdonó a Dios, el cual, pensaba, le había abandonado. Como resultado de ello, su proceso de sanidad se aceleró hasta el día de hoy. Jerry ahora disfruta de salud emocional y libertad de toda demonización.
La sección final de la enseñanza de Santiago sobre la guerra espiritual se centra en los mandamientos y las promesas finales de Dios.
Primer mandamiento: «Someteos, pues, a Dios» (v. 7a)
Este mandamiento no podía ser más conciso y al mismo tiempo más amplio. Constituye una llamada a aplicar las enseñanzas que se acaban de recibir. El «pues» del versículo 7 se refiere, como mínimo, a todo lo que se ha estado diciendo desde el versículo 1. Los versículos 1 al 3 son una repetición de las apasionadas exhortaciones de Jacobo acerca de las dos sabidurías (3.3–18). Por lo tanto, ese «pues» tiene que ver con los problemas de pecado referentes a la carne, el mundo y lo demoníaco (3.15) a los que se enfrentan los creyentes.
El problema del creyente con el pecado debe identificarse y tratarse. Santiago va a pasar de inmediato al mandamiento que implica una sumisión completa a Dios y la confesión del pecado forma parte de dicho proceso de sumisión. Según la Escritura, necesitamos confesar a Dios nuestros pecados, tanto los generacionales como los personales (1 Juan 1.6–10; 2.1, 2; Salmo 139.23, 24).
Para someternos de veras a Dios hemos de hacer frente a estas cuestiones relacionadas con el pecado. Si el creyente desea de veras alcanzar la victoria en su vida estará dispuesto a humillarse delante de Dios y en presencia del consejero. Abordará sinceramente aquellas áreas de pecado y los agarraderos de dicho pecado en su vida. Aunque esto no implica un subjetivismo paralizante de parte del cristiano ni una indagación morbosa del consejero, si hay pecado escondido no se conseguirá la victoria (Salmo 32.1–7; 51.1–17; 66.16–20; 139.1–24).
Santiago 5.13–16 hace mucho hincapié en la confesión y revela la necesidad que tenemos de declarar nuestros pecados a un compañero de oración, un confidente para sanidad. El consejero se convierte en uno de esos compañeros durante la consulta, pero el creyente necesitará también de otros.
Si percibo que la persona receptora del consejo está tratando de encubrir cierto pecado en su vida, detengo la consulta e intento sacudir su conciencia utilizando versículos como 1 Juan 1.7, 9; 2.1, 2; Santiago 1.13–22; Salmo 66.16–20; 139.23, 24. Si hay demonización, la interferencia demoníaca se producirá en ese momento. El creyente puede sentirse confuso o quedarse mirando desconcertado sin poder entender lo que se está diciendo.
Tal vez oiga un torrente de voces en su mente que reaccionen, denuncien, ridiculicen y contradigan. Quizá se den muestras internas de miedo, ira, rebeldía, blasfemia, etcétera. Si ello ocurre, puede por lo general ser controlado mediante una reprensión tranquila o liberando la mente del creyente por medio de la oración para que responda al Espíritu Santo que está dentro de él. Los demonios a veces prorrumpen en una manifestación vocinglera. Esta también debe controlarse. Los espíritus malos tendrían que ser silenciados, prohibiéndoseles hablar o entremeterse en la marcha de la consulta.
«Someteos, pues, a Dios» implica una rendición al señorío de Cristo, una entrega completa de la persona entera y de cada una de las áreas de su vida a la autoridad de Dios. Sin duda alguna, esta rendición a Dios es la principal clave para la victoria en la guerra espiritual. Finalmente, el señorío de Jesucristo es el foco de atención primordial en el plan redentor de Dios (Efesios 1.9, 10, 20–23; 2.4–7; 3.4, 9–11; Filipenses 2.9–11; 3.20, 21; Colosenses 1.16–19, 25–27; 2.2, 3, 9–10; 3.1; 1 Corintios 15.24, 25; Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 1.8, 10, 12; 12.2; 1 Pedro 3.22), y también constituye el camino para romper las ataduras demoníacas.
Ninguno de nosotros vive el cien por ciento del tiempo en perfecta obediencia al señorío de Cristo en cada área de su vida debido a la falsedad de nuestra carne. Sin embargo, todos nosotros deberíamos llegar mediante la fe a una situación de rendición completa a Jesús como nuestro Señor. De eso es de lo que tratan pasajes tales como Romanos 6.1s, 12.1, 2; 1 Corintios 6.19, 20 y otros semejantes. Si el creyente atribulado retiene de manera espontánea un área de su vida para sí mismo, encontrará difícil resistir al diablo y verle huir como promete Santiago en el versículo 8.
Llegados a este punto, por lo general, empiezo explicando quién es Jesús como Señor. Destaco su exaltación llevada a cabo por Dios Padre al lugar de señorío absoluto del universo. Luego, utilizando la Escritura suscito la cuestión del señorío de Cristo en la vida del que busca consejo. Pasado algún tiempo voy a 1 Corintios 6.19, 20; Romanos 6.11–13 y 12.1–3. En el primero de dichos pasajes, el apóstol Pablo dice: «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo».
Aquí, a menudo, doy mi testimonio personal de cómo Dios ha utilizado estos versículos para cambiar por completo el curso de mi vida. Durante un período de profunda crisis espiritual, el Espíritu Santo cautivó mi corazón con la verdad de este pasaje y me condujo, por la fe, a un total compromiso con Dios. Fue como firmar una hoja en blanco (véase Fig. 63.1). No tenía ni la más remota idea de lo que Dios quería hacer con mi vida, pero estaba dispuesto a aceptar por la fe lo que Él deseara.
Eso sucedió en 1949 y en cierto sentido no he tenido que volver atrás y firmar de nuevo esa hoja en blanco, ya que lo hice aquel día una vez por todas por la fe. Sin embargo, en otro sentido, sí que he tenido que firmarla en cada momento de crisis de mi vida.
A continuación, llevo a la persona a quien estoy aconsejando a Romanos 12.1, 2 y 6.11–13. En el primero de esos pasajes, el apóstol Pablo dice:
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Entonces explico que al presentar mi cuerpo como un sacrificio vivo estoy presentando todo mi ser. Todo lo que soy vive en mi cuerpo, y si Dios tiene este último me tiene a mí entero. La descripción anterior que hace Pablo de la presentación del cuerpo en Romanos 6.13b es bastante gráfica y pertinente: «Presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia».
Luego paso a orar por la persona. Primero la guío a presentarse entera a Dios y luego a hacer lo propio con los miembros de su cuerpo, uno por uno, como instrumentos de justicia. (Véase la «Oración de Liberación» en Grupo, Apéndice C.)
Se trata por lo general de un momento muy emotivo de oración y compromiso. La persona sabe que está entrando en una unión experimental más profunda con Cristo como Señor y Luz de su vida de la que haya tenido hasta entonces. También lo saben los demonios; y en el caso de creyentes gravemente demonizados, si no ha habido ninguna protesta o interferencia demoníaca hasta ese momento, por lo general ocurre entonces. De lo contrario puede producirse con el siguiente mandamiento de Santiago.
Segundo mandamiento: «Resistid al diablo» (v. 7b)
«¿Y cómo resistimos al diablo?», se preguntan muchos creyentes. La mejor respuesta es: «Del mismo modo que lo hizo el Señor. Con una confrontación verbal basada en la verdad de la Palabra de Dios» (Mateo 4.1–11 con Lucas 4.1–13). Jesús abordó esos choques de poder con el diablo mediante un choque de verdad.
Con el choque de verdad en mente, llevo a la persona a Efesios 6. Allí, en los versículos 18 al 20, el apóstol Pablo revela cuatro dimensiones clave de la victoria del creyente sobre Satanás: el escudo de la fe (v. 16); el yelmo de la completa salvación (v. 17a; Hechos 10.38; 1 Juan 3.8; Colosenses 2.15; Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 2.14, 15); el rhêma de la Palabra de Dios (v. 17b); y la oración en el Espíritu Santo (v. 18).
También teniendo en mente el choque de verdad, vamos a 1 Pedro 5.8–11. Este pasaje, como el de Efesios 6, puede utilizarse en cualquier momento de la consulta. No obstante, lo introduzco generalmente aquí porque Pedro también nos da un mandamiento de «resistir al diablo» semejante al de Santiago.
En este pasaje, el apóstol Pedro confirma lo que ya hemos visto en el presente libro. Comienza con un mandamiento doble: «Sed sobrios, y velad». «Sed sobrios» es el verbo népho. J Ramsey Michaels dice que la mejor traducción sería: «¡Prestad atención!»4 Pedro utiliza la misma palabra para referirse a la oración en el 4.7. Lo que está diciendo es: «Tened un espíritu sobrio para la oración. Prestad atención a vuestra vida de comunión con Dios». Es el mejor consejo para todos nosotros.
Luego, Pedro continúa diciendo: «Velad». El término griego es gregoréo. Vine dice que el mismo significa «mantenerse despierto, estar vigilante».5 Michaels, por su parte, expresa que quiere decir «¡Despertad!», y escribe: «Estos imperativos enérgicos son un simple llamamiento a los lectores a que se preparen, en mente y espíritu, para una batalla decisiva contra su único gran enemigo, el diablo».6 Luego menciona que esos dos mandamientos no sólo aparecen en 1 Pedro 4.7, en relación con la plegaria, sino también refiriéndose a la totalidad de la vida cristiana de aquellos a quienes va dirigida la carta, en 1 Pedro 1.13.
Pedro da una razón triple para esos mandamientos. Sus lectores tienen un adversario, el diablo, y dicho adversario ronda como un león rugiente (véanse Salmo 22.12, 13; Ezequiel 22.25). El apóstol Pablo utiliza una frase parecida en 2 Timoteo 4.17, y expresa: «Fui librado de la boca del león». Todas estas son referencias a los enemigos del pueblo de Dios. En 1 Pedro 5 tenemos al principal enemigo que manipula a todos nuestros enemigos humanos para devorarnos y se identifica con nuestro único adversario: el diablo.
Pedro dice que nuestro rugiente adversario está «buscando a quien devorar». Esta es una palabra fuerte. ¿Puede el diablo devorar a los cristianos descuidados e incluso gravemente heridos? Pedro parece pensar que sí. Entonces, ¿por qué cada vez que trato de recalcar el terrible poder maligno que Satanás lanza contra los hijos de Dios muchos creyentes se van enseguida a 1 Juan 5.18, «Y el maligno no le toca»?.
El verbo griego traducido por «tocar» en 1 Juan 5.18 es hápto, que tiene muchos significados diferentes. Y en el contexto en el que habla Juan aquí, Vine dice que «tocar» significa «atacar con el propósito de romper la unión vital que existe entre Cristo y el creyente».7 Satanás no puede hacer eso a ningún creyente verdadero.
Si ningún creyente pudiera ser siquiera tocado por el diablo en el sentido literal, Pedro estaría equivocado. Debería haber escrito: «El diablo es sólo un tigre de papel, que aunque anda rondando sólo puede rugir, no morder. No se le permite dañar a ningún creyente. De modo que no le prestéis atención alguna, ya que ruge mucho y no devora nada». También Pablo debería haber escrito: «No os molestéis en poneros toda la armadura de Dios. Todos habéis nacido de Él y el diablo no puede tocaros».
Pedro continúa con otro mandamiento: «Resistid firmes en la fe». Aquí «resistir» es el mismo verbo que se utiliza en Santiago 4.7b. Parafraseando a Pedro, puedo decir: «Ahí está nuestro adversario. En la actualidad merodea alrededor de vuestras vidas veinticuatro horas al día, siete días por semana, y cincuenta y dos semanas al año. Quiere devoraros. ¿Cómo hacer frente a tan perverso enemigo? ¡Siendo sobrios! ¡Velando! ¡Resistiéndole firmes en nuestra fe! Sabiendo que todos nuestros hermanos, en todas partes del mundo y en todas las épocas, se enfrentan al mismo tipo de guerra. Y, por último, ¡comprendiendo que Dios participa de todo el proceso! Él lo permite, e incluso lo ordena, con objeto de perfeccionarnos, fortalecernos y establecernos» (vv. 8–10).
El énfasis habitual de la Escritura consiste en que esta resistencia al diablo es diaria y continua, y tanto ofensiva como defensiva (Mateo 16.18). Por ejemplo: nos ponemos cada día toda la armadura de Dios, vivimos a diario en la plenitud de Cristo, oramos en el Espíritu todos los días. Sin embargo, también puede referirse a una resistencia en momentos de crisis. Tanto Jesús como Pablo mencionan días u horas especialmente malos (Efesios 6.13; Lucas 22.53). Tales ocasiones demandan el uso ofensivo y defensivo de la armadura por parte del creyente.
En realidad, todas las partes de dicha armadura deben ser utilizadas todo el tiempo en ambas clases de combate espiritual. Como suele decir el Dr. Ray Stedman, el soldado cristiano está «completamente sin temor, siempre alegre y en dificultades constantes». ¡Qué gran verdad es esta!
En nuestra resistencia contra Satanás tenemos que ser enérgicos. Martín Lutero, el reformador que más atención prestó a la guerra espiritual, comprendía el poder de la resistencia verbal contra el diablo. Según C. S. Lewis, Lutero escribió: «La mejor manera de hacer huir al diablo, si no cede ante los versículos bíblicos, es burlarse y reírse de él, ya que no aguanta la mofa».8 Luego, Lewis cita las palabras de Tomás Moro: «El diablo[ … ] ese espíritu orgulloso no puede resistir que se burlen de él».9
Los demonios son malos, mentirosos, engañadores y asesinos, y así se lo digo a ellos. Están condenados a arder en el infierno por toda la eternidad, y se lo hago saber con pleno desdén y menosprecio. Este enfoque les crea dificultades a algunos creyentes, quienes afirman que no deberíamos reprender al diablo o a sus espíritus inmundos. Para apoyar su tímida posición, tales creyentes citan Judas^<1034,Times New Roman>Judas 8 y 9:
No obstante, de la misma manera también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores. Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda.
Primero, tenemos que considerar el contexto. Judas está escribiendo sobre falsos maestros, no de consejeros de guerra espiritual (vv. 4–23). Esos hombres siguen «sus malvados deseos»; son «los sensuales, que no tienen el Espíritu» (vv. 18, 19); y «rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores». En otras palabras: no respetan ni a las autoridades celestiales ni a las terrenales. Esto no es cierto de la resistencia o el consejo en la guerra espiritual.
En segundo lugar, Judas cuenta esta singular historia, no para enseñarnos lo que es legítimo y lo que no lo es en la guerra contra Satanás y sus demonios, sino para ilustrar su afirmación del versículo 10a: «Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen».
En tercer lugar, cuando resistimos al diablo estamos resistiendo a las potestades angélicas caídas. Se trata de los principados y potestades que menciona Pablo en Efesios 6.10–12. Por lo general, no son creyentes individuales quienes confrontan a esos poderosos principados y potestades gobernantes; esto es algo que sólo deberían hacerlo un cuerpo de creyentes, a lo largo de cierto período de tiempo y con un alto coste en súplica, ayuno y oración de guerra, como vimos en nuestro estudio de Efesios.
Aunque despreciamos a esos principados y potestades, tenemos un saludable respeto por su poder. Resulta peligroso para los creyentes enfrentarse a solas con principados y potestades que estén por encima de su conocimiento, su fe y su experiencia. Los cristianos que lo hacen pueden tener serios problemas, aunque en la mayoría de las ocasiones dichos seres espirituales hagan caso omiso de ellos.
Cuando se trata de demonios que afligen a las personas, éstos pueden ser confrontados por creyentes piadosos, maduros y experimentados que han recibido enseñanza acerca de la guerra espiritual enérgica y agresiva. Aunque, al igual que Lutero, desafíe su autoridad y los declare escoria sin valor, foso de basura del universo, como me gusta hacerlo, eso no es blasfemar de las potestades superiores, sino resistir a aquellas potestades caídas que se han convertido en el desecho de la creación.
Tales potestades han perdido cualquier majestad que tuvieran en un principio. También me deleito en decirles que sólo valen como combustible para el lago de fuego. Son basura inútil, despreciable, destinada a sufrir tormento perpetuo en el infierno. Cuando se lo digo a ellos, por lo general reaccionan con ira y miedo, pero admiten la verdad de mis palabras. Se les puede hacer confesar que son todo lo que los llamo y más.
Por último, recordemos que la confrontación verbal entre Miguel y el diablo, a la que Judas se refiere, tuvo lugar antes del evento de Cristo. Jesús destronó a esos principados y potestades de su lugar de esplendor. Ya no son majestades ninguno de ellos. Junto con su señor, Satanás, han caído en la ignominia y nosotros sentimos hacia ellos un santo desprecio. Todos esos principados y potestades se encuentran bajo nuestra autoridad colectiva como iglesia. Tratamos con ellos con la autoridad delegada por el Hijo de Dios en persona. Jesús nos dijo que echásemos fuera demonios en su nombre y eso es lo que hacemos.
Acto seguido, Pedro nos ordena que resistamos al diablo «firmes en la fe». Aquí la fe se refiere, sin duda alguna, a todo el evangelio, y de un modo especial a la verdad de la derrota de Satanás (Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 2.14, 15; 1 Juan 3.8). Es el evangelio lo que nos da nuestra posición en Cristo.
Cristo es nuestra vida, nuestro Señor, estamos en Él y Él en nosotros. Nos hallamos sentados con Él en los lugares celestiales. Tenemos el rhêma de Dios el Señor, la espada del Espíritu. Estamos vestidos de toda la armadura divina, incluyendo el escudo de la fe que apaga todos los dardos de fuego del maligno. ¿Qué podemos temer? Por fin Pedro concluye con la razón cuádruple que hay detrás de su enseñanza:
1.     Las aflicciones a que nos enfrentamos en la guerra contra el adversario son las mismas que soportan todos los creyentes, en todo lugar y en toda época. Si ellos salen triunfantes, también podemos hacerlo nosotros (v. 9c).
2.     Estos sufrimientos de la guerra espiritual son necesarios, buenos para nosotros. Aunque causen dolor, hay un propósito divino detrás de ellos (v. 10).
3.     El que permite esas aflicciones y sufrimientos es «el Dios de toda gracia» (v. 10b).
4.     Ese Dios de toda gracia es también el Dios de toda gloria, quien compartirá dicha gloria con nosotros en Cristo después que hayamos sufrido (v. 10c).
Con este estudio de Pedro volvemos a Santiago 4.
Primera promesa: «Huirá de vosotros» (v. 7b)
El diablo debe huir de usted. No tiene elección. Es Dios quien así lo determina. Aunque con frecuencia esa huida sea instantánea, más a menudo todavía constituye un proceso gradual iniciado por una crisis. De ahí, otra vez, la importancia del procedimiento «45-10-45» de liberación. El segundo 45 por ciento es el que cuenta y representa siempre la clave para una victoria continua en la guerra espiritual.
La única excepción a la promesa de que el diablo huirá de nosotros es cuando Dios nos habla directo, como hizo con Pablo, y nos dice que Él ha decidido permitir que siga la aflicción demoníaca incluso tal vez de manera indefinida. Por medio de mensajeros de Satanás, Dios está llevando a cabo planes de santificación más profundos en nuestra vida de los que podría realizar de ninguna otra forma. Ha habido y seguirá habiendo más de un creyente según el modelo de 2 Corintios 12.7–10; aunque, como es natural, esa no sea la norma. Por esa razón digo que Dios debe darnos una palabra de confirmación indicándonos que la aflicción demoníaca continua es su voluntad y tiene por objeto nuestro beneficio espiritual.
Santiago promete que, con el tiempo, el enemigo huirá de nosotros. Aunque los demonios se quejarán, fanfarronearán y discutirán, a la larga siempre tendrán que salir. Esa es la promesa de Dios.
Tercer mandamiento: «Acercaos a Dios» (v. 8a)
Adorad, alabad, amad, glorificad al Señor, está diciendo Santiago. El Dr. Bill Bright, fundador y director de la Cruzada Estudiantil para Cristo habla de cómo el poder de la adoración y la alabanza dirigida a Dios rompe las fortalezas demoníacas en las vidas de los creyentes. El Dr. Bright comienza refiriéndose al coro angélico de Apocalipsis 4 y 5, ocupado en un culto constante a nuestro Dios:10
Sin duda, lo que ocupa todo el tiempo y las energías de esa gran hueste celestial debe ser un modelo apropiado para nosotros aquí en la tierra.
Con mucha frecuencia infravaloramos la importancia de la alabanza. Muchos tienen la idea de que se trata de un hermoso ejercicio estético pero de poco valor práctico. Sin embargo, si la alabanza es la principal ocupación de esa gran hueste de ángeles en el cielo, tiene que haber alguna razón de peso para ello. Y desde luego la hay.
La alabanza es nuestra arma más poderosa en el combate espiritual. Satanás tiene alergia de ella. Así que cuando hay una gran alabanza triunfante, se paraliza, se ata y se destierra al diablo.
Cuando el Señor habita en las alabanzas de su pueblo, se rechaza la influencia del enemigo; y si nuestra batalla no es contra carne y sangre, sino contra los perversos gobernadores del mundo invisible, entonces necesitamos utilizar armas espirituales poderosas. La alabanza triunfante y victoriosa es el arma más eficaz que tenemos a nuestra disposición, la alabanza que da como resultado una victoria continua, que es una vocación, una forma de vida.
Hagamos de la preparación para la guerra espiritual una práctica regular, adoptando un estilo de vida de alabanza continua.
Segunda promesa: «Él se acercará a vosotros» (v. 8b)
El creyente empezará a conocer la presencia del Señor como nunca antes. En algunos casos, esto ocurre de inmediato, tan pronto como se rompen las ataduras del último demonio abusivo. En otros, hay cierto cambio inmediato y cierta libertad en Dios que tardarán algún tiempo en alcanzar un nivel aceptable de presencia divina conscientemente perceptible.
En cierta ocasión, una mujer pura había sufrido abusos sexuales de parte de su marido durante determinado tiempo. La había obligado a ver videos pornográficos mientras «hacían el amor». Se sentía sucia, a pesar de conocer el perdón de Dios. En un rato de profunda oración durante la consulta, de repente se vio a sí misma con el Señor. Estaba vestida con un traje nuevo de boda blanco, tan pura como una novia virgen. La mujer lloró con el gozo de la presencia de Dios.
En otro caso, también un hombre tuvo una visión. Había sufrido terribles abusos físicos y sexuales en su infancia, y vio cómo el Señor le recogía, en su apariencia de niño, y le tenía en sus brazos sentado sobre sus rodillas (Marcos 10.13–16). El hombre lloró como un niño pequeño. Según la promesa de Santiago, Dios se había acercado a él.
Esta es la forma de obtener victoria en la guerra espiritual; la única forma de vida hasta que nos encontremos en la presencia personal del Señor y le veamos cara a cara.
Amén. ¡Aleluya! ¡El diablo está derrotado!

1 1.     Véase Neil Anderson, 1990a, 1990b, 1991b en la bibliografía.
2 2.     Véase David Seamand, Healing For Damaged Emotions , Victor, Wheaton, IL, 1985a; Healing of Memories , Victor, Wheaton, IL, 1985b; y Healing Grace , Victor, Wheaton, IL, 1988.
3 3.     William E. Vine, An Expository Dictionary of New Testament Words, Oliphants, Londres, 1953, 2:169 y 170.
4.     J. Ramsey Michaels, I Peter, WBC , Word, Waco, Texas, 1988.
5.     Vine, 4:201.
6.     Michaels, p. 297.
7.     Vine, 2:145.
8.     C. S. Lewis, The Screwtape Letters, Fontana Books, Londres, 1963, 7.
9.     Ibid. p. 7.
10 10.     Bill Bright, Praise and Worship, Serie de cintas, Campus Crusade for Christ, San Bernardino, CA, 1987.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

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