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martes, 29 de septiembre de 2020

El Tesoro de David; Salmo 59 C.H.Spurgeon

 

SALMO 59

A quien Dios guarda, Satanás no puede destruirlo. El Señor puede incluso preservar las vidas de sus profetas por medio de cuervos, que suelen, por su naturaleza, arrancar los ojos de otros.

David siempre halló un amigo para ayudarle cuando su situación era en extremo peligrosa, y este amigo se hallaba en la misma casa de su enemigo; en este caso se trataba de Mical, la hija de Saúl, como en otras ocasiones había sido Jonatán, el hijo de Saúl. «Mictam de David». Este es el quinto de los «Secretos áureos» de David. El pueblo escogido de Dios tiene muchos de ellos.


Sal 59:1  Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío; 

 Ponme a salvo de los que se levantan contra mí.


Vers. 1. Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío. Estaba a punto de ser capturado, vivo o muerto, sano o enfermo, y llevado a la matanza. La incredulidad habría sugerido que la oración era palabras vanas, pero no pensó así el hombre bueno, porque hace de ella su único recurso. 

Nótese que pone el título «Dios mío» frente a las palabras «mis enemigos». Este es el método debido de capturar y apagar los dardos ardientes del enemigo en el escudo de la fe. C. H. S.


Hay dos alegaciones de las que hace uso el Salmista; la una era que Dios era su Dios (vers. 1); la otra que era el poder y fuerza de sus enemigos. John Hill


Sal 59:2  Libramé de los que cometen iniquidad, 

 Y sálvame de hombres sanguinarios.


Vers. 2. Líbrame de los que cometen iniquidad, y sálvame del hombre sanguinario. Saúl tenía más motivos que David para temer, porque el arma invencible de la oración era usada contra él, y el cielo era despertado para presentarle batalla. 


Sal 59:3  Porque he aquí están acechando mi vida; 

 Se han juntado contra mí poderosos. 

 No por falta mía, ni pecado mío, oh Jehová;


Vers. 3. Porque he aquí, están acechando mi vida. En tanto que el enemigo esta en acecho, nosotros esperamos en oración, porque Dios espera ser misericordioso con nosotros y terrible para con nuestros enemigos. 

Se han juntado contra mil poderosos. Ninguno de ellos estaba ausente cuando se trataba de dar muerte a un santo. Era para ellos una diversión. C. H. S. 

Sal 59:3  Porque he aquí están acechando mi vida; 

Se han juntado contra mí poderosos. 

No por falta mía, ni pecado mío, oh Jehová;

Sal 59:4  Sin delito mío corren y se aperciben. 

 Despierta para venir a mi encuentro, y mira.

Vers. 3, 4. Alega su propia inocencia no respecto a Dios, pero sí en cuanto a sus perseguidores.

Nota que:

1. La inocencia del hombre piadoso no le es una

garantía contra la malignidad de los inicuos. Los

que son inocentes como palomas, sin embargo, por

causa de Cristo, son odiados por todos los hombres

como si fueran perjudiciales como serpientes, y

tratados en consecuencia.

2. Aunque su inocencia no les asegura contra las

tribulaciones, con todo, serán grandemente

apoyados y consolados en estas tribulaciones. El

testimonio de nuestra conciencia de que nos hemos

comportado bien hacia aquellos que se comportan

mal con nosotros está a nuestro lado y esto será

causa de gozo en el día malo. Si somos conscientes

de nuestra inocencia podemos con humilde

confianza apelar a Dios y pedirle que defienda

nuestra causa, lo que hará a su debido tiempo.

Matthew Henry.

Vers. 4. Sin delito mío corren y se apostan. Para el hombre valeroso el peligro no causa desazón en la mente, comparado con la injusticia a que se ve sometido. C. H. S.


Sal 59:5  Y tú, Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel, 

 Despierta para castigar a todas las naciones; 

 No tengas misericordia de todos los que se rebelan con iniquidad. Selah 


Vers. 5. Tú, Jehová, Dios de los ejércitos, Dios de Israel. 

1) Dios de los ejércitos, y por tanto poderoso; 

2) Dios de Israel, y por tanto dispuesto. Andrew A. Bonar


Levántate para castigar. ¡ Qué petición más potente se halla contenida en estas palabras! Castigar activamente, en la sabiduría del juez, con fuerza. No tengas misericordia de ninguno de los pérfidos traidores. Ten misericordia de ellos como hombres, pero no como transgresores; si continúan endurecidos en su pecado, no pases por alto su opresión. El pasar por alto el pecado en los transgresores sería dejar a los rectos bajo su poder; por tanto, no pases por alto sus ofensas, sino dales la retribución debida. C. H. S.


Sal 59:6  Volverán a la tarde, ladrarán como perros, 

 Y rodearán la ciudad.


Vers. 6. Volverán a la tarde, ladrarán como perros, y rondarán la ciudad. David compara a sus enemigos con los perros según se les considera en el Oriente: despreciados, sin dueño, asquerosos, degradados, macilentos y hambrientos, y los representa como ladrando en su decepción por no haber hallado el alimento que buscan.


Los guardas de Saúl y el mismo rey cruel tienen que haberse enfurecido al encontrar una estatua y la almohada de pelo de cabra en la cama en vez de David. Su vigilancia había sido vana, la víctima se les había escapado, librada por la hija del hombre que deseaba su sangre. Id, perros, a vuestras perreras y roed vuestros huesos, porque este hombre bueno no es carne para vuestras mandíbulas. C. H. S.


Sal 59:6  Volverán a la tarde, ladrarán como perros, 

 Y rodearán la ciudad. 

Sal 59:7  He aquí proferirán con su boca; 

 Espadas hay en sus labios, 

 Porque dicen: ¿Quién oye?

Vers. 6, 7. 

1) Muestran diligencia en ello: vuelven por la tarde. 

2) Ladran como perros: amenazan atrevidos. 

3) Obstinados en su propósito: rondan la ciudad. 

4) Impudentes: míralos desbarrar a boca llena. 

5) Y sus palabras son sanguinolentas: espadas hay en sus labios. Adán Clarke


Vers. 7. Míralos desbarrar a boca llena. Sus discursos maliciosos brotan como de una fuente. Los malvados son volubles en la calumnia; su vocabulario de insultos es abundante y tan detestable como copioso. ¡Qué torrentes de imprecaciones proceden de sus bocas contra los hombres piadosos! No necesitan quien les instigue, sus sentimientos salen espontáneamente y forman sus propias expresiones.


Espadas hay en sus labios. Hablan como manejando cuchillos. Como el león esconde sus garras en la pata, sus labios esconden palabras de sangre. 

Porque dicen: ¿Quién lo oye? No tienen freno alguno, no temen ni a Dios ni a un gobierno de la tierra. Cuando los hombres no tienen que dar cuenta, no hay límites para lo que pueden hacer. David los llama perros, y sin duda eran una buena manada.


Sal 59:9  A causa del poder del enemigo esperaré en ti, 

 Porque Dios es mi defensa.

Vers. 9. Fortaleza mía, hacia Ti me vuelvo. Es decir, te estoy observando, aludiendo al título «Cuando envió Saúl a vigilar la casa para matarlo». David pone su vigilancia ante Dios, contra la vigilancia sobre él para matarlo. A. R. Fausset 


Por débil que el creyente se encuentre, y por muy poderoso que considere al enemigo, es lo mismo para él, ya que no tiene otra cosa que hacer que poner su fe en acción y esperar hasta que Dios obre. David Dickson


Sal 59:10  El Dios de mi misericordia irá delante de mí; 

 Dios hará que vea en mis enemigos mi deseo.


Vers. 10. Mi Dios me saldrá al encuentro con su misericordia. Estas son palabras importantes (1ª Pedro 5:10), el Dios de toda gracia. Dios tiene en El toda clase de gracias para sus santos. Tiene gracia perdonadora, avivadora, fortalecedora, consoladora y preservadora. Su misericordia es una misericordia rica, abundante, inagotable, segura. Las riquezas del hombre son su gloria; Dios se gloría en su misericordia; es su deleite, descansa en ella; y así también podemos nosotros, porque hay una plenitud inconcebible de misericordia en Él (2ª Corintios 1:3). Dios no es llamado el autor de nuestras misericordias, sino el Padre de ellas, para mostrar lo abundantemente que vienen de El. John Hill, Condensado de sermón


Dios hará que vea la derrota de mis enemigos. La idea en el hebreo es que David espera ver a sus enemigos sin tener temor de ellos. Dios hará que su siervo pueda contemplar a su enemigo sin trepidar; estará sosegado en la hora del peligro; y antes de poco verá a sus mismos enemigos derrotados, destruidos. C. H. S. 


Así miraba Cristo a sus verdugos. Así pudo Esteban verlos cuando ellos crujían los dientes contra él. «Todos los que estaban sentados en el Sanedrín, fijando en él los ojos, vieron el rostro de un ángel» (Hechos 6:15). Christopher Wordsworth


Sal 59:11  No los mates, para que mi pueblo no olvide; 

 Dispérsalos con tu poder, y abátelos, 

 Oh Jehová, escudo nuestro.


Vers. 11. No los mates de repente, para que mi pueblo no lo olvide. Implica gran fe por parte de David que aun cuando su casa estaba rodeada de enemigos, él está, con todo, plenamente seguro de derrotarlos, y lo cree de modo tan absoluto que presenta la petición específica de que no sean exterminados demasiado pronto ni de modo demasiado completo.


La victoria de Dios sobre la astucia y crueldad de los inicuos es tan fácil y tan gloriosa que produce lástima que el conflicto termine tan pronto. El barrer a los conjurados de repente sería terminar el gran drama de la retribución abruptamente. No, el que los justos sean zarandeados un poco más, y que el opresor jactancioso se enorgullezca durante un tiempo, va ayudar a que Israel tenga en cuenta la justicia del Señor y hará que el grupo valeroso que está al lado del campeón de Dios se acostumbre a las  intervenciones divinas. Sería una lástima que el hombre bueno no tuviera detractores, viendo que la virtud brilla aún más cuando tiene como fondo la calumnia. 

Los enemigos ayudan a mantener a los siervos del Señor despiertos. Un diablo vivo, que aflija, es menos de temer que un espíritu adormilado, olvidadizo, soñoliento. 


Sal 59:12  Por el pecado de su boca, por la palabra de sus labios, 

 Sean ellos presos en su soberbia, 

 Y por la maldición y mentira que profieren.


Vers. 12. Por el pecado de su boca, por la palabra de sus labios, y por la maldición y mentira que profieren. Los pecados de los labios son pecados reales y punibles. Los hombres no han de pensar que por el hecho de que el odio no vaya más allá del vilipendio y la blasfemia pueda por eso ser excusado. El que considera el querer como el hacer, considerará la palabra por el hecho y lo tratará en  consecuencia. Los que persiguen con las palabras, queman y apuñalan con la lengua, tendrán que dar cuenta de sus intentadas transgresiones. El orgullo, aunque no se muestre en hechos sino en palabras, es un pecado; y el orgullo perseguidor, aunque no amontone haces en el quemadero, sino que ultraja con los labios, tendrá que responder de ello entre la nefasta horda de inquisidores.


Y por la maldición y mentira que profieren. Los pecados, como los perros, muchas veces cazan en pareja. El que no se avergüenza de maldecir delante de Dios, sin duda mentirá delante de los hombres. Uno que jura, también miente. La persecución lleva al perjurio. C. H. S. 


Aunque los perseguidores no cumplan sus propósitos contra el justo, con todo, su orgullo, sus jactancias, sus mentiras, sus calumnias y sus maldiciones contra los justos son suficientes para la condenación y la ira que caerá sobre ellos. David Dickson


Sal 59:13  Acábalos con furor, acábalos, para que no sean; 

 Y sépase que Dios gobierna en Jacob 

 Hasta los fines de la tierra. Selah 

Vers. 13. Acábalos con tu furor, acábalos, para que no existan más. Si se pueden reformar, sería infinitamente mejor; pero si no pueden, si han de seguir comportándose de esta forma, mejor les sería cesar de ser. ¿Quién desea que una generación así se perpetúe? 

Y sépase que Dios gobierna en Jacob, hasta los confines de la tierra. Que todos lo sepan. La derrota de un Napoleón es una homilía para todos los monarcas; la muerte de Tom Paine es una advertencia para todos los infieles; el sitio de París es un sermón para todas las ciudades. C. H. S.


Sal 59:14  Vuelvan, pues, a la tarde, y ladren como perros, 

 Y rodeen la ciudad.

Vers. 14. Volverán a la tarde, ladrarán como perros, y rondarán la ciudad. Se ríe ante la idea de que toda la ciudad sabrá que han sido burlados, y todo Israel sabrá la historia de la estatua y la almohada de pelo de cabra en la cama. No hay nada que produzca más jolgorio en el Oriente que un caso en que la astucia es burlada, y no hay nada que haga a un hombre objeto de irrisión como el ser burlado por una mujer, como en este caso Saúl y sus verdugos lo fueron por Mical (lº Samuel 19). C. H. S.


En Tiro, como en muchas ciudades orientales, nos llegaron noticias al parecer verdaderas y alarmantes. Los perros, hambrientos como lobos, que «van por los alrededores de las ciudades (Alejandría, por ejemplo), se reúnen en manadas, como los chacales, y merodean por los estercoleros, y gruñen si no están satisfechos»; o bien los perros sin amo, sueltos, como nuestros perros en Tiro, merodean «fuera» de la ciudad. A éstos podemos aplicar las definiciones que encontramos en la Escritura, que a nuestros oídos suenan tan mal, acostumbrados como estamos a considerar a los perros, leales, fieles, pacientes, etc., que guardan los ganados como los pastores. De Andanzas por tierras y mares bíblicos


Los que se arrepienten de sus pecados cuando están en tribulación, gimen como palomas; aquellos cuyos corazones están endurecidos cuando sufren tribulación, ladran como perros. Matthew Henry


Sal 59:15  Anden ellos errantes para hallar qué comer; 

 Y si no se sacian, pasen la noche quejándose.

Vers. 15. Y si no se sacian, pasan la noche gruñendo. Ved el desasosiego de los malvados; éste aumenta a medida que aumenta su enemistad contra Dios, y en el cielo tendrán su tormento infinito. El estado de los perdidos no es sino la condición de un campo de rebeldes que han esposado una causa perdida y no quieren ceder, al ser impelidos por sus pasiones para desvariar contra la causa de Dios, de la verdad y de su pueblo. C. H. S. 

martes, 15 de septiembre de 2020

Comentario Bíblico de Matthew Henry, Génesis 39

Génesis 12
CAPÍTULO 39
                                            José y la esposa de Potifar                                                  Gén 39:1 Llevado, pues, José a Egipto, Potifar oficial de Faraón, capitán de la guardia, varón egipcio, lo compró de los ismaelitas que lo habían llevado allá.                        Gén 39:2 Mas Jehová estaba con José,(A) y fue varón próspero; y estaba en la casa de su amo el egipcio.          Gén 39:3 Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano.  Gén 39:4 Así halló José gracia en sus ojos, y le servía; y él le hizo mayordomo de su casa y entregó en su poder todo lo que tenía.                            Gén 39:5 Y aconteció que desde cuando le dio el encargo de su casa y de todo lo que tenía, Jehová bendijo la casa del egipcio a causa de José, y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en casa como en el campo.         Gén 39:6 Y dejó todo lo que tenía en mano de José, y con él no se preocupaba de cosa alguna sino del pan que comía. Y era José de hermoso semblante y bella presencia.     Gén 39:7 Aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo.           Gén 39:8 Y él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene.             Gén 39:9 No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?                                       Gén 39:10 Hablando ella a José cada día, y no escuchándola él para acostarse al lado de ella, para estar con ella,                                           Gén 39:11 aconteció que entró él un día en casa para hacer su oficio, y no había nadie de los de casa allí.           Gén 39:12 Y ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió.                             Gén 39:13 Cuando vio ella que le había dejado su ropa en sus manos, y había huido fuera,                                        Gén 39:14 llamó a los de casa, y les habló diciendo: Mirad, nos ha traído un hebreo para que hiciese burla de nosotros. Vino él a mí para dormir conmigo, y yo di grandes voces;                                       Gén 39:15 y viendo que yo alzaba la voz y gritaba, dejó junto a mí su ropa, y huyó y salió.                                          Gén 39:16 Y ella puso junto a sí la ropa de José, hasta que vino su señor a su casa.          Gén 39:17 Entonces le habló ella las mismas palabras, diciendo: El siervo hebreo que nos trajiste, vino a mí para deshonrarme.                          Gén 39:18 Y cuando yo alcé mi voz y grité, él dejó su ropa junto a mí y huyó fuera.          Gén 39:19 Y sucedió que cuando oyó el amo de José las palabras que su mujer le hablaba, diciendo: Así me ha tratado tu siervo, se encendió su furor.                                    Gén 39:20 Y tomó su amo a José, y lo puso en la cárcel, donde estaban los presos del rey, y estuvo allí en la cárcel.  Gén 39:21 Pero Jehová estaba con José(B) y le extendió su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel.  Gén 39:22 Y el jefe de la cárcel entregó en mano de José el cuidado de todos los presos que había en aquella prisión; todo lo que se hacía allí, él lo hacía.                                        Gén 39:23 No necesitaba atender el jefe de la cárcel cosa alguna de las que estaban al cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo prosperaba.                              
  
 En este capítulo, volvemos a la historia de José. Le vemos aquí hecho esclavo de Potifar, encumbrado por su amo, vencedor en grave tentación, traicionado por la mujer de Potifar, metido en la cárcel, y favorecido allí con grandes señales de la especial presencia de Dios con él. 

Versículos 1–6 

 I. José fue vendido a un oficial de Faraón, en cuya casa tuvo oportunidad de conocer a personas prominentes y enterarse de negocios importantes del país, con lo cual iba siendo capacitado para el alto puesto que después había de ocupar. Cuando Dios destina a una persona para algún servicio, también se cuida de equiparla para él, de un modo u otro. 

 II. José es bendecido maravillosamente, incluso en la casa de su esclavitud. 
1. Dios le prosperó (vv. 2–3). Aunque es de suponer que, al principio, sus manos tendrían que ocuparse en los oficios más bajos, aun en éstos se echaría de ver su diligencia, tanto como su competencia y honestidad; le acompañaba una bendición especial del Cielo, la cual se hacía cada vez más notoria conforme ascendía en su empleo. Sus hermanos le habían despojado de la túnica propia de la nobleza, pero no pudieron despojarle de la nobleza del corazón, ni de su prudencia y virtud. José estaba separado de su familia, pero no estaba separado de Dios; estaba exiliado de la casa de su padre, pero Jehová estaba con él (vv. 2, 3), y esto le servía de consuelo y sostén. 
2. Su amo comenzó a ascenderle, hasta hacerle mayordomo de su casa (v. 4). Es señal de sabiduría por parte de los que ocupan algún puesto de autoridad el poner los ojos en las personas fieles y favorecidas con una presencia especial de Dios y darles el empleo conveniente (Sal. 101:6). Potifar sabía lo que hacía al poner todo en manos de José. 3. Dios favoreció a su amo por causa de él (v. 5): Bendijo la casa del egipcio, a pesar de ser un extraño al pueblo de Israel y ajeno al verdadero Dios, a causa de José. Los buenos son una fuente de bendición para los lugares donde viven. 

  Versículos 7–12 

 I. La más vergonzosa muestra de imprudencia e inmodestia de la mujer de Potifar y dueña de José, vilmente entregada a su instinto sexual y desposeída de toda virtud y honor. 

1. Su pecado comenzó por la vista: Puso sus ojos en José (v. 7). Ya hemos visto en ocasiones anteriores la importancia de los ojos como ventanas del alma, y la consiguiente necesidad de hacer un pacto con ellos, como lo hizo Job (Job 31:1). 
2. Vemos también el atrevimiento y la desvergüenza de esta mujer. 
3. Nótese la urgencia, la violencia y la persistencia con que acosaba a José. Hablaba a José cada día (v. 10). Esto hace ver: 
(A) La gran perversidad de ella, y 
(B) la gran tentación que esto suponía para José. 

 II. Vemos aquí uno de los más ilustres ejemplos de virtud y castidad, con admirable resolución, en José, quien fue capacitado por la gracia de Dios para resistir y vencer esta tentación. Considerando bien todo, su escape fue una muestra del poder divino tan grande como la liberación de los tres jóvenes del horno encendido (Dn. 3:20–27). 
1. La tentación que sufrió José fue muy fuerte. La tentadora era su dueña, de clase alta, a quien tenía la obligación de obedecer e interés en complacer, y cuyo favor hubiese contribuido más que nada a un mayor encumbramiento. Por otra parte, correría el mayor peligro si la despreciaba y la convertía así en enemiga. Para colmo, la oportunidad no podía ser mejor: la tentadora se encontraba sola con él en casa; su empleo le había llegado, al margen de toda sospecha, a donde ella estaba. 
2. Su resistencia a la tentación fue muy valiente, y su victoria quedó revestida del máximo honor. 
A) No estaba dispuesto a hacerle mal a su amo ni a ofender a Dios. Éste es el principal argumento con que refuerza su aversión al pecado: ¿Cómo haría yo este gran mal? (v. 9). No sólo ¿cómo haré? o ¿cómo me atreveré?, sino ¿Cómo podré? Id possumus quod jure possumus—dice el adagio latino—. Sólo podemos hacer lo que es según derecho. En realidad, el argumento en que José apoya su negativa, es triple: Primeramente, considera quién es la persona tentada: «Yo». Quizás otros puedan tomarse esa libertad yo no. Segundo, a qué pecado se le inducía: Esta gran maldad. Otros pensarían que era cosa de poca importancia, un pecadillo excusable, una aventura propia de la juventud; pero José tenía de ello una idea muy diferente. ¡Que el pecado se muestre pecado! (Ro. 7:13). Hay que llamar al pecado por su nombre y no intentar rebajar su malicia. Tercero, contra quién se le tentaba a pecar: Contra Dios, contra su santidad y dominio, contra su amor, sus designios y su providencia. El amor de Dios conlleva necesariamente el odio al pecado. 
B) Venció con prontitud y resolución. La gracia de Dios le capacitó para vencer la tentación y escapar de la tentadora. Ya dice el adagio latino: Principiis obsta: Resiste a los comienzos. No se entretuvo a conversar con la tentación, sino que huyó de ella con la mayor aversión: allí dejó su manto, como quien escapa por su vida. Nótese que es mejor perder un buen manto que una buena conciencia. 

Versículos 13–18 
 La dueña de José, después de haber intentado en vano hacerle criminal, se esfuerza ahora en presentarlo como a tal, para vengarse así de su virtud. El amor casto y santo persiste aunque se vea menospreciado, pero el amor pecaminoso, como el de Amnón a Tamar, fácilmente se cambia en odio profundo, también pecaminoso. Le acusa ante los consiervos de él (vv. 13–15), infamándole a los ojos de quienes estarían envidiosos de aquel extranjero que tan fácilmente había ascendido al puesto de mayordomo. Le acusó también ante el amo, que tenía en su mano el poder para castigarle. 
Obsérvese: 
1. La historia tan poco probable, tan poco creíble, que cuenta, pero la dice para vengarse de la virtud de José con una mentira de las más maliciosas. 
2. Consigue así encender el furor de su marido contra José (v. 19), haciendo repercutir, al mismo tiempo, sobre Potifar el ultraje que ella había sufrido—según su relato—de José: El siervo hebreo que nos trajiste, vino a mí para deshonrarme (v. 17). Cada palabra es una flecha envenenada: un esclavo, de esa maldita raza asiática, traído por ti mismo, que se viene a mí para herir mi honra y la tuya. 

Versículos 19–23 

1. José castigado por su amo. Potifar creyó la acusación, aunque quizá sólo en parte (¡la honra de las egipcias!); de estar seguro, hubiese condenado a José, no a prisión, sino a morir (vv. 19–20). Así se encontró José encerrado con los prisioneros del rey, presos del Estado. Fue echado a la cárcel del rey para que pudiese después ser presentado a la persona del rey. 
2. José se encontraba ahora distanciado de todos sus amigos, pero Jehová estaba con José y le extendió su misericordia (v. 21). No hay puertas, cerrojos ni rejas que puedan separar de los hijos de Dios la Presencia benévola del Padre, porque Él ha prometido que nunca los desamparará ni los dejará (He. 13:5). Quienes, aun en la cárcel, tienen buena conciencia, tienen allí a un buen Dios. José no está en prisión mucho tiempo sin que se convierta en un pequeño jefe: Jehová le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel (v. 21). Nótese que Dios puede hacer surgir amigos para sus hijos, incluso donde ellos tienen poca esperanza de encontrarlos. El jefe de la cárcel vio que Dios estaba con él y que todo prosperaba bajo su mano y, en consecuencia, le encargó del cuidado de todo lo que se hacía en la prisión (vv. 22–23).