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lunes, 18 de enero de 2021

El Tesoro de David; Salmo 61 C.H.Spurgeon


SALMO 61

Tema y división: Este Salmo es una perla. Es corto, pero precioso. A muchos que estaban enlutados les ha proporcionado expresión cuando la mente no podía hallar palabras para hacerlo.
Fue compuesto evidentemente después que David hubo llegado al trono (vers. 6). El versículo segundo nos lleva a creer que fue escrito por el Salmista durante su exilio forzado del tabernáculo, que era la  residencia visible de Dios; si es así, se ha sugerido que el período que corresponde a su creación es el de la rebelión de Absalón, y Delitzsch correctamente lo titula «Oración y acción de gracias de un rey expulsado, a su regreso al trono». C. H. S.

Vers. 1. Oye, oh Dios, mi clamor. Estaba en una necesidad extrema; clamaba; levantaba su voz. 
Los fariseos pueden reposar en sus oraciones; los verdaderos creyentes están deseosos de obtener una respuesta a las suyas; los ritualistas pueden estar satisfechos cuando han «dicho y cantado» sus letanías y colectas, pero los hijos vivos de Dios nunca van a reposar hasta que sus súplicas hayan entrado en los oídos del Señor Dios de Sabaot. C. H. S.

A mi oración atiende. Aquino decía que algunos leen estas palabras así: Intende ad cantica mea:  «atiende a mis cantos», y así se pueden leer del hebreo ranah que significa gritar de gozo -para notar que las oraciones de los santos son como cánticos agradables y deleitosos a los oídos de Dios-. No hay cántico ni música que nos agrade tanto a nosotros como son agradables a Dios las oraciones de los santos. (Cantares 2:14; Salmos 141:2). Thomas Brooks

Vers. 2. Desde el confín de la tierra clamaré a Ti. Ningún punto es demasiado árido, ninguna condición demasiado deplorable; sea el fin del mundo o el fin de la vida, la oración siempre está disponible. El orar en ciertas circunstancias requiere resolución, y el Salmista lo expresa aquí: clamaré. Era una resolución sabia, porque si hubiera cesado de orar habría pasado a ser una víctima de la desesperación; el hombre llega a su fin cuando pone fin a sus oraciones.

Cuando mi corazón desmaye. Es difícil orar cuando el mismo corazón está ahogándose; pese a todo, el hombre que tiene gracia suplica mejor en estas ocasiones. La tribulación nos acerca a Dios y acerca a Dios hacia nosotros. Los grandes triunfos de la fe son conseguidos en medio de las pruebas más difíciles. Todo se me ha caído encima, la aflicción está sobre mí; me circunda como una nube, se me traga como el mar, me encierra en su espesa oscuridad; con todo, Dios está cerca, bastante cerca para oír mi voz, y yo clamaré a El. C. H. S.

Cuando la actividad del corazón se paraliza, aunque sea temporalmente, todos los miembros lo sienten, hay un escalofrío que hace vibrar cada miembro; Satanás lo sabe bien, y así todos sus ataques son ataques al corazón, esfuerzo para paralizar la misma fuente de la vida. Philip Bennett Power

Llévame a la roca inaccesible para mí. Hay una mina de significado en esta breve oración.  Nuestra experiencia nos lleva a comprender este versículo inmediatamente, porque hubo un tiempo cuando estábamos tan asombrados por causa del pecado en nuestra alma, que, aunque sabíamos que el Señor Jesús era la salvación segura de los pecadores, con todo, no podíamos acudir a Él por causa de nuestras dudas y presentimientos. C. H. S.

La imagen que presenta es la de uno que ha sido sorprendido por la marea, y que se apresura por llegar a un punto más alto, y, no obstante, a cada paso ve que las olas se le están acercando; oye su rugido, y la arena se hunde bajo sus pies, unos minutos mas y las olas le habrán alcanzado; la desesperación se apodera de su corazón; cuando en la misma profundidad de su agonía ve una roca por encima de las olas. «¡Oh, si pudiera alcanzar esta roca estaría a salvo!» Y entonces viene el clamor, agonizante, a Aquel que puede salvarle: Llévame a la roca que es inaccesible para mí. Es el clamor del pecador al Salvador del pecador. Barton Couchier en Maná en el corazón

Vers. 3. Porque Tú eres mi refugio, y torre fuerte delante del enemigo. La experiencia nutre la fe. Es inefablemente dulce recordar la bondad del Señor en nuestros días antiguos, porque El es inmutable y, por tanto, sigue guardándonos de todo mal. 

Vers. 4. Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre. Los que residen en las tiendas de Jehová han de ser más envidiados que los príncipes que viven en los pabellones de los reyes. Lo mejor de todo es que nuestra residencia con Dios no es para un período limitado, sino para siempre; sí, por los siglos de los siglos, para el tiempo y la eternidad; éste es nuestro privilegio más alto y más celestial: Habitaré en tu tabernáculo para siempre.

Estaré seguro bajo el amparo de tus alas. Oh, si tuviéramos más confianza; no puede quedar más claro: bajo una protección así nuestro reposo será ininterrumpido. C. H. S.

Vers. 5. Porque Tú, oh Dios, has oído mis votos; me has dado la herencia que otorgas a los que temen tu nombre. Si sufrimos, es la herencia de los santos; si somos perseguidos, nos hallamos en la pobreza o la tentación; todo esto está incluido en la escritura de la herencia de los escogidos. Tenemos la misma herencia que el Primogénito mismo; ¿qué puede ser mejor?

Se describe a los santos como los que temen el nombre de Dios; son adoradores reverentes; respetan con reverencia la autoridad de Dios; temen ofenderle; sienten su nulidad a la vista de Aquel que es infinito.

El compartir con estos hombres, el ser tratado por Dios con el mismo favor que El concede a ellos, es cosa que merece agradecimiento sin fin. Todos los privilegios de todos los santos son también los privilegios de cada uno. C. H. S.

Vers. 7. Que reine para siempre delante de Dios; qué la misericordia y la verdad lo guarden. Aunque esto es verdad de David en un sentido modificado, preferimos ver al Señor Jesús aquí como el descendiente del linaje de David y representante de su estirpe real. Jesús está entronizado delante de Dios por toda la eternidad; aquí tenemos nuestra seguridad, dignidad y deleite. Así como los hombres exclaman «¡Viva el rey!», nosotros también aclamamos a nuestro Emmanuel en el trono y gritamos: ¡Que la misericordia y la verdad lo guarden! C. H. S.

Vers. 8. Así cantaré tu nombre para siempre. Debería haber un paralelismo entre nuestras súplicas y nuestras acciones de gracia. No deberíamos saltar en la oración y cojear en la alabanza. C. H. S.

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