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lunes, 18 de enero de 2021

La sangre preciosa de Cristo

 


La sangre preciosa de Cristo


1 Pedro 1.17-21 

1Pe 1:17 Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; 

1Pe 1:18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 

1Pe 1:19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 

1Pe 1:20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, 

1Pe 1:21 y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios. 



Muchas iglesias han dejado de mencionar la sangre de Jesús. Sin embargo, el derramamiento de sangre es esencial para la fe cristiana; sin un sacrificio, nadie puede relacionarse con Dios. Por esa razón, el Señor entretejió la historia de la muerte, renovación y reconciliación con un hilo rojo, desde Génesis hasta Apocalipsis. 

¿Qué queda si se le saca toda la sangre a un cuerpo? Un cuerpo sin vida, ¿verdad? Lo mismo sucede con la Biblia. Las Sagradas Escrituras no serían más que literatura histórica si eliminamos las partes “desagradables” que tienen que ver con el sacrificio de Jesús en la cruz, o del poder de su sangre. 

Dios diseñó el sistema de redención de tal manera que cualquier persona pudiera entender la conexión entre la sangre derramada y la libertad del pecado. El Señor dio instrucciones detalladas acerca de cómo ofrecer un sacrificio perfecto, de modo que su santidad quedara satisfecha. Dios quería también que sus seguidores entendieran que el pecado había tenido consecuencias terribles, cuyo resultado era la muerte. La primera víctima mortal en la Biblia fue el animal cuya piel fue utilizada para cubrir la desnudez de Adán y Eva (Gn 3.21). Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió. 

Cada vez que un israelita traía a los sacerdotes un cordero o un par de palomas, reconocía que “la paga del pecado es muerte” (Ro 6.23). Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. 

Dios eligió una solución definitiva para el problema de pecado del mundo. Por tanto, los creyentes no pueden andarse con escrúpulos al hablar de lo que ocurrió realmente en el Gólgota. Las palabras que elegimos influencian a los oyentes: “Jesús derramó su sangre por usted”, es una declaración impactante. Es también el mensaje que repite Dios en toda la Biblia.

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