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miércoles, 30 de agosto de 2017

El regalo del perdón


El regalo del perdón
Leer | Colosenses 3.12-17
Algunos diccionarios definen regalo como “algo que se da para demostrar amistad, afecto, ayuda, etc.” Según esta definición, parece lógico dar regalos solamente a las personas que amamos, no a quienes nos lastiman o maltratan. Sin embargo, la Biblia nos dice claramente que demos uno de los regalos más grandes –el perdón– a quienes nos traten mal.
Perdonar significa “renunciar a todo derecho a castigar o exigir castigo por un agravio”. El perdón debe ser sin condiciones; de lo contrario, dejaría de ser perdón. Efesios 2.8, 9 hace un contraste entre el regalo de la salvación y las obras. Ni la salvación ni el perdón pueden ganarse; ambos deben darse gratuitamente. Dios nos concedió un perdón que no merecíamos ni podíamos ganar. De igual manera, nosotros debemos liberar a quienes nos han hecho mal de cualquier tipo de condena.
El resentimiento es una esclavitud emocional que consume la mente con recuerdos de agravios, distorsiona las emociones por la venganza, y llena al corazón de desasosiego. Penetra profundamente en el alma, afectando tanto la salud física como la espiritual. Pero la persona que decide revestirse de amor y ofrecer perdón está lista para recibir la paz de Cristo. Permita que la Palabra de Dios le ayude a poner sus heridas y su ira en las manos de Dios, hasta que los pensamientos de venganza se transformen en alabanza y gratitud al Señor.
Afortunadamente, el regalo del perdón nos es dado gratuitamente por el Salvador, y nuestra tarea es simplemente compartirlo con los demás.

martes, 29 de agosto de 2017

¿Quién es su amo?


¿Quién es su amo?
Leer | Mateo 16.21-27
Nadie es totalmente libre. Romanos 6.16 dice que somos esclavos de aquel a quien obedecemos —o somos esclavos del pecado, o lo somos de la obediencia al Señor. Ya que todo ser humano nace con una naturaleza caída, ser el amo de nuestra propia vida es lo mismo que ser esclavo del pecado.
La solución de nuestro Padre celestial para esta malsana situación es el sometimiento a Él. Pero a menudo pensamos: Si le doy el control al Señor, entonces lo pierdo yo –lo cual me aterroriza. Dios podría llevarme en una dirección que no quiero ir.
Cuando el miedo se filtre en su corazón, piense en los atributos del Señor. Él es santo y puro; tiene sabiduría infinita, conocimiento perfecto y comprensión eterna de las cosas; Él le ama y tiene el poder para cambiar todas las cosas para bien (Gn 50.20).
Si el Señor tiene autoridad plena sobre usted, todos los demás amos tienen que ser destronados. El Espíritu Santo no se moverá en la vida de creyentes que toleren el pecado. La gracia de Dios cubre la culpa de nuestras transgresiones, pero no puede utilizarse para justificar la desobediencia constante (Ro 6.1, 2). Entristecemos al Espíritu cuando decimos sí al pecado, y lo apagamos cuando decimos no a Dios (Ef 4.30; 1 Ts 5.19).
No se desanime por la magnitud de este llamado al sometimiento a Dios. Ninguno de nosotros puede alcanzar la perfección, pero cada vez que demos un paso de obediencia, disminuirá el poder del pecado sobre nosotros. Si persevera comenzará pronto a vivir libre de la esclavitud y vivir para el Amo más maravilloso.

lunes, 28 de agosto de 2017

La gracia para seguir adelante



La gracia para seguir adelante

Leer | Romanos 16.17-20
“No soporto más”. “Me rindo”. “Renuncio”. Estas son palabras que pueden afectar profundamente la vida de otros, así como la nuestra. Veamos tres factores importantes que podrían causar que expresemos estos sentimientos.
Primero, Satanás y la influencia de sus ángeles caídos pueden hacer que decidamos alejarnos del plan de Dios y que busquemos una manera inmediata de salir de los problemas. El diablo trata de redirigir nuestra atención de la esperanza en Jesucristo, a nuestras emociones negativas. Su estrategia es hacer que nos sintamos desanimados e impotentes para que seamos menos efectivos para Dios.
La segunda razón por la que dejamos de seguir el plan de Dios es la influencia de nuestra cultura. Los incrédulos están siempre listos para dar sus consejos a los creyentes, y con mucha frecuencia encontramos atractivos los métodos y la “sabiduría” del mundo. Se necesita la dirección divina si queremos diferenciarnos del pensamiento de los no creyentes, y aun así permanecer lo suficientemente cerca de ellos para poder comunicarles el sentir y el mensaje de esperanza de Dios.
Tercero, nuestras inclinaciones naturales están en conflicto con nuestra nueva naturaleza, lo que nos tienta a abandonar el camino de Dios (Ro 8.8). El sacrificio no es cómodo; nuestra tendencia innata es hacer lo que nos haga sentir bien, y que sea para beneficio nuestro o de las personas que amamos.
Dios declara que su gracia es suficiente para que sigamos adelante en toda situación. Lo cual significa que nunca tendremos por qué darnos por vencidos.

Nuestro concepto despreocupado del pecado



Nuestro concepto despreocupado del pecado

Leer | Romanos 6.1-7
Los creyentes reconocen la depravación del pecado, pero muchos siguen teniendo una actitud despreocupada frente al mismo. Hay quienes dicen: “Todo el mundo peca de vez en cuando, así que cuando peco me confieso, y ya”.
Pero, en realidad, sabemos que la cuestión no es tan sencilla. Dios es efectivamente fiel para perdonar (1 Jn 1.9), pero su misericordiosa oferta no está diseñada como una licencia para pecar. Sus mandamientos son para protegernos de la esclavitud del pecado. Cada decisión de violar las normas de Dios añaden otro eslabón a nuestra cadena de esclavitud, que con el tiempo llega a ser lo suficientemente larga para envolver nuestro corazón. Cuando esto sucede, nos vemos impedidos de disfrutar de las bendiciones del Señor.
Cualquier pecado, no importa lo insignificante que parezca, es desobediencia. Creemos que una mentira pesa apenas un poco, mientras que robar sí pesa mucho; vemos el adulterio como bastante pesado, pero menos grave que el homicidio. Pero el sentir de Dios difiere de este concepto de fabricación humana. El Señor Jesús tuvo de todas maneras que morir en la cruz para perdonar aun una mentira. Aunque pecados diferentes causan cantidades diferentes de calamidades, hace falta el mismo sacrificio para pagar el castigo por un robo, que el que se necesita para perdonar un asesinato.
Somos privilegiados por tener un Padre que nos libera de las cadenas humanas. Pero no hemos sido liberados para poder desobedecer; por el contrario, Dios nos brinda la libertad de la atadura al pecado.

sábado, 26 de agosto de 2017

Cuándo no escuchamos a Dios


Cuando no escuchamos a Dios
Leer | 2 Timoteo 4.1-4
En su segunda carta a Timoteo, Pablo le encarga la tarea de predicar la Palabra de Dios, y de amonestar y reprender con mucha paciencia (2 Ti 4:2). Es poco probable que un pastor pueda tener un trabajo más difícil que éste, ya que pocas personas responden bien a la corrección. Lo que usted hace cuando es criticado es un buen indicador de la madurez de su fe. La Biblia nos dice que “el que tiene en poco la disciplina se desprecia a sí mismo”, mientras que “el que escucha las reprensiones adquiere entendimiento” y “morará entre los sabios” (Pr 15.31, 32 LBLA).
Cada vez que enfrentamos la crítica podemos aceptar la corrección y crecer, o rechazarla y comenzar a descender por la resbaladiza pendiente descrita en 2 Timoteo 4. En este pasaje, Pablo habla de la conducta de quienes se cansan de la corrección. Dice que rechazarán la sana doctrina y que, en vez de eso, buscaran maestros que les digan lo que quieran escuchar (v. 3). Esto significa que tratarán de buscar iglesias o maestros de religión que no pongan en práctica todas las amonestaciones de Dios y su Palabra. Entonces “apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (v. 4).
No podemos permitirnos “apartar nuestros oídos”, ni siquiera de críticos que sean inmaduros, ignorantes o mal intencionados. Recuerde que, si Dios habló por medio de la asna de Balaam (Nm 22.28), Él puede hablar por medio de cualquiera. Esté, entonces, atento para mantener los oídos abiertos a la voz de Dios, sin importar la forma en que ella pueda venir.

jueves, 24 de agosto de 2017

Dios y los períodos de espera


Dios y los períodos de espera
Leer | Génesis 16.1-6
¿Le ha dado Dios una visión que hasta ahora no se ha cumplido? ¿Le ha asignado una tarea que está sin terminar, aunque usted ha hecho todo lo que sabía que debía hacer?
Los períodos de espera han sido creados por Dios con propósitos específicos. A veces, son para prepararnos para su respuesta. Él puede estar esperando para cumplir su plan, pues es posible que haya algo en nosotros de lo que necesite ocuparse ­—quizás de algunas asperezas que deban ser suavizadas o una relación que deba ser restaurada. También puede estar sometiendo a prueba nuestra fe al sondear su profundidad y ensanchar sus límites para demostrarnos su fidelidad. O puede estar usando un período de sequía espiritual para corregirnos: Dios no premiará al creyente que esté viviendo en rebeldía.
Es necesario esperar en el Señor mientras nos prepara para sus respuestas. Es imperativo que oremos y confiemos en Dios durante esos períodos, y esperemos a estar seguros de conocer su voluntad. De hecho, puede ser peligroso escuchar a otros en vez del Señor. Incluso personas con buenas intenciones pueden estar equivocadas; vemos la mala decisión que tomó Abram después de seguir el consejo de su esposa. El resultado fue que la sierva de Sarai, Agar, concibió un hijo de Abram, que ciertamente no era parte del plan del Señor.
Cualquier cosa que no sea el plan de Dios, y que no se haga en el tiempo de Él, equivale a poner la confianza en uno mismo. Dependa del Espíritu Santo cuando tenga que tomar una decisión; cualquiera otra forma de proceder puede tener repercusiones graves y permanentes.

Cómo mantener el rumbo


Cómo mantener el rumbo
Leer | 1 Corintios 9.24-27
La vida cristiana se puede comparar con una carrera que tiene un rumbo predeterminado y una línea de llegada en la eternidad. Cada hijo de Dios tiene una ruta diseñada especialmente por el Señor. Nuestra meta es permanecer en el buen camino, y correr con la mirada puesta en Jesús. Gracias a que Él corrió y terminó la carrera perfectamente, tiene la capacidad de mostrarnos el camino.
Al igual que sucede con cualquier carrera, el camino está lleno de obstáculos que amenazan con hacernos tropezar o desviar. Las tentaciones nos atraen a los que pensamos que son exuberantes pastos verdes, mientras que las ocupaciones pueden llevarnos por caminos que terminan agotándonos. La ansiedad y el temor se apoderan de nuestras mentes, y las emociones nos llevan a situaciones en las que el Señor nunca quiso que estuviéramos.
Aunque los pecados presentan los impedimentos más evidentes, otros obstáculos son más sutiles. Todo lo que tiene prioridad sobre nuestra relación con el Señor puede hacernos tomar el camino equivocado. Debido a que la participación en las actividades cotidianas son necesarias, podemos dejar fácilmente que la familia, el trabajo y los placeres nos desenfoquen. Curiosamente, inclusive las bendiciones de Dios pueden convertirse en obstáculos en la carrera cuando comenzamos a buscarlas más que al Señor mismo.
Tenemos que recordar que la meta no es mantenernos enfocados en el camino, ni tratar de encontrar el que más nos convenga. Lo que tenemos que hacer es fijar nuestra mirada en el Señor Jesús. Él no solamente es nuestra guía, sino también nuestro destino.

martes, 22 de agosto de 2017

Consejos para manejar las cargas



Consejos para manejar las cargas

Leer | Salmo 116.1-7
Examinemos hoy con más detalle Jeremías 6.16. La sabiduría del profeta ofrece consejos prácticos en cuanto a cómo manejar las cargas.

1. “Paraos en los caminos, y mirad”. En el tiempo de caos que vivimos, nuestras mentes se desbocan pensando en todo lo que pudiera suceder en el futuro. Nos preguntamos “qué pasaría si…” y por lo general somos víctimas de preocupaciones infundadas. “Paraos” significa dejar de tener pensamientos preocupantes en cuanto al futuro para enfocarnos en Dios. Es semejante a estar en una intersección con señales que apuntan a vías diferentes. Esperamos, sin movernos, hasta saber cuál dirección tomar.

2. “Y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino”. El camino de los problemas ha sido muy transitado por los santos de la fe. Piense en los clamores del rey David en los Salmos o en las oraciones de otros personajes de la Biblia. Reflexione en sus respuestas y en la manera en que revelan su fe y confianza en Dios, aun en medio de grandes sufrimientos. Acepte la revelación del Espíritu en cuanto a la senda antigua de la fe, y en el buen camino de la confianza. Ore pidiendo valentía para transitar esa senda, como lo hizo el Señor Jesús.

3. “Andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma”. Con la mirada puesta firmemente en nuestro Señor Jesucristo, tome la decisión de andar por este camino de sufrimiento de una manera que honre a Dios. Busque la ayuda del Espíritu Santo para dar el siguiente paso, y procure ser obediente en pensamientos, palabras y obra.

lunes, 21 de agosto de 2017

Cuando las cargas nos agobian


Cuando las cargas nos agobian

Leer | Salmo 37.5-7
Cuando estamos preocupados, el mundo parece un lugar más frío. El sol puede estar brillando, pero nos resulta difícil apreciarlo.
Las aves cantan, pero nuestros oídos se saturan con los gritos de dolor, pesar y abatimiento. Ponemos distancia entre nosotros y los demás cuando nuestros problemas absorben nuestro tiempo y nuestra atención. Tal vez estamos apesadumbrados por sueños que nunca se consolidaron, heridas emocionales, la muerte de un ser querido, o simplemente el exceso de responsabilidades. Otra posibilidad es que el pecado sea la causa de nuestra pesadumbre. Sin embargo, cualquiera sea la causa, el resultado es que estamos agobiados por un gran peso.
En nuestra tristeza nos llega la voz de Dios todopoderoso invitándonos a acercarnos y a encontrar descanso en Él. “Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma” (Jer 6.16).
¿No le gustaría levantar su mirada al Padre celestial ahora mismo? Jesús le ofrece agua viva para fortalecer su alma. Con la ayuda del Espíritu, dé un paso, y luego otro por esa senda antigua de obediencia, y Él le dará paz.
Jeremías 6.16 termina señalando la respuesta de Dios a los israelitas: “Mas dijeron: No andaremos”. Es solamente si confiamos en el plan del Padre celestial que encontraremos alivio de nuestras cargas. Levantémonos, miremos, preguntemos y andemos, para que podamos encontrar el descanso que el Señor ha prometido para nuestras almas.

El discernimiento espiritual


El discernimiento espiritual
Leer | Salmo 119.97-99
El discernimiento espiritual es la capacidad de ver desde la perspectiva del Señor. El Espíritu Santo de Dios trabaja en nuestras vidas para que seamos capaces de ver más allá de lo evidente y podamos ver la diferencia entre...
• El error y la verdad.
• Lo bueno y lo mejor.
• La voluntad de Dios y la del hombre.
Puesto que nuestro Padre celestial quiere que conozcamos estas diferencias, nos dio al Espíritu Santo para instruirnos y guiarnos. El Espíritu de Dios discierne perfectamente porque conoce todo lo que el Padre y el Hijo conocen (Jn 16.13).
Muchas veces tenemos luchas en nuestro andar espiritual. Por ejemplo, en nuestra vida de oración no estamos seguros de por cuáles cosas orar; en nuestra toma de decisiones, nos preguntamos si una elección determinada es la voluntad de Dios; y en nuestras relaciones, nos preguntamos cómo ser un buen testimonio para Cristo.
Pero a medida que maduremos en el conocimiento y la sabiduría del Señor, seremos capaces de orar con confianza para descubrir la voluntad de Dios y para compartir nuestra fe. La responsabilidad del Espíritu Santo es ayudarnos. Él nos guiará a toda la verdad. Nosotros solo debemos cooperar con el Espíritu y aprender de Él (Jn 14.25-27; 16:5-15), estudiar la Palabra de Dios (He 4.12, 13) y poner en práctica lo que nos está mostrado.
Así como se necesita tiempo y perseverancia para desarrollar músculos fuertes, adquirir discernimiento requiere perseverancia y sometimiento a la enseñanza del Espíritu.

viernes, 18 de agosto de 2017

La pasión por obedecer a Dios


La pasión por obedecer a Dios
Leer | Lucas 11.37-52
La escuela de la obediencia tiene muchos cursos y muchos exámenes. A medida que avanzamos en sus lecciones, solemos ir de la obediencia temerosa o fingida, a una sujeción más genuina.
El pueblo de Dios recibió una gran lección de obediencia en el desierto de Sinaí, la cual estuvo manchada por rebelión constante. Siglos más tarde, sin embargo, se les dio una nueva lección, cuando Cristo habitó entre nosotros, la gente comenzó a entender que era posible llegar a ser obedientes desde lo más profundo de sus corazones (Jn 1.14; Ro 6.17).
Jesús habló mucho sobre este tema, y sus palabras eran poderosas porque venían de una vida impecable y totalmente obediente. Su testimonio era que había descendido del cielo para hacer la voluntad del Padre (Jn 6.38).
Por conocer perfectamente bien la hermosura de la vida de obediencia, Jesús nos manda a ser como Él: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7.21).
El Señor tuvo también palabras duras para los maestros de la Ley que se negaban a obedecerla. Los acusó de atar pesadas cargas sobre las espaldas de los hombres y de no ayudarlos a llevarlas. En otras palabras, enseñaban lo que debía hacerse, pero no estaban dispuestos a hacerlo ellos mismos. Jesús identificó después a la obediencia como “la llave de la ciencia [o del entendimiento]” (Lc 11.52).
Si obedecemos, las puertas de entendimiento se abrirán delante de nosotros, y seremos capaces de ver la verdad de Dios como nunca antes.

jueves, 17 de agosto de 2017

Aprender a obedecer a Dios




Aprender a obedecer a Dios
Leer | Romanos 8.2-4
¿Cuándo fue la última vez que escuchó un sermón sobre la obediencia? El tema no suele atraer la atención de grandes multitudes, ya que suena a seguir órdenes o someterse a leyes y mandamientos. Después de todo, ¿no vino Jesús a hacernos libres de todo eso? No, en realidad no. Como nos dice el pasaje de hoy, Él vino para hacernos libres de la ley del pecado y de la muerte, “para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros”. En otras palabras, Él nos hizo libres de la desobediencia. La libertad cristiana nos hace libres para obedecer los mandamientos de nuestro Padre celestial.
En el libro “En pos de lo supremo”, Oswald Chambers lo expresa de esta manera: “La verdadera libertad es la capacidad que se alcanza mediante la práctica de hacer lo correcto”. Hacer lo correcto es obediencia. Hebreos 5.8 dice que “aunque [Jesús] era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia”.
Al comienzo, las lecciones parecen sencillas; hacemos simplemente lo que nuestros maestros nos dicen, pero después aprendemos a discernir la voz del Pastor. Él nos dice que debemos vivir de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4.4). Bajo su dirección, estudiamos la Biblia y encontramos que algunos pasajes se aplican a nosotros. Muchas veces nos equivocamos, pensando que ciertos pasajes se aplican solamente al pueblo de Israel, a la iglesia o a los últimos tiempos. Sin embargo, con paciente persistencia, el Espíritu Santo nos presiona hasta que finalmente obedecemos la voz de Dios. El Señor es paciente —nos enseña de manera lenta pero segura cómo obedecer a su voz.


miércoles, 16 de agosto de 2017

Donde se ganó la batalla



Donde se ganó la batalla

Leer | Mateo 26.36-46
Si usted quiere obtener siempre la victoria, piense en lo que Jesús hizo antes de ir a la cruz: el Señor libró una batalla crucial y decisiva en el huerto de Getsemaní, donde luchó con lo que se le acercaba.
Para nuestro Salvador, el peso del pecado que llevaría era inmenso. Estaba a punto de experimentar la absoluta separación espiritual del Padre celestial. Fue a un lugar tranquilo y silencioso de oración, donde estuvo a solas con el Padre y clamó a Él. Cuando el Señor Jesús salió de ese huerto, lo hizo como vencedor. Todavía bebería la copa del sufrimiento y de la separación, pero Él sabía que, al final, tendría la victoria (He 12.2).
El ejemplo de Jesús demuestra que la clave para ganar las batallas de la vida, es venir al Padre para estar a solas con Él y rendirse totalmente a su voluntad. El consejo de un hermano en la fe es importante, pero usted no puede depender exclusivamente de los demás para que le digan qué hacer. Si no pasa tiempo a solas con el Señor, luchando hasta saber lo que Él le está diciendo, nunca estará seguro de que está haciendo lo correcto.
Al desarrollar el hábito de pasar tiempo a solas en la presencia de Dios, será capaz de discernir su perfecta voluntad cuando tenga que enfrentar grandes decisiones de consecuencias importantes, o incluso irreversibles. Cuando usted se entrega totalmente a Él, pone en sus manos las consecuencias de las decisiones que tome. En realidad, ¿dónde pudieran sus decisiones —y su futuro— estar más seguros que bajo el control de nuestro omnisciente, todopoderoso y amantísimo Dios?

martes, 15 de agosto de 2017

Una esperanza segura



Una esperanza segura
Leer | Salmo 42
El Señor quiere que tengamos deseos y expectativas que nos motiven y enriquezcan. Pero en este mundo caído, la desilusión por algunos sueños frustrados es inevitable. ¿Cómo podemos saber adónde poner nuestra esperanza, y cómo responder en caso de que no se haga realidad?
La esperanza es segura cuando está alineada con los deseos de Dios que se encuentran en la Biblia. Sin embargo, nuestras expectativas se basan, por lo general, en deseos, sentimientos y preferencias personales; anhelamos ser promovidos en el trabajo, tener buena salud o encontrar soluciones rápidas a los problemas. Estos deseos pueden ser buenos, pero no tenemos ninguna garantía de que sean parte de la voluntad de Dios para con nosotros.
Podemos llegar a desilusionarnos cada vez que nuestras expectativas no coinciden con el plan de Dios. Aun cuando la esperanza esté basada en una promesa bíblica, es posible que el Señor no la cumpla de la manera o en el momento que queramos. Aunque parezca que Dios no está haciendo nada, Él está preparándonos para el futuro.
La clave para tener contentamiento y gozo radica en poner todos nuestros sueños bajo nuestra esperanza absoluta en el Señor. No olvide que Dios es soberano y misericordioso; y quiere siempre lo mejor para nosotros.
Algunas veces, Dios tiene que frustrar nuestras esperanzas para darnos lo que Él sabe que es mejor. Pídale que aclare y oriente sus deseos para que coincidan con su voluntad. Luego, descanse en su bondad y mantenga su esperanza en Él.

lunes, 14 de agosto de 2017

Correr la carrera con perseverancia



Correr la carrera con perseverancia

Leer | Hebreos 12.1-3
Nadie se despierta en la mañana de un maratón, y decide de repente: ¡Creo que voy a participar en esa carrera! Las competencias de larga distancia requieren mucho entrenamiento. El corredor de maratón pasa meses preparándose. Se levanta temprano y corre hasta el agotamiento físico y mental. Cuida de lo que come, duerme suficiente y corre con regularidad. El principal objetivo de todo este entrenamiento es desarrollar aguante. Aunque no es fácil, la disciplina es esencial para correr un maratón de 42 kilómetros.
Puesto que la Biblia compara a la vida cristiana con una carrera, podemos asumir también que el aguante es esencial para nuestro éxito. ¿Qué es lo que crea aguante espiritual? El apóstol Santiago señala que enfrentar pruebas nos fortalece. De hecho, en Santiago 1.2, 3 (NVI), nos dice incluso que debemos recibir con agrado las dificultades porque “la prueba de su fe produce constancia” o aguante.
Santiago está hablando de la fuerza interior que nos permite afrontar cualquier dificultad sin abandonar la lucha. Un corredor necesita tal fuerza para una carrera. Por eso, aunque el entrenamiento duele, él prepara su cuerpo para poder llegar a la meta. Para los creyentes, el proceso es semejante, excepto que nuestro entrenamiento viene por medio de las pruebas. Cuando enfrentamos diferentes desafíos en el poder del Espíritu, Dios nos fortalece más y más.
¿Enfrenta usted una situación difícil? Dios quiere que confíe en Él, y luego se haga la siguiente pregunta: ¿Estoy dispuesto a someterme a este fuerte entrenamiento hoy, para ganar la carrera mañana?

sábado, 12 de agosto de 2017

La experiencia de la soledad



La experiencia de la soledad
Leer | Hebreos 13.5
Todos nos sentimos solos de vez en cuando. La mala salud, un horario de trabajo exigente, circunstancias difíciles, mudarse a otro lugar o cambiar de trabajo, pueden hacer que nos sintamos solos. Pero después de un tiempo, la sensación desaparece.
Sin embargo, el sentimiento de soledad es diferente al aislamiento; este último implica un sentido de separación de las personas que puede acentuarse con el tiempo. En este estado, se nos hace más difícil relacionarnos, y más fácil dejar de buscar la compañía de los demás.
Cuando nuestra mente comienza a decirnos que nadie se interesa por nosotros, levantamos un muro alrededor de nuestro corazón. Cuanto más nos aislamos, peor nos sentimos. La paz mental nos esquiva, y la soledad nos abruma.
Dios no desea que vivamos aislados. Desde el comienzo, ha querido que disfrutemos de una relación con Él, y entre unos y otros. Primero creó una relación personal con Adán, y luego le dio a Eva. Nuestro Creador sabía que no era bueno que viviéramos aislados (Gn 2.18).
Observemos el orden: la intimidad con Dios se antepone a la intimidad con los demás. En ausencia de una relación personal con Él, la persona nunca está verdaderamente en paz. La única manera de estar conectados al Padre, es confiar en el Señor Jesús como Salvador (Jn 14.6). Toda persona que pone su fe en Él, recibe una nueva naturaleza, se convierte en miembro de la familia de Dios y experimenta su paz (1:12; 14.27). Si usted nunca ha aceptado la invitación de Cristo, puede orar ahora mismo para convertirse en hijo de Dios.

viernes, 11 de agosto de 2017

¿Por qué permite Dios el fracaso?


¿Por qué permite Dios el fracaso?
Leer | Romanos 8.29, 30
Ayer vimos cómo el Señor maneja nuestras circunstancias para enseñarnos a ser humildes. Al hacerlo, revela lo dependientes que somos de Él, y elimina al ídolo que hacemos de nuestros esfuerzos en la búsqueda de santidad. También es su forma de llevar a cabo algunos de sus planes para nuestra vida.
El Padre celestial tiene más en mente que simplemente poner al descubierto la debilidad de nuestra carne —eso es, simplemente, un medio para lograr algo más grande. Él desea exhibirnos por toda la eternidad como ejemplos de su gracia y su misericordia. Quiere que los ángeles vean el cuerpo de Cristo, y sientan reverente admiración ante esta deslumbrante demostración de su obra.
¿Hay alguna manera de entender el alcance total de los designios de Dios para nuestra vida? ¿Qué hay que hacer para que podamos vivir en la plenitud de todo lo que Él se propone para sus hijos?
No tenemos las respuestas a estas preguntas. Por consiguiente, se nos hace difícil entender por qué Dios permite, a veces, que fracasemos. Si solamente pudiéramos ver el glorioso producto final que Él tiene en mente, abandonaríamos de buena gana nuestros esfuerzos, y nos rendiríamos a su poder transformador. Pero, en cambio, nos empeñamos muchas veces en hacer las cosas a nuestra manera. Mientras mantengamos esa manera de pensar, Dios permitirá que fracasemos.
Hay una manera mejor que consiste simplemente en vivir por fe, confiando cada momento del día en que el Espíritu Santo que está en nosotros nos conformará a la imagen del Hijo de Dios, Jesucristo.


jueves, 10 de agosto de 2017

El fracaso: El primer paso para la victoria



El fracaso: Primer paso hacia la victoria
Leer | Romanos 7.15-21
La vida cristiana implica enfrentar ciertas paradojas que desafían nuestra manera de pensar. Un buen ejemplo es la afirmación de Jesús de que “los primeros serán postreros, y los postreros, primeros” (Mt 20.16). Palabras como éstas pueden parecer ilógicas y desconcertantes, a menos que recordemos que hemos sido llamados a vivir de manera diferente.
El esfuerzo propio, que es lo normal para el hombre natural, debe ser abandonado por el creyente lleno del Espíritu. Es por eso que el Señor, a veces, permite que fracasemos en nuestra búsqueda de santidad, pues quiere enseñarnos cuán dependientes somos de Él. Cuando consideramos nuestros fracasos desde esa perspectiva, podemos verlos como amigos que nos enseñan, en vez de enemigos que deban ser rechazados.
Esta perspectiva no se logra fácilmente. Desde nuestra infancia se nos anima a esforzarnos por alcanzar la excelencia y hacer las cosas lo mejor posible. Se nos dice que debemos fijarnos metas, y luego luchar por ellas con diligencia y determinación. Aunque estas virtudes son útiles cuando se emplean concienzudamente, ellas pueden hacernos creer que nuestro éxito depende de ellas. A menos que dejemos de vivir pensando de esa manera, poco a poco nuestra confianza comenzará a cambiar, y dejaremos de confiar en el Espíritu para depender de la carne.
Dios no aceptará nuestra dependencia de nada ni de nadie que no sea Él. De ser necesario, Dios manejará las circunstancias para derrotar nuestros mejores esfuerzos, y humillarnos hasta que aprendamos a vivir totalmente por fe —en total dependencia de Él.

miércoles, 9 de agosto de 2017

El poder del amor incondicional


El poder del amor incondicional

Leer | Colosenses 3.21
Al expresar amor incondicional, los padres tienen la posibilidad de criar hijos que lleguen a ser adultos seguros. Cuando aceptamos la naturaleza única de cada niño, ponemos las bases para que tengan una buena autoestima. A menudo, los padres confundimos las acciones con la identidad personal. El niño puede escuchar la crítica e interpretar: “soy malo”, en vez de “mi comportamiento estuvo mal”. Los niños necesitan orientación y disciplina de los padres, pero éstas deben trasmitir amor.
La alternativa —la corrección destinada a hacer del niño la persona que los padres quieren (en vez de lo que Dios desea)— genera un espíritu rebelde. Las modas pasajeras, la vestimenta estrafalaria, o el tipo de peinado, no son cosas por las que vale la pena pelear, mientras que las cuestiones relacionadas con la honestidad, la integridad y la obediencia, requieren la guía de un padre.
El resultado del amor incondicional, y sus subproductos —la autoestima y la obediencia— es la capacidad de crear buenas relaciones. Los niños que crezcan sintiéndose amados, estarán preparados para aceptar a los demás con la misma actitud que sus padres les enseñaron, mientras que un niño herido tendrá problemas para expresar amor incondicional a su cónyuge y para recibirlo.
Transmitir aceptación a un niño no cuesta dinero, pero toma tiempo. Los padres aman a sus hijos por medio de acciones y actitudes —es decir, interesándose en sus actividades, escuchándoles con atención, y dispensándoles estímulos y elogios. ¿Saben sus hijos que usted les ama?

martes, 8 de agosto de 2017

Cómo ven los niños a Dios



Cómo ven los niños a Dios
Leer | Efesios 5.1, 2
La primera imagen de Dios que tiene un niño es su padre terrenal. Nosotros, los cristianos, pasamos mucho tiempo hablando de cómo preservar o mejorar nuestro testimonio. Necesitamos vivir nuestra fe delante de los compañeros de trabajo y los amigos; pero también queremos, en la intimidad de nuestro hogar, que nuestra familia vea a Jesús en nosotros. Si demostramos perdón, paciencia y aceptación, nuestros hijos esperarán encontrar esas cualidades en el Padre celestial.
Del mismo modo, las conductas negativas —como la severidad, la indiferencia, o el abandono emocional— moldean el concepto de un niño en cuanto a Dios. Recuerdo a un joven que vino a verme preocupado por su salvación. Había recibido a Cristo como su Salvador personal, pero no estaba convencido de que realmente había sido perdonado. Cuando abrí la Biblia para demostrárselo, respondió: “Las creo, pero no estoy seguro de que las promesas de Dios sean para mí”. Pareció sorprendido cuando le pregunté después cómo era su relación con su padre. Durante nuestra conversación, emergió que su padre muchas veces había hecho promesas que había dejado de cumplir. Ahora, años más tarde, ese hijo carecía de la seguridad de que Dios cumpliría su palabra.
Ser un reflejo del Señor no requiere habilidades especiales; la única guía que necesitamos es la Biblia. Al ver la paternidad como un área de servicio y de ministerio, todos los hombres son capaces de ser padres exitosos. Como sucede con cualquier servicio hecho a Dios, el Espíritu Santo da a los padres la sabiduría y la guía que necesitan para criar a sus hijos.

lunes, 7 de agosto de 2017

El poder negativo del rechazo


El poder negativo del rechazo

Leer | Efesios 4.29-32
Como pastor, he recibido a muchos niños lastimados. Pueden ser adultos, pero el niño o la niña que hay dentro de ellos sigue con la tristeza causada por el rechazo.
Los padres tienen poder para influenciar negativamente la vida de sus hijos, al hacer que éste se sienta rechazado. Sin el fundamento firme del amor incondicional de los padres, los niños se convierten en adultos cuya vida estará condicionada por sus primeros sentimientos. Estos heridos errantes no pueden confiar en el interés de las personas por ellos —están a la espera del rechazo que piensan que es inevitable, e incluso un consejo amigable es a menudo visto como una crítica.
Muchos probablemente estén pensando: Amo a mis hijos; ¡siempre cuido de ellos! El rechazo, sin embargo, puede ser sutil. Por ejemplo, los padres pueden pensar que están dando orientación al sugerir otros tipos de música, de peinado o de ropa. Pero este tipo de críticas se percibe como un ataque a la personalidad del niño —una indicación de que éste no está llenando las expectativas de los padres. Lo mismo puede suceder en un partido de futbol. Si el papá dice: “Si le  hubieras pegado a la pelota como te enseñé”, el sensible ego de su hijo escucha: “Si lo hubieras hecho mejor, me hubieras hecho feliz y no triste”.
La crítica poco sabia puede interpretarse como rechazo, dejando al niño con un sentimiento de abandono, o de que es indigno de ser amado. En cambio, la disciplina y la instrucción le ayudan a confrontar sus acciones y sus actitudes, al mismo tiempo que le comunican aceptación.

sábado, 5 de agosto de 2017

Cómo evitar las distracciones


Cómo evitar las distracciones

Leer | Nehemías 4.1-20
A diario enfrentamos distracciones. Cosas como chismes, presión económica, mala salud, conflictos, deseos personales e incluso elogios, nos bombardean. Cualquiera de estas cosas puede influenciarnos para que nos alejemos del plan perfecto de Dios. Pero el pasaje de hoy nos enseña el valor de...

La tenacidad. Nehemías temía al Señor, y se dedicó con plena conciencia a trabajar para Él. Su mente no estaba dividida. Si fijamos nuestra atención únicamente en el plan de Dios, nuestra mente se mantendrá fija en la tarea, sin importar nada más.
El favor de Dios. Saber que la bendición del Señor está siempre sobre nosotros cuando le obedecemos le daba confianza a Nehemías, y debe también dárnosla a nosotros, aun en tiempos difíciles.

Rendir cuentas. Nehemías tenía que dar al rey un informe en cuanto a lo que había logrado, a medida que avanzaba en su trabajo. Un día estaremos todos delante del Señor, y daremos cuenta de la manera en que utilizamos los recursos y los dones que hemos recibido (1 Co 3.12-15).

La perseverancia en nuestra vida de oración. Cuando los israelitas eran ridiculizados, Nehemías oraba, y el pueblo recibía fuerzas para continuar. Cuando las maquinaciones empeoraban, Nehemías y sus colaboradores clamaban a Dios, quien no solamente frustraba los planes de sus enemigos, sino que también daba a su pueblo discernimiento sobre cómo evitar las trampas.
Nehemías concluyó el ambicioso proyecto en apenas cincuenta y dos días (Neh 6.15). Si imitamos su ejemplo, Dios puede hacer grandes cosas en nosotros y por medio de nosotros.

viernes, 4 de agosto de 2017

Cómo manejar las distracciones


Cómo manejar las distracciones 

Leer | Nehemías 1.1−2:20
Cuando Nehemías era copero del rey, su corazón estaba profundamente preocupado por las noticias de la difícil situación de los israelitas y de su ciudad. Con el permiso del rey, se dispuso a reconstruir los muros de Jerusalén. Encontró obstáculos, pero se negó a desviar la atención de la tarea. Su ejemplo muestra la importancia de...

• Estar en el centro de la voluntad de Dios. Cuando Nehemías clamó a Dios por sus hermanos que estaban en Jerusalén, y por la ciudad, el Señor le mostró exactamente qué hacer. Dios hizo también que el rey tuviera una actitud favorable a la solicitud, y que le diera todo lo que se necesitaba. Saber que estamos donde Dios quiere que estemos nos dará confianza para manejar las pruebas sin desviar nuestra atención.

• Recordar cuál es la meta. Nehemías sabía que la prioridad del Señor era que reconstruyera los muros. Dios ha dispuesto cosas que nosotros debemos hacer de gran valor. No debemos subestimar nuestra parte en el mismo, no importa lo pequeño que nos parezca.

• Llevar a cabo cada tarea. Después de cada crisis, Nehemías volvía a la tarea que tenía por delante. Al recordar la meta del Señor, seguiremos donde Él nos haya puesto, cumpliremos con cada paso, y nos mantendremos trabajando.

• Identificar lo que nos distrae. Las cosas que tratan de interrumpir nuestro trabajo, desviar nuestra atención, o atacarnos personalmente, no proceden de Dios. Con la ayuda del Padre celestial, Nehemías supo a quién hacer caso, y a quién ignorar.

jueves, 3 de agosto de 2017

Cuando la trompeta suene



Cuando la trompeta suene
Leer | 1 Tesalonicenses 4.13-18
En lo que se refiere a los últimos tiempos y al retorno de Cristo, muchos creyentes se sienten confundidos por el complicado simbolismo que utiliza la Biblia para describir estos acontecimientos. No hay duda de que hay ciertos misterios en cuanto al fin de la vida como la conocemos, y Dios ha querido presentar algunos de estos temas en términos peculiares e interesantes.
Sin embargo, una revelación está muy clara: podemos estar seguros de las escenas, los sonidos y los sentimientos que rodean el momento cuando el Señor Jesús regrese, como lo enseña claramente el pasaje de hoy.
Oiremos la grandiosa voz del Señor cuando Él descienda del cielo. La voz de un arcángel y el sonido de una trompeta de Dios serán también audibles (v. 16).
Veremos a Jesucristo con el arcángel, y los creyentes fallecidos que pusieron su fe en el Señor serán resucitados para encontrarse con ellos en el aire (vv. 16, 17).
Sentiremos nuestros cuerpos transformados al instante cuando seamos “arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (v. 17).
Con estos acontecimientos milagrosos descritos en la Palabra de Dios, no hay razón para sentir miedo por el regreso de nuestro Salvador. Será un tiempo de adoración y regocijo. Pase lo que pase en el mundo que nos rodea, desde ahora y hasta ese día, sabemos que podemos poner nuestra confianza en Jesucristo. Así como lo prometió, regresará —acompañado por el arcángel y anunciado por una trompeta— para llevar a sus hijos al hogar celestial por la eternidad.

miércoles, 2 de agosto de 2017

La importancia del bautismo



La importancia del bautismo
Leer | Mateo 3.13-17
Los niños suelen imitar a los superhéroes. Ellos adoptan los gestos, la indumentaria y la forma de hablar de su personaje favorito. Como cristianos, tenemos el deber de identificarnos estrechamente con el Señor Jesús e imitar su conducta de la misma manera en que los niños imitan a los superhéroes.
El Señor nos ha ordenado seguir su ejemplo en todas las cosas, incluyendo el bautismo (Mt 28.19). Al comienzo del ministerio público de Jesús, Juan el Bautista estuvo llamando al pueblo judío a confesar sus pecados y a demostrar arrepentimiento mediante la inmersión en el río Jordán. El Hijo de Dios —que no conoció pecado— pidió a Juan que lo bautizara. El Señor Jesús se estaba identificando con el hombre pecador. Cuando seguimos su ejemplo en las aguas del bautismo, estamos confesando públicamente nuestra fe en el Salvador e identificándonos con Él.
Al participar en el bautismo, demostramos nuestra conexión no solo con Jesús, sino también con nuestros hermanos en la fe: todos somos miembros de un solo cuerpo bajo la autoridad del mismo Señor (Col 1.18). Es importante recordar que el bautismo no es un requisito para la salvación, solamente la fe en Jesucristo lo es (Ef 2.8, 9). Pero, para ser obedientes, debemos bautizarnos después de tomar la decisión de seguir a Cristo.
La fe no es algo que deba ocultarse, como no se esconde u oculta una luz debajo de un almud (Lc 11.33). Debe expresarse con palabras y acciones. ¿Ha asociado usted su confesión de fe con el acto del bautismo?

martes, 1 de agosto de 2017

Jesús, el Dios-hombre perfecto


Jesús, el Dios-hombre perfecto
Leer | Juan 20.30, 31
Existen tres posiciones en cuanto a Jesucristo: Primero, la de las personas que no creen que Él sea Dios, por lo que rechazan y restan importancia a su obra de salvación, afirmando que solo fue una buena persona. Segundo, la de quienes aceptan que Jesús es el Hijo de Dios, pero no tienen una relación personal con Él. Y tercero, la de los verdaderos creyentes que aceptan a Cristo como Salvador (Ro 10.9).
Efesios 2.1, 2 dice que antes de ser salvos, todos estamos muertos espiritualmente, y viviendo de acuerdo con nuestra naturaleza pecaminosa. Quienes no tienen una relación personal con el Señor Jesús se mantienen en ese estado. Sin embargo, cuando una persona pone su fe en Él, se produce el nacimiento espiritual y se convierte en una nueva creación que ya no vive más según la carne (Jn 3.3; Ef 2.5; 4.24).
Nuestra posición en el Señor afecta nuestras actitudes, emociones, conversación y conducta. La incredulidad de nuestra cultura ya no se ajusta a lo que somos. Como creyentes, tenemos que crecer en la semejanza a Cristo y abrazar las ideas, la manera de pensar y las actividades que agradan a Dios, al mismo tiempo que rechazamos todas las demás.
Jesús es el Dios–hombre perfecto que tomó voluntariamente sobre sí nuestros pecados y experimentó la ira divina en lugar nuestro. Dios aceptó su muerte como pago total por nuestros pecados, resucitó de los muertos para ahora estar sentado a la diestra del Padre Celestial (Ef 1.20), y su Espíritu vive ahora en nosotros. Por tanto, acepte quién es Jesucristo, y permita que ese conocimiento refuerce su propósito de ser como Él.