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miércoles, 14 de febrero de 2018

Nuestro ayudador en la oración


Nuestro Ayudador en la oración
Los cristianos necesitamos la ayuda del Espíritu Santo en la oración. Algunas veces, en nuestra peregrinación de fe, nos damos cuenta de que no podemos . . .
  • Encontrar las palabras adecuadas
  • Discernir la voluntad de Dios
  • Reconocer lo que Él está haciendo, o
  • Entender una situación.
Los tiempos de lucha en oración son normales para los creyentes. Por eso, echemos un vistazo a dos ejemplos bíblicos de la oración en situaciones difíciles.
Primero, notemos que en la lectura de hoy, el apóstol Pablo reconoce su débil vida de oración. Su muy conocida petición era que Dios quitara un aguijón que había en su carne (2 Co 12.7). Pablo rogó con desesperación —y probablemente con gran esfuerzo— tener alivio. Pero con la ayuda del Espíritu Santo, llegó a entender la decisión del Señor de que soportara con paciencia, a pesar del dolor.
Un segundo ejemplo es la angustiosa oración de Jesucristo la noche antes de su crucifixión. Aunque estaba determinado a hacer la voluntad de su Padre, lo aterrorizaba el monstruoso sufrimiento espiritual que se aproximaba. Al clamar a Dios desde el Getsemaní, el Salvador dijo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mt 26.39).
Dios sabía que necesitaríamos ayuda en la oración. Con nuestra limitada perspectiva humana, no podemos conocer todos los aspectos de las situaciones que enfrentamos. Pero el Espíritu Santo entiende nuestras necesidades y nuestras cargas. Él lleva nuestras peticiones a Dios, aun cuando no podamos expresarlas adecuadamente.

lunes, 25 de septiembre de 2017

Un Ayudador para todas las ocasiones


Un Ayudador para todas las ocasiones
Leer | Juan 14.16-18
¿Ha deseado usted alguna vez tener una línea telefónica de emergencia que suene en el cielo? La verdad es que tenemos algo mucho mejor: el Espíritu Santo vive en nosotros para ayudarnos.
La noche antes de su crucifixión, el Señor Jesús dijo a sus discípulos que estaba a punto de partir. La noticia probablemente los entristeció, a pesar de que no era la primera vez que había hablado de su muerte. Pero el Señor afirmó que les enviaría otro Consolador o Ayudador. La palabra griega traducida como “otro” implica que el nuevo Ayudador sería como el anterior —en otras palabras, un ser divino con acceso al Padre celestial. Tal como lo prometió, el Espíritu de Dios vino a morar en cada persona que recibe a Jesucristo como Salvador (Hch 2.1-4).
Nuestro Ayudador tiene un papel distintivo dentro de la Trinidad. El Padre reina sobre todo, en tanto que el Hijo está a su diestra intercediendo por los creyentes. Mientras tanto, el Espíritu Santo nos capacita para llevar a cabo la obra que Dios ha dispuesto que hagamos.
El Padre celestial sabía que no podíamos obedecerle sin ayuda; es por eso que Jesús dijo a los discípulos que permanecieran en Jerusalén hasta después de la llegada del Espíritu Santo. Sea lo que sea que estemos llamados a hacer en nuestra obediencia diaria, o en nuestra responsabilidad para toda la vida, nuestro Ayudador nos brinda dirección, y nos da fuerzas y aliento.
El Espíritu Santo es parte de nosotros, más que nuestros huesos y nuestra sangre. Somos privilegiados por tener un Ayudador divino que nos guía en el camino de la voluntad de Dios.