viernes, 20 de septiembre de 2024
El ajetreo del domingo
Para muchos creyentes, la mañana del domingo comienza apagando la alarma del reloj, para luego seguir durmiendo, porque la diversión de la noche del sábado parecía más emocionante que las responsabilidades de las primeras horas del domingo. Luego saltan apurados de la cama. Despiertan a sus hijos a gritos. Corren por toda la casa, sacan a las mascotas, toman dos o tres mates apurados y hacen planes para el almuerzo con algún familiar. Escoltan a los hijos (medios dormidos aún) mientras intentan responder a la pregunta: “¿Por qué siempre estamos retrasados?” Tratan de encontrar un lugar en la iglesia. Entran corriendo al santuario. Se desploman en un banco. Empiezan a cantar las alabanzas por la mitad porque llegaron tarde.
Escuchan la predicación. Salen de la iglesia para encontrarse con los parientes.
Vuelven a casa y toman una siesta.
¿Le suena familiar? Obviamente, algo no está bien en este escenario: ¿Dónde está la adoración? Sí, claro; esta familia fue a la iglesia, pero el tiempo apartado para la alabanza y el estudio de la Palabra fue simplemente algo más en su lista de actividades. Fue algo que hicieron porque sintieron que tenían que hacerlo. No hubo espacio para un encuentro con Dios, ya que el tiempo de adoración parecía ser una interrupción de su domingo, no el eje del mismo.
El Salmo 100.1-5 nos dice: “Entrad . . . por sus atrios con alabanza”. ¿Caracteriza esta admonición su entrada a la adoración cada semana? No deje que el “ajetreo del domingo” se convierta en un problema para su familia. Recuerde que la adoración no es algo que usted tiene que hacer; es algo que usted quiere hacer.
Por tanto, planifique con anticipación y prepare su corazón, mente, y familia para encontrase con el Rey.
martes, 10 de mayo de 2016
Como capta Dios nuestra atención
Cómo capta Dios nuestra atención
Leer | DEUTERONOMIO 1.42- 44
Un silbato puede captar nuestra atención rápidamente, ¿no le parece? Su sonido se utiliza para controlar el comportamiento indisciplinado, indicar el comienzo o el final de un evento, o interrumpir la acción. Cuando es utilizado por un policía en la calle, por un maestro en un patio de recreo, o por el árbitro en un juego, el silbato es una señal que nos dice que debemos detenernos para saber la razón de su silbido.
¿Qué usa el Señor para captar nuestra atención? A veces, su herramienta es un espíritu inquieto, que puede parecer una vaga insatisfacción con la vida. Otras veces, Él usa las palabras de una persona para ayudarnos a reconocer que Él nos está hablando. Bendecirnos de una manera poco común es otro método que Él emplea (Ro 2.4). En cada caso, debemos detenernos y preguntarle: “Señor, ¿estás tratando de decirme algo?”
Dios permite, a veces, que nuestras oraciones no reciban una respuesta, como una manera de movernos a agudizar nuestro enfoque en Él. O puede decir “no” a nuestra petición, para lograr nuestra atención. Del mismo modo, las decepciones, los fracasos y las dificultades son, de vez en cuando, su herramienta elegida con el mismo propósito. Pero en todos los casos, Él actúa en nuestro beneficio. Si somos sabios, buscaremos al Señor en las tragedias, los reveses financieros, y los padecimientos físicos.
Dios merece toda nuestra atención, pero nos llenamos de preocupación. Él espera hablar con nosotros, pero algunas veces estamos distraídos mirando nuestras circunstancias. Deje que los acontecimientos de la vida, tanto los agradables como los dolorosos, le muevan a volverse a Dios cada día.
sábado, 16 de enero de 2016
Orar con confianza
Orar con confianza
Leer | 1 Juan 5.14, 15
La oración es el recurso más poderoso que tenemos para producir cambios. Pero muchas veces nos sentimos inseguros en cuanto a nuestras peticiones al Señor.
Podemos orar con confianza cuando formamos parte de la familia de Dios (Jn 1.12). Al recibir a Jesús como nuestro Señor y Salvador, Dios se convierte en nuestro Padre celestial y, por tanto, escucha nuestras oraciones (1 Jn 5.14).
Además, podemos orar confiadamente si lo hacemos de acuerdo con la voluntad de Dios. Ciertas cosas no están en el plan de Dios, como la mentira, el engaño y las acciones impulsadas por el orgullo o la ira (vea Pr 6.16-19; Col 3.8). Asuntos insignificantes como los colores que usemos, o de sentido común como el uso del cinturón de seguridad, quedan a nuestra discreción. Pero ¿qué de los deseos de que tenemos?
Para conocer la voluntad de Dios, nuestro espíritu tiene que estar sometido a Él (Stg 4.7). Antes de recibir respuesta, debemos estar dispuestos a aceptar su plan, aunque eso implique renunciar a lo que deseamos.
Estudiemos la Biblia, donde la voluntad de Dios se revela por medio de mandamientos y principios. Segunda a Timoteo 3.16, 17 nos dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia . . .”.
Debemos depender del Espíritu Santo para que nos ayude a orar de acuerdo con los propósitos del Señor (Ro 8.26).
Haga que sus oraciones tímidas se vuelvan valientes, alineándolas con la voluntad de Dios, y recuerde que Él quiere decirle “sí” a hijos.
sábado, 9 de enero de 2016
Intimidad con Dios
Leer | Juan 15.12-15
Dios, a veces, nos parece muy lejano. En esos momentos nos preguntamos qué tan involucrado está en nuestra vida. Es entonces cuando debemos confiar en lo que ha dicho en las Sagradas Escrituras.
Por ejemplo, Salmo 139.13-17 dice que el Señor nos formó en el vientre de nuestra madre; Él nos ama incondicionalmente y tiene planes de prosperar nuestra vida espiritual a través de su Hijo (Fil 1.6). Estas verdades nos confirman que Dios nos conoce mejor que nadie.
La vida del Señor Jesús es otro testimonio del deseo de Dios de relacionarse con nosotros. El Señor siempre buscó a los que estaban lejos para invitarlos a acercarse a Él. Dio palabras de aliento a sus discípulos y a otros seguidores, les enseñó las profundas verdades que había recibido de su Padre (Jn 7.16), y los responsabilizó de sus acciones. Invitó a algunos a acompañarles en sus profundas experiencias personales, como en la transfiguración y la última noche en Getsemaní (Mr. 9.2; Mt 26.36, 37). Todo esto revela una amistad verdadera.
La muerte de Jesús en la cruz hizo posible que pasáramos a formar parte de la familia de Dios. El Espíritu Santo, el guía y compañero que mora en todo creyente, da testimonio también de la cercanía de Dios y de lo bien que nos conoce.
Dios ha hecho posible que tengamos intimidad con Él, pero nosotros a menudo no queremos. Por causa de los intereses terrenales le damos mayor prioridad a nuestros familiares y amigos. Dispóngase a poner a Dios en primer lugar, y búsquelo con todo su corazón (Mr 12.30).