jueves, 31 de julio de 2025
Razones para las tormentas de la vida
2 Corintios 1.3-6
Al Señor nunca se le toma por sorpresa. Él sabe por todo lo que estamos pasando y está dirigiendo todas nuestras circunstancias tanto para nuestro bien como para su gloria, conforme a su buena voluntad.
Uno de los propósitos de las dificultades es limpiarnos. Por nuestra naturaleza “carnal”, y el mundo egocéntrico en que vivimos, es fácil desarrollar actitudes centradas en uno mismo, prioridades confusas y costumbres impías. Por tanto, las presiones que nos sobrevienen en situaciones tormentosas tienen el propósito de llevarnos al arrepentimiento. Nuestras pruebas no son para hundirnos, sino más bien para purificarnos y llevarnos de vuelta a la senda del temor a Dios.
Otra razón para la adversidad es enseñarnos cómo consolar a otros. La obra de Dios en nuestras vidas no es solamente para nosotros. Está diseñada para que alcancemos a un mundo que no conoce al Señor. Él usa las presiones que enfrentamos para prepararnos en cuanto al servicio a los demás. Cuando padecemos sufrimientos, descubrimos la suficiencia de Dios, su presencia consoladora y su provisión de fortaleza para ayudarnos a soportar. Nuestro testimonio durante los tiempos de dificultad será auténtico; aquellos a quienes ministramos reconocerán que conocemos y comprendemos su dolor.
Reflexionar en el propósito divino que hay detrás de nuestras dificultades, puede ayudarnos a responder a ellas de una manera que honre a Dios. Las lecciones del Señor normalmente se ponen en claro gradualmente, pero Él estará caminando al lado suyo a lo largo de todo el camino.
martes, 24 de enero de 2023
Cómo reaccionamos ante las tormentas
Cómo reaccionamos ante las tormentas
2 Crónicas 20.12
Si usted ha experimentado una tormenta con otras personas, sabe que no todo el mundo reacciona de la misma manera.
Imagínese una fiesta en el patio de una casa donde todos los invitados se están divirtiendo, pero después el viento comienza a soplar con fuerza. La temperatura baja, el cielo se oscurece y el olor a lluvia se siente en el aire. Todo el mundo corre para meterse a la casa. Y justo cuando la última persona entra, los cielos se desatan. En el interior de la casa, la gente se apiña formando grupos.
Un grupo está junto a la ventana, dando gritos de asombro y admiración por los truenos y los relámpagos. En un sofá, otros se abrazan o se cubren los oídos; en otro grupo, algunos saltan y se estremecen con cada trueno. Pero en otro grupo están conversando y parecen completamente ajenos al clima.
¿No es esta una imagen de las diferentes maneras de reaccionar ante las tormentas de la vida?
Cuando se trata de las perturbaciones que enfrentamos, nuestras reacciones pueden tener un impacto significativo más adelante. Algunas personas lo hacen de buena manera y salen fortalecidas, mientras que otras quedan destrozadas por el problema.
Lo que explica la diferencia en cuanto a nuestra reacción es la visión que tenemos de Dios. Si lo vemos como nuestro amoroso Padre celestial, entenderemos que Él tiene el mejor plan para nuestra vida, aunque el camino sea a través de aguas turbulentas. Pero si consideramos a Dios un obstáculo para los objetivos que nos hemos fijado, perderemos sus bendiciones.
Las tormentas son inevitables en la vida. Cuando nos llegue una, lo más sabio que podemos hacer es clamar al Señor.