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sábado, 29 de marzo de 2025

El objetivo principal de la Iglesia

El objetivo principal de la Iglesia
Hechos 2.37-47

Si alguien le preguntara cuál es el objetivo principal de la Iglesia, ¿qué respondería usted? Hay muchas opiniones con respecto a este tema, y dado que todas las actividades que realiza son vitales, resulta difícil señalar cuál es la más importante. Para ayudarnos a encontrar una respuesta, veamos lo que dice la Biblia acerca de la iglesia, la cual nació en la cruz.

El pasaje de hoy describe lo que sucedió después de que Pedro (y los apóstoles) pronunciara su primer sermón: muchos judíos creyeron en Cristo, y la iglesia pasó de 120 a 3.000 personas (Hechos 1.15; 2.41). De esto, podemos concluir que predicar sobre Jesucristo es una actividad esencial de la Iglesia. Pero, ¿es la más importante?

Después vemos que los cristianos solían reunirse y estudiar las enseñanzas de los apóstoles, la comunión, la Cena del Señor y la oración. Además, se reunían en los hogares para compartir comidas y ayudar a creyentes necesitados.

Estas actividades, en verdad, hacen atractiva a una comunidad de fe, pero había otras actividades vitales que se llevaban a cabo en aquella congregación.

El amor y la generosidad para con los demás eran testimonios poderosos para los observadores, así como su fe y su alabanza a Dios. Hechos 2.47 dice que el Señor seguía aumentando el número de los creyentes, por lo que podemos decir que esta iglesia tenía un poderoso ministerio de evangelización.
Entonces, ¿acaso no es ese el objetivo primordial de la iglesia?

La respuesta es que todo esto junto puede resumirse como adoración a Dios y a su Hijo Jesucristo. La adoración es la función principal de la iglesia, siempre y cuando todo en ella se realice de acuerdo con la Palabra de Dios, y con el propósito de glorificar al Señor.

lunes, 4 de enero de 2016

Creados para alabarle

Leer | Salmo 103

¿Alguna vez se ha preguntado el motivo de su existencia? Estamos tan envueltos en las actividades cotidianas y las preocupaciones que nos agobian, que rara vez nos detenemos a pensar en el propósito de nuestra vida. Dios nos ha creado con un propósito específico: ¡Que le glorifiquemos en todo momento! (Is 43.7).
En su Palabra, Dios enfatiza que debemos glorificarle por su fidelidad y por sus grandes obras. Jesús también reconoció en todo momento la importancia de este tema. Es por eso que comenzó la oración modelo con palabras de adoración (Mt ­6.9).

¿Por qué, entonces, al orar dedicamos más tiempo en peticiones que en alabanzas? Quizás algunos creyentes sientan que están demasiado ocupados como para adorar a su Señor. Es posible que otros se sientan incómodos expresando su gratitud. Ninguna de estas excusas son aceptables. El Salmo 103.2 nos recuerda los beneficios de adorar a nuestro Creador humildemente. Y nos explica cómo podemos exaltarle con nuestras palabras. Específicamente se nos dice que debemos alabarle por sus atributos y obras (vv. 2-8, 19).

También podemos alabarle de otras maneras. Los tres términos que más se usan en el Antiguo Testamento para referirse a la alabanza están relacionados con la música, las palabras de nuestros labios y los gestos que podamos hacer con nuestras manos. Pero también podemos alabarle con nuestras acciones, pensamientos y creatividad.

Es posible que usted no esté muy familiarizado con el tema de la alabanza. Pero todo ser humano ha sido creado para alabar a Dios. Así que adórelo hoy al dedicar tiempo en su presencia.

lunes, 23 de marzo de 2015

Devocional

   "Y guiaré a los ciegos por camino que no sabían."
Isaías 42: 16.  

¡Piensen que el infinitamente glorioso Dios  actúa como Guía de los ciegos! ¡Qué condescendencia ilimitada implica esto! Un ciego no puede encontrar un camino que no conozca. Incluso cuando conoce el camino, le resulta difícil recorrerlo; pero un camino que no hubiera conocido sería una aventura imposible para sus pies si estuvieran desprovistos de un guía. Ahora, nosotros somos ciegos por naturaleza en lo relativo al camino de la salvación, y, sin embargo, el Señor nos introduce en él, y nos lleva hasta Él, y luego abre nuestros ojos. Todos nosotros somos ciegos en cuanto al futuro, y no podemos ver la siguiente hora, pero el Señor Jesús nos guiará hasta el final de nuestro viaje. ¡Bendito sea Su nombre!  No podemos adivinar de qué manera nos llegará la liberación, pero el Señor lo sabe, y Él nos guiará hasta que hayamos escapado de todo peligro. Bienaventurados los que ponen su mano sobre ese grandioso Guía, y confían su camino a Él y se entregan ellos mismos a Él. Él los guiará a lo largo de todo el camino; y cuando los haya llevado a casa, a la gloria, y haya abierto sus ojos para que vean el camino por el que los condujo, ¡qué cántico de gratitud cantarán a su grandioso Benefactor! ¡Señor, guía a tu pobre hijo ciego en este día, pues no conozco mi camino!