Romanos 8.29-30
Las situaciones difíciles son más fáciles de soportar si sabemos que algo bueno resultará de ellas. El problema es que nuestra idea de lo bueno puede ser distinta a la de Dios. Como sus caminos y sus pensamientos están muy por encima de los nuestros, debemos confiar en que Él sabe lo que es mejor, incluso si las situaciones nos causan dolor, impotencia o dificultad (Is 55.9). El bien final del cual el Señor está ocupándose es hacernos cada vez más semejantes a su Hijo Jesucristo, y las pruebas que experimentamos son una de las herramientas que Él utiliza en el proceso.
Ahora bien, no debemos pensar que Dios envía aflicción a nuestra vida y después se cruza de brazos para ver qué pasará. Nuestro misericordioso Padre celestial controla cada aspecto de la situación.
El Señor dispone nuestras pruebas. Considera cada adversidad como necesaria para lograr un propósito específico en nuestra vida (1 P 1. 6, 7).
Él nos conoce y ve dónde necesitamos corrección o crecimiento espiritual para llegar a ser más semejantes a Cristo.
Dios fija la duración de nuestras pruebas. Desde nuestro punto de vista, cualquier dolor dura demasiado tiempo. Pero cuando dependemos del Señor, Él nos da la gracia y la fortaleza para resistir, hasta que se cumpla su voluntad (Fil 4.13).
El Señor pone un límite a la intensidad de nuestras pruebas. Él sabe lo que podemos soportar, y no nos dejará ser tentados más allá de nuestro límite (1 Co 10.13).
Nada en nuestra vida ocurre por azar o sin sentido. Incluso cuando no entendamos lo que el Señor haga, podemos confiar en que usará nuestras pruebas para hacernos más como su Hijo en carácter, conducta y proceder.
Mostrando entradas con la etiqueta victoria. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta victoria. Mostrar todas las entradas
viernes, 28 de febrero de 2025
jueves, 27 de febrero de 2025
Dios actúa mediante nuestras pruebas
2 Corintios 12.7-10
Los problemas y el sufrimiento que experimentamos en la vida no ocurren sin ningún propósito. Dios actúa a través de ellos para nuestro bien (Ro 8.28). Es posible que no nos guste o no entendamos con exactitud lo que hace, pero conocer algunos de sus objetivos nos ayuda a confiar en Él y cooperar para cosechar los beneficios de la aflicción.
Protección. Después de que el apóstol Pablo orara con fervor para que su aguijón en la carne le fuera quitado, Dios le reveló que era una protección contra el orgullo. Todos tenemos aspectos de debilidad que podrían llevarnos al pecado, y Dios en su sabiduría sabe cómo protegernos.
Dependencia. El aguijón de Pablo, que lo hacía débil, también lo enseñó a depender de la gracia y del poder de Cristo. De la misma manera, los problemas a menudo nos impulsan a buscar al Señor con humilde dependencia; para entonces estar en posición de recibir la fortaleza divina que Él promete darnos.
Perspectiva divina. Cuando el apóstol Pablo entendió al fin lo que el Señor trataba de hacer, vio su sufrimiento de manera diferente. Dejó de centrarse en su aflicción como un dolor y un obstáculo, y se sintió contento. Pudo regocijarse porque reconoció que el poder de Cristo en él era más importante que verse libre del dolor.
A menos que reconozcamos que Dios siempre prioriza lo eterno sobre lo temporal, no entenderemos el valor del dolor. Según 2 Corintios 4.17 (TLA), "Las dificultades que tenemos son pequeñas, y no van a durar siempre. Pero, gracias a ellas, Dios nos llenará de la gloria que dura para siempre: una gloria grande y maravillosa.”. Por tanto, no nos desanimamos.
Los problemas y el sufrimiento que experimentamos en la vida no ocurren sin ningún propósito. Dios actúa a través de ellos para nuestro bien (Ro 8.28). Es posible que no nos guste o no entendamos con exactitud lo que hace, pero conocer algunos de sus objetivos nos ayuda a confiar en Él y cooperar para cosechar los beneficios de la aflicción.
Protección. Después de que el apóstol Pablo orara con fervor para que su aguijón en la carne le fuera quitado, Dios le reveló que era una protección contra el orgullo. Todos tenemos aspectos de debilidad que podrían llevarnos al pecado, y Dios en su sabiduría sabe cómo protegernos.
Dependencia. El aguijón de Pablo, que lo hacía débil, también lo enseñó a depender de la gracia y del poder de Cristo. De la misma manera, los problemas a menudo nos impulsan a buscar al Señor con humilde dependencia; para entonces estar en posición de recibir la fortaleza divina que Él promete darnos.
Perspectiva divina. Cuando el apóstol Pablo entendió al fin lo que el Señor trataba de hacer, vio su sufrimiento de manera diferente. Dejó de centrarse en su aflicción como un dolor y un obstáculo, y se sintió contento. Pudo regocijarse porque reconoció que el poder de Cristo en él era más importante que verse libre del dolor.
A menos que reconozcamos que Dios siempre prioriza lo eterno sobre lo temporal, no entenderemos el valor del dolor. Según 2 Corintios 4.17 (TLA), "Las dificultades que tenemos son pequeñas, y no van a durar siempre. Pero, gracias a ellas, Dios nos llenará de la gloria que dura para siempre: una gloria grande y maravillosa.”. Por tanto, no nos desanimamos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)