El propósito de Dios en nuestras dificultades
Romanos 8.28-29
Si pudiéramos elegir el número de dificultades que quisiéramos enfrentar en la vida, la mayoría de nosotros elegiríamos el cero. Pero Dios ve que los tiempos de dificultad tienen gran valor y los utiliza para llevar a cabo sus planes.
Uno de los propósitos que tiene Dios para nosotros, es hacer que nuestra relación con Él crezca. El Señor sabe que nos es difícil ponerlo a Él primero, muchos de nosotros damos más prioridad a la familia y a los amigos. Para otros, el dinero, el trabajo e incluso los placeres, son un obstáculo. Cuando el Señor ve que nuestra atención se está desviando de Él, puede usar las dificultades para que le demos el lugar debido.
Otra razón por la que Dios permite las dificultades, es para conformarnos a la imagen de Jesús. El dolor es una herramienta que saca a la superficie nuestra carnalidad, lo utiliza también para zarandearnos, moldearnos y podarnos. El proceso de santificación —de crear un carácter como el de Cristo en nuestras vidas— comienza en el momento de la salvación y terminará con nuestro último aliento.
Un tercer propósito es revelar nuestras verdaderas convicciones. Nuestra fe es probada en los tiempos difíciles. Es fácil decir: “Dios es bueno” cuando las cosas están tranquilas. Pero cuando todo se frustra, ¿revelan nuestras palabras y acciones una actitud de confianza?
El rey David soportó el desmoronamiento de su familia, ataques personales y la traición de algunos de sus seres queridos. Pero, gracias a esas pruebas, adquirió una fe más fuerte y un carácter más piadoso. ¿Dejará que el Señor utilice su situación actual para lograr los buenos propósitos que Él tiene para usted?
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martes, 29 de julio de 2025
viernes, 28 de febrero de 2025
El propósito final de Dios para nuestras pruebas
Romanos 8.29-30
Las situaciones difíciles son más fáciles de soportar si sabemos que algo bueno resultará de ellas. El problema es que nuestra idea de lo bueno puede ser distinta a la de Dios. Como sus caminos y sus pensamientos están muy por encima de los nuestros, debemos confiar en que Él sabe lo que es mejor, incluso si las situaciones nos causan dolor, impotencia o dificultad (Is 55.9). El bien final del cual el Señor está ocupándose es hacernos cada vez más semejantes a su Hijo Jesucristo, y las pruebas que experimentamos son una de las herramientas que Él utiliza en el proceso.
Ahora bien, no debemos pensar que Dios envía aflicción a nuestra vida y después se cruza de brazos para ver qué pasará. Nuestro misericordioso Padre celestial controla cada aspecto de la situación.
El Señor dispone nuestras pruebas. Considera cada adversidad como necesaria para lograr un propósito específico en nuestra vida (1 P 1. 6, 7).
Él nos conoce y ve dónde necesitamos corrección o crecimiento espiritual para llegar a ser más semejantes a Cristo.
Dios fija la duración de nuestras pruebas. Desde nuestro punto de vista, cualquier dolor dura demasiado tiempo. Pero cuando dependemos del Señor, Él nos da la gracia y la fortaleza para resistir, hasta que se cumpla su voluntad (Fil 4.13).
El Señor pone un límite a la intensidad de nuestras pruebas. Él sabe lo que podemos soportar, y no nos dejará ser tentados más allá de nuestro límite (1 Co 10.13).
Nada en nuestra vida ocurre por azar o sin sentido. Incluso cuando no entendamos lo que el Señor haga, podemos confiar en que usará nuestras pruebas para hacernos más como su Hijo en carácter, conducta y proceder.
Las situaciones difíciles son más fáciles de soportar si sabemos que algo bueno resultará de ellas. El problema es que nuestra idea de lo bueno puede ser distinta a la de Dios. Como sus caminos y sus pensamientos están muy por encima de los nuestros, debemos confiar en que Él sabe lo que es mejor, incluso si las situaciones nos causan dolor, impotencia o dificultad (Is 55.9). El bien final del cual el Señor está ocupándose es hacernos cada vez más semejantes a su Hijo Jesucristo, y las pruebas que experimentamos son una de las herramientas que Él utiliza en el proceso.
Ahora bien, no debemos pensar que Dios envía aflicción a nuestra vida y después se cruza de brazos para ver qué pasará. Nuestro misericordioso Padre celestial controla cada aspecto de la situación.
El Señor dispone nuestras pruebas. Considera cada adversidad como necesaria para lograr un propósito específico en nuestra vida (1 P 1. 6, 7).
Él nos conoce y ve dónde necesitamos corrección o crecimiento espiritual para llegar a ser más semejantes a Cristo.
Dios fija la duración de nuestras pruebas. Desde nuestro punto de vista, cualquier dolor dura demasiado tiempo. Pero cuando dependemos del Señor, Él nos da la gracia y la fortaleza para resistir, hasta que se cumpla su voluntad (Fil 4.13).
El Señor pone un límite a la intensidad de nuestras pruebas. Él sabe lo que podemos soportar, y no nos dejará ser tentados más allá de nuestro límite (1 Co 10.13).
Nada en nuestra vida ocurre por azar o sin sentido. Incluso cuando no entendamos lo que el Señor haga, podemos confiar en que usará nuestras pruebas para hacernos más como su Hijo en carácter, conducta y proceder.
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