miércoles, 4 de septiembre de 2024

Nuestra prioridad absoluta

Nuestra prioridad absoluta
Lucas 10.38-42

Jesús amaba mucho a Marta, a su hermana María, y a su hermano Lázaro (Jn 11.5). Un día, mandó a decirles que Él y sus discípulos vendrían a visitarles. Las mujeres comenzaron a preparar su casa, ya que había mucho que hacer antes de que llegaran los hombres.

Pero Marta, por su afán, perdió de vista la importancia de pasar tiempo con el Señor.

Nuestra relación con Jesús debe estar por encima de todo en la vida. Nuestros pensamientos, actitudes y acciones deben surgir de nuestra íntima conexión con Él, pero como todos hemos descubierto, sin duda, no es fácil hacer esto.

Nuestra naturaleza egoísta clama por la supremacía, y el mundo con todas sus tentaciones nos anima a satisfacer nuestros deseos. Incluso, en el trabajo que hacemos para el Señor, podemos perder de vista nuestra prioridad absoluta: profundizar nuestra relación con Cristo.

Cuando el Señor Jesús llegó, María dejó lo que estaba haciendo para poder escuchar sus palabras y aprender de Él.

Marta, distraída por todo lo que aún no se había hecho, seguía trabajando.

El Señor aprobó la decisión de María de estar con Él, y exhortó a Marta a seguir el ejemplo de su hermana. Ambas mujeres expresaron su amor y su preocupación por Jesús por medio de sus acciones, pero María escogió la mejor manera de hacerlo.

Nada debe sustituir su relación con Cristo; su carácter y conducta deben reflejarlo a Él (Ef 4.24).

Durante la visita de Jesús, Marta dejó que su servicio al Señor fuera más importante que pasar tiempo con Él. Si sus amigos le observaran, ¿qué dirían que es lo más importante para usted?

martes, 3 de septiembre de 2024

Cuando los demás nos fallan

Cuando los demás nos fallan
Mateo 18.21-35

Usted está en una situación difícil, y sus amigos han desaparecido. Ahora el dolor es peor porque está sufriendo solo.

¿Por qué le abandonaron? Hay muchas razones posibles. Por ejemplo, puede ser porque no se sintieron competentes para ayudarle. O tal vez no pudieron soportar verle sufrir. Pero quizás algunos tenían en mente sus propios intereses, y tuvieron temor de caer en problemas parecidos o de involucrarse en una situación socialmente inaceptable.

Usted podría preguntarse cómo responderles. Cualquiera que haya sido la razón de su deserción, solo hay una respuesta bíblica adecuada —el perdón. La razón es que, como personas que hemos sido perdonadas, nunca tendremos el derecho de dejar de perdonar.

Después de haber sido abandonado durante su encarcelamiento en Roma, Pablo escribió lo siguiente en cuanto a quienes lo habían desamparado: “No les sea tomado en cuenta” (2 Ti 4.16). En otras palabras, los perdonó. El apóstol probablemente recordó lo que sucedió cuando Esteban fue apedreado.

Pablo había estado presente, después de todo, como uno de sus acusadores, y oído al moribundo clamar: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado” (Hch 7.60).

Pero es posible que Pablo tuviera en mente un acto de perdón mayor: la muerte expiatoria de Cristo y su actitud hacia sus verdugos. Jesús oró, diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23.34).

Porque Dios perdona de todos sus pecados a quienes se vuelven a Él, no tenemos el derecho de negar el perdón a nadie, y eso incluye, sin duda, a nuestros amigos. ¿Hay alguien a quien usted necesite perdonar? Si es así, hágalo hoy.

lunes, 2 de septiembre de 2024

Mantener el rumbo

Mantener el rumbo
Proverbios 3.7-12

Recibimos muchas bendiciones cuando permanecemos en el camino de la justicia. La verdad divina nos libera del camino de pecado —la vida se enriquece cuando experimentamos el favor del Señor y recibimos su ayuda. Él irá delante de nosotros y despejará los obstáculos del camino.

Revisemos nuestra brújula una vez más para asegurarnos de que estamos viajando hacia el norte.

Seguir el camino hacia la santidad requiere nuestra obediencia. Desde Génesis hasta Apocalipsis tenemos el mandamiento de obedecer al Señor, desprendernos de las filosofías humanas y aceptar la sabiduría de Dios. La Biblia nos dice que el principio de la sabiduría es el temor del Señor (Sal 111.10). La obediencia y el sometimiento a su señorío traen sanidad y renovación. Nuestro Creador no nos diseñó para vivir con ira, amargura o resentimiento. Muchas veces, acumular estas emociones llega a causarnos daño físico.

Pero si le entregamos esos sentimientos, Él nos restaurará.

Nuestra brújula también nos dirige a demostrar reverencia a Dios. Por ejemplo, cuando le honramos con nuestras finanzas, lo cual puede ser difícil pues significa permitir que Dios nos dicte cómo gastar nuestro dinero. Sin embargo, Él promete que esa renuncia dará lugar a la bendición, ya que no sólo suplirá nuestras necesidades, sino que también nos dará lo suficiente para compartir con los demás.

Cuando aceptamos la dirección de Dios, Él nos mantiene en el camino de la justicia. El Padre celestial da los pasos necesarios para corregir nuestros errores como señal de nuestra relación familiar con Él, y como demostración de su amor.

viernes, 30 de agosto de 2024

Las promesas de Dios fortalecen nuestra fe


Las promesas de Dios fortalecen nuestra fe


2 Pedro 1.3-4

Las promesas de Dios son preciosas. No solamente nos recuerdan su interés en nosotros, sino también nos dan esperanza y aliento en los momentos difíciles. Pero antes de apropiarnos de una promesa, debemos examinarnos en tres categorías: fe, obediencia y paciencia.

Primero, debemos poner la fe en Cristo como nuestro Salvador personal y vivir de acuerdo a nuestra fe en Él.

Obedecer a Dios también es necesario. Si seguimos desobedeciendo al Señor voluntariamente, Él no estará obligado a cumplir su promesa (1 P 3.12).

Por último, la paciencia es otro requisito. Dios actúa según su calendario para lograr sus propósitos, conforme a su plan perfecto. Esperar en Él es necesario.

A veces, parecerá como si alguna promesa divina no se está cumpliendo. En ese caso, eche una segunda mirada al pasaje bíblico para asegurarse de que se aplica a usted.

Después, compruebe que ha llenado todos los requisitos, y considere si hay una necesidad verdadera. Si tiene todavía el convencimiento de que la promesa se aplica a usted, entonces puede profundizar un poco más en la petición. ¿Será honrado el Señor cuando se cumpla esta promesa? ¿Puede Él responder esta oración sin que resulten afectadas otras personas, o estorbar la voluntad de Él para sus vidas? ¿Me ayudará esto a crecer espiritualmente? Estas preguntas le ayudarán a orar adecuadamente.

El Espíritu Santo es nuestro maestro que nos enseñará las promesas del Señor Jesucristo. Él quiere edificar nuestra fe por medio de la Biblia, darnos el aliento necesario para obedecer, y desarrollar en nosotros el fruto de la paciencia.

jueves, 29 de agosto de 2024

Las promesas de Dios



Las promesas de Dios

Hebreos 10.22-23

Nuestro Padre celestial ha hecho muchas promesas en la Biblia. Pero hay cierta confusión entre los cristianos en torno a cuáles versículos las mencionan. Hay tres preguntas prácticas para juzgar cuáles de esas promesas se aplican a nuestra situación.

1. ¿Está limitada la promesa a una persona o circunstancia específica, o se aplica a todos los creyentes? Por ejemplo, la promesa hecha a Abraham y a Sara acerca de tener un hijo (Gn 18.10) fue específicamente para ellos, mientras que Hebreos 13.5 contiene la garantía para todos los cristianos de que Jesús estará con ellos para siempre.

2. ¿Estamos pidiéndole al Señor que satisfaga una necesidad o un deseo? Una necesidad es aquello que nos hace falta para que Dios realice su obra en nuestra vida. Un deseo es algo que queremos para nuestro disfrute o satisfacción. Si perdemos el trabajo, entonces está faltando algo esencial: un ingreso. Pero si queremos tener un nuevo cargo por razones personales, eso es un deseo.

3. Antes de cumplir una promesa, ¿requiere el Señor alguna acción de nuestra parte? Proverbios 3.5-6  es una promesa condicional que garantiza la dirección de Dios al confiar en Él. En cambio, la promesa de la presencia de Jesús (He 13.5) es incondicional; no depende de nada que hagamos (Mt 28.20).

Al analizar la Biblia con base en estas preguntas, sabremos cuáles promesas se aplican a nuestra situación, y qué confianza tendremos para pedir a nuestro Señor que las haga realidad. Porque, como dice 2 Corintios 1.20 (TLA): “Todas las promesas que Dios ha hecho se cumplen por medio de Jesucristo”.