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martes, 12 de agosto de 2025

Respuestas a la oración

Respuestas a la oración
2 Crónicas 20.14-25

“Mi jefe es intolerable, Señor. Te ruego que me ayudes a conseguir otro empleo”.

“Señor, esta espalda me está arruinando la vida. ¡Ten misericordia de mí, y sáname!”

Todos los cristianos estamos de acuerdo con que Dios responde las oraciones. Sin embargo, hay quienes dirían: “Él responde la mayoría de las oraciones, pero no las mías”. Un creyente puede clamar a Dios con fervor sin recibir lo que considera una respuesta satisfactoria. El problema no es la falta de disposición o la imposibilidad de Dios de responder, sino más bien la palabra “satisfactoria”. Si venimos a Dios con una idea preconcebida de cómo debe resolverse nuestro problema, es probable que pasemos por alto la solución perfecta que Él tiene.

Supongamos que el rey Josafat hubiera determinado que Dios sólo podía responder su oración dándole a su ejército más aguante para la batalla que se avecinaba. Habría convocado a un consejo de guerra y armado a sus soldados. Pero la solución de Dios era enviar a un coro para cantar alabanzas y salvar a Israel. Si el ejército israelita hubiera ido a combate, habrían perdido Jerusalén.

A veces, no nos gustan las soluciones de Dios. Deseamos vernos libres de las dificultades, en vez de orar por una dosis extra de gracia para soportarlas.

Es normal querer que el Señor lo arregle todo, sin requerir esfuerzo de nuestra parte. Pero nuestra disposición de obedecer es clave para que la oración tenga respuesta. Cuando Dios nos diga cómo resolver nuestro problema, debemos actuar tal como Él dice, o nunca estaremos satisfechos.

viernes, 8 de agosto de 2025

Cómo aprender a esperar

Cómo aprender a esperar
Salmo 25.20-21

¿Qué debemos pensar cuando Dios no da respuesta a una oración? Lo más probable es que nos hayamos preguntado eso en algún momento. Como seres humanos limitados por el tiempo, podemos encontrar muy frustrante el tic-tac del reloj.

Debemos entender que Dios no nos ve simplemente en el aquí y el ahora; Él considera todo el panorama al mismo tiempo: dónde hemos estado, dónde estamos ahora, y hacia dónde nos estamos dirigiendo. Sabe exactamente qué efecto tendrán en nuestras vidas cada pequeña decisión, acción o bendición.

¿Piensa usted que Dios quiere darle algo que pueda destruirle? ¡Por supuesto que no! Él sabe que lo que puede ser para usted una bendición más tarde, puede arruinar totalmente su vida ahora. Por esta razón, Él se demora, con el fin de darle el tiempo de prepararse para recibir esa bendición.

Aprender a esperar en Dios exige por lo menos tres cosas de nosotros: primero, ser sensibles a Él y alimentar nuestra relación con el Padre para que podamos escucharlo; segundo, confiar en su juicio y sabiduría; tercero, ser obedientes al Señor. Si tratamos de hacer que algo suceda por nosotros mismos después de que Dios nos ha dicho que esperemos, nos estaremos dirigiendo al desastre. El Señor bendice la espera obediente.

Dios trabaja de acuerdo con su omnisciencia, su omnipotencia y su amor. Nunca olvide que el Señor está activamente a su lado, aun cuando le niegue una petición. No significa que Él no está prestando atención a sus necesidades; significa que está especialmente pendiente de usted.

jueves, 7 de agosto de 2025

La gracia para esperar

La gracia para esperar
Salmo 62.1-2

No hay duda de que una de las cosas que menos nos gustan es esperar en fila. Llegamos a la cita del médico a tiempo o un poco antes, para no tener que esperar. Vamos al supermercado para comprar apenas unas cosas, y nos quedamos anclados en una fila interminable en la caja. Y todos hemos tenido la experiencia de esperar para usar un cajero automático del banco.

Cuando llevamos algo al Señor en oración, también traemos con nosotros nuestra impaciencia. Normalmente hacemos una petición, y esperamos la respuesta al instante. Si Dios no se pone en acción de inmediato, muchas personas comienzan a pensar: Bien, traté de orar, pero el Señor simplemente no hizo nada. En realidad, la oración no funciona.

¡Qué trágico! Comparemos esa actitud con la del rey David. Cuando él tenía apenas 16 años de edad, Dios envió al profeta Samuel a ungirlo como el rey. Pasarían dieciséis años más para que esa promesa se cumpliera. ¿Qué hizo David durante ese tiempo? ¿Se quejaba exigiéndole su reino? De ningún modo. David entendía que Dios era fiel. También sabía que su Padre celestial no solo era el Dios del quién y el qué, sino también del cuándo y el cómo. David quería tener el reinado solamente cuando el Señor estuviera dispuesto a dárselo. Por tanto, esperó.

¿Hay algo en su vida por lo cual le resulta difícil mantenerse paciente? ¿Esperará en el Señor como uno espera en el banco, o al igual que el rey David confiará en el tiempo de Dios? El Padre celestial conoce cada faceta de su situación, y su “demora” es, porque Él quiere, en realidad, lo mejor para usted.

viernes, 1 de agosto de 2025

La fuente de la valentía

La fuente de la valentía
Josué 1.8-9

El mensaje de Josué, capítulo 1, es para todos los hijos de Dios. Los principios eternos de la Palabra de Dios son tan pertinentes para nosotros hoy como lo fueron para el antiguo pueblo hebreo. La orden del Señor de esforzarnos y ser valientes sigue estando vigente, ya que su promesa está con nosotros en todas las circunstancias. Además, sigue siendo cierto que la fe y la valentía se desarrollan en los creyentes que meditan con regularidad en la Palabra.

El temor, la antítesis de la valentía, nace de la desobediencia al Señor, de la falta de fe en Él, y de las dudas acerca de su voluntad o sus caminos. El peso y el inhibidor poder del temor pueden paralizar a una persona como los grilletes a un preso. Pero la Biblia contiene verdades, promesas y principios que rompen esas cadenas.

¿Ha notado usted alguna vez que enfocar la mente en la Palabra de Dios sosiega su espíritu? En ese silencio, la fe hace que el temor se esfume. Las revelaciones de Dios en cuanto a sí mismo en la Biblia son capaces de agudizar nuestra percepción en cuanto a todo lo que estemos enfrentando. Podemos ver la verdadera naturaleza de un asunto, que no es más grande que nuestro Dios. Como resultado, nos quitamos el peso de nuestras cargas y, en vez de eso, desarrollamos una confianza arraigada profundamente en la bondad y la soberanía de Dios. Esa es la definición de valentía.

La exhortación de Dios a Josué: “Esfuérzate y sé valiente” (Jos 1.9), es también para los creyentes de hoy. Al igual que los israelitas, luchamos contra enemigos poderosos. No ceda al temor, sino rompa su control con las poderosas palabras de la Biblia, y viva con confianza.

miércoles, 20 de noviembre de 2024

La prioridad de la oración

La prioridad de la oración
Lucas 5.15-16

¿Dejó usted de lado alguna vez su tiempo diario de oración, pensado: Estoy demasiado ocupado para orar hoy? Cada vez que renunciamos al tiempo del recogimiento con Dios para hacer otra cosa, estamos haciendo una declaración en cuanto a nuestras prioridades. Es una manera no tan sutil de decir: “Jesús, mi agenda es más importante para mí que tú, hoy. Tendré que ponerme al día contigo más tarde”.

Todos hacemos esto de vez en cuando, ¿verdad? Dejar de orar a veces es muy fácil porque, dado que sabemos que el Señor está siempre allí, pensamos que podemos recuperar el tiempo después. Es como si menospreciáramos la presencia interior y eterna de Dios, pensando: El Señor estará allí mañana, ¡pero yo tengo que hacer esto hoy!

Lo que olvidamos es que el tiempo a solas con Dios es lo que nos da el poder para hacer frente a las tareas del día. Por tanto, cuanto más ocupado vaya a estar nuestro día, ¡más tiempo debemos pasar en oración!

La Biblia enseña claramente que el Señor Jesús daba prioridad a su tiempo a solas con el Padre. No puedo imaginar a ninguna otra persona que tuviera más en su mente, que tuviera más cosas que hacer, o que fuera más buscado que el Señor Jesús. Sin embargo, las veces en que estaba más ocupado, eran las veces que lo vemos apartarse de las multitudes para orar.

Recordemos que Jesús es Dios; si Él consideraba necesaria la oración para prepararse para sus días más ocupados, ¡entonces ella es absolutamente esencial para el resto de nosotros!

martes, 19 de noviembre de 2024

Toda nuestra ansiedad

Toda nuestra ansiedad
1 Pedro 5.6-10

¿Se ha preguntado alguna vez por qué un pasaje que habla de la ansiedad describe a Satanás como un león rugiente? La ansiedad puede hacernos sentir deshechos por el temor, la frustración y la impotencia. La ansiedad es un sentimiento torturante y la lectura de hoy nos recuerda que el diablo la maneja hábilmente.

Sin embargo, no tenemos que vivir con ansiedad, pues Dios cierra la boca de los leones que amenazan a sus seguidores (Dn 6.22).

Pedro habló de cómo podemos mantenernos alejados de las mandíbulas de la ansiedad. Primero, humillándonos delante de Dios. Lo que causa la ansiedad es una sensación de impotencia en una situación; por tanto, la mejor respuesta es rendirse a Dios con la confianza de que tiene el poder de controlar su vida.

Además, nunca debe olvidar que Dios está siempre creando las circunstancias para el bien de usted y la gloria de Él (Ro 8.28).

Recuerde que la oración es una declaración de dependencia. Cuando usted se humilla, se está arrodillando delante del Dios omnipotente. Y puesto que nada es un impedimento para su poder, echar nuestra ansiedad sobre Él es la acción de confiar en que Dios se encargará de nuestros problemas. Él asume la responsabilidad de responder a las necesidades de los creyentes; y nosotros de obedecerle (Mt 6.31-33).

Por último, resistir a Satanás permaneciendo firme en la fe. En otras palabras, no arrebate esas preocupaciones de las manos de Dios para angustiarse por ellas otra vez. Cuando los planes de ataque del diablo le hagan temblar, rechace sus mentiras y tenga fe en que el Señor es suficiente para manejar la situación.

martes, 12 de noviembre de 2024

Una lección necesaria pero difícil

Una lección necesaria pero difícil
Salmo 27.14

¿Se ha preguntado usted alguna vez por qué el salmista une al consejo de esperar al Señor, con la exhortación de esforzarse y ser valiente? La razón es que, a veces, esperar es lo más difícil de hacer. De hecho, la práctica de la paciencia es una de las lecciones más importantes de la escuela de la obediencia; es esencial que el creyente aprenda a esperar en Dios.

La cultura moderna vive con mucha prisa: ¡Tengo que tenerlo ya! ¡Tengo que hacerlo ya! Hemos sido enseñados a permanecer en un estado permanente de alerta. Se necesita valentía para mantenerse quietos cuando todo el mundo está apresurado.

Se necesitan fuerzas para obedecer cuando nuestro corazón nos dice: “¡Hazlo ya!”, mientras que Dios nos susurra: “Espera”.

Pero la gente se apresura a actuar porque tiene miedo de perderse de algo. Los creyentes que aceptan esa actitud se apresuran a hacer cosas, y después esperan que el Señor los bendiga.

Dios no deja nada al azar. No pone delante de nosotros una decisión teniendo la esperanza de que hagamos lo correcto.

Eso sería irresponsable y ajeno a su naturaleza. El Padre celestial está más que dispuesto a enseñarnos lo que debemos hacer, porque está interesado en nuestro bienestar. Pero hasta que el Señor deje claro cuál debe ser el camino a seguir, tenemos que hacer una pausa y esperar.

Esperar en Dios no es pasividad ni tampoco una excusa para evadir responsabilidades. De hecho, quienes buscan la voluntad de Dios son los que hacen una pausa para orar, escrudiñar la Palabra y ayunar antes de actuar; mientras siguen sirviendo a Dios dondequiera que puedan.

miércoles, 30 de octubre de 2024

No tema

No tema
Mateo 14.22-34

Podemos esperar en algún momento de la vida ser sacudidos por las turbulencias. Tal vez ya hemos experimentado algunas, y podemos estar seguros de que vendrán más. Nuestra situación puede ser tan grave que nos preguntamos: ¿Cómo voy a salir de esto?

Piense en la vez que los discípulos se encontraban en las turbulentas aguas del Mar de Galilea. La Biblia nos dice que las olas golpeaban su embarcación, y que el viento les era contrario. En medio de la tormenta, los discípulos pensaron que veían a un fantasma que se les acercaba. Estos hombres adultos, algunos de los cuales eran experimentados pescadores, gritaron atemorizados. Su temor no disminuyó hasta que se dieron cuenta de que era Jesús caminando hacia ellos.

¿Qué sucedió cuando reconocieron que era el Señor? Recibieron . . .

• Consuelo en medio de la crisis. Se tranquilizaron cuando se dieron cuenta de que Jesús estaba con ellos y de que Él los cuidaría.

• Valentía para enfrentar la prueba. Pedro encontró la valentía para obedecer a Jesús y salir de la barca.

• Confianza para su futuro. Entendieron que la presencia de Jesús no podía alejarse por los severos vientos.

¿Qué olas o vientos le están azotando? ¿Tiene temor? Pídale al Señor que le muestre su presencia en su situación y que llene sus sentidos con esa conciencia. Cierre sus ojos, e imaginelo a su lado sosteniendole fuertemente. Deje que sus oídos escuchen su susurro de confianza y amor. Llene su mente con el conocimiento de sus promesas y sea fortalecido por la fuerza, el consuelo y el valor que Él ofrece.

martes, 29 de octubre de 2024

Cambio de enfoque

Cambio de enfoque
Juan 15.18-21

No hay nada que pueda tocar la vida de un creyente, a menos que le suceda porque Dios así lo haya permitido. Eso significa que Él tiene el control total, aun cuando parezca que se le ha permitido a Satanás desbocarse en nuestra contra.

Atrapado en una prisión romana, Pablo sabía que Dios podía rescatarlo; después de todo, Él había quitado las cadenas de Pedro (Hch 12.7). Pero Pablo no estaba esperando con impaciencia la liberación.

Porque creía que Dios permitía todo por alguna razón, Pablo seguía haciendo el trabajo del reino —incluso encadenado.

En efecto, el Señor tiene un propósito para todo lo que trae a la vida de una persona. Aunque podemos desear desesperadamente que nuestras circunstancias cambien, Dios permitirá que pasemos por una situación determinada para que esto traiga, al final, el resultado más favorable.

El tiempo que pasó Pablo en la prisión resultó ser un beneficio para el evangelio, aunque, lógicamente, la difusión de la Palabra debió haber sido severamente obstaculizada por el confinamiento de un predicador tan grande.

Durante dos años había estado custodiado por muchos de los selectos soldados pretorianos (Fil 1.13), y sabemos de lo que Pablo debió haberles hablado —¡de Cristo!

En la Biblia no hay ningún versículo que diga que a los creyentes se les ha prometido una vida fácil.

En realidad, la Palabra de Dios advierte lo contrario; dice que tendremos problemas (Jn 16.33).

Pero, al igual que Pablo, podemos elegir vivir por encima de nuestras circunstancias al comprender que Dios tiene un plan, con el fin de utilizar nuestras experiencias para nuestro bien y para el de los demás.

viernes, 30 de agosto de 2024

Las promesas de Dios fortalecen nuestra fe


Las promesas de Dios fortalecen nuestra fe


2 Pedro 1.3-4

Las promesas de Dios son preciosas. No solamente nos recuerdan su interés en nosotros, sino también nos dan esperanza y aliento en los momentos difíciles. Pero antes de apropiarnos de una promesa, debemos examinarnos en tres categorías: fe, obediencia y paciencia.

Primero, debemos poner la fe en Cristo como nuestro Salvador personal y vivir de acuerdo a nuestra fe en Él.

Obedecer a Dios también es necesario. Si seguimos desobedeciendo al Señor voluntariamente, Él no estará obligado a cumplir su promesa (1 P 3.12).

Por último, la paciencia es otro requisito. Dios actúa según su calendario para lograr sus propósitos, conforme a su plan perfecto. Esperar en Él es necesario.

A veces, parecerá como si alguna promesa divina no se está cumpliendo. En ese caso, eche una segunda mirada al pasaje bíblico para asegurarse de que se aplica a usted.

Después, compruebe que ha llenado todos los requisitos, y considere si hay una necesidad verdadera. Si tiene todavía el convencimiento de que la promesa se aplica a usted, entonces puede profundizar un poco más en la petición. ¿Será honrado el Señor cuando se cumpla esta promesa? ¿Puede Él responder esta oración sin que resulten afectadas otras personas, o estorbar la voluntad de Él para sus vidas? ¿Me ayudará esto a crecer espiritualmente? Estas preguntas le ayudarán a orar adecuadamente.

El Espíritu Santo es nuestro maestro que nos enseñará las promesas del Señor Jesucristo. Él quiere edificar nuestra fe por medio de la Biblia, darnos el aliento necesario para obedecer, y desarrollar en nosotros el fruto de la paciencia.

sábado, 2 de marzo de 2024

Tenemos un Guía confiable


Tenemos un Guía confiable

Salmo 32.8-9

En una de las paredes de mi oficina cuelga un retrato que he tenido por casi sesenta años. Muestra al Señor Jesús de pie detrás de un hombre joven cuyos ojos están centrados en la dirección que el Maestro apunta. La mano de Jesús está sobre el hombro del hombre, e imagino que le dice: “Este es el camino por el que vamos. Te llevaré a tu lugar de destino”. Aunque en la senda habrá alegrías y tristezas, el Señor guía a sus hijos durante todo el camino hasta la morada eterna.

Cualquier persona sincera reconocerá que no está preparada para andar por la vida sola. Nuestro Dios omnisciente nos creó con la necesidad de buscar su dirección. Con nuestras fuerzas, conocimientos y poder de razonamiento no podemos tomar las decisiones más prudentes. Pero la mano amorosa del Señor en nuestro hombro puede conducirnos por el camino correcto para tomar buenas decisiones.

El Señor está dispuesto y tiene el poder para guiarnos, si se lo permitimos. Caminar con Él no es difícil. Reconozca que se ha desviado a sendas que le han llevado al pecado y a la desobediencia. Decida seguir la dirección de Dios leyendo su Palabra y practicando los preceptos bíblicos. Y aprenda a traer delante de Dios sus decisiones grandes y pequeñas mientras busca la senda que Él ha dispuesto para usted.

Más allá de nuestro último latido del corazón se encuentra la eternidad. Es hacia allá donde nos está dirigiendo nuestro Salvador. Nuestra tarea es seguir en obediencia, para que podamos alcanzar el cielo y escuchar decir al Padre: “Bien, buen siervo y fiel”.

martes, 30 de enero de 2024

Disciplinas necesarias para andar por fe

 


Disciplinas necesarias para andar por fe

Génesis 12.10-20

Aprender a andar por fe requiere tiempo. Como hemos visto, Abraham escuchó a Dios y le obedeció. Después, con el tiempo, aprendió a dominar otras
disciplinas.

Dependencia. La vida cristiana es de confianza en Dios. Abraham entendía en quién podía confiar para encontrar respuesta a sus necesidades: Dios conocía perfectamente el plan, y tenía todos los recursos necesarios para cumplir su voluntad por medio de Abraham.

Esperar en Dios. Esta puede ser una de las disciplinas más difíciles de dominar. La Biblia afirma que incluso a Abraham, al gran hombre de fe, se le dificultó. Aunque nuestra naturaleza humana quiere acción, el Señor a menudo le pide a su pueblo que se detenga (2 Cr 20.17). Él quiere que le dejemos actuar primero. A nosotros nos corresponde meditar en la Palabra, escuchar la voz de Dios y esperar hasta que Él nos ordene actuar. El Señor, mientras tanto, promete bendecir a quienes esperan (Is 64.4).

La confesión. Abraham no era perfecto. Cuando el hambre amenazaba, se dirigió a Egipto, no a Dios. Después mintió, lo que causó problemas a otros. Más tarde, a Sara le resultó difícil esperar la llegada del hijo prometido, por lo que ella y Abraham tomaron el asunto en sus propias manos (Gn 16.1-3).

Nosotros también tropezaremos, pero si nos volvemos al Señor en arrepentimiento, recibiremos perdón y podremos volver a caminar por fe.

Dios sabe que somos imperfectos. Él nos enseñará con paciencia, una y otra vez, las lecciones del caminar por fe, hasta que aprendamos a confiar en Él. Solo debemos tener corazones y espíritus receptivos a su enseñanza.

martes, 31 de enero de 2023

Cómo reaccionamos a la persecución


Cómo reaccionamos a la persecución

1 Pedro 3.13-18

La persecución ha sido una experiencia común en el cristianismo desde que los apóstoles proclamaron por primera vez el mensaje de salvación. Incluso en lugares que han sido bendecidos con un largo período de paz y prosperidad, no hay garantía de cuánto tiempo durará. Y aunque es posible que algunos de nosotros nunca experimentemos persecución severa, como prisiones o muerte por nuestras creencias, probablemente todos hemos sentido el aguijón del rechazo o el ridículo. Cualquiera que sea la forma que pueda tomar el acoso, todos debemos estar preparados para sufrir por Cristo.

Pedro escribió a un grupo de creyentes que eran tratados duramente por su fe. Su objetivo era ofrecer aliento y un recordatorio para seguir el ejemplo de Cristo, quien sin haber pecado sufrió en nuestro lugar para llevarnos a Dios. Y aunque la multitud junto a la cruz se burlaba de Él, el Señor nunca respondió con palabras hirientes (1 P 2.21-23).

Sin esta perspectiva, podremos sentir autocompasión o resentimiento cuando seamos maltratados. Pero Pedro nos recuerda que somos bendecidos cuando sufrimos por causa de la justicia. No solo recibiremos una recompensa en el cielo (Mt 5.11-12), sino que podemos también tener la oportunidad de ser testigos de Cristo, con dulzura y reverencia.

La reacción sabia a la persecución fluye de una comprensión correcta del plan de Dios. El sufrimiento injusto es, a veces, parte de su voluntad para nosotros, como lo fue para Cristo.

Pero podemos confiar en nuestro Padre celestial, sabiendo que Él puede obrar en cada situación para nuestro bien y para su gloria.

viernes, 8 de diciembre de 2017

Guía para una vida fructífera


Guía para una vida fructífera

Como creyentes, anhelamos vivir agradando al Señor. Pero para ello, necesitamos un guía que nos ayude. Imagine que tiene la siguiente conversación con Dios, y luego trate de obedecerle. 
—Padre celestial, ¿quisieras ser mi guía? 
Sí, quiero serlo. Mientras viajemos, quiero que recuerdes que sé a dónde estoy yendo. Cada parada a lo largo del camino está planeada para convertirte en la rama fructífera que anhelas ser. El camino puede ser a través de montañas cubiertas de nieve, por caminos pedregosos, o por valles que te tentarán a dejar la travesía. ¿Mantendrás tus ojos en mí, y me obedecerás, sin importar lo difícil que te resulte? 
—Sí, Padre. 
Entonces, comencemos tu primera lección: Tienes que pisar donde yo piso. 
—Pero, Padre, tus huellas están muy lejos de mí. 
—Las acomodaré para ti. 
—Sé que vas a caminar demasiado rápido. 
—Nunca caminaré más rápido de lo que sé que puedes caminar. 
—Me canso fácilmente. 
—Podrás apoyarte en mi brazo. 
—¿Y si tropiezo? 
Te levantaré y sanaré tus heridas. Pero, te tengo una segunda lección: Tendrás que seguirme aunque no puedas verme. 
—Padre, ¿cómo voy a saber por dónde caminar? 
Usa mi Palabra, la Biblia. Consúltala para tener dirección y seguridad de que estoy contigo, y de que sigo guiándote. 
—Padre, ¿y si me confundo? 
Recuerda mis enseñanzas. Recuerda quién soy, y confía en mí. Clama a mí, y yo te responderé

sábado, 14 de octubre de 2017

La oración: Un privilegio extraordinario


La oración: Un privilegio extraordinario

Leer | 1 JUAN 5.14-15

Una pregunta resuena en el corazón de casi todos los cristianos en algún momento de su vida: Si Dios lo sabe todo acerca de mí, ¿por qué tengo que orar por mis necesidades? El Señor tiene razones específicas por las cuales no utilizar su omnipotencia para responder a ciertos deseos y sufrimientos nuestros, a menos que le hablemos de ellos.

Dios nos anima a orar para crear una relación estrecha entre Él y nosotros. El Señor está interesado en mucho más que la satisfacción de nuestras necesidades; también quiere convertirse en nuestra fuente de fortaleza en cada prueba. Sabemos que para que una amistad crezca se requiere invertir tiempo. Las oraciones rápidas de tres minutos, aunque son valiosas e importantes para mantener un continuo olor de “incienso fragante” delante de Dios, no son suficientes para mantener una conexión personal con nuestro Padre celestial.

Santiago 1.17 dice. “Toda buena dádiva...desciende de lo alto”. El Señor quiere que le reconozcamos como la fuente de todas nuestras bendiciones. Dirigir nuestras oraciones a Dios, y confiar en que serán respondidas de acuerdo con su voluntad y en su tiempo, fortalece nuestra conciencia de que sin Él, no podemos lograr nada. En la vida cristiana, nuestra dependencia de Dios crece en proporción directa a nuestra madurez espiritual. Ese concepto va en contra de nuestra naturaleza y cultura, que valoran la independencia por encima de todo lo demás.

Somos privilegiados de pertenecer a un Dios que desea tener una relación de Padre-hijo con nosotros. Él puede, desde luego, satisfacer nuestras necesidades sin una sola palabra de nuestra parte, pero entonces nunca conoceríamos la maravilla de pedir y recibir por amor.

martes, 26 de abril de 2016

Los pasos de la fe

Leer | Deuteronomio 10.12, 13

La Biblia describe a la vida cristiana como un andar. Habla de andar en el Espíritu, en los caminos del Señor, en amor, y en verdad. Nuestra vida, entonces, debe ser cada vez más como la del Señor Jesús. La Biblia llama a esto “santificación”.

Pero, ¿y si usted siente que está retrocediendo en vez de avanzar? ¿Sabe cómo dar un giro? Solamente por fe en Cristo podemos movernos en la dirección correcta. He aquí la manera de cambiar de rumbo:

Primero, tenga la seguridad de que Dios cumple cada promesa. La Biblia contiene un increíble número de ellas, incluyendo la de darnos sabiduría, compañía constante de Dios y paz, cuando nos enfocamos en Él.
Segundo, espere con ilusión la respuesta del Padre. En otras palabras, tenga la gozosa seguridad en sus promesas, que resultarán en bendiciones para su vida.
Tercero, esté consciente cada día de la actividad de Dios en su vida. Al dedicar tiempo a la Palabra, a la oración y a la meditación, usted se volverá más sensible a lo que Él está haciendo.
Cuarto, ore con audacia, porque usted es hijo de Dios (He 4.16; Gá 3.26). Acercarse así al Padre no es arrogancia, sino una expresión de su fe en Él.
Por último, obedezca la guía del Espíritu. Esta es la verdadera prueba de su fe; de hecho, la Biblia dice que sin acción, la fe está muerta (Stg 2.17).
¿Siente que su vida está creciendo y madurando a imagen de Cristo? ¿O que las circunstancias y su carácter parecen haberla detenido? Dios promete seguir embelleciendo la vida de sus hijos. Usted puede resistirse, o cooperar con su obra de gracia en usted.

lunes, 25 de abril de 2016

Andar por fe

Leer | 2 Corintios 5.6-8

En la comunidad cristiana, a menudo escuchamos hablar de la palabra fe. Sin embargo, cuando esa palabra se utiliza con frecuencia y de manera trivial, puede volverse familiar y perder así su profundo significado para nuestra vida. Hoy hablaremos de lo que implica en realidad la fe.

La fe es común a todas las personas. Por ejemplo, hace falta una medida de confianza para sentarse en una silla de lona sin probar primero su resistencia. Pero la confianza en el hecho de que esa silla soportará nuestro peso es muy diferente a confiarle a Dios nuestra vida. Un juicio equivocado en cuanto a lo primero puede resultar en una lesión física, mientras que lo segundo no solo determinará nuestro éxito en esta vida, sino también nuestro destino eterno.

¿Cuál es entonces la definición bíblica de fe? Hebreos 11.1 nos dice que es “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Y sabemos que sin fe es imposible agradar a Dios (11.6). En realidad, no hay nada que podamos hacer para ganar la salvación; el único camino al cielo es tener confianza plena en la muerte expiatoria del Señor Jesús en la cruz, que pagó la deuda que debíamos por nuestro pecado. Además, la fe no es nada que podamos crear dentro de nosotros, la Biblia es clara en Efesios 2.8 cuando dice que la fe es un regalo de Dios.

¿Ha aceptado usted el regalo de fe del Padre celestial y emprendido el maravilloso viaje que le invita a tener con Él? Dios responde a los corazones que le buscan. Si usted no tiene claro si ha puesto su fe en Cristo, pídale que le guíe y le revele la verdad.