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martes, 11 de febrero de 2025

Herederos con Cristo

Herederos con Cristo
Romanos 8.12-18

¿Con qué frecuencia se considera heredero de Dios? Por lo general, no es lo primero que nos viene a la mente cuando pensamos en las bendiciones que recibimos cuando aceptamos a Jesucristo como Salvador. Quizás esto se deba a que no sabemos en realidad qué significa ser heredero de Dios. Tampoco tenemos claro lo que nos espera en la eternidad, o cuándo ocurrirá.

Ser heredero se asocia, por lo general, con lazos familiares, y lo mismo se aplica a nuestra relación con Dios. Cuando nacimos de nuevo por su Espíritu, nos convertimos en sus hijos adoptivos, y, como tales, somos herederos junto con Cristo. En Colosenses 1.15, el Señor es llamado “el primogénito de toda creación”. En el mundo antiguo, el hijo primogénito tenía una posición de prominencia en la familia, y era el heredero principal de todo lo que poseía su padre. De la misma manera, Jesucristo tiene la posición de primogénito y es el heredero de toda la creación.

Lo extraordinario es que Él ha prometido compartir su herencia con nosotros. Cuando regrese en gloria para ocupar el lugar que le corresponde como Rey de reyes en la Tierra, gobernaremos con Él, bajo su autoridad (Ap 2. 26-27). La vida cristiana está llena de favor inmerecido. La gracia de Dios que experimentamos ahora es solo la punta del iceberg.

Entender todo lo que Cristo ha hecho y hará por sus hijos, debe inspirarnos a vivir para Él.

El Espíritu Santo que mora en nosotros, nos faculta para hacer morir nuestros deseos carnales y seguir a Dios en obediencia, incluso cuando eso tenga un alto precio. Cualquier cosa que suframos aquí por amor a Cristo, es insignificante comparado con la gloria que nos espera.

domingo, 24 de enero de 2016

Para heredar las promesas divinas

Leer | HEBREOS 6.11, 12
El Señor no habría hecho todas las promesas que hay en la Biblia si no hubiera querido dar a sus hijos grandes bendiciones. Sin embargo, no podemos ser presuntuosos y dar por hecho que tales beneficios nos pertenecen de manera automática. Entonces, ¿cómo podemos apropiarnos de las promesas de Dios con la expectativa de que Él responderá nuestras peticiones?

Hay ciertas preguntas que debemos hacernos para evaluar las necesidades que traemos a nuestro Padre celestial:

• ¿Esta promesa atiende mi necesidad o deseo personal?

• ¿Estoy pidiendo con un espíritu de sumisión a su voluntad?

• ¿Puede Dios cumplir esta petición sin perjudicar a otra persona?

• ¿Le agrada mi petición a Dios?

• ¿Será Dios honrado con el cumplimiento de mi petición?

• ¿Mi petición contradice de alguna manera a la Palabra de Dios?

• Si Dios cumple esta promesa, ¿ayudará ello a mi crecimiento espiritual?

Una vez que hayamos respondido estas preguntas, heredar las promesas divinas dependerá de tres requisitos: Primero, necesitamos tener fe. Nuestro Padre quiere que confiemos en Él, y el Señor premia a quienes lo hacen (Gn 15.6; He 11.6). Segundo, debemos ser obedientes a todo lo que sabemos que es su voluntad para nosotros —nunca recibiremos lo mejor que Él da si lo desobedecemos deliberadamente. Tercero, debemos tener paciencia para esperar el tiempo perfecto del Señor.

Hacer estas cosas bien vale la pena, considerando las bendiciones que Él anhela darnos.

jueves, 12 de febrero de 2015

Devocional

Lectura 12 de Feb -   "Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre." Génesis 13:14,15.   Una bendición especial para una ocasión memorable. Abram había resuelto una disputa familiar. Había dicho:"No haya ahora altercado entre nosotros dos, porque somos hermanos" ; y por esto él recibió la bendición que pertenece a los pacificadores. El Señor y dador de paz se deleita en manifestar Su gracia a quienes buscan la paz y la siguen. Si deseamos una comunión más íntima con Dios, hemos de mantenernos muy cerca de las vías de paz.  Abram se había portado muy generosamente con su pariente, dándole lo que eligiera de la tierra. Si nos negamos a nosotros mismos por causa de la paz, el Señor nos compensará con creces. El patriarca puede reclamar todo aquello que pueda ver, y nosotros podemos hacer lo mismo por la fe. Abram tuvo que esperar la posesión real, pero el Señor le legó la tierra a él y a su posteridad. Bendiciones ilimitadas nos pertenecen por el don del pacto. Todas las cosas son nuestras. Cuando complacemos al Señor, nos pide que miremos a todos lados, y que veamos todo como nuestro, sea lo presente, sea lo porvenir, todo es nuestro, y nosotros de Cristo, y Cristo de Dios.