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martes, 12 de diciembre de 2017

Cómo entender la salvación


Cómo entender la salvación

Muchas personas tienen una idea poco bíblica de lo que significa la salvación, a pesar de que es de vital importancia para entender el cristianismo. Podemos definirla como el regalo de gracia, bondad, amor y misericordia que recibimos cuando Dios perdona nuestros pecados.
La Biblia dice que “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro 6.23). Todos somos pecadores que merecemos la muerte (Is 53.6), pero por su amor y su misericordia, Dios hizo provisión para nuestro perdón: Permitió que se hiciera expiación por medio del derramamiento de sangre (Lv 17.11).
Todos los sacrificios del Antiguo Testamento prefiguraban lo que vendría, apuntando a la muerte vicaria, hecha una sola vez y para siempre, del inmaculado Hijo de Dios en la cruz. El Señor Jesús tomó nuestro lugar, recibiendo el castigo que nos correspondía a nosotros. En efecto, la redención de la humanidad fue el propósito por el cual Cristo vino al mundo (Lc 19.10). Por tanto, la salvación está relacionada estrictamente con la persona de Jesucristo. Esa fue la razón por la cual Juan el Bautista proclamó: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn 1.29).
Nada es aceptable delante de Dios todopoderoso —no hay ninguna manera de venir a Él para ser salvos— que no sea mediante Jesucristo (Jn 14.6). A lo largo de la Biblia, vemos que la salvación es un regalo que tiene su origen en una relación personal con Jesucristo, y no el resultado de buenas obras. ¿Ha decidido usted aceptar el regalo de Dios?

lunes, 23 de octubre de 2017

Jesucristo: El regalo perfecto


Jesucristo: El regalo perfecto
Leer | Mateo 7.11
Tratamos de hacer regalos que sean significativos, pero no siempre tenemos éxito. Pero el regalo de Dios —su Hijo Jesucristo— es siempre el regalo perfecto para todo el mundo. Este regalo fue:
Enviado del cielo. El Señor Jesús fue enviado al mundo para cumplir el plan de Dios (Jn 6.38). Cada aspecto de su vida fue parte del regalo que el Padre celestial tiene para nosotros.
Necesario. Dios nos dio a su Hijo para salvarnos. El pecado arruinó al género humano (Ro 3.23) y nos puso bajo la condenación divina (5.18). Puesto que no somos capaces de pagar el precio debidamente exigido por Dios por nuestro pecado, nuestra mayor necesidad ha sido siempre la de un Salvador que pudiera pagar nuestra deuda de pecado por nosotros (6.23). Solamente el Señor Jesús estuvo calificado para hacerlo, porque estaba libre de pecado. Se convirtió en nuestro Redentor al reconciliarnos con Dios (5.10).
Sacrificado. Dios envió a Jesús a morir en nuestro lugar para que pudiéramos llegar a ser parte de su familia. El Hijo sacrificó voluntariamente su vida para llevar a cabo el plan del Padre.
Perfecto. Jesús fue Dios en carne humana que caminó en medio de los hombres. Su carácter y su voluntad son impecables, y actúa de manera perfecta a favor nuestro (8.28, 29).
Precioso. Jesucristo tiene el poder de hacer por nosotros lo que no puede hacer ninguna cosa material u otra persona. En Él, llegamos a ser nuevas criaturas que pertenecemos a Dios (2 Co 5.17).
Dios envolvió en carne humana su regalo especial para que podamos conocerle e identificarnos con Él.

miércoles, 27 de abril de 2016

El costo de nuestra salvación

Leer | Filipenses 2.5, 8

En nuestro mundo de la banca electrónica y de las tarjetas de crédito es fácil ignorar lo que cuestan las cosas. Igual sucede con el pecado. Nuestra cultura disfruta de los placeres temporales, sin tener en cuenta el costo del pecado (Ro 6.23).

La Biblia nos dice lo que tuvo que pagar el Señor por nuestro pecado. Por amor a nosotros, sufrió . . .

Dolor físico. En las horas previas a su crucifixión, Jesús fue ridiculizado, golpeado y humillado. En su debilitado estado, fue obligado a llevar el instrumento de su muerte —la cruz. Después fue clavado en ella y levantado para sufrir una muerte atroz.

Pecado del hombre. Jesús vivió una vida libre de pecado, nunca conoció su vergüenza o la amargura del remordimiento. Pero en la cruz, el Padre puso todos los pecados de la humanidad en el Salvador (2 Co 5.21). Allí, Cristo experimentó la plenitud de nuestras transgresiones, y de nuestra culpa y vergüenza.

Abandono. En sus horas finales, Jesús fue separado de su Padre (Mr 15.34); la comunión que habían tenido desde la eternidad fue rota por primera y única vez. Nuestro pecado se convirtió en la barrera que nos había mantenido separados de Dios, hasta que Cristo consumó su obra expiatoria (Jn 19.30).

Castigo divino. La ira de Dios se derramó sobre nuestro Señor a causa del pecado del hombre. Cristo experimentó la condena que nosotros merecíamos (Is 53.5, 6; Ro 5.9).

Nuestro Salvador sufrió en extremo por nosotros. Dio su vida para que pudiéramos ser parte de la familia de Dios (Jn 1.12). Él nos llama a una vida de servicio abnegado —haciendo la obra del Padre.

domingo, 24 de enero de 2016

Jesucristo: El regalo perfecto

Leer | Mateo 7.11
Tratamos de hacer regalos que sean significativos, pero no siempre tenemos éxito. Pero el regalo de Dios —su Hijo Jesucristo— es siempre el regalo perfecto para todo el mundo. Este regalo fue:

Enviado del cielo. El Señor Jesús fue enviado al mundo para cumplir el plan de Dios (Jn 6.38). Cada aspecto de su vida fue parte del regalo que el Padre celestial tiene para nosotros.

Necesario. Dios nos dio a su Hijo para salvarnos. El pecado arruinó al género humano (Ro 3.23) y nos puso bajo la condenación divina (5.18). Puesto que no somos capaces de pagar el precio debidamente exigido por Dios por nuestro pecado, nuestra mayor necesidad ha sido siempre la de un Salvador que pudiera pagar nuestra deuda de pecado por nosotros (6.23). Solamente el Señor Jesús estuvo calificado para hacerlo, porque estaba libre de pecado. Se convirtió en nuestro Redentor al reconciliarnos con Dios (5.10).

Sacrificado. Dios envió a Jesús a morir en nuestro lugar para que pudiéramos llegar a ser parte de su familia. El Hijo sacrificó voluntariamente su vida para llevar a cabo el plan del Padre.

Perfecto. Jesús fue Dios en carne humana que caminó en medio de los hombres. Su carácter y su voluntad son impecables, y actúa de manera perfecta a favor nuestro (8.28, 29).

Precioso. Jesucristo tiene el poder de hacer por nosotros lo que no puede hacer ninguna cosa material u otra persona. En Él, llegamos a ser nuevas criaturas que pertenecemos a Dios (2 Co 5.17).

Dios envolvió en carne humana su regalo especial para que podamos conocerle e identificarnos con Él.

viernes, 25 de diciembre de 2015

El Dador Supremo

Leer | Romanos 11.33-36

En medio de todos los preparativos, de toda la ornamentación, y de todas las celebraciones de la temporada navideña, tenemos que apartar tiempo para reflexionar en cuanto a los regalos divinos que cambiaron para siempre el curso del destino humano. Cuando ese pequeño bebé entró en nuestro mundo en Belén, se desencadenó desde el cielo el primero de un flujo interminable de bendiciones.

Nos enfocamos, por lo general, en el regalo del Padre, el cual dio a su Hijo pa­ra ser el Salvador del mundo (1 Jn 4.14). Pero los tres miembros de la Trinidad tuvieron parte en este despliegue divino de generosidad que continuará hasta la eternidad.
El Señor Jesús vino a ofrecer su vida en rescate por muchos, y después de su muerte y resurrección, Él y el Padre enviaron al Espíritu Santo para morar dentro de los creyentes para siempre (Mr 10.45; Jn 14.16; 16.7).
El Espíritu, a su vez, da dones espirituales a todos los creyentes y produce su maravilloso fruto en sus vidas (1 Co 12.7-11; Gá 5.22, 23).

Pero estos regalos divinos no terminan en la Tierra. Seguirán en el cielo cuando el Señor evalúe a los cristianos y les recompense por las buenas obras que jamás habrían podido hacer sin el poder de Él (1 Co 3.13, 14; Jn 15.5).
Todo el mérito y la gloria pertenecen a Cristo; sin embargo, el Señor cubrirá de alabanzas, por gracia, a los suyos (1 Co 4.5).

Adoramos a un Dios compasivo y generoso. Piense en el derramamiento continuo de bendiciones desde su trono, y pregunte: ¿Cómo responderé hoy? Él no necesita nada de usted, pero quiere ser parte suya no para controlarle, sino para mostrarle las “abundantes riquezas de su gracia en su bondad” (Ef 2.4-7).

jueves, 10 de septiembre de 2015

Dones Espirituales


A Dios le gusta la variedad, por eso creó a todas las personas como individuos únicos. Usted es único, y el Señor tiene tareas específicas diseñadas solo para usted. Con esto en mente, ¿cómo cree que debiera enfrentar su vida? Una opción es vivir de manera confiada, yendo adonde le lleve la vida sin pensar mucho en el futuro. El problema con este método es que puede hacer que usted llegue al final de la vida para luego darse cuenta de que estuvo en el camino equivocado, y de que no logró lo que Dios tenía en mente para usted.

Otro método es definir los objetivos de su vida y desarrollar un plan que le permita alcanzarlos. Aunque esto pueda parecerle una mejor manera de descubrir la voluntad de Dios para su vida, debe asegurarse primero de quién es el plan que está siguiendo. ¿Es el de Dios o el suyo? El objetivo no es solo estar ocupado, sino vivir cumpliendo el propósito del Señor para su vida. Él está dispuesto a mostrarle sus planes, si usted le busca y le obedece.

Una de las maneras como Él nos ayuda a descubrir su voluntad es dándonos capacidades, destrezas y dones espirituales que se adaptan perfectamente a su llamamiento. Las capacidades y las destrezas son habilidades con las que nacemos. Éstas, por lo general, determinan nuestros intereses y vocaciones. En cambio, los dones espirituales son las facultades especiales dadas por Dios que nos equipan para que le sirvamos de manera efectiva y exitosa. Son escogidos por Dios, y dados a nosotros en el momento de nuestra salvación. Saber cómo nos ha creado el Señor, y cuáles son los dones que nos ha dado, nos ayuda a descubrir lo que Él desea que hagamos.

Usted encontrará una lista de los diversos dones espirituales en Romanos 12.4-8; 1 Corintios 12.4-11, 28; Efesios 4.11, 12 y 1 Pedro 4.10, 11. Si usted no está seguro de cuál es el suyo, piense en lo que le motiva.

Conocer y comprender los diferentes dones espirituales no solo nos ayuda a determinar cómo quiere Dios que le sirvamos en la iglesia, sino que también nos ayuda a aceptar y valorar los dones que le ha dado a otros. Con esto en mente, examinemos varios aspectos en cuanto a los dones espirituales.

Ante todo, cada creyente tiene al menos un don espiritual (1 Co 12.11). Una manera sencilla para descubrir el suyo es observando cómo responde a las situaciones o a las necesidades. Por ejemplo, supongamos que invito a varias personas a mi casa para la cena y, en medio de la comida, derramo mi té. La persona con el don de misericordia siente de inmediato mi malestar y se apresura a animarme. El invitado que tiene el don de dar ofrece servirme un vaso nuevo de té. Alguien con el don de administración se encarga de la limpieza, y quien tiene el don de exhortar sugiere que, en el futuro, ponga mi vaso lejos del borde de la mesa. Todos responden de manera diferente, pero juntos trabajan como un todo para encargarse de la situación y resolver el problema.

En segundo lugar, los dones espirituales nos son dados para el bien común de la iglesia. No es para nosotros, sino para los demás. Cuando trabajamos de acuerdo con nuestros dones, la iglesia se beneficia (1 Co 12.7). Es por eso que Pedro nos exhorta a utilizar nuestros dones espirituales para servirnos unos a otros (1 P 4.10). Si los usamos activamente para ayudar a otros, desempeñaremos eficazmente aquello para lo Dios nos creó.

En tercer lugar, debemos servirnos unos a otros por medio del poder del Espíritu Santo (1 P 4.11). Nuestros dones espirituales no se originan en nosotros, y no son para ser utilizados con nuestras propias fuerzas o con fines egoístas. Si los discípulos de Cristo no podían cumplir con la tarea que Él les asignó sin el poder del Espíritu Santo, tampoco podremos hacerlo nosotros. Pero Dios nos guía, nos capacita y nos equipa, para realizar el trabajo que nos ha asignado.

En cuarto lugar, recuerde siempre que la obra es del Señor, y que nosotros somos mayordomos de los dones espirituales que Él nos confía (1 P 4.10). Dios ha elegido llevar a cabo su obra por medio de la iglesia con la utilización de los dones que tenemos. No importa cuán poco pensemos que tenemos que ofrecer, el Señor quiere que nos pongamos a su disposición para servir. Nunca debemos subestimar lo que Él puede hacer en nuestra vida. El Señor tiene el poder de abrir las puertas de la oportunidad, y proporcionarnos los recursos que necesitemos para tener éxito. Cuando el Espíritu se mueve en nuestro corazón para revelar las necesidades y nos da el poder para responder de acuerdo con los dones que Él nos ha dado, cumplimos su voluntad.

Me gustaría que piense en cuán preciosos son sus dones espirituales. Estos regalos fueron escogidos especialmente para usted por el Señor. Pero, al igual que cualquier otro regalo, tienen que ser abiertos y utilizados para que sean de beneficio. Nada le dará un mayor sentido de comunidad y de propósito que invertir su vida en la obra de Dios para el bien de los demás.

jueves, 12 de marzo de 2015

Devocional

Jesucristo: El regalo precioso

Romanos 5.6-21

6  Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
7  Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
8  Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
9  Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
10  Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
11  Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.   
12  Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
13  Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado.
14  No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.
15  Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo.
16  Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación.
17  Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.
18  Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.
19  Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.
20  Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;
21  para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro. 

Romanos 5:6 - 21

Jesucristo es el regalo precioso de Dios para nosotros. Este regalo, enviado del cielo, fue dado voluntariamente a un gran costo, porque teníamos una necesidad crítica. Este regalo fue. . .

Universal y personal: Por medio del Señor Jesús, el Padre celestial ofrece la salvación a todo el mundo (Jn 3.16).

Protector: Cuando Jesús se convierte en nuestro Salvador personal, recibimos el perdón y somos libres de la condenación por nuestro pecado (Ro 8.1). Este regalo divino evita que tengamos que enfrentar la muerte eterna, lo que significaría la separación perpetua de Dios.

Eterno: Lo que el Señor Jesús nos da dura para siempre. Desde el día en que fuimos salvos, el Espíritu de Cristo habita en nosotros y permanece con nosotros. Como miembros de la familia de Dios, tenemos una herencia eterna en el cielo que no puede dañarse ni extinguirse (1 P 1.3-5).

Lleno de amor: Fue el amor incondicional lo que motivó al Padre a sacrificar a su Hijo por nosotros. Ninguno de nosotros merecía tal sacrificio, pues todos hemos pecado (Ro 3.10). A pesar de lo que somos, Dios puso su amor en nosotros, y lo demostró por medio de la vida y la muerte de su Hijo. Gracias a su amor, hemos sido rescatados de la esclavitud del pecado, y estamos siendo transformados en las personas que tuvo en mente al crearnos.

Si usted no ha aceptado el regalo de la salvación de Dios, hoy puede ser su día de nacimiento espiritual, permita que Jesús entre en su corazón. 
Si ya pertenece a la familia de Dios, conoce el valor del regalo. Entonces, ¿quisiera hablar a otros de este presente maravilloso?

viernes, 16 de septiembre de 2011

Visión motivadora

Dos hombres, ambos muy enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno se le permitía sentarse en su cama cada tarde, durante una hora, para ayudarle a drenar el liquido de sus pulmones. Su cama daba a la única ventana de la habitación. El otro hombre tenia que estar todo el tiempo boca arriba. Los dos charlaban durante horas. Hablaban de sus mujeres y sus familias, sus hogares, sus trabajos, su estancia en el servicio militar Y donde habían estado de vacaciones. Y cada tarde cuando de hombre de la cama junto a la ventana podía sentarse, pasaba el tiempo describiendo a su vecino todas las cosas que podía ver desde la ventana. El hombre de la otra cama empezó a desear que llegaran esas horas, en que su mundo se ensanchaba y cobraba vida con todas las actividades y colores del mundo exterior. La ventana daba a un parque con un precioso lago. Patos y cisnes jugaban en el agua, mientras los niños lo hacían con sus cometas. Los jóvenes enamorados paseaban de la mano, entre flores de todos los colores del arco iris. Grandes arboles adornaban el paisaje, y se podía ver a la distancia una bella vista de la línea de la ciudad. Según el hombre de la ventana describía todo esto con detalle exquisito, el del otro lado de la habitación cerraba los ojos e imaginaba la idílica escena. Una tarde calurosa, el hombre de la ventana describió un desfile que estaba pasando. Aunque el otro no podía oír la banda, podía verlo, con los ojos de su mente, exactamente como lo describía el hombre de la ventana con sus mágicas palabras. Pasaron días y semanas. Una mañana, la enfermera de día entro coa, el agua ¡para asearlos, encontrándose en cuerpo sin vida d hombre de la ventana, que había muerto plácidamente mientras dormía. Se lleno de pesar y llamo a los ayudantes del hospital para llevarse el cuerpo. Tan pronto como lo considero apropiado, el otro hombre pidió ser trasladado a la cama al lado de la ventana. La enfermera le cambio encantada y, tras asegurarse que estaba cómodo, salió de la habitación. Lentamente, y con dificultad, el hombre se irguió sobre el codo, para lanzar su primera mirada al mundo exterior; por fin tendría la alegría de verlo por el mismo. Se esforzó para girarse despacio y mirar por la ventana al lado de la cama...y se encontró con una pared blanca. El hombre pregunto a la enfermera que podía haber motivado a su compañero muerto a describir cosas tan maravillosas a través de la ventana. La enfermera le dijo que el hombre era ciego y que no podría haber visto ni la pared, y le indico: "Quizás solo quería animarle a usted". Es una tremenda felicidad hacer felices a los demás. Sea cual sea la propia situación. El dolor compartido es la mitad de pena, pero la felicidad, cuando se comparte, es doble. Si quiere sentirse rico, solo cuente todas las cosas que tiene y que el dinero no puede comprar. "Hoy es un regalo que Dios nos da, por eso se le llama presente."