lunes, 25 de agosto de 2025
La manera de no entrar al cielo
Juan 3.1-17
Si se le pregunta: “¿Por qué cree usted que entrará al cielo?”, la mayoría de las personas responderán que la razón para ser aceptadas por Dios es porque:
(a) son bastante buenas.
(b) no han hecho nada realmente malo; por tanto, no merecen ser condenadas.
Esto es una falacia teológica predominante en nuestro mundo de hoy.
En realidad, no importa qué clase de persona sea usted, lo importante es la sencilla verdad de la Palabra de Dios. La idea equivocada de que podemos ganar la salvación, tiene consecuencias desastrosas. Para empezar, si usted pudiera entrar al cielo basándose en sus méritos terrenales, la muerte de Jesús en el Calvario habría sido totalmente innecesaria.
Y si ese fuera el caso, resultaría que Dios Padre cometió un error terrible al enviar a su Hijo a una muerte cruel. Y además, si la salvación fuera posible aparte de Jesucristo, entonces usted podría tener una relación personal con Dios dejando igualmente de lado a Jesucristo.
No debemos desfigurar el gran amor que Dios nos tiene, utilizando una teología incorrecta. Somos perdonados únicamente por el increíble sacrificio de Jesucristo, que procede de un amor incondicional.
Es importante conocer bien la Biblia para reconocer la enseñanza falsa. Muchas personas van a iglesias que dicen: “Dios ama a todo el mundo, y por eso usted estará bien con Él si hace las cosas lo mejor que puede”. Si ese fuera el caso, la muerte de Cristo habría sido una equivocación.
jueves, 21 de agosto de 2025
¿Es suficiente la salvación?
miércoles, 20 de agosto de 2025
Vestidos para la batalla
miércoles, 19 de marzo de 2025
Bendita seguridad
Hebreos 10.22-23
¿Cómo podemos saber si nuestra salvación es real? ¿Hay manera de estar seguros, o debemos vivir en la incertidumbre, con temor a hacer o decir algo que pudiera anular la aceptación de Dios?
Aunque la Biblia nos asegura que podemos estar seguros de que somos salvos, muchos cristianos viven llenos de dudas. A veces, el pecado provoca la idea de que esta vez hemos ido demasiado lejos, o confiamos en las emociones cambiantes como confirmación de nuestra posición con Dios. Quizás nos hemos estado comparando con otros creyentes que parecen más consagrados, y concluimos que no podemos ser salvos. O tal vez hemos escuchado enseñanzas falsas que dicen que la vida eterna puede perderse.
Nuestra falta de seguridad se reduce a dos asuntos: no creemos lo que dice la Palabra de Dios, y creemos que somos nosotros quienes debemos aferrarnos a nuestra salvación. El Señor Jesús dijo que nadie puede arrebatar sus ovejas de su mano (Jn 10.27-29). Él es quien nos sostiene, y ha prometido que no perderá a ninguno de los que el Padre le ha dado (Jn 6.39). Si comenzamos a dudar por cualquier motivo, debemos volver a las Sagradas Escrituras y dejar que el Señor nos asegure su amor y provisión.
Los que somos salvos tenemos garantizada la vida eterna, pero ¿cómo podemos estar seguros de que nuestra salvación es real? Una evidencia es la perseverancia. Dios usa las experiencias dolorosas para probar nuestra fe (1 P 1. 6-7). Cuando llegan las pruebas y no nos derrumbamos, entonces nuestra fe ha demostrado ser genuina. Además de esto, Romanos 8.16 nos dice: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”.
viernes, 7 de marzo de 2025
Invertir en la eternidad
Los cristianos debemos invertir en la vida de otros. Todas las riquezas materiales de este mundo pasarán, y solo aquellos que creen en Jesucristo irán al cielo. Como sus seguidores, debemos dedicarnos a ayudar a que otros lo conozcan.
Dios ofrece salvación a todo el mundo, pero hay personas que nunca han escuchado que Cristo las ama, y que murió en la cruz por sus pecados (Jn 3.16). No siempre asociamos la palabra inconversos con vecinos, compañeros de trabajo ni amigos, pero la realidad es que las personas más cercanas a nosotros pueden no conocer el mensaje del evangelio.
La iglesia ha encontrado muchas maneras de anunciar las buenas nuevas de Jesucristo. Hay distintos ministerios que por ejemplo, llegan al mundo entero por medio de literatura, radio, TV, e Internet. Pero la evangelización de persona a persona sigue siendo una de las maneras más efectivas de hablar del Salvador, ya que los no creyentes pueden recibir respuesta a sus preocupaciones de una manera personal. Quienes ponen su fe en Cristo pueden ser discipulados, lo cual es vital para su crecimiento espiritual. No es suficiente donar dinero para que los misioneros puedan hacer este trabajo en países distantes; los campos cercanos están también listos para la cosecha, pero los obreros son pocos (Mt 9.37).
Cuando se trata de alcanzar a los perdidos, todos los creyentes son responsables. El Señor dijo: “Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Jn 20.21). Nadie podrá involucrarse jamás en una tarea más acertada o más perdurable, que la de derramar riqueza espiritual en la mente y el corazón de otra persona. Invertir en las almas es una labor de valor eterno.
miércoles, 29 de enero de 2025
La verdad sobre la salvación
1 Juan 5.11-13
Satanás quiere confundir al creyente y al incrédulo en cuanto a la salvación por diferentes razones.
Cuando se trata de los no creyentes, el propósito del diablo es hacerles creer que se salvan haciendo buenas obras; en otras palabras, siendo una “buena” persona. Su propósito es mantener perdidos a hombres y mujeres. Esta es una estrategia muy efectiva, incluso entre muchos que asisten a la iglesia con regularidad. Al dar por sentado que sus buenas obras compensarán sus malas acciones, consideran que les espera el cielo cuando, en realidad, están en camino a un horroroso e irreversible fracaso (Mateo 7.21-23).
Satanás tiene un propósito diferente para crear confusión entre los seguidores del Señor.
Aunque Cristo enseñó que la salvación nunca puede perderse (Juan 10.28-29), el enemigo siembra semillas de duda para mantener inseguros a los creyentes, preguntándose qué hará después el Señor, temiendo su juicio y trabajando cada vez más para ganar su aceptación.
Muchos cristianos se han consumido en este intento equivocado de agradar al Señor. Además de eso, han permitido que Satanás los esclavice con temor y anule su efectividad para el reino de Dios.
La solución es conocer la Biblia y confiar en lo que enseña. Las Sagradas Escrituras son claras en que somos salvos por fe, no por obras (Efesios 2.8-9), y esa salvación es permanente (Romanos 8.38-39). Dios quiere que sus hijos se sientan seguros de estas verdades, confiados y productivos espiritualmente. Su deseo es que nuestra relación con Él sea tanto emocionante como gozosa, para que reflejemos a Cristo a quienes nos rodean.
sábado, 16 de marzo de 2024
Salvación y señorío
¿Cómo pueden las personas que han puesto su fe en Cristo como su Salvador vivir en rebeldía contra Dios, con actitudes y conductas impropias? En realidad, cuando una persona es salva recibe una vida nueva; la conducta y los pensamientos pecaminosos son característicos de la vieja vida. Sin embargo, los viejos patrones persisten. La verdad es que todos los creyentes viven con este dilema en mayor o menor grado.
La salvación es un acto que Dios lleva a cabo una sola vez en la vida de cualquier persona que reconoce que Cristo pagó sus pecados. Esa persona tiene, entonces, la seguridad de un lugar en el cielo. Pero, ¿sabía usted que el Señor quiere más que esto para nosotros? La Biblia enseña que Él nos predestinó para ser “hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Ro 8.29-30). Este es su objetivo fundamental. La salvación es la puerta que abre el camino a este proceso, que se logra por el Espíritu Santo que vive en nosotros.
Esta transformación requiere el sometimiento al señorío de Cristo. Él pagó por nosotros con su sangre, y como ahora le pertenecemos, el Señor tiene el derecho a gobernar nuestra vida. En otras palabras, le recibimos como Señor en el momento de la salvación, y ahora debemos andar en Él (Col 2.6), dejando que tenga el control de cada decisión, acción, palabra, motivo, actitud y pensamiento.
Si ve poco progreso en su vida espiritual, es posible que el problema se deba a que no le ha entregado cada aspecto de su vida al Señor. Solo al rendirse a Él y al permitirle que gobierne su vida será bendecido ricamente, y su carácter, perspectiva, actitudes y conducta cambiarán.
jueves, 1 de febrero de 2024
El destino de un nombre
Mateo 1.18-25
Hoy, por lo general, damos nombres a los hijos basándonos en nuestras preferencias. Pero en los tiempos del Antiguo Testamento, los padres judíos escogían los nombres según lo que deseaban que sus hijos llegaran a ser, o de lo que estaba sucediendo en el momento del nacimiento. Los nombres conllevaban un sentido de la historia o del destino del niño.
Igualmente, Dios el Padre escogió el nombre de su Hijo y lo comunicó a José, diciendo: “Llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1.21). El nombre significa literalmente “Jehová es salvación”, que es exactamente lo que Jesús vino a hacer. Su obra de salvación puede resumirse en cuatro palabras:
Expiación. Nuestros pecados nos han hecho enemigos de Dios, pero Cristo vino a pagar nuestra pena con sangre. Como resultado, todos los que creen en Él pueden ser perdonados y reconciliados con el Padre (Ro 5.10).
Acceso. Jesús abrió la puerta para que pudiéramos relacionarnos con el Padre, y entrar con confianza a su presencia (Jn 14.6; He 4.16).
Adopción. Hemos sido adoptados como hijos de Dios por medio de Jesucristo. y somos herederos con Él (Ef 1.5; Ro 8.16-17).
Seguridad. Por medio de Jesús, hemos recibido vida eterna, la cual nunca puede perderse (Jn 5.24). Nuestro futuro está seguro en su nombre.
El destino de Jesús fue la muerte en una cruz para que pudiéramos tener vida eterna en gloria. El nombre del Señor debe hacer que nuestros corazones se desborden de amor y gratitud por nuestro Salvador, que se sacrificó para salvarnos.
martes, 30 de enero de 2024
Una fe salvadora
Mateo 7.13-29
Lo peor que puede sucederle a una persona es pensar que fue salva, solo para descubrir después de la muerte que no es así. A todos nos gustaría creer que son ciertas las aseveraciones de quienes aseguran ser cristianos, pero Jesús hace una dura advertencia porque sabe que muchos serán engañados. Se sentarán en la iglesia semana tras semana, asegurando que Jesús es el Hijo de Dios, pero sin nunca involucrarse en una relación personal con Él.
Fe intelectual no es lo mismo que fe salvadora. No es suficiente creer que Jesús murió y resucitó.
Hasta los demonios creen eso (Stg 2.19). La salvación implica más que conocimiento: requiere confiar en que Jesús pagó el castigo por nuestros pecados, recibir su perdón, dejar el pecado y establecer una relación con Él.
Lo que importa no es lo que digamos con la boca, sino lo que sintamos de verdad en nuestro corazón.
Aunque usted probablemente no entenderá todo lo que sucede en el momento de la salvación, cuando Cristo se convierte en su Salvador, se vuelve también su Señor. Como el Dueño de su vida, Él tiene el derecho de gobernar lo que usted haga. Su Espíritu Santo hace morada en usted cuando es salvo, lo que significa que tendrá un cambio. Él trabaja todo el tiempo para eliminar las acciones y actitudes pecaminosas, sustituyéndolas por su fruto espiritual (Ga 5.22-23).
Reconocemos que una persona es salva, no por sus palabras, sino por su fruto. Si usted es verdaderamente salvo, su carácter será más semejante al de Cristo con el paso del tiempo.
Esto no significa que nunca más pecará o fallará, sino que los pasos que dé serán pasos de obediencia.
miércoles, 2 de junio de 2021
Estudio bíblico: Fundamentos de la vida cristiana: Fe para salvación
martes, 1 de junio de 2021
Estudio bíblico: Fundamentos de la vida cristiana: Fe para salvación
martes, 12 de diciembre de 2017
Cómo entender la salvación
Cómo entender la salvación
miércoles, 11 de mayo de 2016
Todo se reduce a Cristo
Todo se reduce a Cristo
Leer | APOCALIPSIS 21.10-27
Todos hemos pecado, y nuestras transgresiones exigen expiación. Por esto, Dios Padre envió a su Hijo a morir en nuestro lugar, para pagar totalmente nuestra deuda. Somos perdonados por el precio que Él pagó, y si aceptamos su sacrificio por nosotros, nuestros nombres serán escritos en el libro de la vida del Cordero.
La muerte de Cristo en la cruz allanó el camino para que podamos ir al cielo. Gracias a que Él murió, no solo podemos vivir con Él por toda la eternidad, sino además llegar a disfrutar de una relación personal con el Señor mientras estemos aquí en la Tierra. Todo está resumido en la cruz. Todo se reduce a Cristo.
¿Alguna vez ha reconocido usted su pecado contra Dios? ¿Está dispuesto a pedirle que le perdone, no por lo que usted es o por lo que ha hecho, sino simplemente gracias a la sencilla verdad de que Jesucristo, el inmaculado Hijo de Dios, es el Salvador que fue a la cruz en lugar suyo? Si está dispuesto a confesar su pecado, de apartarse del mismo, y de rendir su vida al Señor, el Espíritu Santo entrará en su corazón y le sellará para siempre como un hijo de Dios. Podrá vivir el resto de su vida sabiendo que pase lo que pase en los altibajos de su existencia, estará seguro para siempre en los brazos del Todopoderoso, y de que le aguarda la vida eterna en su presencia.
Al pensar en lo que Jesús sufrió para expiar sus pecados, la única respuesta apropiada es la humilde gratitud. Pídale a Dios que su Espíritu le permita ver cualquier arrogancia o resistencia en su vida, para que pueda reconocer, en privado y después públicamente, que la cruz es nuestra única esperanza.
miércoles, 27 de abril de 2016
El costo de nuestra salvación
Leer | Filipenses 2.5, 8
En nuestro mundo de la banca electrónica y de las tarjetas de crédito es fácil ignorar lo que cuestan las cosas. Igual sucede con el pecado. Nuestra cultura disfruta de los placeres temporales, sin tener en cuenta el costo del pecado (Ro 6.23).
La Biblia nos dice lo que tuvo que pagar el Señor por nuestro pecado. Por amor a nosotros, sufrió . . .
Dolor físico. En las horas previas a su crucifixión, Jesús fue ridiculizado, golpeado y humillado. En su debilitado estado, fue obligado a llevar el instrumento de su muerte —la cruz. Después fue clavado en ella y levantado para sufrir una muerte atroz.
Pecado del hombre. Jesús vivió una vida libre de pecado, nunca conoció su vergüenza o la amargura del remordimiento. Pero en la cruz, el Padre puso todos los pecados de la humanidad en el Salvador (2 Co 5.21). Allí, Cristo experimentó la plenitud de nuestras transgresiones, y de nuestra culpa y vergüenza.
Abandono. En sus horas finales, Jesús fue separado de su Padre (Mr 15.34); la comunión que habían tenido desde la eternidad fue rota por primera y única vez. Nuestro pecado se convirtió en la barrera que nos había mantenido separados de Dios, hasta que Cristo consumó su obra expiatoria (Jn 19.30).
Castigo divino. La ira de Dios se derramó sobre nuestro Señor a causa del pecado del hombre. Cristo experimentó la condena que nosotros merecíamos (Is 53.5, 6; Ro 5.9).
Nuestro Salvador sufrió en extremo por nosotros. Dio su vida para que pudiéramos ser parte de la familia de Dios (Jn 1.12). Él nos llama a una vida de servicio abnegado —haciendo la obra del Padre.
domingo, 24 de enero de 2016
Jesucristo: El regalo precioso
Jesucristo: El regalo precioso
Leer | Romanos 5.6-21
Jesucristo es el regalo precioso de Dios para nosotros. Este regalo, enviado del cielo, fue dado voluntariamente a un gran costo, porque teníamos una necesidad crítica. Este regalo fue. . .
Universal y personal. Por medio del Señor Jesús, el Padre celestial ofrece la salvación a todo el mundo (Jn 3.16).
Protector. Cuando Jesús se convierte en nuestro Salvador personal, recibimos el perdón y somos libres de la condenación por nuestro pecado (Ro 8.1). Este regalo divino evita que tengamos que enfrentar la muerte eterna, lo que significaría la separación perpetua de Dios.
Eterno. Lo que el Señor Jesús nos da dura para siempre. Desde el día en que fuimos salvos, el Espíritu de Cristo habita en nosotros y permanece con nosotros. Como miembros de la familia de Dios, tenemos una herencia eterna en el cielo que no puede dañarse ni extinguirse (1 P 1.3-5).
Lleno de amor. Fue el amor incondicional lo que motivó al Padre a sacrificar a su Hijo por nosotros. Ninguno de nosotros merecía tal sacrificio, pues todos hemos pecado (Ro 3.10). A pesar de lo que somos, Dios puso su amor en nosotros, y lo demostró por medio de la vida y la muerte de su Hijo. Gracias a su amor, hemos sido rescatados de la esclavitud del pecado, y estamos siendo transformados en las personas que tuvo en mente al crearnos.
Si usted no ha aceptado el regalo de la salvación de Dios, hoy puede ser su día de nacimiento espiritual. Si ya pertenece a la familia de Dios, conoce el valor del regalo. Entonces, ¿quisiera hablar a otros de este presente maravilloso?
Jesucristo: El regalo perfecto
Leer | Mateo 7.11
Tratamos de hacer regalos que sean significativos, pero no siempre tenemos éxito. Pero el regalo de Dios —su Hijo Jesucristo— es siempre el regalo perfecto para todo el mundo. Este regalo fue:
Enviado del cielo. El Señor Jesús fue enviado al mundo para cumplir el plan de Dios (Jn 6.38). Cada aspecto de su vida fue parte del regalo que el Padre celestial tiene para nosotros.
Necesario. Dios nos dio a su Hijo para salvarnos. El pecado arruinó al género humano (Ro 3.23) y nos puso bajo la condenación divina (5.18). Puesto que no somos capaces de pagar el precio debidamente exigido por Dios por nuestro pecado, nuestra mayor necesidad ha sido siempre la de un Salvador que pudiera pagar nuestra deuda de pecado por nosotros (6.23). Solamente el Señor Jesús estuvo calificado para hacerlo, porque estaba libre de pecado. Se convirtió en nuestro Redentor al reconciliarnos con Dios (5.10).
Sacrificado. Dios envió a Jesús a morir en nuestro lugar para que pudiéramos llegar a ser parte de su familia. El Hijo sacrificó voluntariamente su vida para llevar a cabo el plan del Padre.
Perfecto. Jesús fue Dios en carne humana que caminó en medio de los hombres. Su carácter y su voluntad son impecables, y actúa de manera perfecta a favor nuestro (8.28, 29).
Precioso. Jesucristo tiene el poder de hacer por nosotros lo que no puede hacer ninguna cosa material u otra persona. En Él, llegamos a ser nuevas criaturas que pertenecemos a Dios (2 Co 5.17).
Dios envolvió en carne humana su regalo especial para que podamos conocerle e identificarnos con Él.
miércoles, 6 de enero de 2016
Una esperanza viva
Leer | 1 Pedro 1.3-5
Corinto era una ciudad caracterizada por inmoralidad sexual y otras perversidades. Los creyentes de allí habían sido una vez como sus conciudadanos, llenos de avaricia, envidia, iniquidad, engaño y maldad. Pero ahora eran nuevas criaturas en quienes moraba el Espíritu Santo, y que habían sido adoptados en la familia de Dios. El “estilo de vida corintio” ya no correspondía con lo que habían llegado a ser en Cristo.
En 1 Corintios 6.9-11, Pablo les recordó a los creyentes de Corinto que no se dejaran influenciar por su cultura ni por su antigua manera de pensar y actuar. El apóstol no les estaba advirtiendo que no tendrían parte en el reino, sino les animó a abandonar sus viejas costumbres y a armonizar su conducta con lo que eran en realidad: hijos de Dios.
Nosotros, también, debemos saber que la salvación es permanente, y que la fe debe tener un efecto positivo sobre nuestra conducta. Además, entender el fundamento de nuestra salvación, es decir, la obra de Jesucristo en la cruz, destierra el temor y nos llena de esperanza.
No podíamos ganar nuestra entrada a la familia de Dios, ni tampoco pagar nuestra deuda de pecado. Pero Jesús pagó el precio por nosotros, satisfaciendo la justicia de Dios y cumpliendo con los requerimientos de la Ley (Ro 3.25, 26). Dios mostró su aceptación del sacrificio de Jesús resucitándolo de los muertos y llevándolo al cielo para reinar a su diestra (Mr 16.19).
Lo que Dios ha hecho perdonar nuestros pecados, darnos una nueva naturaleza y adoptarnos en su familia nadie puede deshacerlo. Esto nos da una esperanza viva que sostiene y alienta vidas cada día.
martes, 5 de enero de 2016
La fuente de nuestra esperanza
Leer | Tito 2.11-14
Hay muchas opiniones variadas en cuanto a quiénes irán al cielo. Hay quienes creen que la conducta ética y el carácter moral son la clave para ser aceptados por Dios. Otros, aunque reconocen sus pecados, dicen que el esfuerzo por superarse les hará aceptables. Un tercer grupo cree que estará excluido del cielo por las malas decisiones del pasado.
Ninguna de estas opiniones se ajustan a lo que asegura la Palabra de Dios. La Biblia nos dice claramente que el carácter y la conducta no determinarán nuestro destino eterno (Ef 2.8, 9); la barrera entre nosotros y Dios es nuestra naturaleza pecaminosa. Romanos 5.12 enseña que el pecado de Adán y Eva en el huerto del Edén hizo que toda la humanidad naciera muerta a las cosas de Dios, y bajo sentencia de condenación. Ninguna cantidad de buenas obras podrá cambiar nuestra naturaleza pecaminosa, ni tampoco podrá empeorarla nuestra mala conducta.
Sin la ayuda directa de Dios viviríamos sin ninguna esperanza; la entrada al cielo nos estaría vetada, y nuestro destino eterno sería la separación eterna del Señor. Pero el Padre celestial tenía un plan para nuestra naturaleza corrompida, y para llevarnos al cielo con Él. Envió a su Hijo Jesús como nuestro sustituto, quien tomó voluntariamente sobre sí nuestros pecados, y recibió el castigo que merecíamos. Lo que no éramos capaces de hacer, Dios lo hizo por nosotros, de modo que ahora, por la fe en Jesucristo, tenemos la seguridad de que viviremos para siempre con el Señor.
Saber que iremos al cielo da esperanza y significado a nuestra vida. Hablemos a los demás del Señor Jesús, la fuente de nuestra esperanza.
jueves, 5 de febrero de 2015
Devocional
Lectura 5 de Febrero -
"Y veré la sangre y pasaré de vosotros."
Éxodo 12: 13.
Mi propia contemplación de la preciosa sangre me sirve de consuelo; pero es la contemplación del Señor de esa sangre lo que garantiza mi seguridad. Incluso cuando estoy imposibilitado de contemplarla, el Señor la mira, y pasa de mí por causa de ella. Si no estoy tan tranquilo como debería estarlo, porque mi fe es débil, a pesar de ello estoy igualmente seguro, porque el ojo del Señor no es débil, y Él ve la sangre del grandioso sacrificio con una mirada constante. ¡Qué gran gozo es este! El Señor ve el profundo significado interno, la infinita plenitud de todo lo que está significado por la muerte de Su amado Hijo. Él lo ve con una memoria pacificada por la justicia satisfecha, y todos Sus incomparables atributos glorificados. Él contempló la creación en su progreso de creación y dijo:"es bueno en gran manera" ; pero ¿qué dice de la redención en su consumación? ¿Qué dice de la obediencia hasta la muerte de Su Bienamado Hijo? Nadie puede decir de Su deleite en Jesús, Su descanso en el dulce olor que Jesús presentó cuando se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios. Ahora descansamos en una calma seguridad. Tenemos el Sacrificio de Dios y la Palabra de Dios que crean en nosotros un sentido de perfecta seguridad. Él pasará de nosotros, Él ha de pasar de nosotros, porque no perdonó a nuestro glorioso Sustituto. La justicia une sus manos al amor para proveer salvación eterna para todos los que son rociados con Su sangre. La preciosa sangre de Jesús.
martes, 20 de enero de 2015
Devocional
Lectura 20 de Enero -
"Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios."
Apocalipsis 2: 7.
Ningún hombre puede dar la espalda en el día de la batalla, ni rehusar ir a la guerra santa. Debemos luchar si hemos de reinar, y debemos continuar la guerra hasta que venzamos a todo enemigo, pues de lo contrario esta promesa no es para nosotros, pues es únicamente para"el que venciere" . Hemos de vencer a los falsos profetas que han venido al mundo, y a todos los males que acompañan su enseñanza. Hemos de vencer nuestra propia languidez de corazón y la tendencia a perder nuestro primer amor. Lean toda la palabra del Espíritu a la iglesia de Éfeso. Si por gracia salimos airosos, como saldremos si en verdad seguimos a nuestro Líder victorioso, entonces seremos admitidos al propio centro del paraíso de Dios, y se nos permitirá pasar junto al querubín y su espada de fuego, y acercarnos al árbol protegido, del cual, si un hombre comiere, vivirá para siempre. Escaparemos así de esa muerte sin fin que es la condena del pecado, y ganaremos esa vida eterna que es el sello de la inocencia, el resultado de los principios inmortales de la santidad semejante a Dios. ¡Vamos, corazón mío, ten valor! Huir del conflicto sería perder los gozos del nuevo y mejor Edén; combatir hasta la victoria es caminar con Dios en el Paraíso.