domingo, 27 de febrero de 2011

CÓMO REACCIONAR PRUDENTEMENTE ANTE LA TENTACIÓN


PASAJE CLAVE: 1 Corintios 10.13 |
LECTURAS DE APOYO: Génesis 3.1–5 | Lucas 4.1–12 | Juan 14.15–16
Colosenses 3.2 | 1 Tesalonicenses 3.5 | 2 Timoteo 2.22 | Santiago 1.13–16 | 1 Juan 2.15–17
INTRODUCCIÓN:
Las tentaciones son inevitables.
Creo que una persona debe darse cuenta en cuáles áreas de su vida está siendo tentada.
Probablemente descubra que su debilidad sea diferente a la de los demás. Sin embargo, ni aún el creyente más maduro está exento. Si escudriña toda su vida y las circunstancias que le rodearon en el pasado, ¿en qué área de su vida se siente más propenso a ser tentado? O, ¿en qué momento de su vida considera que es voluble?
Al confrontar una tentación, ¿cómo reacciona? ¿Lanza un grito desesperado para pedir ayuda a Dios? O, ¿termina cediendo a la tentación? La gran mayoría busca una explicación, siente culpa, promete a Dios una y otra vez no volver a hacerlo, pero vive toda una vida de derrota.
DESARROLLO DEL SERMÓN:
¿En qué consiste la tentación?
La tentación es una incitación, una atracción, un deseo de nuestra naturaleza humana para ir más allá de los límites establecidos por Dios.
Hay tres fuentes de la tentación según la Epístola de Santiago: «cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido» (Stg 1.14). Primero, algunas tentaciones simplemente surgen de nuestras decisiones «carnales». Segundo, el diablo nos tienta (1 Ts 3.5) de la misma manera como engañó a
Eva en cuanto a las consecuencias de su rebelión contra Dios (Gn 3.1–5). El objetivo de Satanás es distraernos de nuestra relación con el Padre celestial. Tercero, el sistema que gobierna este mundo es una fuente de tentación.
La tentación es diferente a la prueba.
Una tentación es una incitación que lleva a desobedecer a Dios, mientras que, la prueba es un período de dificultad en la vida de una persona. Dios permite tanto la tentación como la prueba en nuestras vidas para que aprendamos a depender de Él.
Mitos creados sobre la tentación. Algunos cristianos creen que la tentación en sí es un pecado, que «caen» en tentación, como si no hubieran tenido nada que ver en el proceso.
Aunque hay momentos en los que lo más sabio es huir de la tentación (2 Ti 2.22); no siempre podrán escapar de ella o alejarse de la situación.
¿Cómo funciona la tentación en la vida de una persona?
Si la tentación se convierte en pecado, sigue el patrón explicado en la Epístola de Santiago.
Proceso de la tentación, Santiago 1.13–16.
Pensamiento: Todo comienza en nuestra mente, en la manera como mentalmente
recreamos lo que nos gustaría tener o hacer.
Imaginación: Busca los sueños no complacidos y cómo deberían realizarse.
Deseo: Inclina el corazón a visualizar el disfrute de algo que se anhela.
Voluntariedad: Es un deseo intencional, motivado por nuestro antojo o capricho.
Decisión: Es elegir sobre una idea que se había procesado previamente en nuestra imaginación y toma forma en el pensamiento para hacerse real.
Consentimiento: Es tomar voluntariamente la decisión de pecar contra Dios.
Pecado: Es la consecuencia última que lleva actuar fuera de la voluntad de Dios en
desobediencia a su Palabra.
Todo creyente tiene dentro de sí, en la persona del Espíritu Santo, poder para detenerse en cualquier punto de este proceso de la tentación.
¿Cómo construir un sistema de defensa para reaccionar ante la tentación?
Debemos asumir la responsabilidad: Implica que debemos estar dispuestos(as) a reconocer nuestros errores sin culpar a nadie más, a revisar nuestros pensamientos, nuestra imaginación, deseos y decisiones.
¿Cómo edificamos este sistema de defensa en nuestras vidas?
Primer paso, enfocarnos en el cuadro completo: estar consciente de las consecuencias
con respecto a la voluntad y el plan de Dios para el proyecto de nuestra vida en relación a nosotros mismos, a nuestros seres queridos, en nuestras relaciones interpersonales, en salud y finanzas.
La táctica de Satanás es lograr que centremos nuestros pensamientos y actitud priorizando «algo» que afectará nuestras acciones, agenda y toda nuestra vida. Su enfoque está en eliminar toda preocupación por las consecuencias del acto.
Segundo paso, recordemos la promesa de Dios, de 1 Corintios 10.13: Apropiémonos de
ella: «No [me] dejará ser tentado(a) más de lo que [pueda] resistir».
Dependamos del Espíritu Santo: resista la tentación en el poder del Espíritu Santo. El Señor Jesús dijo que enviaría al Consolador, el Espíritu Santo, nuestro Ayudador (Jn 14.15–16).
Estemos conscientes de las áreas en que somos tentados: Él dice que el amor al mundo, la carne, el diablo, son las cosas que nos destruyen (1 Jn 2.15–17). Fijemos nuestra mente en las cosas de Dios. «[Pongamos la mirada] en las cosas de
arriba, no en las de la tierra» (Col 3.2). Él sabe exactamente cómo apartar nuestra mente de aquello que nos tienta hacia lo que nos fortalecerá.
Tercer paso, debemos leer la Biblia:
Comencemos nuestro día de rodillas meditando en la Palabra de Dios. Entonces, al trascurrir el día, Él traerá esa verdad que dará claridad y protección a nuestra mente en contra de la tentación. Edifiquemos nuestra vida en la verdad sobre los fundamentos de la Palabra de Dios para que nos fortalezca y capacite a fin de que
nuestros pensamientos, convicciones, sistema de creencias estén acorde con las bases bíblicas.
Recuerde:
1.Dios está en control soberano y absoluto de todas las cosas, la gente y las circunstancias.
2.Obedezcamos a Dios y dejemos las consecuencias en sus manos.
3.Confiemos en Él en cada circunstancia de la vida.
CONCLUSIÓN:
No cabe duda que no podremos escapar de la tentación, pero Dios promete que en el proceso de confrontarla, aprenderemos a resistir sin sucumbir a ella. De esa manera, sabremos su procedencia y no nos excusaremos con nuestra conducta. El Señor estará allí para hacer posible que podamos superarla, no evadirla, sino soportarla de una manera agradable delante de Él.
Le recomiendo que asista a una iglesia que predique la Palabra de Dios. Tome notas y luego trate de aplicar el sermón a la vida diaria. Lea la Biblia y permita que sus enseñanzas transformen su manera de pensar. Quienes edifican sus vidas sobre las bases bíblicas tienen la capacidad necesaria para resistir la tentación.

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