lunes, 17 de junio de 2019

El Tesoro de David; Salmo 55 C.H.Spurgeon

SALMO 55

Sería inútil intentar establecer el tiempo y ocasión para este Salmo de modo dogmático. Da la
impresión de haber sido escrito al tiempo de Absalón y Ahitofel. C. H. S.

Una oración del Hombre Cristo en su humillación, despreciado y rechazado por los hombres,
cuando El fue hecho pecado por su pueblo, para que pudiéramos ser hechos justicia de Dios en
El, cuando El estaba a punto de sufrir su castigo, pagar su deuda y satisfacer su rescate. John
Noble Coleman

Vers. 1. Escucha, oh Dios, mi oración. Pero notemos bien que no es nunca el mero acto de
oración lo que satisface al hombre piadoso; busca audiencia en el cielo y respuesta del trono, y
no puede quedar satisfecho sin ello.

Vers. 2. Atiéndeme, y respóndeme. Esta es la tercera vez que hace la misma oración. Es sincero,
profunda y amargamente sincero. Si su Dios no le escucha, considera que todo ha terminado para él. Le ruega a Dios que le escuche y le conteste.

Clamo en mi oración, y me desasosiego. ¡Qué consuelo poder tener esta familiaridad con Dios!
No podemos quejarnos de El, pero sí quejarnos a El. Nuestros pensamientos que desvarían cuando estamos angustiados, podemos presentarlos a El, y es posible que no sean muy coherentes, más sonidos que lenguaje. «Gemidos que son inexpresables», son con frecuencia oraciones que no pueden ser rehusadas. Nuestro mismo Señor clamó a gran voz, con lágrimas, y fue oído en lo que temía.

Vers. 3. Y con furor me persiguen. Con un odio casi enfermizo detestaron al santo. No era una
animosidad aparente, sino un verdadero y genuino rencor moral que anidaba en el fondo de sus corazones. No hace falta demostrar cómo se aplican estas palabras a nuestro Señor.

Vers. 4. Y terrores de muerte sobre mí han caído. Pensemos en nuestro Señor en el jardín, con su «alma en extremo angustiada hasta la muerte», y tenemos un paralelo con la pena del Salmista. Quizá, querido lector, si tú no ’has andado por esta senda tenebrosa lo tendrás que hacer pronto; entonces ten por seguro que notarás las pisadas de tu Señor en esta parte cenagosa del camino. C.H.S.
En tanto que el cristiano está atendiendo sólo a sus propios hábitos y temperamento, siempre será un desgraciado; pero si mira a la gran Seguridad, Cristo Jesús, sus perspectivas deprimentes pronto se transforman en gozo. Si nuestra fe fuera ejercida con más frecuencia, nos veríamos capacitados para ver más allá de las tristes mansiones de la tumba con la plena esperanza de la inmortalidad. Condensado de un Sermón de John Grove

El temor de la muerte se halla en toda carne. No es una señal de valor el no tenerlo. El vencerlo en la senda del deber es valor; el afrontar la muerte con paciencia es fe; pero el no temerla es, o bien un don especial de la gracia, o una insensibilidad peligrosa. Henry Edw. Manning

Vers. 5. El temor y el temblor vinieron sobre mí. Los murmullos misteriosos y solapados de la
calumnia con frecuencia hacen que una mente noble les tema más que ante sus enemigos abiertos; podemos arrostrar el ataque de un enemigo franco, pero las conspiraciones cobardes y las intrigas nos desconciertan y angustian. C. H. S.

Temor. ¡Qué natural es esta descripción! Está en angustia, gime, solloza, suspira; su corazón está herido y no espera otra cosa que la muerte; esto produce temor, y produce temblor, que termina en la profunda aprehensión de una ruina inevitable e inminente que le abruma de horror. Ningún hombre ha descrito un corazón herido como David. Adam Clarke

Vers. 6. Y dije: ¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría. Es una cobardía el huir de la batalla que Dios quiere que luchemos. Haríamos mejor en dar la cara al enemigo, porque no tenemos armadura a nuestra espalda. Necesitaba un método de transporte más veloz que las alas de la paloma para evitar la calumnia; se halla en mejor reposo el que no huye pero encomienda su caso a Dios.
Este texto era predilecto entre los antiguos teólogos y sobre él se han predicado algunos de los sermones más asombrosos.

Rastrearon en Plinio y Aldrovando en busca de las fábulas más disparatadas sobre las palomas, sus ojos, sus hígados, sus buches, incluso su estiércol, y luego hallaron toda clase de emblemas de cristianos en hechos y fábulas.

Griffith Williams se extiende minuciosamente en el hecho de que David no deseaba alas como de un saltamontes para saltar de flor en flor, como las almas apresuradas que saltan en religión pero no siguen perseverantes; ni como un avestruz, que no pierde contacto con el suelo aunque es un pájaro, así como los hipócritas, que nunca se elevan a las cosas celestiales; ni como un águila, o un pavo real, o un abejorro, o un cuervo, o un milano, o un murciélago; y después de haber mostrado de muchas maneras la semejanza entre la piedad y las palomas, habla de Hugo Cardinalis y de varios otros.

No creemos que fuera edificante llenar estas páginas de semejantes excentricidades. Esta frase del obispo Patrick basta: «Más bien deseaba que esperaba escapar.» No veía manera de escapar excepto por algún medio imposible o improbable. C. H. S.

Doquiera que el Salmista ponía el ojo, veía inscrita vanidad y aflicción. Un diluvio de pecado y de miseria cubría el mundo, de modo que, como la paloma de Noé, no podía hallar descanso para el pie, por lo que dirige su curso hacia el cielo, y dice: ¡Quién me diera alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría. Thos. Sharp en Consuelos divinos

Cuando los galos hubieron probado los vinos de Italia, buscaron el lugar de donde procedían las uvas y no estuvieron tranquilos hasta que llegaron allá. Del mismo modo puedes gritar: ¡Oh, si tuviera alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría. Un creyente está dispuesto a perder el mundo para poder gozar la gracia; y está dispuesto a dejar el mundo para disfrutar de la gloria. Wm. Secker

Vers. 8. Me apresuran a escapar del viento borrascoso, de la tempestad. Había viento borrascoso y tempestad fuera, y lo que era peor, tumulto y alboroto en sus pensamientos. Un hombre puede escapar de las confusiones externas, pero, ¿cómo puede escapar de sí mismo? Thos. Sharp

Vers. 11. Sólo hay insidias en medio de ella. El mismo corazón de la ciudad estaba envilecido. En los lugares de autoridad el crimen se daba la mano con la calamidad. Los elementos más inicuos dominaban; la escoria flotaba; la justicia era desconocida; la población estaba desmoralizada; la prosperidad se había desvanecido.

Y la violencia y el fraude no se apartan de sus plazas. En todas partes, lenguas astutas intentaban persuadir a la gente con halagos. Los demagogos agitaban al pueblo. Su buen rey era difamado en todas formas, y cuando vieron que se marchaba, vilipendiaron a los gobernantes que él había elegido. El foro era un reducto de fraudes, una convención de astucia. ¡Pobre Jerusalén, víctima del pecado y de la vergüenza! ¡La virtud pisoteada y el vicio reinando! Sus solemnes asambleas interrumpidas, los sacerdotes habían escapado, el rey exiliado, las tropas sin disciplina dedicadas al pillaje. Había bastante desconcierto que queda reflejado en estos tres versículos.

Vers. 12. El lector hará bien observando lo preciso de la descripción del Salmista en su propio Salmo cuando dice: «Desmayo en mi queja», y «Suelta mis pensamientos», porque va de un punto a otro en su aflicción, deteniéndose acá y acullá, en una confusión de pausas breves que no dan idea clara de que cambia el tema.

Porque no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado. Los reproches de nuestros íntimos, en quienes confiamos, son los que más hieren; y conocen bien nuestras peculiares debilidades, y pueden tocar las cuerdas más sensibles, y hablar de forma que más nos hiera.
Podemos tolerar a Simeí, pero no podemos sufrir a Ahitofel.

Ni se alzó contra mí el que me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él. Si nuestros orgullosos enemigos se jactan acerca de nosotros, podemos ofrecer resistencia, pero cuando los que hacen ver que nos aman nos miran con desdén, ¿adónde iremos? Nuestro bendito Señor tuvo que sufrir su peor desengaño e infidelidad de un discípulo favorecido; no nos sorprendamos cuando se nos llama a seguir el camino que pisaron sus pies. C. H. S.

Vers. 13. Sino Tú. Con qué justicia podía haber señalado el Señor a Judas, y decir Sino Tú pero su espíritu manso advirtió al hijo de perdición en la forma más suave, y si Iscariote no hubiera sido, diez veces un hijo del infierno, habría renunciado a su infame propósito. C. H. S.

Vers. 14. Que andábamos en amistad en la casa de Dios. Hay una medida de impiedad de carácter detestable en el engaño que rebaja la unión de hombres que han hecho profesión de piedad. ¿Se ha de ver el mismo altar de Dios ensuciado por la hipocresía? ¿Han de verse las mismas asambleas del templo contaminadas por la presencia de la traición? Todo esto era verdad de Ahitofel y, hasta cierto punto, de Judas. Su unión con el Señor era a causa de la fe; estaban unidos en la más santa de las empresas; había sido enviado a dar el mensaje más lleno de gracia.
Su cooperación con Jesús para servir sus fines abominables le marca como un primogénito del infierno. Mejor le hubiera sido no haber nacido.

Que todos los profesos engañosos sean advertidos por su fin, porque como Ahitofel, fue a su lugar por su propia mano, y retiene una horrible preeminencia en el calendario del crimen notorio. Aquí hay una fuente de quebranto del corazón para el Redentor, compartida por sus seguidores. De la nidada de la serpiente quedan aún algunas víboras que pican la mano que las acaricia y venden por plata a los que les han levantado a la posición en que pueden hacerse traidores abominables. C. H. S.

Vers. 15. Que la muerte les sorprenda. Los traidores de esta clase merecen la muerte; no hay vida en ellos. La tierra está contaminada por sus pisadas; silos espías son fusilados, mucho más deberían serlo estos villanos que acechan a traición. C. H. S.

Esta oración es una profecía sobre la ruina final y permanente de todos los que abierta o secretamente se oponen y se rebelan contra el Mesías del Señor. Matthew Henry

Desciendan vivos al Seol. Aún en el vigor de la vida, que se hundan en el Seol; que cambien el goce de los vivos por el sepulcro de los muertos. Sin embargo, no hay necesidad de leer este versículo como una imprecación; es más bien una expectativa confiada, o una profecía.
Porque la maldad anida en sus moradas, en el interior de ellos. Hay justicia en el universo; el amor mismo la requiere; compadecer a los que se rebelan contra Dios no es virtud: oramos por ellos como criaturas, pero los aborrecemos como enemigos de Dios. Necesitamos en estos días guardarnos contra la iniquidad disimulada que simpatiza con el mal y considera el castigo como una crueldad y dureza de una época pasada. C. H. S.

Vers. 17. Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré. Con frecuencia, pero no con demasiada frecuencia. Las ocasiones de gran necesidad requieren períodos más frecuentes de devoción. Los tres períodos escogidos son los más apropiados: el empezar, seguir y terminar el día con Dios es una sabiduría suprema. Cuando el tiempo, de modo natural, ha puesto un límite, allí hemos de acumular nuestras piedras para el altar. El Salmista dice que él va a orar siempre; seguirá en la oración a lo largo del día, e irá siguiendo al sol con sus peticiones. De día y de noche veía a sus enemigos ocupados (vers. 10), y por tanto él quería cubrir sus actividades con oración continua. C. H. S.

Esta era la costumbre de los hebreos piadosos (ver Daniel 6:10). Los judíos empezaban el día por la tarde, y por ello David menciona la tarde primero. Los rabinos dicen que los hombres deben orar tres veces al día porque el día cambia tres veces. Esto era observado en la iglesia primitiva; pero los tiempos variaban en los diferentes lugares.

Si nuestros cuerpos, pobres y débiles, necesitan el refrigerio del alimento tres veces al día, quien conoce nuestra propia debilidad dirá que necesita un refrigerio no menos frecuente para nuestros espíritus pobres y frágiles. Wm. S. Plumer

Vers. 19. Dios oirá, y los humillaré luego. Hacen ruido, también, como yo, y Dios también les oirá. La voz de la calumnia, de la malicia y el orgullo no sólo es oída por los que la sufren. Llega también al cielo; penetra en los oídos divinos, exige venganza y la tendrán.

Por cuanto ellos no se enmiendan ni temen a Dios. Su propio sentimiento reverencial hace que recuerde la atrevida impiedad de los inicuos; siente que sus tribulaciones le han llevado a su Dios, y declara que la prosperidad ininterrumpida de ellos ha sido la causa, en sus vidas, de un descuido tal del Altísimo. Es un hecho manifiesto que el placer y la comodidad prolongados producen las peores influencias en el hombre sin gracia; aunque las tribulaciones no los convierten, la ausencia de las mismas hace que su corrupta naturaleza se desarrolle más. El agua estancada se corrompe rápidamente. En verano cría insectos nocivos. El que no pasa por tribulaciones con frecuencia no hace caso de Dios. Es una prueba notable de la depravación humana que el hombre transforma la misericordia de Dios en nutrición para el pecado; el Señor nos salve de ello. C. H. S.

Vrs. 21. Los dichos de su boca son más blandos que la mantequilla. Elogia y unta al hombre que quiere perder. Le unta de halagos y de malicia. Cuidado con un hombre que tiene demasiada miel en la lengua; es una trampa de la que hay que sospechar. Las palabras suaves, blandas y untuosas son abundantes allí donde la verdad y la sinceridad son más escasas. C. H. S.

Vers. 22. Echa sobre Jehová tu carga, y Él te sustentará. No dejará para siempre caído al justo. El remedio que sugiere el Salmo, y quizá el único recurso en una dificultad de esta clase, en que los enemigos de la verdadera religión están luchando bajo la capa de la amistad, es anunciado por la voz profética de Dios: «Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo.» R. H. Ryland

Dios no se deleita en ver lágrimas en tus ojos y palidez en tu semblante; tus gemidos y sollozos no son música a sus oídos. Más bien quiere que te veas libre de tu carga echándosela sobre sus hombros, para que puedas regocijarte en su gozo y consuelo. Samuel Blackerby

martes, 11 de junio de 2019

Jesús, nuestro gran sumo sacerdote



Jesús, nuestro gran sumo sacerdote

Hebreos 4.14-16

¿Por qué algunas personas enfrentan los problemas de la vida con confianza y valentía, mientras que otras son atormentadas por la duda y el fracaso?
Una razón es que mucha gente tiene una idea equivocada de quién es Jesús. Lo conocemos como el Pan de Vida y el Agua de Vida, pero ¿cuántos de nosotros le conocemos como nuestro gran sumo sacerdote?

La Biblia nos dice que Jesús “debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote” (He 2.17).
 Y Hebreos 4.15 añade: “Porque no tenemos un sumo
sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”. Esto significa que Jesús entra a nuestra vida y experimenta nuestros dolores, sufrimientos y sentimientos de culpa junto con nosotros.
¿Ha sido usted alguna vez rechazado a pesar de haberse esforzado al máximo, y haberse entregado por
completo?
Piense en esto: ¿Acaso ha sido alguien más rechazado que Jesucristo?
Él está personalmente familiarizado con esa clase de dolor. ¿Alguna vez un ser querido le dijo que no, le cerró la puerta y se marchó?
Usted pudiera preguntarse si Jesús sintió alguna vez un dolor así. Sí, lo sintió.
Su propio pueblo lo rechazó. ¿Entiende Cristo, el Inmaculado, nuestros sentimientos de culpa?
Sí. La Biblia dice que el Padre puso todos los pecados del mundo sobre Él. Jesús llevó la culpabilidad de toda la humanidad.

lunes, 10 de junio de 2019

El perdón en la familia de Dios




El perdón en la familia de Dios

Efesios 4:31-32.

Quítese de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

INTRODUCCIÓN.

Hoy veremos un tema de vital importancia para la Iglesia de Dios, es necesario ser obedientes al Señor en esta área de la vida de un creyente puesto que nos puede llevar al fracaso y a la pérdida de la comunión y del éxito con Dios.

Es importante recalcar que el perdón del cual trataremos el día de hoy se refiere al perdón entre los creyentes, dentro de la familia de Dios, muchos conceptos no son aplicables entre los no creyentes, y el cristiano es el único que puede llevar a cabo el perdón bíblico.

Una Iglesia que no se ejercita en esta práctica es una congregación fría, indiferente a las necesidades del mundo y a la voluntad de Dios, es una Iglesia que se pudre por dentro puesto que está contaminada por la amargura almacenada en el corazón de los creyentes.

DESARROLLO.

¿QUE ES EL PERDÓN?

Viene de la palabra aphiemi y significa despedir o apartar. Este es el significado fundamental del perdón a través de las escrituras; es decir, separar el pecado del pecador.

La base fundamental del perdón se encuentra en el sacrificio de Cristo en la cruz. Todo el perdón, tanto divino como humano tiene como base este sacrificio.

Is 43:25. Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mi mismo, y no me acordaré de tus pecados.

Mt 26:28. porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.

Lo que Dios hizo con nuestros pecados fue quitarlos de sobre nuestra persona y depositarlos en la persona de Cristo, donde fueron redimidos; el castigo y la justicia se cumplieron en la persona de Jesús y el pecador queda libre del pecado y de la culpa, por tanto, también del castigo. Debemos notar que Dios cumple su justicia una sola vez, por eso es que él olvida el pecado y no inculpa más al pecador.

Es de notar que el perdón y el pecado están íntimamente relacionados, si no hay pecado no hay motivo para el perdón y viceversa. No es ligero el pecado, esto implica también que el acto del perdón no es algo sin importancia, como muchos a veces lo tratamos, el perdón es un acto inspirado por Dios y cada creyente debe tomar el acto del perdón tan serio como Dios lo toma hasta la fecha, tanto si está del lado ofensor o del lado del ofendido.

TIPOS DE PERDÓN.

Existen dos tipos de perdón, el Divino y el humano. El segundo tiene como modelo el perdón divino, mas está pervertido por causa de la caída del hombre y de su mismo pecado.

¿En que se distinguen el uno del otro? En que el perdón humano pasa por alto la ofensa y por eso es tan difícil a veces otorgarlo, en la práctica esto ocurre cuando la ofensa pasa desapercibida o cuando existen circunstancias adicionales de unión entre el ofensor y el ofendido.

Dios no comete un acto de injusticia al perdonarnos puesto que el separar el pecado de nosotros es para tener total libertad para castigar el pecado, puesto que el ama al pecador pero odia al pecado. Si tratase el pecado sin esta separación él tendría que tratar con el pecador también, cosa que ocurrirá en el infierno para aquellos que no acepten el perdón de Dios a través de Cristo Jesús. Jesús es la propiciación por el pecado porque él es el depositario de la culpa y esto nos libra de la misma.

Al haber justicia por el pecado no hay más delito ni culpa, la ofensa ha sido satisfecha, el perdón se otorga puesto que no hay culpa a perseguir.

Para que ocurra el perdón se necesitan tres partes: El ofendido, el ofensor y el depositario del pecado. Muchas veces pensamos que solo dos son necesarios. Esto es lo que distingue el perdón humano del perdón divino. El hombre pasa por alto el pecado. Dios lo castiga, redime y olvida en su hijo Jesús.

¿QUE ES NECESARIO PARA PERDONAR?

Veamos un texto que nos enseña lo que se necesita para perdonar:

Mateo 18:21-35.

Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.

Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A este, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.

Un espíritu perdonador. Que está compuesto por dos elementos:

1. Conciencia del propio pecado personal. Cada uno de nosotros es también un pecador que comete ofensas y pecados principalmente contra Dios

2. Un deseo personal de perdonar. Al tener presente lo anterior y haber experimentado el perdón divino, es necesaria un decisión personal, así como Dios tomó la decisión de perdonar a los pecadores que le había ofendido grandemente.

¿POR QUE ES NECESARIO PERDONAR?

Porque toda falta de perdón produce siempre un alejamiento.

Y porque al quedar una ofensa o pecado pendiente siempre produce amargura de quien la sufre. El que guarda una raíz de amargura en su corazón está pecando directamente contra Dios y no puede tener una vida de éxito y provecho en el Señor.

¿QUE PASA CUANDO NO SE PERDONA?

Veamos algunos textos antes de contestar esta pregunta.

Mateo 6:12-15. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amen. Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

Marcos 11:25-26. Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.

Lucas 6:37-38. No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.

Efesios 4:31-32. Quítese de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Principalmente se tiene un pecado pendiente contra Dios. Cuando nosotros vamos a Dios para pedir perdón de nuestras ofensas y no hemos perdonado, él desea que confesemos primero la violación al segundo pecado más grande que cometemos contra él: No amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Se está solicitando el perdón para si mismos, pero no estamos dispuestos a concederlo a otros.

Dios desea que practiquemos el carácter que está formando en nosotros, cuando no perdonamos, lo que está sucediendo en nuestro interior es que decimos que somos superiores a Dios y que la ofensa cometida es mayor a las que ofenden a Dios y que esto no puede ser perdonado, ¡Cuando nosotros estamos ofendiendo a Dios con esta actitud! Y poniéndonos en una posición más difícil que la de aquel que nos ofendió.

¿Cómo Dios nos puede perdonar un pecado cuando no hemos confesado otro? Creo que la respuesta es fácil.

Y como se vio anteriormente el fracaso personal está a la puerta, hay una división entre Dios y nosotros. Esto no se puede dejar para después.

Se pierde la visión espiritual y las divisiones en la Iglesia no se dejan esperar. La obra de Dios se realiza en la carne y no por el poder del Espíritu Santo. La Iglesia se ve gravemente afectada cuando sus miembros no practican el perdón entre ellos. Los perdidos son los principalmente afectados cuando un creyente no perdona porque no predicara el evangelio de Dios cuando él mismo no lo vive.

¿POR QUE NO PERDONAMOS?

Por causa directa de pecado. Veremos algunas razones a continuación:

1. Por orgullo. ¿por qué me he de humillar perdonándolo?

2. Para castigar al ofensor.

3. Porque esperamos un mal en el ofensor para restituir la ofensa.

4. Porque queremos un castigo de acuerdo a nuestra justicia.

5. Es su problema, no el mío.

En todas las razones anteriores hay un pecado personal de por medio. Debemos preguntar a Dios: ¿Que pecado mío me impide perdonar a esta persona?

Hechos 3:19. Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio.

¿QUE DEBEMOS TENER EN CUENTA PARA PERDONAR?

1. Que nosotros también hemos sido perdonados.

Efesios 4:31-32. Quítese de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

2. Que Cristo ya perdonó ese pecado.

Colosenses 2:13. Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados.

3. Que el pecado es contra Dios y de rebote contra nosotros.

Salmo 51:4 Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra.

¿CÓMO DEBEMOS PERDONAR?

Efesios 4:31-32. Quítese de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Al tener la convicción de que perdonar es separar el pecado del pecador nos lleva a perdonar como Cristo nos perdonó. No viendo la ofensa cometida a nuestra persona, sino el problema del pecador con Dios, porque a eso se reduce el pecado, a un problema con Dios.

Cuando esto ocurre en mi corazón, mi interés no está centrado en mi, en lo que me ofendieron, sino en el otro, en que si actúa de esta manera, es porque algo pasa en su relación con el Salvador, es grave que un hijo de Dios no ande en comunión con su Señor, entonces me interesa tu persona, tu relación divina, te voy a ayudar para que la recuperes.

No te voy a reclamar tu mala acción, sino que tu conducta muestra que tienes un problema de comunión o de visión en la vida espiritual, ya no te reclamo, ni te juzgo, sino que juntos buscamos la solución a tu problema, lo mío es después, porque cuando regreses a la comunión con Dios comprenderás entonces cómo me has afectado.

Sin embargo se presentan ciertas preguntas acerca de la práctica del perdón, veámoslas: ¿Quién da el primer paso? ¿Debo a esperar al arrepentimiento del otro?

En esto Cristo nos da el ejemplo: Lc 23:34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. Veamos la actitud de Esteban en Hch 7:60 Y puesto de rodillas clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y la de Pablo en 2Ti 4:16 En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta.

Cada uno de ellos dio el primer paso para el otorgamiento del perdón, y esto nos lleva a ver lo que yo llamo: el acto del perdón y el acto práctico del perdón.

El acto del perdón. Jn 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna, el perdón de Dios ya está dado, él ofreció perdonar a los hombres, los hombres no pueden decir que Dios no les quiere perdonar, eso está claramente expresado a todo lo largo de la Biblia. Dios dispuso en su corazón perdonar a los pecadores y lo anunció claramente para que lo supieran. Tenemos un ejemplo de la universalidad del perdón en 2P 2:1 Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina.

El acto práctico del perdón. Hechos 3:19. Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio. El perdón es nuestro y gozamos de él cuando ocurre el arrepentimiento y la confesión, pero esto es una respuesta del pecador y no del ofendido, esto es importante notarlo, el pecador no gozará de los beneficios del perdón hasta el arrepentimiento, pero ese es problema del pecador.

Nosotros otorgamos el perdón a nuestros deudores y debemos darles a conocer este hecho, si ellos no responden al perdón, tienen un problema más con Dios, pero nosotros hemos actuado de acuerdo al carácter de Dios.

Cuando les decimos que hay disposición al perdón y buscamos la restauración de la comunión y no les acusamos y dejamos claro que no estamos reclamando, es más fácil enfrentar el conflicto por las dos partes. Dios producirá en él el deseo de restaurar al ofendido, pero esto solo ocurre cuando el ofensor ya está en comunión con Dios nuevamente, y todo será para la gloria de Dios y no para satisfacer a otro pecador ofendido.

CONCLUSIÓN.

El otorgar y el pedir perdón es un acto que debe ser motivado directamente por Dios en nuestro corazón, lo que no es así es del diablo y motivo de pecado.

Aquel que pide perdón sin la conciencia de la ofensa a Dios y al hermano peca por no amar a Dios primeramente y no amar a su prójimo como a sí mismo, y no puede estar bien en su vida cristiana.

Aquel que no perdona de acuerdo al carácter de Dios y no se compromete con la vida del ofensor, no está siguiendo el ejemplo de Cristo y no está teniendo el sentir que tuvo Cristo Jesús. Fil 2:4-7 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de otros. Haya pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Yo no soy importante, tú eres importante para mí. Me interesa tu vida.

Cuando practiquemos esto en la Iglesia experimentaremos que el amor en realidad cubre multitud de pecados. Meditemos y practiquemos el siguiente texto de la palabra de Dios:

Colosenses 3:12-13.

Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro.

domingo, 9 de junio de 2019

Cuando se ignora a la conciencia


Cuando se ignora a la conciencia 

1 TIMOTEO 1.18, 19; 4.1, 2

 ¿Está usted tomando ciertas decisiones hoy que su conciencia no habría aceptado en el pasado?
Si es así, usted se ha insensibilizado con el paso del tiempo. Dios usa nuestra “brújula moral” interna, junto con la guía del Espíritu Santo, para dirigir nuestras decisiones.
La conciencia sirve como un “sistema de alarma” que protege al cristiano cuando está a punto de caer en pecado.
Sin embargo, la práctica constante del pecado puede hacer que perdamos la capacidad de percibirla. El perverso proceso comienza si decidimos desobedecer, y luego negarnos a encarar nuestra rebeldía. La conciencia nos alerta una y otra vez, pero al final se cerrará y se volverá inoperante si persistimos en ignorar la señal de alarma. Cuando eso sucede, ya no hay mas señales del corazón que nos señalen el camino de vuelta a Dios.
Una manera de ver esto es imaginar que todas las señales de tránsito han sido eliminadas: es una receta para el desastre. No hacer caso a las “luces rojas” en nuestra vida, puede hacernos pensar equivocadamente que podemos avanzar, cuando lo que debemos es aplicar los frenos.
Hágase un autoanálisis para comprobar si sus señales internas están en buenas condiciones. Si no están funcionando bien, arrepiéntase delante del Señor, y busque la compañía de otros creyentes para rendirles cuentas.
Una sana conciencia bien vale el esfuerzo. No tarde.
La Biblia nos advierte que tenemos un enemigo real que desea apartarnos de la santidad y llevarnos a la perdición. Dios utiliza una conciencia limpia para guiarnos, protegernos y conducirnos a su luz y a su paz.

El tesoro de David: Salmos 54, de Charles Spurgeon




SALMO 54

La monotonía es a menudo la muerte de la alabanza congregacional. La providencia es variada, y por ello deberían serlo nuestros cantos.
De los versículos 1 al 3, cuando la palabra Selah hace una pausa, el Salmista suplica a Dios; y luego, en el resto del Salmo, poniendo a un lado toda duda, canta un himno de triunfo gozoso. El vigor de la fe es la muerte de la ansiedad y el nacimiento de la seguridad. C. H. S.
David, cuyo atrevimiento es bien conocido en otras cosas, no se atreve a levantar sus manos, ni aun contra los enemigos de Dios, hasta que primero las haya elevado en humilde súplica al Señor pidiendo ayuda. J. Dolben

Vers. 1. Oh Dios, sálvame. Tú eres mi Salvador; a mi alrededor hay enemigos y los que colaboran con ellos. No tengo refugio. Todos me rechazan y me niegan cobijo. Pero Tú, oh Dios, me das refugio y me librarás de todos mis enemigos. C. H. S.

 Vers. 2. Escucha mi oración, oh Dios. Ésta ha sido siempre la defensa de los santos. En tanto que Dios tenga campos y aire libre, no podemos ser encerrados en la tribulación. Todas las demás armas es posible que sean inútiles, pero la oración siempre está disponible. Mas de qué sirve la oración si Dios no la escucha? C. H. S.

Vers. 3. Porque extranjeros se han levantado contra mí. Sería mejor que ellos se ocuparan de sus propias cosas. C. H. S.
Y hombres violentos buscan mi vida. Los reyes generalmente acuñan sus propios semblantes. C. H. S.
No han puesto a Dios delante de sí. No tienen consideración para el derecho o la justicia, como si no supieran que hay Dios o no les importara. David consideraba que el ateísmo se hallaba en el fondo de la enemistad de los que le perseguían. Los hombres buenos son aborrecidos por causa de Dios, y Ésta es una buena alegación a presentar contra ellos.
Selah. Basta ya de esto. C. H. S.

Vers. 4. “He aquí” -dice David-: “He presentado un hecho cierto, bien conocido, demostrado con una nueva prueba, digno de atención; la partícula he aquí contiene esta amplitud de significado.” Hermann Venema
He aquí, Dios es el que me ayuda. David veía enemigos por todas partes, y ahora con alegría mira al lado de sus defensores y ve a Uno cuya ayuda es mejor que toda la ayuda de los hombres; se siente lleno de gozo al reconocer a su divino Campeón, y grita: He aquí. No es Éste un tema para la exaltación piadosa en todos los tiempos, el que el gran Dios nos proteja, a su propio pueblo: “Qué importa el número y la violencia de nuestros enemigos cuando El levanta el escudo de su omnipotencia para preservamos y la espada de su poder para ayudarnos? Poco nos importan los desafíos del enemigo mientras tenemos la defensa de Dios. C. H. S.
Hay más gozo en la presencia de Dios que pena al sentir la tribulación, porque el pasaje “He aquí, Dios es el que me ayuda”, es más consolador para David que no era gravosa para Él la aspereza de sus amigos y la malicia de los extranjeros. David Dickson

El Señor está con los que sostienen mi vida. Es una gran misericordia tener a algunos amigos, pero mayor misericordia es ver que el Señor está en medio de ellos, porque, como con las cifras, nuestros amigos cuentan como cero, en tanto que el Señor se pone El mismo como la gran Unidad delante de ellos.

Vers. 6. De todo corazón te ofreceré sacrificios. Espontáneamente te ofreceré ofrendas. Tan cierto está de su liberación, que ofrece un voto anticipadamente. Su gratitud rebosa y quiere llenar los altares de Dios de víctimas presentadas con alegría. Cuanto más recibimos, más hemos entregar. Lo espontáneo de nuestros dones es un gran elemento en su aceptación: “El Señor ama al dador alegre.” C. H. S