domingo, 10 de julio de 2011

Tesoros de David "Salmo 24" Charles Spungeon


Título: «Un salmo de David». Por el título sólo conocemos quién fue el autor, pero esto, en si, ya es interesante y nos lleva a observar las maravillosas operaciones del Espíritu sobre la mente del dulce cantor de Israel, capacitándole para tocar la cuerda dolorida del Salmo 22, derramar las notas suaves de paz del Salmo 23 y, aquí, emitir acordes majestuosos y triunfantes. Podemos cantar y hacer todas las cosas cuando el Señor nos fortalece.
Este himno sagrado fue probablemente escrito para ser cantado cuando el arca del pacto fue trasladada desde la casa de Obed-edom para permanecer tras las cortinas del monte de Sión. Lo llamaremos «El Canto del Ascenso». Este Salmo va emparejado con el Salmo 50. C. H. S.
No sé lo que otros piensan sobre este punto, ni pretendo describirlo, pero por mi parte no creo que nadie haya oído ni visto algo tan grande, tan solemne y tan celestial a este lado de las puertas del cielo. Patrick Delany
Vers. 1. De Jehová es la tierra y cuanto hay en ella; el mundo y los que en él habitan. ¡Qué diferente es esto de las burdas nociones que tenían de Dios los judíos en los tiempos de nuestro Salvador! Los judíos decían: «La tierra santa es de Dios, y la simiente de Abraham es su único pueblo»; pero su gran Monarca hacía mucho tiempo que les había enseñado: «La tierra es de Jehová, y cuanto hay en ella.» Todo el ancho mundo es reclamado por Jehová, «y los que habitan en él» son declarados sus súbditos.
Cuando consideramos el fanatismo del pueblo judío al tiempo de Cristo y su indignación contra nuestro Señor porque dijo que había muchas viudas en Israel, pero a ninguna de ellas fue enviado el profeta excepto a la viuda de Sarepta, y que había muchos leprosos en Israel, pero ninguno de ellos fue curado excepto Naamán el sirio...
Cuando recordamos también que se airaron al mencionar Pablo que había sido enviado a los gentiles, nos asombramos que hubieran permanecido en esta ceguera y, con todo, cantaran este Salmo, que muestra claramente que Dios no es el Dios de los judíos solamente, sino también el de los gentiles.
¡Qué reprensión es también para los que hablan de los negros y otras razas como si fueran inferiores y el Dios del cielo no se preocupa de ellas! Si un hombre es un hombre, el Señor lo reclama, y el que se atreva a considerarlo como una mercancía, ¡ay de él! El más humilde de los hombres es un habitante del mundo, y por tanto pertenece a Jehová. Jesucristo ha puesto fin al exclusivismo nacionalista. Ya no hay bárbaros, escitas, siervos ni libres, sino que todos somos uno en Cristo Jesús.
El hombre vive sobre «la tierra» y divide su suelo entre sus reyes y autócratas; pero la tierra no es del hombre; él no es sino un ocupante, uno que la arrienda en forma precaria y que puede ser desahuciado en cualquier momento. El gran terrateniente y verdadero propietario tiene su asiento por encima de las nubes y se ríe de las escrituras y títulos de venta de los gusanos, del polvo.
La tierra está llena de Dios; El la llenó y la mantiene llena a pesar de los requerimientos y abusos de las criaturas vivas sobre sus reservas. El mar está lleno a pesar de las nubes que se levantan sobre él; el aire está lleno a pesar de todas las vidas que respiran en él; el suelo está lleno aunque millares de plantas deriven su nutrición de él. C. H. S.
La tierra es de Jehová, esto es, de Cristo, que es el Señor de señores (Apocalipsis 19:16); porque todo el mundo y todas las cosas en él son suyas por un título doble.
Primero, por donación de Dios su Padre: «todo poder le es dado en el cielo y en la tierra» (Mateo 28:18), incluso todas las cosas del Padre son suyas (Juan 16:15); y en consecuencia es «hecho heredero de todas las cosas» (Hebreos 1:2).
Segundo, la tierra es de Cristo, y todo lo que hay en ella, por derecho de creación, porque «Él la fundó», dice el profeta -y esto en una forma maravillosa-, «sobre los mares y las aguas»... Todas las cosas, pues, son de Cristo, con respecto a la creación, «por quien todas las cosas fueron creadas» (Juan 1:3); con respecto a la sustentación, porque sostiene todas las cosas con su palabra poderosa (Hebreos 1:3); con respecto a la administración, pues va de un confín al otro, y ordena todas las cosas dulcemente (Proverbios 8:1); en una palabra, «de El, y por El, y para El,
son todas las cosas» (Romanos 11:36). John Boys
San Crisóstomo, que sufrió bajo la emperatriz Eudoxia, dice a su amigo Ciriaco en qué forma se había armado de antemano: «Pensé, ¿te van a desterrar? "La tierra es del Señor y su plenitud."
¿Van a quitarme los bienes? "Desnudo nací al mundo y desnudo he de salir de él." ¿Van a apedrearme? Recuerdo a Esteban. ¿Decapitarme? Recuerdo a Juan el Bautista», etc.
Así debe ser con todos los que intentan vivir y morir consolados; han de guardar algo, como decimos, para el día lluvioso; han de almacenar gracias, promesas, proveerse de experiencias de la bondad de Dios hacia otros y a ellos mismos, de modo que cuando venga el día malo puedan restaurarse con el acopio hecho. John Spencer
«La luz es el semblante del Eterno», cantó el sol poniente. «Yo soy el borde de su manto», respondió el rubor del alba. Las nubes se reunieron y dijeron: «Nosotras somos su tienda nocturna.» Y las aguas en las nubes, y las roncas voces de los truenos se unieron al gran coro:
«La voz del Eterno está sobre las aguas, el Dios de gloria tronó en los cielos, el Señor está sobre las muchas aguas.»
«El vuela sobre mis alas», susurró el viento; y la suave brisa añadió: «Yo soy el aliento de Dios, las aspiraciones de su presencia benigna.» «Nosotros oímos los cánticos de alabanza», dijo la tierra re seca; «todo alrededor es alabanza; yo sola estoy triste y silenciosa». Entonces el rocío, al descender, replicó: «No. Yo te nutro, para que seas renovada y te regocijes, y tus hijos puedan florecer como la rosa.» «Brotamos gozosamente», cantaron los prados refrescados; las espigas de
trigo se menearon y dijeron: «Nosotras somos la bendición de Dios, los ejércitos de Dios contra el hambre.»
«Yo te bendigo desde las alturas», dijo la delicada voz de la luna; «Nosotras también te bendecimos», respondieron las estrellas; y el s4tamontes ágil añadió: «Yo también, El bendice en la gota de rocío.» «El apaga mi sed», dijo la gacela; «y me renueva», añadió el ciervo; «y concede nuestro alimento», dijeron los animales de la selva; «y viste a mis corderos», dijo agradecida la oveja.
«Él me escucha», graznó el cuervo, «cuando me siento abandonado y solo»; «El me escucha», dijo la cabra salvaje de las rocas, «cuando llega mi tiempo y vienen mis crías». Y la tórtola y la golondrina y los demás pájaros se unieron al canto: «Nosotras hacemos nuestros nidos, y nuestras casas, y habitamos sobre el altar del Señor, y dormimos bajo la sombra dé sus alas en tranquilidad y paz.»
«Y paz», replicó la noche, y un eco prolongó el sonido cuando el anunciador de la mañana cantó con gozo: «¡Abrid los portales, ensanchad los portales del mundo! El Rey de gloria se acerca.
¡Despertad! ¡Despertad, hijos de los hombres; dad alabanza y gracias al Señor, porque el Rey de gloria se acerca! »
El sol se levantó y David despertó de su trance melódico. Pero, en tanto vivió, los acordes de la armonía de la Creación permanecieron en su alma, y diariamente los recordó desde las cuerdas de su arpa. De «Leyenda de los cánticos de la noche», en el Talmud, citado en Antigüedades Bíblicas por F. A. Cox
Vers. 2. Porque Él la fundó sobre los mares. El mundo es de Jehová, porque de generación en generación lo preserva y sostiene, habiendo puesto sus fundamentos. La Providencia y la Creación son los dos sellos legales sobre el título de posesión del gran Autor de todas las cosas.
El que edificó la casa y sostiene su fundamento sin duda tiene derecho a llamarla suya. Notemos, sin embargo, sobre qué fundamentos tan inseguros están fundadas todas las cosas. Fundadas sobre los mares.
Bendito sea Dios que el cristiano tiene otro mundo al que mirar, y repone sus esperanzas sobre un fundamento más estable que el que ofrece este pobre mundo. Los que confían en las cosas del mundo edifican sobre el mar; pero nosotros hemos puesto nuestras esperanzas, por la gracia de Dios, sobre la Roca de los siglos; estamos reposando sobre la promesa de un Dios inmutable; dependemos de la constancia de un Redentor fiel.
Vers. 3. ¿Quién subirá al monte de Jehová? Es cuesta arriba para la criatura el alcanzar al Creador. ¿Dónde está el poderoso escalador de estas ingentes alturas? No es altura sólo; es gloria también. ¿Qué ojo verá al Rey en su hermosura y residirá en su palacio? C. H. S.
El ser del número de los siervos fieles y verdaderos de Cristo no es trabajo leve; es una lucha, una carrera, es una campaña de guerra continua; ayunos y velas, frío y desnudez, hambre y sed, cadenas, cárceles, peligros y aflicciones, ignominia y reproche, persecuciones, el odio del mundo y el descuido de los amigos; todo lo que llamamos duro y difícil se halla en el camino que hemos de seguir.
Un hombre no puede abandonar un deseo carnal, desprenderse de una mala compañía, abandonar el curso del pecado, entrar en una vida de virtud, vivir su religión o mantenerse firme en ella; no puede ascender la cuesta espiritual a menos que haga frente a una u otra de estas dificultades y las venza. Pero no sólo el ascender, sino permanecer donde está, como dice la palabra; continuar en su estado, ser constante en la verdad y la piedad, esto será muy difícil, y traerá más dificultades con qué luchar. Mark Frank
Vers. 4. El limpio de manos y puro de corazón. Por fuera, la santidad práctica es una marca preciosa de gracia. El lavarse con agua, como Pilato, no cuesta nada, pero el lavarse en inocencia es lo importante. Es de temer que muchos que profesan religión han pervertido la doctrina de la justificación por la fe de tal forma que tratan las buenas obras con desprecio; si es así, van a recibir eterno desprecio en aquel gran día. Es en vano hablar de experiencias internas a menos que la vida diaria esté libre de impureza, deshonestidad, violencia y opresión.
Pero «las manos limpias» no será suficiente a menos que estén unidas con «un corazón puro». La verdadera religión es una obra del corazón. Podemos lavar por fuera la copa y el plato tanto como queramos, pero si su interior es sucio, estamos sucios por completo a la vista de Dios, porque nuestros corazones son más verdaderamente nosotros mismos que nuestras manos.
Podemos perder las manos y seguir viviendo, pero no podemos perder nuestro corazón y seguir viviendo; la misma vida de nuestro ser se halla en la naturaleza interna, y de ahí la necesidad imperiosa de pureza por dentro. La suciedad en el corazón echa polvo a los ojos. C. H. S.
¿Os diré, pues, quién es un hombre moral a la vista de Dios? Es el que se inclina ante la luz divina de la regla suprema de derecho; el que es influido por la consideración rectora de Dios en todas sus acciones; el que obedece otros mandamientos espontáneamente porque ha obedecido el primero y mayor de los mandamientos: «Dame tu corazón». Su conducta no se conforma a la costumbre y la conveniencia, sino a una norma de derecho consecuente e inmutable.
Llevad a este hombre a un tribunal de justicia para que testifique y no dará falso testimonio.
Dadle un tesoro ingente para que lo guarde y no hurtará nada. Confiadle los intereses más queridos de vuestra familia o propios; estáis sobre seguro, porque tiene un principio de verdad e integridad en su seno. Es tan digno de confianza a medianoche como al mediodía; porque es un hombre moral, no porque su reputación o interés lo exige; no porque el ojo de la pública observación está fijo en él, sino porque el amor y el temor de Dios tienen un ascendente en su corazón. Ebenezer Porter
El que no ha llevado su alma a cosas vanas. Si mamamos nuestro consuelo de los pechos del mundo, se demostrará que somos hijos del mismo. ¿Satisface el mundo a éstos? Entonces tú tienes la recompensa y tu porción en esta vida; aprovéchate cuanto puedas, porque no conocerás otro gozo. C. H. S.
El que no ha llevado su alma a cosas vanas lo traduce Ario Montano «El que no ha recibido su alma en vano». ¡Oh! Cuántos hay que reciben sus almas en vano, no haciendo más uso de ellas que los cerdos, de quien el filósofo observa que sus almas son sólo para salarios a fin de que sus cuerpos no hiedan. ¿A quién no apena el pensar que algo tan escogido pueda ser empleado para un uso tan vano? George Swinnock
Ahora llegamos a las cuatro condiciones requeridas para hacer posible un ascenso: 1)
Abstinencia de obrar mal: «El que tenga las manos limpias.» 2) Abstinencia de pensar mal: «y un corazón puro». 3) El que hace el deber por el cual ha sido enviado al mundo: «El que no ha llevado su alma a cosas vanas.» Y 4) Recuerda los votos por los que está obligado a Dios: «No ha jurado con engaño.»
Y en el sentido más pleno sólo hay Uno en el cual se cumplieron estas cosas; de modo que la respuesta a la pregunta « ¿Quién subirá al monte de Jehová?» es: «Nadie ascendió a los cielos, sino el que descendió de los cielos, a saber, el Hijo del hombre, que está en el cielo» (Juan 3:13).
«Por tanto, está bien escrito» dice san Bernardo «que este Sumo Sacerdote nos conviene, porque conoce la dificultad de este ascenso al monte celestial, conoce la debilidad de los que hemos de ascender.» Lorino Y Bernarno, citado por J. M. Neale
El cielo no se gana con buenas obras y con una profesión de religión. El cristiano que obra es el hombre que permanece cuando el que simplemente se jacta de su fe cae. Los que hablan mucho de religión son con frecuencia los que menos hacen. Es en vano la profesión del que no trae cartas que testifican una vida santa. William Gurnall
Vers. 5. Él recibirá bendición... y justicia. En cuanto a nuestra propia justicia que tenemos sin El, Isaías nos dice: «Son trapos sucios»; y san Pablo, que no es sino «estiércol». Las dos son comparaciones ordinarias, pero son hechas por el mismo Espíritu Santo; con todo, aún son más ordinarias en el original, en que son tan odiosas en cuanto a la manera del trapo sucio o la clase de estiércol mencionado, que no nos atrevemos a traducirlo. La nuestra, pues, no siendo aprovechable, es mejor que la busquemos en otra parte.
El recibirá ¡a justicia, dice el profeta; y «el don de justicia», dice el apóstol (Filipenses 3:8, 9; Romanos 5:17). Es, pues, otra que nos es dada, y que recibimos, y que hemos de procurarnos.
¿Y adónde iremos en su búsqueda? Job se basta para aclarar este punto (cap. 15:15; 4:18; 25:5).
No a los cielos o las estrellas; son impuras a su vista. No a los santos, porque en ellos halla locura. No a los ángeles, porque ni en ellos halla firmeza. Ahora bien, si ninguno de éstos sirve, vemos una razón necesaria por la que Jehová ha de ser parte de este nombre: «Jehová nuestra justicia» (Jeremías 23:6). Lancelot Andrewes
Vers. 6. Tal es la generación de los que le buscan, de los que van tras tu rostro, oh Dios de Jacob.
Éstas son la regeneración; éstas están en la línea de la gracia; éstas son la simiente legítima. Con todo, sólo están buscando; de ahí que sepamos que los verdaderos buscadores son tenidos en gran estima por Dios y El anota su nombre en su registro.
Incluso el buscar tiene una influencia santificadora; ¡qué poder de consagración ha de haber en hallar y gozar el rostro y el favor del Señor! El desear la comunión con Dios es una cosa que purifica. Oh el tener hambre y sed más y más de la visión de Dios; esto va a llevarnos a purificarnos de toda inmundicia y a andar con circunspección celestial. C. H. S.
Los cristianos han de ser buscadores. Ésta es la generación de los buscadores. Toda la humanidad, si es que ha de llegar al cielo, ha de ser una generación de buscadores. El cielo es una generación de buscadores, posesores, halladores y gozadores de Dios. Pero aquí somos una generación de buscadores. Richard Sibbes
Con la palabra «tal» el Salmista borra del catálogo de los siervos de Dios a todos los israelitas falsos, que confían sólo en su circuncisión y el sacrificio de animales no tienen interés en ofrecerse ellos mismos a Dios; y, pese a ello, al 'mismo tiempo se lanzan precipitadamente dentro de la iglesia. Juan Calvino
Vers. 7. Estos últimos versículos nos revelan al gran Hombre representativo, que respondió al pleno carácter establecido, y, por tanto, por su derecho propio ascendió al monte santo de Sión.
Nuestro Señor Jesucristo pudo ascender al monte del Señor porque sus manos eran limpias, y su corazón era puro, y si nosotros por fe somos hechos conforme a su imagen, también entraremos allí. C. H. S.
Alzad, oh puertas, vuestras cabezas; y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de la gloria. En la historia del evangelio hallamos que Cristo tenía una triple morada entre los hombres. Algunos le recibían en la casa, no en el corazón, como Simón el fariseo (Lucas 7:44), el cual no le dio beso ni agua para los pies; algunos en el corazón, pero no en su casa, como el fiel centurión (Mateo 8:34); algunos en su casa y en el corazón, como Lázaro, María, Marta (Juan 3:15; Lucas 10:38). John Boys
Debido a que la puerta del corazón del hombre está cerrada a piedra y lodo, y el hombre está dormido profundamente, no oye los aldabonazos que resuenan en ella, aunque sean ruidosos, aunque sea un rey; por ello, David vuelve a llamar: «Alzad, oh puertas, vuestras cabezas. Y alzaos vosotras, puertas eternas.» «¿Por qué?, ¿a qué viene esta prisa?», dice el pecador. «¿Qué prisa?» Porque aquí hay el Rey a tus puertas; y éste no es un rey ordinario tampoco; es un Rey glorioso, que te va a honrar si le abres rápidamente para alojarle dentro, si Él toma residencia en
tu casa para vivir contigo.
Pero el alma, con todo esto, no abre, sino que se queda de pie, indecisa, como si se tratara de un enemigo en vez de un amigo que estuviera allí, y pregunta: «¿Quién es el Rey de gloria?»
¿Quién? La respuesta es: Jehová de los ejércitos; Aquel que, si no abres rápidamente y agradecido además, puede derribar tu casa sobre tu cabeza; es Jehová de los ejércitos, el Rey que tiene un poderoso ejército siempre a sus órdenes, que está dispuesto a sus mandatos. Y deberías saber quién es, para que le tengas como amigo. «Levantad, por tanto, vuestras cabezas, oh puertas.»
Abrid inmediatamente los que queráis tener a Dios como amigo y no como enemigo. Oh, ¿por qué no ha de exclamar el alma de cada pecador: «Señor, la puerta está cerrada, y Tú tienes la llave; he hecho todo lo posible, pero los muelles están herrumbrosos y no puedo dar la vuelta a la llave?»
Pero, Señor, arranca la puerta con sus goznes, lo que sea, con tal de que puedas entrar y residir aquí. Ven, oh Dios poderoso, pasa por puertas de hierro, barras de bronce, y ábrete paso con tu amor y poder. Ven, Señor, y sé bienvenido; todo lo que tengo está a tu servicio; ¡oh, haz mi alma digna de recibirte! James Janeway
Él nos ha dejado las arras del Espíritu y se ha llevado las arras de nuestra carne al cielo como garantía de todo lo que va a seguir. Tertuliano
Cristo ha ido al cielo como vencedor, atando al pecado, a Satanás, la muerte, el infierno y a todos sus enemigos a las ruedas de su carro de triunfo. No sólo ha vencido Él a sus enemigos para sí mismo, sino para todos los suyos, a quienes ha hecho más vencedores, sí, «más que vencedores,». Así como Él ha vencido, también venceremos nosotros; y como El ha ido al cielo de modo victorioso, seguiremos en triunfo. Henry Pendlebury
Esta arca, que ha salvado al mundo de la destrucción después de flotar en un diluvio de sangre, reposa en la altura del monte. Este inocente José, cuya virtud fue oprimida por la sinagoga, ha salido del calabozo para recibir una corona. Este invencible Sansón se ha llevado las puertas del infierno a cuestas y va en triunfo a las colinas eternas.
Este victorioso Josué ha pasado por el Jordán con el arca del pacto y toma posesión de la tierra de los vivos. Este Sol de justicia, que ha ido diez grados adelante, vuelve al punto del que había partido. El que fue «un gusano» cuando nació, un Cordero en su pasión y un león en su resurrección, ahora asciende como águila a los cielos, y nos anima a seguirle allí. De la Vida de Jesucristo en la gloria de James Nouet Vers.
7, 8. ¡Oh alma mía, cómo debería aumentar tu gozo y ampliar tus consuelos el que Cristo se halle ahora en la gloria! Cada visión de Cristo es gloriosa, y en cada visión debes esperar en el Señor Jesucristo para recibir algunas manifestaciones gloriosas suyas. Ven, vive a la altura de este gran misterio; mira a Cristo cuando entra en la gloria, y hallarás el mismo resplandor de la gloria en tu corazón. ¡Oh, esta visión es una visión transformadora!: «Y todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, vamos siendo transformados de gloria en gloria a la misma imagen, como por la acción del Señor, del Espíritu» (2! Corintios 3:18). Isaac
Ambrose
Vers. 7, 8. Y sabed todos los fieles y obedientes, para vuestro ánimo y consuelo, Quién es y qué calidad es la del Rey glorioso, el Señor Jesús, a quien el mundo desprecia pero vosotros honráis.
Porque El es el Dios todopoderoso, cuyo poder omnipotente preserva y defiende a su pueblo y a la iglesia, que confiando en El le ama y le sirve, contra toda la fuerza y el poder de los hombres y los demonios que dañan o intentan hacerlo o se oponen a ellos; y para derrotarlos, y frustrarlos, según nosotros su Israel, hemos hallado por experiencia, para vuestra instrucción y corroboración, que sois su pueblo en espíritu. George Abbot en Breves notas sobre el Libro de los Salmos
Vers. 7-10. Ciertamente, si cuando Dios envió al mundo a su Hijo unigénito dijo: «Adórenle todos los ángeles», mucho más ahora que «ascendió a lo alto y llevó cautiva la cautividad, le exaltó hasta lo sumo, y le otorgó el nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla». Y silos santos ángeles cantaron con júbilo su nacimiento, esto es, su entrada a un estado de humillación y fragilidad, ¡con cuánto más triunfo no le recibirían ahora, que regresaba de cumplir y perfeccionar la redención del hombre! Joseph Hall
Vers. 7-10. Cuando Jesús entró en Jerusalén tuvo lugar un triunfo aparente. Toda la ciudad estaba conmovida y preguntaba «¿Quién es éste?» Y la multitud respondía: «Es Jesús, el profeta de Nazaret»; y los mismos niños cantaban: «¡Hosanna al Hijo de David; bendito el que viene en el nombre del Señor; Hosanna en las alturas! »
¡Cuánto mayor ha de ser el triunfo de su entrada en la Jerusalén celestial! ¿No va a estar conmovida en este caso diciendo: «¿Quién es éste?» Ved a millares de ángeles en su cortejo, y millares y millares de ellos acuden para recibirle. La entrada del arca en la ciudad de David fue sólo una sombra de esto, y los acordes con que se celebró en aquella ocasión serían mucho más aplicables a ésta. Andrew Fuller
Vers. 7-10 Él solo se levantó de los muertos; solo, hasta donde puede ver el hombre, subió a los cielos. Así El demostró que es «el Señor poderoso en batalla», tan poderoso que en un solo combate, El, como nuestro campeón, nuestro David, victoriosamente arrolló a nuestro gran enemigo. Pero cuando El venga otra vez, va a mostrar que es «el Señor de los ejércitos». En vez de venir solo en silencio misterioso, como en su encarnación maravillosa, vendrá seguido de todos los ejércitos del cielo. «El Señor mi Dios vendrá, y con El todos los ejércitos del cielo.» El
Señor viene con diez mil de sus santos.» «El Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, y todos sus santos ángeles con El.» «Mil millares estarán con El, y diez mil veces diez mil van a ministrarle.»
En vez del silencio de la quieta habitación de Nazaret y el santo seno de la virgen, habrán la voz del arcángel y la trompeta de Dios que le acompañará. John Keble
Vers. 8. Los centinelas a la puerta, oyendo el cántico, miran por los pretiles y almenas y preguntan: ¿Quién es este Rey de la gloria? Una pregunta llena de significado y digna de ser meditada por toda la eternidad. ¿Quién es como persona, naturaleza, carácter, oficio y misión?
¿Cuál es su linaje? ¿ Cuál es su rango y raza?
La respuesta dada es: «Jehová el fuerte y valiente, el poderoso en batalla». Conocemos el poder de Jesús por las batallas que peleó, las victorias que ganó sobre el pecado, la muerte y el infierno, y aplaudimos al ver que lleva cautiva la cautividad en la majestad de su fuerza. ¡Oh, quién tuviera un corazón capaz de alabarle! ¡Héroe poderoso, sé coronado para siempre Rey de reyes y Señor de señores!
Vers. 9. Querido lector, es posible que digas: «Yo no podré entrar nunca en los cielos, ¡porque no tengo las manos limpias ni el corazón puro!» Mira, pues, a Cristo, el que ya ha subido al monte santo. El ha entrado como precursor de todos los que confían en El. Sigue sus pisadas y esposa en su mérito. Él cabalga triunfante al cielo, y tú también irás allí si confías en Él.
«Pero» dices- «¿cómo puedo conseguir ser lo que expresas?» El Espíritu de Dios te dará este carácter. El va a crear en ti un corazón nuevo y un espíritu recto. La fe en Jesús es la obra del Espíritu Santo, y tiene todas las virtudes envueltas en sí. La fe se halla junto a la fuente llena de sangre, y el que se lava en ella, recibe manos limpias, un corazón puro, un alma santa y una lengua veraz. C. H. S.

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