SALMO 50
Título: «Salmo de Asaf». Este es el primer Salmo de Asaf, pero no sabemos si fue la producción de este eminente músico o meramente era dedicado a él. Los títulos de doce Salmos llevan su nombre, pese a lo cual no sabemos si hemos de adscribirle la paternidad a él, porque varios de estos Salmos son de fecha demasiado tardía para haber sido compuestos por el mismo autor que los otros. C. H. S.
Vers. 3. ¡Vendrá nuestro Dios! ¡Que venga nuestro Dios! Una oración para apresurar su advenimiento, como en Apocalipsis 22:20. Pool's SINOPSIS
Un fuego consumidor hay delante de él. Como Él dio su ley en fuego, así también en fuego será requerida. John Trapp
Vers. 5. Juntadme mis santos. Id, mensajeros veloces, y separad lo precioso de lo vil. Recoged el trigo del granero celestial. Que los elegidos, por más que estén desde tiempo esparcidos, marcados por mi gracia selectiva como mis santificados, sean ahora congregados en un lugar.
No todos los que parecen santos lo son; es necesario hacer una separación; por tanto, que todos los que profesan ser santos se reúnan delante de mi trono de juicio y que oigan la Palabra que va a escudriñar y poner a prueba a todos, para que puedan ser hallados los falsos y los verdaderos revelados. C. H. S.
Recuerda esta verdad importante: que los cristianos son llamados a ser santos por el Evangelio; que vosotros sois cristianos, no ya por vuestra ortodoxia, sino por vuestra santidad; que sois santos ni un punto más allá de lo que sois santos en vuestra conducta.
El pueblo de Dios da evidencia de ser santo por su conducta piadosa. «Por sus frutos», no por sus sentimientos; no por sus labios ni por lo que hayan profesado, sino «Por sus frutos los conoceréis». El carácter de los santos es evidenciado por la consagración divina. El pueblo de Dios es llamado santo en cuanto es dedicado a Dios. El deber y privilegio de los santos es consagrarse al servicio de Dios. Incluso un filósofo pagano pudo decir: «Yo me presto al mundo, pero me entrego a los dioses.» Pero nosotros poseemos más luz y conocimiento, y por tanto
ponemos más énfasis en las obligaciones que Séneca. Condensado de J. Sibree, sermón
Las que hicieron conmigo pacto con sacrificio: ésta es la gran prueba, y algunos se han atrevido a imitarla. El pacto fue ratificado por el sacrificio de víctimas, el cortarlas y dividir las ofrendas; esto lo han hecho los justos al aceptar con fe verdadera el gran sacrificio propiciatorio, y esto, los que sólo aparentan, lo han hecho meramente en la forma externa. Que se reúnan ante el trono para hacer la prueba, y todos aquellos que han ratificado realmente el pacto por la fe en el Señor Jesús recibirán testimonio ante los mundos de ser objeto de gracia distintiva, en tanto que los formalistas se darán cuenta de que los sacrificios externos son todos en vano. ¡Oh solemne congregación, cómo se inclina en santa reverencia mi alma ante esta perspectiva!
Lo que sigue, empezando en el versículo siete, va dirigido directamente a los que profesan pertenecer al pueblo de Dios. Se dirige claramente a Israel, en primer lugar, pero es aplicable igualmente a la iglesia visible de Dios en todas las épocas. Declara la futilidad del culto externo cuando la fe espiritual está ausente y reposa meramente en las ceremonias externas.
Vers. 9. Pero no tomaré de tu casa becerros. Neciamente han soñado que los becerros con cuernos y pezuñas podían agradar al Señor, cuando en realidad El busca corazones y almas. Se han imaginado impíamente que Jehová necesita estas provisiones, y que si ellos proveen su altar de animales engordados, El estará contento. Lo que tenía por objeto su instrucción pasó a ser su confianza. No recuerdan que «obedecer es mejor que los sacrificios, y el atender, mejor que la
grosura de los carneros». C. H. S.
Vers. 11, 12. Con nuestros pensamientos secretos de merecer algo de El por nuestros actos religiosos lo que hacemos es mostrar nuestro desprecio a la suficiencia de Dios, como si Dios estuviera en deuda con nosotros, se viera obligado a algo. Como si nuestras devociones pudieran traer una bienaventuranza a Dios mayor que la que ya posee esencialmente, cuando, realmente, «nuestra bondad no pasa a El». Stephen Charnock
Vers. 12. Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti. Concepto extraño éste el de un Dios hambriento. Con todo, si una idea absurda fuera verdad, si el Señor deseara la carne, no se la pediría a los hombres. Él podría proveérsela de sus propias posesiones; no necesitaría aprovisionamiento procedente de sus criaturas. Incluso bajo la idea más burda posible de Dios, la fe en las ceremonias externas es altamente ridícula.
¿Piensan los hombres que el Señor necesita banderas y música, incienso y lino fino? Si fuera así, las estrellas levantarían su estandarte, los vientos y las olas serían su orquesta, diez mil veces diez mil flores exhalarían perfume, la nieve sería su alba, el arco iris su cinto, las nubes de luz su manto. ¡Oh necios y tardos de corazón, adoráis lo que no sabéis!
Vers. 13. ¿He de comer yo carne de toros, o he de beber sangre de machos cabríos? ¿Tan infatuados y ciegos sois pensando esto? ¿Puede el gran YO SOY tener necesidades corporales que se satisfagan tan burdamente? Los paganos tenían esta idea de sus ídolos, pero ¿os atrevéis a pensar así del que hizo los cielos y la tierra? ¿Podéis haber caído tan bajo que penséis esto de mí, oh Israel? ¡Qué vívido razonamiento es éste! ¡Cómo fulgura el resplandor del fuego en los
rostros fatuos de los que confían en las formas externas!
Oh ciegos seguidores de Roma, ¿podéis leer esto y no sentiros sacudidos? La increpación está llena de indignación; las preguntas desconciertan; la conclusión es inevitable; el corazón adora sólo lo que es aceptable al verdadero Dios. Es inconcebible creer que las cosas externas pueden satisfacerle más allá de que mediante ellas se expresan nuestra fe y nuestro amor.
Vers. 14. Ofrece a Dios sacrificio de alabanza. No mires a tus sacrificios en sí mismos como agradables a Dios, sino preséntalos como tributos de tu gratitud; es entonces que serán aceptados, pero no hasta tanto tu alma no sienta amor y agradecimiento que ofrecerle.
Vers. 15. E invócame en el día de la angustia. ¡Oh versículo bienaventurado! ¿Es éste, pues, el verdadero sacrificio? ¿Es una ofrenda, pues, el pedir limosna al cielo? Lo es. El mismo Rey lo considera así. Porque en ella se manifiesta la fe, en ella se prueba el amor; porque en la hora de peligro corremos hacia aquellos que amamos. ¿Quién dirá que los santos del Antiguo Testamento no conocían el evangelio? Su mismo espíritu y esencia se exhalan como incienso en todo este
santo Salmo.
Y tú me honrarás. Aquí vemos lo que es el verdadero ritual. Aquí leemos rúbricas inspiradas. La adoración espiritual es lo importante, lo esencial; todo lo demás fuera de ella es más bien una provocación para Dios. Como ayudas al alma, las ofrendas externas eran preciosas, pero cuando los hombres no van más allá de ellas, incluso estas cosas santificadas quedaban profanadas a la vista del cielo. C. H. S.
La oración es como el anillo que la reina Elizabeth dio al conde de Essex, ordenándole que si se hallaba en alguna situación desesperada se lo enviara y ella le socorrería. Dios manda a su pueblo que si se hallan perplejos le envíen este anillo: «Invócame en el día de la angustia; y yo te libraré y tú me honrarás.» George Swinnock
¿Quién va a pedir un pedazo de carne de venado a un guarda, si tiene acceso libre a los rebaños del amo con sólo indicar que lo desea? No suspires por otros ayudadores; confía sólo en El; confía plenamente en el uso de tales medios como los que El prescribe y facilita. Dios es celoso, no admite rivales ni permite que tú (en este caso) pongas dos cuerdas en tu arco. El que lo hace todo en todos, tiene que ser para ti el todo; del cual, y por el cual y para el cual, son todas las cosas; a El sea la alabanza para siempre (Romanos 11:36). George Gipps en un sermón
predicado en el Parlamento.
Dios retiene las cosas a los que no se las piden, no sea que reciba quien no desea (Agustín).
David tenía confianza en que por el poder de Dios podía saltar por encima de una pared; pero, no sin poner su propia fuerza y agilidad en acción. Las cosas que pedimos, hemos de esforzarnos por conseguirlas (Agustín). Thomas Adams
Aquí, empezando en el versículo dieciséis, el Señor se dirige de modo manifiesto a los malos entre su pueblo; y los tales existían incluso en los lugares más elevados de su santuario.
Si los formalistas morales han sido reprendidos, ¿cuánto más aquellos que pretenden, a pesar de su inmoralidad, participar en la comunión con el cielo? Si la falta de corazón echa a perder la adoración de los que son decentes y virtuosos, ¿cuánto más las violaciones de la ley, cometidas a las claras, corromperán los sacrificios de los malos?
Vers. 16. Pero al malo le dice Dios: ¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes? ¡Tú quebrantas abiertamente mi ley moral y, a pesar de ello, pones gran énfasis en las órdenes ceremoniales!
¿Qué tienes que ver con ellas? ¿Qué interés tienes en ellas? ¿Te atreves a enseñar mi ley a otros, y la profanas tú mismo? ¡Qué impudencia, qué desvergüenza y blasfemia es ésta! ¡Tú guardas los días santos, observas los rituales, defiendes lo externo, y desprecias, en cambio, lo importante de la ley! Guías ciegos, coláis el mosquito y tragáis el camello; vuestra hipocresía se ve escrita en vuestra frente y es manifiesta a todos. C. H. S.
«Como la nieve en verano y la lluvia al tiempo de la cosecha, así el honor no es apropiado para el necio.» ¿No lo es? No es extraño, pues, que la sabiduría divina nos requiera que nos despojemos del viejo hombre (como las serpientes mudan su piel) antes de entrar en el oficio honroso de reprender el pecado. Daniel Burges
Los malos. Por los cuales se entiende, no los pecadores francos y abiertos, sino los hombres que hacen profesión de religión, y realmente son maestros de los demás, según se ve en las siguientes reconvenciones a los mismos: los escribas, los fariseos y los doctores entre los judíos, y así Kimchi lo interpreta en el sentido de eruditos o entendidos que aprenden y enseñan la ley pero no la ponen en práctica. John Gill
¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes, y tomar mi pacto en tu boca? Os refugiáis en mi pacto y holláis mi santidad como los cerdos pisotean las perlas; ¿pensáis que puedo consentirlo?
Vuestras bocas están llenas de mentira y calumnia, y, con todo, ponéis mis palabras en ella ¡como si fueran bocados delicados para vosotros! ¡Qué terrible mal es el que se hace en este día cuando los hombres que explican las doctrinas desprecian los preceptos! Hacen de la gracia una cobertura para el pecado, e incluso se consideran sanos en la fe, cuando su vida es podredumbre.
Necesitamos la gracia de las doctrinas tanto como las doctrinas de la gracia, y sin ella un apóstol no es más que un Judas, y un profesor elocuente es un enemigo redomado de la cruz de Cristo. C. H. S.
Observa lo que sigue, y lo que significa queda expuesto: Pero tú aborreces la corrección. Como si Dios dijera: «Tú, malvado, que no quieres ser reformado, que proteges tu pecado y lo aprietas junto a tu pecho, rehusando cambiar y odiando reformarte, ¿qué tienes que ver con mi pacto?
Suelta las manos, que lo ensucias. El que está decidido a retener su pecado echa mano del pacto inútilmente, o bien finge sostenerlo pero no tiene contacto con él. ¡Ay de vosotros que pedís misericordia pero descuidáis el deber! Joseph Caryl
Cuando un ministro no hace lo que enseña, esto lo convierte en una persona ruin y despreciable; es más, lo pone en ridículo como el farmacéutico de Luciano, que tenía medicinas en su tienda para curar la tos, y las ofrecía a otros, pero él tosía sin parar. William Fenner
Vers. 17. Pero tú aborreces la corrección. Los que profesan y enseñan pero viven como profanos, muchas veces son demasiado sabios para aprender, demasiado ciegos en su orgullo para ser enseñados por Dios.
Y echas a tu espalda mis palabras. Despreciándolas, echándolas como inútiles fuera de la vista, como perniciosas. Muchos que se glorían en la ley, hacen esto de modo práctico; y en estos días en que hay quienes escogen esto y aquello en la Palabra de Dios, no pueden tolerar la parte práctica de las Escrituras; sienten aversión al deber, aborrecen la responsabilidad, arrancan los textos de su significado obvio, desgajan las Escrituras, para su propia destrucción. Es un mal
signo cuando un hombre no se atreve a mirar a las Escrituras a la cara y, dando evidencia de impudicia, trata de darles significados menos condenatorios para sus pecados, y se esfuerza en probar que sus demandas no son tan abarcativas, después de todo. C. H. S.
Vers. 18. Si ves a un ladrón, tú te vas enseguida con él. Esto era literalmente verdad de los escribas y fariseos; devoraban las casas de las viudas y robaban sus haciendas con el pretexto de hacer largas oraciones; consintieron en los hechos de Barrabás, un ladrón, a quien prefirieron a Jesucristo; y se juntaron con los ladrones de la cruz para vilipendiarle; y, en el sentido espiritual, robaron la Palabra del Señor, cada uno, de su prójimo; quitaron la ley del conocimiento del
pueblo y pusieron falsas glosas sobre los escritos sagrados. John Gill
Y con los adúlteros alternas ¡De qué modo tan simple declara esto que sin la santidad ningún hombre verá al Señor! No hay cantidad de ceremonial ni precisión teológica que pueda cubrir la falta de honradez y la fornicación; estas inmundicias han de ser purificadas de nosotros por la sangre de Jesús, pues de lo contrario encenderán un fuego en la ira de Dios que va a arder hasta el infierno.
Vers. 19. Das suelta a tu boca para el mal. Los pecados contra el noveno mandamiento son mencionados aquí. El hombre que se entrega al hábito de calumniar es un hipócrita vil si se asocia con el pueblo de Dios. La salud del hombre es fácilmente juzgada por su lengua. Una lengua sucia, un corazón sucio. Algunos calumnian casi con tanta frecuencia como respiran, y, no obstante, son sostenedores de la iglesia y muy escrupulosos con la santidad. ¿Hasta qué
profundidades del mal no irán los que se deleitan en esparcirlo con su lengua?
Tu lengua trama engaños. Esta es una forma más decidida de calumnia, en que el hombre elabora métodos de difamación. Hay ingenio para la calumnia en algunos, y, ¡ay!, incluso hay algunos que se creen seguidores del Señor Jesús. Fabrican falsedades, las tejen en su propio telar, les dan forma en su yunque y ponen a la venta su mercancía.
¿Son éstos aceptos para Dios? Aunque pongan su riqueza sobre el altar y hablen elocuentemente de la verdad y la salvación, ¿puede serles Dios favorable? Si así lo creyéramos estaríamos blasfemando contra el santo Dios. Ante su vista son corrupción, hedor a sus narices. El echará a todos los mentirosos en el infierno. Que prediquen, oren y sacrifiquen cuanto quieran; hasta que se vuelvan veraces, el Dios de la verdad los detesta hasta lo sumo.
Vers. 20. Hablas contra tu hermano. El calumniador no hace caso de los lazos de parentesco.
Apuñala a su hermano a escondidas y se envuelve en el vestido de la hipocresía, soñando que es un favorito del cielo.
¿No hay monstruos así hoy en día? ¡Ay!, Contaminan nuestras iglesias todavía, y son raíces de amargura, manchas en nuestras solemnidades, estrellas errantes, para quienes está reservada la negrura de la noche para siempre.
Quizás algunos que lean estas líneas lo son, por más que las lean en vano; sus ojos están demasiado oscurecidos para ver su propia condición, su corazón engrosado, sus oídos romos para oír; han sido entregados a un engaño, para que crean la mentira, y sean así condenados.
Vers. 21. ¿Pensabas que de cierto sería yo como tú? La inferencia que sacamos de la paciencia del Señor es infamante; el culpable, en espera, pensaba que su Juez pertenecía a su mismo orden.
El ofrecía sacrificios y los creía aceptados; seguía en el pecado y no había castigo y por ello se decía: «¿Por qué creer en estos profetas demenciales?
A Dios no le importa cómo vivimos con tal de que paguemos los diezmos. Él no considera la rapiña si se le ofrecen becerros en el altar.» ¿Qué es lo que no se imaginarán los hombres respecto al Señor? Hubo un tiempo en que hicieron de un becerro la gloria de Israel, y de nuevo se han embrutecido. C. H. S.
Tales son la ceguera y corrupción de nuestra naturaleza, que nuestros pensamientos de El se hallan deformados hasta que por el ojo de la fe vemos su rostro en el cristal de la Palabra; y, por ello, algunos afirman que todos los hombres hijos de Adán (con la excepción de Cristo) son por naturaleza ateos; porque al mismo tiempo que reconocen a Dios, niegan su poder, presencia y
justicia, y sólo le dejan ser lo que a ellos les agrada.
En realidad, es natural que cada hombre desee acomodar sus deseos carnales a un concepto tal de Dios que le sea favorable y cómodo. Dios nos dice: «¿Pensabas que de cierto sería yo como tú?»
Los pecadores hacen con Dios como los etíopes coptos con los ángeles, a quienes en sus cuadros los pintan caras negras para que se parezcan a ellos. William Gurnall
Esto hacen los hombres cuando ruegan sobre pecados pequeños, veniales, tales que Dios no va a considerar dignos de nota; y como ellos piensan que es así, por tanto Dios ha de pensar lo mismo. El hombre, con un orgullo descomunal, quisiera encaramarse al trono del Todopoderoso y establecer una contradicción con la voluntad de Dios, al poner su propia voluntad y no la de Dios como la regla y escuadra de sus acciones. Este principio comenzó en el Paraíso cuando Adán no quiso atenerse a la voluntad revelada de Dios para él, sino que obró por su propia
cuenta y con ello quiso ser como Dios. Stephen Charnock
Y las pondré delante de tus ojos; como si dijera: «Tú pensaste que todos tus pecados estaban desparramados y dispersos; que no podía hallarse ningún pecado; que no podían ser juntados; pero yo te aseguro que los ordenaré como soldados de un ejército, los pondré en hileras delante de tus ojos, y verás cómo no puedes contemplar -no ya contender con- una hueste semejante.»
Si un ejército de terrores divinos es tan espantoso, ¿qué será un ejército de pecados negros, infernales, cuando Dios traerá regimientos de ellos contra ti -aquí un regimiento de palabras profanas, otro de mentiras, otro de tratos falsos; aquí una tropa de acciones impuras; allá una legión de pensamientos impíos-, luchando todos a la vez contra tu vida y tu paz perdurable? Joseph Caryl
Los ateos se mofan de las Escrituras que nos dicen que tendremos que dar cuenta de todos nuestros actos, pero Dios hará que hallen la verdad en el día en que se pasarán cuentas. Es tan fácil para El hacer que sus mentes olvidadizas recuerden, como crear la mente en ellos. Cuando El aplique su registro a sus espíritus olvidadizos, se acordarán de todos sus pecados olvidados.
Cuando el impresor prensa los moldes contra el papel limpio, el papel registra cada una de las letras; del mismo modo, cuando Dios estampe nuestras mentes con su registro, verán todos sus pecados anteriores ante sus ojos. La mano ya escribía en la pared contra Belsasar, mientras estaba pecando, aunque él no la vio hasta que la copa quedó llena; así también los malvados; sus pecados son contados y sopesados, y no los ven hasta que llega el momento del terrible despertar. William Struther
Vers. 22. Entended ahora esto, los que os olvidáis de Dios, etc. ¿Qué hay menor que un grano de arena? Pero cuando lo multiplicas, ¿qué hay más pesado que las arenas del mar? Una suma pequeña, multiplicada, se incrementa; lo mismo un pecado pequeño del que no nos hemos arrepentido nos condena, como una vía de agua en el barco, aunque sea pequeña, si no se obtura, será bastante para que perezcamos ahogados. Thomas Watson
Vers. 23. El que ofrece sacrificios de alabanza me glorifica. La acción de gracias es una obra que ensalza a Dios. Aunque no hay nada que pueda añadir un codo a la gloria esencial de Dios, con todo, la alabanza le ensalza a la vista de los demás. Thomas Watson
Lo que sigue, empezando en el versículo siete, va dirigido directamente a los que profesan pertenecer al pueblo de Dios. Se dirige claramente a Israel, en primer lugar, pero es aplicable igualmente a la iglesia visible de Dios en todas las épocas. Declara la futilidad del culto externo cuando la fe espiritual está ausente y reposa meramente en las ceremonias externas.
Vers. 9. Pero no tomaré de tu casa becerros. Neciamente han soñado que los becerros con cuernos y pezuñas podían agradar al Señor, cuando en realidad El busca corazones y almas. Se han imaginado impíamente que Jehová necesita estas provisiones, y que si ellos proveen su altar de animales engordados, El estará contento. Lo que tenía por objeto su instrucción pasó a ser su confianza. No recuerdan que «obedecer es mejor que los sacrificios, y el atender, mejor que la
grosura de los carneros». C. H. S.
Vers. 11, 12. Con nuestros pensamientos secretos de merecer algo de El por nuestros actos religiosos lo que hacemos es mostrar nuestro desprecio a la suficiencia de Dios, como si Dios estuviera en deuda con nosotros, se viera obligado a algo. Como si nuestras devociones pudieran traer una bienaventuranza a Dios mayor que la que ya posee esencialmente, cuando, realmente, «nuestra bondad no pasa a El». Stephen Charnock
Vers. 12. Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti. Concepto extraño éste el de un Dios hambriento. Con todo, si una idea absurda fuera verdad, si el Señor deseara la carne, no se la pediría a los hombres. Él podría proveérsela de sus propias posesiones; no necesitaría aprovisionamiento procedente de sus criaturas. Incluso bajo la idea más burda posible de Dios, la fe en las ceremonias externas es altamente ridícula.
¿Piensan los hombres que el Señor necesita banderas y música, incienso y lino fino? Si fuera así, las estrellas levantarían su estandarte, los vientos y las olas serían su orquesta, diez mil veces diez mil flores exhalarían perfume, la nieve sería su alba, el arco iris su cinto, las nubes de luz su manto. ¡Oh necios y tardos de corazón, adoráis lo que no sabéis!
Vers. 13. ¿He de comer yo carne de toros, o he de beber sangre de machos cabríos? ¿Tan infatuados y ciegos sois pensando esto? ¿Puede el gran YO SOY tener necesidades corporales que se satisfagan tan burdamente? Los paganos tenían esta idea de sus ídolos, pero ¿os atrevéis a pensar así del que hizo los cielos y la tierra? ¿Podéis haber caído tan bajo que penséis esto de mí, oh Israel? ¡Qué vívido razonamiento es éste! ¡Cómo fulgura el resplandor del fuego en los
rostros fatuos de los que confían en las formas externas!
Oh ciegos seguidores de Roma, ¿podéis leer esto y no sentiros sacudidos? La increpación está llena de indignación; las preguntas desconciertan; la conclusión es inevitable; el corazón adora sólo lo que es aceptable al verdadero Dios. Es inconcebible creer que las cosas externas pueden satisfacerle más allá de que mediante ellas se expresan nuestra fe y nuestro amor.
Vers. 14. Ofrece a Dios sacrificio de alabanza. No mires a tus sacrificios en sí mismos como agradables a Dios, sino preséntalos como tributos de tu gratitud; es entonces que serán aceptados, pero no hasta tanto tu alma no sienta amor y agradecimiento que ofrecerle.
Vers. 15. E invócame en el día de la angustia. ¡Oh versículo bienaventurado! ¿Es éste, pues, el verdadero sacrificio? ¿Es una ofrenda, pues, el pedir limosna al cielo? Lo es. El mismo Rey lo considera así. Porque en ella se manifiesta la fe, en ella se prueba el amor; porque en la hora de peligro corremos hacia aquellos que amamos. ¿Quién dirá que los santos del Antiguo Testamento no conocían el evangelio? Su mismo espíritu y esencia se exhalan como incienso en todo este
santo Salmo.
Y tú me honrarás. Aquí vemos lo que es el verdadero ritual. Aquí leemos rúbricas inspiradas. La adoración espiritual es lo importante, lo esencial; todo lo demás fuera de ella es más bien una provocación para Dios. Como ayudas al alma, las ofrendas externas eran preciosas, pero cuando los hombres no van más allá de ellas, incluso estas cosas santificadas quedaban profanadas a la vista del cielo. C. H. S.
La oración es como el anillo que la reina Elizabeth dio al conde de Essex, ordenándole que si se hallaba en alguna situación desesperada se lo enviara y ella le socorrería. Dios manda a su pueblo que si se hallan perplejos le envíen este anillo: «Invócame en el día de la angustia; y yo te libraré y tú me honrarás.» George Swinnock
¿Quién va a pedir un pedazo de carne de venado a un guarda, si tiene acceso libre a los rebaños del amo con sólo indicar que lo desea? No suspires por otros ayudadores; confía sólo en El; confía plenamente en el uso de tales medios como los que El prescribe y facilita. Dios es celoso, no admite rivales ni permite que tú (en este caso) pongas dos cuerdas en tu arco. El que lo hace todo en todos, tiene que ser para ti el todo; del cual, y por el cual y para el cual, son todas las cosas; a El sea la alabanza para siempre (Romanos 11:36). George Gipps en un sermón
predicado en el Parlamento.
Dios retiene las cosas a los que no se las piden, no sea que reciba quien no desea (Agustín).
David tenía confianza en que por el poder de Dios podía saltar por encima de una pared; pero, no sin poner su propia fuerza y agilidad en acción. Las cosas que pedimos, hemos de esforzarnos por conseguirlas (Agustín). Thomas Adams
Aquí, empezando en el versículo dieciséis, el Señor se dirige de modo manifiesto a los malos entre su pueblo; y los tales existían incluso en los lugares más elevados de su santuario.
Si los formalistas morales han sido reprendidos, ¿cuánto más aquellos que pretenden, a pesar de su inmoralidad, participar en la comunión con el cielo? Si la falta de corazón echa a perder la adoración de los que son decentes y virtuosos, ¿cuánto más las violaciones de la ley, cometidas a las claras, corromperán los sacrificios de los malos?
Vers. 16. Pero al malo le dice Dios: ¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes? ¡Tú quebrantas abiertamente mi ley moral y, a pesar de ello, pones gran énfasis en las órdenes ceremoniales!
¿Qué tienes que ver con ellas? ¿Qué interés tienes en ellas? ¿Te atreves a enseñar mi ley a otros, y la profanas tú mismo? ¡Qué impudencia, qué desvergüenza y blasfemia es ésta! ¡Tú guardas los días santos, observas los rituales, defiendes lo externo, y desprecias, en cambio, lo importante de la ley! Guías ciegos, coláis el mosquito y tragáis el camello; vuestra hipocresía se ve escrita en vuestra frente y es manifiesta a todos. C. H. S.
«Como la nieve en verano y la lluvia al tiempo de la cosecha, así el honor no es apropiado para el necio.» ¿No lo es? No es extraño, pues, que la sabiduría divina nos requiera que nos despojemos del viejo hombre (como las serpientes mudan su piel) antes de entrar en el oficio honroso de reprender el pecado. Daniel Burges
Los malos. Por los cuales se entiende, no los pecadores francos y abiertos, sino los hombres que hacen profesión de religión, y realmente son maestros de los demás, según se ve en las siguientes reconvenciones a los mismos: los escribas, los fariseos y los doctores entre los judíos, y así Kimchi lo interpreta en el sentido de eruditos o entendidos que aprenden y enseñan la ley pero no la ponen en práctica. John Gill
¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes, y tomar mi pacto en tu boca? Os refugiáis en mi pacto y holláis mi santidad como los cerdos pisotean las perlas; ¿pensáis que puedo consentirlo?
Vuestras bocas están llenas de mentira y calumnia, y, con todo, ponéis mis palabras en ella ¡como si fueran bocados delicados para vosotros! ¡Qué terrible mal es el que se hace en este día cuando los hombres que explican las doctrinas desprecian los preceptos! Hacen de la gracia una cobertura para el pecado, e incluso se consideran sanos en la fe, cuando su vida es podredumbre.
Necesitamos la gracia de las doctrinas tanto como las doctrinas de la gracia, y sin ella un apóstol no es más que un Judas, y un profesor elocuente es un enemigo redomado de la cruz de Cristo. C. H. S.
Observa lo que sigue, y lo que significa queda expuesto: Pero tú aborreces la corrección. Como si Dios dijera: «Tú, malvado, que no quieres ser reformado, que proteges tu pecado y lo aprietas junto a tu pecho, rehusando cambiar y odiando reformarte, ¿qué tienes que ver con mi pacto?
Suelta las manos, que lo ensucias. El que está decidido a retener su pecado echa mano del pacto inútilmente, o bien finge sostenerlo pero no tiene contacto con él. ¡Ay de vosotros que pedís misericordia pero descuidáis el deber! Joseph Caryl
Cuando un ministro no hace lo que enseña, esto lo convierte en una persona ruin y despreciable; es más, lo pone en ridículo como el farmacéutico de Luciano, que tenía medicinas en su tienda para curar la tos, y las ofrecía a otros, pero él tosía sin parar. William Fenner
Vers. 17. Pero tú aborreces la corrección. Los que profesan y enseñan pero viven como profanos, muchas veces son demasiado sabios para aprender, demasiado ciegos en su orgullo para ser enseñados por Dios.
Y echas a tu espalda mis palabras. Despreciándolas, echándolas como inútiles fuera de la vista, como perniciosas. Muchos que se glorían en la ley, hacen esto de modo práctico; y en estos días en que hay quienes escogen esto y aquello en la Palabra de Dios, no pueden tolerar la parte práctica de las Escrituras; sienten aversión al deber, aborrecen la responsabilidad, arrancan los textos de su significado obvio, desgajan las Escrituras, para su propia destrucción. Es un mal
signo cuando un hombre no se atreve a mirar a las Escrituras a la cara y, dando evidencia de impudicia, trata de darles significados menos condenatorios para sus pecados, y se esfuerza en probar que sus demandas no son tan abarcativas, después de todo. C. H. S.
Vers. 18. Si ves a un ladrón, tú te vas enseguida con él. Esto era literalmente verdad de los escribas y fariseos; devoraban las casas de las viudas y robaban sus haciendas con el pretexto de hacer largas oraciones; consintieron en los hechos de Barrabás, un ladrón, a quien prefirieron a Jesucristo; y se juntaron con los ladrones de la cruz para vilipendiarle; y, en el sentido espiritual, robaron la Palabra del Señor, cada uno, de su prójimo; quitaron la ley del conocimiento del
pueblo y pusieron falsas glosas sobre los escritos sagrados. John Gill
Y con los adúlteros alternas ¡De qué modo tan simple declara esto que sin la santidad ningún hombre verá al Señor! No hay cantidad de ceremonial ni precisión teológica que pueda cubrir la falta de honradez y la fornicación; estas inmundicias han de ser purificadas de nosotros por la sangre de Jesús, pues de lo contrario encenderán un fuego en la ira de Dios que va a arder hasta el infierno.
Vers. 19. Das suelta a tu boca para el mal. Los pecados contra el noveno mandamiento son mencionados aquí. El hombre que se entrega al hábito de calumniar es un hipócrita vil si se asocia con el pueblo de Dios. La salud del hombre es fácilmente juzgada por su lengua. Una lengua sucia, un corazón sucio. Algunos calumnian casi con tanta frecuencia como respiran, y, no obstante, son sostenedores de la iglesia y muy escrupulosos con la santidad. ¿Hasta qué
profundidades del mal no irán los que se deleitan en esparcirlo con su lengua?
Tu lengua trama engaños. Esta es una forma más decidida de calumnia, en que el hombre elabora métodos de difamación. Hay ingenio para la calumnia en algunos, y, ¡ay!, incluso hay algunos que se creen seguidores del Señor Jesús. Fabrican falsedades, las tejen en su propio telar, les dan forma en su yunque y ponen a la venta su mercancía.
¿Son éstos aceptos para Dios? Aunque pongan su riqueza sobre el altar y hablen elocuentemente de la verdad y la salvación, ¿puede serles Dios favorable? Si así lo creyéramos estaríamos blasfemando contra el santo Dios. Ante su vista son corrupción, hedor a sus narices. El echará a todos los mentirosos en el infierno. Que prediquen, oren y sacrifiquen cuanto quieran; hasta que se vuelvan veraces, el Dios de la verdad los detesta hasta lo sumo.
Vers. 20. Hablas contra tu hermano. El calumniador no hace caso de los lazos de parentesco.
Apuñala a su hermano a escondidas y se envuelve en el vestido de la hipocresía, soñando que es un favorito del cielo.
¿No hay monstruos así hoy en día? ¡Ay!, Contaminan nuestras iglesias todavía, y son raíces de amargura, manchas en nuestras solemnidades, estrellas errantes, para quienes está reservada la negrura de la noche para siempre.
Quizás algunos que lean estas líneas lo son, por más que las lean en vano; sus ojos están demasiado oscurecidos para ver su propia condición, su corazón engrosado, sus oídos romos para oír; han sido entregados a un engaño, para que crean la mentira, y sean así condenados.
Vers. 21. ¿Pensabas que de cierto sería yo como tú? La inferencia que sacamos de la paciencia del Señor es infamante; el culpable, en espera, pensaba que su Juez pertenecía a su mismo orden.
El ofrecía sacrificios y los creía aceptados; seguía en el pecado y no había castigo y por ello se decía: «¿Por qué creer en estos profetas demenciales?
A Dios no le importa cómo vivimos con tal de que paguemos los diezmos. Él no considera la rapiña si se le ofrecen becerros en el altar.» ¿Qué es lo que no se imaginarán los hombres respecto al Señor? Hubo un tiempo en que hicieron de un becerro la gloria de Israel, y de nuevo se han embrutecido. C. H. S.
Tales son la ceguera y corrupción de nuestra naturaleza, que nuestros pensamientos de El se hallan deformados hasta que por el ojo de la fe vemos su rostro en el cristal de la Palabra; y, por ello, algunos afirman que todos los hombres hijos de Adán (con la excepción de Cristo) son por naturaleza ateos; porque al mismo tiempo que reconocen a Dios, niegan su poder, presencia y
justicia, y sólo le dejan ser lo que a ellos les agrada.
En realidad, es natural que cada hombre desee acomodar sus deseos carnales a un concepto tal de Dios que le sea favorable y cómodo. Dios nos dice: «¿Pensabas que de cierto sería yo como tú?»
Los pecadores hacen con Dios como los etíopes coptos con los ángeles, a quienes en sus cuadros los pintan caras negras para que se parezcan a ellos. William Gurnall
Esto hacen los hombres cuando ruegan sobre pecados pequeños, veniales, tales que Dios no va a considerar dignos de nota; y como ellos piensan que es así, por tanto Dios ha de pensar lo mismo. El hombre, con un orgullo descomunal, quisiera encaramarse al trono del Todopoderoso y establecer una contradicción con la voluntad de Dios, al poner su propia voluntad y no la de Dios como la regla y escuadra de sus acciones. Este principio comenzó en el Paraíso cuando Adán no quiso atenerse a la voluntad revelada de Dios para él, sino que obró por su propia
cuenta y con ello quiso ser como Dios. Stephen Charnock
Y las pondré delante de tus ojos; como si dijera: «Tú pensaste que todos tus pecados estaban desparramados y dispersos; que no podía hallarse ningún pecado; que no podían ser juntados; pero yo te aseguro que los ordenaré como soldados de un ejército, los pondré en hileras delante de tus ojos, y verás cómo no puedes contemplar -no ya contender con- una hueste semejante.»
Si un ejército de terrores divinos es tan espantoso, ¿qué será un ejército de pecados negros, infernales, cuando Dios traerá regimientos de ellos contra ti -aquí un regimiento de palabras profanas, otro de mentiras, otro de tratos falsos; aquí una tropa de acciones impuras; allá una legión de pensamientos impíos-, luchando todos a la vez contra tu vida y tu paz perdurable? Joseph Caryl
Los ateos se mofan de las Escrituras que nos dicen que tendremos que dar cuenta de todos nuestros actos, pero Dios hará que hallen la verdad en el día en que se pasarán cuentas. Es tan fácil para El hacer que sus mentes olvidadizas recuerden, como crear la mente en ellos. Cuando El aplique su registro a sus espíritus olvidadizos, se acordarán de todos sus pecados olvidados.
Cuando el impresor prensa los moldes contra el papel limpio, el papel registra cada una de las letras; del mismo modo, cuando Dios estampe nuestras mentes con su registro, verán todos sus pecados anteriores ante sus ojos. La mano ya escribía en la pared contra Belsasar, mientras estaba pecando, aunque él no la vio hasta que la copa quedó llena; así también los malvados; sus pecados son contados y sopesados, y no los ven hasta que llega el momento del terrible despertar. William Struther
Vers. 22. Entended ahora esto, los que os olvidáis de Dios, etc. ¿Qué hay menor que un grano de arena? Pero cuando lo multiplicas, ¿qué hay más pesado que las arenas del mar? Una suma pequeña, multiplicada, se incrementa; lo mismo un pecado pequeño del que no nos hemos arrepentido nos condena, como una vía de agua en el barco, aunque sea pequeña, si no se obtura, será bastante para que perezcamos ahogados. Thomas Watson
Vers. 23. El que ofrece sacrificios de alabanza me glorifica. La acción de gracias es una obra que ensalza a Dios. Aunque no hay nada que pueda añadir un codo a la gloria esencial de Dios, con todo, la alabanza le ensalza a la vista de los demás. Thomas Watson
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