viernes, 13 de enero de 2017
La oración contestada
La oración contestada
Leer | Mateo 7.7-11
Nuestro Padre celestial nos manda a orar siempre (1 Ts 5.17). Y promete que si pedimos, recibiremos (Lc 11.9). Sin embargo, ¿cuántas veces la respuesta a nuestras peticiones ha sido el silencio?
El Señor no nos diría que oremos si no va a responder nuestras oraciones. De hecho, Él dice que cualquier padre que ama a sus hijos les da lo que necesitan y lo que es bueno (vv. 11-13). Y Él, como nuestro Padre celestial, nos dará mucho más. Pero si queremos que Dios nos responda, tenemos que cumplir con tres condiciones importantes.
Primero, debemos tener una relación correcta con Jesucristo, poniendo nuestra fe en Él como Salvador. Pero algunas personas eligen vivir haciendo cosas malas aun después de la salvación. La Biblia dice: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Sal 66.18). Esto no significa que nunca podemos cometer un error —Dios entiende nuestra fragilidad. Pero sí que debemos arrepentirnos de todo pecado conocido, y evitar seguir en él.
Segundo, debemos pedir lo que es correcto. La Sagrada Escritura nos recuerda que debemos pedir conforme a la voluntad de Dios (1 Jn 5.14). Eso significa que podemos expresarle nuestras esperanzas y deseos, pero sometiéndonos a lo que Él considere mejor. Con el tiempo, nuestros anhelos pueden perder su atractivo o poner a prueba lo que hay en nuestro espíritu.
Tercero, debemos orar por cosas específicas y con confianza. Cuando hacemos peticiones que armonizan con la voluntad de Dios, podemos tener la seguridad de que Él responderá.
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