Cómo hacer frente a la impotencia
Leer | 2 Crónicas 20.1-4
¿Se ha sentido usted alguna vez totalmente impotente? ¿Puede recordar cuando enfrentó una situación o emergencia en la que se vio completamente impotente? Esta es una experiencia seria para cualquier persona. Aun a las personas que dicen depender de Dios en todo, les gusta sentirse como si tuvieran un poco de control sobre sus circunstancias.
Josafat enfrentó un momento así. En los versículos de hoy, el buen rey se vio confrontado con noticias peligrosas: tres ejércitos diferentes habían unido sus fuerzas para destruir a Israel. Mientras escuchaba el informe, “una gran multitud” de los atacantes ya estaba en camino (v. 2).
¿Cuál fue la respuesta del rey? El versículo 3 nos dice que “tuvo temor”. Sin embargo, supo exactamente qué hacer. La Biblia no dice: “Josafat tuvo temor y huyó”, o “Josafat tuvo temor, pero se lanzó a la batalla”. No, la Biblia nos dice que “Josafat tuvo miedo y se dispuso a buscar al Señor (LBLA) (énfasis añadido).
Esa fue la respuesta perfecta a una situación de impotencia. El rey sabía que este no era, ni el momento de rendirse, ni tampoco el de tomar acción motivado por el temor. En vez de eso, hizo lo único que podía hacer: oró. Y, además, pidió que los demás también oraran. De repente, toda la situación cambió, porque Dios había sido invitado a actuar en una situación de impotencia.
Cuando nos sintamos impotentes, lo primero que debe salir de nuestra boca debe ser: “Padre celestial”. A partir de ese momento, la impotencia ya no es un problema, porque Dios nos dará lo que necesitemos.
viernes, 30 de junio de 2017
Cómo hacer frente a la impotencia
jueves, 29 de junio de 2017
De pie ante la puerta abierta
De pie ante la puerta abierta
Leer | 2 Corintios 2.12, 13
En el pasaje de hoy, Pablo escribió acerca de puertas abiertas; utilizó esa figura retórica para dar a entender que se nos presentan grandes oportunidades para predicar el evangelio. Esas “puertas” eran importantes porque las limitaciones físicas, tecnológicas y geográficas obstaculizaban su trabajo considerablemente.
Piense nada más en cuán diferentes son los esfuerzos de evangelización hoy. Estamos viviendo en el momento más oportuno para alcanzar al mundo entero para el Señor Jesús. Tenemos la tecnología para penetrar en todos los países y culturas.
En momentos como éste, debemos preguntarnos qué lugar ocupamos en el plan de Dios. Puede haber todo tipo de razones por las que nos consideremos incompetentes, pero ya es hora de que dejemos las excusas. Todos podemos leer y estudiar la Biblia, y hablar de ella con los demás. Si usted ha puesto su fe en el Salvador Jesucristo, entonces ha recibido de Él la vida eterna, y en usted mora su Santo Espíritu. Por tanto, debe ser capaz de hablar de Él.
Este es el momento de alcanzar al mundo entero con el Evangelio de Jesucristo. Ya no podemos seguir pensando en términos de “mi lugar de trabajo”, “mi ciudad”, o “mi país”; todo el mundo importa. Comencemos en donde vivimos, pero sin detenernos hasta que hayamos alcanzado hasta lo último de la Tierra.
Jesús murió para redimir a los hombres de toda tribu, lengua y nación. No se descalifique ni se excluya. Puede pasar por las puertas que Dios ha puesto delante de usted, y tener un papel importante llegando al mundo con las buenas nuevas de Cristo.
miércoles, 28 de junio de 2017
Porque Él vino, debemos ir
Porque Él vino, debemos ir
Leer | Juan 20.19-23
¿Puede usted imaginar la impresión de los discípulos cuando Jesús se les apareció? Después de días de estar escondidos, temiendo por sus vidas y lamentando la pérdida de su Maestro, los seguidores de Cristo quedaron atónitos al verlo de pie ante ellos en una habitación que estaba cerrada con llave.
Como si el impacto que les causó su aparición no hubiese sido suficiente, les hizo la siguiente declaración: “Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Jn 20.21). El peso de esas palabras debió haberles parecido abrumador. Después de años de escuchar a Jesús hablar de su propósito divino, ahora los discípulos recibían un encargo semejante. Así como el Padre había enviado a Jesús, Él los estaba enviando ahora al mundo para extender el evangelio, sanar a los enfermos, servir a los necesitados y glorificar al Padre celestial.
Muchos cristianos leen este pasaje, y piensan: “Me alegro de no haber estado allí para recibir esa “orden de movilización”. Pero ¿sabe una cosa? Sí estaba. Esa habitación no albergaba solo a los once apóstoles restantes. Lucas 24.33 dice que otros seguidores “estaban con ellos”. De modo que, cuando Jesús dijo en Juan 20.21: “Así también yo os envío”, estaba hablando a todo el cuerpo de creyentes.
El mandato de Jesús de hacer discípulos “de todas las naciones” (Mt 28.19) es una tarea demasiado grande para un puñado de personas. Es un llamado para que cada creyente, de cada país y en cada generación, acepte la misión nuevamente. Cristo le está enviando a algún lugar con un propósito. ¿Está listo para ir?
martes, 27 de junio de 2017
Equipados para hacer su voluntad
Equipados para hacer su voluntad
Leer | Romanos 6.1-7
He conocido a personas que saben que Dios las ha llamado a hacer algo, pero están tan enfocadas en lo que piensan en cuanto a sus capacidades, que siguen diciéndole: “Es que no puedo”. ¿Sabía usted que esa es una forma de rebelión? Es decirle al Señor que no es lo suficientemente poderoso como para equiparlas, y que el cumplimiento de su voluntad depende de las capacidades naturales de cada persona.
Al ser llamado a sacar a los israelitas de la esclavitud, Moisés se quejó de que él no era la persona adecuada para la tarea con la excusa de que no sabía hablar bien (Éx 4.10). La respuesta de Dios enfatiza que Él no solo era más que capaz de equipar a su líder escogido, sino que también lograría sus propósitos con o sin Moisés.
Es el Señor quien nos da la capacidad de vivir dentro de su voluntad. Dios ha prometido que si le creemos y seguimos adelante en obediencia, nos mostrará lo que quiere que hagamos, y después nos capacitará para hacerlo. Filipenses 2.13 dice: “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. No hay nada que temer; usted nunca tendrá que hacer algo para Dios para lo cual Él no le haya equipado. Nuestro Padre celestial se ha comprometido a equipar a sus hijos para que hagan lo que les pida.
Como seguidor de Cristo, usted tiene la responsabilidad personal de decir “sí” cuando Dios le llame, y permitir que Él logre sus propósitos por medio de usted. Dios no le defraudará. Ver cómo trabaja en su vida fortalecerá su fe e impulsará el proceso de conformarle a la imagen de Cristo.
sábado, 24 de junio de 2017
La verdad que nos hace libres
La verdad que nos hace libres
Leer | Juan 8.25-32
Dios desea lo mejor para cada uno de sus hijos, pero a veces quedamos atrapados por hábitos, conceptos y sentimientos negativos que interfieren con sus planes para nosotros. Pero el Señor Jesús nos ofrece una salida. Si continuamos en su Palabra, conoceremos la verdad que nos hace libre de todo lo que nos esté manteniendo cautivos.
“Continuar” en la Palabra significa leerla regularmente y aplicarla a nuestra vida. Entonces sabremos lo que Dios dice, y seremos capaces de reconocer las artimañas que amenazan con atraparnos. Además de esto, entenderemos los beneficios que acompañan a nuestra salvación y que nos permiten mantenernos firmes en la verdad para no ser extraviados. Estos beneficios incluyen...
• Nuestra posición: Por la fe en Cristo, hemos comenzado una relación personal con Dios. Ahora, como sus hijos, tenemos libre acceso a su trono, junto con la seguridad de que Él escucha nuestras oraciones.
• Nuestra provisión: Dios nos dio la Biblia para guiarnos y alentarnos.
• Nuestras promesas: Al confiar en las promesas que Él nos ha dado, seremos participantes de la naturaleza de Dios, y escaparemos de la influencia corruptora del mundo (2 P 1.4).
• Nuestra protección: Al caminar con Cristo, Él nos fortalece y nos protege para que no caigamos en las trampas del maligno (2 Ts 3.3).
El primer paso para vivir en libertad es reconocer cualquier pecado que esté dominando su vida. Luego, apóyese en la verdad de la Biblia y reclame las promesas y la provisión de Dios por fe.
viernes, 23 de junio de 2017
Nuestro Salvador resucitado
Nuestro Salvador resucitado
Leer | 1 Corintios 15.12-19
La vida, la muerte y la resurrección de Jesús constituyen la base de nuestra fe. La Biblia nos dice que Jesús vivió sin cometer pecado. Como el Cordero de Dios inmaculado, Él fue voluntariamente a la cruz y se sacrificó por nosotros (1 P 1.18, 19). Cristo llevó nuestros pecados y sufrió nuestro castigo para que pudiéramos ser reconciliados con Dios.
La muerte del Salvador fue aceptada por el Padre celestial como el pago total por nuestros pecados, y despejó el camino para que podamos estar en paz con Él (Ro 5.1). Tres días después de la crucifixión, Jesús fue levantado de la muerte a la vida. El Cristo resucitado había vencido la tumba. Ascendió victoriosamente al cielo y ahora está sentado a la diestra del Padre.
La muerte y la resurrección de Cristo son una ilustración de lo que sucedió en el momento que fuimos salvos. Al reconocernos como pecadores que no podían pagar sus transgresiones, expresamos fe en nuestro Salvador. Entonces, “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él” (Ro 6.6), y renacimos espiritualmente. Por su sacrificio, fuimos perdonados, reconciliados con Dios y adoptados en su familia.
Pablo enfatizó la importancia de la resurrección, pues, de no haber sido cierta, nuestra fe sería vana.
El Cristo resucitado apareció a muchas personas. Dejó que Tomás lo tocara para que supiera que estaba vivo. Después que el Señor ascendió al cielo, el Padre envió a su Espíritu Santo a morar en los creyentes y a dar testimonio de la verdad de la resurrección. Nuestra fe está basada en el fundamento seguro de un Salvador resucitado.
jueves, 22 de junio de 2017
La clave para el contentamiento
La clave para el contentamiento
Leer | Filipenses 4.6, 7
Mientras se encontraba preso, Pablo escribió preciosas palabras acerca de la suficiencia de Cristo. Tenemos la tendencia de acompañar la idea del goce (o contentamiento) con vacaciones en la playa o en la montaña, pero el apóstol escribió que no debemos estar ansiosos en ninguna circunstancia, porque tenemos la paz del Señor.
El contentamiento es el patrimonio del creyente. La paz es parte del fruto espiritual que nos pertenece cuando ponemos nuestra fe en el Salvador (Gá 5.22). El pasaje de hoy lo describe como una paz interior que sobrepasa todo entendimiento (Fil 4.7). Jesús experimentó el conflicto con una sensación de paz interior; y gracias a su Espíritu que mora en nosotros, esa paz asombrosa pertenece también a los hijos de Dios, incluso en los momentos en que nos encontramos con problemas que no tienen solución terrenal.
He aquí la otra cara de la moneda: “No hay paz para el malvado, dice el Señor” (Is 48.22 NVI). La cultura moderna llama malvado a quien comete las acciones más viles, pero la definición de Dios es mucho más amplia. Malvado es quien deliberadamente rechaza el derecho que tiene Dios de perdonar sus pecados y de tener el señorío sobre su vida. Si usted no le ha entregado su vida a Cristo, no es capaz de experimentar el contentamiento real y duradero.
Cuando nacemos de nuevo (Jn 3.3-8), nos convertimos en hijos del Dios vivo, y herederos legítimos de todo lo bueno que ofrece. Esto incluye la paz interna y el gozo que pueden soportar cualquier prueba. ¿Qué daño puede sufrir aquel que le pertenece al Señor (He 13.6)?
miércoles, 21 de junio de 2017
Para entender la santidad de Dios
Para entender la santidad de Dios
Leer | Levítico 22.29-33
Si alguna vez ha leído el libro de Levítico completo, es posible que se preguntado por qué Dios dio a los israelitas tantas reglas y tantos detalles en cuanto a los sacrificios y las formas de adoración. Cuando era niño, recuerdo haber pensado que todas esas vacas podrían haber alimentado a mucha gente. Para mí, los sacrificios parecían un gran desperdicio, pues no entendía lo que el Señor estaba enseñando a su pueblo.
Hoy tenemos las Sagradas Escrituras completas para ayudarnos a entender quién es Dios y lo que desea de nosotros. Pero en los días del Antiguo Testamento, Él enseñaba a su pueblo con ejemplos. Quería que entendieran tres cosas: su santidad; el pecado y las consecuencias de la desobediencia; y el cuidado que tenía de ellos —que Él era la fuente de todo bien. Las normas y los reglamentos que Él instituyó eran ejemplos visibles.
En cada detalle, Dios revelaba su santidad y en cada sacrificio, el costo del pecado. Las reglas del tabernáculo enseñaban al pueblo que no tomaran la adoración ligeramente. Era un privilegio serio y maravilloso acercarse a un Dios santo y justo.
Hoy día, es muy fácil perder de vista la santidad del Señor. Por tanto, es bueno reexaminar el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento para mantener presente la seriedad de la adoración.
Dios es nuestro Padre celestial, y tenemos acceso inmediato a la sala del trono, pero debemos preguntarnos si lo estamos tratando con la reverencia que se merece. En la iglesia, en lugar de estar desatentos y distraídos, debemos recordar el gran privilegio que es venir a su presencia.
martes, 20 de junio de 2017
El señorío de Jesús
El Señorío de Jesús
Leer | Filipenses 2.5-11
Ya sea que usted haya sido creyente por muchos años, o puesto su fe en Cristo como su Salvador hace poco tiempo, hay una cosa importante que debe determinar en su corazón. Muchos cristianos entienden que Jesús murió en la cruz por sus pecados. Pero ¿quién es Él hoy?
La Biblia nos dice que Jesús es el Hijo de Dios, que se hizo carne y que entró en nuestro mundo en la forma de un siervo. Vino a vivir entre nosotros y a hacer posible que conociéramos a Dios. Luego, después de su muerte, su sepultura y su resurrección, fue exaltado de nuevo a su legítimo lugar como Señor y Soberano.
Es esencial que todo creyente entienda la persona y la posición de Jesucristo. A menudo lo llamamos “Señor”, pero ¿qué significa eso? La respuesta es que, como Señor y Creador, Él hizo y sostiene todas las cosas (Col 1.16, 17). Al poner nuestra fe en el Salvador, aceptamos su legítimo lugar en nuestra vida.
Como Señor, Él tiene autoridad sobre cada aspecto de nuestra vida. Somos ovejas que debemos seguir al Pastor (Jn 10.2-15). ¿Se niega usted a reconocer que Él tiene el derecho de determinar lo que hace y dónde va? Puede tener la seguridad de que el plan de Dios resulta siempre en plenitud de vida.
Jesús no es un gobernante distante y arbitrario; es su maravilloso y comprensivo Señor que le ama y ha preparado el terreno para que usted sea salvo, después de haber vivido una vida humana y sufrido inimaginablemente. Por eso, cuando Él dice: “Sígueme; yo haré que tu vida tenga significado”, puede tener la seguridad de que el Señor es digno de su confianza en todo momento.
lunes, 19 de junio de 2017
La Sangre preciosa de Jesús
La sangre preciosa de Jesús
Leer | 1 Pedro 1.17-19
¿Qué valora usted? Tal vez sea una reliquia familiar que no solamente es costosa sino que también tiene un valor sentimental. O tal vez los seres que más ama. O pueden ser su salvación, la Biblia, o su familia de la iglesia; pero si usted es realmente sincero, la sangre de Jesús probablemente no estuvo en la lista.
La cultura cristiana de hoy necesita una versión objetiva de la salvación. Hablamos de la gracia y el perdón de Dios, y cantamos de su amor por nosotros, pero rara vez mencionamos la sangre de Jesús. Sin embargo, esa es la única base para nuestra salvación. Porque el Señor es recto y justo, Él no puede amar a los pecadores de modo que alcancen el cielo, o perdonarlos, simplemente porque se lo pidan. Cada pecado cometido tiene que recibir su justo castigo, y la paga del pecado es la muerte (Ro 6.23).
El Señor tuvo solo dos disyuntivas para ocuparse de la humanidad caída. Podía dejar que la justicia llevara a la condenación a toda la humanidad, o podía proveer un sustituto para que pagara el castigo por cada persona. Pero este sustituto tenía que ser sin defecto (Dt 17.1). La única manera de salvarnos de la separación eterna en el infierno, fue enviar a su Hijo amado a la Tierra como el Dios-hombre, quien viviría sin cometer pecado y moriría en nuestro lugar.
La sangre que manó de las heridas de Cristo compró nuestra salvación. Si quiere valorar realmente lo que Él hizo, piense en Él colgando en esa cruz solo por usted. Con ese pensamiento en mente, considere cómo debería vivir. Él se entregó sin reservas por usted, ¿qué le está dando usted a Él?
sábado, 17 de junio de 2017
El camino de la independencia
El camino de la independencia espiritual
Leer | Lucas 15.11-24
Independencia espiritual significa vivir fuera de la voluntad de Dios, y elegir agradarnos a nosotros mismos.
Lamentablemente, los deseos pueden cegarnos. O bien queremos lo que no tenemos, o bien no estamos satisfechos con lo que sí tenemos. Nos exasperamos ante la invitación a negarnos a nosotros mismos para obedecer a Dios (Lc 9.23). La satisfacción personal se convierte en una prioridad, exponiéndonos al engaño. El enemigo pinta un cuadro hermoso, pero falso, de cómo serán las cosas si simplemente se produce un cambio en nuestras circunstancias. Empezamos a creer la mentira de que la gratificación puede encontrarse en otra parte, y a olvidar la verdad de que nuestra vida está completa en Cristo (Ef 1.3).
Cuando esta mentira nos influencia, es crucial que tomemos decisiones centradas en Cristo. A menos que filtremos nuestros deseos a la luz de la voluntad de Dios y nos aferremos a la verdad de que su gracia es suficiente (2 Co 12.9), tomaremos decisiones que parecerán buenas y que aparentarán ser inofensivas, pero nos apartaremos de la buena y perfecta voluntad de Dios. Durante un tiempo podemos encontrar placer en caminar fuera de su plan. Hacer lo que queremos en vez de lo que Dios quiere produce placer temporal, pero luego viene la desesperación y, muchas veces, el desastre.
No importa cuán lejos haya usted vagado espiritualmente, vuelva al Señor. Al igual que el padre en la historia del hijo pródigo, Dios espera darle una calurosa bienvenida. En Él, usted encontrará todo lo que necesita (Ef 3.18, 19).
viernes, 16 de junio de 2017
La marcha del creyente a la cruz
La marcha del creyente a la cruz
Leer | Juan 12.23-27
Todos sabemos que Jesús marchó al Calvario, pero ¿sabía usted que los creyentes también marchamos a la cruz? Todos hemos sido crucificados con Cristo, pero los que tienen hambre de Él participan de una experiencia más profunda de esta realidad. Jesús toma amorosamente sus manos y les guía a la cruz. Aunque este es el último lugar adonde cualquier persona quisiera ir, es la única manera de ser partícipes de lo mejor que tiene Dios para nuestras vidas.
El camino a la cruz no es uno que usted hace con su familia o sus amigos. Es un viaje solitario con el Señor Jesús. Él le quita todas las personas y todo de lo cual ha dependido para que aprenda a confiar solamente en Él. Mientras estamos en la cruz, Él quita las capas de las mentiras que hemos creído hasta que comenzamos a vernos a nosotros mismos como Él nos ve. Pronto nuestro egocentrismo, insuficiencia y fracasos son puestos al desnudo.
La cruz nos quebranta para que demos fruto. Si nos aferramos a nuestras vidas, y nos negamos a hacer este recorrido, seremos como un grano de trigo que nunca es sembrado y jamás germina. Pero quienes estén dispuestos a morir a sí mismos producirán abundante fruto espiritual. La única manera en que Cristo puede vivir por medio de nosotros es permitiéndole que nos crucifique.
Dios no quiere que usted esté satisfecho con solamente su salvación. Hay mucho más que desea darle y llevar a cabo por medio de usted. ¿Está dispuesto a marchar a la cruz con Él? Sí, es doloroso, pero las recompensas en esta vida y en la eternidad superan con creces cualquier sufrimiento que usted experimentará.
jueves, 15 de junio de 2017
Más allá de la decepción
Más allá de la decepción
Leer | Juan 11.3-6
Cuando uno se siente decepcionado, es fácil culparse a uno mismo y a los demás. Con frecuencia, es difícil saber qué decir o qué hacer debido a lo doloroso que es identificar la causa o el propósito de la frustración.
La decepción es una respuesta emocional a nuestro propio fracaso —o al de otra persona— por alcanzar un sueño o una meta. Esto puede resultar en la pérdida de fe en una persona en quien confiábamos.
El Evangelio de Juan nos dice que Jesús amaba a Marta, María y Lázaro. Por esto, las dos mujeres no sintieron la necesidad de decirle al Señor nada más que “el que amas está enfermo” (Jn 11.3). Su expectativa era que tan pronto como el Señor Jesús oyera estas palabras vendría a sanar a Lázaro. Pero el Señor no se presentó sino dos días más tarde.
Cuando Marta se encontró con el Señor Jesús, estaba decepcionada porque Él no había venido de inmediato, y su demora permitió que Lázaro muriera. No entendía por qué no había respondido a tiempo.
Pero, en verdad, Dios tiene una razón para las decepciones que permite en nuestra vida. Podría evitarlas, pero quiere que descubramos su propósito. Su deseo es que vivamos por fe, y que permitamos que nuestras circunstancias lo glorifiquen (Jn 11.4, 25).
Cuando vengan las decepciones, ¿se apartará de la voluntad del Señor para su vida? ¿O descubrirá que está comenzando a entender el propósito de Dios, para que pueda aprender de esas situaciones? La respuesta correcta es simplemente confiar en Él.
miércoles, 14 de junio de 2017
Como tener paz interior
Cómo tener paz interior
Leer | Lucas 8.22-25
Jesús prometió darnos su paz (Jn 14.27), la misma que le permitió mantenerse dormido durante una feroz tormenta. Sin esa paz, seríamos como los discípulos que se sintieron perdidos y asustados. Pero con ella, tendremos serenidad interior en medio de la tormenta.
Para tener la paz del Señor, debemos cumplir ciertos requisitos. El primero es recibir al Señor Jesús como nuestro Salvador personal. Antes de ser salvos éramos, por naturaleza, contrarios a Dios. Pero nuestra redención nos cambió. La Biblia dice que ahora tenemos paz con Él (Ro 5.10) y somos miembros de su familia, en vez de ser sus enemigos. El temor a la muerte —una de las razones por las que carecemos de paz— desaparece cuando conocemos la gloriosa verdad de que pasaremos la eternidad con Dios.
Creer en la soberanía del Señor es la segunda condición para tener un corazón tranquilo. En este mundo aquejado de problemas, la seguridad personal es una gran preocupación. Para combatir el temor, debemos confiar en que Dios está en control de todas las cosas.
La tercera cosa que debemos hacer es entender que Dios conoce nuestras necesidades, y que ha prometido ocuparse de ellas (Fil 4.19). Él es un Padre que se deleita en dar cosas buenas a sus hijos. Es posible que no recibamos todo lo que queremos, pero nos dará lo que sea necesario para llevar a cabo su plan para nosotros.
Una vez que hayamos recibido a Cristo como nuestro Salvador, el Espíritu Santo nos recordará que nuestro futuro está asegurado, y que nuestro amoroso y soberano Dios se encargará de que tengamos todo lo que necesitamos.
martes, 13 de junio de 2017
Nuestro hogar celestial
Nuestro hogar celestial
Leer | Filipenses 3.20, 21
Como creyentes, tenemos garantizado un lugar en el cielo, y anhelamos tener una idea de cómo será. Aunque todas nuestras preguntas no serán contestadas antes de que lleguemos allá, la Biblia sí ofrece información en cuanto a la vida futura del cristiano.
¿Quiénes estarán allí? La verdad más maravillosa que sabemos es que estaremos en la presencia de nuestro Dios trino: el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Además de miles y miles de ángeles (Ap 5.11), allí estarán los santos del Antiguo Testamento y todos los creyentes.
¿Cómo seremos diferentes físicamente? Tendremos cuerpos glorificados, y la Biblia ofrece pistas en cuanto a lo que esto significará. Después de la resurrección, Jesús tuvo una forma material visible, por lo que sabemos que nosotros, también, tendremos un cuerpo físico. Nuestra forma será incorruptible, y tendrá una imagen celestial (1 Co 15.42, 49). Aunque la Biblia no describe el proceso de glorificación, sabemos que nuestros cuerpos transformados estarán adaptados perfectamente a nuestro nuevo ambiente.
¿Nos reconoceremos unos a otros? Aunque diferentes, nuestros cuerpos serán identificables. María, aunque estuvo confundida al comienzo, reconoció al Jesús resucitado (Jn 20.14-16). Porque seremos como Él, seremos reconocidos en nuestra forma resucitada, y reconoceremos a los demás.
Trate de imaginar cómo será estar en su cuerpo glorificado, con creyentes de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas (Ap 7.9). La vida en el cielo superará sus más grandes sueños y expectativas.
lunes, 12 de junio de 2017
Comentario Bíblico de Matthew Henry, Génesis 37
La guía divina para vivir en victoria
La guía divina para vivir en victoria
Leer | Proverbios 3.5, 6
Si usted se extraviara en un bosque, y encontrara una brújula en su bolsillo, es muy posible que no ignorara su orientación por seguir su propia intuición.
Al igual que una brújula, la Biblia ofrece una guía segura para la vida. Un pasaje particularmente útil es Proverbios 3.5, 6 (NVI), porque resume cuatro verdades fundamentales:
1. Confía en el Señor. Dios merece nuestra plena confianza pues Él nunca cambia (He 13.8; Stg 1.17).
2. No confíes en tu propia inteligencia. Puesto que la mente humana es finita, su entendimiento es limitado. Sólo Dios es omnisciente. Él lo ve todo, incluso los pensamientos y los motivos (He 4.13).
3. Reconócelo en todos tus caminos. Como el Creador de todo y el Planificador de la salvación, Dios tiene el derecho de hacer planes para cada vida. Él entreteje la vida de cada persona en el vientre materno, ofrece la salvación por medio de Jesucristo, y da los dones espirituales para que sean utilizados en su nombre. Así como el niño acude a su padre en busca de ayuda, los creyentes debemos depender de nuestro Padre celestial.
4. Dios promete enderezar tus sendas. Espiritualmente, el camino directo es más rápido y más fácil para viajar, pero no está libre de obstáculos. Si obedecemos los tres primeros puntos, el Padre celestial actuará para derribar los obstáculos que haya a lo largo de nuestro camino. ¿Se dejará usted guiar por la brújula de Dios, y confiará en Él? Al rechazar la autosuficiencia, y al reconocer su dependencia de Él, se mantendrá en la senda recta de la vida de santidad.
sábado, 10 de junio de 2017
Cuando sufrimos
Cuando sufrimos
Leer | Juan 16.33
La Biblia nos enseña varias lecciones prácticas sobre el sufrimiento:
Primero, está bien pedir una alternativa al sufrimiento, como lo hizo Jesús, pero debemos elegir la voluntad de Dios por encima de todo. Nuestra mejor respuesta a la adversidad es “Señor, ¿qué quieres que aprenda por medio de esto?”
Segundo, en la noche que fue traicionado, el Señor Jesús pidió a sus amigos más cercanos que se mantuvieran despiertos para orar. Necesitamos contar con el apoyo de amistades cristianas, especialmente durante las pruebas. Los amigos verdaderos nos dirán la verdad con afabilidad, animarán y orarán por nosotros.
Tercero, es natural que tengamos dificultades para orar cuando el dolor es intenso. En esos momentos, un simple “Ayúdame” es suficiente. Dios quiere que reconozcamos su señorío, pero no espera que tengamos las palabras perfectas. Él sabe lo que necesitamos antes de pedir, y tiene el poder de dárnoslo.
Cuarto, debemos resistir la tentación de culpar a otros. Jesús fue traicionado y rechazado, pero le pidió a Dios que perdonara a quienes lo crucificaron. Del mismo modo, no debemos culpar a los demás por nuestro dolor. Al acudir a Dios en tiempos difíciles, elegimos confiar en su autoridad final. Es posible que nuestro Padre celestial no haya causado la dificultad, pero sí la permitió, y la usará para su gloria y para nuestro bien.
Por amor, Dios permite el dolor, pero también le pone un límite a su duración e intensidad. Usted no sufre sin que esté presente Aquel que le sostendrá, ayudará y, al final, le sacará adelante en su angustia.
viernes, 9 de junio de 2017
El poder de la oración
El poder de la oración
Leer | Mateo 7.7-11
Jesús conocía la importancia de la oración, y la practicaba con regularidad. Se escabullía con frecuencia para estar en comunión con Dios. Después recibía la dirección y la fuerza necesaria para realizar la obra de su Padre.
Al enseñar acerca del poder de la oración, Jesús utilizó tres palabras para ayudarnos a orar de manera efectiva:
Pedid—Debemos venir a Dios con nuestras peticiones. Al hacerlo, estamos reconociendo tanto nuestra necesidad como la capacidad de Dios de atenderla. El Señor Jesús nos asegura que toda petición será concedida en conformidad con lo mejor que tenga el Padre celestial para nosotros y para otras personas.
Buscad—A veces, el Señor nos pide que nos involucremos en la situación por la que estamos orando. Por ejemplo, podemos estar pidiéndole que nos ayude a encontrar un nuevo empleo. Él quiere que busquemos su instrucción y su guía, pero también que demos pasos prácticos para descubrir nuevas oportunidades.
Llamar—Para llevar a cabo el plan del Padre celestial nos encontraremos con obstáculos en el camino. Para vencerlos, es posible que tengamos que orar de manera sostenida y persistente. Llamar implica un nivel de fuerza que se aplica para que la puerta se abra. Una vez que Dios presente la solución, ya no necesitamos seguir pidiendo. Cuando el Señor abre un camino, debemos andar por éste.
La oración es muy poderosa (Stg 5.16). Involucra al Señor en las vidas de las personas, y también en los asuntos de gobierno. Es la manera para experimentar la unidad con nuestro Padre y recibir lo que hace falta para llevar a cabo su obra.