Cómo aprender a esperar
Salmo 25.20-21
¿Qué debemos pensar cuando Dios no da respuesta a una oración? Lo más probable es que nos hayamos preguntado eso en algún momento. Como seres humanos limitados por el tiempo, podemos encontrar muy frustrante el tic-tac del reloj.
Debemos entender que Dios no nos ve simplemente en el aquí y el ahora; Él considera todo el panorama al mismo tiempo: dónde hemos estado, dónde estamos ahora, y hacia dónde nos estamos dirigiendo. Sabe exactamente qué efecto tendrán en nuestras vidas cada pequeña decisión, acción o bendición.
¿Piensa usted que Dios quiere darle algo que pueda destruirle? ¡Por supuesto que no! Él sabe que lo que puede ser para usted una bendición más tarde, puede arruinar totalmente su vida ahora. Por esta razón, Él se demora, con el fin de darle el tiempo de prepararse para recibir esa bendición.
Aprender a esperar en Dios exige por lo menos tres cosas de nosotros: primero, ser sensibles a Él y alimentar nuestra relación con el Padre para que podamos escucharlo; segundo, confiar en su juicio y sabiduría; tercero, ser obedientes al Señor. Si tratamos de hacer que algo suceda por nosotros mismos después de que Dios nos ha dicho que esperemos, nos estaremos dirigiendo al desastre. El Señor bendice la espera obediente.
Dios trabaja de acuerdo con su omnisciencia, su omnipotencia y su amor. Nunca olvide que el Señor está activamente a su lado, aun cuando le niegue una petición. No significa que Él no está prestando atención a sus necesidades; significa que está especialmente pendiente de usted.
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viernes, 8 de agosto de 2025
jueves, 7 de agosto de 2025
La gracia para esperar
La gracia para esperar
Salmo 62.1-2
No hay duda de que una de las cosas que menos nos gustan es esperar en fila. Llegamos a la cita del médico a tiempo o un poco antes, para no tener que esperar. Vamos al supermercado para comprar apenas unas cosas, y nos quedamos anclados en una fila interminable en la caja. Y todos hemos tenido la experiencia de esperar para usar un cajero automático del banco.
Cuando llevamos algo al Señor en oración, también traemos con nosotros nuestra impaciencia. Normalmente hacemos una petición, y esperamos la respuesta al instante. Si Dios no se pone en acción de inmediato, muchas personas comienzan a pensar: Bien, traté de orar, pero el Señor simplemente no hizo nada. En realidad, la oración no funciona.
¡Qué trágico! Comparemos esa actitud con la del rey David. Cuando él tenía apenas 16 años de edad, Dios envió al profeta Samuel a ungirlo como el rey. Pasarían dieciséis años más para que esa promesa se cumpliera. ¿Qué hizo David durante ese tiempo? ¿Se quejaba exigiéndole su reino? De ningún modo. David entendía que Dios era fiel. También sabía que su Padre celestial no solo era el Dios del quién y el qué, sino también del cuándo y el cómo. David quería tener el reinado solamente cuando el Señor estuviera dispuesto a dárselo. Por tanto, esperó.
¿Hay algo en su vida por lo cual le resulta difícil mantenerse paciente? ¿Esperará en el Señor como uno espera en el banco, o al igual que el rey David confiará en el tiempo de Dios? El Padre celestial conoce cada faceta de su situación, y su “demora” es, porque Él quiere, en realidad, lo mejor para usted.
martes, 3 de diciembre de 2024
La mina destructiva de la inseguridad
La mina destructiva de la inseguridad
Salmo 40.1-5Es posible que la inseguridad no nos parezca tan destructiva como el orgullo, la envidia o los celos, pero también puede ser muy peligrosa.
La persona que habitualmente se siente insegura puede terminar muy afectada. Los sentimientos de inseguridad pueden desarrollarse a raíz de tragedias, como la pérdida de los padres en la niñez, o crecer en un ambiente violento. A veces nos sentimos inseguros por fracasos que hemos experimentado.
Cualquiera que sea la causa de nuestra inseguridad, los efectos son siempre los mismos.
Podemos sentirnos indecisos porque nuestro temor de tomar decisiones equivocadas nos lleva a evitar tomar decisiones del todo. A veces nos cuesta establecer relaciones duraderas porque creemos que no seremos buenos amigos. O podemos mantener distancia de los demás por temor al rechazo; pero la gente, con frecuencia, percibe esto como orgullo o engreimiento.
Tarde o temprano, nos convertiremos en críticos de los demás. Al mismo tiempo, podemos llegar a caer en la trampa de creer que el éxito depende de la aceptación de los demás. La verdad es que Dios tiene una senda especial para cada vida, en la que el éxito no puede medirse por la alabanza humana.
La inseguridad no es algo que podemos confesar y con eso ser libres. Más bien, es un mal que debe ser confrontado por un largo tiempo, y finalmente tomar la decisión de confiar en lo que Dios dice acerca de nosotros, no en lo que el enemigo nos susurra. Mañana veremos cómo Dios hace que recuperemos nuestra seguridad.
martes, 24 de septiembre de 2024
Cuando Dios nos hace esperar
Cuando Dios nos hace esperar
Salmo 25.4-5
En el camino de la vida, las decisiones cruciales son como intersecciones que nos llaman a elegir qué camino tomar. Si nos apresuramos a actuar sin buscar saber qué piensa el Señor, el camino que tomemos puede dar lugar a remordimientos y sufrimientos. Aunque el Señor está listo y dispuesto a ofrecer dirección clara, Él no siempre la da con rapidez.
Saber que Él tiene una buena razón para no dar su instrucción de inmediato, puede ayudarnos a esperar su dirección con paciencia.
A veces, Dios permite que estemos confundidos para llamar nuestra atención. Cuando todo está funcionando sin problemas, tendemos a olvidarnos del Señor. Pero la incertidumbre nos lleva de regreso a Él como si fuera un imán. Al alinear nuestros pasos con los suyos, y andar en sumisión al Espíritu Santo, abrimos nuestros oídos para escuchar su voz.
Nuestro período de espera es el tiempo de preparación de Dios. Para lograr sus propósitos soberanos, Él puede hacernos esperar mientras coordina los hechos para que coincidan con su voluntad. A veces, el Señor tiene que trabajar en nosotros antes de que estemos listos para encargarnos de lo que ha dispuesto para nuestro futuro.
Además, la espera nos ayuda a crecer espiritualmente —si recibiéramos la dirección de Dios al instante, rara vez tendríamos la oportunidad de ejercitar nuestra fe. La madurez se hace evidente en la capacidad de esperar con confianza.
Si la impaciencia le hace adelantarse al tiempo del Señor, se arriesga a salir de su voluntad y a perder sus bendiciones. Pero si espera hasta que Él le dé dirección clara, usted andará en la paz de Dios con seguridad, en vez de estar dando vueltas con ansiedad y confusión.
En el camino de la vida, las decisiones cruciales son como intersecciones que nos llaman a elegir qué camino tomar. Si nos apresuramos a actuar sin buscar saber qué piensa el Señor, el camino que tomemos puede dar lugar a remordimientos y sufrimientos. Aunque el Señor está listo y dispuesto a ofrecer dirección clara, Él no siempre la da con rapidez.
Saber que Él tiene una buena razón para no dar su instrucción de inmediato, puede ayudarnos a esperar su dirección con paciencia.
A veces, Dios permite que estemos confundidos para llamar nuestra atención. Cuando todo está funcionando sin problemas, tendemos a olvidarnos del Señor. Pero la incertidumbre nos lleva de regreso a Él como si fuera un imán. Al alinear nuestros pasos con los suyos, y andar en sumisión al Espíritu Santo, abrimos nuestros oídos para escuchar su voz.
Nuestro período de espera es el tiempo de preparación de Dios. Para lograr sus propósitos soberanos, Él puede hacernos esperar mientras coordina los hechos para que coincidan con su voluntad. A veces, el Señor tiene que trabajar en nosotros antes de que estemos listos para encargarnos de lo que ha dispuesto para nuestro futuro.
Además, la espera nos ayuda a crecer espiritualmente —si recibiéramos la dirección de Dios al instante, rara vez tendríamos la oportunidad de ejercitar nuestra fe. La madurez se hace evidente en la capacidad de esperar con confianza.
Si la impaciencia le hace adelantarse al tiempo del Señor, se arriesga a salir de su voluntad y a perder sus bendiciones. Pero si espera hasta que Él le dé dirección clara, usted andará en la paz de Dios con seguridad, en vez de estar dando vueltas con ansiedad y confusión.
sábado, 2 de marzo de 2024
A la espera de sufrimientos
A la espera de sufrimientos
Filipenses 1.27-30
Uno de los mejores regalos que podemos dar a los nuevos creyentes es la información de lo que pueden esperar en la vida cristiana. Después de recibir el perdón de los pecados y de haberse convertido en nuevas criaturas en Cristo, pudieran esperar que la vida se convierta en una maravilla. Y es así, porque tenemos el Espíritu Santo, y la paz y el gozo de Cristo están en nosotros. Sin embargo, también existe la posibilidad de que suframos.
Cristo nos salvó del pecado, no de las dificultades. Todo el dolor, el sufrimiento, las dificultades y los problemas del mundo se originaron en el huerto del Edén por la transgresión de Adán y Eva. Desde entonces, la humanidad ha vivido en un ambiente caído y en esclavitud personal al pecado. Cristo nos liberó de la culpa y del castigo por nuestras transgresiones, pero no nos ha eximido del dolor y del mal que es común a todos los seres humanos.
De hecho, una vez que creemos en Cristo, otro problema puede surgir: el sufrimiento por el amor al Señor. Nos gustaría pensar que todos los que nos rodean estarán tan entusiasmados como nosotros por la oferta de salvación de Jesucristo. Pero, en realidad, hay muchos enemigos del evangelio. A veces, los miembros de la familia pueden rechazarnos; y los compañeros de trabajo, burlarse de nosotros. En algunos lugares del mundo, los creyentes sufren persecución física e incluso la muerte.
Entonces, ¿qué debemos hacer, y cómo debemos comportarnos? Cuando el mundo está contra nosotros, necesitamos desesperadamente la compañía y el aliento de la iglesia. Juntos, podemos conducirnos de una manera digna del evangelio, permanecer firmes en un solo espíritu y luchar juntos por la fe.
martes, 30 de enero de 2024
Disciplinas necesarias para andar por fe
Disciplinas necesarias para andar por fe
Génesis 12.10-20
Aprender a andar por fe requiere tiempo. Como hemos visto, Abraham escuchó a Dios y le obedeció. Después, con el tiempo, aprendió a dominar otras
disciplinas.
Dependencia. La vida cristiana es de confianza en Dios. Abraham entendía en quién podía confiar para encontrar respuesta a sus necesidades: Dios conocía perfectamente el plan, y tenía todos los recursos necesarios para cumplir su voluntad por medio de Abraham.
Esperar en Dios. Esta puede ser una de las disciplinas más difíciles de dominar. La Biblia afirma que incluso a Abraham, al gran hombre de fe, se le dificultó. Aunque nuestra naturaleza humana quiere acción, el Señor a menudo le pide a su pueblo que se detenga (2 Cr 20.17). Él quiere que le dejemos actuar primero. A nosotros nos corresponde meditar en la Palabra, escuchar la voz de Dios y esperar hasta que Él nos ordene actuar. El Señor, mientras tanto, promete bendecir a quienes esperan (Is 64.4).
La confesión. Abraham no era perfecto. Cuando el hambre amenazaba, se dirigió a Egipto, no a Dios. Después mintió, lo que causó problemas a otros. Más tarde, a Sara le resultó difícil esperar la llegada del hijo prometido, por lo que ella y Abraham tomaron el asunto en sus propias manos (Gn 16.1-3).
Nosotros también tropezaremos, pero si nos volvemos al Señor en arrepentimiento, recibiremos perdón y podremos volver a caminar por fe.
Dios sabe que somos imperfectos. Él nos enseñará con paciencia, una y otra vez, las lecciones del caminar por fe, hasta que aprendamos a confiar en Él. Solo debemos tener corazones y espíritus receptivos a su enseñanza.
jueves, 22 de febrero de 2018
Una lección necesaria pero difícil
Una lección necesaria pero difícil
Leer | Salmo 27.14
¿Se ha preguntado usted alguna vez por qué el salmista une al consejo de esperar al Señor, con la exhortación de esforzarse y ser valiente? La razón es que, a veces, esperar es lo más difícil de hacer. De hecho, la práctica de la paciencia es una de las lecciones más importantes de la escuela de la obediencia; es esencial que el creyente aprenda a esperar en Dios.
La cultura moderna vive con mucha prisa: ¡Tengo que tenerlo ya! ¡Tengo que hacerlo ya! Hemos sido enseñados a permanecer en un estado permanente de alerta. Se necesita valentía para mantenerse quietos cuando todo el mundo está apresurado. Se necesitan fuerzas para obedecer cuando nuestro corazón nos dice: “¡Hazlo ya!”, mientras que Dios nos susurra: “Espera”. Pero la gente se apresura a actuar porque tiene miedo de perderse de algo. Los creyentes que aceptan esa actitud se apresuran a hacer cosas, y después esperan que el Señor los bendiga.
Dios no deja nada al azar. No pone delante de nosotros una decisión teniendo la esperanza de que hagamos lo correcto. Eso sería irresponsable y ajeno a su naturaleza. El Padre celestial está más que dispuesto a enseñarnos lo que debemos hacer, porque está interesado en nuestro bienestar. Pero hasta que el Señor deje claro cuál debe ser el camino a seguir, tenemos que hacer una pausa y esperar.
Esperar en Dios no es pasividad ni tampoco una excusa para evadir responsabilidades. De hecho, quienes buscan la voluntad de Dios son los que hacen una pausa para orar, escrudiñar la Palabra y ayunar antes de actuar; mientras siguen sirviendo a Dios dondequiera que puedan.
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