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viernes, 7 de febrero de 2014

Venciendo el temor



Varios años atrás, un circo de televisión bien conocido desarrolló un acto que incluía tigres de bengala.

El acto se hacía en vivo delante de una gran audiencia.

Una noche, el entrenador entró en la jaula con varios tigres y la puerta era cerrada de forma rutinaria detrás de él.
Las luces inundaban la jaula y las cámaras de televisión se acercaban para que la audiencia pudiera ver cada detalle mientras él con habilidad ponía a los tigres en el ritmo adecuado.

En medio de la actuación, pasó lo peor: las luces se apagaron.

Por casi treinta largos segundos, el entrenador estuvo encerrado con los tigres en la oscuridad. Con su visión nocturna superior, los tigres podían verlo, pero él no los veía a ellos. Él sobrevivió. Cuando regresaron las luces, con calma terminó su actuación.

Cuando le preguntaron al entrenador cómo se sintió, él admitió sentir un frío temor al principio, pero luego -dijo-, se dió cuenta de que aunque él no podía ver a los felinos, ellos lo sabían.

Él dijo: “Solo continué sonando mi látigo y hablándoles hasta que las luces regresaron. Ellos nunca supieron que yo no les podía ver tan bien como ellos me veían a mí.”

jueves, 19 de mayo de 2011

Un refugio seguro


«¡El granero estaba ardiendo! Con la energía de la desesperación, el granjero combatía el incendio que acababa de iniciarse. El establo, el gallinero y la casa misma estaban amenazados por las llamas.

Bomberos y voluntarios consiguieron finalmente dominar el fuego. El granjero, preocupado por sus animales, recorrió su hacienda: estaban a salvo, ¡qué alivio! ¿Pero dónde se hallaba la gallina blanca con sus ocho pollitos? ¡Ah! Ahí estaba muerta con las plumas chamuscadas. El granjero levantó sus alas inertes y ocho pollitos se escaparon piando. Entonces comprendió que al ver el peligro, la gallina había reunido su pollada bajo sus alas. Ella habría podido correr fuera del alcance de las llamas, pero sus pollitos no tenían la agilidad necesaria. Para salvarlos, ella perdió la vida».

Jesucristo, el Hijo de Dios, dio su vida para salvar otras vidas. A fin de evitarnos el fuego de la ira de Dios, cargó con el juicio debido a nuestros pecados; en la cruz dio su vida en nuestro lugar. Mucho más allá de una sencilla protección, Él da una nueva vida a todos los que creen en Él. Salvado por la eternidad, el creyente conoce un refugio frente a los múltiples peligros de la vida; es lo que la Biblia llama “las alas” del Dios Todopoderoso. A causa de sus pecados toda persona está expuesta a soportar el juicio divino. ¿Quién se atrevería a rechazar el seguro refugio que Dios ofrece gratuitamente?