Ira justa a la vista de todos
Números 25.1-18
Piense en las veces que se ha sentido airado. ¿Cuáles fueron las causas? Con toda franqueza, la mayoría de nosotros tendríamos que reconocer que nuestra irritación suele ser por razones egoístas.
El libro de Santiago nos dice que “la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago 1.20). Sin embargo, existe la indignación justa, y puede ejercerse para favorecer el trabajo de Dios.
En el pasaje de hoy, encontramos un excelente ejemplo de esto en Finees, quien se levantó para ejecutar a Zimri y Cozbi por sus inicuas acciones.
Gracias a este acto, fue elogiado por Dios con las siguientes palabras: “Finees… ha apartado mi furor de los hijos de Israel porque demostró su celo por mí entre ellos” (Números 25.11). Dios miró el corazón de Finees, vio su pasión, y la llamó “su celo por mí”. Por supuesto, no podemos tomar la ley en nuestras manos y comenzar a ejecutar a las personas, pero podemos tener la misma actitud de corazón que tuvo Finees. Este era un hombre que amaba a Dios con tanto ardor que no podía evitar odiar el mal. Mostró la misma ira que llevó al Señor a atravesar el templo con un látigo de cuerdas. (Vea Jn 2.13-17). En ambos casos, el celo por los asuntos de Dios fue demostrado con ira.
¿Cómo podemos hacer lo mismo? Se trata de tener la perspectiva de Dios, y dar la cara por lo correcto. Podemos situarnos en la puerta de nuestro corazón y matar cualquier pensamiento pecaminoso que intente entrar a él. Asimismo, podemos echar fuera los ríos de suciedad e inmoralidad que nos rodean, que intentan entrar en nuestros hogares. A medida que nuestro amor por Dios crezca, también lo hará nuestro aborrecimiento del mal.
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viernes, 14 de marzo de 2025
miércoles, 11 de noviembre de 2020
viernes, 9 de febrero de 2018
No tema
No tema
Leer | Mateo 14.22-34
Podemos esperar en algún momento de la vida ser sacudidos por las turbulencias. Tal vez ya hemos experimentado algunas, y podemos estar seguros de que vendrán más. Nuestra situación puede ser tan grave que nos preguntamos: ¿Cómo voy a salir de esto?
Piense en la vez que los discípulos se encontraban en las turbulentas aguas del Mar de Galilea. La Biblia nos dice que las olas golpeaban su embarcación, y que el viento les era contrario. En medio de la tormenta, los discípulos pensaron que veían a un fantasma que se les acercaba. Estos hombres adultos, algunos de los cuales eran experimentados pescadores, gritaron atemorizados. Su temor no disminuyó hasta que se dieron cuenta de que era Jesús caminando hacia ellos.
¿Qué sucedió cuando reconocieron que era el Señor? Recibieron . . .
• Consuelo en medio de la crisis. Se tranquilizaron cuando se dieron cuenta de que Jesús estaba con ellos y de que Él los cuidaría.
• Valentía para enfrentar la prueba. Pedro encontró la valentía para obedecer a Jesús y salir de la barca.
• Confianza para su futuro. Entendieron que la presencia de Jesús no podía alejarse por los severos vientos.
¿Qué olas o vientos le están azotando? ¿Tiene temor? Pídale al Señor que le muestre su presencia en su situación y que llene sus sentidos con esa conciencia. Cierre sus ojos, e imagínelo a su lado sosteniéndole fuertemente. Deje que sus oídos escuchen su susurro de confianza y amor. Llene su mente con el conocimiento de sus promesas y sea fortalecido por la fuerza, el consuelo y el valor que Él ofrece.
Enviado desde el Templo Cristiano Pasos de Fe
Av. Fermín Errea 1386 Mar del Plata – Argentina
viernes, 7 de febrero de 2014
Venciendo el temor
Varios años atrás, un circo de televisión bien conocido desarrolló un acto que incluía tigres de bengala.
El acto se hacía en vivo delante de una gran audiencia.
Una noche, el entrenador entró en la jaula con varios tigres y la puerta era cerrada de forma rutinaria detrás de él.
Las luces inundaban la jaula y las cámaras de televisión se acercaban para que la audiencia pudiera ver cada detalle mientras él con habilidad ponía a los tigres en el ritmo adecuado.
En medio de la actuación, pasó lo peor: las luces se apagaron.
Por casi treinta largos segundos, el entrenador estuvo encerrado con los tigres en la oscuridad. Con su visión nocturna superior, los tigres podían verlo, pero él no los veía a ellos. Él sobrevivió. Cuando regresaron las luces, con calma terminó su actuación.
Cuando le preguntaron al entrenador cómo se sintió, él admitió sentir un frío temor al principio, pero luego -dijo-, se dió cuenta de que aunque él no podía ver a los felinos, ellos lo sabían.
Él dijo: “Solo continué sonando mi látigo y hablándoles hasta que las luces regresaron. Ellos nunca supieron que yo no les podía ver tan bien como ellos me veían a mí.”
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