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jueves, 21 de agosto de 2025

¿Es suficiente la salvación?

¿Es suficiente la salvación?
Romanos 14.7-12

Hay personas que a pesar de haber puesto su fe en Jesús como Salvador personal de sus vidas, siguen viviendo en rebeldía contra Él. ¿Por qué dicen seguir al Hijo de Dios pero se niegan a servirle?

La respuesta es que la salvación es solamente el primer paso. El destino eterno de cualquier persona que recibe a Jesucristo está sellado para siempre —irá al cielo. Pero la salvación no garantiza una vida piadosa o fructífera aquí en la Tierra.

La voluntad del Padre celestial es que vivamos bajo el señorío de su Hijo. Eso significa que debemos someternos a Jesús como el único que está a cargo de nuestra vida. Las decisiones de cada día y el liderazgo de aquellos que están bajo nuestro cuidado, están en última instancia en las manos de Dios, no de nosotros; Cristo nos da guía y dirección. Aunque algunas veces cometeremos errores, tenemos que recordar que la gracia de Dios es para personas imperfectas.

El problema es que normalmente queremos darle a Dios dominio solamente sobre ciertos aspectos de nuestra vida. Por ejemplo, muchos queremos que se aparte de nuestras finanzas, agendas y carreras. Pero, cuando nos encontramos en la cama de un hospital, ¿quiénes de nosotros le diría a Jesús que se desligara de nuestra salud? Por tanto, hágase esta pregunta: ¿Es Jesús el Señor de mi vida, o no?

La experiencia de salvación ocurre una sola vez, pero la vida cristiana continúa, porque el señorío de Jesucristo sigue. Habrá un momento cuando todo creyente deberá reconocer que el Hijo de Dios vino para más que salvarnos. Vino para ser el Dueño de nuestra vida, para nuestro bien y para su gloria.

sábado, 24 de febrero de 2024

Una vida fructífera

 


Una vida fructífera

Proverbios 3.5-12

Dios nos creó con la necesidad de saber que nuestra presencia en este mundo tiene significado; y nos diseñó para que nos sintamos realizados mediante su Hijo Jesucristo.

La dependencia de Dios es vital para tener vida abundante. Confiar en Él con todo nuestro corazón es darle el control de nuestras familias, finanzas, trabajos y todo lo demás. El pasaje de hoy enfatiza lo esencial que es la fe para una vida fructífera. Dios nos advierte en contra de ser sabios a nuestros propios ojos, y nos recuerda dos veces que no debemos apoyarnos en nuestra propia sabiduría. Cuando enfrentamos decisiones, tendemos a recopilar información y a optar por la solución que consideramos correcta. Sin embargo, no podemos conocer todos los hechos o predecir con seguridad cómo reaccionarán los demás. Pero Dios es omnisciente. Conoce nuestros corazones y pensamientos (1 Cr 28.9). Ninguna parte de nuestra vida escapa a su conocimiento (He 4.13), y se interesa por todos nosotros. Es por eso que Él sabe con seguridad qué decisión es la que conviene a nuestras circunstancias.

Otro aspecto de una vida abundante es reconocer a Dios en todo lo que hacemos. Hablar sobre Él es solo una parte de lo que significa darle nuestro reconocimiento. Como sus hijos, debemos parecernos a nuestro Padre celestial en pensamientos, actitudes y acciones. Nuestras prioridades deben reflejar las suyas, y nuestros planes armonizar con sus propósitos.

La vida se vuelve fructífera cuando nos rendimos a Dios y hacemos su voluntad. Al dejar que su Espíritu viva en nosotros (Ga 2.20), nuestras vidas se caracterizarán por un sentido de propósito y santificación.