domingo, 11 de abril de 2010
A veces crecemos y no lo sabemos
Algunos creyentes le pueden contar sobre su crecimiento espiritual. Y usted puede, claramente, ver los cambios en sus vidas. Ellos le testifican a usted acerca de cómo es que el Espíritu Santo ha derrotado, por ellos, al enemigo. Y usted se regocija juntamente con ellos en su victoria.
Sin embargo, este tipo de cristianos son la excepción. La mayoría de creyentes son totalmente inconscientes de cualquier progreso espiritual en sus vidas. Oran, leen la Biblia y buscan al Señor con todo el corazón. No hay en ellos ninguna obstrucción para el crecimiento espiritual.
Pero ellos no pueden discernir ningún crecimiento en sus vidas. Yo soy un ejemplo de este tipo de creyente. Sé que camino en la justicia de Cristo, aun así nunca siento que estoy progresando. De hecho, ocasionalmente me decepciono de mí mismo, cuando hago o digo algo que no sea de Cristo. Esto hace que me diga: “He sido cristiano durante años, ¿por qué no aprendo nunca?”
Pienso que los cristianos tesalonicenses quedaron perplejos al oír la impecable evaluación de Pablo respecto a ellos (ver 2 Tesalonicenses 1:3). Probablemente, ellos pensaron: “Yo, ¿creciendo en abundancia? Pablo debe estar bromeando”.
Pero Pablo sabía que el crecimiento espiritual es un secreto, algo oculto. La Escritura lo compara al crecimiento invisible de las flores y los árboles: “Yo seré a Israel como rocío; él florecerá como lirio, y extenderá sus raíces como el Líbano. Se extenderán sus ramas, y será su gloria como la del olivo, y perfumará como el Líbano” (Oseas 14:5–6).
Dios nos estás diciendo: “¡Vayan a los lirios! Sólo traten de verlos crecer. Les digo que al final del día no verán cambio alguno. Pero sepan esto: Yo riego al lirio cada mañana con el rocío que envío, y va a crecer”. Es lo mismo en el crecimiento espiritual ¡Es imperceptible al ojo humano!
Pareciera que algunos creyentes nunca lucharan con un pecado habitual. Ellos testifican: “Cuando vine a Jesús, el Señor sacó la tentación de mí. Y desde aquel día, he sido libre”. Conozco a muchos ex drogadictos que han tenido dicha experiencia.
Pero para multitudes de cristianos, la historia es otra. Años después de su conversión, una vieja corrupción se desata en ellos, algo que ellos aborrecían y nunca más querían volver a ver. Sin embargo, no importa cuán dura sea la lucha, dicho deseo simplemente no se va. Con el tiempo se desalientan. Su alma clama: “¿Cuánto más, Señor? ¿Cuándo será finalmente rota esta cadena?” Y eventualmente el diablo viene a ellos y les dice: “Nunca lo lograrás. Sabes que no hay manera en la que puedas crecer espiritualmente estando en la condición en la que estás”.
Anímese, amigo, tengo buenas noticias para usted. ¡Usted está creciendo en medio de su lucha! De hecho, quizás esté creciendo a pasos agigantados, a causa de su lucha.
Descanse seguro, si tiene el temor de Dios en su corazón, usted surgirá de la tormenta con mayor fortaleza en su vida. Vea usted, cuando usted batalla contra el enemigo, está ejerciendo e invocando toda la gracia y el poder de Dios. Y aunque se sienta débil, dicha gracia y poder le están fortaleciendo. Primeramente, la oración en su vida se vuelve más urgente. Y, en segundo lugar, usted está siendo despojado de todo orgullo. Así que, la tormenta lo está poniendo a usted “en guardia espiritual” en todas las áreas de su vida.
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