miércoles, 15 de julio de 2015

El origen de la adversidad

El origen de nuestra adversidad

Leer | Isaías 45.5-10
5  Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste,
6  para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo Jehová, y ninguno más que yo,
7  que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto.    Jehová el Creador
8  Rociad, cielos, de arriba, y las nubes destilen la justicia; ábrase la tierra, y prodúzcanse la salvación y la justicia; háganse brotar juntamente. Yo Jehová lo he creado.
9  ¡Ay del que pleitea con su Hacedor! ¡el tiesto con los tiestos de la tierra! ¿Dirá el barro al que lo labra: ¿Qué haces?;(A) o tu obra: ¿No tiene manos?
10  ¡Ay del que dice al padre: ¿Por qué engendraste? y a la mujer: ¿Por qué diste a luz?

Cuando pasamos por tiempos de adversidades, algunas veces nos preguntamos por qué un Dios bueno y todopoderoso permite situaciones dolorosas. Y para encontrar la respuesta, necesitamos considerar las posibles fuentes de nuestra adversidad:

Un mundo caído. Cuando el pecado se introdujo en el mundo, el sufrimiento vino con él. Dios pudo habernos protegido de sus efectos dañinos convirtiéndonos en títeres incapaces de elegir el pecado, pero eso significaría también que seríamos incapaces de elegir amarlo. Porque el amor, por su misma naturaleza, es voluntario.

Nuestras decisiones. A veces, nos metemos en problemas al tomar decisiones insensatas o pecaminosas. Si el Señor interviniera y nos salvara de cada consecuencia negativa, nunca nos convertiríamos en creyentes maduros.

Los ataques de Satanás. El diablo es nuestro enemigo, y por tanto entorpece cualquier cosa que el Señor quiera hacer en los creyentes y por medio de ellos. Su propósito es destruir nuestra vida y nuestro testimonio, debilitándonos y haciéndonos inútiles para los propósitos de Dios.

La soberanía de Dios. Finalmente, el Señor tiene el control de todas las adversidades que se nos presenten. Negar su actividad contradice su poder y su soberanía sobre la creación.

Para poder aceptar que Dios permite —o incluso envía— las aflicciones, debemos ver la adversidad desde la perspectiva de Él. ¿Tiene usted puesta su mirada en el dolor o en el Señor y su fidelidad? Como creyentes, tenemos la seguridad de que Dios no permitirá que nos vengan adversidades, a menos que sean para nuestro beneficio y con el buen propósito que Él tiene.

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