A Dios le gusta la variedad, por eso creó a todas las personas como individuos únicos. Usted es único, y el Señor tiene tareas específicas diseñadas solo para usted. Con esto en mente, ¿cómo cree que debiera enfrentar su vida? Una opción es vivir de manera confiada, yendo adonde le lleve la vida sin pensar mucho en el futuro. El problema con este método es que puede hacer que usted llegue al final de la vida para luego darse cuenta de que estuvo en el camino equivocado, y de que no logró lo que Dios tenía en mente para usted.
Otro método es definir los objetivos de su vida y desarrollar un plan que le permita alcanzarlos. Aunque esto pueda parecerle una mejor manera de descubrir la voluntad de Dios para su vida, debe asegurarse primero de quién es el plan que está siguiendo. ¿Es el de Dios o el suyo? El objetivo no es solo estar ocupado, sino vivir cumpliendo el propósito del Señor para su vida. Él está dispuesto a mostrarle sus planes, si usted le busca y le obedece.
Una de las maneras como Él nos ayuda a descubrir su voluntad es dándonos capacidades, destrezas y dones espirituales que se adaptan perfectamente a su llamamiento. Las capacidades y las destrezas son habilidades con las que nacemos. Éstas, por lo general, determinan nuestros intereses y vocaciones. En cambio, los dones espirituales son las facultades especiales dadas por Dios que nos equipan para que le sirvamos de manera efectiva y exitosa. Son escogidos por Dios, y dados a nosotros en el momento de nuestra salvación. Saber cómo nos ha creado el Señor, y cuáles son los dones que nos ha dado, nos ayuda a descubrir lo que Él desea que hagamos.
Usted encontrará una lista de los diversos dones espirituales en Romanos 12.4-8; 1 Corintios 12.4-11, 28; Efesios 4.11, 12 y 1 Pedro 4.10, 11. Si usted no está seguro de cuál es el suyo, piense en lo que le motiva.
Conocer y comprender los diferentes dones espirituales no solo nos ayuda a determinar cómo quiere Dios que le sirvamos en la iglesia, sino que también nos ayuda a aceptar y valorar los dones que le ha dado a otros. Con esto en mente, examinemos varios aspectos en cuanto a los dones espirituales.
Ante todo, cada creyente tiene al menos un don espiritual (1 Co 12.11). Una manera sencilla para descubrir el suyo es observando cómo responde a las situaciones o a las necesidades. Por ejemplo, supongamos que invito a varias personas a mi casa para la cena y, en medio de la comida, derramo mi té. La persona con el don de misericordia siente de inmediato mi malestar y se apresura a animarme. El invitado que tiene el don de dar ofrece servirme un vaso nuevo de té. Alguien con el don de administración se encarga de la limpieza, y quien tiene el don de exhortar sugiere que, en el futuro, ponga mi vaso lejos del borde de la mesa. Todos responden de manera diferente, pero juntos trabajan como un todo para encargarse de la situación y resolver el problema.
En segundo lugar, los dones espirituales nos son dados para el bien común de la iglesia. No es para nosotros, sino para los demás. Cuando trabajamos de acuerdo con nuestros dones, la iglesia se beneficia (1 Co 12.7). Es por eso que Pedro nos exhorta a utilizar nuestros dones espirituales para servirnos unos a otros (1 P 4.10). Si los usamos activamente para ayudar a otros, desempeñaremos eficazmente aquello para lo Dios nos creó.
En tercer lugar, debemos servirnos unos a otros por medio del poder del Espíritu Santo (1 P 4.11). Nuestros dones espirituales no se originan en nosotros, y no son para ser utilizados con nuestras propias fuerzas o con fines egoístas. Si los discípulos de Cristo no podían cumplir con la tarea que Él les asignó sin el poder del Espíritu Santo, tampoco podremos hacerlo nosotros. Pero Dios nos guía, nos capacita y nos equipa, para realizar el trabajo que nos ha asignado.
En cuarto lugar, recuerde siempre que la obra es del Señor, y que nosotros somos mayordomos de los dones espirituales que Él nos confía (1 P 4.10). Dios ha elegido llevar a cabo su obra por medio de la iglesia con la utilización de los dones que tenemos. No importa cuán poco pensemos que tenemos que ofrecer, el Señor quiere que nos pongamos a su disposición para servir. Nunca debemos subestimar lo que Él puede hacer en nuestra vida. El Señor tiene el poder de abrir las puertas de la oportunidad, y proporcionarnos los recursos que necesitemos para tener éxito. Cuando el Espíritu se mueve en nuestro corazón para revelar las necesidades y nos da el poder para responder de acuerdo con los dones que Él nos ha dado, cumplimos su voluntad.
Me gustaría que piense en cuán preciosos son sus dones espirituales. Estos regalos fueron escogidos especialmente para usted por el Señor. Pero, al igual que cualquier otro regalo, tienen que ser abiertos y utilizados para que sean de beneficio. Nada le dará un mayor sentido de comunidad y de propósito que invertir su vida en la obra de Dios para el bien de los demás.