Una lección sobre la poda
Leer | Juan 15.1-4
Una vez un Pastor se detuvo a visitar a uno de sus feligreses el cual se dedicaba al cultivo de manzanos, y su esposa le dijo que él estaba en la granja. Fue a verlo, y lo encontró cortando las ramas de uno de los árboles. Sin pensar, le dijo: “¡Vas a matar a ese árbol!” Él se dio vuelta, y le dijo: “Pastor, encárguese usted de predicar, y déjeme a mí la poda”.
Este hombre y el Pastor se hicieron amigos, y fue él quien le enseñó el porqué de la poda.
Para producir una cosecha abundante de la mejor fruta, tenía que cortar el árbol como lo hacía. Aunque podía parecer que el árbol iba a morir, era precisamente de las heridas de donde saldrían nuevos retoños.
Esta ilustración nos ayuda a entender por qué el Señor actúa a veces como una operación de poda en la vida de las personas.
Para obtener una cosecha abundante de fruto espiritual, nuestro Padre celestial tiene que quitar todo lo que nos distraiga o desvíe de su servicio. El procedimiento es a menudo doloroso. Sé que he gritado: “¿Más, Señor?” cuando ha usado el “hacha” conmigo. Pero el resultado es siempre beneficioso; soy un mejor y más auténtico reflejo de Jesucristo después que Dios corta de mí un hábito carnal o una actitud mundana.
Ser amado por Dios no significa que seremos mimados; su interés principal no es que nos sintamos cómodos. El agricultor debe podar el manzano para lograr una cosecha abundante. Igualmente, Dios permite a veces que sintamos dolor para poder producir mayor crecimiento y más fruto espiritual en nosotros.
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