miércoles, 29 de junio de 2016

Testigos eficaces

Testigos eficaces

Leer | FILIPENSES 2.12-16

Algunos de los testimonios más poderosos provienen de personas que han pasado por circunstancias dolorosas. Considere cómo se ha extendido el evangelio en partes del mundo donde abundan la pobreza y la opresión. Piense ahora en cómo le han impactado a usted las historias de quienes antes fueron criminales, víctimas de abusos y prisioneros por la fe. El poder de Dios se manifiesta en los momentos de mayor debilidad del ser humano.

La respuesta de los creyentes a las crisis determinará si se convierten en testigos más útiles como resultado de las dificultades. Muchas personas cometen el error de concentrarse en la voluntad del hombre, en vez de hacerlo en la soberanía del Señor. Por eso les resulta imposible creer que el Señor sacará resultados positivos de su dolor.

Quienes se sobreponen a sus circunstancias, entienden que Dios usa cada experiencia para bien de sus vidas (Ro 8.28). Para confiar en ese principio, debemos comprender que lo que experimentamos está bajo la autoridad de un Padre misericordioso y compasivo.

El tiempo de Pablo en la cárcel dio mejor y más abundante fruto del que pudo él haber producido de otra manera (Fil 1.13). Presentó el evangelio a la élite militar romana, debido a que estuvo encadenado a soldados, día tras día, durante años. Cuando dirigimos nuestra atención a Cristo, Él nos muestra oportunidades para alcanzar a otras personas con el evangelio. Son, en muchos casos, oportunidades que no habríamos tenido, a no ser por las circunstancias difíciles que Dios ha permitido que lleguen a nuestra vida.

sábado, 25 de junio de 2016

Jesús: El único camino al cielo

Jesús: El único camino al cielo

Leer | JUAN 10.1-11

Aunque el mundo tiene muchas religiones, solo hay un camino para llegar al cielo. Jesús dice claramente: “Nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn 14.6). Para enfatizar este punto, Él usó varias descripciones metafóricas, llamándose a sí mismo: el pan de vida, la puerta, el buen pastor, y el camino (6.51; 10.9, 11; 14.6).

Dios no espera que usted cumpla con algún tipo de ritual para hacer de Jesús el Señor de su vida —puede utilizar las palabras que quiera. Pero algunos elementos bíblicos son esenciales cuando se inicia una relación con Él:

• Confiese su pecado y reconozca su necesidad de un Salvador (1 Jn 1.9).
• Ponga su fe en Cristo como el único Salvador, reconociendo que Él murió por sus pecados, fue sepultado, y resucitó tres días después (Jn 3.16; 1 Co 15.3, 4.).
• Crea que sus pecados son perdonados, y que su nombre está escrito en el libro de la vida del Cordero (1 Jn 5.11-13).

Cada persona tiene que tomar una decisión. La muerte es inevitable, pero podemos decidir entre ir al tormento eterno o a la hermosura eterna de la presencia de Dios. Permítame ser muy claro, lo que una persona piense acerca del cielo y el infierno no influirá en Dios en lo más mínimo. Las personas no serán juzgadas por su punto de vista, sino por la verdad de la Palabra de Dios.

La Biblia declara que hay un solo camino al cielo: la fe en Jesucristo. Su evangelio es un camino recto, del abismo del pecado a la gloria del cielo, con la promesa de una vida abundante desde ahora mismo. Lo que tenemos que hacer es cruzar la Puerta y seguir el Camino; entonces el Pan vivo nos sustentará.

viernes, 24 de junio de 2016

La fe y la razón

La fe y la razón

Leer | SALMO 119.67-72

Una de las primeras cosas que la gente tiende a hacer en tiempos de dificultad, es achacar la culpa de sus problemas a alguien más.

Pero las mayoría de las veces, nuestros intentos de culpar a otros no tienen base. Lamentablemente, una causa probable de nuestra dificultad tiende a pasar desapercibida: nosotros mismos. Aunque pueda herir nuestro orgullo reconocerlo, muchas veces somos los únicos culpables de los problemas que enfrentamos.

Esto es, por supuesto, una dura lección para cualquier creyente. El pasaje de hoy revela la lucha que tuvo David en este sentido. Pero llegó a un punto en el que se dio cuenta de su propia culpabilidad, y clamó: “Antes de sufrir anduve descarriado” (Sal 119.67 NVI). Es decir, reconoció que su aflicción no era culpa de nadie, sino el resultado de su corazón y su mente errantes.

En este sentido, la adversidad puede ser una herramienta poderosa en las manos de nuestro Padre celestial. ¿Por qué permite que pasemos por tiempos difíciles? La respuesta puede ser que quiera enseñarnos algo y dejar grabada en nuestra mente las consecuencias de nuestro pecado. Al hacerlo, nos ayuda a evitar problemas en el futuro.

Es por eso que David pudo hacer la sorprendente declaración: “Me hizo bien haber sido afligido” (v. 71). El resto del versículo —“porque así llegué a conocer tus decretos”—, explica el beneficio protector a largo plazo. Si usted está pasando por alguna adversidad, quizás el Señor esté tratando de enseñarle algo. Acepte la lección, y trate de encontrarle sentido a la situación que atraviesa.

El cielo: Nuestro hogar eterno

El cielo: Nuestro hogar eterno

Leer | JUAN 14.1-4

Jesús anunció a sus discípulos que se marcharía pronto. Sin embargo, también les prometió que regresaría un día para llevarlos a una casa que prepararía para ellos (Jn 14.3). Este versículo nos confirma que el cielo es un lugar real.

Según la Biblia, los cristianos tienen su ciudadanía en el cielo (Fil 3.20), nuestro tesoro está guardado allí (Mt 6.20), y ese será nuestro hogar eterno (1 Ts 4.17). Dios no está describiendo un mundo imaginario. Por el contrario, todos los creyentes pueden tener la confianza de que serán reunidos allí, en una morada tangible.

El espíritu de todo cristiano entra en la presencia de Dios inmediatamente después de la muerte física (2 Co 5.6). Una vez que el tiempo del Señor se haya cumplido para que vengan la tribulación y el juicio final, Él hará nuevas todas las cosas. Primero, nuestros cuerpos serán resucitados como inmortales, libres de dolor y con lozanía espiritual (1 Co 15.42). Después, la Tierra se transformará en un paraíso incorrupto y nosotros entraremos a la nueva Jerusalén celestial (Ap 21.10-27).

En el cielo, los hijos de Dios pasaremos la eternidad sirviéndole y adorándole. Pese a la idea equivocada de que estaremos en las nubes tocando arpas, ¡no estaremos de brazos cruzados, sin hacer nada! Sí descansaremos, pero de las tentaciones, las angustias, las pruebas y el dolor.

El paraíso está más allá de nuestra imaginación, pero sí sabemos que la vida del creyente continúa en el cielo. Como ciudadanos de ese reino, nos ocuparemos del trabajo de servir y alabar a Dios. Además, disfrutaremos de nuevas fuerzas y de la armonía perfecta con el Señor y otros cristianos.

La bendición de amar a los demás

La bendición de amar a los demás

Leer | 1 PEDRO 1.22

Si respondiéramos solo por impulsos naturales, es probable que algunas veces tratáramos con gentileza a las personas amables, y en otras ocasiones, las tratáramos de manera hostil e iracunda.

Pero Jesús nos enseña claramente a amar, aun cuando las personas que nos rodean parezcan difíciles de amar. Él vivió de verdad lo que enseñó: Cristo nos amó lo suficiente para morir por nosotros cuando aún éramos pecadores (Ro 5.8). Sin duda, al actuar con la fortaleza que Él da y con gratitud por lo que hizo, sus hijos podemos amar a los demás (1 Jn 3.14).

Aunque es un reto responder a la falta de amabilidad con amor, esa piadosa conducta puede llevar a una gran bendición. Primero, porque esto complace a Dios; lo cual debe dar gozo y paz a sus hijos. Segundo, los creyentes deben sentir emoción al ver cómo Dios se moverá en la relación. Por último, será evidente el trabajo del Espíritu Santo, permitiendo que el amor de Dios fluya a través de vidas rendidas a Él.

Juan 13.35 habla de otro beneficio importante. Jesús dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. Puesto que el amor incondicional no es común en nuestro mundo, la gente lo observará.

Tratar a los demás de la manera que queremos ser tratados, es lo que crea las relaciones gratas y profundas que todo el mundo desea. Sin relaciones significativas, la vida carece de sentido, independientemente de cuántas cosas o conocidos podamos tener. Piense, entonces, en las personas con quienes tiene contacto durante la semana. ¿Las está tratando de la manera que Jesús ejemplificó?

Alternativas a la paciencia

Alternativas a la paciencia

Leer | GÁLATAS 6.7-9

¿Ha sentido alguna vez que el Señor le estuvo llamando para hacer algo realmente extraordinario? Lo más probable es que le haya venido a la mente una promesa o una meta dada por Dios. Al pensar usted en esto, consideremos tres modos comunes de actuar:

Primero, podemos tomar un atajo. Podemos suponer que si Dios nos hace una promesa, Él desea que la recibamos lo más pronto posible, ¿verdad? No necesariamente. Él, con bastante frecuencia, hace promesas que tarda años en hacer realidad. Cuando tratamos de manipular las circunstancias y “ayudar” al Señor a cumplir sus promesas, obstaculizamos lo bueno que Él tiene en mente para nosotros. Debemos recordar que parte de la bendición será la confianza y la madurez que obtendremos mientras esperamos.

Segundo, podemos rendirnos. Podemos decir:¿Quién quiere esperar diez años por algo?Eso es demasiado tiempo. Prefiero hacer otra cosa. Por tanto, desistimos, nos olvidamos de que tuvimos una oportunidad y tratamos de no pensar más en ello. Pero ¡qué tragedia es decir no a una promesa de Dios, y perder la bendición que Él pensó darnos!

Tercero, podemos esperar y confiar en el Señor. Esta es la mejor opción, pero también la que muchos tendemos a evitar. Si alguien le dijera a usted: “Dentro de siete años te daré siete millones de dólares”, lo más probable es que no respondería: “No, gracias, los quiero ahora o nunca”. ¿Por qué, entonces, tantos cristianos le dicen eso a Dios? Él tiene enormes bendiciones en reserva para usted, si está dispuesto a esperar.

Las recompensas de la paciencia

Las recompensas de la paciencia

Leer | HEBREOS 6.13-15

La paciencia es difícil de aprender y de practicarla. Vivimos de manera acelerada, ¡y tenemos que poner manos a la obra! Así es como la mayoría de nosotros actuamos, aunque no lo digamos con palabras.

Tal vez por eso la Biblia contiene abundantes ejemplos acerca de la paciencia y de su recompensa. Una y otra vez, vemos al Padre celestial haciendo promesas a sus hijos, para después tener ellos que esperar años, a veces décadas, para verlas cumplidas y ser bendecidos.

Pensemos en Abraham. A los 75 años, Dios le prometió que le daría un hijo. Diez años más tarde, seguía sin descendencia. Después de veinte años, todavía no tenía ese hijo. Por fin, cuando tenía 100 años, un cuarto de siglo después de que el Señor le había hecho la promesa, nació Isaac. Sin duda, Abraham debe haber tenido momentos de duda durante esa larga espera. Pero siguió confiando en Dios y esperando que Él cumpliera lo que le había prometido.

Hay muchos otros ejemplos. Cuando era joven, Jacob conoció a la chica de sus sueños, pero tuvo que trabajar durante muchos años antes de casarse con ella. A los 17 años, Dios le dijo a José en una visión que lo bendeciría, pero fue abatido por más de diez años de esclavitud y luego de prisión antes de recibir la recompensa. David fue ungido como rey de Israel siendo adolescente, pero pasó los siguientes catorce años, aproximadamente, huyendo por su vida antes de subir al trono.

Los atajos nunca llevan adonde el Señor quiere que estemos. Sin embargo, el largo camino está lleno de siervos fieles. ¿Está usted esperando hoy que Dios cumpla sus promesas? ¡Anímese, no es el único!

Para entender la Biblia

Para entender la Biblia

Leer | 1 CORINTIOS 2.12−3.3

“No entiendo la Biblia”, es un comentario que oigo con frecuencia, incluso de creyentes. No es ningún misterio que quienes no tienen a Cristo, sean incapaces de comprender los conceptos bíblicos, pero ¿por qué los que sí le conocen tienen problemas para entenderla? Algunas personas piensan que la respuesta es haber estudiado en un seminario, pero he conocido a pastores y maestros que no entienden realmente la Palabra de Dios. Conocen los hechos, pero carecen de interés por la Biblia o por el Señor.

La clave no es la educación sino la obediencia. Cuando nos dejamos guiar por lo que leemos, el Santo Libro cobra vida, y comenzamos a escuchar y entender la voz de Dios. Pero si no hemos obedecido lo que Dios nos ha revelado anteriormente, ¿por qué habría de darnos sus verdades más profundas? “Los secretos del SEÑOR son para los que le temen” (Sal 25.14, LBLA). ¿Quiénes son “los que le temen”? Los que obedecen sus mandamientos, a quienes se les ha prometido “buen entendimiento” (111.10).

Un estilo de vida carnal significa desobediencia ante el Señor. Esto nubla nuestros ojos, oídos y manera de pensar. A pesar de que, como creyentes, tenemos pleno acceso a la mente de Cristo, el apego a nuestras actitudes pecaminosas puede impedirnos aprovechar los ricos tesoros de la sabiduría que se encuentran en su Palabra.

Al leer la Biblia diariamente, examine lo que Dios dice. Luego, bajo la dependencia del Espíritu Santo, comprométase a hacer lo que Él le pida. Si usted escucha su voz, Él le dirá verdades más profundas, y su entendimiento crecerá.

Descubrir la voluntad de Dios

Descubrir la voluntad de Dios

Leer | COLOSENSES 1.9-12

¿Diría usted que descubrir la voluntad de Dios es como tratar de atrapar una mariposa? ¿O tal vez es como salir a pescar, y esperar atrapar algo con un poco de suerte? En ambos escenarios conocer la voluntad de Dios parece poco probable. El Señor Jesús, en cambio, estaba absolutamente seguro de saber lo que su Padre había planeado (Jn 6.38, 39). En efecto, el Padre celestial da a los creyentes su Espíritu Santo a fin de revelar sus propósitos para cada uno.

La Sagrada Escritura es el medio principal de comunicación de Dios. Su contenido es completo y perfecto. Con principios que abordan todas los aspectos de la vida, la Biblia es el manual de aprendizaje del Padre celestial para enseñarnos a vivir. Nutrir la vida cristiana sin la dieta constante de la Palabra de Dios, es imposible.

La Biblia nos da directrices para la vida, y el Espíritu Santo nos ayuda a aplicar su sabiduría a nuestras decisiones diarias. Cuanto más familiarizados estemos con la Palabra de Dios, más fácil será ver la importancia de sus preceptos en nuestras vidas. No regirse por el plan del Señor dará como resultado perder la vida abundante que Cristo ha prometido. Pero mucho más importante, desviarse del camino de Dios significará no darle la gloria que Él se merece, al no seguir su plan.

Si la Palabra de Dios no tiene un lugar central en nuestras vidas, será casi imposible estar seguros de que estamos en su voluntad. Hoy es el día para cambiar todo eso. Dios está esperando encontrarse con usted en su Palabra. ¿No le gustaría conectarse con Él? No hay nada en su agenda de actividades que pueda ser más valioso que pasar tiempo con Dios.

Comentario de la Biblia Matthew Henry en un tomo

Este es uno de los mejores Comentarios Biblicos de todos los tiempos


jueves, 16 de junio de 2016

Decir las cosas como son

Decir las cosas como son

Leer | JUAN 9.13-25

El ciego estuvo dispuesto a responder las preguntas acerca de su sanidad, sin importar quién se lo estuviera preguntando. Las reacciones en cuanto a su testimonio variaban. Quienes lo conocían discutían en cuanto a la autenticidad de su historia, y exigían saber cómo había llegado a ver. El hombre les dijo lo que había pasado: había conocido a un hombre llamado Jesús, quien le dio ciertas instrucciones. Cuando obedeció, fue sanado. Aunque esas personas no podían negar lo que había sucedido, tuvieron problemas para aceptar el relato, porque no podían entenderlo. Las personas en el mundo siguen haciendo lo mismo todavía, tratan de negar lo que no son capaces de explicarse.

Los fariseos también le preguntaron cómo había recibido la vista. El hombre dijo otra vez: “Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo” (Jn 9.15). Estos líderes se negaron a creerle, porque no querían aceptar a Aquel que había sido responsable del milagro. Cuando le preguntaron por segunda vez, el hombre se limitó a repetir su testimonio. “Habiendo yo sido ciego, ahora veo” (v. 25). Rechazaron otra vez sus palabras, porque se negaron a cambiar sus creencias. Muchas personas rechazan la verdad de Dios, y se aferran a su propia interpretación de los hechos.

Una tercera respuesta se ve en los padres del hombre, a quien los fariseos interrogaron para confirmar el testimonio. Pero se negaron a hacerlo porque tenían temor a las autoridades. El miedo a la reacción de alguien puede impedirnos hablar de nuestra vida transformada.

La próxima vez que tenga la oportunidad de hablar del Señor, comparta algo que ha cambiado en usted desde que lo conoció. Diga. “Yo era ___, y ahora soy ___, gracias a Jesús”.

miércoles, 15 de junio de 2016

Cuente su propia historia

Cuente su propia historia

Leer | JUAN 9.1-7

El Señor usará el testimonio del cristiano de una manera poderosa. Cuando contamos cómo Dios nos salvó y nos transformó, el Espíritu Santo puede aumentar el interés de las personas por los asuntos espirituales, y usar nuestras palabras para ayudarlas a buscar a Cristo como su Salvador.

En Juan 9, leemos acerca de un ciego a quien el Señor curó. Había sido invidente desde su nacimiento, y muchas personas querían saber cómo se produjo su sanidad milagrosa. A todos los que lo interrogaban, les contaba los hechos tal como los había experimentado: “El hombre al que llaman Jesús hizo lodo, me lo untó en los ojos y me dijo: ‘Ve al estanque de Siloé y lávate’. Entonces fui, me lavé, ¡y ahora puedo ver!” (Jn 9.11, NTV).

Cuando obedecemos los mandamientos del Señor, las personas que nos rodean notarán que hay algo diferente en nosotros. Es posible que tengan curiosidad en cuanto a nuestra manera de afrontar el sufrimiento o de mantenernos tranquilos en tiempos de adversidad. Pueden preguntarnos por qué hemos renunciado a ciertas actividades o evitamos ciertos lugares. Podemos responder de la misma sencilla manera que el ciego: “Yo estaba ciego espiritualmente y separado de Dios por el pecado. Jesús, el Salvador, murió en la cruz para pagar mis pecados. Por la fe en Él, sé que he sido perdonado y adoptado en la familia de Dios. Es por eso que no soy el mismo”.

No tenemos que dar respuesta a todas las preguntas para poder hablar de nuestro Salvador. Solo necesitamos decir lo que nos ha sucedido personalmente. Tómese el tiempo para escribir su testimonio en unas pocas líneas y cuente su historia de manera breve y clara. Después, busque la oportunidad de compartir con alguien más lo que Dios ha hecho en su vida.

martes, 14 de junio de 2016

Toda una vida de santidad

Toda una vida de santidad

Leer | ROMANOS 12.1-3

Al poner su fe en Jesucristo, el nuevo creyente es santificado, es decir, apartado para el propósito de Dios. A diferencia de la salvación, que se produce en un instante, la santificación es un proceso que dura toda una vida. Quienes hemos confiado en Cristo como Salvador, y permitido que su Santo Espíritu controle nuestras vidas, estamos siendo santificados en el presente, no importa lo que podamos sentir o cómo parezcan nuestras acciones a los demás. Estamos progresando en la madurez de nuestra fe.

Si estamos progresando, entonces tenemos que estar avanzando hacia algo. El apóstol Pablo explicó la misión del cristiano de esta manera: “Porque a los que [Dios] antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Ro 8.29). El carácter, la conducta y la conversación de un creyente deben reflejar a Cristo.

Por nuestra propia cuenta, pondríamos demasiado énfasis en la conducta y quedaríamos atrapados por la obediencia a las reglas y a las ceremonias que parecen cristianas, pero que no reflejan en verdad a Cristo. Pero Dios ha dado a cada creyente su Espíritu como maestro y guía. La obra del Espíritu Santo es transformar nuestras mentes y corazones para que nuestro carácter sea diferente al de las personas que no conocen a Cristo. Solo cuando estamos bajo el control del Espíritu podemos hablar y actuar de acuerdo con lo que somos realmente: hijos de Dios.

Nuestro Padre celestial quiere que sus hijos sean ejemplos vivos y un reflejo de lo que Él es. El Señor no espera perfección de nosotros; sabe que no podemos ser perfectos mientras vivamos en este cuerpo. En vez de eso, Él nos enseña a pensar y actuar para que podamos “[andar] como es digno de la vocación con que [fuimos] llamados” (Ef 4.1).

lunes, 13 de junio de 2016

La santificación del creyente

La santificación del creyente

Leer | ROMANOS 6.17-22

El Señor tiene un plan grandioso para la vida de cada persona, que un resumirse en una sola palabra: santificación. Si usted se está rascando la cabeza pensando en lo que significa ese término, no es el único. Muchas personas, incluso algunos cristianos, no conocen su definición. Sin embargo, los creyentes deben procurar adquirir ese conocimiento, porque es una palabra importante que los define a ellos.

En su forma verbal —santificar— la palabra quiere decir “hacer santo” o “separar”. Por tanto, cuando algo es santificado, es separado del uso común a uno sagrado. En el Antiguo Testamento, se nos dice que el Señor santificó algunas cosas: hizo santo el día séptimo, apartó a la tribu de los levitas como sacerdotes, e incluso consagró lugares como el Lugar Santísimo en el tabernáculo (Gn 2.3; Nm 3).

El Señor sigue santificando a las personas hoy. Antes de que alguien reciba la salvación, está muerto espiritualmente (Ef 2.1-3). Además, Romanos 5.10 nos dice que antes de llegar a la fe, somos, en realidad, enemigos de Dios. Pero en el momento que alguien pone su fe en Jesús como su Salvador personal, sus pecados son borrados y es adoptado en la familia del Señor. Esa persona es luego apartada como un hijo de Dios para un propósito sagrado. Esto significa que los creyentes no estamos aquí simplemente para buscar su beneficio personal. Más bien, estamos para servir a Dios y glorificarlo.

Como miembros de la familia de Dios estamos llamados a reflejar su gloria, a los creyentes se les conoce como “santos”. Esta palabra tiene la misma raíz de santificación. Se nos conoce de esta manera, no porque vivimos vidas intachables, sino porque vivimos una vida consecuente con Aquel a quien representamos.

sábado, 11 de junio de 2016

La santidad Personal

La santidad Personal

Leer | HEBREOS 9.11-14

Si usted se dirigiera al azar a cualquier persona en la calle y le preguntara si irá al cielo, muy probablemente le diría que sí. Si le pregunta por qué, lo más probable es que le mencione las cosas buenas que ha hecho. A los no creyentes, y algunos creyentes también, se les hace difícil entender por qué sus obras no son suficientes para la salvación. En realidad, muchas personas no reconocen en absoluto su necesidad de ser salvas.

Suponen que ser un buen esposo o un padre dedicado que no engaña a nadie y hace bien su trabajo, es suficiente para ganar la vida eterna. No se ven a sí mismos como pecadores, ni comprenden que el pecado los ha separado del Dios santo. Creen que pueden ganar un lugar en el cielo por medio de su conducta.

La trampa para las personas que piensan de esta manera, es que son incapaces de reconocer que el Señor es el único que puede hacer algo en cuanto a la condición pecaminosa del ser humano. La mayoría de nosotros nos vemos muy bien a nuestros propios ojos porque, al utilizar a otros como un patrón para hacer la comparación, siempre podemos encontrar a alguien cuyo estilo de vida o sus malas acciones nos hacen lucir mejor. Pero cuando nos comparamos con la santidad perfecta de Dios, ninguno de nosotros da la talla.

El Salvador murió por los pecados de la humanidad y resucitó para que cada persona pudiera ser santa, así como Dios es santo. Juan explicó cómo es lavado el pecado del creyente: “La sangre de Jesucristo su Hijo [de Dios] nos limpia de todo pecado” (1 Jn 1.7). Las buenas obras no significan nada, a menos que sean el resultado de un espíritu limpio. Podemos tener santidad personal solamente recibiendo al Señor Jesucristo y su regalo de la salvación.

viernes, 10 de junio de 2016

La necesidad de la sangre de Cristo

La necesidad de la sangre de Cristo

Leer | ROMANOS 3.21-26

Romanos 3 comunica la esencia misma de las Sagradas Escrituras. Sin la cruz de Cristo y su muerte expiatoria, nadie puede ser declarado justo.

En otras palabras, solo hay una manera de llegar a ser un hijo de Dios: por medio de la sangre del Salvador (Jn 14.6). Las buenas obras y la vida correcta no ganarán el favor del Señor, porque toda persona peca inevitablemente y un pecador no puede entrar a la presencia del Dios santo. El derramamiento de la sangre de Cristo en favor del mundo, hizo posible que cualquier persona sea limpiada del pecado y tenga una relación con el Creador. El único requisito es confiar en el Señor Jesús como su Salvador.

Para que Dios sea justo, Él debe mantenerse fiel a sus propios principios. Su santidad dictaba que “el alma que pecare, esa morirá” (Ez 18.4). El castigo por el pecado, es decir, la muerte, tenía que ser pagado de una manera aceptable a Dios. Él dijo por medio de Moisés que era necesario un sacrificio: “Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona” (Lv 17.11). Había que dar una vida, para que la vida de otra persona pudiera salvarse.

En consecuencia, el Padre celestial proveyó un sacrificio perfecto y sin pecado en favor de toda la humanidad. La única manera que había para que la justicia de Dios fuera satisfecha era que Jesucristo tomara nuestra culpa y nuestro pecado sobre sí mismo, y muriera en lugar nuestro.

Cuando decimos que hay un solo camino al Padre, queremos decir que una persona debe creer que Jesucristo murió a su favor como un sacrificio perfecto. Confiar en cualquier otra cosa, es ignorar la santidad de Dios y lo que dice su Palabra (Hch 4.12).

jueves, 9 de junio de 2016

Cómo ser alentados

Cómo ser alentados

Leer | SALMO 139.7-10

La mayoría de nosotros anhela tener una sensación de confianza y seguridad en esta vida. Vea si el siguiente escenario le describe a usted: Al final de su día o de su semana, se siente agotado. Sus nervios ya no aguantan más; parece estar en una temporada de pruebas, caminando pesadamente a través de valles, de aguas y de fuegos. Sabe que la Biblia dice que el Señor es omnisciente y que usa todas las cosas para bien, pero los sentimientos de aislamiento y desánimo le dejan con la duda si Él está consciente de la situación.

Si esto le suena familiar, entonces necesita recordar que usted no está transitando por esta vida solo. Nuestro amoroso Padre celestial está y ha estado con cada creyente todos y cada uno de sus días. Él viaja con nosotros lado a lado, tomando nuestra mano. Estamos caminando en la presencia del Dios viviente, cuyo Espíritu mora con y en nosotros (Jn 14.16, 17).

No importa en qué temporada de la vida se encuentre usted, y no importa cuán larga, corta, dolorosa o fácil pueda ser esa temporada, Dios quiere que sepa que nunca está solo. Él está con usted siempre (Mt 28.20). Deje que esta verdad le sirva de aliento.

David reflexionó en cuanto a esta seguridad en el Salmo 139; comprendió que no importa dónde podamos ir, el Señor está allí con nosotros. Nunca estamos más allá del alcance de un Dios que está lleno de misericordia, benignidad y consuelo (1 Cr 16.34; 2 Co 1.3).

Recuerde que Dios es fiel y omnipresente. Usted tiene un compañero en esta vida, un amigo que es más fiel que un hermano (Pr 18.24), y Él nunca le dejará ni desamparará. Disfrute hoy un tiempo maravilloso en compañía de Él.

miércoles, 8 de junio de 2016

Aliento para todas las temporadas

Aliento para todas las temporadas

Leer | DEUTERONOMIO 7.7-9

Al igual que el año, la vida tiene sus temporadas. Algunas están llenas de alegría, mientras que otras se caracterizan por las dificultades. Pero no se desanime, porque hay un precepto bíblico que puede alentarle y sostenerle en cada temporada: Nuestro Dios es fiel.

Sabemos de este atributo del Señor por pasajes tales como 1 Corintios 1.9, en el que Pablo dice: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor”. Decir que Dios es fiel, significa que Él siempre hace exactamente lo que dice que hará.

Qué tranquilizador es saber que Él cumplirá sus promesas y nunca se apartará de nuestro lado cualquiera que sea la “estación” de la vida en que nos encontremos. No importa qué tan profundas, lóbregas, deprimentes, desesperadas o buenas puedan parecer las cosas, sus hijos podemos contar con la constante presencia del Padre celestial.

Así que, independientemente de nuestras pruebas o triunfos, recordemos estas tres verdades:

1. Dios será fiel porque eso es parte de su naturaleza intrínseca (Sal 36.5).
2. Dios lo sabe todo acerca de nuestra situación; jamás estamos solos en la vida (Sal 139.7-12).
3. Dios es omnipotente; por eso es poderoso para satisfacer cada necesidad, y sabe cómo animarnos en las diversas estaciones de la vida (Ro 8.28).

Aférrese a la realidad de que usted y las estaciones cambiarán, pero nuestro maravilloso Dios siempre será el mismo. Eso significa que no le fallará, que no titubeará para ayudarle, y que no cambiará; por eso puede confiar plenamente en Él. El Señor jamás se olvidará de usted, pues está a su lado, siempre. ¡Grande es su fidelidad!

martes, 7 de junio de 2016

Dios llama de diversas maneras

Dios llama de diversas maneras

Leer | 1 SAMUEL 3.1-21

¿Qué viene a su mente cuando escucha la frase “el llamado de Dios”? Muchas personas suponen que se refiere al llamado de Dios a las personas que deciden trabajar formalmente en las iglesias u organizaciones religiosas. Esto no podría estar más lejos de la verdad. El Señor hace al menos cuatro llamados a todo creyente.

Primero, el llamado a la salvación. Así es como Dios establece una relación personal con nosotros. El pasaje de hoy nos muestra la manera dramática como Dios se presentó al joven Samuel. Él también se revela a cada uno de nosotros en las maravillas de la naturaleza que nos rodea (Ro 1.20).

En segundo lugar, el llamado a la santificación (Lv 11.44). Aquí, el Padre celestial llama a sus hijos a vivir una vida de santidad. La santificación puede definirse como el ser apartado, o hecho santo, para los propósitos de Dios.

Tercero, cada cristiano recibe el llamado al servicio. La Biblia nos recuerda claramente que todos los creyentes, no solo los pastores y los misioneros a tiempo completo, son llamados a servir al cuerpo de Cristo y a difundir las buenas nuevas de salvación. Todos hemos sido “creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef 2.10). Esto significa que todos tenemos tareas específicas e importantes que llevar a cabo.

Cuarto, todos tenemos el llamado a rendir cuentas. La Biblia enseña que cada uno de nosotros estará algún día delante de nuestro Señor para dar cuenta de nuestra vida. Esto no es algo a lo que debemos temer, si estamos ahora tratando de andar en sus caminos. Más bien, será un tiempo de gran recompensa y regocijo.

lunes, 6 de junio de 2016

Escuchar cuando Dios llama

Escuchar cuando Dios llama

Leer | 1 REYES 19.11-13

¿Piensa usted en el Señor como un poder o como una persona? Ser testigos de su gran poder es importante, sin duda, si vamos a confiar en su capacidad de hacer su voluntad. Pero a menos que tengamos una relación personal con el Padre celestial, podríamos perder de vista la manera en que se interesa por nosotros.

En el pasaje de hoy, encontramos al profeta Elías luchando con esos dos aspectos de su relación con el Señor. Solo un capítulo antes, él había experimentado la victoria por el poder maravilloso de Dios, en un enfrentamiento con cientos de falsos profetas (18.17-40). Sin embargo, inmediatamente después de eso, Elías temió por su vida, y huyó. El profeta sabía intelectualmente que el Soberano del universo era más que capaz de protegerlo. Pero lamentablemente, el temor por su vida había creado una brecha entre el conocimiento que tenía del poder y el interés de Dios por él, y la intimidad que tenía continuamente con Dios. Así que como resultado, Elías huyó.

Elías llegó al monte Horeb, donde esperaba que Dios pasara de largo. Luego, tres poderosas fuerzas de la naturaleza llegaron a ese lugar en rápida sucesión. Pero el profeta sabía que Dios no estaba en esos dramáticos eventos. Después que el viento, el terremoto y el fuego cesaron, Elías escuchó un débil y suave soplo. Reconoció de inmediato que se trataba de Dios, y de ese modo descubrió a su Señor, justo en medio de esa tenue brisa.

¿Está usted escuchando atentamente la tenue voz de Dios? ¿O a menudo se encuentra distraído por las fuerzas dramáticas que claman por su atención? Pida a su Padre celestial que atenúe el ruido, para que pueda aprender a detectar su suave susurro capaz de transformar vidas.

sábado, 4 de junio de 2016

Cuando nos sintamos decepcionados

Cuando nos sintamos decepcionados

Leer | EFESIOS 3.17-19

¿No es maravilloso saber que no podemos desilusionar a Dios? Puesto que el Señor conoce cada decisión que haremos, Él nunca puede ser sorprendido o decepcionado por nuestras decisiones. El Señor no tiene falsas expectativas de lo que Él puede o no lograr, y nos ama, pase lo que pase.

Cuando otras personas pasan por experiencias difíciles, dolorosas o decepcionantes, algunos cristianos se apresuran a citar Romanos 8.28: “A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a sus propósito son llamados”. Pero, ¿aplicamos este versículo a los desafíos de nuestra propia vida? ¿Tenemos fe en que Dios está trabajando en nuestras circunstancias, no importa cuán preocupantes puedan ser, para al final traernos un beneficio?

Creemos que Jesús es el Mesías que vendrá otra vez. Creemos en la salvación por gracia solamente. Creemos que pasaremos la eternidad en el cielo. Decimos sinceramente “¡Amén!” a todo eso, pero cuando sufrimos una gran desilusión en la vida, clamamos: “Señor, ¿dónde estás? ¡Ayúdame!”

Una cosa es conocer esas verdades intelectualmente, pero otra cosa es vivir por fe. ¿Podemos aplicar los principios de las Sagradas Escrituras a nuestra vida diaria para que las desilusiones imprevistas no nos impidan ser las personas que Dios quiere que seamos?

Sufrir decepciones no significan que nuestro Padre no nos ama. Él desea que saquemos provecho de las circunstancias difíciles, y quiere lo mejor para nosotros. Recordemos que Dios está más interesado en nuestro crecimiento espiritual que en aliviar nuestro dolor. Es posible que lo mejor de Él no sea siempre lo que quisiéramos, pero debido a que su naturaleza es amarnos (1 Jn 4.8), podemos tener la absoluta seguridad de que hasta las desilusiones son para nuestro bien.

viernes, 3 de junio de 2016

Con la mirada más allá de la decepción

Con la mirada más allá de la decepción

Leer | JUAN 11.3-6

Cuando se sufre desilusiones en la vida, es fácil culparse a uno mismo o a otros —o incluso a ambos. Con frecuencia, es difícil saber qué decir o qué hacer, por no poder identificar realmente la causa o el propósito verdadero de la decepción.

La desilusión suele ser una respuesta emocional a nuestro fracaso, o al de otros, por no lograr que un deseo, una esperanza, un sueño o una meta se conviertan en realidad. Esto puede llevar a perder la fe en alguien en quien confiábamos, e incluso en una persona que amamos.

El evangelio de Juan nos dice que Jesús amaba a Marta, a su hermana María, y a Lázaro, el hermano de ellas. Por esto, no sintieron la necesidad de decir al Señor algo más que “el que amas está enfermo” (Jn 11.3). Su expectativa era que tan pronto Jesús oyera esto, Él vendría para sanar a su hermano. Sin embargo, Jesús no se puso en marcha sino hasta dos días después.

Cuando llegó, Marta salió a su encuentro y le dijo: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto” (v. 21). Había tenido la esperanza de que Él viniera de inmediato, para salvar la vida de Lázaro. Ella no veía el propósito del Señor, que era el de hacer un milagro más grande.

Dios tiene razones para dejar que suframos decepciones. Él podría evitarlas, pero quiere mostrarnos su propósito. Su deseo es que confiemos, creamos y dejemos que nuestras circunstancias lo glorifiquen a Él (vv. 4, 25). Cuando lleguen las desilusiones, ¿quedará usted paralizado y desorientando en cuanto a los planes de Dios para su vida? ¿O estará abierto a lo que el Señor quiere enseñarle, y ansioso por entender el propósito de Él, y su lección en esas situaciones? La respuesta correcta es simplemente confiar en Él.

jueves, 2 de junio de 2016

La oración: Un privilegio extraordinario

La oración: Un privilegio extraordinario

Leer | 1 JUAN 5.14-15

Una pregunta resuena en el corazón de casi todos los cristianos en algún momento de su vida: Si Dios lo sabe todo acerca de mí, ¿por qué tengo que orar por mis necesidades? El Señor tiene razones específicas por las cuales no utilizar su omnipotencia para responder a ciertos deseos y sufrimientos nuestros, a menos que le hablemos de ellos.

Dios nos anima a orar para crear una relación estrecha entre Él y nosotros. El Señor está interesado en mucho más que la satisfacción de nuestras necesidades; también quiere convertirse en nuestra fuente de fortaleza en cada prueba. Sabemos que para que una amistad crezca se requiere invertir tiempo. Las oraciones rápidas de tres minutos, aunque son valiosas e importantes para mantener un continuo olor de “incienso fragante” delante de Dios, no son suficientes para mantener una conexión personal con nuestro Padre celestial.

Santiago 1.17 dice. “Toda buena dádiva...desciende de lo alto”. El Señor quiere que le reconozcamos como la fuente de todas nuestras bendiciones. Dirigir nuestras oraciones a Dios, y confiar en que serán respondidas de acuerdo con su voluntad y en su tiempo, fortalece nuestra conciencia de que sin Él, no podemos lograr nada. En la vida cristiana, nuestra dependencia de Dios crece en proporción directa a nuestra madurez espiritual. Ese concepto va en contra de nuestra naturaleza y cultura, que valoran la independencia por encima de todo lo demás.

Somos privilegiados de pertenecer a un Dios que desea tener una relación de Padre-hijo con nosotros. Él puede, desde luego, satisfacer nuestras necesidades sin una sola palabra de nuestra parte, pero entonces nunca conoceríamos la maravilla de pedir y recibir por amor.

miércoles, 1 de junio de 2016

Confianza al orar

Confianza al orar

Leer | MATEO 7.7-11

A veces, nos volvemos impacientes en nuestra vida de oración. Podemos enojarnos, o simplemente darnos por vencidos y llegar a la conclusión de que Dios no nos escucha cuando no responde nuestras oraciones de inmediato o de la forma exacta que esperábamos. La verdad es que Dios se deleita en responder nuestras oraciones, y ha dado abundantes promesas que deben motivarnos a hablar con Él. Si entendemos lo que Jesús estaba diciendo en Mateo 7, podremos orar con mayor confianza.

Pedir es la parte fácil. Pedimos ayuda para hacer nuestro trabajo o protección para nuestros hijos. E incluso, pedimos estar más cerca de Dios.

Sin embargo, algunas veces necesitamos hacer algo antes de que Dios dé una respuesta a nuestras oraciones. Por ejemplo, si le decimos a Dios: “Señor, ayúdame a entender la Biblia”, debemos proceder a abrir la Biblia y comenzar a leerla.

Por último, llamar demuestra que estamos viniendo al Señor con un sentido de dependencia de Él. Reconocemos que no podemos manipular una respuesta a nuestras peticiones, sino confiar en el poder de Dios. Además, nuestra capacidad de “llamar” es incomparable, porque nuestro Dios está de una manera intensa y personal interesado en nosotros.

El Señor Jesús utiliza las palabras pedir, buscar y llamar, de tal manera que nos anima a “pedir y seguir pidiendo; buscar y seguir buscando; llamar, y seguir llamando”. En la Biblia, la oración es comparada con el incienso, lo que implica una corriente continua que fluye de nosotros hasta llegar al cielo. ¿Está usted ofreciendo una fragancia continua al Señor por medio de sus oraciones al Él?