Los deseos y las necesidades
Leer | FILIPENSES 4.19
A veces, las personas consideran que un deseo es una necesidad. El corazón puede estar tan consumido por un deseo, que satisfacerlo parece ser crucial.
Los creyentes que se preguntan por qué no han recibido lo que deseaban, deben responder a esta pregunta: ¿Es tal necesidad esencial para cumplir el propósito de Dios, o solo para mi disfrute personal? Si no podemos realizar el plan de Dios sin algo, entonces es una necesidad, y Él responderá cuando le presentemos el asunto en oración (Fil 4.19).
A Dios también le agrada satisfacer nuestros deseos que estén dentro de los límites de su propósito y su voluntad. Las cosas que anhelamos producen placer, diversión o una sensación de alegría. Muchas son buenas y dignas de tenerse, pero pueden convertirse en problemáticas cuando las consideramos esenciales para nuestros planes. Dios no está obligado a concedernos nuestros deseos o satisfacer nuestros planes, sino los suyos. Sin embargo, Él dice que quienes le busquen no tendrán falta de ningún bien (Sal 34.10). Mateo 6.33 nos dice que debemos buscar al Señor por encima de todo. Eso significa hacer que nuestros deseos estén sujetos a su voluntad. Y si nos deleitamos en el Señor (Sal 37.4), Él también dará forma a nuestros deseos para que sean más beneficiosos.
El Padre celestial quiere ser la mayor delicia para sus hijos —el Único en quien se encuentran la plenitud y la satisfacción. Cuando esto es cierto en la vida del creyente, éste no necesitará muchas “cosas”, diversiones u otras personas para ser feliz. El gozo genuino lo encontrará en el Señor.
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