La fe para perseverar
Leer | Hebreos 12.3-11
A veces la vida puede parecer un largo y oscuro túnel. Tal vez no podemos descubrir la solución para un problema, o no podemos encontrar alivio al dolor. Independientemente de la dirección que tomemos, no podemos encontrar esperanza para nada mejor que nuestras circunstancias actuales.
Afortunadamente, servimos a un Dios que siente nuestro dolor y conoce nuestras limitaciones. Jesucristo caminó por el valle de sombra de muerte, y clamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mr 15.34). Esto significa que cuando nuestra fe llega al límite, nuestras fuerzas se agotan, y nuestros sueños se hacen añicos, Jesús lo entiende. Él nos pide que perseveremos, aun cuando queremos renunciar.
Renunciar no es más que abandonar la ayuda de Dios para valernos de nuestras propias fuerzas. Tratamos de manipular una situación o simplemente evitar el dolor. En esencia, elegimos creer que Satanás, con su poder terrenal, es más poderoso que Cristo dentro de nosotros (1 Jn 4.4). Por supuesto, el diablo no es más poderoso, pero nosotros dejaremos que gane una batalla si renunciamos a la seguridad de que Dios nos ayudará en la dificultad. Cuando tenemos esa actitud, perdemos la bendición del Padre y limitamos nuestra utilidad en su reino.
Aunque no podamos detectar su presencia, Dios está actuando en cada detalle de nuestro problema. Pero tenemos que confiar en su tiempo perfecto para que nos muestre la respuesta. El Padre celestial conoce su dolor, y Él vendrá a su auxilio en ese oscuro túnel. No se rinda antes de recibir su bendición.
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