El peligro de naufragar
El apóstol Pablo quería que su joven discípulo Timoteo entendiera los fundamentos de la fe. Por tanto, le escribió acerca de dos hombres que dejaron de hacerle caso a su conciencia. Su ejemplo nos enseña que si no entendemos realmente lo que es este regalo, corremos el riesgo de apartarnos de la fe.
Muchas personas piensan erróneamente que la conciencia es la voz de Dios, en vez de un regalo que nos ha sido dado por Él. Fuimos creados con un “monitor interior” que actúa como brújula moral para guiar nuestras decisiones. Pero la conciencia, como todo lo demás en nosotros, necesita ser redimida. Dependiendo de cómo haya sido programada, nuestra conciencia puede llevarnos en la dirección equivocada.
Pablo mismo es un ejemplo de esto. Su educación como fariseo le había enseñado que los cristianos eran una amenaza para Dios y la fe judía. Su conciencia había sido programada para ver el asesinato como un servicio a Dios. Por eso, buscaba ferozmente a los creyentes y los capturaba, sin que eso afectara su conciencia. Solo después que el Cristo resucitado se encontrara con él en el camino de Damasco, su conciencia fue transformada.
A menos que dejemos que el Señor nos redima por completo, nuestras decisiones pueden resultar tan destructivas como si ignoráramos intencionalmente hacer lo bueno. Si sometemos nuestra conciencia al Espíritu Santo, encontraremos un puerto seguro cuando las tormentas amenacen nuestra fe o nuestro futuro.