Isaías 40.12-31
Si usted le pregunta a un grupo de personas cómo es Dios, recibirá muchas respuestas diferentes.
Algunos dirán que es una fuerza en algún lugar del cosmos, mientras que otros lo describirán como un tipo de abuelo benévolo que pasa por alto los “pecados pequeños”. La mayoría de las veces, la descripción dada revelará más acerca de quién habla que de Dios. En realidad, el Dios verdadero podría sorprenderle.
Cuando el Padre celestial se revela en las Sagradas Escrituras, una palabra que nunca se utiliza cuando se hace referencia a Él es la forma impersonal “ello”, que se usa para aludir a una cosa. Dios es una persona. En todas las referencias, se le da un nombre (Jehová, Elohim, Señor), o es mencionado con un pronombre masculino (Él). Tiene todos los atributos de una persona: inteligencia para razonar, emociones para sentir y voluntad para tomar decisiones. Desde Génesis hasta Apocalipsis, Dios muestra estas características.
La Biblia también habla de la inmutabilidad de Dios.
Seamos claros en lo que esto significa: la naturaleza y el carácter del Señor jamás cambian —Él siempre es Espíritu y su amor se mantiene constante. Todos podemos tener la seguridad de que las leyes y los principios de Dios seguirán siendo ciertos, y de que Él actuará exactamente como lo ha prometido. Aunque sí ajusta sus emociones para adecuarlas a una situación, su complacencia, ira y demás sentimientos son matices de su ser, no características nuevas.
Dios es eterno, no tiene principio ni fin. Es el mismo ayer, hoy y siempre. Nadie le creó; Dios simplemente es. Si queremos honrar al Padre, debemos conocerle como es realmente —eterno e inmutable.
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