El proceso del quebrantamiento
Romanos 8.29-31
Resulta muy tentador pensar que es muy poco lo que necesitamos mejorar. Pregunte y escuchará a muchas personas admitir que tal vez pudieran hacer un poquito de “mantenimiento” en uno o dos aspectos problemáticos de su vida. Pero la mayoría dirá: “Soy una persona buena”. No se engañe: el Padre celestial se niega a aceptar la pobre visión que tiene la persona de lo que significa “ser buena”.
Dios ve a cada creyente como la persona que será cuando esté plenamente rendida a Jesucristo.
Entonces, Él comienza a hacer esa renovación total transformándola a la imagen de su Hijo.
Podemos decir que Dios es nuestro “diseñador de interiores”. Un paso esencial en la remodelación implica la eliminación de todo lo innecesario, dañado o pasado de moda. En nuestro caso, lo que tiene que desaparecer es la rebeldía. Puedo decirle por experiencia propia que ser un hombre en construcción no es cómodo.
Dios apunta a costumbres, actitudes y relaciones en las que actuamos fuera de su voluntad, y luego aplica presión para que dirijamos nuestra atención a ellas.
El Señor se apodera de lo que amamos para extraernos la humilde pregunta: “¿Qué más quieres que te entregue?”
Conformar nuestra voluntad a la de Dios cambia lo que somos.
En medio de nuestra transformación, el dolor de lo que Él utiliza puede impedirnos ver temporalmente la belleza de su diseño. Pero no hay nada mejor para Dios que seamos sus seguidores fieles y obedientes a toda costa. Sométase al Señor para que Él pueda transformarle en el siervo que Él desea.
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